Mar ardiente.
El mar es como el sexo, unas veces puede ser tranquilo y aburrido y otras feroz y peligroso como un tsunami.
Hacia un par de meses que Mar y yo no éramos los mismos de antes. Desde hace tiempo la llama del amor parecía haberse apagado entre nosotros, o mejor dicho, desaparecido por completo.
Al principio de irnos a vivir juntos todo era maravilloso, los ronquidos por la noche, las comidas de domingo en casa de sus padres, el hacer juntos las tareas del hogar y hasta me atrevería a decir que las peleas tenían su encanto. Pero sin saber cómo ni por qué, hubo un momento en el que todo pareció torcerse y dirigirnos hacia una caída libre sin frenos. Ambos pensábamos que era la monotonía lo que nos había hecho sentirnos así, pero sabíamos que no era eso exactamente, existía algo más pero ¿el qué?
Quedaban un par de días para nuestro aniversario y todavía no había comprado nada para Mar, pero sinceramente me daba igual. Estaba seguro de que iba a hacer como con todos los regalos; lo abriría, pondría buena cara, le prestaría atención durante unos segundos y al rato se olvidaría por completo de él. Pero teniendo en cuenta que hacíamos cinco años de novios, quería tener un detalle con ella y dejar los problemas a un lado aunque fuese durante un día.
Recuerdo la época de la Universidad en la que todo me daba igual, me enrollaba con una chica el lunes, pasaba de ella el martes y el miércoles me liaba con otra totalmente distinta, ojalá volver a aquellos días.
Nunca he sido muy creativo o imaginativo a la hora de hacer un regalo, por lo que echando un vistazo a un par de páginas web con la previa búsqueda en ggle de “regalos originales para tu novia” terminé por reservar mesa en uno de los mejores restaurantes de la ciudad y llenando de arriba abajo la casa con pétalos de rosas y velas. Sé que es algo muy típico, mejor eso que nada.
Conforme iban pasando los días, tanto Mar como yo fuimos mejorando por momentos, parecía que la simple idea de que el sábado era nuestro aniversario nos puso a los dos de buen humor.
El sábado por la mañana salí a correr bien temprano con la idea de que así me vería mejor físicamente aquella noche, pero menuda gracia, pretendía conseguir en un solo día lo que no había hecho durante años. Pasé la mayor parte del día fuera, intentado así que tanto Mar como yo nos pilláramos con más ganas. El día transcurrió más deprisa que rápidamente, y para cuando me quise dar cuenta estaba volviendo a casa para ponerme el traje y recoger a Mar.
Cuando llamé al timbre porque se me habían olvidado las llaves, Mar todavía no estaba vestida, más bien me abrió con un moño en el pelo que se solía hacer los domingos para estar por casa y con el cepillo de los dientes en la boca. No quise deprimirme pero aquella noche parecía una de muchas, si en aquella cena se decidía todo, la cosa pintaba bastante fea. Con dirección al salón, fui cogiendo la ropa que meticulosamente había puesto la noche anterior; la camisa planchada, los pantalones con su raya marcada, los gemelos, los zapatos pulidos…todo lo necesario para que a Mar se le cayesen las bragas nada más verme.
-Vamos Mar, vamos a llegar tarde le gritaba desde la puerta al mismo tiempo que me ajustaba la pajarita frente al espejo.
-Ya voy, me estoy poniendo los tacones me respondió ella desde nuestra habitación.
-Qué pesada eres si…pude articular hasta que la vi aparecer frente a mí. ¿Quién es ese ángel y qué ha hecho con mi mujer? Me llegué a preguntar hacía mis adentros. Estás espectacular susurré al mismo tiempo que tragaba saliva.
Aquella mujer que durante unos segundos llegué a desconocer, llevaba un traje de encaje negro pegado a su cuerpo. Esa tela no se sabía si se sujetaba por si sola o alguna clase de divinidad se encargaba de ello. El encaje hacía la función necesaria de dejar al descubierto las partes más banales del cuerpo y concentrar toda su atención en aquellas que debían ser solo contempladas por mí. Sus pechos se camuflaban entre esos hilos negros que no dejaban paso a otra cosa que no fuese la imaginación desmedida de meter tus dedos entre los huecos de la tela y rajarla por completo.
Mar quiso que no perdiera detalle alguno de aquella obra de arte que tanto tiempo de ahorros y sacrificios le había costado, así que dando una vuelta sobre sí misma me permitió el lujo de mostrarme como aquel vestido le dejaba la espalda al aire y le hacía un culo que ni el mismísimo David de Miguel Ángel sería capaz de esculpir.
