Manu y su hijo (1/3)
Manuela tuvo una vida difícil, pero finalmente logró el éxito. Sola educó a su hijo que finalmente se fue a vivir al exterior, casándose con una extranjera. Sin embargo, las cosas parecen cambiar cuando él regresa de improviso.
MANU (1/3)
Llegué a mi casa muy cansada. Ese imbécil me había amargado el día, pero menos mal, todo terminó bien, como casi siempre.
Me quité los tacones. No eran muy altos, eran más bien cómodos. Luego me quité la chaqueta del traje y la doblé con cuidado, colocándola en el espaldar del sofá. En la puerta de la nevera llené el vaso de hielo y luego le puse una generosa cantidad de escocés fino. Si iba a beber, que fuera bueno, me decía alguien alguna vez. Finalmente me senté en el sofá, puse los pies sobre la mesa y contemplé la ciudad a lo lejos a través del ventanal, mientras sorbía un pequeño trago que me ardió en la garganta, pero me reconfortó el alma.
No estaba cómoda todavía. Me levanté y me quité la elegante falda, quedando sólo con la blusa de seda y mi ropa interior de la mejor marca. Volví a sentarme y a poner los pies. Ahora sí estaba cómoda.
Pensé nuevamente en el imbécil de hoy. Me había escrito hace un tiempo ofreciéndome un negocio que no podría rechazar. Apenas leí eso me preparé para oír alguna mentira extravagante. Siempre es así, esos negocios no te llegan así, tú los tienes que parir. Tal como he hecho muchas veces en la vida.
Tomé un nuevo sorbo de whisky y esta ves no me ardió la garganta, sino que lo disfruté. Con razón era tan caro el condenado. Bueno, el caso es que me picó la curiosidad he investigué al tipo. A ver, mi empresa es una de las más exitosas en el ramo del mercadeo, por lo que muchas veces se acercan a nosotros a ofrecernos negocios. La mayoría son basura, pero hay algunos, muy pocos, que valen la pena y hay que investigar para encontrarlos.
Lo que hallé fue interesante, el imbécil tenía también una empresa de mercadeo, relativamente nueva, pero que había crecido muy rápido. Profundizando más, encontré algunas murmuraciones de manejos un poco turbios, pero igual podrían provenir de algún colega al que le habían birlado un cliente. No sería raro en nuestro ambiente. Así pues, aun temiendo lo peor, decidí reunirme con él a ver qué quería.
Esa tarde, como a eso de las 5 pm, mi secretaria lo condujo a mi despacho. Como había llegado un poco tarde, la cita era a las 4:30 pm, ya me dispuse contra de él, pero me tranquilicé regando unas matas que tengo en la oficina. Eso generalmente me relaja.
-¿Y el señor Manuel?- preguntó con voz altanera.
-¡Ups!- pensé -¿Y este no sabe que yo soy el Sr. Manuel?-
A ver, hacía unos años, recién fundada mi compañía, había decidido mantener un perfil bajo y utilizar adrede un nombre que no permitiera saber que era una mujer la dueña y directora: “Manuel S. Requena y Asociados” No existía nadie con ese nombre en la compañía, pero mucha gente pensaba que el Sr. Manuel Requena era el dueño y yo simplemente me mantenía en segundo plano. Poco a poco, los más avispados me fueron conociendo, pero por camaradería o lo que fuera, mantenían el secreto.
Ese fue el segundo error del Sr. Imbécil.
-El Sr. Manuel viene enseguida- le respondí con voz baja, bajando los ojos, pero sin dejar de verlo.
-Mmmm. No me gusta que me hagan esperar- gruñó y se sentó en uno de los sofás frente al escritorio vacío.
-¿Será que me puede servir un café, señorita?- dijo cometiendo un nuevo error. Estaba empezando a enojarme, pero una nunca debe hacerlo, sólo lo suficiente para cortarle la cabeza, pero no más.
-Como no, señor- respondí mientras le servía un café de un elegante juego de cafetera que mantengo en mi oficina. Me encanta el café.
-¿Cómo lo desea?- le dije armando mi estrategia y regalándole una seductora sonrisa.
