Manuela (13)
Manuela (13)...
He estado más de doce horas durmiendo profundamente, me levanto con un hambre de órdago y tras una ducha bajo a la cafetería. El invierno sigue ganando por goleada y el paisaje de estepa rusa que se ve por los ventanales no deja de ser un poco deprimente. No hay comunicación telefónica con ningún sitio. El viajante de Bilbao me saluda, me siento a su mesa y doy cuenta de un abundante desayuno que me reconcilia con el mundo. "¿No baja usted a la sauna?, casi todos están allí intentando sudar la resaca de anoche; claro, como usted no bajó se perdió las copas de invitación de los recién casados. Esta noche creo que le toca pagar a usted".
No sabía que hubiera sauna en el hotel, la verdad es que siempre me ha gustado y cuando he tenido oportunidad me he sumergido en el vapor. Bajo a uno de los sótanos en donde está el gimnasio, allí están las amigas maestras haciendo pesas y practicando en los aparatos ("buenos días, ¿a hacer ejercicio?; no creo que lo necesites, la verdad"). Me desvisto en un acogedor vestuario que tiene una gran pileta de agua templada y con una toalla envolviendo las vergüenzas (yo creo que habría que decir alegrías) entro en una sauna muy moderna de la que no puedo ver nada salvo las nubes de vapor que todo lo envuelven. Veo unas sombras situadas en el graderío frente a mí y también deben verme porque oigo el saludo de los jóvenes recién casados ("hola Luis, ven; es estupendo ésto, no me canso de estar aquí"); me acerco y durante unas décimas de segundo debo disimular la sorpresa que me supone ver a Teresa desnuda sentada junto a su marido Pedro, en especial porque tiene un par de tetas fabulosas, más bien grandes, altas, duras, con perfecta forma de flan, morenas, moteadas con pecas, con grandísimos pezones muy oscuros (creo que nunca los había visto tan grandes) que parecen dos pequeños dedos gordos rodeados de una gran areola color canela. ¡Qué maravilla!, menos mal que llevo la toalla y eso me permite disimular la erección que me provoca ese raro y excepcional pecho.
"Buenos días, ¿hemos dormido bien?; no le vimos anoche, ¿estaba cansado?"
La segunda sorpresa es que Julia y su medio hermana se han acercado hasta nosotros y vuelvo a agradecer el haber cogido una toalla porque ambas se muestran desnudas y si bien conozco el deseable cuerpo de Carmela, mi erección aumenta al ver a Julia: delgada, rubia de piel y cabello, pechos breves como dos manzanas con pezones chiquititos, cintura de avispa, caderas redondeadas albergando un culo pequeño alto, prieto y ni un solo vello en el cuerpo. Está tremendamente maciza y me excita la expresión de su cara del tipo "ya se yo lo buena que estoy y lo cachondo que te pongo". El joven marido debe estar envidiando mi toalla porque no puede tapar con las manos el rabo tieso y duro que se le ha puesto, mientras no deja de comerse con los ojos a las excitantes cuarentonas.
"Si eso es por nosotras dos te lo agradecemos Pedro, con una mujer tan excitante como la tuya es todo un cumplido. ¿Qué te parece Carmela, deberíamos mostrar agradecimiento a este joven?" Carmela no contesta a su medio hermana pero se sienta junto a Pedro y empieza a besar su boca mientras acaricia el juvenil tieso cipote.
"Y tu qué opinas Luis?, quizás estés desganado o no te va el sexo compartido"
Mi polla es quien contesta cuando quito la toalla y se muestra tiesa, dura y levantada como si oteara el horizonte en busca de alivio a su tensión. Me dirijo hacia Julia que se ha sentado junto a Teresa (no ha abierto la boca, pero su mano derecha medio tapada por una abundante mata de vello castaño rizado está moviéndose lentamente a la altura del clítoris mientras no deja de mirarnos a todos con cara de sorpresa), hago intención de besar su boca y cuando entorna los ojos y gira levemente la cabeza agarro su rubia melena, empujo hacia abajo y acerco mi vibrante pene. No duda ni un instante, tras reir sonoramente lame, chupa, mama y muerde como la mejor profesional. ¡Qué mamada más buena me está haciendo esta pijita del barrio de Salamanca!.
