Mantis religiosa

Me divierte oírte decir que soy perversa.

Me divierte oírte decir que soy perversa. Siento el temblor de tu voz, el ansia que te llena, el deseo que transmite tu respiración y ello me llena de placer. Sí, soy perversa, porque no me conformo con esos placeres mundanos a los que aspiran la generalidad. Disfruto sintiendo cómo te deshaces y creces bajo el impulso de mis deseos. Te imagino, me imagino y decido que ha llegado el momento por el que tanto te has esforzado.

Te quiero mañana a las dos en punto en la puerta del Restaurante San Lorenzo, de traje y corbata y con un detalle para mí

Seguidamente he colgado, ni siquiera he esperado tu agradecimiento, puedo oírlo sin que lo digas, puedo palparlo sin rozarte, puedo olerlo como el más delicado de los perfumes. Esta es la grandeza de la dominación: se disfruta desde que se imagina el encuentro, cada detalle va in crechendo, creando cada pausa, modelando cada acto para hacer único y mágico cada instante del tiempo que estarás a mis pies.

Espero mucho de ti, he intuido tus cualidades. Me encanta ese sentido del humor que trasluces tras cada palabra de sometimiento. Así es como me gustas: con carácter, digno y brillante, seguro de ti mismo y ansiando perderte en mí.

Seguro que te encanta el traje que he elegido para nuestro encuentro, nada extravagante, sin adornos innecesarios. Verás las joyas donde has de verlas: en el brillo de mis ojos, en el rojo de mis labios, en el botón desabrochado de mi blusa que insinúa mucho más de lo que permite ver y en estos zapatos de aguja que serán objeto de tu mirada y desasosiego mientras permanezcamos en el restaurante.

Ahí estás, me gusta tu porte, tu pose, también la corbata que has elegido. Tienes las manos a la espalda, sin duda para ocultar el pequeño paquete con mi regalo. Te delata tu mirada nerviosa, pendiente de cada movimiento en la calle, me llena ese desamparo que tienen tus ojos buscándome. Resulta magnífica en contraposición con esa solvencia de hombre de mundo que contemplan los demás.

Bajo del coche y mientras le entrego las llaves al aparcacoches, te ofrezco la mano y una sonrisa para que te acerques. No dudas, sabes muy bien lo que espero de ti, tomas mi mano e inclinando la cabeza la besas gentilmente.

Me sigues al interior, el restaurante está concurrido, pero seguro que tú no lo percibes. Así es como ha de ser, el mundo que deseas está ante ti y todo lo demás carece de sentido. He elegido un menú ligero, nada que amodorre tus sentidos, y un buen vino con el que brindar.

Me ofreces el presente con una sonrisa y una explicación que te brota a borbotones:

Dudé qué sería lo adecuado, Señora, sabía que se refería a algo de valor simbólico, deseo haber acertado y que sea de su agrado

Abro el precioso envoltorio con su delicado lazo y encuentro un par de medias de seda, su tacto es deliciosamente suave. Te oigo susurrar:

No sabe cuanto envidio esas medias que tendrán la posibilidad de acariciar sus piernas, Señora

Me gusta el regalo, me encanta ese tono suplicante de tu voz y te correspondo con una sonrisa, seguro que no te ha pasado desapercibido el tono de mi mirada, pero aún así mis palabras te sorprenden:

Me encantan las medias, putita, seguro que te quedan magníficas con el regalo que he traído para ti- te tiendo un paquetito que he sacado del bolso- Ve al baño y ponte ambos, lucirás deliciosa

Cuando regresas a la mesa sigues siendo el hombre elegantemente vestido que estaba hace unos minutos esperándome en la puerta, sólo que ahora tu intimidad luce un precioso liguero y esas delicadas medias de seda que te hacen sentir lo que eres y para lo que has venido: el objeto de mi placer.

