Maratón de sexo con un jovencito virginal

De manera impensable me enzarcé con un chico de 18 años, que decía estar virgen...y al consumar nuestro encuentro sexual,me llevé la sorpresa de que su rendimiento era algo fuera de lo común, como si se tratara de un potente semental adulto.

"MARATÓN DE SEXO CON UN JOVENCITO VIRGINAL "

Mientras subíamos metidos en el ascensor, me veía en el espejo de la cabina, bien proporcionada, con mis 1,70 de altura, mis ojos color miel, el pelo castaño claro, vestida con un breve pantalón short, de cintura baja combinado con un exiguo top de rayas. La ropa que llevaba puesta dejaba ver, de forma incitante, mis piernas macizas y bien torneadas, parte de mi vientre y mi ombligo, resaltando la firmeza de mis pechos que pujaban por salir de su escondite, dispuesta a cualquier cosa con Jose mi acompañante de 18 años, moreno, delgado y guapo que me observaba anhelante, desnudándome con su mirada, como pidiéndome permiso para precipitarse sobre mí. Yo le sonreí dulcemente, invitándole a algo más que mirarme, él se aproximó, aprisionó mí cuerpo contra la pared del elevador, me tomó la cara con ambas manos y me puso su boca adosada a la mía, avanzando en un beso apretado y nervioso. Su cuerpo se pegaba tanto al mío que noté su tensión sobre mi bajo vientre. En unos segundos el rápido elevador llegaba a su destino, se paró y apenas nos dio tiempo para culminar nuestro beso; le aparté suavemente de mí, para salir modosamente, sin aparentar nuestra alteración por si alguien se cruzaba con nosotros. Llegamos a mi apartamento y rápidamente nos entramos en el, acuciados por un intenso deseo de poseernos.

Por fin solos. Jose me alcanzó, abrazándome por detrás, se pegó a mi trasero, haciéndome sentir la punzada de su erección entre las nalgas. Comenzó a besarme y mordisquear mi cuello, como un poseído, con la boca entreabierta, ya que su respiración alterada le pedía más oxígeno del normal; su impetuoso abordaje me llevó a tal estado de arrebato que no tardé nada en responder a su delirante acoso, girando mi cuerpo hacia él y entregándome frenéticamente a su abrazo, a sus besos apasionados, continuando lo que habíamos interrumpido en el ascensor.

Pensé que él , llevado de su instinto más primario, quería ir al grano, vaciarse follándome sin refinamiento ni acto preliminar alguno. Le seguí en su acalorado asedio, pues tiempo habría para mostrarle como hacerme disfrutar al máximo y ser un amante exquisito.

Después de besarme con ardor, se lanzó sobre mis pechos, acariciándolos y amasándolos con sus grandes manos, luego comenzó a besarme, lamerme y mordisquearme el cuello y las orejas; el top que me cubría, voló por encima de mi cabeza, ahora su mano se deslizaba por mi espalda, me desprendía el sostén de un fuerte tirón, dejándome con el busto descubierto, los pechos enhiestos y tensos a su disposición, me los acarició con devoción y asombro, ya sin el estorbo de la ropa, de forma que empecé a sentir el tacto cálido y agradable de sus manos, que exprimían mis pezones duros y excitados.

-Wowww! Que tetas tan ricas tienes...! –me decía chupándome el lóbulo de la oreja.

Yo le respondía con la respiración agitada, apretándome a su cuerpo, sintiendo la opresión de su verga contra mi pubis. Se quitó la camiseta y se quedó con el torso al aire, exhalando ese olor que desprenden algunos hombres por el pecho y que tanto me gusta. Sin decirnos palabra, parados allí en el saloncito del apartamento, seguimos entregados a mordisquearnos mutuamente, con vehemente pasión, nuestras lenguas y nuestros labios succionando nuestra piel desnuda, iban del cuello a la boca, donde entraban nuestras lenguas calientes, después volvió a besarme el cuello con leves mordidas, cambiando a mis pechos como si fuera un bebe hambriento. Mi agitación comenzó a hacerse notable, le cubrí el tórax de besitos breves, suaves y punzantes.

Nos hallábamos en salón del pequeño apartamento, allí junto estaba mi dormitorio separado por una puerta a medio cerrar. Él intentaba llevarme contra la pared, pero yo me escabullí retrocediendo provocativamente para hacer que me siguiera hasta la habitación. Una vez en ella, me senté sobre la cama y me quedé contemplándole, con un gesto provocativo e interrogante, pues me estaba pareciendo que el bueno de Jose no se mostraba a nada cortado como era de esperar de un novato virginal, ni mucho menos. Estaba medio desnuda, solo con el pantaloncito, por lo que él al verme así, se quedó como hipnotizado.

Instintivamente se abalanzó sobre mí, revocándome por toda la cama, hasta que en la penumbra de la habitación nuestro figuras habían confundían en una sola, su dureza anunciaba que estábamos dentro del trance de liberar nuestro ardoroso deseo. La ropa que llevábamos ya no se justificaba cubriendo nuestros cuerpos, así, él se despojó de todo, quedando completamente desnudo con su imponente mazo erecto punzando en mis carnes. Al tantear suavemente su polla con mis dedos, entendí que lo que había visto a través de su webcam no era ningún espejismo, era una polla espléndida, prueba viviente de que mis primeras impresiones cuando nos conocimos estaban bien fundadas. Hasta me hizo dudar de la edad que me había dicho que tenía, a juzgar por el desarrollo tan descomunal de su miembro.

-Hummm! Mira lo que tienes......! –le dije con asombro, mientras le tocaba el miembro con delectación.

-Y tú que buena estás, Vero! Me muero por follarte….!- me contestó él.

Se tumbó junto a mi, me cubrió de besos, lamidas, chupadas y mordiscos por todo el cuerpo, sin dejarse ningún rincón. Después, se dedicó a besarme en la boca, a conciencia, con su lengua ardiente empujando y arrollándose a la mía, yo le respondía con avidez, nuestros labios se moldeaban entre si concentrando en ellos todo el placer. Jose tenía su estilizada figura enroscada con fuerza a mi cuerpo, como si fuera una serpiente boa que intentaba romperme. Su impetuosa exaltación culminó mi excitación, me empezó a tocar febril y atropelladamente la vulva, franqueando la entrada de mi raja, introdujo dos dedos, y se encontró con mi primera humedad; luego, se quedó indeciso y yo abrí ligeramente las piernas, invitándole a más, pero él seguía su propia pulsión y en seguida se montó entre ellas acoplando se pubis sobre el mío con su espadón dispuesto, como lanza en ristre, tanteando los labios de mi vagina.

Estaba claro que su impulso primario era consumar una impetuosa penetración y adentrarse en mi cuerpo. Pensé que era lo mejor darle ese gusto, ofrecerle el favor de la inmediatez, pues tal urgencia era algo infrecuente en mí. Extendí el brazo y alcancé un preservativo que tenía en un cajón de la mesita, con mi mano alcancé su polla desesperada y perdida, le puse el condón cubriéndole toda la verga y luego le coloqué la punta conectada sobre mi vulva, cuyo suave y cálido contacto le indicaba que estaba en el punto deseado. Sin más, me ensartó una terrible estocada con su sable curvado, abriéndose paso sin problema en mi lubricado coño, llegando hasta el mismo útero. Una vez penetrado, comenzó una serie de embestidas, como si me estuviera apuñalando las entrañas brutalmente, mientras su boca se fundía con la mía, uniendo nuestras lenguas calientes en una sola. Sus penetraciones me golpeaban, haciéndome sentir la entrepierna prensada por un poderoso ariete que parecía demoler mis genitales.

