Maravillosa experiencia sexual
Martina apareció una placentera noche a finales del mes de septiembre de 2009 en la pantalla de mi ordenador. Ambos solíamos entrar al chat con la finalidad de conocer gente interesante que aportara a nuestras vidas nuevos conocimientos, experiencias vividas, sensaciones disfrutadas
MARAVILLOSA EXPERIENCIA SEXUAL
Martina apareció una placentera noche a finales del mes de septiembre de 2009 en la pantalla de mi ordenador. Solía entrar al chat con la finalidad de intentar conocer gente interesante que aportara algo a mi vida: nuevos conocimientos, experiencias vividas, sensaciones disfrutadas bueno y también recíprocamente aportar algo a la otra persona, porque siempre he tenido claro que las cosas entre dos deben de ser compartidas y realizadas en total complicidad.
Era de noche pero apareció ella en el chat como un sol y con su presencia lo iluminó especialmente en aquellos momentos, transmitiéndole la calidez necesaria a la conversación para hacerla interesante y placentera y brillando con una luz propia irresistible de ignorar. Aquel casual encuentro acababa de permitirme conocer a una persona inicialmente interesante, agradable y encantadora. Nos facilitamos mutuamente las direcciones de Messenger y de ahí en adelante nos comunicamos por este medio.
Al paso de los días, las charlas nos delataban como cómplices en inquietudes, en anhelos, en ilusiones y en sueños que deseabamos llevar a la realidad. Ella, como yo, estaba casada. Su marido, por gestiones administrativas de sus negocios, realizaba prolongados viajes a su Alemania natal quedándose sola en el chalet que disponian en una ciudad de la costa alicantina donde residian.
Aquella soledad emocional y tal vez la necesidad de comprobar si todo lo vertido en nuestras conversaciones acrecentaba realmente los deseos emocionales y sensuales de ambos, provocó sin duda el deseo de vernos para conocernos físicamente. Quedamos en hacerlo una tarde de principios de octubre en una cafeteria de la playa de su lugar de residencia.
Allí acudimos ambos a la hora fijada, habiéndonos transmitido el color y tipo de vestimenta que ambos luciríamos para no confundirnos de persona, aunque las fotografias exhibidas en el Messenger ya nos aproximaban algo a nuetros rasgos físicos. Ella quedó en vestir como mejor le gustaba ir: con una falda apretada y una blusa roja, generosa en escote, yo con unos jeans ajustados y una americana azul marino de lino dado que aun el frio no apretaba.
Al vernos nos reconocimos inmediatamente, Martína lucía una espléndida sonrisa en sus labios no exenta de lascividad y un generoso escote que dejaba ver parte de sus voluptuosos pechos dorados por el sol del verano que acababa de finalizar. Todo hacía presagiar un buen entendimiento entre ambos a tenor del recibimiento mutuo que nos profesamos al no cortarnos en absoluto y acercar nuestros respectivos labios para besarnos en la comisura de los mismos desplazándolos de su inicial lugar de encuentro que teoricamente eran las mejillas. La sensación percibida por el contacto fisico tan largamente deseado llenó de gozo todo mi ser. Martina era receptiva y abierta tal como me había dicho por el chat, pues no se cortó en absoluto en besar y ser besada de aquella forma tan atrevida para ser la primera vez que nos veíamos. Pasamos al interior de la cafeteria y nos tomamos los cafés entre conversaciones donde recordamos aspectos ya tratados en la pantalla y tambíén algunos nuevos respecto de las impresiones satisfactorias que ambos estabamos experimentando una vez frenta a frente. Mi mirada no se separaba ni un segundo de sus ojos, estaba como hechizado mirándola, tan dulce, tan encantadora, con su agradable voz, tan ensimismado en la convesación ..
