Manuscrito para Sofía

Manuscrito para mi esposa, Sofía, para agradecerle una experiencia innolvidable

Ver tu lengua abrir los labios del sexo de otra mujer en búsqueda de su clítoris fue algo realmente excitante. La punta de tu lengua moviéndose en pequeños círculos por la parte superior de la vagina, deteniéndose justo un instante para observarme antes de proseguir y provocar el estremecimiento de esa chica de grandes tetas siliconadas, fue de las visiones más estimulantes de mi vida.

A cada lametón su culo se alzaba ligeramente como si buscara que tu lengua no se separara ni un milímetro de su sexo. Mientras, tú, Sofía, sobando uno de sus pechos con la mano derecha y agarrando con fuerza una de sus nalgas no parabas de complacerla, cada vez más rápido. Mientras, yo disfrutaba viendo el rostro de placer de la chica, como se mordía los labios, como gemía a tu voluntad. Sabía que eso formaba parte de un regalo que me hacías, aunque me excitaba imaginar que a tí te ponía tan cachonda como a mi.

Casi había olvidado esa lengua que tú misma habías invitado a recorrer mi sexo. Sencillamente estaba tan exhorto en tan fantástica imagen que no reparé en esa boca que se comía mi verga lentamente. Al darme cuenta noté mi polla palpitando, empapada, pero mi pensamiento no estaba en eso, así que decididamente me aparté y me coloqué detrás de ti, observando por un segundo tu culo. Separé tus nalgas con las dos manos y empecé a lamer con avidez tu coño, tan húmedo que no hubiera necesitado ni el más mínimo empujón para ser penetrado. De lejos seguía oyendo los gemidos de ella, su respiración entrecortada, la música que anunciaba la satisfacción que le dabas. Y eso me excitaba aún más. Subí mi lengua hasta tu ano, caliente y ya por sí solo algo mojado. Me paseé por él, abriéndolo con la punta de la lengua e introduciéndola todo cuanto pude. Tus gemidos se entemezclaron con los suyos y mis testículos me avisaron que había llegado el momento de penetrarte. Lo hice, casi de golpe, te penetré sin más, con fuerza. Solo un instante levantaste tu cabeza, justo en el instante en que empujé. Al cabo de un segundo hundías de nuevo tu cabeza en la entrepierna de la chica. Follándote el culo ví sus enormes tetas moverse cada vez que te embestía, sus dedos de la mano izquierda introduciéndose en su boca, mordiéndolos por el placer que le provacabas mientras su mano derecha incitaba a tu cabeza a pegarse aún más en su sexo. Agarré con fuerza tus caderas, imaginé tu expresión, tu rostro al recibir mi verga en tu culo, tus tetas moviéndose al compás de mi ritmo. Y me corrí, salvajemente.

Todo había empezado esa tarde. Cuando llegamos al hotel y te dije que te había preparado una sorpresa no imaginaste que al abrir la puerta te encontrarías otras dos personas esperándonos. Y menos, desnudas. Y menos acariciándose en la que, de entrada, debía ser nuestra cama esa noche. Te indiqué que no hicieras ruído, y desde la entrada de la habitación, medio escondidos, nos dispusimos a disfrutar de la escena. Vimos como se acariciaban mútuamente, como sus dedos buscaban sus sexos, como se besaban. Todo con aparente tranquilidad, casi lentamente diría. Vimos la excitación reflejada en sus gestos, en sus cuerpos. Colocados detrás de una especie de columna, podíamos deleitarnos observando como quien cree no ser visto. Yo, situado justo detrás de ti, empecé a tocarte el culo por encima de la falda. Tú no repsondiste, pendiente solamente de esos cuerpos amándose. Levanté tu falda al tiempo que besaba tu cuello y una de mis manos ya apartaba el tanguita para explorar tu vagina. Tu vagina, húmeda por la sorpresa se abrió sin pudor dejando libre el paso a un par de mis dedos que siguieron acariciándola al compás de la música que esos dos cuerpos marcaban. Mi otra mano se dedicó a desabrochar tu blusa, lentamente, sin prisa. Después el sujetador hasta dejar libres tus encantadores y turgentes senos. Mi mano atrapó uno de ello, lo acarició, notó su pezón erecto, duro por la excitación. Así quizás estuvimos cinco minutos, quién sabe.

Entonces avancé, cogí tu mano y nos dirigimos a la cama. Al llegar a un metro de ella, te besé. Me separé y me senté en una silla justo delante de ti. Vi como cuatro manos surgían desde tu espalda y te acariciaban. Vi tus pechos apretados por manos distintas, tu cuello recorrido por varios dedos. Vi tus ojos como se cerraban y te liberabas a las sensaciones. Vi una mano pasando por encima de tu pubis y tu casi imperceptible reacción al notarlo. Vi una chica de enormes tetas siliconadas bajar de la cama, rodearte, arrodillarse ante ti y proponer a tus piernas que se abrieran con sus manos. Vi como lo hacían, no mucho, justo para que tu sexo se ofreciera a su boca. Observé tu expresión de placer al notar su saliva en tu raja. Y vi unos dedos que se introducían en tu boca, como los tomabas, como los sorbías. Noté mi sexo caliente, duro, fuerte. Me deshice de mi ropa y me empecé a masturbarme observando como recibías todo el placer que esos dos cuerpos eran capaces de ofrecerte. Imaginé el tacto que quien estaba detrás de ti debía producirte al tocar tu espalda, tu culo. Tu mano izquierda apretó, entonces, la cabeza de la chica contra tu sexo y, casi al instante, tu mano derecho buscó el contacto de un pene erguido que asomaba de detrás tuyo.Y pensé, por un momento, si podrías imaginar cuanta excitación me producía esa escena.

Al cabo de poco abriste los ojos y me miraste, hiciste levantar a la chica dándole la mano y con la mirada me indicaste que me acercara. Tomando en una mano a la chica y en la otra al chico, me observaste mientras me echaba en la cama, tal como tu gesto me había ordenado. Con la mano guiaste a la chica a mi lado izquierdo y al chico a mi derecha. Te olvidaste de él justo en el instante que tus manos se posaban en las rodillas de ella para separar sus piernas.

Ver tu lengua abrir los labios del sexo de otra mujer en búsqueda de su clítoris fue algo realmente excitante. La punta de tu lengua moviéndose en pequeños círculos por la parte superior de la vagina, deteniéndose justo un instante para observarme antes de proseguir y provocar el estremecimiento de esa chica de grandes tetas siliconadas, fue de las visiones más estimulantes de mi vida.

(gracias por su lectura. Me gustaría concer sus opiniones. Saludos)