-Negro y con azúcar- respondió devolviéndome la sonrisa. Después siguió:
-¿Y cómo te llamas?- dijo tuteándome. Más errores.
-Cecilia- le mentí.
-Y a ver, Cecilia, ¿Hace mucho que trabajas con el Sr. Manuel?-
-Si, señor, pero no estoy muy contenta- le dije lanzándole el anzuelo.
-¿Y porqué no estás contenta?- dijo tragándoselo completo.
-No he podido ascender. El señor Manuel no reconoce lo que yo valgo-
-¡Ah! Pero eso podría cambiar muy fácilmente- se lanzó el imbécil -yo podría ayudarte-
-¿Si? ¡Qué emocionante!- le dije acercándome y poniendo mi mejor cara de puta -¿Y cómo me podría ayudar?-
-¿Te puedo decir un secreto Cecilia?- dijo con palabras seductoras.
-Claro, claro- respondí acercándome más a él.
-Mi plan es comprar esta compañía- me dijo en voz baja -Pero ellos no lo saben. Así que no puedes decirles nada-
-Claro, claro, no faltaba más-
-Cuando yo sea el jefe, tu serás mi ayudante-
-¡Qué emoción!- dije aplaudiendo como una verdadera cabeza de chorlito, lo que ayudaba a que Mr. Imbécil se tragara más el anzuelo
-¿Y cómo va a hacer para que el Sr. Manuel le venda la compañía?- le pregunté.
-Bueno. No sé si debiera decirlo, tendría que saber que puedo confiar en ti- dijo con ojos “seductores”.
Tuve que hacer un esfuerzo para no botarlo de ahí inmediatamente. Por el contrario, le tomé la mano y le dije:
-Claro que puede confiar en mis. No saldrá una palabra de mi boca-
-Bueno Cecilia, voy a decirte. Cuando el Sr. Manuel vea el negocio que voy a ofrecerle pensará que es tan bueno que no podrá negarse. Luego, poco a poco, iré cambiando las cifras sin que él se de cuenta y él seguirá pensando que todo va perfecto. Para cuando se entere del engaño, ya estará enterrado tan profundo que no podrá negarme nada. Lo amenazaré con publicar todo y enviarlo a la ruina o peor a la cárcel por estafador, ya que todo parecerá que fue hecho por él. Como “solución” le ofreceré comprarle la compañía y que él se retire elegantemente. ¿Qué te parece?-
-No entiendo mucho de eso, señor, pero me gusta el final. ¿Qué debo hacer yo?-
-Es muy fácil Cecilia. Tú tienes acceso a los papeles confidenciales del Sr. Manuel ¿no? Basta con que les saques copia a algunos que yo te diga y me los envíes. Luego yo te daré otros papeles que tú pondrás mezclados con los de él ¡y listo!-
-No parece muy difícil- le dije casi temblando de rabia, pero conteniéndome y acercándome más a él, mirándolo con ojos de admiración.
-¿Ves que es muy fácil Cecilia?- me dijo acariciándome la mano, lo que me produjo un asco terrible.
Luego le pregunté algunos detalles más de cómo manipulaba los números y me confesó que lo había hecho varias veces antes y nadie se había dado cuenta y así era como había hecho crecer a su compañía tan rápidamente.
Ya tenía suficiente.
-Bueno- le dije soltándome la mano, endureciendo la mirada y moviéndome hacia mi escritorio -ya desde estar por llegar el Sr. Manuel-
-Ya va siendo hora- dijo él -aunque me encantó hablar contigo Cecilia. Toma mi tarjeta y llámame pronto para invitarte a cenar y contarte todos los detalles-
-Claro, claro- le respondí sentándome en mi escritorio y tomando el teléfono.
-Marta- llamé a mi secretaria -¿Puedes decirle a Tomás que venga a mi oficina inmediatamente? Y entras tu con él, por favor-
El señor imbécil me miró extrañado de cómo había ordenado eso de una forma tan segura, pero no dijo nada.