En un momento dado noté que se echó mano al hombro como intentando estirar algún músculo del mismo. Le pregunté si le pasaba algo y me respondió que había pasado una mala noche con dolores en la espalda y que se sentía rígida en esa parte del cuerpo. Le dije que yo sabía dar masajes puesto que realicé un cursillo de aprendizaje hacía un par de años atrás y que alguna vez había practicado con gente que requirió de mis servicios. Se le iluminaron los ojos, le faltó tiempo para preguntarme si sería posible recibir uno de esos masajes aquella tarde puesto que se sentía realmente dolorida. Naturalmente le dije que si, pero que para ello hacían falta una serie de requisitos imprescindibles: un lugar adecuado y el aceite corporal de masajes. Ella contestó que disponía de ambas cosas, así que aboné la cuenta y nos dirigimos en su coche hasta su chalet que no quedaba nada lejos del lugar de encuentro. De camino hacia el chalet su mano se poso en mi rodilla y se deslizó suavemente hacia mi entrepierna. Mi "paquete" habia crecido extraordinariamente desde el instante que me senté en su coche, puesto que la hipofisis realizó una rápida composición de lugar y fue "in crescendo" conforme ella lo acariciaba por encima del pantalón. Asi, conduciendo con una mano y la otra en mi bulto, llegamos hasta la puerta del chalet. Antes de bajar del coche y una vez quitado el cinturón me acerqué a ella y acariciándole la mejilla izquierda fui acercando su cara hacia la mia para besarla en los labios, larga y profundamente, con una pasión que iba creciendo por momentos a la vez que mi lengua penetraba vivaracha y atrevida hasta lo más profundo de su boca iniciándose un juego entre ambas que acabó desbordando nuestra pasión al desplazar una de mis manos hasta su falda, introduciéndola por debajo de su ajustada falda y notando la humedad de su entrepierna, mientras mis labios y mi lengua dejándo satisfecha su boca, se desplazaban por su cuello y su nuez girando hasta los lóbulos de sus orejas, depositando en ellos suaves, tiernos e infinitos besos con gran sensualidad que consiguieron llevar su piel a estremecerse y poner su vello de punta. Así las cosas me apartó con elegancia y me dijo: "Vamos adentro, estaremos más cómodos".
Nada más atravesar la puerta ambos nos avalanzamos una contra el otro, frenéticamente. El fuego que llevabamos dentro nos hacía arder de pasión y sin tregua empecé a desnudarla, quitándole la blusa que dejó a la vista sus hermosos pechos encerrados en un sujetador sin tirantes de encaje blanco. Pasaba una y otra vez mis labios y mi lengua por sus labios, por su boca, por su cuello, mientras ella me quitó a sus vez mis prendas. Llegada al pantalón se arrodilló delante mio, detrás de la puerta ya cerrada y descerrajó el cinturón, bajándo el jeans lentamente, como si quisiese disfrutar del momento a cámara lenta . Mi pene ya formaba junto con los testículos un promontorio extraordinariamente pronunciado sobre el slip de sedoso nylon. Ella pasó su mano por encima, acariciándolo y sin mediar palabra acercó su boca al tejido, lo lamió y lo acarició con su lengua . ufffff me encontraba rebosante de placer al contemplar aquella escena tantas veces soñada desde que conocí a Martina y que ahora era una palpable realidad. Desplazó el slip a un lado del bulto y tomando el pene con la mano derecha lo descapulló para dejar a la vista un sonrosado, brillante, magestuoso y lubricado prepurcio el cual acercó a su boca de donde emergió su lengua deseosa de lamerlo, y así con la puntita de ella, jugueteó con suavidad estirando el hilo natural que generaba el flujo lubricante de mi pene. No se el tiempo que estuvo así, absorta, ensimismada con el tesoro más intimo pero antes de que consiguiese que me corriese, le tome de los brazos y la levanté de su posición de rodillas para sugerirle que nos acercásemos a la cama.
Ella accedió, nos introdujimos en el dormitorio donde una espaciosa cama nos esperaba. Allí, de pié todavía, le quité la falda mientras mis labios correteaban sus pechos por encima del sujetador, tomando sus pezones que marcaban sus formas puntiagudas sobre la tela de encaje con mis dientes. Los tenia bien pinzados y mientras tiraba de ellos, ella gemía de placer a cada movimiento mio . Acerqué mis manos a su espalda, desabroché su sujetador y liberé ambos pechos del tejido que los oprimía. Ahora si estaban los pezones duros y turgentes a mi entera disposición. Los besaba, los tomaba entre los labios, los acariciaba con la lengua, tiraba de ellos una y otra vez sujetándolos entre mis dientes . Ella gemía de placer, se retorcia de gusto, mientras acercando mis manos a su cintura bajé las braguitas que llevaba puestas, que estaban empapadas al tener todo su coñito mojado e incluso le resbalaba el líquido por su pierna bajando como si de unas lágrimas sensuales se tratase.
En ese punto la tomé entre mis brazos y cogiendola como en forma de barca por su espalda con un brazo y por la parte de detrás de las rodillas con el otro, deposité el cuerpo de Martina sobre la colcha de la cama retirada parcialmente .. allí tumbada la encontré majestuosa, con sus ojos brillando de deseo, con su boca pidiendo más besos, con su piel receptiva a mis caricias.
