Marcado. Cap 2

David parece encontrar un cliente un tanto misterioso, el cual le deja un reto un tanto peculiar antes de marcharse...

Al salir del vestuario, observé por un segundo la puerta por la cual Adam había salido cuando lo sorprendí pocos minutos atrás. Era una puerta de madera pintada con pintura negra con un cristal roto tapado con papel periódico, de manera que solo se veía la luz salir por la rendija debajo de la puerta. ¿Quién o qué estaría detrás de esa puerta? ¿Ya se habría ido?

Reprimí esos pensamientos y seguí a Adam por los pasillos, una vuelta a la derecha, una vuelta a la izquierda y a la derecha nuevamente bajando por unas escaleras angostas de metal, que conducían a un cuarto pintado de color negro, o quizás gris, con muchas fotos de hombres y mujeres, en diferentes trajes y vestuarios de diferentes épocas. Algunas eran blanco y negro, otras tenían esos aspectos sepia y viejos, como otras que eran a color o recortes de revistas. Las fotos mostraban tanto a hombres como mujeres, algunos completamente desnudos, otros con lencería, trajes eróticos o ropa de S&M. Supuse que eran fotos, recortes de los clientes, o quizás de los trabajadores… Espera un segundo… ¡¿Ese era Matthew McConaughey?!

En realidad nunca supe la verdad de sí era Matthew, o simplemente alguien parecido a él, ya que hasta el día de hoy no he tenido la oportunidad de detenerme a observarlo. Y en ese momento, menos. Ya que Adam me estaba esperando del otro lado de la habitación, abriendo la cortina para que yo pudiera pasar.

Al salir me encontré con una gran habitación del tamaño de un hangar de aviones, con techos altos de metal, pasarelas aéreas metálicas con hombre y mujeres en diferentes trajes bailando al ritmo de la música. En todo el alrededor se veían escenarios o pasarelas para hacer shows de striptease o pole dances, con los respectivos sillones de cuero negro para los clientes. Muchos chicos y chicas caminaban por la sala cargando bandejas de tragos, dildos, preservativos, aperitivos, esposas y todo tipo de juguetes sexuales. La música era alta, las luces eran ultravioleta o negras, dándole a la sala un ambiente de color morado oscuro. La alfombra era roja. O bueno… en algún momento fue roja, ahora era más como color carmín oscuro, con diferentes manchas negras y blancas aquí y allá. Definitivamente, nada limpio.

“Bueno, bienvenido al paraíso,” Dijo Adam mientras me entregaba una de las bandejas, la cual tenía diferentes tamaños de dildos, dos botellas de lo que parecía protector solar (supongo que lubricantes) y una jarra de preservativos surtidos en el medio de la bandeja. “Ahora paséate por la sala y disfruta.”

Me apretó la silueta de mi miembro sobre la tela del Jean sacándome un pequeño y poco audible gemido. Y luego me dio una nalgada para que caminara y desapareció tras la cortina que hace unos segundos mantenía abierta. Quería darme la vuelta y salir corriendo de este lugar, pero mi miembro decidió por mi, supongo que debido al efecto de la adrenalina y el calentón que llevaba.

Bajo las luces moradas de la habitación no podía apreciar la mancha húmeda de pre cum que tenía en la punta de mi glande, pero si podía sentir lo mojada que estaba la tela del jean con cada paso que daba. Me abrí paso por la habitación, las personas parecían no notarme, todos los clientes estaban embobados viendo a una chica que estaba haciendo un pole dance. Una chica con rasgos fuertes, pero femeninos. Piel color caramelo, piernas altas y tonificadas, una cadera estrecha con un abdominal de envidia y una larga cabellera de rulos, al puro estilo de Solange Knowles. Otros estaban viendo a un stripper masculino haciendo su show, para estos momentos ya tenía todo su abdomen y bíceps aceitados y solo una diminuta tanga que le marcaba un culito perfecto. Su cuerpo era digno de envidiar, debía de tener un 2% de grasa. Sus músculos y abdominales eran perfectos, redondeados y marcados. Al puro estilo de un modelo de Hollister.

Estaba embobado mientras miraba a ese dios haciendo su show cuando sentí una mirada posada sobre mí, para mi sorpresa era una chica con una peluca de color Verde neon, largo hasta sus nalgas. Llevaba lencería negra ligera y un antifaz negro. Se alejó del cliente al que hace solo unos segundos le estaba haciendo un lap dance, se acercó a mí y dijo

“Aléjate de ese cerdo, mete mucha mano y no da buenas propinas,” Dijo mostrándome un pequeño fajo de billetes. “¿Qué cree él que yo puedo hacer con dólares Canadienses?” Y se alejó de mí caminando sensualmente mientras yo la seguía con la mirada.