Con todo ese cúmulo de imágenes clavadas sobre mi retina, hubo algo que no solo empezó a crecer dentro de mí, sino también a hacerse visible por fuera.
-Veo que el vestido te gusta más a ti que a mí eh dijo Mar entre risas al mismo tiempo que se deslizaba por delante mía y pasaba su mano suavemente por mi pene erecto. Piensas acompañarme a cenar o te vas a quedar ahí clavado como un imbécil sugirió.
Sin saber muy bien cómo, mandé las señales necesarias a mi cerebro para que este reaccionara y poder seguir a aquella divinidad que sin yo saberlo vivía conmigo desde hace años.
Cuando llegamos al restaurante, dejamos el coche en la entrada y fue entonces cuando uno de los aparcacoches requirió las llaves del auto.
-¿Señor? Dijo al mismo tiempo que extendía la mano.
-Toma, cuídamelo bien, que de ella ya me encargo yo, le dije al oído con una sonrisa en la boca cuando le pillé mirando de reojo a Mar.
Otro de los empleados del restaurante nos estaba esperando en la entrada del mismo, el cual nos abrió la puerta.
-Buenas noches señores.
Todos allí eran tremendamente correctos, aunque para mi gusto les faltaba un par de clases más de educación. En qué restaurante se ha visto que todos sus empleados miren las tetas y el culo a sus clientes, y si lo hacen al menos que sea disimuladamente. Pero viendo lo que yo, lo raro es que no se abalanzasen sobre ella.
No tardaron en darnos nuestra mesa.
-Me disculpa señora dijo el sommelier a Mar mientras le acomodaba la silla al cuerpo para que esta se sentase. O mejor dicho, una buena excusa para follársela con la mirada.
Toda aquella situación nos excitaba a los dos, a ella por sentirse deseada y a mí por saber que era el único que le podía meter mano y algo más, mi sexo, para ser más exactos. Estuvimos hablando durante un par de minutos, lo que me permitió fijarme en detalles que antes había pasado completamente por alto. Mar llevaba unos pendientes de diamante blanco que combinaban perfectamente con el moreno de su cabello y el negro de su vestido. Por si fuera poco esta se había pintado los labios en un rojo pasión que despertarían al mismísimo Morfeo de su sueño más profundo si uno de sus labios rozase con los de ella.
Nuestras miradas se cruzaban de vez en cuando, deseando que el otro estuviese en la carta para poder pedirlo y devorarlo por completo. No me hubiese importado leer polla de Hugo a la bilbaína, que viniese el camarero, me la cortase y ver cómo Mar se la come mientras se la ponen en un plato. O por otra parte, pedir un coño de Mar en su tinta y así una y otra vez hasta agotarlo por completo de la carta.
La noche transcurrió mejor que bien, aunque sí que es verdad que la magia y la excitación fue desapareciendo poco a poco. Ahora no solo parecía que estuviéramos amargados en casa, sino que nos estaba costando dinero, unos 150€ por cabeza para ser más exactos.
Millones de ideas se fueron pasando por mi cabeza. ¿Por qué se comporta así? ¿Le seguiré gustando? ¿Deberíamos dejarlo ya y terminar con todo esto? Pero por un momento un haz de luz despejó todas aquellas preguntas y me sugirió un tema nuevo…el sexo. Como ya he mencionado anteriormente Mar y yo ya no éramos los mismo y sobre todo en el tema sexual por lo que decidí atacar por ese campo. Lo peor que podía pasar es que me tomase por un cerdo y siguiéramos callados, por lo que pasados unos segundos decidí atacar.
Aproveché que el camarero estaba próximo a nosotros cuando;
-No sabes las ganas que tengo de follarte.
-¿Perdón? Dijo ella
-Aquí tienen señores, magret de pato y su rissoto de verduras. La inesperada proposición por mi parte y la repentina llegada del camarero a la mesa dejaron a Mar sin saber muy bien qué hacer, por lo que aprovechando su incertidumbre…volví a atacar.
-Me encantaría estar debajo de la mesa y poder comerte el coño.
-Hugo estás…
Y nuevamente apareció el camarero con los siguientes platos. Siempre sucede, cuando tienes hambre y necesitas que la comida llegue enseguida parece que ha ocurrido algo en la cocina y nunca va a llegar la comida a tu mesa. Y cuando quieres intimidad, los camareros están siempre encima de ti.
