Manual para vencer la tristeza

Me propongo hacer un diario. Estoy harto de sentir la tristeza.

Me llamo Francisco. Soy español. Vivo en un pueblo pequeño en Murcia. Es un sitio junto al mar. Me encanta como huele el aire aquí. A veces cuando me siento triste salgo a pasear cerca de la playa. Huyo de la gente y miro las olas mientras voy caminando despacio. Me presento porque es la primera vez que escribo un relato. No soy muy original. No puedo hablar de otra cosa que de mí mismo. No soy escritor así que solo diré lo que siento y lo que pienso. Nada más.

Me gusta el sexo. Me gusta hacerlo pero también pensarlo y hablarlo con otras personas. Creo que el mayor órgano sexual está en el cerebro. He disfrutado muchísimo de caricias casuales y miradas de chicas con las que sabía que no podría hacer nada. No he tenido muchas experiencias, la verdad. Soy bastante tímido y supongo que no soy muy atractivo. Creo que soy una persona bastante normal. Tengo 33 años. Físicamente soy gordito, bastante ancho de espaldas. Mido algo más de 1,80. Tengo el pelo canoso con bastantes entradas. Llevo el pelo casi rapado y casi siempre tengo una pinta bastante informal, con camisetas de grupos de rock. A veces me siento un bicho raro. Me encantaría cambiar pero no sé en que sentido ni para qué. Lo cierto es que hace tiempo que ando bastante perdido.

Esta historia que voy a contar no es algo que haya sucedido. Me propongo escribir una especie de diario. Hace unos meses lo dejé con una chica. Fue un amor fugaz. Desde entonces me siento bastante sólo y abatido. Me encantaría volver a enamorarme, volver a ilusionarme con alguien. Me encantan las miradas, la conversación, el intercambio de gestos y mensajes subliminales. Hecho mucho de menos eso. Sólo quiero encontrar algo de complicidad. Dar y recibir placer. Dicho así no parece tan difícil, pero realmente lo es.

Las mujeres no se entregan con facilidad. Eso es algo que sé desde hace tiempo. Para muchas de las chicas a las que he conocido, el sexo era el premio, algo que no tiene sentido sin amor. Estoy de acuerdo con eso. El sexo puede ser muy bonito si lo haces con alguien a quien quieres. Pero también sé que hoy en día la gente está cada vez más sola. La comunicación es cada vez más difícil. Las fiestas están abarrotadas de gente. La música está tan fuerte que es imposible hablar más de dos minutos con nadie. Las chicas salen con sus novios o con sus amigas y cualquier persona que intenta hablar con ellas es considerado como un idiota, un obseso o simplemente alguien que no merece mucha atención.

No quiero engañar a nadie ni portarme como un cabrón. Simplemente soy un hombre joven que se siente solo y quiere disfrutar de la compañía, la atención, el cariño y el cuerpo de una mujer. Me hace falta y por eso me propongo empezar una nueva vida. Estoy harto de observar, de ver pasar a la gente y lamentarme por las chicas a las que no he besado. Por eso hago esto. Es mi terapia y este es mi diario.

Lunes. Día 1. Me he levantado como a las diez. Llevo unos cuantos días enfermo. Me duele la garganta, la nariz, los ojos, la cabeza… He estado en el médico. Necesitaba unas recetas para mi padre. Al cabo de tres cuartos de hora he entrado en la consulta. Estaba la misma doctora de siempre. Es una mujer de unos 38 años. Pelo negro, no demasiado alta. Creo que no es de aquí. Tiene acento del norte de España. Es atractiva y tiene unos labios carnosos que me encantan. Yo le iba diciendo las recetas que necesitaba mientras ella movía el ratón y hacía algo con el ordenador. Yo espiaba su cuerpo. Intentaba ver dentro de su bata blanca. Parece una persona nerviosa. A veces respiraba fuerte cuando algo no marchaba bien con el ordenador. Yo miraba como se hinchaba su pecho. Me encanta ser un voyeur. Miraba la tela de su jersey, con esa redondez que me habría comido allí mismo.