Unos momentos después oí unos golpecitos en la puerta y en seguida entraron Marta y Tomás. Éste era el encargado de seguridad de la empresa y parece una nevera. Mide más de 1,80m y sabe karate, ju-jitsu y no sé cuantas cosas más, pero además es experto en informática y en toda la tecnología relacionada con espionaje, contra-espionaje y hackeo. Marta, además de mi secretaria es abogado y sabe de todo. No la he podido convencer de que se dedique solamente al derecho, ella dice que disfruta mucho más trabajando conmigo. Además ambos me adoran y harían lo que fuese por mí. No tengo ni qué decir que les pago muy bien por lo que hacen.
En fin, cuando ellos entraron, el señor imbécil los vio y volteó a verme a mi extrañado. Yo no le devolví la mirada, sino que me dirigí a Marta y a Tomás.
-Este señor aquí se está yendo. Por favor asegúrense que sale de aquí sin llevarse nada. No estoy segura de si intentará robarse algún cuadro o alguna computadora- dije despreciativamente -Además, quiero que después revisen los videos de lo que hemos hablado, creo que hay suficiente material para asegurarse que lo vaya a visitar hacienda, la oficina de impuestos y quizás hasta la policía-
-Si, señora Perez- respondieron ellos. Normalmente me llamaban por mi nombre de pila, Manu, pero en estas condiciones me trataban como su jefe que era.
El señor imbécil no entendía nada y me miraba desconcertado.
-¿Pero qué es esto? ¿Es una jugarreta?- comenzó a protestar levantándose de la silla -¿Dónde está el Sr. Manuel?- En un segundo Tomás estaba parado a su lado por si se ponía violento.
Lo miré de arriba a abajo y decidí terminar de destruirlo:
-Si hubiese hecho su trabajo bien hubiese sabido que la dueña y directora de esta empresa soy yo- le dije -Si, yo soy el Sr. Manuel, al que Ud. amenazó con destruir y de paso, tratando de socavar a la fiel “Cecilia”. Ahora haga el favor de desaparecer de mi vista, mientras yo hago un par de llamadas a mis amigos de la Sociedad de Empresas de Mercadotecnia para convocar a una sesión urgente y que lo suspendan de la asociación, además de la denuncia a las autoridades correspondientes-
-Pero yo… pero yo…- decía temblándole la voz, mientras manoteaba desesperadamente, hasta que Tomás lo tomó del brazo y lo condujo mas o menos forzado hasta la puerta, por donde desapareció de mi vista.
-Lo siento Manu. ¿Tan mala fue la cosa?- me dijo Marta cuando se fueron.
-Completamente asqueroso, ya te darás cuenta cuando veas los videos- le respondí.
Desde hacía mucho tiempo yo tenía la costumbre de grabar las reuniones que me parecían importantes para asegurarme de todo lo que se decía o dejaba de decir, viendo las caras de cada uno de los presentes y sus reacciones. Como en el poker, que practico con asiduidad, era una excelente forma de saber las verdaderas intensiones de las personas.
-Y ahora mejor me voy a mi casa. Quiero darme un baño para quitarme la porquería que ese imbécil derramó sobre mi- le dije a Marte recogiendo mis cosas.
Cuando tomé el último trago de mi whisky me di cuenta de que ya me sentía mejor. Pronto ese imbécil se hundiría en la mierda que había estado haciendo.
Puse el vaso a un lado y coloqué mi mano en mi teta izquierda, dándole un apretón cariñoso, que ella agradeció haciendo crecer el pezón.
Me quedé pensando a ver qué quería hacer ahora. Tenía varias opciones: a) tomarme otro whisky y seguir contemplando el atardecer y luego masturbarme, b) darme un baño, comer y después irme a la cama y masturbarme; c) masturbarme de una vez…
-Jejeje- me reí. - Parece que hoy todas las opciones terminan con lo mismo-
Desde hacía muchos años, yo había decidido que mi placer sexual dependería de sólo de mí misma. A ver, no es me desagradase una buena cogida, simplemente, cuando me provocase, me haría una buena paja y listo. Yo decía que es como cocinar. A veces vas a un restaurant y un chef te prepara un excelente plato. Otras veces, cuando te da la gana abres la nevera, buscas lo que te gusta en ese momento y te lo comes. A veces es un bocadillo, otras un elaborado plato, pero ambos preparado por ti misma. Así pues, de vez en cuando me cojo a algún tipo o a alguna tipa, no tengo problemas con eso; pero también siempre mantengo mi nevera llena de cosas ricas para comer en casa, es decir, masturbarme deliciosamente.