Su excitación era tal, que el engrosamiento de su polla dentro de mí iba a más. Pensé que, siendo la primera vez que follaba, no podría aguantar mucho ese tren. Pude comprobar mi error, resistió muchos minutos con ese frenético vaivén de mete y saca, su culo se levantaba y abatía a un ritmo descomunal, hasta que el insistente roce de su gruesa polla me fue llevando a un increíble estado de excitación, con ardientes reflejos en las paredes de mi vagina, que le iban aprisionando el pene cada vez más, hasta que su cuerpo empezó a tensarse y en seguida noté un estremecimiento seguido de los intensos latidos de su violenta eyaculación.

Por un momento parecía que había detenido sus empujones, como tomando aire, pero con su verga igual de tiesa y crecida, retrocedió lo justo para extraerla y desprenderse del condón. Sin decirnos nada, habíamos abandonado toda precaución sanitaria en favor de nuestro brutal estado de excitación, desafiando cualquier riesgo, pensando que nuestros cuerpos lozanos y jóvenes no era posible que pudieran traernos más que deliciosos goces y deleites. Con la polla libre y desnuda, siguió moviéndose dentro de mi gruta, como si fuera un enorme gusano que se resistía a ser expulsado de su paraíso frutal. Su endurecimiento hizo que mi estado de calentura no decayera y así seguimos, cada vez más enloquecidos por el intenso gusto de este polvo prolongado. Esta vez, su movimiento adquirió otro ritmo, su polla se deslizaba suave, muy suavemente, entre mis carnes, restregando su capullo contra mis mucosas de una manera deliciosa. Mi joven semental estaba ahora más templado y resistía más y más, hasta que perdí la noción del tiempo. En un momento dado, comenzó a forzar la máquina y su golpeteo se tornó más rápido y brioso; unos minutos más aumentaron mi excitación y los repliegues de mi coño se hicieron sentir sobre su miembro endurecido y ardiente, al tiempo que me llegaron unas convulsiones muy conocidas y sin poder reprimirlo, vocalicé mis sensaciones.

-Ohh! oohhh! Jose, amor mío. . . .!!

-Qué te pasa? Te duele...?

-No, no. Es lo otro. . . .me voy a correerrr….!

Al poco, noté una contracción o espasmo en mi zona genital y me sentí como adormecida por el éxtasis del primer orgasmo. No pude aguantar mis ganas de exteriorizar mi estado y lo hice con un quejido estridente.

-aaahh! aaaahhhh! aaaaaaahhhhh! –lancé unos agudos gemidos, que alarmaron a mi amante.

Muy pocos segundos después también él volvía a correrse entre gruñidos roncos y arrastrados.

Con todo el peso de su cuerpo encima del mío, siguió empotrado entre mis piernas, su pene algo más flojo, se dejaba notar aún grueso, ocupando mi concha casi encharcada de esperma y flujos.

Una vez recuperado el ritmo de mis pulsaciones, me revolví debajo de él, haciéndole entender que quería una pausa o cambio de posición. Jose extrajo su verga, produciéndome un placentero regusto al rozarme su capullo el portal de mi recinto de placer. Se quedó recostado junto a mí, con su brazo derecho abrazándome por debajo del cuello y rozando tiernamente la cima de mis pechos con su mano. De esta forma permanecimos varios minutos, en silencio, aunque pensando en las sensaciones que acabábamos de experimentar y en las que aún estaban por venir.

Después de unos minutos de sopor delicioso, todavía anestesiados por el placer, con los cuerpos enervados, nos hemos dedicado a besuquearnos los labios con suaves y breves morraditas, devolviendo a nuestros sentidos una nueva estimulación. Así, pronto sus caricias y tiernos pellizcos enderezaron mis pequeños pezones. Yo le correspondía recorriendo su vientre con mi mano extendida, rozando ligeramente hacia abajo hasta la frontera de su pubis; en uno de mis cautelosos masajes, noté con sorpresa el contacto mórbido de su pene, que endurecido y empinado había rebasado su territorio y le llegaba al mismo ombligo. Retiré la mano para hacer más tentador el involuntario tocamiento. Él se quedó esperando la continuación de mi contacto, pero al comprobar mi renuncia, me tomó la mano y la llevó sobre su falo parado y cargado de nuevo, para que lo disfrutara entre mis dedos. Mi mano aceptó su invitación y se extendió a todo su paquete, oprimiendo sus huevos contra el miembro y pasando suavemente las yemas de mis dedos sobre su capullo, que al estímulo tan delicado se embraveció alcanzando gran tamaño. Él, espoleado por mis caricias, se pegaba a mi cuerpo besándome ávidamente la cara y los pechos, como si fuera a devorarme viva.

Sin más dilaciones, enterró su poderoso vergón en el abismo embriagador de mi sexo y comenzó un nuevo viaje en pos del eterno clímax que nos deseábamos. Volteé mi cuerpo sobre el suyo sin sacar su espadón ensartado en mi cuca, quedando yo arriba, dominando mis propios movimientos, balanceando mis tetas a la par que mi cuerpo basculaba adelante y hacia atrás, impulsando mi pelvis a mi gusto, buscando la armonía de nuestro contacto en un delicioso rozamiento. Disfrutamos en esta postura de una nueva sinfonía de placer indescriptible. Elevando mi cuerpo, su pene se situó en los primeros centímetros de mi vagina y aprovechando su forma curvilínea logré que se posara en mi zona G y frotarme con insistencia con un efecto tan excitante que me sumió en una intensa culminación de gusto, hasta el paroxismo.

Jose no se ablandó al notar mi desahogo, siguió ensartándome con su verga implacable, abriendo totalmente mis carnes, forzando unos empujones rítmicos, batiéndose en mi interior con fuertes puyazos.

-Ohhhhh! aaaaghhh! aaaaagghhh! –Rompí el silencio con mis quejidos.

-Qué rico, también as텅!! –balbuceó él.

-Si, amor…así, así….siii! – le repliqué entre gemidos.

Mi cabalgada, durante largos minutos, se tornaba cada vez más frenética y angustiosa, haciendo que él elevara sus caderas entrándome más, hasta el mismo cérvix. En un momento nuestras sacudidas eran tan furiosas que llegue a temer por romperle el rígido pene. Mientras permanecía penetrada, encima de Jose, sin decirle nada que no fueran agudos suspiros y jadeos, yo clavaba fijamente en sus ojos los ardientes destellos de lujuria que embargaban mi ser.

Un cosquilleo en mi coño, seguido de un dulce e indoloro calambre, me anunció otro delicioso orgasmo antes de que mi precoz semental, sin dejar de taladrar mis entrañas con intensidad, sintiera pronto una descarga electrizante al correrse una vez más. Él, desenvainó su lánguida polla de mi coño, dejando mi vagina hueca, irrigada por sus repetidos derrames de esperma, quedando nuestros sentidos aturdidos por el efecto de un dulce sopor.

-Hummmm! Qué polvo tan rico….! –rompí el silencio, satisfecha.

-Y que lo digas, Vero. Eres maravillosa, como me imaginé.

-Cómo te encuentras?

-Algo extenuado, pero sigo teniendo hambre de ti….. –me contestó con un tono jadeante.

Era ya más del mediodía, y pensamos que era cosa de hacer una pausa para comer algo. Le sugerí hacerlo en el propio apartamento, sin interrumpir nuestra luna de miel. Jose se encargó de bajar a la pizzería y traer comida preparada, pizzas y helados, pues yo solo tenía bebidas, fruta y leche.

Entretanto Jose estuvo en la calle buscando la comida, me dio por pensar e interrogarme a mi misma: qué estaba haciendo yo desmelenada, follando como una loca con este arriscado jovencito? Estaba realmente descorchando su ímpetu virginal? O acaso me había dado gato por liebre y era un empedernido e incipiente vicioso del sexo? A ninguna de mis preguntas podía contestar con certeza, ya que su aplicación era más que eficaz, me había hecho tocar el cielo esa mañana, demostrándome que no dominaba los fundamentos del acto sexual.