El calentón del joven Pedro se ha traducido en una frenética follada con Carmela que está en pie apoyada contra uno de los bancos de madera y doblada por la cintura. Teresa sigue mirando con expresión bobalicona tanto la cabalgada de su marido como la intensa actuación bucal de Julia con mi cipote y ahora tiene ocupadas sus dos manos masajeándose sexo y tetas. Me parece atisbar entre vapores que las maestras palentinas han entrado a la sauna y nos están observando.
El joven marido le está haciendo un trabajo de artesanía a la simpática filipina que se ha corrido con un sonoro grito (y la consiguiente emisión de su maravilloso perfume personal) ya hace unos minutos y ahora aguanta unos tremendos pollazos. Yo voy a durar muy poco porque Julia es una artista con la boca y Teresa sigue sin decir ni mu ocupada en pajearse; las amigas maestras se han acercado para mirar y mutuamente, en una postura un poco forzada por la diferencia de estatura (parecen el puntito y la i), se tocan el sexo.
Julia no deja escapar ni una gota de mi abundante leche, sigue chupando y lamiendo hasta que mi rabo está limpio y blandito, muy blandito ("no te vayas muy lejos porque a Teresa y a mí nos debes algo"). El joven se corre dando un tremendo corto bufido y se desploma para tumbarse en uno de los bancos; no se si su mujer ha terminado de masturbarse pero ahora no se toca y sigue sin decir nada. Prado y Marta se sientan junto a Pedro, Julia y Carmela lo hacen junto a Teresa y yo también me siento con ellas tres.
Es muy agradable tomar champán helado en la sauna, he pedido varias botellas y apenas hablamos pero no paramos de beber mientras descansamos. Ya llevamos demasiado tiempo sudando la gota gorda y con el exceso de alcohol que llevamos encima enseguida nos ponemos de acuerdo para medio vestirnos y subir a las habitaciones. En un momento dado y en medio de bromas separamos al joven matrimonio (él lo hace muy gustoso y ella sigue sin decir nada) de manera que las maestras se llevan al marido y las medio hermanas y yo nos llevamos a la esposa a mi suite. No puedo evitar pensar en un caramelo que va a ser devorado por una turbamulta de chiquillos que salen hambrientos del colegio.
En momentos estamos los cuatro completamente desnudos. La joven se ha sentado en uno de los grandes sillones del dormitorio y observa (sigue mirando con esa expresión un poco tonta) como en la cama Julia y Carmela me tocan, besan y lamen suavemente al principio y con mayor excitación poco a poco, hasta conseguir que mi polla empiece a parecerse realmente a un útil válido para chingar.
"¿Te gusta la jovencita, verdad?; ¡vaya par de tetas!, hasta a mí que no soy nada torti me dan ganas de probar esas pirámides", dice Julia a mi oído lo suficientemente alto para que la admirada se de cuenta. Habrá sido la frase o el calentón que todos llevamos encima desde la sauna, pero Teresa se levanta, se dirige hacia la cama, coge mi cabeza, me da un muerdo largo, chupón y baboso, se pone en pie y dirige mi boca hacia sus tetas. ¡Joder, qué maravilla!, no se si hasta ahora me había mamado y comido unos pechos con unos pezones tan largos, gruesos, tiesos y duros; comparto la frase que, muy excitada, medio grita Julia ("¡qué excitante, parecen pollas pequeñitas!") cuando también ella empieza a comerle las tetas con verdadera gula.
