Manuela (02)

Manuela (02)...

Según el programa a las seis de la tarde había un descanso en el congreso. Allí me planto con ánimo de ver a Manuela y hablar con ella. En la cafetería está rodeada de gran número de personas, la mayoría de mi empresa, por lo que apenas puedo saludarla. Me parece que intenta esquivarme y claramente se muestra contrariada al verme.

¿Ayuda del destino?: mi jefe aparece por la puerta, se muestra encantado de mi presencia allí y dirigiéndose a Manuela le oigo decir: "aprovecha que Luis está aquí y dale los datos del congreso para que haga una reseña que nos guste. Luego tomamos algo los tres y hablamos de ello". A eso de las once de la noche el pesado de mi jefe se da por satisfecho del breve artículo que preparo y se despide dejándonos ante unas copas a Manuela y a mí. Bueno, ahí la tengo; es lo que quería, ¿no?.

"¿Que tal estás?, he intentado ponerme en contacto contigo durante todo el día".

"Y para qué, ¿acaso tenemos que hablar de algo?".

"Mujer, lo del viernes para mí fué placentero, además de algo deseado hace tiempo y querría saber si .....". No me dejó terminar.

"Pero Luis, ¿quieres que te de las gracias?, ¿quieres que deje claro lo macho que me pareciste?. Te aseguro que me gustó, pero no fué para tanto".

"No me jodas, Manuela. Quiero hablar contigo de ti y de mi. Siempre me has gustado y lo del viernes fué importante y satisfactorio, al menos para mí. Hacía mucho tiempo que quería estar contigo y, desde luego, no creo que merezca que me trates como a un idiota que sólo piensa en su polla o que quiere pillar coño sin más porque no ha sido mi forma de actuar, al menos conscientemente".

"Quizás lleves razón, no puedo evitar estar a la defensiva y un poco agresiva. En los últimos tiempos mis experiencias sentimentales con los hombres han sido muy malas y como no se vivir sin el sexo, me he intentado autoconvencer de que todos sois unos cerdos con el cerebro en la bragueta. Te diré que ni de lejos estoy dispuesta a tener ningún tipo de relación estable, ni siquiera estoy dispuesta a pensarlo, así que no intentes nada de nada, no tiene sentido".

"Me dejas cortado y con pocas respuestas por mi parte. Me había ilusionado con la posibilidad de conocerte mejor. Quizás sí tengamos oportunidad de tener una amistad exclusivamente sexual. Lo del viernes me encantó y tu me gustas mucho".

"¿Sí?. No hicimos nada de nada. Ni siquiera follamos. ¿Te van el sadomaso suave y el bondage?. Es lo que estoy dispuesta a practicar actualmente con cualquier tío que se deje. Quiero mi satisfacción sin compromisos de ningún tipo".

" Aquí tienes a un voluntario que se muere de ganas por follar contigo. Vamos, cojamos una habitación en el hotel; ¿quieres?".

Benditas palabras. En ese momento no sabía que iba a encontrarme con mis deseados y verdaderos gustos sexuales tras una noche con Manuela.

La habitación tiene un gran espejo de pared que refleja la mayor parte de la cama de matrimonio situada en el centro. "Desnúdate mientras paso al cuarto de baño y deja una lamparita encendida. Me gusta ver la polla que voy a comerme y la cara de cantamañanas que se les pone a los tíos cuando me ven desnuda".

La primera en la frente. La cosa empieza bien, como a mí me gusta.

Se presenta ante mí con urgencia, como con prisa. Desnuda por completo, mirándome con cara de cachondeo y bien segura del impacto provocado por su pequeño pero curvilíneo cuerpo. Me mira fijamente mientras se pasa las manos por sus tetas puntiagudas. "Siéntate en el suelo y deja de mirarme como un gilipollas. Maricón, ¡quítate los calcetines, guarro! y empieza a lamer mi sexo."