Lo único que supe responderme fue rebobinar atrás en el tiempo y revivir en mi mente el nacimiento de nuestra tórrida amistad, recordando feliz como nos conocimos o se cruzaron nuestros caminos aquella noche calurosa de Julio aun no muy lejana. Estaba yo sentada frente a mi PC, sin sentir ninguna sensación de sueño a pesar de que era ya tarde. Antes de irme a dormir, se me ocurrió abrir el Chat por ver si encontraba a alguien con ganas de cachondeo. De improviso, apareció en la pantalla una petición de agregarse a mi messenger, procedente de un contacto desconocido que se hacía llamar "Anonimo". Quizás influida por el ambiente misterioso de la noche, por mi aislamiento, y por un pequeño atisbo de curiosidad, busqué la información sobre el perfil del solicitante, pero me encontré con que tenía la página correspondiente sin datos personales. Esto, aún me intrigó más, así que acepté su agregación y me dispuse a esperar conectada para ver que pasaba.

En unos segundos, aparece el nick "Anonimo", iniciando sesión para conversar. Me saludaba y yo le correspondí.

-Hola, como estás? –dice Anonimo.

-Hola! –dice Vero.

-Cómo te llamas? -dice Anonimo.

-Me llamo Vero y tu?- dice Vero

-Yo soy Jose, soy un chico de Murcia. –dice Anonimo

-Me alegro de conocerte. Mira por donde, que casualidad, yo soy de Murcia, mi familia vive allí, pero trabajo y vivo fuera en otra ciudad. -dice Vero.

-Cuantos años tienes...? –dice Anonimo.

-28 y tu? –dice Vero.

-Huy! si te lo digo, seguro que me cortas en seguida! –dice Anonimo.

-No creas.....porqué iba a hacerlo? Yo no le doy importancia a la edad, puedes estar tranquilo. –dice Vero.

-Tengo 18 años! –dice Anonimo

-Ah! no creí que fueras tan jovencito! –dice Vero.

-Si, pero estoy muy desarrollado….Mira! –dice Anonimo. –

Sin más preámbulos, apareció la señal de inicio de webcam y en seguida puede ver en la pantallita la imagen del busto de un chico de facciones muy morenas, casi parecía un gitano, pero muy guapo. Debía ser muy joven como dijo, por su complexión sutil, hermosa, aún en ciernes, por lo que observaba en sus brazos y su torso.

Me preguntó si tenía cam y al decirle que no, que solo podía chatear por escrito, contestó que no le importaba, que deseaba seguir charlando conmigo. Me colmaba de preguntas sobre mí. Sin pensarlo más, me sentí condescendiente y le di algún detalle sobre mi persona, que era una chica de 28 años, soltera, de cabello castaño claro, de 1,70, ojos color miel, ni gruesa ni delgada, con un cuerpo bien proporcionado, de carácter alegre y extrovertido, desenfadada y bastante liberal, soltera, muy romántica y apasionada. Aunque mi familia residía en Murcia, precisamente donde él vivía, yo por razón de mi trabajo, estaba desplazada en una gran ciudad más al Norte.

Luego, insistió en ver mi cara y le complací mostrándole mi retrato en la ventana de imagen.

-Wowwww, eres muy guapa! -dice Anonimo.

-Gracias... ya has visto que no soy nada del otro mundo. –dice Vero.

Era tarde y como mi conversación con aquel pipiolo no esperaba que diera mucho de si, me dispuse a despedirme. Él aceptó a regañadientes que me fuera tan pronto y me preguntó con interés cuando podría volver a conectar para encontrarme.

-A qué hora te conectas? –dice Anonimo.

-No tengo día y hora fijos. Cuando tengo un rato libre y no sé qué hacer. –dice Vero.

-Vale, lo intentaré. Gracias. –dice Anonimo.

-Buenas noches! –dice Vero.

-Cuídate, hasta pronto! Besos. –dice Anonimo.

Desde ese día, siempre que me disponía a chatear con mis amigos habituales, aparecía siempre "Anonimo" conectado, intentando charlar conmigo. A pesar de su insistencia, no hice caso de sus saludos y continuaba con mis conversaciones. Cada vez que iniciaba sesión para chat, se repetía la misma situación. Aún así, el no dejaba de intentarlo, lo cual me hizo pensar que a este chiquillo le había agarrado fuerte y la había tomado conmigo. La insistencia que mostraba, incansable, los simpáticos saludos con que me invitaba a charlar, eran detalles que me tenían medio convencida de que o le eliminaba de mi Chat o tendría que hacerle caso alguna vez.

Así tuvo que ser…..porque después de algunos correos quejándose de mis desatenciones, en los que me rogaba responder a sus invitaciones para conversar, decidí cambiar de actitud y ser amable con él, aceptando la primera ocasión de platicar que se presentara. A ver en que quedaba su obstinación en amistarse conmigo. Cierta noche, me decidí a iniciar sesión de chat, me puse en estado conectada y al poco tiempo apareció mi joven contacto.

-Hola, estás ahí?–dice Anonimo.

-Si, soy Vero. ¿Qué querías de mí? –dice Vero.

-Qué milagro, casi no me lo creo! –dice Anonimo.

-Bueno, pues aquí estoy. –dice Vero.

-Pensé lo peor, creí que había hecho algo mal y que no me querías hablar más. –dice Anonimo.

-No, hombre, tampoco es eso. Lo que pasa es que no quiero que te ilusiones y te comas la cabeza por mí. Creo que nuestra amistad, aunque sea virtual no te conviene. –dice Vero.

-Oye, voy a poner la cam para que veas que careto más penoso se me ha puesto por tu abandono. –dice Anonimo.

Después de aceptar se encendió la cam, mostrando su cara con gesto compungido. Me apenó verle en ese estado, tan abatido y decidí acceder a sus demandas, pues poco me costaba devolverle el buen humor. Tampoco podía perder nada.

-No quiero que te lo tomes así, tan a pecho. –dice Vero.

-Uff! si tu supieras.....desde aquella noche que hablamos, cada día he estado intentando conectarme contigo. No se qué me pasa, pero tengo verdadero mono de ti! –dice Anonimo.

-Pues tendrás que controlarte. –dice Vero.

-Eso depende de tí...! –dice Anonimo.

-¿Cómo, que de mí…? ¿Qué dices? Yo no puedo hacer nada. –dice Vero.

-Sólo con corresponder y conversar conmigo, me puedes devolver la alegría de vivir. –dice Anonimo.

-Vale, hablemos pues...! –dice Vero.

-Puedo pedirte algo? –dice Anonimo.

-Si. –dice Vero.

A continuación, me pidió una foto donde pudiera verme de cuerpo entero. En respuesta, le mandé por el mismo msn messenger, una foto mía hecha en la playa, vestida con un pantalón muy corto y el pelo recogido en un moño.

-Gracias Vero, eres estupenda. Wowww! Qué hermosa eres! –dice Anonimo.

-Me alegra que te guste. –dice Vero.

A partir de ahí, nuestra conversación fue derivando a cuestiones personales. Él se abría el camino, haciéndose el inocente y planteándome mil y una preguntas sobre mis experiencias más íntimas y mis fantasías, hasta el punto de que casi sin darnos cuenta nuestra charla alcanzaba temperaturas de lo más calientes.

En medio de la charla, sin mediar palabra, Jose dirigió la cam hacia abajo. Solo llevaba un boxer elástico, tan ajustado que insinuaba claramente su avanzado desarrollo, como me había dicho. Enfocó la cámara sobre su bajo vientre, manteniéndola fijamente durante más de un minuto, lo cual me dio ocasión de observar su abultado paquete, en cuyo interior se notaban los movimientos de su miembro, creciendo debajo de la tela. Con la mayor espontaneidad, puso su mano, sobre su entrepierna y comenzó a frotar por encima de la ropa, haciendo visible una notable erección. Tomó su pene por la base con una mano y con la otra el extremo, como midiendo su tamaño. "Aquello" adquirió unas dimensiones exageradas, me quedé observando desconcertada pero afectada por un extraño deleite, sin decir nada. Transcurrió un silencioso instante, hasta que él llevó una de sus manos sobre el teclado para decirme algo.