Carmela se ha sentado en el sillón, nos mira y se introduce con calma varios dedos en el sexo ("me pone mucho veros a los tres; qué excitante"); mientras no nos cansamos de estos globos estupendos y su dueña empieza a hablar, por fín, en voz baja que va subiendo de tono e intensidad al mismo tiempo que sube su excitación ("aayyy; qué bien; qué gusto, uuaayyy") y moja su sexo como si un grifo estuviera abierto. Me levanto, empujo su culo para que se arrodille en el borde de la cama y meto con facilidad mi polla en un coñito muy ajustado, tremendamente caliente y empapado como pocos, muy mojado, mucho. Julia está desmadrada con las tetas de Teresa, lame, besa, chupa, muerde, se restriega los pezones por todo el cuerpo y está intentando colocarse de manera que pueda acercar su sexo hasta los grandes pezones erectos.
Llevo ya varios minutos bombeando a tope en el chochito de la joven esposa y me excita más y más la actitud fiera y glotona de Julia que ha conseguido colocarse para restregar su sexo con los pezonazos que tanto nos excitan y dando grititos se corre durante muchos segundos, desplomándose en la cama evidentemente cansada. Yo eyaculo en ese momento y Teresa ha pasado a dar bufidos, gemidos y gritos en voz alta ("me gusta; sigue, sigue, no pares") hasta que queda callada y quieta durante tres o cuatro segundos y después casi nos asusta con un bramido ronco, fuerte y largo que parece salir de lo más profundo de no se sabe dónde. Es evidente que Carmela ha tenido su orgasmo porque la habitación se inunda del maravilloso perfume de su sexo.
El sexo y el acohol nos han hecho dormir más de tres horas. Teresa y sus tetas se han ido en algún momento y las dos medio hermanas están dormidas atravesadas en la cama. No se despiertan a pesar de que hago ruido en el cuarto de baño y llamo a la recepción para que me confirmen que seguimos sin teléfono. Me encanta ver a las dos cuarentañeras relajadas y caigo en la cuenta de que aún no he follado con la rubia. Creo que hay que solucionar ese asunto y me arrodillo para lamer el sexo totalmente depilado de Julia (todavía hoy me pone a mil un chichi sin vello) que tarda unos minutos en reaccionar y cuando lo hace parece no despertar al resto del cuerpo a pesar de algún que otro movimiento y de la evidente profusión de flujo vaginal. Estoy convenientemente erecto y poco a poco penetro en ese chochete que me admite sin problemas; doy un par de embestidas y a la tercera va la vencida ("ay, ay; qué manera más buena de despertar; así, así; ¡sigue, sigue!") y me pongo a empujar con las muchas ganas que no se de dónde me salen últimamente.
Apenas llevo cuatro o cinco minutos dándole pollazos cuando la rubita se corre calladamente y tras unos segundos me hace desmontar y se va al cuarto de baño; menos mal que Carmela se apiada de mi polla solitaria y algo amoratada que necesita marcha ("muévete con ganas; ¡fóllame, fóllame!"), la coge e introduce en su coño (de nuevo empiezo a olfatear ese olor único, excitante e inconfundible) para que yo corresponda a su movimiento de vaivén con un apropiado mete-saca. Nos estamos echando un polvazo intenso, fuerte y verdaderamente movido; la filipina da un grito largo, el perfume vuelve a manifestarse y yo tengo uno de los mejores orgasmos del último siglo, más o menos.
Despierto con hambre, estoy solo en la habitación y las ganas de orinar me obligan a salir de la cama. Ha dejado de nevar pero el parte meteorológico sigue insistiendo en que se va a caer el cielo pesado y plomizo que nos cubre. A esperar.
