Manuela (10)
Manuela (10)...
Un taxi me lleva los ochenta kilómetros que hay desde Almería a Mojácar, un lugar turístico que conocí hace años y que por lo que veo no ha crecido demasiado. El Parador de turismo está situado en la playa, al pie de la pequeña montaña en la que está el pueblo. Es hora de cenar y decido hacerlo en el restaurante del hotel.
¿"Luis?, pero ... qué casualidad, mira que coincidir aquí. Cosme, amor, es Luis, mi ex-marido"
Bueno, sí; hasta ahora no he creído oportuno contar que soy divorciado. Estuve casado con Rosa seis años, seis largos, aburridos, tediosos y mal follados años. Nos casamos muy jóvenes, poco más de veintiún años cada uno y todavía hoy me pregunto que hacía yo casado con una mujer a la que probablemente ni siquiera quería. Quizás el que su familia me introdujera en los ambientes periodísticos (mi actual jefe es su tío, la familia es dueña de varios e importantes medios de comunicación y mi ex-cuñado es uno de mis mejores amigos y afamado colega) influyera, pero nada más, apenas nada nos unía después de un tedioso noviazgo.
"¡Rosa!, cuánto me alegro. ¡Qué sorpresa!"
Ante mí está una mujer con la que estuve casado, pero en realidad no la conozco. La expresión de su cara, el maquillaje, su ropa juvenil, la manera de hablar y desenvolverse, hasta el color ¡blanco! de su pelo me es desconocido. ¡Qué cambios!.
"Mira Cosme éste es Luis, te he hablado mucho de él". Mientras Rosa me da dos besos, coge mi brazo, me envuelve en una vaharada de denso perfume, se pone a hablar acerca del mar y me dirige al comedor, consigo apretar la mano extendida de un amable caballero, bajito, renegrido, de más de sesenta años, que está tocado con un gran sombrero blanco de los que sólo se ven en las películas de vaqueros.
"Soy Cosme, el marido de Rosa. Nos casamos hace tres meses en Brasilia".
La cena es tremendamente agradable gracias a la simpatía del marido de Rosa y a las anécdotas que cuentan ocurridas en los más de dos meses que llevan recorriendo la geografía española. Sigo sorprendido ante la actitud y forma de estar de mi ex, en nada se parece a la mujer seria, tímida, traumatizada por todo e incluso antipática que yo conocí (¿?). Cerca de las dos de la mañana Cosme nos deja ("por favor, sigan juntos. Yo me canso mucho y ya debo irme a la cama; por supuesto, mañana comemos juntos") y ante dos nuevos gintonics ("ahora bebo y fumo, ya ves") Rosa me cuenta aspectos de su vida en los últimos años.
"Tras nuestra separación marche a Brasil a casa de mi hermana donde estuve muchos meses descansando e intentando indagar en mí misma, decidiendo qué hacer de mi vida. La solución llegó de una manera algo extraña pero cambió por completo mi forma de pensar, mi filosofía de vida. En una concurrida fiesta estuve bailando con dos jóvenes agradables, tomé unas copas con ellos y hacia el final de la noche ambos estaban expectantes por ver con quién me iba a la cama. Según les intentaba explicar que no me apetecía acostarme con ninguno de ellos me llevaron a un oscuro rincón del jardín y empezaron a meterme mano, cuchichearme al oído, besarme y chuparme, impidiendo mi marcha y excitándome como nunca hasta entonces. Minutos después estaba completamente desnuda y ante un grupo de personas que se pararon a verlo, los dos hicieron conmigo todo lo que quisieron durante el tiempo que les vino en gana. Tuve más de una docena de orgasmos, yo que casi nunca me había corrido en los años de matrimonio".
"Vaya, vaya. Durante algún tiempo pensé que eras frígida y yo un gilipollas que no sabía darte placer"
"Por cierto, ¿tenías algún apaño por ahí?; en casa yo no te daba el sexo que tu querías"
"Los primeros tres años no, pero luego empecé a acostarme con Remedios, la primera secretaria que tuvo tu hermano. Me cansé de que nunca estuvieras dispuesta y que no pudiéramos follar más que los sábados por la noche en la postura del misionero o que tu boca fuera una desconocida y tu culo un imposible"
"Fuímos dos idiotas, en especial yo, que te perdí muy pronto y además me quedé sin mi parte de placer que ahora tanto me gusta. Leo la pregunta en tus ojos y no, no es Cosme quien me da gusto, aunque de vez en cuando algo nos montamos juntos. No pongas esa cara de tonto que tanto y bien sabes explotar y pide otras copas mientras voy al servicio".