-Te molesta verme así.....? Quieres que siga adelante...? –dice Anonimo.

Dudé unos segundos antes de contestar; estaba algo cortada por la situación tan poco habitual al tratarse de un chico adolescente, pero un poco embargada por el morbo del momento, decidí ganar tiempo a ver en que quedaba esta inesperada exhibición.

-Mejor será no seguir con esto! –dice Vero.

-Vale, pues dime que te parece. –dice Anonimo.

-Que te voy a decir.....! –dice Vero.

-Supongo que habrás visto muchas y las habrás tenido en tus manos. –dice Anonimo.

-Eso es cosa mía…. –dice Vero.

-Discúlpame he sido un poco torpe para presentarte mi "muñequito". –dice Anonimo

De nuevo se tanteó los genitales y poco a poco se bajó el boxer, dejando al descubierto algo que me dejó estupefacta y subyugada. Jose, tenía una verga fuera de lo común, muy larga y con una forma muy combada, .....parecía un bumerang !. En seguida pasé a darle mi opinión.

-La verdad es que me has sorprendido. . . .no esperaba eso, he estado a punto de desconectar el chat! –dice Vero.

-Porqué? –dice Anonimo.

-Porque no es manera de abordar a una amiga, así de repente. Un respeto hombre…! –dice Vero.

-Es verdad, perdóname, Vero. –dice Anonimo.

-Pero no te has ido…. supongo que no te desagrada lo que ves. Dame tu opinión por lo menos. –dice Anonimo.

  • Si te empeñas, te diré que lo tienes algo rarito. No había visto hasta ahora un pene como el tuyo. –dice Vero.

-Ah! si?. Que le ves de particular? –dice Anonimo.

-Pues, aparte de que para la edad que tienes estás más que bien dotado, tu miembro tiene una forma tan peculiar, es tan curvo, que resulta llamativo. –dice Vero.

-Pero, te gusta? –dice Anonimo.

-Ni me gusta ni me disgusta, pero me recuerda algo que escuché una vez sobre las extrañas sensaciones estimulantes que produce un miembro con esa forma torcida, por esa hechura y efecto de gancho. –dice Vero.

Al calor de mis palabras de admiración, además del tocamiento al que lo estaba sometiendo, su polla se enardeció, mostrándose muy tiesa y desafiante; él apartó sus manos y la impulsó sólo con sus músculos genitales, como si tuviera un potente muelle, contra su vientre una y otra vez; le sobrepasaba el ombligo por su longitud.

-Mira cómo se me pone solo por lo que me has dicho......imagínate si la tuvieras en tus manos! –dice Anonimo.

Entre tanto, vuelve a agarrarla por la base con una mano, blandiéndola hacia la cámara como si fuera un alfanje. Con mirada de sátiro, Jose comenzó a hacerme preguntas procaces sobre las sensaciones que me llegaban a causa de su exhibición.

-Perdona que te haga estas preguntas. Si te molesta, no tienes que contestarme. -dice Anonimo.

-No. No es que me importe tratar de sexo, pero es una situación muy desigual.....! –dice Vero.

-Entonces será genial, ya que es mucho lo que quiero aprender directamente de una mujer con experiencia y tú debes tener bastante. –dice Anonimo.

-Bueno, no sé hasta que punto puedo ayudarte..... –dice Vero.

-Tengo que confesarte algo...! dice Anonimo.

-¿....? –dice Vero.

-Mi secreto es que estoy virgen. Todavía no he tenido contacto sexual pleno con una mujer. -dice Anonimo.

-A tu edad me parece normal. Sales con chicas, tienes alguna amiga ? –dice Vero.

-Suelo salir con chicos y chicas, en grupo. Si ligo con alguna un poco mayor, e intento meterle mano lo hago de forma compulsiva y me paran los pies. – dice Anonimo.

-Es lo normal. Ya te llegará el momento cuando alguna chica se enamore de ti. –dice Vero.

-No sabes las ganas que tengo de pillar a una que se abra al sexo conmigo. –dice Anonimo.

-Te comprendo... –dice Vero.

-Por eso me gusta hablar contigo, una tía segura de si misma. –dice Anonimo.

-Eso me lo dices como objeto sexual, pero necesitas que te entienda una de tu edad. –dice Vero.

-Será que yo siento eso porque soy más maduro que la edad que tengo, sabes? –dice Anonimo.

-Creo que te aburrirías conmigo. Lo que te atrae de mi es solo una parte. –dice Vero.

-Puede que estés en lo cierto, pero me gusta mucho hablar contigo, creo que tienes algo que me engancha. –dice Anonimo.

-Eso es que estás muy salido, cosa normal a tu edad. -dice Vero.

-Si, eso si, creo que tienes razón, pues mira como estoy y cada vez más....! –dice Anonimo.

-Ya lo veo, será mejor que te tapes y lo dejes tranquilo. –dice Vero

-No te impresiona verme, así tan empalmado, sabiendo que es por ti? –dice Anonimo.

Todo el tiempo que duró nuestro diálogo, Jose había mantenido inalterada su esplendorosa erección y no dejó de acariciarse. Realmente me parecía un fenómeno por la resistencia de su "cosa", para no decaer lo más mínimo, más bien al contrario parecía que le estaba creciendo aún más. Pensé que se le iba a reventar el pene de un momento a otro.

-Hombre, me causa una sensación muy rara. No debí seguir esta conversación. –dice Vero.

-Será mejor que nos vayamos a dormir ya. -Le espeté

-Por favor, no te retires! Ahora ya no puedo dejarlo así.... –dice Anonimo.

Mientras intentaba disuadirme para que no me marchara, él arreció sus toqueteos oprimiendo su glande con los dedos.

-Que estás haciendo...? ¡Te vas a hacer daño! –dice Vero.

-Si vieras como la tengo de caliente..... –dice Anonimo.

-No hace falta que me lo digas, ya solo le falta echar humo ! –dice Vero.

-Tendré que hacer algo. –dice Anonimo.

-Lo pones debajo del grifo de agua fría y se calmará. –dice Vero.

-Mmmmmm! –dice Anonimo.

-Huy, huy, huuuuyyyy! Donde hemos ido a parar. . . .Este no es el tipo de conversación que teníamos que mantener. Estás desconocido hoy. –dice Vero.

-Si. Tienes razón, pero es lo que sentí nada más conectarme contigo. ....! -dice Anonimo.

-Bueno, déjalo, que se relaje y vamos a dormir. –dice Vero.

-No podré, tendré que aliviarlo por mi cuenta.... –dice Anonimo.

-Lo que faltaba! –dice Vero.

Sin esperar mi consejo, ni hacer caso de mi reproche, José ya se estaba pajeando el tronco de su pene con fruición, con un gesto embobado en su cara, muy próximo a la apoteosis de su excitación. Por la punta de su pene fluía un hilillo de líquido transparente y espeso, con el que se embadurnó la mano a modo de lubricante.

-Bueno, apaga la cam y que te aproveche. –dice Vero.

-No quieres ver el final....? Es en tu honor Vero! –dice Anonimo.

Me quedé expectante, sin contestar. Su mano se deslizó con vaivenes decididos, empuñando su pene desde el glande, en un recorrido hasta lo que daba de si la piel del prepucio, luego su mano fue ampliando su trayecto casi hasta los testículos. Su cara se iba congestionando por momentos, mientras la acción batidora de su mano se hacía casi frenética.

-Cualquiera que me viera aquí, contemplando como te haces una paja, que pensaría....! –dice Vero.

-Aaaaghhh!, aaaaaghh! Acompáñame hasta el final, te lo ruego Vero....! –dice Anonimo.