Me situé de rodillas a sus pies y abriéndole ambas piernas acerqué mis labios a su vulva tomando entre ellos sus labios, primero los externos, después los internos y tirando suavemente de ellos, mientras las yemas de mis dedos recorrían su cuerpo pausadamente, ya acariciando los pezones y el contorno de sus pechos, ya su cintura y su ombligo, ya sus nalgas y sus piernas . El masaje, aunque todavia sin aceite había comenzado. A su vez la puntita de mi lengua buscaba ávida entre los pliegues de su coñito su sonrosado y brillante clítoris, totalmente excitado y receptivo a las más suaves, sensibles y sensuales caricias. Y así estuve lamiéndolo una y otra vez, produciéndole tan notable excitación en el cuerpo, en la mente y en el alma que la transportó a las más maravillosas de las sensaciones. Ella tomaba a su vez mis cortos cabellos con sus manos, gimiendo de placer constantemente. Nada se oponia a llevar a cabo la mayor de las sensaciones placenteras que dos cuerpos en completa complicidad pueden alcanzar: el orgasmo.
Y así sucedió cuando introduciendole mi lengua hasta lo más profundo de su coñó, lanzó un gemido extraordinario acompañado de un repentino surtidor de caliente flujo que empapó mi boca con su deliciosa esencia vaginal: Martina se habia corrido como nunca lo había hecho, lanzando al exterior de su cuerpo no solo los gritos de placer incontrolado sino un inmenso mar de líquido que recibí en mi boca y en mi cara generosamente porque provenía de la mujer más maravillosa del mundo. Sinceramente pensé que no se correria tan pronto porque tan solo llevábamos una media hora en la cama, pero seguramente la falta de práctica sexual que llevaba padeciendo en las ultimas semanas la llevó a ello más pronto de lo que en otras circunstancias con muchas más prácticas lo hubiese hecho.
De su boca a partir de aquí todo eran palabras de agradecimiento, de amor, de gratitud hacia la persona que le había hecho subliminar el cuerpo, a través de un camino metafóricamente sembrado de pétalos de rosa, que le habia permitido alcanzar el punto más celestial del placer.
Ahora quería ella agasajarme a mi y corresponderme con una mamada, pero le dije que se tranqulizará por unos momentos, que yo iba a continuar mi labor proporcionándole más placer todavía puesto que consideraba que aun había mucho que experimentar, mucho que vivir dentro de aquel momento, mucho por disfrutar en un cuerpo como el suyo, tan generosamente predispuesto a todo lo que significaba experimentar sensaciones nuevas y placenteras. La sábana, debajo de sus nalgas, coincidente con su entrepierna estaba empapada por el líquido emanado de su vagina por lo que la desplacé hacia el centro de la cama. Allí la volví de espaldas situándome sentado sobre sus nalgas y colocando mi pene, caliente y turgente, lubricado y deseoso de derramar su lava, entre la separación de ambas partes de su culo. Con las yemas de mis manos acarié su espalda trazando circulos concéntricos sobre su piel pasé mis dedos por su cuello, por su nuca, por detrás de sus orejas, por su pelo acariciando su cabeza . Ella se dejaba llevar generosamente, se notaba que se encontraba muy agusto con las caricias . Su piel la delataba, sus gestos también, sus ojos cerrados igualmente lo manifestaban e incluso sus labios hablaban de ello sin pronunciar palabra. De repente acercó su mano a la mesita de noche y abrió el primer cajón sacando de allí un frasco de aceite corporal aroma jazmin. Observé que junto al frasco habían hasta dos consoladores, uno negro con forma cónica y no muy largo y otro con forma de pene y bastante más largo color carne. Ella intuyó que podia estar preguntándome qué hacia aquello allí y me dijo con voz pausada y suave: "En las ausencias de mi marido, son mi compañía más apreciada". Le contesté: "Te comprendo perfectamente y te animo a que continues haciendo aquello que te haga sentirte bien" . Ella me replicó que yo era lo que alli y en aquel momento le hacia sentir en la gloria.
Tomé el frasco de aceite y me unté las manos con él, pasando a continuación a ejercer suaves y constantes desplazamientos en todos los sentidos sobre sus músculos, partiendo de su cuello pasando por detrás de sus orejas, deslizándolos hacia sus hombros que masajeé con especial cuidado para posteriormente desplazar mis manos por la columna vertebral hasta su cintura y sus nalgas . Alli especialmente dediqué todo mi cariño, untándolas generosamente con aceite, y ya finalmente el masaje se centró en sus piernas y sus pies donde uno a uno y con exquisita suavidad todos sus deditos fueron debidamente tratados, apoyando la planta del pie con presión contra mi pecho, donde el vello amortiguaba la sensación de dureza del mismo produciendole una agradable sensación a Martina en su pies. Terminado el masaje, pensé que era momento de ofrecerle una especial sesión de sensaciones placenteras encadenadas, así que de rodillas sobre la cama, acerqué mis manos a la mesita y extraje los dos consoladores, el anal y el vaginal, para quedarme con el primero en la mano, dejándo el segundo cerca por si acaso lo utilizaba igualmente.