“Eh, chico. Ven” Dijo una voz a mis espaldas, al darme vuelta me di cuenta que se refería a mi. Di un sobresalto y caminé hacia él.

Lo único que podía ver del cliente era la parte superior de su cuerpo, ya que el espaldar del sofá, al ser en forma de L, no me dejaba ver a la persona que estaba de rodillas frente a el. Tenía un traje de color negro, una camisa blanca con los primeros tres botones desabotonados, la corbata negra desanudada y colgando de su cuello (Sí hay algo que me parece sexy es un hombre en traje, ¡Dios!) sus rasgos faciales eran perfectos y delicados. La forma de su mandíbula era perfilada, sus labios eran rosados y delgados, su nariz perfilada, unos ojos entre azul y gris, coronados con hermosas pestañas. Su cabello estaba perfectamente arreglado y peinado hacia atrás en un estilo moderno, podía ser incluso muy meticuloso de no ser por su barba de unos 4 días, que le daba un toque juvenil y despreocupado. Como que supiera que es realmente apuesto pero no se esfuerza por serlo. Me tendió una mano y me dijo “Acercate.”

Al acercarme me di cuenta que había un hombre arrodillado frente a él, haciéndole una mamada. Podía ver como su cabeza subía y bajaba a una velocidad de vértigo, con movimientos acompasados de su mano.  El chico que estaba a sus rodillas tenía una espalda blanca y amplia, unos brazos con bíceps perfectos y cabello rubio corto, al estilo militar. No traía ropa, a excepción de unos bóxers rojos. El cliente me miro por un momento de arriba abajo, de abajo arriba y me dijo:

“¿Cuánto por la noche?”

“Yo… eh-eh… yo n-no” En ese momento llego Adam a mis espaldas, dándome otro sobresalto cuando colocó su mano en mi hombro y dijo

“La tarifa mínima por uno de media clase.” Dijo dándome un pequeño apretón en el hombro, sin que me doliera.

El cliente pareció dudarlo unos segundos, pero luego miro mi entrepierna (cosa que me hizo sonrojar) que dio un pequeño saltito dentro de la ajustada tela del jean. “No me gustan tan delgaduchos, pero eso –Señalo mi miembro—me parece formidable. Lo llevo” Luego apartó al chico rubio que estaba haciendo lo mejor que podía sobre el miembro del cliente, aunque este estaba tan sereno como si estuviera en una reunión con el comité de la oficina. El chico rubio se puso de pie, era mucho más alto y fornido que yo. Definitivamente nórdico, quizás Alemán. Me dio una mirada de pocas pulgas, tomó la bandeja que yo llevaba en las manos y se retiró. Cuando volví a mirar al cliente, este ya había guardado su miembro en sus pantalones y se estaba poniendo de pie. Miro su costoso reloj y dijo “Andando.” Y se dirigió a la salida.

Me volteé a mirar a Adam en busca de un consejo, pero el parecía feliz, quizás muy entusiasmado, tomando en cuenta que era yo al que habían “ comprado “ y me dijo “Haz todo lo que él te pida, se educado, no le lleves la contraria y recuerda, el cliente siempre tiene la razón. Ahora muévete, no te quedes atrás, anda.”

Yo me di la vuelta y lo seguí de cerca. De espaldas se notaba que tenía un buen cuerpo, ya que estaba entallado a la perfección en su traje negro, su postura y su porte eran perfectos, quizás demasiado perfectos. Salimos de la habitación, subimos unas escaleras y llegamos a un pequeño rellano con dos hombres altos y fornidos custodiando la entrada. Le dieron un saludo de reverencia al cliente y le abrieron las puertas para que el saliera, e inmediatamente las cerraron detrás de mí. Al salir estábamos en una de las avenidas principales de la ciudad, altos rascacielos, calles angostas, luces en todos lados, el sonido de la metrópolis y tráfico pesado en ambos sentidos. Los taxistas tocaban cornetas como locos, discutiendo con los vehículos  de civiles, o lo que yo diría. Un día común en la ciudad.