Así, siguió durante varios minutos, dándose unos furiosos mazazos contra los testículos. Yo recordaba haber masturbado a alguien en alguna ocasión y no se si sería la gracia de mi mano o su escaso aguante, pero se me venían en menos de cinco minutos, como mucho. En el caso de Jose, su carrera hacia el orgasmo parecía interminable, debía ser de un placer inmenso tener un coito con un tío como éste.

No podía explicarme como demonios estaba allí, frente a la pantalla, tan sumisa, haciendo de testigo de este ajeno atracón de lascivia, donde apenas jugaba mi visión. Pero también pensé para mis adentros: -"no, realmente no es así, empiezas a sentirte un poco cachonda y por eso esa humedad en la braguita"-. Lo cierto es que el lance que estaba animando y contemplando, tenía algo de espectacular. Luego de un tiempo de machacar el incandescente falo, observé sus primeros estremecimientos, unas sacudidas más y ¡plas!

-¡Aaaargg! ¡aaasssch! –dice Anonimo.

Un violento chorretón de leche se disparó por el arcabuz de Jose, salpicando hasta la cámara. A continuación lanzó dos o tres borbotones más de semen y su cuerpo se destensó paulatinamente.

-Huuummm, qué descanso! Te lo dedico a ti! Gracias por estar ahí inspirándome..... –dice Anónimo.

Él, todavía se quedó con su asta erguida babeando restos de esperma. Seguía en erección como si nada.

-Si quieres puedo seguir así todo el tiempo que quieras….! –dice Anónimo.

-Bueno, hemos de dejarlo ya. Ahora no tienes excusa- -dice Vero.

-De acuerdo. . . .me voy a soñar contigo. –dice Anonimo.

-OK. Buenas noches!

Esa noche, después de apagar la PC, me fui a dormir y hasta que concilié el sueño no pude sacar de mi mente la escena que había visto. "vaya numerito!" -pensé-. En algunos momentos, hasta llegué a ponerme un tanto caliente. La verdad es que había sido un hecho sobrevenido con gran naturalidad, realmente chocante e impensable, algo que no me había ocurrido así nunca. Había estado apadrinando una masturbación cruda e interactiva de características casi brutales. Sin desearlo, me sentía partícipe de ese acto, y ello me sumía en unas sensaciones muy voluptuosas.

Algunos días después, volví a encontrarme con Jose. No hice nada por evitarle, ya que sentía cierta comezón por conectar con él; su acoso y atrevimiento me resultaban, a estas alturas, una tentación inevitable, no me explicaba porqué. Apareció, tan galante y atrevido como la última vez. Me avisó de que me estaba enviando una foto que se había hecho especialmente para mí. Acepté su envío y pude ver ampliada en la pantalla una foto donde estaba él, sentado sobre una piedra grande, en un escenario campestre, con un pantalón corto bajado y su verga tiesa, en todo su esplendor, en un plano muy próximo. La figura era provocativa y muy confidencial, alardeando de su imponente "instrumento". Parecía insistir en su ofrecimiento exclusivo para mi disfrute.

-Que te parece? Sorprendida…?. – dice Anonimo.

-Vaya! parece que te pasas la vida con la tranca parada. –dice Vero.

-Siempre que pienso en tí. –dice Anonimo.

-Puedo pedirte algo? –dice Anonimo.

-Si. –dice Vero.

-Envíame otra foto tuya con menos ropa, donde pueda ver mejor tu figura. –dice Anonimo.

-Será demasiado. . . . Mira como estás! –dice Vero.

-Nada más empezar a platicar contigo ya me había puesto a más de cien. –dice Anonimo.

-Porfa... espero tu fotito –dice Anonimo.

-Allá tu ...... espera un momento. –dice Vero.

Le hice llegar otra foto mía, con una exhibición casi total de mi anatomía y una pose más bien sexy. Su reacción fue bajarse el pantalón dejando al aire su polla empinada, mientras me decía:

-Mama míaaa....! Tienes un cuerpo espectacular. –dice Anonimo.-

-Soy una chica que no estoy mal, simplemente. –dice Vero.

-Sabes? Me fascinas, Vero! – dice Anonimo.

-Venga! Seguro que cerca de ti habrá muchas como yo y mejores. –dice Vero.

-No te digo que no, aunque mi muñequito se ha encaprichado de ti y no ve otra cosa. –dice Anonimo.

-Siento no poder hacer nada por vosotros. Ya se le pasará. –dice Vero.

-Si que puedes. . . .! -dice Anonimo.

-No veo la forma. –dice Vero.

-Lo decía pensando en vernos alguna vez, cuando vengas por nuestra tierra . –dice Anonimo.

-Solamente voy en las vacaciones de verano. –dice Vero.

-Jo…que guay! Yo voy a estar libre, si me avisas podemos quedar. –dice Anonimo.

-Tendré que pensármelo, porque me parece algo precipitado. Además, donde voy a estar casi todo el tiempo es en la playa, en un apartamento que tienen mis padres en La Manga. –dice Vero.

-Genial, es un sitio ideal para mí. Puedo desplazarme con la moto sin problema. –dice Anonimo.

-Creo que esperas demasiado de nuestra entrevista. –dice Vero

-Por lo menos conocerte y si puede ser algo más ….. –dice Anonimo.

-Pues no te hagas tantas ilusiones. –dice Vero

-Dentro de pocos días será Agosto. Nada más llegar me llamas al móvil. –dice Anonimo.

-Vale, yo estaré allí en la primera quincena del mes. –dice Vero.

-Si no surge nada en contra, ya te llamaré y te vienes a pasar un día y conocernos –dice Vero.

-Estaré contando las horas y rezando para que llegue el día. –dice Anonimo.

-Piensa que tendrá que ser muy pronto, probablemente en la semana próxima. –dice Vero.

-Humm! Hasta que no lo vea estaré flipando….mira esto! –dice Anonimo.

De nuevo cambió la orientación de la cam y la dirigió hacía abajo. En su mano sostenía su larga extremidad genital, en un estado de máxima rigidez, balanceándola con voluptuosidad y lujuria.

-Si has de estar siempre así, creo que no nos vamos a ver, sabes? – dice Vero.

-Intentaré contenerme como sea. Quiero serte sincero, lo que más deseo es conocerte personalmente y si nos entendemos bien, convencerte para follar salvajemente, disfrutar juntos y que tu me enseñes trucos y técnicas para hacerlo perfecto. –dice Anonimo.

-Pero, tu sabes lo que dices? Solo te estaba hablando de vernos y charlar un rato. –dice Vero.

-Será como tu quieras, pero si podemos llegar a todo…..no te arrepentirás. –dice Anonimo.

-Esto me pasa por consentir tanto, te doy la mano y me pides todo. –dice Vero.

-Si. No puedo evitarlo. Te deseo…tu experiencia….. follarte hasta romperme. –dice Anonimo.

-Tu te has equivocado conmigo, Jose. –dice Vero.

-Te comprendo, Vero. Es muy osado por mi parte, pero no te estoy tratando como una puta ni mucho menos, es una cosa especial, por el cariño que te he tomado. Aunque nos conocemos de poco, nuestra amistad es muy intensa, veo que tu me aprecias, te gusto, por eso me vuelvo loco de pensar en la posibilidad de tener un inicio sexual contigo. Esto es limpio, sin intereses, ni otras conveniencias, solamente por satisfacernos mutuamente. ¿Te imaginas hacerlo con este "muñequito" que te adora, todo para ti.? –dice Anonimo.

Mientras me decía esto, seguía exhibiendo su crecida pija, con aire vanidoso.

-Ya veo qué bonito me lo pintas. Y luego qué? –dice Vero.

-Para mi será un día único. Luego lo que tu quieras.....! –dice Anonimo.

-Ay, ay! Tu no estás bien de la cabeza. –dice Vero.

