Manuela (11)

Manuela (11)...

He conseguido hablar por teléfono con Charo. Está en Madrid y el fín de semana marcha a ver a su madre al pueblo leonés en donde vive desde hace años (es una conocida pintora de impactantes paisajes montañeses) para participarle que está embarazada y pasar unos días con ella. Consuelo y Jericó han marchado hace dos días hacia Perú.

"¿Tu cómo estás, te diviertes, has conseguido aprobar asignaturas pendientes?. ¿Sigues pensando en que nos casemos o ya te has arrepentido?. ¿Follas mucho?, yo ya lo hecho en falta, hace un par de noches me tuve que masturbar para poder dormir. Si no nos vemos pronto voy a tener que buscar un rabo sabrosón que me de marcha. Tu haz lo que quieras, pero ya sabes que se acabó la vida de soltero ligón y follador que pareces llevar ahora el día que nos casemos"

Tras unas cuantas bromas y asegurarnos mutuamente que nos queremos, quedamos en vernos en León capital una semana más tarde, en el Hostal San Marcos, y volver definitivamente a Madrid, a la casa de Manzanares. Ya tengo ganas de estar con ella y comenzar la nueva vida que tanto me ilusiona, aunque no me hago idea de qué pueda ser estar casado con hijos.

Suena el teléfono, es Rosa: "Luis, salimos en nuestro barco durante todo el fín de semana. También vendrán unos conocidos de Cosme; lo vamos a pasar bien y prepárate porque intentaré que las noches sean para disfrutar, claro".

El barco es un yate impresionante preparado para travesías transoceánicas, de larga y estilizada cubierta en el que además de las personas de la tripulación (capitán, dos marineros y una joven que ejerce de camarera y cocinera) embarcamos Rosa, Cosme, un matrimonio belga de simpáticos cuarentones residentes en España y yo en un ambiente de alegría y ganas de diversión. Aunque el tiempo ha cambiado y es bastante fresco, el mar nos ofrece un día agradable, tranquilo, soleado, para navegar cerca de la costa. Risas, copas, bromas, anécdotas, una excelente comida, más copas y el sopor propio del sol y el alcohol determinan que bajemos a los camarotes a dormir la siesta.

Me desnudo y voy a echarme en la cama cuando muy suavemente llaman a la puerta y entra Rosa, únicamente vestida con una corta camiseta, enseñando su culo y su sexo y con ánimo de marcha ("cómete mi chichi; quiero ponerme muy cachonda porque te voy a hacer una jugada"); coge mi cabeza y la acerca a su blanco vellón para que empiece a lamer su ya mojado coñito ("lo haces muy bien, Luis, ¡cuánto me gusta!"). Apenas llevo tres o cuatro minutos cuando me empuja para separarme de ella: "déjame, no quiero correrme; me voy con Cosme, se que él hoy tiene ganas. Se suele poner muy excitado cuando estamos con el matrimonio belga, la gordita le pone muy cachondo".

Sin decir más se va dejándome con un cipote gordo y necesitado que no dejo de acariciarme lentamente. Entiendo a Cosme porque la gordita belga (se llama Marie Louise y todos la llaman Milí) es una señora de poco más de cuarenta años que está un poquito pasada de peso pero que está muy buena: media melena de color castaño rojizo, ojos verdes, labios gruesos rojos, tetas grandes, altas, llenas, duras, caderas anchas redondeadas que cobijan un trasero grande y prieto, piernas largas con muslos redondeados un poquito gruesos y un verdadero afán exhibicionista, porque desde que subió al barco ha estado vestida (¿?) con un mínimo biquini de un rojo brillante con una braguita que deja ver su glorioso culo, excepto una excitante estrecha cinta en su raja y un sujetador que casi descubre la totalidad de las grandes tetas. Excitante, sí señor y calentona, dejándose querer; quedona, algo descarada, del tipo calientapollas. Tiene buen gusto Cosme.

De nuevo llaman muy suavemente a la puerta ("¿Luis?, abre; ven, que vamos a jugar"). Rosa, completamente desnuda excepto unas bonitas medias negras transparentes y un pañuelo negro anudado al cuello, cosas que ha debido ponerse ahora mismo, me coge de la mano mientras toca suavemente el rabo y me introduce en el servicio de un pequeño camarote situado junto al suyo ("quiero que me veas mientras lo hago con mi marido, quédate aquí y a través de esta claraboya nos podrás observar. No te masturbes porque cuando acabe tu y yo nos lo montamos").