Nadie parecía prestarnos atención. Miré atrás y detrás de mi había un edificio de 8 plantas, de ladrillos con ventanas altas y anchas en todo el frente, parecía una fabrica o una central de envió de postales. Tomé una bocanada grande de aire frio, que me llenó los pulmones y luego me di la vuelta para fijarme que el cliente estaba montándose en una moto negra, grande, deportiva. Se colocó un casco con visera y me ofreció el otro a mí. Me subí en el pequeño espacio de asiento que quedaba tras de el justo cuando un gran estruendo me indicó que el motor estaba en marcha. Un motor potente y rápido. Escuche su voz tan cerca de mi oído que di un sobresalto. Era un intercomunicador incorporado en el casco. Y decía:

“Sujétate.” Al mismo tiempo que avanzaba a toda velocidad por en medio del tráfico pesado. El motor de la moto retumbaba por el aire, un sonido fuerte, ronco y poderoso. Debíamos ir a al menos 90kmh (o eso me parecía) el aire era frio y seco, pegaba con fuerza en mi cuerpo, me acerqué más mi cliente, pegándome más a su espalda, arrecostandole mi miembro en su culito respingón (sin querer, obviamente).

Luego de unos 10 o 15 minutos disminuyó la velocidad y se detuvo frente a una tienda de alta costura. El frente de la tienda tenía grandes ventanales y unas letras negras sobre la puerta de entrada que leía “Hermes” . Nos bajamos de la moto y nos quitamos los cascos. Ya mi cliente no tenía su antifaz, por lo cual me dejaba apreciar cuan guapo era. Dios, casi hacia que me fallaran las rodillas. Debía de tener unos 30 años, como mucho.

“Estamos aquí porque tengo una tarea para ti. El sastre es un recatado, se negó a mis juegos y no cayó en mi trampa, pero siempre he querido ver como alguien se folla su culo y su boca. Así que tu trabajo será entrar ahí de mi parte, pidiendo un traje de noche y lo engañarás y te lo tirarás en los vestuarios. Al entrar entrégales mi tarjeta de presentación, el te atenderá a ti. Yo lo tengo programado todo.” Dijo mientras me entregaba la tarjeta y se volvía a montar en su moto. “Nos volveremos a ver cuando estés listo.”

Me quedé unos momentos de pie, en la acera frente a la tienda esperando a que se me bajara el empalme que me marcaba en el pantalón. Suficiente vergüenza con marcar paquete al no tener ropa interior, y más por que la tienda se veía muy elegante y de alta alcurnia. De hecho, no me sorprendería si me echaran de la tienda al entrar.

Luego de unos 5 minutos, más o menos, me armé de valor y entré a la tienda.

Al entrar me di cuenta que no era una tienda ni muy grande, ni muy pequeña. Había algunos maniquís vestidos en diferentes tipos de trajes de diferentes colores y telas en el lado derecho de la tienda, en el centro de la tienda había una mesa de cristal con zapatos de vestir y del lado izquierdo de la tienda la pared estaba cubierta por un mueble de madera fina con todo tipo de colores y patrones de corbatas y pañuelos. Al fondo de la tienda había un pequeño mostrador y unos vestidores.

Tras el mostrador había un chico, de unos 16 o 17 años, que realmente… no encajaba en esa tienda. Estaba enfundado en un caro traje de la marca. Un traje delgado y entallado de líneas delgadas, gris. El chico llevaba el lazo del traje un poco holgado, su piel era blanca y tersa, con un pequeño camino de pecas que se perdían por el cuello de su camisa. Su compostura era parecida a la mía, delgado pero fibrado. No tenía grandes músculos, pero tampoco era extremadamente delgado. Tenía el cabello rubio y largo, peinado hacia un lado (un poco al estilo Justin Bieber, pero un poco más desarreglado) el cabello le llegaba justo a la altura de sus ojos, grandes y de color avellana y labios carnosos y rosados con un pequeño piercing del lado izquierdo de su labio inferior. Definitivamente, este chico no encajaba aquí. Me lo podía imaginar en una tienda de skaters o algo así, definitivamente no aquí.

Levantó la mirada de la pantalla de su iPhone cuando ya estaba a pocos pasos del mostrador y dijo con un tono un tanto aburrido (posiblemente descortés) “Buenas noches señor, ¿en qué puedo ayudarle?”

“Vengo por un traje.” Dije entregándole la tarjeta de presentación que me había entregado el cliente. El chico tecleó unas palabras en la computadora a su derecha.

“Muy bien, iré a buscar su pedido, en unos momentos vuelvo.” Y así como si nada se encaminó a la parte trasera de la tienda, y en menos de un minuto volvió con un traje de color gris, oscuro y una camisa de color azul oscuro metálico. Colgó el gancho en uno de los probadores y me invitó a entrar para colocarme el traje.

El juego había empezado. Tenía que, de alguna manera u otra, cogerme a ese crio. Y créanme que ganas, no me faltaban. Entré al probador y el chico cerró las pesadas cortinas detrás de mí. De alguna manera u otra tenía que hacerlo entrar.