Algo confuso seguí con la vista a Rosa mientras recordaba que siempre fué una delgada engañosa, bien formada y abundantemente dotada. Con una minifalda ajustada y un suéter escotado, poco engañaba su bien moldeado cuerpo.
Decidimos salir del hotel y acercarnos a alguno de los locales de la playa. Riendo, agarrados de la mano, paseamos en la agradable noche hasta un pub tranquilo de ambiente acogedor.
"Cosme es un hombre maravilloso que ha tenido una vida difícil. Emigró a Brasil de niño y ha hecho una inmensa fortuna con los plásticos. Está muy enfermo del corazón y apenas le quedan unos meses de vida, no tiene familia, por lo que ha querido casarse conmigo para estar con una buena amiga hasta el final de sus días y que le herede. Siempre tomamos habitaciones separadas en los hoteles y con su permiso me acuesto con quien quiero siempre y cuando no monte desagradables escándalos. Es el marido perfecto ¿no?"
Según reía de manera descocada, se acercó a mí para besarme e introducir su lengua hasta mi garganta. "Estoy deseando que conozcas a la nueva Rosa. Te vas a sorprender, voy a darte todo lo que te negué y vas a proporcionarme el placer que tanto me gusta. Vámonos a la habitación del hotel".
Rosa se ha dormido abrazada a mí después de fumarnos un cigarrillo a medias. Yo sigo sorprendido y satisfecho porque apenas puedo creer que en las últimas horas he follado con la que fué mi mujer más y mejor que en los años que estuvimos juntos. Al llegar a la habitación nos hemos desnudado con gestos presurosos, siendo la primera sorpresa la preciosa y excitante ropa interior negra que lleva mi ex ("ahora siempre llevo lencería negra"). La segunda sorpresa es que sin avisarme se ha arrodillado para chuparme el rabo (la de lloros y discusiones que tuvimos años atrás por su negativa) como si de una profesional se tratara utilizando lengua, labios, dientes con verdadera maestría ("comer polla es de lo que más me gusta") y acariciando mis huevos y muslos con la tetas ("luego me tienes que mamar los pezones un poquito, eh"). La sorpresa mayor ha sido ver que su vello púbico es también de color blanco grisáceo ("hace tres años tuve un accidente de avioneta, pasé tanto miedo que todo el pelo de mi cuerpo se volvió blanco; ¿te da morbo?") y lo lleva afeitado excepto un pequeño y denso vellón con forma de triángulo ("me lo comerás, ¿verdad?"). La mamada es tan buena que temo correrme rápidamente, por lo que tiro de su cabellera hasta conseguir que deje de chupar, le doy la vuelta y tras doblar su cintura penetro un coñito empapado (años atrás tuve que darme vaselina en más de una ocasión) que me recibe con mucho calor y gemidos de excitación ("uuaaayy; métela sin parar, dame lo que me gusta; ¡qué rico!") que van creciendo según empiezo a bombear más rápido y fuerte. Se corre casi en silencio y durante muchos segundos siento las contracciones de su vagina. Nada más sacarla se gira, besa mi boca y de nuevo se arrodilla para mamármela.
"Voy a durar poco si sigues comiéndomela así de bien"
"¿Te gusta?; Cosme se vuelve loco con mis mamadas, es de las pocas cosas que podemos hacer"
La saco de la boca y sin necesidad de decir nada se arrodilla en el borde de la cama ofreciéndome su glorioso, fuerte, duro y redondeado trasero: "si me enculas bien te enseñaré un truquillo que he aprendido ultimamente". No me cuesta demasiado trabajo meter el capullo y cuando le tengo dentro más de la mitad empiezo a sentir que me la empuja hacia afuera y luego la absorbe hacia adentro. El jueguecito es muy excitante, sin necesidad de moverme y sin esfuerzo alguno le estoy follando (debería decir que ella me está follando) el culo. Me corro dando un sonoro grito y caigo a plomo sobre Rosa ("¡qué gusto; qué bueno!"), quedándonos en la cama quietos, recuperando la respiración.
"Jamás lo hubiera creído; cuánto me alegro, sobre todo porque la verdad es que me has dado más gusto que en los seis años que estuvimos casados"
"Y lo que te queda. Estos días que vamos a estar juntos te voy a resarcir de lo que no te dí. Sigues estando muy bueno, so cabronazo".