La claraboya es un orificio en la pared tapado habitualmente por un espejo que permite ver el dormitorio del matrimonio y los grandísimos espejos que recubren las paredes. Rosa está arrodillada en el suelo chupándole la polla a Cosme sentado en la cama; da la impresión de que se han colocado en el lugar que mejor permite observarlos así como donde mejor se refleja su actuación. Al cabo de un rato el marido tiene una erección tremenda que pone de relieve una polla muy larga y estrecha, se pone de pies y levanta a su mujer dando un seco tirón del pañuelo que lleva al cuello, mientras le oigo medio gritar: "zorra, ¿ya has gozado con Luis o has quedado para luego?; te pone tu ex, eh; vas a darme gusto y voy a decirte todo lo que me apetezca"

"Sí, por favor, díme todo lo que me gusta; cariño, no te cortes". Un nuevo tirón al pañuelo y Rosa se arrodilla en la cama para que Cosme se la meta en el coño de un empujón, quedándose quieto después de agarrarse como con dos garras a los glúteos ("¡muévete sin parar!; no quiero cansarme"). Los gemidos de la mujer van creciendo en intensidad según crece también el movimiento de vaivén que realiza y los comentarios del hombre ("me gustas golfa, sigue así; quiero correrme; ¡vamos putón, no pares!) que agarra el culo de mi ex apretando, pellizcando y dándole golpecitos con la mano que es evidente encantan a Rosa ("sí, cariño; pégame, más fuerte, más, más"). Llevan más de diez minutos de rápida follenda cuando el hombre (no deja de sorprenderme el tremendo ritmo que se gasta este sesentón enfermo del corazón) empieza a gritar ("me corro, amor; no pares, sigue cariño, sigue") hasta que se desploma sobre su mujer dando una especie de corto alarido ("aaayyyuuuyyy"). Estoy muy brutote, o viene Rosa o me follo un agujero en la pared.

Apenas han pasado cinco minutos y ya estamos dándole Rosa y yo en mi camarote. Estoy cómodamente tumbado en la cama y ella me está echando un polvete suave y lento, apenas se mueve, mientras comentamos lo sucedido en la otra habitación: "te has excitado mucho, ¿verdad?; siempre que Milí está con nosotros Cosme me folla, normalmente se lo hago con la boca para que no se canse demasiado. ¿Te ha gustado verme?, a mí me ha encantado saber que me estabas mirando, por cierto, no eras el único porque la belga estaba en un cuartito junto al que estabas tu"

"Podías habernos juntado, así el calentón habría tenido sofoco con la gordita belga que está muy buena y me parece que es caliente, caliente"

"¿No te valgo yo?, también te pone esa zorra tetona y salida, eh. ¿Sabes lo que dicen que les gusta a todas las belgas?"

Mientras ha durado la charla los dos nos hemos ido poniendo mucho más excitados y ahora Rosa se mueve con rapidez y ganas mientras yo también intento acoplarme a ese ritmo tan bueno que nos va a llevar al orgasmo enseguida. Mi cachonda ex da un gritito y se corre durante el buen rato que duran sus contracciones vaginales, lo que me sirve para eyacular con verdaderas ganas. Quedamos adormecidos juntos durante un buen rato, hasta que me da un beso que nos reanima.

"Voy a ver a Cosme. No te preocupes, él sabe perfectamente que he estado contigo y además lo hemos hablado y lo permite porque eso le gusta y excita. Espero que le hayas causado buena impresión a Milí, nos ha estado mirando mientras lo hacíamos porque es algo que la pone mucho y siempre me lo pide. A mi marido y a mí nos gusta, en ocasiones, ver a los invitados que traemos al barco y todos los camarotes pueden ser observados discretamente. Lo que gusta a las belgas es que les den por el culo y como al marido de ésta sólo le gustan los culos de los tíos (ten cuidado, le tira los tejos a todos los hombres que le tratan y la verdad es que tiene mucho éxito) y ella hoy no ha hecho nada de nada, esta noche seguro que la vas a encular. No se si voy a tener celos".