-Tu lo organizas todo y yo me ajustaré a tu plan. –dice Anonimo.

-No sé......no estoy segura, no te prometo nada, eh? En todo caso, el plan sería encontrarnos un día de la primera semana de mi estancia, antes de que vengan mis padres. Luego, ya no podríamos vernos, porque en unos días me voy a Lanzarote con un amigo, hasta el final de mis vacaciones. –dice Vero.

-Humm! Qué guay, me tomaré un día para pasarlo contigo. –dice Anonimo.

-Bueno, tú vienes y ya veremos lo que pasa. Vale? –dice Vero.

-Siiii!! –dice Anonimo.

-Pero tú tranquilo, eh? Sólo tú y yo debemos saber lo de nuestra reunión. –dice Vero.

-Ahora voy a desconectar y me acuesto ya. –dice Vero.

-De acuerdo. No me olvides ......estaré esperando tu llamada! –dice Anonimo.

-Buenas noches. –dice Vero.

-Muchos besos y cuídate, Vero. –dice Anonimo.

Después de esta conversación, aún tuve algunos contactos con él, incluso por teléfono. La prometida ocasión de verme personalmente le mantenía enajenado, febril y muy cariñoso conmigo, de tal manera que me fui enganchando a su acalorado entusiasmo, hasta sentirme mentalmente muy metida en esta aventura, pues al final lo vivía con el mismo ardor y anhelo que él.

Mis primeras reticencias por estar con estos trajines, con un chico de esa edad, se desvanecieron una vez que tuve claro que no suponía ninguna infracción legal, por tratarse de prácticas sexuales consentidas. Además, ahí estaba mi joven pretendiente con esa madurez para sentir y hacerme llegar su fuerte deseo, que me iba arrastrando a su territorio.

Empecé a fantasear sobre las delicias de desbravar a mi joven semental, disfrutar de su indómita inexperiencia y jugar con su presunta inocencia. Estaba decidida y comprometida conmigo misma para tener este encuentro un tanto furtivo y cuajado de morbo. A estas alturas ya me había tomado en serio celebrar una sesión de sexo con mi tierno adolescente, rompiendo las reglas de juego ordinarias, como si fuera a comerme una fruta que no estaba aún madura para llevarla a mi boca. Cada noche, después de charlar con él, me regodeaba en la cama y me humedecía imaginando saborear la exquisita encarnadura de este lujurioso potrillo.

Por fin, viajé hasta mi ciudad natal, para pasar el fin de semana con mis padres. El lunes, me trasladé a la costa y cerca del mediodía llegué al apartamento, me dediqué a organizar mi ropa y mi habitación. Por la tarde hice un rato de footing por la playa, hasta la puesta del sol. Ya de regreso, me procuré una ducha para refrescar mi cuerpo. Después, pensando en lo inmediato, me sentí un poco ansiosa y no pude resistir el impulso de marcar el número de Jose. Estaba comunicando. Unos minutos más tarde, insistía, para esta vez recibir contestación.

-Hola? Escuché su voz al otro lado de la línea.

-Soy Vero.

-Ah! qué bien. Donde estás?

-Estoy ya aquí en el apartamento. Te llamo para decirte que estoy sola y preguntarte como tienes lo de venirte a la playa.

-Ya puedes imaginarte....estoy que no vivo. Deseando volar hacia ti......!

-Bien, por aquí está el ambiente bastante tranquilo y no hay problema para que vengas mañana mismo, si puedes. Cómo lo ves?

-Sabes que es lo que más quiero, ir cuánto antes.

-Pues, entonces te espero mañana. Cuando llegues al primer bloque de edificios de la urbanización, me llamas al móvil y te indicaré donde está mi apartamento.

-Vale, Vero. Alrededor de las diez estaré ahí.

-OK, ya nos vemos mañana. Adiós.

-Hasta mañana! Un beso.

Al día siguiente, me desperté relajada, desperezándome con un estiramiento de brazos y piernas. Un reguero de luz entraba en la habitación, depositando los tenues rayos de sol de la mañana sobre mi cara y parte de mi cuerpo desnudo. Las nueve de la mañana, poco tiempo quedaba para que llegase mi visitante; me levanté y me puse debajo de la ducha, dejando que el agua me acariciara la piel, antes de enjabonarme voluptuosamente.

Me vestí sencillamente para salir a la calle. Una breve tanguita, -un pantalón corsario o uno corto?- Elegí lo segundo, más apropiado para el momento y la calurosa mañana, color beige, ceñido bajo sobre mis caderas, mostrando buena parte del vientre con el perfecto botón del ombligo coronado por un pequeño piercing perlado, que brillaba sobre el mate de mi piel. En la parte de arriba, sujetador negro, cubierto por un breve top de rayas verdes, de pronunciado escote, dejando ver el inicio de mis pechos firmes, bien formados. Se trataba de una prenda suelta y flotante para alivio del fuerte calor. Después de dos pases ante el espejo me di mi aprobación. Los pantalones ceñidos a los muslos, alargaban mis piernas remarcando mis glúteos redondos, torneados y tersos como dos melocotones gigantes. De la forma que me acicalé estaba segura de despertar su atención, probablemente resultaría atractiva a los ojos de cualquiera. Estaba atándome unas ligeras sandalias, cuando sonó el teléfono.

En unos segundos ya estaba yo en la calle, camino hacia el sitio de encuentro, llegando donde estaba Jose, parado, esperándome. Conforme me fui aproximando a él, lo iba observando con detalle. Era como lo había intuido, bastante alto, espigado, moreno, casi agitanado. Me pareció a primera vista que tuviera algún año más de los 16 que decía tener. Llevaba una pequeña mochila, vestido con un pantalón bermuda, una camiseta polo y unas chanclas de playa. Cuando estuve delante de él, se quedó mirándome con ojos deslumbrados y sonrisa satisfecha, a lo que correspondí con una risita cómplice y algo maternal, mientras aproximaba mi cara para darnos un beso, quedando unos instantes abrazados por nuestras cabezas.

-Hummm! Estás mejor aun de lo que pensaba, Vero! – Me dijo mirándome embelesado.

-Tú también has superado mis fantasías, parece que tengas más edad. -Le respondí.

-Supongo que has venido tu solo. –Le pregunté.

-Si. Con mi moto, la he dejado aparcada al principio de la calle. -Respondió.

-Bien, ahora podemos seguir por esta calle adelante, hay un bar que está muy bien para sentarnos y tomar algo, pues yo estoy en ayunas.

-Vale, yo también tengo hambre, tomaré un bocata.

Me tomó una mano y así caminamos hasta llegar a la cervecería, entramos y buscamos una mesa en un rincón apartado del mostrador. Pedimos algo de comer y unas cervezas. Estuvimos allí sentados, el uno frente al otro, devorándonos con la mirada, aunque yo hacía todo por resistirme, para saborear mejor la sensación placentera del abandono gradual, por entregas. Un impulso muy intenso me transportaba implacablemente a la hoguera de nuestro trance carnal y emotivo. Allí se gestó el principio de nuestra aventura. Ahora que me tenía en su presencia, él me confesó estar algo nervioso porque se daba cuenta de lo que significaba acceder a mi intimidad de forma real; se preguntaba que pensarían sus amigos si supieran lo que le estaba pasando, se tirarían de los pelos, de envidia y sorpresa. Con mano ansiosa me tomaba las mías, me preguntó si ya tenía pensado lo que íbamos a hacer, pues no podía resistir más la inquietante zozobra de la duda. Le respondí que, después de conocerle, me había impresionado más que bien y que estaba decidida, si, a que fuéramos un rato a mi casa a terminar nuestro encuentro a solas.