A simple vista parecía que volvíamos a estar solos, por lo que recordando mi última frase, di un ligero toque con mi codo sobre el tenedor, lo que provocó que este cayera al suelo.
Obviamente no iba a molestar a ninguno de los camareros para que me trajese un tenedor nuevo, estos estaban muy ocupados y yo tenía mucha hambre, por lo que lo más lógico era coger de nuevo el tenedor y disfrutar de mi cena, ya fuese la que estaba encima o debajo de aquel trozo de madera con cuatro patas.
-No pensarás hacer lo que yo estoy pensando dijo Mar con una sonrisa sardónica.
-Pero como te lo tienes tan creído, solo quiero coger mi tenedor. Me arrodillé en el suelo y buscando a ciegas por el interior de la mesa cogí el tenedor. Al sentarme de nuevo en la mesa ya con el tenedor entre mis manos vi como una muesca de decepción en la cara de Mar, como si le hubiera gustado que pasase algo.
-¿Me puedes responder a una pregunta? Dije yo.
Claro respondió ella.
Me puedes decir si te gustaría que te levantase ahora mismo de la silla, te pusiese sobre la mesa y te follase hasta que nos corriéramos el uno sobre el otro…
-¿A qué coño viene esa pregunta? Respondió Mar con cierta irascibilidad.
-Para ser más exactos el tuyo. Me he dado cuenta de que llevamos años saliendo juntos y nunca me has contado cuáles son tus fantasías sexuales.
Mar se contrajo durante un par de segundo sobre su asiento, parece que la pregunta le había incomodado más de lo que pensaba.
-No tengo alegó.
-No me lo puedo creer, todo el mundo tiene fantasías sexuales insistí.
-Pues no me creas.
Me empecé a reír, la conversación no estaba llevando el curso que me hubiera gustado pero debo reconocer que la inocencia que reflejaba la cara de Mar en ese momento me estaba resultado bastante graciosa.
-¿Acaso tú tienes? Dijo ella con voz interrogativa.
-¿Yo? Pues claro que tengo, pero sabiendo que tú no tienes ninguna, ¿para qué voy a contarte yo?
-Cuéntamelas por favor, me suplicó ella como ya hacía tiempo. Si me cuentas alguna, tal vez se me ocurra a mí algo.
Indagando en los abismos de mi mente y tragando saliva empecé a recitar como si de un enfermo sexual me tratase; debo reconocer que algunas veces, cuando estás dormida, deseo taparte la boca con mis manos, bajarte las bragas y follarte hasta que te despiertas del gusto y te corras sin saber cómo ha sucedido aquello.
Mar pereció volverse a retorcer en su asiento pero esta vez no era de susto sino más bien de placer, parecía que aquella historia había cobrado vida en su mente y a su coño le había encantado por un momento.
-Sigue dijo ella mientras cruzaba sus piernas y comenzaba a morderse los labios.
-Me gusta cuando llegas cansada de trabajar, tiras la ropa por el suelo y te metes en la ducha. Es entonces cuando cojo tus bragas, las huelo y acto seguido empiezo a masturbarme. Y nada más terminar las vuelvo a dejar donde las tiraste, eso me hace sentir sucio y me pone mucho.
Un pequeño tono rojizo se fue adueñando de la cara de Mar mientras esta no podía levantar la mirada de la mesa. Mi mente me decía que tal vez buscaba la manera de romper con su uña las bragas que en ese momento hacían preso al dragón que albergaba su coño y así una vez liberado, poder hacerse un dedo que calmase aquel fuego que ardía en su sexo.
Sin anunciar ninguno de mis próximos movimientos, apoyé la punta de mi zapato derecho sobre el talón del izquierdo, haciendo así que mi pie quedase por completo al descubierto de aquel calzado; así que una vez liberado, empecé lentamente a arrastrar mi pie por la moqueta del restaurante con dirección al país de las maravillas.
-¿Ahora que ya hay más confianza entre nosotros no piensas decirme nada? Alegué en mi defensa.
-Me gusta…me gusta…dudó durante unos segundos si decirlo o no.
-Suéltalo exigí cabreado a la par que empalmado.
-Puede que me guste sentirme…presionada.
-¿Cómo que presionada? ¿En qué sentido? Dudé en sus palabras.
-Presionada…en todos los sentidos. Me gusta que me aprieten el cuello durante eso, ya sabes…el sexo. (Parece mentira que alguien que le cueste tanto decir la palabra follar le guste el sexo más duro; paso por mi mente en ese momento). Me gusta notar como el placer y el calor que siento en mi coño se va fusionando lentamente con la sensación de falta de oxígeno, es como si el hecho de que estoy a punto de morir me hiciese alcanzar el nirvana más absoluto.