Casi al terminar, me ha dicho que me veía muy resfriado. Me ha recetado algo a pesar de no ser mi doctora. Me ha gustado eso. Me ha dicho cuídate y se ha despedido con una sonrisa preciosa. Me gustan las mujeres un poco mayores que yo. Hay personas que me atraen independientemente de su edad. Esa doctora me gusta. Quizá piense algo más adelante.

Martes. Día 2. He ido a ver a María. Es la novia de un amigo. Trabaja en la oficina de su novio. Es una inmobiliaria. Aquí hay muchísimas. Entre todas van a construir en toda la costa. Creo que no dejarán un palmo de terreno sin duplex, pisos y apartamentos. María estaba sola. Me he sentado frente a ella. Le he dicho que pasaba por allí. Me ha costado bastante empezar la conversación a pesar de que ella me lo ha puesto fácil. Ella es una mujer un poco más bajita que yo. Tiene el pelo negro corto, nariz pequeña, ojos marrones y muy guapa. Me encanta cuando sonríe. No tiene mucho pecho. De hecho casi no tiene, pero me encanta su cuerpo. Tiene un aire punk que me pone mucho.

Hemos estado hablando un buen rato. No recuerdo bien de qué. Yo la miraba fijamente. Intentaba establecer algo de complicidad, de intimidad. Al cabo de un rato me ha dado un vuelco el corazón. Me parecía preciosa. Notaba como mi polla se iba hinchando mientras hablábamos. Notaba la presión dentro de mi pantalón vaquero. Yo me encorvaba en la silla para que ella no notara nada. Los ojos de María brillaban y sonreía con mis tonterías. Envidio mucho a mi amigo. Lo imagino todas las noches metido en la cama con ella. Los dos hechos un nudo el uno contra el otro, en una especie de lucha, con las sábanas revueltas. El mirándola a los ojos mientras la penetra. Me he ido al cabo de un rato. Me sentía frustrado. María es una de esas mujeres a las que nunca podré tener. Me llevo muy bien con su novio. Se llama Luís. Es un buen tipo.

Al llegar a casa me he masturbado. Recordaba su pelo corto, un poco ondulado y su piel muy blanca. Imaginaba que se acercaba mucho a mí y sentía el contacto de su piel contra mi cara. Olía muy bien esta mañana. Es una de esas personas que no necesitan hacer nada especial para estar atractivas. Imaginaba que le quitaba la ropa, que le besaba despacio el ombligo, con timidez pero con ganas. Quería que estuviera sentada sobre mí, poner las manos en su culo, sobarla por encima de la ropa y después meter mis manos dentro de su pantalón. Me he estado masturbando un buen rato, manoseando mi pene de arriba a abajo mientras tenía los ojos cerrados y pensaba en el coño de María. No sé como reaccionarían algunas de las novias de mis amigos si supieran las veces que me he masturbado pensando en ellas. Tenía los huevos contraídos, bien pegados a la base del sable y toda mi piel estaba erizada. Las venas de la polla estaban muy marcadas y yo no paraba de moverla. Es la ventaja de la masturbación, puedes ir al ritmo que quieras, no necesitas pensar en nadie más que en ti. Es muy satisfactorio, aunque muy frío. Imagino la escena si alguien hubiera entrado en mi habitación. Me habría visto con los pantalones por los tobillos mientras me hacía una paja. María es una persona especial. Me he corrido con ella muchas veces aunque no lo sepa. Después de estar un rato masturbándome, he tenido un orgasmo. Hace tiempo que tengo la costumbre de usar papel higiénico para que el semen no salga disparado por todas partes. Aún así, no he podido evitar que la leche cayera a ambos lados de la polla, resbalando y formando pequeños charcos, mojándome los testículos. Me gusta esa sensación viscosa. Después tengo que ir al baño, acerco la polla al grifo del lavabo y limpio los restos de semen con agua. Me masturbo un poco mientras el agua va cayendo y limpiando. Entonces siento ese cosquilleo. Cuando terminas de correrte y cualquier contacto se convierte en una sensación que te estremece. Me gusta sentir eso, pero despacio.