Está acariciando mi cipote con mano experta y yo le mordisqueo los pezones, lo que arranca gritos de deseo en esta sorprendente mujer ("salvaje, bruto; qué gustito me das"). Me muero de ganas por comerle el coño, lo que me pongo a hacer con verdadero éxito ("sí, sí, dame lengua; no pares, chupa") hasta que Rosa empieza a golpear mi cara con su pelvis, a restregarse a derecha e izquierda, arriba y abajo ("sigue, dame lengua; quiero correrme"). Estoy completamente empapado de densos jugos vaginales y salivales, utilizo toda mi cara intentando comerle el sexo y agarro el culo con dedos como garfios para detener el movimiento convulso de mi ex, cuando un grito largo y contenido ("aayyyyyyy") me indica el orgasmo, seguido de contracciones durante muchos segundos.
Descansamos fumando con calma hasta que me coloca sentado en una silla de respaldo recto que ha colocado frente al espejo ("me excita verme reflejada"), se sienta en el suelo y chupa la polla con sabiduría. Cuando recupero la erección se sienta de espaldas a mi cara introduciéndose el falo ("agarra mis tetas y pezones con fuerza, tu preocúpate sólo de que no se te baje") y comienza un lento subir y bajar, excitante y preciso, mientras no deja de hablar cada vez más excitada y rapidamente: "¿estoy buena, eh?; nadie te folla así de bien, so cabrón; te voy a dejar seco, maricón; cómo me pone tu verga; come y chupa mis orejas, animal; eres bruto, muy bruto"
Se ha corrido con profusión de líquidos y yo duro sólo unos pocos minutos más ("no la saques, déjala dentro, no te muevas"). Mi rabo morcillón parece que está dentro de una aspiradora que lo va a exprimir sin remedio ("¿qué me haces?, qué maravilla"); tras por lo menos quince minutos de ese masaje excitante ("parece que tengas dentro del coño una mano") se pone tieso y vuelvo a eyacular en un orgasmo corto y profundo que me deja medio adormilado.
"No te duermas, mírame mientras me hago una paja, me he excitado mucho"
Dicho y hecho. Se pone en pie, pone su mano izquierda sobre mi cabeza y la mano derecha acaricia frenéticamente el clítoris durante tres o cuatro minutos. Me empuja hacia la cama en el momento del orgasmo volcando la silla y desplomándose sobre mí. El sol entra por la ventana calentando mi rostro cuando despierto al oir el teléfono. Es mi cita para la deseada entrevista, por fín hoy a las cuatro de la tarde en un pequeño centro comercial cercano al Parador, sin fotografías. Me he disculpado con Rosa y Cosme, he comido frugalmente y ante un café estructuro la entrevista y repaso datos y notas. Decido acercarme dando un paseo.
Son ahora más de las doce de la noche y acabo de remitir un extenso fax seguido de un e-mail al periódico con la entrevista realizada a uno de los representantes de ETA en las conversaciones y al mediador portugués propiciador de la negociación. Para mí es un éxito profesional fabuloso, mis jefes me han llenado de elogios y piropos telefónicos augurándome pronto y meteórico ascenso. Días así hay pocos por docena, habrá que celebrarlo.
Cosme es un tipo excelente, cojonudo. Desde hace más de tres horas me está agasajando en una moderna y grandísima discoteca situada en la playa repleta de cuerpos danone. "Amigo Luis, ya sabes que me queda poco tiempo de vida y quiero vivirlo con alegría al lado de Rosa. Cuando yo falte no tendrá ningún problema económico, pero te ruego que la ayudes y atiendas en todos los sentidos, en especial en el amistoso porque en lo del sexo ya se preocupa ella"
Rosa esta esplendorosa bailando en el centro de la concurrida pista con tres o cuatro maromos de ajustada camiseta, musculitos bronceados y abultado paquete. Las traidoras luces del local nos enseñan su bonita anatomía cubierta, es un decir, por un vestido largo, suelto, sin forma, escotado, del mismo color blanco-gris de su suelta melena aleonada que contrasta con el minúsculo tanga negro que todos los hombres de la discoteca, y algunas mujeres, sabemos que lleva puesto. En un descanso y mientras su marido se despide hasta el día siguiente, me habla al oído mientras mordisquea mi lóbulo: "¿te gustan los tríos?, hay ahí un macizo que debe calzar una polla de lujo, aunque me apetece que nos hagamos tu y yo un chochito joven. Vas a alucinar (como si no lo estuviera ya después de comparar a esta Rosa con la que estuvo casada conmigo), estoy muy excitada y quiero que lo pasemos muy bien tu y yo. No queda mucho para que la noche de paso al amanecer cuando volvemos al hotel en un taxi Rosa, una jovencita morena de nombre extraño y yo.