Dicho y hecho. Apoyo la espalda en la cama y empiezo a chupar su sexo coronado por una mínima mata de pelo muy rubio, casi transparente. ¡Qué rico!. Empieza a mojarse en abundancia y a empujar contra mi lengua con fuerza. "Vale ya cabrón. No quiero correrme sin tratarte como te mereces. Chupa mis tetas y juega con mi culo".

Sentado en la cama saboreo esas dos tetas pequeñas y duras con dos pezones oscuros verdaderamente excitantes. "¿Te gusta que me deje pelos largos alrededor de los pezones, verdad?. Todos los maricones os poneis cachondos así, como si mamárais las tetas de un jovencito. Cerdo, ¡toca mi culo!".

Me ponen verdaderamente a mil su tono despectivo, sus insultos y sus tetas. Le masajeo el culo con fuerza mientras siento crecer mi rabo. "Cabrón, el caso es que sabes excitarme. Mete el dedo en mi culo, sigue jugando con él".

Ya llevo un buen rato mamando sus pezoncitos y metiendo y sacando un dedo de su culo cuando mi polla dice que se acabó. Me corro casi como un niño, sin apenas tocarme, sólo por la excitación del momento. "Serás guarro. Me has pringado los muslos y la tripa con tu leche asquerosa. Límpiame, recógelo todo con la lengua, no dejes ni una gota y prepárate a sufrir como no te empalmes de nuevo ahora mismo".

¡Que maravilla oir todo eso dedicado a mí mientras lamo mi corrida sobre su cuerpo!. Pero ... mi polla ha decidido que no es aún momento de volver a crecer y ponerse como un cacho de madera. "El señorito se permite correrse cuando quiere y luego su rabo de mierda no se pone como a mí me gusta. Pónte de rodillas sobre la cama y enséñame esa polla floja. Te voy a comer, so maricón".

No miente. Empieza a chupar mi rabo pasando enseguida a darle mordisquitos suaves, otra vez a chupar y mordisquitos más fuertes cada vez; me gusta y mi polla parece algo más gorda y grande. "¿Te gusta un poco de marcha?, ahora la tendrás so cerdo".

Se separa de la cama buscando algo y un momento después siento un golpe en la polla acompañado de un ruido similar al de un suave cachete. Me ha dado con mi cinturón en todo el capullo, con suavidad, pero medio me asusto. ¿Me da miedo el posible dolor o que tras un segundo y un tercer golpe mi rabo se ponga tieso y duro?. "Vaya, vaya; el maricón se pone a tono con un poquito de ayuda. No vas a correrte sin darme gusto o te voy a azotar de verdad. ¡Túmbate en la cama!, voy a follarte y procura tenerla dura como a mí me gusta durante un buen rato".

La coge y se la mete despacio y con suavidad en su coño empapado al mismo tiempo que respira con fuerza. Me empieza a cabalgar, despacito, pero metiéndosela muy dentro. Con los ojos cerrados habla en voz muy baja: "eres tan cabrón como todos los demás, sólo quieres mi coño y que yo te de placer, seguro que tienes más tías por ahí a las que engañas como a mí; cabrón, cabrón, marica, cerdo". Va subiendo la velocidad al mismo tiempo que el tono de voz y unos minutos después me está follando a toda pastilla mientras repite constantemente: "cerdo, cerdo, cerdo, ...".

Como en la ocasión anterior, se corre sin escandalizar. Un fuerte suspiro, un par de pequeños grititos y se tumba a mi lado. "No me hables ni me toques. Quiero masturbarme". Suavemente y sin prisa, con los ojos cerrados y musitando palabras ininteligibles está durante muchos minutos acariciando su clítoris. Cuando termina ni siquiera abre los ojos mientras dice: "Luis, eres un capullo como todos. Déjame dormir unas horas y luego seguimos. Ni se te ocurra hacerte una paja, descansa hasta dentro de un rato. Quiero que estés potente".

Yo tengo una erección curiosa, pero ni se me ocurre pensar en masturbarme. Tardo un buen rato en dormirme, mientras Manuela descansa como una bendita con algún que otro ronquido suave.