Se marcha, nos despedimos hasta la cena y quedo dormido rápidamente, no sin antes preguntarme cómo es posible que yo aguante tanto y tan seguido si no soy ningún jovencito y hasta no hace mucho tiempo (hasta mi primera vez con Manuela a la que, por cierto, este ambiente seguro que le va) una vez me corría ya se acababa el asunto o tardaba bastante en volver a tener una erección. Bueno, tengo que descansar por si luego hay más sexo previsto. Me encanta.

La cena ha sido esplendorosa, tanto que hemos hecho venir a la joven cocinera para que brindara con nosotros. Después hemos seguido dándole con ganas al champagne en un ambiente alegre, simpático y erótico (al menos para mí) propiciado por la vestimenta (más bien desvestimenta) de Rosa y Milí, que parecen decididas a mostrar su cuerpo casi por completo en cada uno de sus movimientos y gestos gracias a los escotes, rajas y cortas faldas que llevan sin ningún tipo de ropa interior. A pesar de que llevo una temporada metiendo más que en toda mi vida, estoy muy caliente.

A media tarde el frío y la débil lluvia han hecho su aparición, de manera que permanecemos en una bonita sala recubierta de madera con una gran mesa central y adosados a la pared varios cómodos sofás, con los inevitables espejos presentes en todo el barco. Las conversaciones han dejado de ser totalmente coherentes y nos reímos por todo, empezando a hacer chistes subidos de tono y a referirnos a nosotros mismos, lo que suma calidez al ya caliente ambiente y hace aún más evidente que estamos un poco pasados de alcohol. Jorge (George) empieza a mostrar una pluma muy exagerada animado por su mujer y por Rosa, provocando las carcajadas de un relajado Cosme y un cierto sentimiento de vergüenza ajena en mí, que he dejado claro que los hombres no me van de ninguna de las maneras. Entra uno de los marineros a terminar de recoger la mesa y Jorge le tira los tejos en francés alabando su boca y su culo, a lo que responde el joven, también en perfecto francés, diciendo que más actuar y menos hablar. El ambiente se puede cortar durante unos segundos en los que todos esperamos algo, lo que rompe Cosme con voz sugerente: "todos somos mayorcitos y nos conocemos; sabemos que a todos nos gusta el sexo y que nos excita ver lo que los demás hacen. Aquí ninguno nos vamos a asustar de nada, así que ¿por qué no nos lo montamos tal y como nos gusta en esta sala y nos damos placer con el cuerpo y con la vista?"

El belga y el marinero no necesitan más y se desnudan mirándose a los ojos. Dos cuerpos trabajados en el gimnasio, uno muy joven y otro muy cuidado, se abrazan y se dirigen hacia uno de los sofás, en donde comienzan a besarse mientras les miramos todos los demás. Antes de que haya ninguna duda ni malentendido, Rosa se desnuda, se sienta junto a Cosme y empieza a desnudarle mientras se besan. Es la señal para que Milí se quite rapidamente la ropa ante mí e inmediatamente se lance a comerme la boca y a masajearme el rabo, mientras intento terminar de desnudarme, sorprendiéndome grata y excitantemente el que lleve completamente rasurado su sexo.

El ambiente está que arde y me resulta muy excitante. El marinero está arrodillado ante un sentado Jorge que tiene los ojos cerrados mientras le hacen lo que parece una colosal mamada; Cosme está mirándonos a los demás echando constantes miradas a los espejos mientras su mujer, sentada en el suelo, se la chupa e igualmente no pierde detalle de lo que hace mi polla en el trasero de la gordita. ¡Joder!, qué culo más bueno, parece especialmente hecho para tener una polla dentro y darle gusto; he entrado con total facilidad hasta meterla entera y es como si fuera una lengua grande, suave, mojada y caliente que envuelve y aprieta por todos lados mi excitado pene. Ni me muevo, simplemente dejo hacer a la mujer y su sabio culo que acaricia, aprieta, roza y exprime mi polla que parece estar contenta y sorprendida ante tal maravilla.