A la hora de comer nos ponemos en la misma mesa los clientes atrapados en el hotel, el ambiente es aburrido quizás un poco triste y tras el café quedamos ante una copa el matrimonio santanderino, las medio hermanas madrileñas y yo; las maestras marchan a su habitación y el viajante extremeño se ha despedido afectuosa y amigablemente pues va a intentar llegar a un pueblo cercano en donde tiene familia. Julia y Teresa parecen haber hecho buenas migas; miradas, comentarios, risas, parecen más una pareja de novios que simples conocidas. Pedro y Carmela más o menos lo mismo, por lo que me parece que estoy sobrando, doy como disculpa que tengo mucho sueño (lo que provoca amigables risas) y me dirijo hacia recepción (no sin envidiar mentalmente a Julia por el festín que se va a dar) por si ha llegado algo para mí. Sigue sin haber comunicaciones.
Dos mujeres envueltas en pieles, bufandas, gorros, manguitos, orejeras han descendido de un potente coche e irrumpen en el hotel tiritando. Una de ellas vuelve su cabeza hacia mí mientras dice con voz autoritaria acostumbrada a mandar: "¿puede ordenar que nos traigan el equipaje?, nos corre un poco de prisa subir a las habitaciones para asearnos y descansar. Maldito gobierno incapaz de cuidar las carreteras, panda de inútiles ... dese prisa, hombre"
"Abuela, por favor, cálmate y deja en paz a este caballero; mira aquí está el recepcionista. Perdone a mi abuela, señor, pero el viaje ha sido terrorífico y ..."
"A su disposición, por supuesto, además es lógico el cansancio y el enfado; yo llevo aquí varios días sin poder salir"
Aclarado el breve malentendido dan a las señoras una suite en mi misma planta y todos juntos subimos en el ascensor. Nos presentamos formalmente (Clara y Avelinda son abuela y nieta residentes en Toledo, lugar al que intentan llegar en coche hace ya cinco días desde A Coruña), reímos por algún chiste fácil a costa del ascensor y la frenada salvaje que tiene y me comprometo a invitar a cenar esta noche a ambas damas. Me aburro en la habitación y decido dormir la siesta.
A eso de las nueve de la noche en el comedor sólo estamos las dos toledanas y yo. La cena es excelente y la extraordinaria vitalidad y verborrea de Clara ("voy a cumplir ochenta") nos depara una agradable velada llena de anécdotas personales ("casi toda mi vida la he pasado en Sudamérica tras exiliarme al final de la guerra civil; al morir mi única hija en accidente hace doce años volví para cuidar de mi nieta y desde entonces residimos en la antigua casa familiar del que fué mi primer marido, un militar héroe de Africa, aburrido y medio maricón que tuvo la decencia de dejar sus títulos, dineros y posesiones a su nieta") de todo tipo ("para poder divorciarme de mi marido venezolano -era el segundo- tuve que garantizarle que mi primera nieta se llamaría Avelinda y menos mal que mi hija me hizo caso") e incluso increíbles ("al zozobrar en un río brasileño me salvé de las pirañas gracias a varias patas de cerdo que mi cuarto marido -el hondureño- colocó alrededor de la balsa; él perdió dos dedos de la mano izquierda").
Doña Clara no deja de darle al excelente vino de Rueda que nos sirven y tras los postres se apunta a los gintonics ("no deja de ser una mariconada inglesa, pero saben bien; donde esté una botella de buen tequila ...") que su nieta y yo pedimos. No puedo evitar fijarme en Avelinda: simpática, callada, sonriente, pendiente de su abuela, tendrá unos veinte años, de estatura media, morena con larga melena rizada, grandes y bonitos ojos oscuros, no destaca nada especial en su anatomía pero se hace muy atractiva. Según van pasando las horas parece perder algo de su timidez y probablemente ayudada por el alcohol se decide a entrar en la conversación que sigue monopolizando su abuela.
Han dado las dos y media, los dos camareros nos atienden con miradas asesinas y la ginebra empieza a mostrar sus efectos. Vamos juntos en el ascensor y acompaño a las señoras a la puerta de sus habitaciones:
"Abuela vámonos a dormir, mañana tendremos tiempo de seguir charlando con Luís"
"Más tonta serías, hija, perder el tiempo en hablar a tu edad. Hasta mañana, joven"
Cierran la puerta de la suite y yo me desnudo para acostarme cuando llaman suavemente a la puerta; tengo la secreta esperanza de que Teresa y sus tetas prodigiosas se hayan acordado de mí.