Cuando despierto ella me está mirando. Tiene una expresión de ansiedad (¿deseo?) en la cara que me hace darme cuenta de que se está masturbando. "¿Que haces?, ¿quieres que te acaricie?, ¿te ayudo?. Deja que yo te lo haga".

Aparta su mano del sexo, la pasa por mi nariz y boca y me mira a los ojos con seriedad en su rostro: "no te he tratado bien, quiero resarcirte pero sólo lo haremos de la manera que yo diga. ¿De acuerdo?. No quiero preguntas, sólo que hagas lo que yo te diga"

No me deja contestar, me besa mientras acaricia mi pene con sus manos. Tras unos besos baja a la altura del rabo y empieza a mamar con rapidez, con fuerza y utilizando una de sus manos para apretar, estrujar y arañar mis pezones. "No hables, sólo actúa como yo te diga. Me vas a follar, pero antes quiero excitarme de verdad, quiero estar como una yegua en celo. Acaríciame con tus manos y boca como te apetezca, aunque lo que me va a poner bien de verdad es lo que yo te haga o lo que diga que me hagas".

"Vamos, muerde mis pezones sin que te importe hacerme daño; chupa y muerde mis tetas con ganas, mete tus dedos en mi culo y muévelos dentro, pellízcame el culo con fuerza; ¿quieres tirarme del pelo?, ¿quieres tirarme del vello del pubis?. No hables y actúa; ponme muy, muy cachonda".

Yo sí que voy a tope. Hago lo que Manuela me pide (me exige) y mi polla es como un volcán a punto de explotar. "No voy a aguantar mucho más, para o termina con mi erección, ¡por favor!; dame tu chocho, deja que te la meta".

"No hables cerdo. Todavía quiero que me hagas más cosas, quiero ponerme más cachonda y tienes que aguantar. Empieza por chupar mi culo, mete la lengua dentro, ¡vamos!".

A cuatro patas me ofrece su culo. Meto mi lengua intentando llegar lo más lejos posible al mismo tiempo que procuro no llevar mi mano derecha a mi polla. Ya es un sufrimiento tanta excitación, siento el rabo lleno, hinchado a rebosar, tirante y tenso como nunca. "Dáme por culo maricón, estás deseando. Me muero de ganas, encúlame y córrete dentro cuando yo te diga. ¡Vamos cerdo de mierda, entra en mi culo!".

Pocas veces había enculado a una mujer hasta entonces. Casi siempre con reparos ante el posible dolor por el roce y a que se arrepintiera la tía de turno si había alguna dificultad. Pero ahora se que no va a haber ningún problema. Tengo la polla bien empapada con los jugos vaginales de Manuela y empujo, sin prisa pero sin pausa, hacia arriba y con fuerza. Entra mi capullo con bastante facilidad y enseguida más de la mitad del rabo está dentro. "Cabrón, ésto te gusta. Ya sabía yo que eras un mariconazo. Vamos, folla con ganas. Mi culo no se va a romper, cerdo maricón. ¡Sigue, sigue!".

Sí tengo ganas, sí. Ahora ya no valen los jueguecitos, ahora ya sólo vale una polla más excitada que en toda su (mi) vida que busca satisfacerse. El movimiento de metesaca lo aguanto sólo unos pocos minutos, ¡qué corrida más buena!. Grito de gusto y me desplomo sobre la rubia, que ha estado pajeándose mientras le daba pollazos. Ella sigue tocándose durante unos minutos más mientras yo no saco el rabo de ese escondite tan estupendo de su culo.

Se desploma sobre la cama y así estamos durante un buen rato, hasta que oigo como entre sueños: "Me estás aplastando. Déjame, tengo que orinar. Sácala de mi culo, por favor". (¿Estoy soñando, ha dicho por favor?).

"Has dicho por favor, ¿te pasa algo?". "Luis, eres retrasado o qué. Me estoy meando. Quítate de encima que me lo hago aquí. No seas burro, joder."

No quiero sacar mi polla del culo de Manuela. Una idea lejana y oculta se está abriendo paso en mi cerebro. "Háztelo aquí. Siempre he querido que una mujer se orine junto a mí después de follar y además, quiero seguir sobre ti y con la polla dentro".

