Marcas de ayer 2

Le acaricié el pezón suavemente por encima de su jersey, olas de sofocante calor subían en espiral por mi cuerpo haciendo que mis rodillas flaquearan y que sólo la fuerza de sus brazos me mantuviera en pie.

Recuerdos

Siempre la miraba con amor, me encantaba, me traía loca, era mi princesa. Desde que éramos unas niñas me encantaba estar cerca de ella. Claudia no era muy buena conmigo a veces  me hacía desplantes y se burlaba de mí, pero yo estaba ciega, no quería ver que no me quería ni como conocida, amiga o algo más.

No se como paso pero esa niña de ojos oscuros, piel blanca, cabello negro y liso, deportista e inteligente  se empezó a acercar a mí, tan así que a veces iba a mi casa a pasar el rato lo que alimentaba más mis sentimientos hacia ella. Hasta que un día cuando estábamos en preparatoria me atreví a confesarle mi amor. Su reacción fue todo un poema, (como no me di cuenta en ese momento) sus gestos fueron de aberración y odio su mirada pero sus palabras fueron un yo te quiero mucho.

Aproveche la oportunidad de ese te quiero y me propuse conquistarla, todos los días le dejaba notitas de amor, a veces le daba obsequios, le escribía poemas y fue un viernes cuando le pedí ser mi novia y ella acepto. Me sentí la mujer más feliz del mundo, ya que había estado esperando ese momento toda mi vida, tan solo esperaba ese momento de nuestro amor,  lo que yo no sabía es que yo solo era una apuesta con tus amigos, que no me querías y que me destrozarías por completo matándome para el mundo que yo conocía.

Tu satisfacción era mi infinito sueño, eras el brillo de mi mirada, la esquina de mis ojos, la huella de mis dedos, la sangre de mis venas, nadie te veía como yo lo hacía mi dios eras tu, tus deseos eran ordenes para mí, simplemente estaba enamorada de ti y como dicen por ahí “viejos amores mueren duro y las viejas mentiras mueren aún más duro”, mi cruel reina.

Tus besos eran mi droga, aunque siempre me los dabas de noche y cuando estábamos solas, ante los ojos del mundo solo éramos amigas, yo era tu secreto oscuro y sucio. Recuerdo cuando me dijiste “Besa mi piel, se mi mujer y mi hombre por esta noche”. -¿Tu hombre? -  ¿Por qué te vistes de hombre a veces? –  Porque sé que te molesta y no soy hombre soy  mujer- si tuvieras un pene serías perfecta. - ¿No me quieres así? Claro, te quiero Fer. Entonces atrape su boca en un beso agresivo.

Me sentí arrollada por un fuego abrasador, y Claudia empezó a gemir, ya no podía detenerme, estábamos  ahogándonos en un mundo de placer, de mucho placer. De lo profundo de mi garganta se elevó un gruñido fiero, animal, como el de un lobo al despertar. Y mi  boca se trasladó hacia la suave y frágil curva de su garganta. Los brazos de Claudia  se cerraron aún más en torno a mi cintura, sujetándome contra su cuerpo de forma posesiva.  Me sentía arder de necesidad, me derretía encerrada en su abrazo, su piel quemaba. Se movía inquieta rozándose contra mi cuerpo, sus pezones se erguían dibujándose claramente bajo el fino hilo de su jersey y mis pezones sufrían del mismo mal que el de ella y el contacto de mi pezón con el de ella era simplemente hermoso y sensual.

Le acaricié el pezón suavemente por encima de su jersey, olas de sofocante calor subían en espiral por mi cuerpo   haciendo que mis rodillas flaquearan y que sólo la fuerza de sus brazos me mantuviera en pie.

Fue la noche más hermosa de mi vida, ella era mi princesa de lujuria. -Quítate la sudadera- le dije suavemente. Ya no había vuelta atrás. Claudia dio un paso atrás, sus ojos negros se agrandaron. Muy despacio, casi de mala gana, se quitó la prenda, de alguna forma, estaba disfrutando, y yo sabía que le estaba dando mucho más que mi inocencia. Sabía que le estaba dando mi vida.

Claudia se pasó la lengua por los labios, humedeciéndolos. Una salvaje sacudida, casi primitiva traspasó mi cuerpo en respuesta.

Deje caer mi camisa al mismo tiempo que ella su jersey, yo era incapaz de soportar el roce de la tela sobre mi piel, la mirada de mi princesa era de puro deseo. Nuestros pechos quedaron a la vista, incitantes y endurecidos por el deseo.

Mis dedos recorrieron la suavidad de Claudia, reclamándola, provocando un flujo de humedad. Incliné mi cabeza sobre ella para probar su sabor, su textura, su aroma.

Claudia gritó cuando sintió mi boca  sobre su pezón izquierdo, cuando mis dedos se introdujeron aún más en ella. Oleadas de placer recorrían su cuerpo, lo sabía porque mi espalda estaba siendo arañada. Yo  me moví  más despacio, recorriendo con mi lengua el camino recorrido  por sus dedos en su cuerpo. Con cada caricia, su cuerpo se tensaba aún más, y mi corazón se abría a Claudia.

El cuerpo de Claudia se convulsionó en una serie de espasmos mientras gritaba y yo pasé la lengua muy despacio sobre ella, saboreando su piel, su suavidad y lo exquisito de su cuerpo. Cada detalle, hasta el más mínimo, quedó grabado en mi mente, formando parte de mi vida y de mi recuerdo, marcándome.