En nuestra plática, yo ya había descubierto que Jose, aunque alardeaba de no haber tenido relaciones completas con mujer, sin embargo, debido a su atractivo físico y su hombría, daba la impresión de haber tenido ya algún rollo con chicas. Lo veía demasiado seguro, nada acojonado para ser alguien que está hostigando sexualmente por primera vez a una mujer de bastante más edad que él. No me pareció un muchacho ansioso y novato sino que se comportaba con descaro y atrevimiento al manifestar su deseo. Pensé que solo le faltaba zambullirse en las sensaciones del placer lujurioso, en plena intimidad, con una mujer que le dejara realizarse. Al encontrarme a mí, dispuesta a entregarme, a facilitarle su estreno, había tenido la suerte de que alguien como yo, joven y experimentada, le abriera la puerta al universo del sexo sin fronteras.

Aunque aún éramos dos perfectos desconocidos, teníamos lo más importante, la complicidad para vivir un trance erótico que a él le podía servir para inaugurar su virilidad sin ningún compromiso y a mí para degustar un cuerpo inexplorado, un acto con sabor libertino, una posesión furtiva, exótica y llena de novedades muy prometedoras.

En ese instante, nuestros ojos al calor de la conversación despedían un brillo apremiante. En un descuido de los camareros, se inclinó sobre mi cara y me sorprendió con un beso en la mejilla.

-Me gustas mucho....Vero! -me susurró.

-Tú también a mi, si no cómo iba a ser esta locura...? –le respondí acariciándole con la mirada.

Nuestro próximo devaneo ya estaba sentenciado, lo que para mí empezó teniendo cuerpo solo en mi fantasía, era real como la vida. Así, se fraguó nuestra aventura erótica, entre Jose un muchacho con enorme deseo de desfogarse y yo, una chica más mayor, sibarita del sexo. Pagamos la cuenta y nos dirigimos hacia mi casa, esta vez el paso más rápido, cada uno pensando en cómo realizar su plan, hasta que nos metimos en el ascensor para subir a mi apartamento.

El regreso de Jose, con la comida preparada, interrumpió mis pensamientos, devolviéndome a la realidad presente. Eran ya cerca de las dos de la tarde y todo lo que había ocurrido esa mañana entre nosotros, allí en la cama de mi apartamento, era sólo el principio de la realización de esta historia, llevándonos a experimentar físicamente nuestro desesperante deseo de follar hasta el desfallecimiento.

Media hora mas tarde, ya estábamos sentados a la mesa saboreando unos langostinos que le había pedido expresamente por aquello del poder afrodisíaco que debían tener.

Devoramos con mucho apetito todo el resto de comida, acompañándolo con abundante cerveza fría, para reponer todo el desgaste de líquidos vitales perdidos en nuestra guerra de amor. Mientras Jose desguazaba los langostinos con su boca y chupaba el jugo y su pulpa carnosa, me regodeaba con la golosa aplicación de sus labios y lengua, recreándome al pensar las maravillas que se pueden hacer con nuestros músculos bucales. En los postres, tomamos fruta y se repitió un poco el mismo simulacro; yo había escogido un plátano, le desprendí la piel e introduje un tercio del mismo en mi boca aprisionándolo durante unos segundos entre mis labios, mordiéndolo suavemente para terminar de engullirlo lentamente. Repito esta operación dos veces más, ostensiblemente para despertar en él la atención sobre esta alusión erótica de mis gestos.

Después de comer, nos pasamos al sofá que hay en el salón para tomar un café, acompañado de una copa de licor de whisky, cuyo efecto nos espoleó para abrazarnos efusivamente y besarnos en la boca, saboreando el licor en la boca del otro. Estando así, enzarzados, Jose intentó abrirme el batín y empujarme para recostarme en el sofá, pero me resistí amablemente y antes de pasar a mayores le insinué mi deseo de hacer una breve siesta para estar pronto nuevos con toda la tarde por delante.

Nos quedamos pronto dormidos, debido a la pesadez de la digestión y a la relajación nerviosa de nuestras recientes descargas. Sobre media hora después, me desperté y comprobé que él seguía dormido, tumbado sobre un costado; me propuse despertarle dulcemente, besándole en la nuca, rozándole los labios, apenas tocando su piel del cuello y descargando mi aliento sobre esa zona sensible. Simultáneamente mi mano bajó hasta la conjunción de sus piernas, le acaricié los genitales por encima del boxer, endureciendo su verga con un notable estiramiento debajo de la ropa. Jose se hacía el dormido, sin inmutarse, aunque sus signos vitales le delataban.

Abrió los ojos mientras se colocaba frente a mí y en cosa de instantes me encontré con su pene completamente duro y erecto muy cerca de mi cara; esta posición me permitía deleitarme con su tacto aterciopelado y contemplarlo a mis anchas. En el glande hinchado como un pequeño globo, se podía ver una hendidura en la cara inferior alineada con el frenillo, estaba amoratado y caliente como un fierro recién salido de la fragua. La curvatura de su verga al hacerse mas largo se hacía más patente, lo tuve en mi mano haciéndole diabluras con la punta de la lengua, con suaves lamidas por toda la cabecita, provocándole tal desasosiego que su cuerpo comenzó a revolverse para montarme.

Me desprendí del batín que aún tenía puesto, colocando mi cabeza a la altura de su sexo para alojar su polla tiesa dentro de mi boca. Él instintivamente empujó adentro y casi me atraganto, obligándome a sacarla hasta la mitad y seguir chupándole lo que quedaba dentro, con un ritmo lento y concienzudo al principio y después con hambre, embelesada, sin dejarle ni un milímetro de su tallo por recorrer.

-Aaauuuugghhhh! aaaauuuuggghhhh! –rugía sobreexcitado.

-Sschuupp! Ssschuupps! –así sonaban mis vehementes chupadas.

Antes de que su excitación llegara a su fin, cambié mi postura y dejé mi sexo pegado a su cara, con mi vulva sedienta, palpitante, a la que él aplica su lengua inquieta e insegura, deslizándola entres los labios vaginales y tanteando el interior con tímidas lamidas, sin orden ni concierto, pero así y todo su torpe y atropellada incursión me puso tremendamente cachonda. Le sugerí la posición de mi botoncito para que le regalara unos lametones deliciosos. Estimulado por mis gritos de placer y con su cabeza sostenida entre mis manos, para controlar sus atenciones, le hice continuar hasta que una abundante emisión de jugos inundó mi concha. Mi clítoris, en llamas, en el punto extremo de su excitación era hostigado por la obediente lengua de mi jovencísimo amante, conforme yo le iba guiando. Poco después, me invadió un temblor en la zona genital, que acabó con mi tensa sensación y me dejó como vacía y embriagada de un gusto supremo.

-Aaaaahhh! aaaaaaaaahhhhh! aaaaaaaaaahhhhhh! –grité de forma incontenible.

-Ya estás…?

-Si, ya.

Nada más recobrar mi pulso, modifiqué mi posición en la cama y me enfrenté con su pija todavía a media asta, iniciando una serie de mamadas frenéticas y escalofriantes por todo su tronco, engullendo su capullo detrás de mis labios, con tal entusiasmo y ardor que su miembro crecía y crecía hasta lo indecible. Le adorné mi trabajo, oprimiéndole ligeramente los huevos que se habían elevado hasta la base de su polla. Así, al rojo vivo seguí mamándole su falo tremendo con mi mayor destreza y eficacia, hasta notar unas intensas sacudidas dentro de su pene anunciadoras de una inminente eyaculación; retiré la cabeza rápidamente pero sin poder evitar que su incontenible expulsión de semen se estampara sobre mi cara y cuello, llenándome de blancas y lechosas salpicaduras y goterones. Su verga aún erguida emanaba un filamento de esperma que le retiré con mis dedos y la ayuda de mi lengua.

-Ohhh!! Perdona, te he pringado toda…!

-No te preocupes. Esto forma parte del guión.

Nuestra fiesta amorosa se estaba convirtiendo en un carrusel interminable, ya era media tarde y nuestras energías todavía nos impulsaban a poseernos el uno al otro.