Era momento de deleitarnos mutuamente con sus orificios de nuevo, y para ello que mejor que mi boca. Acerqué mi lengua a su ano y lo lubriqué con mi saliva para pasar a acariciarlo con la puntita de la lengua que de forma vivaz y sin pudor jugueteba a sus puertas. Martina lanzaba gemidos de placer al sentir tanta suavidad sobre su segundo canal. Así permanecí una y otra vez hasta comprobar que la receptibilidad y dilatación era la adecuada para albergar el consolardor negro, especialmente diseñado para ser introducido en el trasero y así lentamente fui acercándolo e incrustándolo en su orificio que dilataba extraordinariamente para albergarlo. Poco a poco todo fue introduciéndose en él mientras ella jadeaba del placer que sentia con la acción ayudado por la suavidad de la textura del material con que estaba hecho: goma sedosa.
Una vez introducido este consolador en el culito le tocaba el turno al otro en su chochito, asi que procedí de la misma forma de lubricación mientras con una mano sujetaba el de color negro apretado contra su culo para que no se saliese de su lugar de albergue debido a los espasmos y jadeos que el cuerpo de Martina realizaba.
Así pues, estando a sus espaldas, levanté un poco su cuerpo que se encontraba pegado a la cama, hasta situarlo de rodillas mientras su cabeza se hundia en el cojín de cabecera. De esta forma, en pompa, con el culo respingón, estaba preciosa para ser introducida por mi pene, Mientras una mano sujetaba el consodador pegado a su culo, con la otra cogi mi pene y lo acerqué a su vagina introduciéndolo lentamente, cosa que hizo sin oposición y con gran facilidad dado el grado de lubricacion que mantenia su coño desde el principio de nuestro encuentro con constantes avalanchas de liquido elemento aflorando al exterior con cada lametazo que le proporcionaba. Así las cosas le impuse un ritmo pausado pero constante de vaiven de mi cuerpo hacia sus nalgas, chocando mis testiculos una y otra vez contra ellas, como de del badajo de una campana se tratase, lo que a ambos nos producía junto con la penetración y el roce de mi polla contra su clítoris, un agradabilisimo placer que me llevó al orgasmo, derramando un ingente chorro de semen en el interior de su vagina. Noté como ella se corria al mismo tiempo que lo estaba haciendo yo, porque a sus palabras de "más, más, más por favor" y "sigue, sigue, sigue", les sucedió un exposivo grito que la delató.
Exhausto me quedé con el pene introducido en ella hasta que el semen se derramó por el exterior de su vagina recorriendo -como si de la lava de un volcán bajando de las montañas se tratara- sus piernas hasta depositarse en la sábana ya de por si humedecida con los efluvios vaginales de Martina. Se juntaron ambos liquidos como nos juntamos nosotros mismos en aquella habitación fusionándonos en uno solo por unas horas.
Me retiré de encima de ella, acariciando su espalda y su culo de donde extraje el consolador lentamente con la mayor delicadeza y suavidad que ella me agradeció volviendose cara a mi y haciendome recostar a su lado, apoyando su cabeza en mi pecho mientras sus manos acariciaban el vello de mi pecho con lo cual estuvo entretenida hasta que el sueño venció su resistencia quedando dormida con una sonrisa en los labios que delataba la satisfacción que habia experimentado con aquel encuentro.
Al cabo de dos horas despertó de su sueño, suplicandome me quedase a cenar con ella, pero la hice comprender que en mi casa me hecharian en falta y que ello no era posible. Finalmente le pedí me permitiese ducharme en su casa, y no solo me lo concedió sino que gustosa y agradablemente me frotó el cuerpo con la espuma lo cual provocó de nuevo la elevación del punto de mira de mi pene. De lo que aconteció en la ducha y sus pormenores ya lo trataré de explicar con todo lujo de detalles en otra ocasión. Solo diré que de aquella casa salí más seco que la mojama al haber perdido todas las existencias posibles de semen que un hombre pueda generar durante las 3 horas que estuvimos juntos desde mi llegada hasta mi salida de la población costera.
Quedamos en volver a vernos en otra ocasión para repetir y aumentar con profusión de posturas y caricias sexuales, tan agradable experiencia vivida, despidiéndonos con un prolongado y pasional beso de más de 10 minutos de contacto labial y lingual.
Erosman53
(Transcrito en febrero de 2011)