Manuel S (Historias de una escort V)

Lo peor de una violación es que el culpable no pague por lo que ha hecho

Lo peor de una violación es que el culpable no pague por lo que ha hecho.

La historia empieza como siempre:

  • ¿Ana S.?.- Me llaman al teléfono profesional.

  • Si, soy yo.

  • Mi nombre es Manuel S., Esteban R me ha dado su número.- A primera vista parece un cliente.

  • Usted dirá.

  • Necesito sus servicios para una cena de trabajo.

  • ¿Donde?

  • Aquí, en la ciudad.

  • ¿Cuando?

  • El sábado 23.

  • ¿Donde?

  • Será en el restaurante “El pescador”, hacia las 21h. Y probablemente se alargará porque se trata de negocios.

  • Perfecto, una noche. Serán 600 Euros.

  • De acuerdo, ¿Por transferencia?

  • Si, al número de cuenta 5555-11-00-1234567890

  • Perfecto, lo tengo anotado.

  • ¿Donde quedamos?

  • Si quiere, en el bar de mi hotel, el Excelsior, a las 20h del mismo día.

  • De acuerdo.- cerré el negocio.- Allí le veré.

Un servicio como otro cualquiera. Un cliente necesita compañía femenina para una cena de negocios. Y para eso estamos nosotras. Ponemos palmito y buena presencia. Pese a la crisis no me puedo quejar, clientes no me faltan, entre los habituales y los recomendados por éstos. Como este caso. No hemos hablado de sexo, pero estaré preparada por si acaso.

El día del servicio llega. El taxi me deja en la entrada del hotel. Mi cliente no me ha dicho nada, así que supongo que es una cena convencional: Mi cliente y su pareja, yo, al menos otro comensal, la otra parte del negocio, habitualmente acompañada por otra pareja. En ocasiones los comensales son más. De mi se espera discreción y buena presencia. No creo que deba llevar el peso de la conversación. En estas ocasiones visto discreta, es decir un traje sastre de falda y chaqueta, discreto y nada provocativo.

Nos encontramos en el bar del hotel. Mi cliente parece un garrulo de pueblo, de esos a los que el traje no disimula la zafiedad, pero me guardo de mostrar mis opiniones, es un cliente y recomendado por un buen cliente. Pero a la legua se ve su baja estofa, no sé por donde transcurrirá la noche, pero no deseo acostarme con él, algo el el tipo me repugna, e incluso me lo imagino yendo de putas. Pese a todo, y como buena profesional, sonrío y muestro mi mejor cara.

El hombre me cuenta, posee una fabrica de licores en un pueblo y va a cenar con el responsable de compras de una cadena de supermercados de cierto renombre. El negocio está claro, pretende que esa cadena venda sus bebidas, el asunto es un contrato suculento para distribución por todo el país. Supone una buena cantidad para mi cliente. El asunto se discutirá en la cena y, si llegan a un acuerdo, al día siguiente firmarán en las oficinas de la cadena. Parece sencillo. Supongo que la mujer de este caballerete no da la talla para una cena así. Partimos al restaurante de a cita.

No puedo dejar de percibir que mi cliente me ha devorado con la mirada. Pese a que visto discreta, no puedo ocultar mi cuerpo y hasta mi cerebro llegan señales de que este tipo querría follar conmigo. Pero por mucho que sea mi cliente, a mi no me apetece lo más mínimo, parece una panza vacía de cerebro.

La cena bien. No diré que me sorprende que la acompañante del caballero del supermercado sea otra escort. Raro sería que le acompañara la legítima. Pero la presencia de una mujer acompañando a cada negociante es algo así como una norma de cortesía de las comidas de negocios. De eso vivimos. A los postres el negocio está cerrado. Y a mi me da dolor de cabeza estar con este cliente. Cada vez me es más repugnante. A la entrada ya me sobó bien el culo. Ahora me mira las tetas cada vez que puede. Y lo peor es que no se cómo librarme de él. Seguro que querrá irse de copas tras el negocio, y yo no puedo decirle que no. He firmado un contrato y debo cumplirlo, si no puedo tener problemas profesionales.

Pero maldita la hora en que me contrató. Claro que insistió en ir de copas. El del supermercado y su pareja vinieron un rato a un sitio que el primero conocía. Tomamos una copa y luego se despidieron. Mi cliente sugirió ir a otro sitio que él conocía. Yo casi rezaba por poder acabar la noche, porque cada vez se ponía más pesado, y algo más. La violencia se le notaba también.

Finalmente el tipo, Manolo, como insiste en que le llame, deja de insinuarse para, casi directamente pedirme, exigirme más bien, que folle con él. Yo me niego con toda la cautela que puedo. Parece convencerse, porque le digo que sexo no habíamos hablado cuando me contrató. Pero no las tengo todas conmigo. El tipo va algo bebido y creo que puede ser peligroso. Insiste en llevarme e su coche, con el que hemos llegado al antro donde tomamos las copas. Yo le pido que me deje en la parada de taxis de su hotel.