Miércoles. Día 3. He aprovechado la mañana para ir de compras. La nevera estaba casi vacía. Me he acercado a una frutería que hay cerca de mi barrio. La dependienta es una chica rubia de pelo rizado, no muy alta. Debe estar en el instituto o algo así. Tiene bastante pecho, ojos azules y parece muy tímida. Casi todo el tiempo está sonriendo, como si intentara agradar a todo el mundo. Me desconcierta eso. Nunca sé cuando sonríe por complicidad o por cortesía. Nunca he entendido bien a las mujeres. Había bastante gente comprando. Yo me he dedicado a espiarla desde un rincón. Ese ambiente de fruta fresca me ha excitado. Ella estaba al otro lado del mostrador, pesando bolsas y hablando con las clientas. Yo miraba sobre todo sus tetas, muy grandes, generosas. Me han dado unas ganas tremendas de acariciarlas, de sentir mi mano llena con su pecho. Las ganas de besarla me quemaban. No me he atrevido a nada. Ni siquiera he podido hablar con ella. No se me dan bien esas situaciones en que tengo que destacar entre todo el mundo, en que tengo que competir con otras personas para llamar la atención de alguien. Me he ido un poco triste, con las bolsas apretándome las manos y la cabeza llena de sensaciones de frustración.

Estoy harto de esto, estoy harto de pensar, de desear y sentirme incapaz de hablar con las chicas que me gustan. No sé como lo hace el resto de la gente, para mí resulta casi imposible.

Jueves. Día 4. Me he quedado toda la mañana en la cama. Ahora mismo estoy en paro. No tengo que preocuparme de ir a trabajar, pero tengo que empezar a pensar algo. He estado fumando y escuchando música. Me he abandonado un poco al desánimo. Creo que ha sido una mañana de autocompasión. No soy muy constante en mis decisiones. Había decidido cambiar y sigo como siempre. Estoy mucho mejor del resfriado.

A las cuatro me ha llamado Alejandro. Es uno de mis mejores amigos. Hemos quedado para tomar café en un bar cerca de la playa. Ha aparecido con su novia, Andrea, una morena bajita muy seria. Con ellos iba Vero, la hermana pequeña de Andrea. Nos hemos sentado los cuatro en una terraza a tomar el sol y hablar de nada en particular. Andrea y Vero hablaban sobre todo entre ellas. Cosas de chicas, supongo. Yo hablaba con Alejandro mientras compartíamos un porro. No suelo fumar mucho, lo hago sobre todo con amigos, cuando estoy a gusto. Las chicas también han fumado. Al cabo de un rato, todo se ha convertido en una risa. Recordábamos series de dibujos de nuestra infancia, cantábamos las canciones… Ha sido una tarde agradable. Después nos hemos metido en el coche de Alejandro y nos hemos dedicado a dar vueltas. Hemos ido a la playa a seguir fumando. Empezaba a oscurecer. Los cuatro estábamos tumbados boca arriba, llenándonos de arena y mirando al cielo. Casi no hablábamos. Cuando se ha hecho completamente de noche hemos llevado a las chicas a su casa. Al quedarme solo con Alejandro, me ha salido un suspiro.

¿Qué te pasa?- me ha dicho

Buf, está buena la hermana de tu novia… - le he contestado

Anda ya, si es una cría.

Es verdad, pero está buena.

Búscate una novia, hombre. Te hace falta.

Eso quiero- le he replicado- pero no creas que es tan fácil.

Bueno mira, vamos a salir mañana. Invitamos a Vero. Quién sabe. Tú eres un tío encantador. A ver si te conviertes en mi cuñado. – A mí se me ha escapado una sonrisa y me he ido a casa con esa idea. Mañana le tiro los trastos a Vero, a ver que tal va.

Viernes. Día 5

He quedado con Alejandro en un bar del centro a las once. Hemos estado tomando copas un buen rato. A las chicas no les suelen gustar las bebidas fuertes, así que cuando Alejandro y yo hemos propuesto dejar la cerveza y empezar a tomar cubatas, ellas han insistido en tomar esos chupitos de chicas. A mí no me gustan demasiado; son caros, muy dulces y no suben nada. A ellas sí parece que les ha subido algo. A la una y media ya estábamos de marcha oficialmente. Alejandro y yo hechos unos borrachuzos y las chicas hablando con sus amigas. Vero se reía con un chico en la barra. Yo me he sentido un poco celoso. Cuando se ha quedado sola he decido entrar al ataque. Me he acercado a la barra y le he preguntado al oído si lo estaba pasando bien.