-¿Y cómo es que nunca me has contado nada de eso? Podría haberte ahogado las veces que hubieses querido, o hasta ahorcarte con una cuerda si me lo hubieses pedido y follarte hasta que se esta se rompiese.
- Hugo, basta por favor, cómo iba a pensar que me entenderías, supuse que me tomarías por una enferma. Además, esto no es una elección mía, fue un rollo que tuve en la Universi…
-¿Cómo que un rollo en la Universidad?
Parece que el calor de la situación habían nublado los sentidos de Mar y había dicho algo que llevaba años queriendo guardar.
-Recuerdas aquellas semanas que estuvimos sin hablarnos por la pelea con tus padres, pues en una fiesta que dio mi compañera de piso me enrollé con ella y su novio, aquella noche fue cuando empezó todo. No sé muy bien cómo sucedió pero empezamos con un par de copas y cuando nos dimos cuenta, yo estaba acostada sobre la cama con el coño de María sobre mi boca, al mismo tiempo que su novio me penetraba y cogía fuertemente por el cuello.
No podía creer aquella historia. En ese momento recordé que aquellas semanas me las pasé llorando pensando en que había perdido a Mar para siempre y sin embargo ella estaba follando como una vil zorra…
-Cuando nos despertamos a la mañana siguiente, ninguno de nosotros quiso hablar de lo sucedido, así que María pidió el cambio de habitación en la residencia y ya no nos volvimos a ver. Lo siento mucho Hugo, de verdad.
En ese momento estuve pensando en levantarme de la mesa y decirle al mismo tiempo lo puta que me parecía, pero un calor que nuevamente empezó a crecer por mi entrepierna me detuvo.
-Qué puta eres dije en forma de susurro mientras ponía una de mis manos sobre la suya que quedaba en la mesa.
Mi pie volvió a arrastrase por el suelo hasta tocar con sus piernas, las cuales las fue escalando lentamente a través de pequeños deslices hasta topar con el nudo que formaban sus piernas cruzadas. Ambas sucumbieron a mis caricias, y en menos de un abrir y cerrar de ojos, mi pie estaba en las puertas de su sexo. Un tímido pero brusco suspiro se escuchó en aquella sala cuando mi pie empezó a masajear sus labios inferiores.
-¿Perdonen, van a querer algo más los señores? Sugirió esta vez el camarero.
En aquel instante Mar y yo volvimos de aquel mundo de fantasía que habíamos creado para nosotros.
-Perdona, qué has dicho dije yo.
-¿Desean algún postre? Repitió el camarero.
Las personas cuando están a punto de morir suelen decir que han visto toda su vida pasar delante de sus ojos, pues fue en ese preciso instante cuando me sucedió lo mismo, pero en vez de con toda mi vida, solo sucedió con mi vida sexual. Tal vez el problema con Mar siempre ha sido retenerla y pensar que era mía cuando su verdadera naturaleza siempre ha sido ser libre, por eso, tras unos segundos de reflexión…
-Te apetece follarte a mi mujer dije al camarero sin apartar los ojos de Mar.
-¿Disculpe señor? Extrañado él.
-Me has escuchado perfectamente, sé que llevas mirando a mi mujer desde que hemos llegado, por eso te pregunto si te la quieres follar, creo que la pregunta es sencilla y la respuesta más que evidente o ¿me equivoco?
Sin saber muy bien qué hacer y aún menos qué decir, aquel hombre empezó a tartamudear haciendo que toda la tensión sexual que se había creado por momentos se fuese desmoronando.
Mar, queriendo entrar también en mi juego, arrastró su mano por el mantel hasta colocarla en el borde de la mesa, una vez lo suficientemente cerca del pantalón del camarero, le fue bajando la cremallera lentamente a vista de todos los comensales.
-¡Pare! susurró aquel pobre diablo, al mismo tiempo que acercó su cuerpo por completo a la mesa para que aquella masturbación improvisada, no pasara a mayores ojos que a los nuestros.
-¿Qué te parece si cuando termines el turno te vienes con mi mujer y conmigo a casa e intentamos pasarlo bien los tres juntos? Dije mientras Mar seguía con su mano cada vez más adentro de los pantalones de ese perfecto desconocido.