¡Y hoy evidentemente me provocaba comer en casa!
Así pues me decidí por la primera opción con ciertas modificaciones. Primero me levanté y me preparé un segundo trago, dándole un sorbo y dejándolo en la sala. Luego recogí mi ropa y la llevé al cuarto, terminándome de desvestir, colgando el traje en el closet y poniendo el resto en la cesta de ropa sucia. Seguidamente cogí una sexy bata de seda medio trasparente, aunque no estaba segura de porque, porque me encantaba andar desnuda por la casa, pero igual, tomé la bata y me la puse.
Me contemplé en el espejo y me sentí bien. Mis tetas estaban duras y respingonas, gracias al cirujano plástico. Me habían costado caras, pero después de un parto y unos cuantos años de abuso, había decidido que las quería perfectas. El resto del cuerpo estaba también en muy estado, considerando mis 43 años. Había parido a los 16 años y claro, en esa tiempo mi piel estaba joven y resistió los esfuerzos del embarazo sin dejar muchas marcas. Cuando mucho más tarde empecé a sentir los efectos del tiempo, comencé a cuidarme y a asistir a un buen gimnasio y con la ayuda de un experto, mantenía la tonalidad de mis músculos y sobre todo, mi esbelta figura.
Contenta, me fui por fin a mi gaveta de juguetes y contemplé mi colección. Había de todo, desde los más inocentes hasta un Sybian para los momentos de locura. Hoy quería premiarme, pero al mismo tiempo mimarme, así que saqué dos juguetes. Un masajeador Hitachi y un rabit, sin estar segura de cual utilizaría al final o quizás los dos…
Una vez de regreso a la sala, puse los juguetes en el sofá y luego me senté, viendo cómo la ciudad comenzaba a encender las luces y el atardecer se terminaba. Apenas un tenue color rojo se atisbaba por donde acababa de ponerse el sol.
- Vaya. Me perdí el atardecer- me dije mientras colocaba mis pies en la mesita. Sorbí un poco de whisky del vaso que sostenía en la mano derecha y mientras que la mano izquierda la dejé caer sobre mis tetas cubiertas por la bata.
Cerré los ojos y respiré acompasadamente, mientras el whisky calentaba mi cuerpo. Pensé en Tomás y Marta, los adoraba y me cogería a los dos sin pensarlo… si no fuesen empleados míos. Era una regla que había respetado siempre y que creo que me había resultado bien.
A lo largo de los años me había cogido a una buena porción de compañeros de trabajo y, sobre todo, a personas en puestos superiores, pero nunca a nadie que estuviese por debajo de mi. Eso hubiese complicado la relación jefe-empleado como se la complicó a aquellos jefes a quienes seduje con toda la premeditación que pude.
A ver, desde que aprendí las cosas de la vida, me di cuenta que tendría que utilizar todas las armas de que disponía para, primero subsistir, para criar a mi hijo en mejores condiciones de como fui criada yo y finalmente para triunfar. Entre esas armas, y no precisamente estaban en último lugar estaba el sexo. Cuando descubrí que los hombres (y algunas mujeres) querían acostarse conmigo, pensé: - ¿Y si yo aprovecho esto para obtener esto otro?-
Así pues, poco a poco fui aprendiendo a utilizar mi cuerpo y claro, como mi inteligencia también, para ascender. Sin tratar mal a nadie, sin abusar de nadie y sin dañar a terceros. Y sobre todo, no dejar que nadie abusara de mí, como pensaba el imbécil de esta tarde.
La mayoría, por el contrario, salía beneficiado. Todavía recuerdo de un Gerente de Ventas que me llevó a un congreso de ventas en otra ciudad. ¡Casi no salimos de la habitación por tres días! Al final teníamos nuestras partes casi en carne viva de tanto uso que les dimos. Jajaja .