Muy bien- me ha contestado ella.

No estaba seguro, tú eres un poco menor que nosotros y pensaba que quizá te estabas aburriendo.

No te creas. Me gusta salir con gente un poco mayor que yo-. Yo he protestado un poco, por lo de la edad.- De pequeña miraba a mi hermana y a sus amigos con envidia-

La cosa empezaba a marchar, la chica se sentía atraída por el ambiente de su hermana. Hemos estado hablando un buen rato. Después ha llegado el momento difícil. Como sacar a la chica de allí. Llevaba un buen rato hablándole al oído, con la excusa de que la música estaba fuerte, la cogía del brazo mientras intentaba hacerla reír. Sólo se me ocurrían cosas absurdas, como me sucede siempre que bebo, me sale la vena surrealista. Cuando ya teníamos una cierta complicidad, le he soltado- oye, ¿si te doy un beso me das una bofetada?- Ha sido una tontería, pero es lo único que se me ha ocurrido. Ella ha apartado la cabeza con una sonrisa y se ha puesto a mirar hacia otro lado. Me lo esperaba, pero no ha sido una negativa tajante. Después hemos seguido bebiendo un poco más. Estábamos callados pero seguíamos estando el uno frente al otro. Entonces la he cogido de la mano y le he dado un beso. Ella me ha sonreído y me lo ha devuelto. Ha sido la señal. Hemos estado besándonos un buen rato apartados de la barra, apoyados en una de las paredes. Andrea, la hermana de Vero, nos miraba con ojos de no creerse lo que estaba pasando. Todo estaba saliendo muy bien. Nos abrazábamos y nos besábamos como dos enamorados. Después hemos ido a pasear.

La noche era fresca, así que la he apretado hacia mí, rodeándola con mi brazo. Nos hemos sentado en un banco y yo la he abrazado más fuerte para combatir el frío. Me parecía preciosa. Creo que tiene 19 años. Es su primer año de Universidad pero por estas fechas se ha venido al pueblo a estudiar más tranquila. Es un poco más morena que su hermana y más alta. Tiene el pelo castaño y liso un poco por debajo de los hombros. Sus ojos son marrones, grandes y brillaban mucho cuando la besaba. Tiene los labios finos pero su rostro es muy agradable. Es delgada, fibrosa, un poco atlética. Los besos eran cada vez más profundos. Yo metía mi lengua en su boca y notaba su pelo sobre mi cara. Ella me rodeaba la cabeza con los brazos, inclinando un poco el rostro para poder besarme mejor. Yo, mientras, movía mis manos por su espalda. Le tocaba el culo, ese hermoso culo redondo y duro. Me moría por tocarla por todas partes, por comérmela entera. Entonces he empezado a meterle las manos por debajo de la ropa, a sobarle las tetas. Iba subiendo el jersey. Me ha gustado el tacto de su sujetador, de encaje. Se las apretaba mientras le mordía los labios.

De repente se ha separado de mí. – Oye- me ha dicho- que me vas a desnudar en medio de la calle. – Ya quisiera yo- le he contestado- Te follaría aquí mismo.

Entonces se ha levantado y me ha cogido de la mano. Hemos ido a un portal, como dos adolescentes, a resguardarnos del frío. Hemos tenido suerte. La puerta estaba entreabierta y hemos conseguido entrar al rellano. Allí hemos seguido besándonos. Yo he seguido recorriéndola con mis manos. Le he bajado un poco el pantalón. Era uno de esos vaqueros de cintura baja. Le he metido la mano en las bragas. Al sentir el contacto de su vello púbico me he sentido como en el cielo. Era suave, acogedor. Después he deslizado uno de mis dedos a su rajita y he empezado a masturbarla. Ella ha abierto un poco las piernas y ha empezado a mover un poco la cadera, de forma circular, acompañando el movimiento de mi mano en su coño. Mientras seguíamos besándonos. Ella ha empezado a tocarme el paquete que ya estaba bastante abultado, la verdad. Lo cogía a través del pantalón vaquero, como queriendo masturbarme por encima de la ropa. Después me ha abierto la bragueta y ha empezado a hacerme una paja con todas las de la ley.