El marinero le está rompiendo el culo al belga, que está encantado dando unos tremendos grititos de loca excitada, dándole caña con un rabo curiosote y hablándole (parecen insultos) en un extraño idioma que después me entero que es flamenco, le lanza algún que otro azote que provoca más exclamaciones de gusto en el enculado; Cosme ha puesto a Rosa, que no deja ni un momento de mirar los espejos, doblada por la cintura con la cabeza apoyada en el asiento del sofá para meterle su larga polla y exigirle con algún que otro sinónimo de puta que se mueva rápidamente y yo ya hace unos minutos que estoy entregado a un gratificante movimiento de mete-saca rápido en este estupendo y acogedor agujero, obteniendo variados gritos de gusto de su dueña. En uno de los espejos veo reflejada la imagen de la cocinera medio asomada a la puerta de la sala y masturbándose bajo la falda con frenético movimiento al mismo tiempo que se toca las tetas con la otra mano.

Cosme da una especie de largo grito y se corre, dando dos fuertes y sonoros azotes a su mujer, antes de sentarse en el sofá, agarrar una de las copas de champagne y disponerse a ver el resto de la función. Rosa se ha acercado a Milí y a mí para centrar su mirada en la polla que entra y sale con total facilidad, sin dejar de tocarse el empapado chichi. El pajote que el joven está haciendo a Jorge mientras sigue enculándole da resultado y se corre con varios sonoros y aflautados gritos, siguiéndole poco después el marinero que se desploma en el suelo tras sacarla del oscuro agujero belga con un brusco movimiento. La cocinera se ha acercado al sofá en donde se sienta Cosme y sigue mirando con expresión de sorpresa, aunque se ha debido correr y ya no se toca.

Estoy a punto, agarro con más fuerza los glúteos de la mujer y eyaculo en una de mis mayores corridas de los últimos tiempos y, desde luego, la mejor dentro del culo de una tía. No tengo problema en sacarla y quedo de pie recuperando el resuello mientras oigo decir a Cosme: "amigo mío, ahora tienes que darle gusto a esas dos fieras, espero que nos prepares un buen espectáculo porque las hembras lo merecen y me temo que están ambas muy cachondas".

Desde luego que sí, Milí considera que debe ser la primera y pide que se la meta en el chocho que me ofrece tumbándose sobre la mesa y poniendo el culo al borde de la misma para que la penetre estando en pie, cosa que hago con la polla morcillona y algo flojilla, agarrándome a los muslos de ella. Rosa decide darme otra sorpresa (si me lo hubiera hecho hace años otro gallo nos cantaría ahora) y ayudarme a lograr empalmarme, se arrodilla tras de mí y juega con su lengua en el culo, la raja, los glúteos y el agujero, lame, entra, chupa, muerde, sale, ... Qué bien, qué excitante, y si no que se lo pregunten a la belga que nota como mi rabo crece y se pone duro dentro de ella, tanto que empiezo a empujar como un poseso, a moverme a toda velocidad, con desesperación, con urgencia, sintiéndome apresado por los muslos de Milí que aprieta con una tremenda fuerza sus piernas alrededor de mi cuerpo y grita durante muchos segundos, apretando aún más los muslos, durante el tiempo que dura su largo orgasmo.

Mi corrida es buenísima, corta, intensa, profunda. Rosa ha mantenido su lengua dentro de mí durante todo el rato y ahora continúa entrando y saliendo lenta y suavemente, como si de un masaje relajante se tratara, incluso después de que la gordita se levante y vaya a sentarse junto a Cosme y la cocinera. Esa especie de serpiente que entra y sale de mi culo es especialmente agradable y cuando bastantes minutos después consigue que mi pene de señales evidentes de recuperación, todos los presentes aplauden y lanzan exclamaciones de gozo dedicadas a la lengua de Rosa. Es su marido quién pone algo más de pimienta en el ambiente: "querida mía, ahora debes conseguir que la polla de Luis esté lista para darte gusto, así que cómesela como tu sabes y no nos defraudes a los que estamos mirando, aunque quizás dentro de un rato debamos ayudarte un poco para que consigaís follar, ¿no?"

