Manu, el chulo de la clase (I)

Cómo conseguí que el malote de mi colegio viniera a mi casa y follara entero

En casi todas las clases está el típico malote que suele estar bastante bueno. En mi caso, Manu, un chico poco estudioso y de buen cuerpo. Él es alto y bastante delgado, pero fibrado, moreno y bastante chulo. A finales de curso se empezó a rumorear que era homosexual, lo que en un principio dudé pero a la vez me puso tremendamente cachondo. Ambos teniamos los 18 años recién cumplidos. Yo soy moreno también, delgado y bastante más bajo que él. Hacía ya cierto tiempo que la gran mayoría de mis masturbaciones eran pensando en él y en la gigantesca polla que en alguna ocasión había tenido oportunidad de contemplar marcada, embelesado a través de su pantalón. Había cordialidad en clase entre nosotros dos, aunque no nos tratábamos muchos. De vez en cuando y gracias a mi buena capacidad para tomar apuntes, yo se los prestaba y; gracias a esto fue como conseguí que me follara:

-Samu, ¿me dejas tus apuntes para que te los fotocopie?

-Sí, pero no los tengo aquí, los tengo en mi casa. Pásate esta tarde si quieres y los recoges.

De modo que le di mi dirección y quedamos en que esa misma tarde el pasaría por mi casa.

Más guiado por las hormonas que por la sensatez, me dije a mi mismo que tenía que provocarlo hasta conseguir excitarlo, pues si eran ciertos los rumores de su homosexualidad, no sería yo quien desperdiciara oportunidades tan suculentas como su enorme mencionado rabo.

Cuando, a la tarde, le abrí la puerta de mi casa yo estaba vestido simplemente con un corto pantalón sin ropa interior debajo (para que se notase más mi erecta polla). Al verme, se sorprendió notablemente de ver mi torso desnudo, aunque actuó como aquello fuese lo más normal. Cuando le invité a pasar vi cómo posó fugazmente sus ojos en el bulto de mis ajustados pantalones.

Lo guié hasta mi cuarto, donde tenía los apuntes y, cuando se los iba a entregar, fingí un descuido de manera que se precipitaron desordenadamente al suelo. Emitiendo una disculpa, me puse a cuatro patas a recoger los papeles. Al agacharme, se bajo ligeramente el pantalón tal y como tenía previsto, dejando ver la parte superior de mis nalgas pidiendo guerra. Si la imagen de un chico guapo, a cuatro patas sin camiseta bajo sus pies y dejando ver parte del culo no excitaba a Manu, estaría visto que no era homosexual.

No fue así, pues no tardó Manu en agacharme y, cogiendome de las nalgas me dijo al oído: "ya sé lo que buscas, nene".

Como activado por un resorte, me despojé de mis pantalones dejando ver, ahora sí al natura, mi largo pene y mi lisito y depilado culito apretado. Manu se bajó sus pantalones descubriéndome la polla con la que tanto me había pajeado imaginándola. Sin embargo, ahora que la veía de verdad, se me antojó más larga, más gorda y ligeramenta curvada hacia arriba. No tuve mucho tiempo para contemplarla, pues en apenas segundos me cogió del pelo y atrajo mi cabeza hasta su nabo. Mediría unos 19, 20 cm., lo cual no me impidió disfrutar intensamente chupando y saboreandolo mientras él gemia levemente. Cuando se cansó de que no me metiera su pito más de la mitad, sin previo aviso me embistió con violencia, violándome la boca y penetrándola hasta la garganta. Pese a las múltiples arcadas que me provocaba la dificultad para respirar aquel rabo atravesado en mi garganta y follándola fuertemente, aquello me provocó un placer inmenso.

Lo siguiente fue ponerme a cuatro patas en mi propia cama y empezar a abrirme mi culito con su propia saliva y sus propios dedos. Si aquel simple entremaniento ya me dolía, no podía imaginarme cuánto iba a doler su nabazo a toda velocidad. No tuve que esperar mucho para conocer la respuesta.

-Manu, cuando me la metas ve despacito, que nunca me han follado

-Calla, putita

Que me llamara putita no solo me desveló sus intenciones de follarme sin piedad, sino que me excitó enormemete. Tal y como estaba claro, Manu empezó metiéndola hasta el fondo y a una velocidad considerable. Mis gemidos de dolor y placer solo parecían animarle a que bombeara con más fuerza mi pobre culo. Pero esa velocidad que yo pensaba lenta, no fue más que un principio de lo fuerte que me empezó a dar después. Notaba las paredes de mi ano chocar contra su polla y cómo inutilmente intentaban resistir las sacudidas de Manu.

-Me he cansado, ponte tu ahora encima.

Se tumbó boca arriba en mi cama y yo me dispuse a sentarme sobre su rabo de espaldas, pero me dijo que me pusiera mirándole a él, que quería verme mi cara cuando me reventaba por dentro. Me giré e intenté sentarme de nuevo, pero no podía. Apenás tenía la mitad de su pene introducido en mi culo ya no podía seguir del dolor. Él me cogió de las caderas y me obligó a sentarme del todo, a lo que respondí con un gemido y él con una risa burlona.

-Venga, cabalga, vamos...

Inmediatamente empecé a mi ritmo a sacarme y meterme esa polla que notaba que me atravesaba que parecía no tener fin, gimiendo involuntariamente a tal volumen que temía ser escuchado por los vecinos. A Manu le ponía, sin duda alguna, cachonda mi cara de desvirgado siendo follado, y a mí me ponía la cara de dominador lleno de placer que él ponía cada vez que me llegaba hasta el fondo.

Estoy seguro de que por él hubiera seguido empalandome el rato buen rato más, pero su corrida era inminente, de manera que rapidamente me despenetró y cambiamos de posición para que yo la chupara. En menos de un minuto empezó a gemir descontroladamente y en su cara se pudo leer lo que iba a pasar: chorros y chorros de leche empezaron a salirle llenándome la cara entera, el pelo y la boca de semen.

-Traga el de la boca -me dijo entre gemidos. Así lo hice, pues era una de mis fantasías más ansiadas. Después de vaciarme entre la cara completamente lefada, y la boca se vistió y se fue; dejándome con el culo rojo y dolorido, mi cara llena de leche y mi polla a punto de explotar.

Apenas unas semanas más tarde, quién me hubiera dicho que los roles camiarían y que sería yo quien me follara al chulo de la clase. Pero eso, será otro día.