Fue un momento muy bonito en mi vida, después de aquella noche, lo volvíamos hacer cada que tú querías pero tu nunca me tocabas, lo más que hacías era jugar con mis senos,  te sentía mía pero que equivocada estaba, de nada me sirvió complacerte en todo tus caprichos, hacerte detallitos, ser toda una cursi romántica como tu me decías para que al final de nuestro último curso de preparatoria me salieras con que tienes novio y que lo amabas a él, que yo solo había sido una error en su vida, que le daba asco, sus palabras eran muy hirientes y decirlas enfrente de todos nuestros amigos y conocidos fue pésimo, su prima se me fue encima junto con varias amigas de ellas golpeándome, nadie me defendió, hasta que llego una maestra a ver que sucedía. Solo recuerdo despertar en el hospital y que la medico cuando me vio me dijo que tenía suerte de estar viva, que había estado tres días inconsciente y que me recomendara que fuera fuerte porque mi situación estaba muy difícil debido a que mis familiares solo iban a preguntar como estaba y que no pasaban  a visitarme. Enterarme de eso fue muy doloroso. Estaba la  medico estaba revisándome cuando entro mi madre a decirme que no me atreviera a poner un pie en casa, que yo estaba muerta para ella ya que no podía tener una hija lesbiana. Y que fue una lastima que no haya muerto.

La medico fue testigo de todo eso, al salir mi madre de la habitación  unas lagrimas rondaban por mi mejilla, la doc. me abrazo y me dijo que no era el fin del mundo, que todo tenía solución y que lo importante era que me recuperara ya que estaba muy golpeada y tenia varias costillas fisuradas y el brazo derecho enyesado, un dálmata no me ganaba en manchas negras, solo que las mías eran verdes y moradas.

Mis amigos, mi familia y mi novia me dieron la espalda, estaba sola, no sabía que hacer, me sentía abandonada como un perrito y para el colmo estaban por darme de alta en el hospital y no tenía a donde ir.

La doc. de nombre Sara, era la única persona que entraba a preguntarme que si estaba bien y que si necesitaba algo, me hizo su amiga, el día del alta medica no sabía que iba hacer de mi vida, no tenía dinero, ropa (solo la que cargaba puesta ese día y estaba toda rota y manchada de sangre con polvo), no tenía un techo lo único que sabía que tenía era mis documentos finales de preparatoria y rezaba para que mis padres no los hubiesen recogidos. La enfermera entro a darme mi ropa para que me cambie, ya iba al baño cuando entro Sara con una bolsa y me la paso, me dijo que me esperaba en su consultorio para irnos a su departamento.

En el consultorio de Sara, sobre su escritorio vio una carta que decía que su cambio de lugar de trabajo había sido aceptado. En eso entro Sara y me dijo vámonos mi cama ya me espera, yo solo la seguí. Y en el camino (ya en su carro) me dijo- Aunque siempre estoy rodeada de muchas personas estoy sola, y solo quiero ayudarte y tu y yo nos podemos hacer compañía mutuamente, vivía con mi madre pero ella murió hace unos meses atrás, soy hija única y mi padre nos abandonó,  estoy soltera porque así nací, y soy lesbiana igual que tu, pero solo que no me gustan las niñas así que descuida, serás como la hermana menor que nunca tuve, claro si quieres, además en unos días más me mudo a otra ciudad, ya que esta me recuerda mucho a mamá y eso me duele mucho.

Fernanda.- Gracias, ¿puedo ir contigo? Quiero alejarme de aquí, trabajaré y te ayudaré con los gastos.

Sara.- Estudiaras y serás alguien importante. Estos días te tocara dormir en el sillón porque mi departamento solo tiene una recamara, cuando nos mudemos tendrás tu propio cuarto, será una casa, que espero te guste, que por cierto esta cerca de dos universidades y del hospital donde trabajare. ¿Qué quieres estudiar?

Fernanda.- Ingeniería mecatrónica  o ingeniería aeroespacial y si no se puede la ingeniería mecánica, solo que no se si tenga los papeles de la preparatoria y menos si pueda entrar a la universidad a esas carreras.

Sara.- ¡wao! ¡Mi hermanita quiere ser astronauta! Vamos por tus papeles de la preparatoria, te acompaño, luego en el departamento checas las universidades por internet.

Fer.- Gracias, de verdad gracias.

Sara.- No tienes de que.

Sentía que Sara era un ángel, ella con tan solo  mirarme sabía lo que me pasaba, me dio cariño, casa, dinero, comida y lo mejor una familia con la que podía contar. Ella era y es una excelente medico cirujano (Ningún paciente se le había quedado en el quirófano), yo estudié ingeniera mecánica, era muy buena, además de que no quería decepcionar a Sara, mi carácter se fue haciendo duro y no mostraba mis sentimientos a nadie nada más  a Sara, me gustaba coquetear con las mujeres pero nunca llegue a tener una relación seria, tenía fama de ser  una maldita perra re buenota, ya que mi cabello castaño medio ondulado y corto me quedaba más que bien y contrastaba con mis ojos grises y mi  piel blanca, además de que gracias al karate tenía una buena figura.

En todo ese tiempo no supe nada de mis padres pero si de Claudia, la cual me mandaba correos burlándose e insultándome  al igual que los hacían todos aquellos que se decían mis amigos.