"¿Puedo pasar?; me gustaría hacerle caso a mi abuela"
Agradable sorpresa: Avelinda, vestida con un albornoz del hotel, se introduce en la habitación con una agradable sonrisa. Perfecto. Como el albornoz le está muy grande lo primero que hace es quitárselo y tengo la oportunidad de ver un cuerpo delgado muy moreno, con una piel tersa y un cutis perfecto, pechos pequeños, altos, que apuntan a los lados con pezones en brioche semiocultos por la oscura areola, caderas anchas, culo más bien grande y muslos algo gruesos. Me gusta mucho y el claro estado de excitación en el que se encuentra (ojos brillantes, labios rojos mojados, respiración que empieza a agitarse, caricias compulsivas en mis brazos, ...) hace que mi deseo crezca también de forma muy evidente.
Es tremendamente excitante recibir sus rápidos besitos sin lengua y atender a lo que dice en voz muy baja, entrecortada ("qué ganas tengo, llevo muchos días sin estar con un hombre; cómo me gusta tu pene, ¡qué gordo está!"), al mismo tiempo que su sexo se moja como si de un rio se tratara ("siempre dicen que me mojo mucho, ¿te gusta?; es que me calientas mucho"). A pesar de la abundante práctica sexual de los últimos meses y de las maravillosas mujeres con las que me he acostado, Avelinda me está poniendo la polla como nunca, me excitan su actitud y su forma de hablar ("haz lo que quieras, cariño, todo me gusta y tu pene es estupendo; ¡penétrame, por favor!") y el constante movimiento de sus labios, su lengua, sus dedos, los muslos, el sexo; no deja de moverse para acariciarme, para restregarse, para excitarse y excitarme ("¿te gusta mi boca?, dicen que manejo mi lengua muy bien"). Su coño es un lago caliente, suave, acogedor, estrecho y mullido, apenas duro una docena de pollazos y me corro con fuegos artificiales, música y fiesta incluídos. ¡Qué estupendo!.
"¿Te ha gustado?; ¿ahora qué quieres, qué te excita?. ¿Vas a darme placer, chiquitín?; ¿está bien ese pene tan gordo?. Dentro de mi culo o de mi boca o delante, puedes correrte dónde quieras y cómo quieras, amor. Dicen que soy muy buena, ¿qué te parece?"
Sólo esa forma de hablar ya me está poniendo cachondo de nuevo. Durante todo este último rato ha estado chupando y mordiendo mis pezones mientras habla, de manera que el rabo da señales de vida inteligente, se pone morcillón y provoca la alegría de la guapa morena: "entra así, me gusta que se endurezca dentro de mi vagina". Sigue lamiendo y mordiendo mis tetas mientras juega con mi culo con sus dedos ("¿eres mariquilla con las mujeres?, me excita dar y recibir por el culo") consiguiendo una erección curiosota ("túmbate, me subo encima y verás qué polvo te echo, cariñito") que hace que Avelinda empiece a subir y bajar sobre el rabo con rapidez y profundidad, excitándose cada vez más y dando grititos cortos que me ponen todavía más caliente. Se corre con un orgasmo callado, largo y tremendamente mojado; me desmonta y tras darme un besito ("gracias, chico; dentro de poco seguimos, me gustaría dormir algo") se tumba a dormir dando suaves ronquidos.
Ultimamente pienso de vez en cuando que desde que estuve con Manuela aguanto más y además se me levanta antes después de eyacular. No soy ningún jovencito pero ... Qué suerte tengo, la verdad. Qué mujeres más estupendas o ¿es que son todas así y yo nunca me había fijado hasta ahora?. Voy a dormir.