Kike, que era el nombre que reflejaba la chapa que este colgaba de su pecho, seguía mudo, aunque los jadeos por la paja que le estaba haciendo mi mujer nos permitía saber que seguía vivo.
-No te preocupes, te esperamos tomando una copa en el pub de enfrente ¿vale? No tardes.
Acto seguido Mar y yo nos levantamos, y como le habíamos indicado a Kike, le estuvimos esperando en el pub que había en la acera de enfrente. Salimos de aquel restaurante con la adrenalina por las nubes, ninguno de los dos podíamos creer lo que acabábamos de hacer. Mar le había hecho una paja a un camarero en medio de un restaurante mientras yo le masajeaba el coño de arriba abajo con mi pie. A día de hoy sigo pasando por esa calle, y todavía me pregunto cómo una calle tan pequeña, donde no debería haber más de 50 metros entre el restaurante y el pub se nos pudo hacer tan eterna. Ahí estábamos Mar y yo, Yo y Mar, riéndonos el uno del otro, disfrutando de aquella noche que sin saber muy bien por qué la vida nos había regalado.
Nuestras almas, que parecieron transformarse con las luces y la música de aquel antro, empezaron a beber y a bailar como si la vida les fuese en ello; al mismo tiempo que nuestras mentes jugaban a susurrarse por medio de nuestros oídos la forma en la que nos gustaría follarnos a aquel camarerucho de tres al cuarto. Continuamos bailando durante horas, pero Kike no parecía dar señales de vida, Mar y yo salimos con la intención de encontrarlo al menos en la puerta del bar, pero para nuestra desgracia, el restaurante estaba cerrado y en los metros a los que nuestra vista alcanza a ver no había nadie.
En aquel momento ambos nos desanimamos, hasta tal punto que decidimos volver a casa, seguíamos haciendo el tonto y riéndonos, pero en el fondo, sabíamos que algo volvía a fallar entre nosotros. Estábamos a punto de entrar al portal cuando unos ligeros toques sonaron sobre mi espalda;
-¿Sigue en pie la propuesta de antes? Dijo Kike con tono sarcástico.
Nuestra cara de asombro pareció descolarle un poco.
-He ido al bar, pero había muchísima gente y como os habéis dejado la cartera en el restaurante, he pensado que os gustaría recuperarla.
En ese momento, Mar y yo nos miramos, y tras dedicarnos una sonrisa de complicidad, Mar se lanzó sobre la boca de Kike. Os juro que era impresionante la forma en la que los tres comenzamos a devorar nuestros cuerpos, podíamos haber escogido el ascensor, pero las escaleras y la simple idea de vivir en un cuarto nos pareció más atractiva. No quisimos faltar el respeto a nuestra cama por lo que el follar decidimos reservarlo para ella, así que por cada rellano que íbamos pasando, nos quitábamos una prenda de ropa.
Cada escalón que subíamos era un escalón más de bajada hacia el infierno, pero sinceramente, nos daba igual. El silencio de aquel edificio iba desapareciendo por momentos, y nosotros éramos los culpables de ello. Llegamos prácticamente desnudos a casa, a excepción de Mar, a la cual solo le faltaba por quitarse el sujetador.
Sin entenderlo muy bien mientras Mar rebuscaba el juego de llaves entre sus tetas, Kike me cogió la cabeza con sus manos y la clavó fuertemente sobre la suya, haciendo que nuestros labios y sobre todo, nuestras lenguas se fundiesen en una. Nunca antes me había besado con un hombre, incluso nunca llegué a imaginarme en hacer algún día, pero debo reconocer que me encantó. El rozar de su barba con la mía, su aliento caliente entrando por mi boca, su sexo erecto rozándose con el mío, sus latidos fundiéndose con los míos, todo ello creo un sentimiento en mí de duda de si verdaderamente había hecho bien en ser heterosexual durante todos estos años. Kike pensó que sería buena idea arrodillarse y empezar a morder mi escroto, su boca iba succionando cada uno de mis testículos en un perfecto orden en el que ninguno de los dos pudo haber sentido celos del otro. Su cara, al igual que su boca, se iba perdiendo entre la marabunta que formaban mis pelos púbicos.
Mar, celosa por la escena que estaba contemplando, una vez que abrió la puerta, se quitó el sujetador y tirándolo hacia nosotros, captó nuestra atención, y tras abrirse de piernas y mostrarnos su sexo húmedo, salió corriendo como un conejo cuando ve a su depredador…nunca mejor dicho.
Esta fue la primera en llegar y abalanzarse sobre la cama. Los tres empezamos un juego que sabíamos muy bien cómo había empezado pero no como terminaría.