Rosa y yo estamos de pie, fuertemente abrazados porque nos han atado las manos de cada uno a la espalda del otro. Tengo mi rabo, medianamente tieso y duro tras el trabajo bucal de mi ex, introducido en su mojado sexo y desde hace unos minutos estamos a oscuras de manera que desconocemos quienes de los presentes nos están acariciando, besando, chupando y metiéndonos mano por todo nuestro cuerpo. Me parece tremendamente excitante y los efectos los va notando la mujer, que me lo dice al oído ("cómo te pones, cabronazo; qué bien me lo vas a hacer con ese cipote gordo y duro") al mismo tiempo que comienza un lento movimiento de arriba-abajo y derecha-izquierda que le permite restregarse entera conmigo ("me gusta sentir como nos rozamos y restregamos en todo el cuerpo; qué cachonda me estoy poniendo, cariño").

Siguen tocándonos, besando y lamiendo y las respiraciones se empiezan a oir más fuertes, rápidas y excitadas, aunque nadie nos habla ni dice nada. La polla ya la tengo en un perfecto estado de erección y a pesar de lo medianamente incómodo de la postura (en algún momento parece que flotamos en la oscuridad de la habitación sujetos por las manos y labios de los que nos rodean) la excitación de Rosa y mía va subiendo a niveles de necesidad de orgasmo. Echo de menos no poder utilizar las manos, lo que intento paliar moviendo la cabeza para comerle boca, tetas y pezones a mi partenaire. Ya llevamos unos minutos con un movimiento de cópula que quiere ser más rápido, mientras que parecen multiplicarse las bocas, lenguas, dientes y manos que nos excitan. La mujer se echa con fuerza sobre mí ("es Cosme, quiere sodomizarme; ¡joder!, que calentura tiene, está como nunca") intentando doblarse algo por la cintura, lo que me obliga a apretarme a su pubis y a recostarme en un sofá, e inmediatamente empieza a hablar y gemir un poco más fuerte ("sí, sí; ¡qué dura está!, no pares, sigue") mientras el movimiento que me empuja hacia atrás me indica que su marido la está enculando con ganas ("qué bien tener dos pollas, ¡no pareís!, vamos, vamos").

Varios gemidos seguidos de fuertes contracciones son la señal del orgasmo de Rosa, que se desliza hasta uno de los sofás cuando Cosme sale de ella segundos después y alguien libera sus manos. Sin dejarme ver qué pasa Milí toma el lugar de mi ex, se introduce el pene semierecto (o quizás sea mejor decir semicaído) y comienza a comerme la boca con verdadera fiereza. Rosa ha encendido las velas de uno de los candelabros ("quiero verte gozar, Luis") y eso me permite ver la escena completa: todos estamos desnudos, Cosme está sentado mientras su mujer le masturba suavemente; el joven marinero está arrodillado a cuatro patas aguantando las lentas embestidas del rabo de Jorge y la cocinera comienza a restregarse con un lento movimiento arriba-abajo contra la parte trasera de mi cuerpo, chupando y mordisqueando mis orejas con gran suavidad y haciéndome sentir su mata de vello rizado que parece un bosque.

La actuación de la cocinerita me ha empalmado de nuevo y me excitan sobremanera los golpecitos y restregones que da con su peludo monte de Venus en mi culo; la belga gordita se ha puesto muy contenta con mi rabo tieso y no deja de moverse adelante-atrás y en círculos al mismo tiempo que juega a apretar, arañar y mordisquear mis pezones. Voy a durar poco, en especial porque Milí está ya pegándome un movimiento de metesaca de órdago y la cocinera hace lo propio; me parece estar en una excitante coctelera y tanto me mueven que me corro dando un grito largo y fuerte ("aaayyyyyyyyy"). Intento sentarme, pero como no me sueltan las manos sigo en pie emparedado por las dos mujeres que se restriegan y aprietan contra mi cuerpo (mi polla se bajó ya hace unos minutos) como dos posesas buscando su satisfacción. La joven da un pequeño respingo acompañado de varios suspiros y se corre durante largo rato (creo que es la primera vez que satisfago a una titi con mi culo) mientras que la belga madurita se separa de mí y termina acariciando su clítoris a una velocidad de vértigo hasta que se desploma sobre uno de los sofás. Los aplausos de los espectadores subrayan que ya hemos terminado todos.

Hemos tenido que volver a puerto urgentemente ante el rápido empeoramiento de la mar, la lluvia cada vez más copiosa y fría y el acusado descenso de las temperaturas.