Me divierte ofrecerte un segmento de mi postre de frutas servido en esa cucharita que segundos antes he metido en mi boca. Lo hago mientras te miro fijamente. Estoy disfrutando y quiero continuar con mi diversión:

Estas llaves pertenecen a la dirección que tienes escrita en la nota, quiero que vayas allí, deberás desnudarte, solo dejarás puestos tu corbata, el calzoncillo, el liguero, las medias y unos zapatos de tacón que encontrarás en el recibidor. Junto a ellos encontrarás un antifaz, abre el escobero que hay en el recibidor, te metes de rodillas en él y te pones el antifaz. Esperarás allí mi llegada ¿entendido?

Sí, Señora

Puedes marchar, perro

Te he dado quince minutos de ventaja con lo que estimo debes de llevar diez metido en el cuarto de las escobas, aunque he sido compasiva, lo vacié para que estuvieses cómodo

Seguro que esperabas ansioso el sonido de la llave en la cerradura y el taconeo de mis zapatos, paso cerca del escobero, sonrío y continúo hacia el salón, pongo música y me dirijo al baño, estoy convencida de que oyes cada gota del agua de la ducha y también que captas que he entrado en la habitación para cambiarme y que tu corazón late acelerado cuando sientes el taconeo cada vez mas cerca de ti.

Es una pena que tus ojos tapados te impidan ver mi cara de satisfacción. Estás realmente espléndido, sudoroso, arrodillado, con la dualidad sexual que permiten tus prendas y esa boca entreabierta que recorro con mi dedo índice. Lo besas, lo lames, te dejo hacer. Me encanta que lo busques cuando lo alejo, ese puerto que siento encuentras cuando reposa en tus labios, cómo se abre tu boca ofrecida a la penetración.

Tiro de tu corbata, será tu collar y correa al mismo tiempo, seguro que a partir de hoy la lucirás con frecuencia, cada vez que te sitúes frente al espejo para ajustarla, sentirás lo que significa, sentirás a quien perteneces y me adorarás por permitirlo.

Me sigues arrastrando las rodillas. Te he situado en el centro de la habitación y ordenado que pongas las manos en la nuca, me encanta recorrer tu cuerpo con mis dedos, siento cómo se eriza tu piel al contacto, ahora no hablo, quiero que te llenes de tacto, envolverte poco a poco para que recibas la puntera y el tacón de mi zapato, que lo sientas en tu pecho varonil, que sientas cómo baja poco a poco por tu vientre hasta pisotear tu masculinidad que me recibe erguida ¡cómo me gustas, perro!

Ahora te acaricia mi voz mientras te lame la fusta, sin prisa, sin ansia, como se disfrutan las cosas que valen la pena. Apenas enrojece tu piel porque es tu alma la que quiero ver arder. Me encanta el sonido de tu agradecimiento, esa cadencia con la que pronuncias la palabra Señora al compás creciente de la fusta. Sudas, empiezas a gemir, suplicas que siga usándote cuanto me apetezca. Levanto tu barbilla, miro tu boca entreabierta y mi lengua penetra tu boca mientras mi tacón se clava en tus huevos ¡que magnífica sensación!

Sientes que tiro de nuevo de tu corbata/collar y me sigues solícito y arrastrado, mis piernas se han posado sobre tus hombros, acerco mi sexo a tu nariz para que puedas oler mi feminidad encendida y siento tu lengua chocar contra mi braguita

¿Quién te ha dicho que puedes usar la lengua, puta perra?

Sientes cómo tiro de tu corbata y como tu cuerpo se posa sobre mis piernas, bajo tus calzoncillos a la altura de tus rodillas y te azoto marcando mis dedos en tu culo

yo te enseñaré a pedir permiso ¿cómo te atreves a querer lamer mi coño? ¿crees haberlo ganado?