Nuestros cuerpos empezaron a orbitar, esperando que un cometa impactase sobre uno de esos planetas que éramos nosotros y provocase un big bang sexual que sería contado hasta en los libros de historia. Mar parecía saber muy bien lo que quería, así que agarrando cada uno de nuestros miembros con las manos, empezó a masturbarlos al mismo tiempo que se los iba introduciendo por la boca. Por otro lado, Kike y yo decidimos no hacer nada, el simple hecho de compartir aquel momento era nuestra propia sensación de éxtasis.
Cuando nuestros penes ya estaban lo suficientemente duros como para provocar un orgasmo a cualquier orificio por el que fuesen introducidos, tratando a Mar como la guarra que era, la pusimos a cuatro patas. Nos pareció insultante follárnosla directamente, así que le preguntamos qué polla prefería por cada agujero. Esta dudó por un momento, yo sinceramente me daba igual, pero si debía elegir, prefería por la boca, como bien dice la frase “No es una buena mamada si no hay arcada”. Me excitaba la idea de ser yo el que le provocase esa sensación de ahogo en Mar y más si era con mi polla.
-Prefiero que Kike me la meta por el culo y tú por el coño Hugo, dijo Mar.
Sus palabras fueron órdenes para nosotros. Como tres cristianos en posición de penitencia nos pusimos de rodillas. Mar y yo estábamos enfrente el uno del otro mientras Kike quedaba a las espaldas de ella, cualquiera artista hubiese pagado por pintarnos follar, ni la mejor de las mentes hubiese sido capaz de representar aquella escena sobre un lienzo sin tenerla delante.
La gente suele decir que no follas bien con tu pareja hasta que no ha pasado cierto tiempo, pero entre nosotros fue diferente, parecía que llevábamos follando toda la vida. Cuando el pene de Kike entraba por el culo de Mar, mi polla salía de su coño y así sucesivamente. Si conseguíamos contener nuestros jadeos de placer durante unos segundos, podíamos escuchar la perfecta melodía que componían aquellos cuerpos y sexos sudorosos y lubricados.
Hubo un momento en el que debido a la velocidad e intensidad con la que estábamos follando, mi pene salió sin previo aviso e impactó sobre el abdomen de Mar.
-Perdona dije yo, no he calculado bien y me he venido arriba dije entre risas.
Pero el simple hecho del roce de mi capullo con el ombligo de Mar pareció excitarla más que todo lo que había sucedido aquella noche.
-Fóllame el ombligo por favor, decía Mar en forma de susurros mientras intentaba que no se notasen sus llantos de placer por la embestida que le estaba dando Kike por detrás.
-Lo dices en serio pregunté incrédulo.
-Por favor insistió ella apoyando su frente sobre la mía.
Nunca me habían pedido que le follase a alguien el ombligo, pero todo sea por probar cosas nuevas pensé hacia mis adentros. Así que agarrando nuevamente la cintura de Mar con mis manos, coloqué esta vez mi capullo sobre su ombligo y en cuanto supe que podía hacerlo, clavé toda mi polla sobre el abdomen de Mar. La sensación era extraña pero totalmente placentera, el ombligo de Mar tenía una especie de bulto diminuto que entraba por mi uretra cada vez que ejercía presión sobre él con mi polla.
El proceso se fue repitiendo una y otra vez; Kike seguía penetrando a Mar por el culo, yo por el ombligo y mientras, ella serpenteaba con su brazo para llegar hasta su sexo y masturbarlo por sí misma con sus dedos. Sus gemidos, acompañados de sus gritos ahogados, nos avisaban de que cada vez que la penetrábamos robábamos una parte pequeña de su alma. Intentamos parar, pero cada vez que lo hacíamos, la voz rota y falta de aliento de Mar nos suplicaba;
-Seguid por favor.
Continuamos durante un par de minutos hasta que nuestros cuerpos se unieron en uno. Sin hacer caso esta vez del ritmo de follada, tanto Kike como yo penetramos el cuerpo de Mar al mismo tiempo, él por el culo y yo por el ombligo. Lo hicimos con tanta fuerza que por un momento parecía que la fuéramos a atravesar y crear un agujero que conectase su abdomen con la espalda. Pero en vez de eso, conseguimos contraer tanto el cuerpo de Mar que debido al placer producido por el orgasmo y la falta de oxígeno en sus pulmones, esta sufriese un infarto cerebral y quedase en coma hasta el día de hoy.