"Ya verás cariño, me ha dicho que le va la marcha y que nos la podemos hacer en plan durillo tu y yo juntos. Se llama Melaxi, es turca y sólo habla algo de alemán".
La turca se desnuda en cuanto entramos en la habitación, tiene un bonito cuerpo con pocas curvas pero bien puestas. Desnuda a mi ex, se besan comiéndose la boca con verdadera hambre y a mí no me hacen ni caso, por lo que me desnudo y observo sus caricias, subiendo mi excitación según avanzan en su mutuo descubrimiento anatómico. Tras una seca orden de Rosa, ladrada más que hablada, la joven se dirige hacia mí y en actitud sumisa se arrodilla para chupar suavemente mi polla.
"Siéntate en la cama apoyado en las almohadas, quiero poner a esta guarra caliente"
Arrodillada sobre la cama, a cuatro patas, Melaxi sigue mamándomela suavemente con largos lametones. Rosa está a los pies de la cama con mi cinturón en la mano derecha y azota la espalda, el culo y los muslos de la turca con fuerza (lo que parece encantar a la joven), descansando cada tres o cuatro cintarazos y pasando a acariciarle coño y culo mientras la insulta con tono duro y despectivo ("zorra, te voy a romper el culo; golfita joven y guapa, te vas a comer mi coño mientras Luis te folla").
"Ven Rosa, tengo ganas de metértela; vamos a cambiar de postura"
Estoy metiéndosela a Rosa en su calentito coño mientras ella le está haciendo una gran comida a la joven morena. Me excita sobremanera ver como se afana en lamer y masturbar con la lengua a Melaxi, que tumbada en la cama, habla, grita y gime en un extraño idioma totalmente desconocido para mí. También me gusta el llamativo contraste entre la melena blanca de Rosa y el negrísimo abundante vello del sexo de la turca, que parecen fundirse cada vez que la cabeza de mi ex se acerca al moreno coño. Me queda poco para eyacular y quiero hacerlo como en las películas porno: saco el nabo del chocho y termino corriéndome sobre la espalda y el culo de una Rosa total y absolutamente desenfrenada que consigue el orgasmo fuerte, ruidoso y largo de la joven turca.
"Cabrones, ya os habeís corrido y a mí que me den morcilla, eh. Menos mal que no hay prisa, además quiero probar jueguecitos de los que gustan a la joven viciosilla"
Alguna de las dos ha sacado unos porros que compartimos tumbados sobre la cama junto con unos gintonics.
"Quiero que te pongas un poquito bruto y salvaje conmigo, en plan bondage. Juega conmigo, excítame y tu pónte a mil, pero no me hagas mucho daño; no creo que lo aguantara, ¿vale?"
Rosa está a cuatro patas sobre la cama con los ojos vendados por un pañuelo negro y manos y pies atados con una de sus medias negras. Melaxi está de pies en la cama, abierta de piernas, sujetando con sus manos la cabeza y la melena de la atada y manteniéndosela casi empotrada contra el coño; un excitante ruido de chupadas y lametazos acompaña al más seco y fuerte de los azotes que propino a Rosa y que parecen gustarle ("sigue, me gusta; así, un poquito más fuerte").
"Coño Rosa, cómo me estás poniendo. Me excita mucho ver el color rojizo de las marcas en tu culo, te lo voy a poner a cuadros; golfa, guarra"
La joven morena baja de la cama, se arrodilla detrás de la otra mujer y empieza a lamer el sexo y el culo, sacando una lengua larga, fina, rápida como una culebra. Sigo azotando a mi ex-mujer y también lo hago con la chica turca que parece agradecerlo metiendo y sacando su lengua con más ganas de los orificios de una Rosa jadeante, implorante, tremendamente excitada: "Luis, me gusta; sigue, cabrón, no pares." La espalda y el culo de las dos están cruzadas de las marcas rojizas del cinturón, lo que me excita tanto que me estoy cascando un pajote salvaje a la salud de estas dos putas. En el momento en el que Rosa se corre dando un gritito fuerte seguido de una serie de resoplidos, lamentos y gemidos, ya no puedo aguantar más y suelto una corrida impresionante sobre las dos mujeres; creo que aumenta mi gusto el ver mi leche manchando las melenas de ambas.
Melaxi se ha corrido tras un par de minutos de alocados movimientos de mano sobre su clítoris. Los tres quedamos tumbados sobre la cama y rápidamente el cansancio y el sueño nos vence, no sin que dedique un pensamiento a Manuela: seguro que la joven turca sería un buen regalo para ella.