Lo siento, Señora, castígueme como considere adecuado

Jajaja, ¿así es que ahora me das permiso para castigarte? Te voy a enseñar la diferencia entre esto y lo que es un castigo

Te empujo al suelo, mi zapato te indica que te quiero tumbado sobre él. Me gusta lo que veo. Tus calzoncillos a media rodilla, las medias rotas por el roce con el suelo, el liguero grotesco en ese cuerpo absolutamente masculino con esa polla que parece clamar al cielo. Me quito las bragas y me siento a horcajadas sobre tu pecho

¿es esto lo que querías saborear? – lo digo mientras las meto en tu boca, me doy vuelta sobre tu cuerpo tumbado y aprisiono tu polla entre mis zapatos- así es que la perra está caliente, pues vamos a darle calor

Sientes como te despojo de los zapatos y las medias, junto tus tobillos y los anudo con una de ellas, repto sobre tu cuerpo y colocando mi sexo en tu boca repleta de bragas, anudo tus muñecas con la otra media

vamos a colgarte como si fueses la colada, por puta, por perra y por ese rabo tieso que te delata

Muevo las caderas sobre tu cara, quiero que seas consciente de cuan húmeda estoy, quiero que mis jugos calen tu piel y que tu lengua siga pugnando por encontrarme entre la tela que te llena. Pellizco uno de tus pezones, tiro de él, lo retuerzo y cuando está a mi gusto lo absorbo, al retirarse mi boca, sientes el frío de la pinza que lo aprisiona, ahora el otro.

mmm… qué preciosos huevos hinchados de esperma deseoso de salir, vamos a colgarlos también,- sientes cómo los acaricio y luego la pinza que se posa rabiosa, una, otra, otra, una mas

Ahora sientes mi mano acariciar tu tronco

¿te gusta, perro? ¿no pensarás que has venido aquí para que te pajee, verdad? –asientes y niegas a la vez. Estás delicioso con esas pinzas que parecen dolerte tanto adornando tu rabo

Me levanto, las muevo con la punta de mi tacón. Me encanta que me ofrezcas ese sufrimiento que parece embargarte. No puedo resistirme, eres toda una tentación, quiero que me des más y enciendo una vela roja, voy rociándote con ella, desde el cuello pasando por tus tetas pinzadas, arremolinándose en tu vientre. Te veo jadear, me parece que suplicas bajo la tela de las bragas ¿pides clemencia? No, todo lo contrario, eres una puta perra que está deseando le bañe de cera calentita los genitales. Tendrás que agradecerme lo benévola que estoy siendo contigo. Gritas, chillas, pero es porque quieres mas, quieres que te pisotee los huevos, quieres que sodomice tu culo de perra…todo a su debido tiempo, querido.

Mira cómo te has puesto, perdido de cera, tendremos que limpiarla. Te arrastro hasta una puerta, te sujeto a las argollas que la adornan, y con infinita paciencia me dedico a quitar cada muesca de cera con un gato de nueve colas…pena que hallan caído las pinzas también, estabas guapísimo con ellas. Acaricio tu cuerpo atado, me provocas, me enciende tu piel sudorosa, me gana tu alma de perra viciosa. Quiero follarte, te lo digo al oído, tu cabeza se mueve afirmativamente. Claro que sí, perro ¿acaso lo dudabas? Será sí cada vez que yo quiera.

Me encantan esas nalgas ofrecidas, me gusta cómo se abren a mi dedo, me gusta el movimiento de tus caderas buscándolo, me gusta cómo se ha retorcido tu cuerpo cuando le he clavado la polla de mi arnés, así me gusta cabalgarte, jaca, hasta chocar mi cadera con tus nalgas, siento que voy a correrme de gusto con tanta entrega, así es que te descabalgo, pongo tu cabeza sobre el sofá, descubro tus ojos y saco las bragas de tu boca. Ahora si, puedes meter tu lengua en mi culo, puedes llenarla con los jugos que tanto has deseado, te has portado tan bien que te regalo mi orgasmo.

Ven al baño que te has ganado el derecho a disfrutar. Así perro, arrodillado en la bañera, frota esa polla mientras miras con adoración el coño de tu Dueña que te bautizará y regará con el mejor de los cavas.

Me llevo tu regalo, ahora sí que son preciosas estas medias de seda.

P.C. dedicado a duk