Yo estaba encantado, masturbando a una universitaria mientras ella iba arriba y abajo con mi polla en su mano. Entonces ha hecho que me sentara en uno de los escalones. Yo he notado un escalofrío al notar el contacto del mármol con mi culo desnudo. Creo que se me ha bajado un poco, pero ella tenía el remedio perfecto. Se ha puesto de rodillas y ha empezado a chupármela. Primero se ha dedicado un buen rato a ensalivar mi glande, despacio, con esmero. Lo recorría con su lengua y lo chupaba como si fuera una niña con un caramelo. Yo acariciaba su pelo y su nuca mientras intentaba clavarme lo menos posible el borde del siguiente escalón. Ha estado un buen rato así hasta que ha decidido comérsela toda. No tengo una gran polla la verdad pero sí bastante ancha. Ella se la ha tragado hasta el fondo y ha empezado a mover la cabeza a los lados con toda mi polla en su boca. Después ha estado entrando y saliendo, mordisqueándola, lamiéndola y haciendo ruiditos.

Yo me sentía cada vez más tenso, con los músculos del culo muy apretados. Al cabo de un rato han empezado a dolerme por la tensión. Creí que me daba un espasmo, así que me he movido y he empezado a moverme yo, a follarla por la boca. Estaba preciosa, se parece un poco a su hermana. Me habría encantado que Andrea estuviese también allí para ver lo bien que la chupa su hermana. Yo le sujetaba la cabeza con las dos manos mientras movía mi pelvis para metérsela toda. Ahora sí que me estaba clavando el borde del escalón pero me daba igual. Me gustaba sentir el contacto de mis testículos contra sus labios. Entonces me he corrido. Se la he sacado de la boca. No he tenido valor para correrme dentro. Ella me ha cogido la polla y ha empezado a moverla muy deprisa. Podía ver sus ojos en la oscuridad, como los de una gata. Mi semen ha ido a parar a la pared de mármol de la escalera. Después ella ha seguido comiéndomela un rato, bebiendo del semen que manchaba mis huevos.

  • Deberías haberte corrido en mi boca- me ha dicho.- No te preocupes, la próxima vez lo haré- le he contestado. - ¿Quién te ha dicho que habrá una próxima vez?- Los dos nos hemos reído. Después la he llevado a casa y nos hemos despedido con un beso largo, con lengua por supuesto y ahora estoy aquí, como un tonto, escribiendo esto mientras amanece. Me ha encantado este día.

Sábado. Día 6. Me he levantado muy tarde. He dormido realmente bien. No me importaba la hora. Sobre las cinco me he levantado y he ido a la cocina a comer algo. No puedo comer nada fuerte cuando me levanto. He hecho una comida a base de leche con cola cao y galletas. Después he vuelto a meterme en la cama. Es el descanso del guerrero. Me encanta.

Domingo. Día 7. Esta tarde he vuelto a quedar con Vero. No tenía su teléfono, así que he tenido que llamar a Alejandro. Nos hemos reído un rato. Yo esquivaba sus preguntas lo mejor que podía. La curiosidad de los amigos es muy mala. Siempre quieren que les cuentes todo y yo no estaba muy por la labor. Al fin he conseguido su teléfono. Alejandro ha estado buscando en el móvil de su novia mientras ella protestaba porque era muy niña para mí.

He quedado con ella en una de las cafeterías del paseo. Hemos pedido unos helados que tenían muy buena pinta, de chocolate, me encanta el chocolate. Hacía sol y nos hemos sentado fuera. Al principio no me ha parecido tan guapa como el viernes por la noche, la verdad. La veía como una chica normalita pero me daba mucho morbo. Yo tenía un poco de miedo. Tenemos edades diferentes y temía que me martilleara con la música reggeton o con las cosas de las chicas de su edad. Supongo que son prejuicios míos. Parecía confiada, tranquila. Llevaba el pelo suelto.