"Idiota, que me meo. ¡Deja de jugar, tengo que ir al baño!, vamos".

"Sabes que te digo, yo también tengo necesidad de mear y me apetece hacerlo ya. Si quieres orinar házlo aquí". Sin más meo dentro de su culo mientras veo reflejada en el espejo la expresión de estupor en la cara de Manuela. ¡Qué gusto!. La meada en su culo y la cara de sorpresa que ella pone han sido probablemente los momentos que más satisfacción me han dado durante los últimos años.

"Cabrón, me llenas con tu meada; la noto caliente. ¡Para, deténte!".

Al poco rato oigo una risa ahogada mientras noto una nueva humedad a la altura de las piernas que me indica que ella ha decidido orinarse en la postura en la que estamos. Me ha gustado, ¡joder! si me ha gustado; tanto que Manuela al notarlo me dice: " marica, te estás empalmando otra vez. Quítate de encima, saca la polla que me aplastas. ¿Sabes?, has conseguido excitarme con tu guarrada".

"Bueno, pero me parece que quiero otro numerito. Quédate a cuatro patas en el suelo y empieza a gatear por la habitación. ¡Vamos coño, ahora mando yo!".

Desde que leí un libro de Henry Miller he tenido la secreta esperanza de realizar algo parecido: "venga tía, camina a cuatro patas por toda la habitación, despacito, ya te diré yo cuando ir al baño". Al mismo tiempo golpeo el suelo con mi cinturón alredor del cuerpo de Manuela. Nuestra imagen reflejada en el espejo es como una bocanada de aire caliente, ¡joder que excitación!.

"Atrévete maricón, haz lo que de verdad te excita. Vamos, a qué esperas, ¡cobarde!, ¿no tienes cojones o no sabes lo que te gusta?".

¡Plaf, plaf, plaf! ... Tres, cuatro, cinco azotes secos, fuertes, sonoros, rotundos, con ganas disimuladas durante años. Ese culo redondo y grande marcado por lineas rojas y gruesas ...¡Qué cojonudo!. ¡Qué excitante! ¡Qué maravilla!. ¡Qué ganas contenidas!. Mi polla late como nunca exigiendo ya una liberación que todo mi cuerpo también pide.

"Al baño, rápido, siéntate en la taza y hazme la mejor mamada que sepas". Mientras libera su culo de mi orina, Manuela comienza a chupármela con ganas. Sus labios, los dientes, la lengua; entrar y salir, meter y sacar ... "Guarra, zorra, golfa, mamona, sigue y no pares hasta que yo te lo diga, ¡vamos!, sigue guarra, sigue ...".

Me agarro a sus rubios cabellos apretando su cabeza contra mi polla. No grito muy fuerte, creo, pero aún la recuerdo como la mejor corrida que hasta entonces he tenido: "Ahhhhh, sigue, no pares; traga mi leche, ¡puta! ....".

Casi me caigo con la flojera de piernas que me produce este largo, profundo y necesitado orgasmo. Tras unos segundos durante los cuales Manuela sigue chupando mi rabo, me separo de su boca dejando un reguero de saliva, semen, sudor ...

"Cabroncete, ¿así que tus fantasías van de darle un poquito de látigo a las tías ...?. ¡Joder, cómo te pone el insultarme!. Un poco más y me ahogas con tu lechada. Seguro que ahora ya no me das polla y me tengo que masturbar".

No estoy yo para alegrías con el rabo. Me siento en la banqueta que hay junto a la bañera y con los ojos semicerrados estoy viendo como la rubia se masturba con ganas, masajeando el clítoris con rapidez, con prisa. "Maldito cerdo, me pones cachonda y luego nada de nada ...; maricón de mierda, no te trabajas mi coño ...".

Con lindezas similares está masturbándose apenas durante unos minutos. Tras correrse se va a la habitación, masculla entre dientes algo similar a "lo guarra que soy, mira que mearme en la cama" y se queda dormida en el suelo.