Estuvimos forcejeando y retozando, me dejé caer y me quedé tumbada boca abajo para inducirle a la postura que deseaba mostrarle. Doblé mi cuerpo y me elevé sobre las rodillas insinuando la provocadora postura a cuatro; luego volví a extenderme de bruces, pero Jose me tomó por la cintura y me levantó las caderas para dejarme otra vez como yo le había anticipado. Me hice la remolona, aunque estaba deseando ponerme en esa posición. Parece que él tenía idea de lo que le ofrecía, porque poco a poco mi conchita sintió el calor de su aliento y la penetración suave y esmerada de su lengua, explorando la entrada de mi coño en busca del pequeño resorte excitable que había descubierto no hacía mucho. Su contacto me hizo el efecto turbador de un vibrador y no pude resistir mover mi culo, balanceándolo de adelante hacia atrás, gimiendo lastimosamente en el crescendo de mi excitación.

Al verme tan poseída, se encaramó sobre mi grupa y asiéndome por las tetas que se descolgaban apuntando al suelo, me empezó a frotar la polla por toda mi hendidura, punzándome amenazadoramente en el orificio anal. Ante esto, elevé mi trasero exponiéndole los labios inferiores sedientos e inflamados de calentura a su endurecida palanca de carne, retrocediendo un poco para que inevitablemente se me clavara todo el esplendor de su miembro ardiente como una antorcha. Él inició un placentero vaivén, acoplándose cada vez mejor, de manera que cada embestida era una delicia que se iba repitiendo una y otra vez en una gozada interminable, a la vez que sus empellones tomaban ímpetu y casi me hacían postrarme en el suelo de la cama. Jose inició una serie de penetraciones de su polla en mi vagina, la sacaba casi toda y a continuación me achuchaba sin compasión, metiendo todo el largo de su tallo hasta el final de mi gruta, sin descanso, hacia el éxtasis que esta vez retrasaba su efecto por el desgaste sufrido.

Muchos minutos después, sus empujones se volvieron frenéticos, me agarró los pechos con crispación, concentrando su fuerza en cada sacudida para aumentar la sensibilidad de nuestro cerrado contacto. De pronto, sentí sus escalofríos y comencé a estremecerme al mismo tiempo, confundiéndose sus descargas con mis espasmos genitales. Casi extenuada, me dejé caer de bruces con la cara pegada a la sábana, mientras él desenvainó su verga de mi glotona conchita y permaneció sobre mí unos momentos todavía.

-Esta postura es fantástica, Vero? –me confesó.

-Te ha gustado, si? La penetración es más profunda, parece que me tocabas el fondo. -le repliqué.

Hicimos una pausa hablando tranquilamente; como ya se estaba haciendo tarde le propuse que si deseaba quedarse conmigo toda la noche, por mi parte podía hacerlo sin problema. A Jose le pareció muy buena idea, pero tendría que llamar a su familia para avisarles de que se quedaba a pasar la noche en casa de un amigo.

Nos dispusimos a darnos un buen baño, para recobrar el tono y limpiarnos nuestra piel pringosa de nuestros flujos. Entretanto él preparaba la bañera, yo permanecí desnuda, extendida sobre la cama, hasta que vino y pasando sus brazos por debajo de mi cuerpo, me levantó, llevándome al baño donde me depositó amablemente en el agua.

Jose se metió dentro conmigo y pusimos en marcha el hidromasaje. En seguida, nuestros cuerpos empezaron a sentir el saludable burbujeo y el contacto efervescente del agua, jugábamos cruzando nuestras piernas, acoplándonos de frente y por la espalda y explorando cada rincón de nuestra anatomía. Las consecuencias de estos tocamientos, no se hicieron esperar, su poderoso mango se puso pronto en estado de guerra, y mi chochito se sintió deseoso de algo más que sus dedos. Se quedó frente a mí, la punta de su pene asomaba en el agua como el periscopio de un submarino. Nos aplicamos mutuamente un gel de baño aromático, friccionando en toda nuestra piel y hurgando delicadamente en donde brotaba el furor y la calentura de nuestra libido desbocada. Aquello fue algo más que una nueva puesta a punto.

Desconectamos el hidromasaje, y yo me incliné hacia delante con tal de alcanzar el extremo de su polla, prendiéndola entre mis labios antes de hacerle una succión de bombeo que le excitaron fuertemente. No tuvo más que tomarme por la cintura, atraerme hacia él, acoplarme a su sexo y encañonarme hasta conseguir una penetración fulgurante e intensa. Después, su pelvis comenzó a funcionar como una máquina, dándome ricas andanadas, agitándonos los dos entre el chapoteo del agua por un largo rato, enloquecidos de gusto entre gemidos ardorosos. Nuestro lance subacuático, por los efectos del agua, fue muy largo y placentero, nos doblamos todo lo que daban de si nuestros cuerpos y nuestras bocas se conectaron en un beso de intenso, enredando nuestras lenguas húmedas y ansiosas; estando así, sentí una oleada de fuego en mi sexo y fuertes latidos en mis sienes. Después de mi prodigiosa corrida, me quedé como un ovillo, ensartada por su largo miembro, sintiendo aún el fragor del beso y el calor taladrante de su polla dentro de mí. En unos segundos a él le llegaron los estertores del éxtasis y vació sus últimas reservas de leche en mis entrañas.

Jose me confesó que nunca había imaginado lo delicioso que era follar en el agua, eso superaba sus expectativas. Nos secamos, y después de vestirnos optamos por salir a la calle, airearnos paseando junto al mar, cenar en algún sitio, antes de volver de nuevo al apartamento para explorar nuevas sensaciones y agotar todas las variantes de sexo duro que teníamos pendientes.

Por la noche, paseando descalzos sobre la arena junto al mar nuestras sombras se fundieron en una sola, que avanzaba muy lentamente mientras nos cubríamos de arrumacos y caminando abrazados, deteniéndonos de vez en cuando para apretarnos con pasión frente a frente, provocándonos una calentura inimaginable. La temperatura era tan elevada, que decidimos quitarnos la ropa y meternos en el agua completamente desnudos; comenzamos a jugar y refocilarnos pues era divertido y excitante la sensación de frescura y el estimulo de tocarnos debajo del agua. Jose me agarró la mano y me la puso sobre su pene. Estaba duro como una piedra, lo toqué con tiernos masajes pero el agua no dejaba deslizar bien mi mano. Me tomó en brazos y me recostó sobre la arena, se tumbó a mi lado y nos revolcamos entre risas cachondas e inocentes. Quedamos totalmente pringados de arena, me monté sobre él con aires de dominadora, abrí mis piernas y me inserté su polla para probar las mieles del sexo salvaje, nocturno, al aire libre y a la vista de los que pasaran cerca de nosotros. Extasiados por el nuevo placer, estuvimos follando con renovado furor hasta alcanzar el cielo y la anestesia que sigue clímax.

Volvimos a entrar en el agua y nos dimos un buen baño para limpiarnos de la arena pegadiza. Luego nos sentamos hasta que nuestra piel ya seca nos permitió vestirnos y volver a casa. Después de tomar algo en una cervecería cercana, recalamos en el apartamento, descansamos un poco viendo la TV y hacía las doce nos dispusimos a utilizar la noche para seguir nuestro maratón de lujuria y pasión, hasta que nos venció el cansancio, ya cerca del amanecer.

Al final nos quedamos amartelados, unidos nuestros cuerpos desnudos y sumidos en un profundo sueño, que solo pudo ser interrumpido por el resplandor del primer sol de la mañana entrando por la ventana del dormitorio. Serían las once de la mañana cuando Jose se dio una buena ducha reconfortante, se tomo un vaso de leche y se despidió de mi, prometiéndonos llamarnos para encontrarnos aún durante ese verano y repetir nuestra batalla amorosa. Había sido algo increíble para los dos.