Yo estaba un poco nervioso. No sabía muy bien qué decir. Simplemente me apetecía volver a verla. Quería que volviera a chupármela, quería verla desnuda, quería follármela por todas partes. Era una idea muy directa y cuando he terminado con el helado, los dos nos hemos quedado a solas. Allí estaba, a la luz del día, sentada conmigo y esperando a que yo hiciera o dijera algo. Soy bastante patoso. Me sentía sorprendido por como había sucedido todo el viernes por la noche.

Al fin ha dicho -vamos a dar una vuelta, le he cogido el coche a mis padres-

Yo estaba encantado. Me he sentado en el asiento del copiloto y me he hecho un porro para calmarme un poco. Ella se ha puesto unas gafas de sol. Con el viento que entraba por la ventanilla parecía una de esas escenas de una road movie, una película sobre viajes. He puesto la radio y hemos salido de la ciudad. Radio 3 se escuchaba muy bien y Julio Ruiz ponía a uno de esos grupos que no conozco en Disco Grande… Le he pasado el porro y entre calada y calada ella iba cantando, en un inglés inventado, las letras de las canciones.

Le he dicho a Vero que fuéramos a la casa que mis padres tienen en el campo. Es un sitio rodeado de almendros y algunos pinos. La tierra está muy seca pero tiene su encanto. Al poco de llegar me ha preguntado:

-¿Qué te pasa? Estás muy serio- Yo no sabía como reaccionar.

  • Me pones nervioso tú. Me gustas, te tengo muchas ganas y me dan ganas de comerte a besos cada vez que te veo.

  • ¿Pero como eres tan tonto?- me ha respondido- Anda, ven aquí.

A partir de ahí ha sido todo muy fácil. Le he enseñado un poco la casa. Está bastante descuidada. Al entrar al dormitorio la he cogido por detrás, abrazándola por la cintura, metiendo mis manos dentro de su ropa. Le he besado el cuello. Ella se ha dado la vuelta y ha empezado a besarme. Después de un rato me ha preguntado:

¿te gustan mis tetas?- Yo no las había visto aún pero me moría de ganas.

Sé que me van a encantar- le he respondido.

Entonces se ha quitado la chaqueta y se ha desabrochado la camisa. Era blanca, muy suave. Su sujetador también era blanco, sencillo. Yo he llevado una de mis manos a sus tetas y empezado a masajearlas mientras nos besábamos con vicio. Su piel era suave. Tenía algunos lunares en la cara, muy pequeños y sexys. Los he besado todos y entonces he empezado con su cuello, primero con besitos tiernos, pequeñitos. Después he empezado a lamer literalmente su garganta, de arriba abajo. Mis manos ya estaban en su espalda. Ella gemía un poco. Entonces la he cogido por la cabeza y vuelto a su boca, para que no pudiera escaparse de mi beso y de mi lengua. Al cabo de un rato he conseguido quitarle el sujetador. Entonces, abría su camisa y metía mi cara dentro para comerme sus tetas. No son muy grandes. Tiene los pezones de color oscuro. Yo me los metía en la boca y los chupaba con fuerza. – Despacio- me ha dicho- no me hagas daño.

¿Te apetece tomar un café?- le he preguntado.

Vale, buena idea.

Los dos hemos ido a la cocina y hemos calentado un poco de agua. Solo había café soluble y un poco de azúcar pero con eso nos bastaba. Después nos hemos sentado en un sofá un poco incómodo. Ella ha recostado la cabeza sobre mi pecho y yo jugaba con su pelo. De repente ha reparado en mi polla. Ha puesto la mano sobre mi vientre y después ha metido la mano dentro del pantalón. Es la segunda vez que me hace una paja, he pensado. Entonces he empezado a sonreír un poco, a relajarme. Estaba bastante dura ya y con el contacto de su mano se ha puesto completamente firme. – Llevas mucha ropa- me ha dicho. Yo me he quitado la camiseta y ella se ha encargado de desabrocharme el pantalón. Siempre uso boxers, esos calzoncillos anchos. Vero me ha agarrado la polla a través de él con cara de vicio. Entonces me la ha sacado por uno de los laterales, sin quitarme el boxer y se lo ha llevado a la boca. Me la estaba chupando sin compasión, primero despacio, usando mucho la lengua y después la metía y la sacaba de su boca con seguridad. Me sentía muy excitado, con el pene lleno de su saliva. Entonces me ha cogido los testículos y ha empezado a besarlos también, a lamerlos. Se ha puesto de rodillas y ha seguido chupándomela un buen rato.

