Mara, mi gordita jugosa

Ella no era la mujer hermosa que todos anhelan para una noche de pasión, era bastante gordita, de estatura baja pero de cara muy bonita. Pero en ella había una particularidad, no se guardaba nada y era muy directa al momento de decir y hacer algo.

MARA, MI GORDITA JUGOSA

Durante mis estudios terciarios mantenía una estrecha relación con un grupo de compañeros donde las salidas eran cotidianas y la diversión era moneda corriente los viernes por la noche una vez concluida la semana. En el grupo había algunas chicas, que como éramos todos mayores de edad, entre los dos sexos no había tapujos y las bromas subidas de tono surgían en cada conversación.

Mara era parte del grupo y la más atrevida en cuanto a participar de las chanzas y de frases con doble sentido. No tenía límites en cuanto al sexo opuesto y contaba todo, pero absolutamente todo, lo que le gustaba hacer y que le hicieran en una relación sexual.

Una noche al salir de las clases fuimos los amigos a tomar café a una confitería cercana y allí corrió la cerveza y las risas durante un par de horas hasta que todos decidimos retirarnos a nuestros domicilios. Los que tenían auto llevaban a los que no lo tenían y a mí me tocó llevar a Mara hasta su casa que quedaba cerca de mi departamento.

Ella no era la mujer hermosa que todos anhelan para una noche de pasión, era bastante gordita, de estatura baja pero de cara muy bonita. Pero en ella había una particularidad, no se guardaba nada y era muy directa al momento de decir y hacer algo.

Durante el trayecto Mara tomó partido al decirme que nunca había tenido sexo conmigo, cosa que me desencajó ya que no tenía planes para tener sexo con ella, pero tenía razón no lo habíamos hecho aún, cosa que me dejó sin habla. Fue el momento preciso en que se me acercó y sin medir lo peligroso que podía ser ya que me encontraba conduciendo mi automóvil, para masajearme la pija por encima del pantalón.

A pesar que no era mi tipo de mujer, mi aparato mostró compasión y se erectó de buena forma por lo que decidí detener la marcha y abrazar y besar a Mara, mi compañera gordita, con mucha pasión al punto que no quedaban rincones para recorren con nuestras lenguas.

Entonces, le propuse seguir la marcha hasta mi departamento de soltero cosa que aceptó inmediatamente mientras continuaba sobándome mi miembro por encima del pantalón durante varias cuadras.

Al llegar al departamento fue como una película muda. Nos desvestimos de manera rápida y ridícula sin decirnos palabras y cuando quedamos desnudos me empujó a la cama. En ese momento no quería mirar su voluptuoso cuerpo porque temía perder mi erección, pero para que eso no pasara Mara tomó con maestría mi pene y empezó a lamerlo desde la base hasta el glande, besándolo pasándole la lengua hasta que se lo metió entero en su boca.

Realmente lo chupaba como nunca me lo había hecho sentía hasta su garganta, lo sacaba de su boca para escupirlo y se lo volvía a meter, succionaba de mil maravillas por lo que tuve que detenerla para no acabar allí mismo.

-¿Qué pasa no te gusta? me dijo algo molesta.

  • No es eso, lo que pasa es que no quiero terminar tan pronto porque nunca me la habían chupado así.

Ni lerda ni perezosa trepó por encima mío aprovechando que me encontraba boca arriba en la cama y se metió mi pija en su estrecha y cálida concha que entró solo apenas. Allí pude comprobar que las gorditas son muy estrechas y eso me calentó más aún.

-Así papito, despacito, muy despacito- murmuraba entrecortada mi gordita compañera amante.

Una vez que mi miembro ingresó por completo Mara mostró toda su maestría al moverse de una forma fenomenal solo apoyada con sus pies sosteniéndose con sus manos en mi pecho. Lo hacía de adelante para atrás y de forma circular. Su cara mostraba placer pleno y yo me sentía en el cielo. Esa posición para ella era la más satisfactoria ya que podía disfrutar cada centímetro de mi tranca.

Así continuó por largo rato hasta que comenzó a tomar ritmo y cabalgar arriba mío.

-Como me gusta tu pija, como la siento- dijo mientras le mordía sus pezones que refregaba por mi cara.

-Que bien cojés Mara, como no te descubría antes-

Fue en ese momento que sentí como ella llegaba a su primer orgasmo y con el una catarata de sus jugos vaginales que mojaron mi vientre. Pero ella no aminoró el ritmo, es más, perecía como poseída y quería más y más.

-Me estás volviendo loca, como me gusta tu pija- y un segundo después sobrevino en ella otro orgasmo más profundo que el anterior.

-Mara me estás matando, nunca pensé que cogías tan bien, sos una verdadera bestia del sexo- dije mientras me refregaba el sudor de mi frente en sus pechos redondos y firmes pero pequeños.

La tomé por los sobacos y la puse sobre el borde de la cama boca abajo, y parado en el suelo tuve a mi disposición su vagina bien abierta y su redondo y grande culo. Así se la metí en un solo movimiento casi salvaje que la hizo gemir.

Sentía como esa estrecha y cálida concha me absorbía todo el pene envolviéndolo como si lo empuñara, por eso se lo dejé dentro sin moverla hasta que comencé con cortos vaivenes que segundos después se transformaron en frenéticos.

-Dame más turro, cogeme bien- vociferaba Mara

Entre empalada y empalada golpeaba su culo con la palma de mis manos mientras explotaba un frenético "chas-chas" de mi vientre sobre sus nalgas. Así fue que mi amante gritó: –clavámela bien fuerte la quiero hasta el útero-.

Sus ruegos fueron órdenes y la velocidad aumentó hasta que mi glande se hinchó de tal manera que de un momento a otro acabaría.

-Voy a llegar, no doy más-

-Siiiii, yo también papito, ahhhhhhh-

Un chorro interminable inundó su concha y entonces Mara se sacó de su interior mi pija y decidió limpiarla con su boca hasta dejarla totalmente limpia de semen y de sus flujos vaginales.

Creo que fue una de mis mejores cojidas por eso, a pesar que ya han pasado muchos años recuerdo a esta mi gordita jugosa con mucho cariño.