Nos montamos en el coche, el tipo arranca pero veo que no se dirige al hotel.

  • ¿Donde vamos?.- le pregunto

  • Ya verás.

Nos alejamos del centro y parece que quiere salir de la ciudad.

  • Insisto en que me dejes en una parada de taxis.- le pido.

  • No.- me responde.

Parece que nos hemos metido en un descampado, hemos salido de la ciudad y a lo lejos se ven las luces de ella.

  • Ahora vas a aprender, zorra. A mi no me dice que no una puta como tu.- Me suelta. Le miro y abro la puerta para huir. Me agarra antes que pueda lograrlo. Me suelta una torta.- No trates de huir, maldita zorra, vas a probar una polla de verdad.

El tipo me saca del coche y me tira al suelo. Desde luego es más fuerte que yo y nada puedo hacer para defenderme. Me desgarra la ropa cuando trato de huir y me da otro golpe en la cara. Me llena de insultos, de zorra para arriba. Finalmente me tumba en el suelo, me quita la falda y casi me arranca las bragas. No quiero dejarme pero tampoco quiero llevarme más golpes.

El desgraciado se suelta el cinturón, se baja los pantalones y los calzoncillos y me penetra en el suelo. Yo sólo quiero que termine rápido y se largue de una puta vez. Me sujeta las manos mientras entra y sale de mi. Finalmente de corre y me llena de su asqueroso semen. Se levanta y se viste mientras me llama puta, zorra del diablo y cosas así.

  • Así aprenderás a no decirle que no a un hombre, zorra de mierda. Habrase visto la puta fina esta.

El tipo se monta en el coche, arranca y se larga dejándome tirada en el suelo. Como puedo me levanto y vomito toda la cena y las copas. Maldita sea. Me ha violado ese hijo de puta. Y lo peor es que no puedo denunciarle.

Hay varias cosas que una escort no puede hacer. No puedo aceptar como cliente a un famoso, si me fotografiaran con alguien así, sería el fin de mi carrera. Pero tampoco puedo enredarme en un juicio relacionado con el trabajo, es decir si puedo, pero puede costarme la carrera. Si denuncio a este tipo, tendría pruebas, es decir basta con llegarme a un hospital, obtener un parte médico y denunciarle. Pero en el juicio saldría mi profesión inevitablemente, y eso resultaría perjudicial para mi negocio.

Como quiera que sea, tengo que aguantarme. Joder que mala suerte. Así se mate este desgraciado o le entre un cáncer en los huevos y se le caiga la polla a trozos.

Por lo menos tengo el bolso ahí tirado con el teléfono móvil profesional. Me recompongo como puedo. Las bragas quedan por ahí, rotas. Las medias llenas de carreras. La falda sucia. En fin, estoy hecha un asco. Y me siento sucia, muy sucia. Me dan ganas de llorar.

  • ¿Alicia?.- llamo a mi compañera, amiga y amante.

  • ¿Ana?.- Dice con la voz somnolienta.- ¿Has visto que hora es?

  • Si. Mira, he tenido un problema con un cliente y estoy tirada en no se donde ¿puedes venir a recogerme?

  • Si me dices donde.- Por algo somos amigas.

  • Verás es un poco complicado, coge el coche y dirígete por la salida de Madrid, salte por una salida que pone Torrepalma y luego me llamas.

  • ¿Qué te ha pasado?

  • Ya te lo contaré cuando vengas.

Media hora más tarde veo llegar a Alicia en su coche. Debo tener una pinta horrible, porque nada mas verme, frena en seco y baja a abrazarme.

  • ¿Qué coño te ha pasado?

  • El cabrón del cliente, que no ha aceptado un no y me ha violado.

  • Será hijo de puta, ven que te llevo a mi casa.- Alicia es también de la profesión y sabe que no puedo denunciarle. Podría si, por ejemplo, no me hubiera pagado, pero por esto no.

Me acomodo en el asiento del copiloto, Alicia me echa una mano por el hombro, y me acurruco en el suyo. Las lagrimas acuden a mis ojos y lloro en silencio. Estoy muy satisfecha de mi profesión, pero a veces me llevo un disgusto. Pero esto no me lo esperaba.

No sé cómo lo logró, pero Alicia fue conduciendo sólo con una mano, mientras me abrazaba con la otra. Apenas entré en su casa fui corriendo al servicio, a restregarme toda entera en la ducha. A quitarme esa sensación de mujer violada. A olvidarme de un hijo de puta. Y a recobrar el dominio de mi misma y mi integridad dañada. Y a llorar mucho rato. Terminé rendida, en la cama de Alicia, abrazada a ella.

Pasado el tiempo me he recuperado, y un día leí en el diario que la empresa de cierto cabrón había quebrado y su dueño estaba en la cárcel con acusaciones de estafa, además de acoso sexual y otras lindezas. Espero que se pudra allí.

Ana del Alba