Después de eso hemos ido al dormitorio de mis padres. Tiene una cama un poco antigua con barrotes metálicos en el cabezal. Hemos seguido besándonos, el uno sobre el otro en la cama. Yo sólo pensaba en clavársela, era lo único que existía en el mundo. Follarme a aquella chica que aún no había cumplido los veinte y que estaba desnuda de cintura para arriba. Yo frotaba mi sexo contra su vulva, a través de la ropa. Quería que sintiera la presión, el tacto, pero no demasiado, quería que me lo pidiera ella, que me dijera "bájame los pantalones y fóllame". No quería penetrarla hasta que estuviera completamente entregada. Me sentía un poco inseguro, hacía un tiempo que no follaba con nadie así que he retrasado la penetración. Le he quitado los pantalones y he enterrado literalmente mi cabeza entre sus piernas.

Al principio no he querido quitarle las bragas. Le daba besitos en la parte interior de los muslos y en su rajita. He buscado su clítoris y lo he besado también, besos cortos primero y después usando la lengua pero con calma, sin prisa. Ella se ha quitado las bragas. Quería sentir todo eso más intensamente, creo yo. Estaba completamente depilada, como una niña entre mis brazos. Me encanta dar placer y ver a una chica retorcerse como una culebra con mi contacto. Recorría sus labios de su vagina con mi lengua, los besaba, los chupaba, los mordía un poco. Luego fui por su clítoris, un pequeño punto de placer. Se lo he estado masajeando con la lengua. A veces me separaba un poco para respirar y entonces echaba mi aliento lleno de fluidos suyos sobre su coño húmedo. Quería arañarla, comérmela, tragármela entera, que ella se convierta en parte de mí. Estuve un buen rato con la cabeza entre sus piernas. No sabía que hacer, notaba su calentura pero yo quería que subiera aún más. Entonces le he metido el dedo índice en la vagina, estaba húmeda, viscosa. La estaba follando con el dedo mientras seguía lamiendo como un perrito sediento. De pronto el anillo de su coño ha empezado a estrecharse en una contracción, me ha cogido la cabez con las sus manos mientras se retorcía sobre la cama. Sus tetas se apretaban al alargar los brazos hacia mí. Estaba teniendo un orgasmo.

Entonces me he separado de ella. He intentado besarla pero estaba como ida, respiraba con dificultad. Yo sonreía. Nos hemos quedado abrazados un buen rato. La tarde iba pasando y la luz cada vez era menor en la habitación. Al cabo de una media hora en la que hemos fingido dormir, ha empezado a tocarme la polla. Toda Vero olía a sexo, era un olor impúdico que cargaba el aire con nuestras hormonas. Ambos estábamos desnudos, sobre la cama.- Estoy en deuda contigo- me ha dicho- me has hecho disfrutar muchísimo.

Yo he vuelto a besarla, clavándole la lengua en la boca. Ella ha abierto las piernas y mi polla se ha colocado en su pubis. Ha tenido que abrirse bastante, ya he dicho que soy bastante ancho. Me ha costado un poco encontrar la entrada de su coño. Se ha mojado la mano y me la ha lubricado un poco. Entonces se la he metido, despacio, primero sólo la punta. Era muy cómoda por dentro. He empezado a entrar y salir lentamente. Yo estaba apoyado sobre las palmas de mis manos y miraba desde arriba como cerraba los ojitos. Estaba preciosa. He seguido clavándosela. Notaba como sus piernas se entrelazaban alrededor de mí, me oprimían un poco empujándome hacia ella. Entonces he empezado a follarla más deprisa. Todo su cuerpo iba arriba y abajo al compás de mis embestidas. Toda mi polla estaba dentro de ella pero yo seguía empujando. Ella me decía- oye, que no puedes entrar más-. Pero yo quería meterme entero dentro de ella, vivir dentro de su vagina, todo yo ser una polla enorme que la penetrase todo el tiempo.