Me quité los zapatos con manos temblorosas y los dejé a un lado de la pequeña silla que tenia dentro del probador. Las luces blancas del probador me hacían ver aun más pálido y hacían que mis ojos se vieran verdes como el color del mar. Me quité el jean y me quedé con mi miembro al aire… tenía un plan. Me manoseé un poco mi miembro para dejarlo en estado de semi erección, lo cual le daba un aspecto intimidante debido a su tamaño. Tomé el pantalón y dije “Eh chico, ¿podrías ayudarme?... yo…”

“Si señor, estoy dispuesto a ayudarlo en cualquier cosa que necesite.” Dijo con desgana.

“Bueno… es que… la bragueta no quiere bajar…”

“Oh, bueno. Si el pantalón tiene algún defe—El chico no terminó de decir la oración porque en ese momento yo abrí la cortina y me quedé de pie frente a él, con el miembro colgando entre mis piernas. Justo en ese momento el levantó la vista de la pantalla de su teléfono y se quedó anonadado observando mi miembro.

“¿Me ayudas?”

“S-s-si, claro, dem-m-e el pantalón y yo…” Dijo aun distraído con mi miembro. Guardó su teléfono en el bolsillo de su chaqueta y dio un paso adelante para tomar el pantalón.

Ahora su cara era completamente rosada, ese chico era perfecto. Al estar así sonrojado se veía más inocente e inexperto. Ya entendía porque mi cliente quería follarselo. El chico tomó el pantalón y logró bajar la bragueta sin ningún problema, ya que esta estaba en perfecto estado. Y aun con la cara sonrojada, me entregó los pantalones de vuelta.

“¿Tu dijiste que me ayudarías en cualquier cosa que necesite?”

El chico volvió a verme los ojos, esta vez con la cara más roja que antes, tragó forzadamente y asintió con la cabeza. Temía que si daba otro paso este chico se iba a desmayar de la vergüenza, o algo parecido. Así que flexioné mi pierna, en modo de calentamiento, levantándola y quedándome de pie sobre mi pierna derecha mientras estiraba mi pierna izquierda hacia atrás. Cuando moví mi pierna, mi miembro morcillón, que ya estaba empezando a ganar más grosor y peso se bamboleo de un lado al otro. Y él, no apartaba su vista de allí. “¿Podrías ayudarme a colocarme los pantalones? Es que tengo todos los músculos entumecidos, y realmente me duele flexionarme para colocármelos.”

El chico asintió sin quitarle la vista a mi polla, y yo me senté en la silla y le levanté una pierna para que me colocara el pantalón, haciendo que mi pesada polla saltara hacia mi otra pierna. El seguía embobado observando mi polla mientras se ponía de cuclillas frente a mí y me colocaba el pantalón por la pierna. Ya tenía a este chico donde quería. Luego levanté la otra, me colocó el pantalón y lo subió hasta las rodillas. Y yo rápidamente me puse de pie, haciendo que mi polla bamboleara y quedara a la altura de su cara. El chico se echó un poco para atrás por la sorpresa, me miró avergonzado a los ojos y prosiguió con su tarea de subir el pantalón.

Afortunadamente el pantalón del traje era ajustado, y parecía realmente hecho a mi medida, de modo que el chico tenía que, de alguna manera u otra, hacer que mi polla entrara en el estrecho pantalón. Cuando él se dio cuenta de esto, me volvió a mirar y se ahogó con sus propias palabras, balbuceando. Pero yo le dije “Tendrás que hacer que entre.” Mientras colocaba mis manos en mi cadera y movía mi pelvis hacia al frente levemente.

El chico balbuceo nuevamente, trago saliva pesadamente y tomó mi polla como si le fuera a quemar y la colocó como pudo dentro del traje. Lo subió completo, lo abotonó y luego, volvió a tragar saliva y subió la bragueta del pantalón.

Para este momento ya mi erección estaba dura como una roca, ya se encontraba en todo su esplendor marcándose magníficamente por sobre la tela del pantalón. Pesada, haciendo la silueta de mi “third leg”. Ya el “ favorcito ” estaba completo, pero el chico seguía en cuclillas, con la boca abierta mirando el bulto a través del pantalón.

“Tranquilo, que no muerde”

Esas parecieron ser las palabras que detonaron al chico, de modo que agarró con sus dos manos la silueta de mi miembro y se dispuso a bajarme la bragueta nuevamente.

Continuara…


Gracias a todos por sus comentarios, realmente me inspiraron a hacer este relato. Lamento no hablar más del mundo del Bunnies Paradise, pero les prometo que lo haré muy pornto.

Dejen sus comentarios dandome a saber si les gusta esta historia, los personajes, los acontecimientos. ¿Quieren que Kevin se folle al chico? o... Quizas quieran que algo diferente suceda... haganme saber. Espero sus comentarios.