Mis dedos jugaron con el pezón de mi teta izquierda que parecía haber recordado a aquel gerente.
Al final le dieron a él un premio y que cuando subió a recogerlo, cojeaba lastimosamente debido a un mordisco que le había dado mientras me cogía por el culo. Nadie supo nada, pero poco tiempo después lo ascendieron nombrándolo encargado de todos los negocios en otro país y a mi me dieron su puesto, ¡gracias a su recomendación!
Tomé otro sorbo de whisky, mientras que mi mano bajaba y me ahora me acariciaba los vellos del monte de venus. Bajando de vez en cuando a las cercanías de mi clítoris.
Finalmente, cuando tuve suficiente experiencia y capital, me retiré de la empresa y fundé mi compañía “Requena y Asociados”. Busqué a otros que había conocido a lo largo de mi carrera y me los traje ofreciéndole mejores condiciones de las que ganaban en sus respectivos trabajos y aquí estábamos, 4 años después, calladamente dominando el mercado.
Con mis dedos acariciaba ya mi clítoris y estaba decidiendo con cual de mis dos “amigos” seguiría. Volví a paladear el whisky y luego dejé el vaso en la mesa, mientras agarraba el masajeador. Lo encendí y vi como su bulbos cabeza empezaba a vibrar. Lo puse en un modo bajo y me lo apliqué sobre el clítoris.
Mi manos izquierda volvió a mis tetas, cambiando de una a otra de acuerdo con lo que cada una me pedía.
La vibración me calentaba el cuerpo poco a poco, mientras sentía cómo me iba inundando por dentro.
Dejando las tetas, bajé la mano y me toqué. ¡Estaba empapada!
Separé de mi clítoris al masajeador pues no quería acabar tan pronto, moviéndolo por todo los alrededores de mi vulva, separando las piernas para tener espacio por donde pasar su mágica cabeza.
Pronto mi cuerpo se encontraba donde quería, caliente y con los nervios a punto de estallar.
Decidiendo que ya era hora, volví a acariciar el clítoris con el masajeador y pocos minutos después estalló el orgasmo.
-AAAAAHHHHHH- gemí mientras me metía la cabeza del masajeador en la vagina. Era muy grande, pero me dio un extra de placer que prolongó un tiempo más mi placer.
Luego lo retiré, apagándolo y dejándolo a mi lado para limpiarlo y guardarlo después.
Por último y mientras me relajaba, tomé el resto del whisky, con toda tranquilidad.
Al día siguiente me desperté temprano y fui al gimnasio, donde mi entrenador decidió vengarse de mi haciéndome hacer cuántos ejercicios le dio la gana. Bueno, probablemente no más de los normales, pero hoy tenía flojera, así que me costó un poco.
Me bañé en el gimnasio y salí de compras, pues me hacían falta algunas cosas, desayunando cualquier cosa en la panadería del automercado.
Serían las 2 de la tarde cuando por fin me senté a revisar mi correspondencia en la computadora. Perdido entre cientos de correos basura y otros de los que se encargaría Marta el lunes, encontré uno de mi hijo Marcos ¡qué alegría!
Inmediatamente lo abrí para leer lo que decía. El vivía en Alemania desde hacia años, se había ido a estudiar el postgrado allá y luego se había casado con una alemana y vivían felices en München.
“Querida mamá, llego mañana domingo en el vuelo de Lufthansa que aterriza a las 11 de la mañana. No me vallas a buscar al aeropuerto, yo me voy en un taxi”…
-Tan bello, mi hijo, siempre tratando de no molestarme…-
“… después te cuento con detalles, pero me separé de Anne-lisa y estamos en trámite de divorcio. Me quedaré en la casa por un tiempo.”
-¡Oh! No puede ser. Ellos se querían tanto!-
Volví a leer el correo, pero no había duda. Me alegraba tenerlo de regreso a casa, pero divorciándose… ¿Qué podría haber pasado? Seguro que era culpa de ella… me sonreí por dentro. Nosotras las madres nunca aceptaríamos que era culpa del hijo. Siempre sería la culpa de ella - Esa bruja que lo hechizó…-