No quería correrme tan pronto. Me negaba. Vero se ha puesto a cuatro patas y se la he metido desde atrás, cogiéndola fuerte por las caderas y empujándola hacia mí. Si me inclinaba un poco podía ver como sus tetas se movían al compás. Me he echado sobre ella, poniendo mi pecho sobre su espalda y le he agarrado las tetas mientras se la metía más fuerte. Mi torso estaba completamente empapado por el sudor. Su espalda también estaba húmeda. Entonces he salido de ella, quería metérsela en la boca y me la ha chupado así, a cuatro patas. Cuando iba a correrme, la he cogido fuerte de la cabeza y se la he metido hasta los testículos. Entonces me he corrido, dentro de su boca, en su garganta. Ella ha tenido un fuerte espasmo, una especie de acceso de vómito creo. Imaginaba mi semen recorriendo su esófago, entrando muy dentro de ella y convirtiéndose en parte de su sangre. Vero se ha incorporado un poco mientras intentaba controlar ese acceso. Yo me he tumbado a su lado. Estaba muerto.

Ella se ha tumbado a mi lado.- Se te veía con ganas- me ha dicho. Yo me he limitado a sonreír. Hemos estado acariciándonos un buen rato. Ya era de noche. He encendido la luz de la mesilla. No hemos tardado mucho en volver a hacerlo. Quería volver a estar dentro de ese coño delicioso. Yo estaba bastante cansado. No soy un super amante. Me dolían los brazos así que esta vez he puesto los codos sobre la cama y mientras notaba el contacto de sus tetas contra mi pecho, he vuelto a metérsela. Yo notaba su respiración. Ella apartaba la cabeza y cerraba los ojos. Yo la embestía todo lo fuerte que podía. Entonces he agarrado los barrotes de la cama, sujetándolos con las manos y seguía penetrándola mientras ella gemía más fuerte. Su cara estaba cada vez más colorada.

De repente ha sonado su móvil. Estaba en algún lugar de habitación y se ha levantado a cogerlo. Me ha dejado así. Me ha parecido increíble. Era su madre. Preguntaba que donde estaba, era tarde y sus padres necesitaban el coche para el día siguiente. Se ha puesto de lado mientras hablaba por teléfono. Le he abierto las piernas un poco y le he metido el dedo en la vagina. Ella escuchaba y asentía en la conversación. Entonces he dejado el dedo y le he metido la polla directamente. Me excitaba la idea de follármela mientras hablaba con mamá. Ella no se ha resistido.

La conversación ha durado un par de minutos, no más. Entonces me ha dicho que se tenía que ir mientras yo la ponía boca arriba, le abría las piernas e intentaba metérsela de nuevo. Ella se ha apartado, me ha puesto boca arriba a mí y se ha sentado encima. Entonces era ella la que me follaba mientras yo le decía- un poco más fuerte, hazlo por mamá que te está esperando-. A ella le ha hecho gracia, se ha inclinado hacia mí y ha seguido besándome mientras me follaba. Hemos hecho un master de besos esta tarde. No concibo follar con nadie y no poder besarla. Me parece casi obsceno.

Al cabo de un rato he explotado, me he corrido dentro de ella como un loco, ella se ha quedado muy quieta y me miraba con una sonrisa mientras la llenaba de semen. Abría mucho las piernas y contraía el coño, como queriendo absorber todo lo que quisiera darle.

Se ha levantado y ha empezado a ponerse la ropa como si nada, sentada en la cama. Me ha sorprendido la facilidad con que ha pasado de follarme a pensar en irse. Yo me he vestido también y nos hemos ido.

El camino en coche ha sido corto. Estaba totalmente oscuro y la autovía estaba casi desierta. Al llegar a casa se ha despedido con un beso. Yo le he dicho- espera- y le he metido la mano dentro de las bragas. - ¿Qué haces?- me ha preguntado.- Busco mi semen- le he dicho- quiero saber si aún lo tienes. Es mío.-

Ella se ha dejado hacer. Sí, allí estaba. Seguía un poco húmeda. Entonces me ha dado un beso en la punta de la nariz y me ha dicho- eres mi amante preferido- y se ha despedido con una sonrisa. Me encantan las hermanas de Andrea. De hecho tiene otra que está a punto de cumplir los diecisiete. Me encantaría conocerla.