Manoseando a Susana en la Plaza de Molviedro

Un relato de esta página (“Manoseada en la Plaza Molviedro”) me inspira un final alternativo para la situación que plantea originalmente. Al final una escena de manoseo termina con una cadena de exhibicionismo, voyeurismo, intercambio... "marraneo" por las calles de Sevilla, en suma

Esta historia nace como un atrevido homenaje a Susana, después de haber leído su relato “Manoseada en la Plaza Molviedro” ( http://www.todorelatos.com/relato/75363/ ), que si bien me resultó delicioso por su temática y situación espacio temporal –una conocida plaza del centro de Sevilla en plena Semana Santa-, por otra parte no me satisfizo completamente su resolución, pues consumar una cópula en plena calle atestada de gente requieren una desverguenza y desfachatez directamente proporcionales a la longitud del miembro viril que permita la consecución de dicha hazaña.

(Ni que decir tiene que para un caballero como yo, sólo serái posible acosar a una dama sin su consentimiento en el ámbito de la ficción literaria –aún así a duras penas-).

Hechas estas necesarias precisiones, creo que podemos pasar al relato en sí con el final alternativo (recomiendo encarecidamente la lectura previa del original, por su morbosidad y por la necesidad de entrar en situación).

No conseguía explicármelo, pero un año más me había ocurrido. Odio fervientemente las aglomeraciones, la “bulla sevillana”, pero había vuelto a caer en la trampa: quedé con los amigos para ver alguna cofradía el Domingo de Ramos (uno de los momentos culminantes en el calendario festivo sevillano) y, por azares del destino y de mi poca previsión, me encontraba en plena Plaza de Molviedro, separado de ellos, sin mi teléfono móvil para localizarles, agobiado por la multitud de personas que me inmovilizaba contra la pared y que apenas me dejaba respirar a duras penas, sin tan siquiera poder alzar los brazos para tocarme el rostro; algo completamente desagradable para una persona como yo. La cofradía se había presentado de súbito ante nosotros y sólo nos quedaba aguardar y presenciar su discurrir fervoroso y solemne, disfrutando del espectáculo de olores, sonidos y fervor religioso que componen estos cortejos.

De repente pude advertir que la aglomeración había tenido algo positivo, pues el azar había situado justamente delante de mí a una de esas monumentales mujeres que el Domingo de Ramos toman las calles de Sevilla para eclipsar con su belleza al mismo sol. Un vaporoso y elegantísimo vestido realzaba aún más su espectacular figura, aunque lo que más me seducía era su melena, perfectamente cuidada y peinada, perfumada como una doncella en su noche de bodas, expandiendo su fragancia con cada movimiento nervioso por la aglomeración de personas, por no hablar del monumental culazo que se adivinaba bajo su ropa y que estaba situado justo frente al peligro, esto es: a escasos milímetros de mi inquieta polla.

Un nuevo y espontáneo movimiento de la marea humana me impulsó contra la pared, aliviando aquella penosa y asfixiante sensación el hecho de que la joven se vio literalmente estrujada contra mi pelvis. Puedo jurar que no hice nada para provocar que su excelso culo se encajara abiertamente contra mi miembro, aunque para ser sincero me alegré de ello, al igual que él, que comenzó a cobrar vida espontáneamente. Ella no pudo por menos que notarlo y miró de reojo un tanto molesta hacia atrás e intentó separarse un poco, aunque su movimiento resultó infructuoso, pues la marea nuevamente la impulsó contra mi ariete, que ya la esperaba ufanándose de su buena estrella. Como me molestó un poco su mirada de reconvención, decidí darle motivos para su enfado, por lo que descaradamente osé tocarle las nalgas, ya que la multitud me ofrecía cómplice cobertura para ello. El tacto de su culo no me defraudó en absoluto, pues mi mano asió sin demasiados tapujos una nalga mollar y voluptuosa. Al tiempo que desvergonzadamente manoseaba el culo de aquella belleza, procuré mirar su rostro de soslayo, comprobando que en un primer momento esbozó un rictus de enfado, para pasar a una mueca de sorprendida inactividad, pues no reaccionó negativamente a mi ya abierto interés sexual por ella, por lo que acerqué mi rostro a su pelo, aspiré profundamente el perfume que emanaba de su cabellera y de su cuello y le susurré al oído:

-         Espero no molestarte…

Ella ladeó su cara guapa y me musitó en voz apenas perceptible

-         Cerdo.

Huuuumm, la beldad tenía carácter y le gustaba jugar, porque aparte de su respuesta, nada hacía indicar que estuviera especialmente molesta ni por “el rabo” que le había colocado ni por el sobeteo al que estaba sometiendo a su culo, así que decidí dar un paso más allá; con la mano libre le fui recogiendo disimuladamente el vuelo de su vestido hasta llevarlo al final de sus muslos, me apercibí de que ninguno de los que nos rodeaban estuvieran al tanto de mis manejos y me lancé; pasé mi mano bajo su vestido, localicé rápidamente el borde de su braga, que por cierto era tipo tanga y con presteza dirigí mi dedo corazón hasta su recóndito coño.

Al tiempo que mi dedo recorría toda su vulva, no perdía detalle de las expresiones de su cara. Al principio abrió desmesuradamente los ojos, sorprendida de mi osadía, pero su cuerpo no se inmutó, tan sólo se limitó a morderse un poco los labios, entrecerrando los ojos a continuación. Parece que la suerte me sonreía y había dado con una zorrita a la altura de mi depravación, pues entreabrió perceptiblemente los muslos para facilitar mi caricia vaginal, acción que aproveché para separar sus labios vaginales e introducirle el dedo en su coño hasta la segunda falange, al tiempo que le acariciaba el pelo y volvía a susurrarle:

-         Pues tú no eres menos cerdita, estás empapada y parece que te gusta que un cerdito te manosee en plena calle.

Ella no respondió, limitándose a refregar su culazo contra mi polla y a hacer que su coño palpitase alrededor de mi afanoso dedo, que no cesaba de taladrar aquel jugoso don que me había sido otorgado. Viendo que aquello prometía, cambié mi técnica, concentrando ahora mi caricia en torno al clítoris de aquella belleza lasciva que tan buen Domingo de Ramos me estaba dando. Ni que decir tiene que a ella cada vez se le hacía más difícil guardar la compostura, pues es casi imposible permanecer inalterable mientras te masturban en medio de una multitud. Como me pareció que aquello ya había llegado a un punto en el que no podíamos llegar a mayores sin que los que nos circundaban se percatasen de nuestros manejos, volví a susurrarle:

-         Guapísima, creo que si queremos seguir deberíamos ir a un lugar más tranquilo, no?

Ella sonrió complaciente y me miró de reojo con gesto pícaro.

  • ¿Y qué vas a hacerme?

  • Follarte como mereces, sin duda alguna ¿te gusta el plan? –Sólo sonrió, lo que tomé como un sí-

  • Escúchame atentamente, voy a seguir tocándote el coñito rico que tienes hasta que termine de pasar la procesión, luego iremos a un lugar discreto que hay aquí junto.

El lugar en cuestión era el mítico “Apartamentos Rosita”, un edificio de habitaciones para alquilar por horas donde habíamos follado discretamente varias generaciones de parejas de Sevilla. Es un lugar un poco cutre para  nuestros días, pero la mejor solución por cercanía para solventar aquel inesperado calentón callejero. Nos dirigimos hacia allí sin demora, pero no todo podía salir tan bien como hasta el momento, pues tal y como me sucedió en una inolvidable Nochevieja hace años, todas las habitaciones estaban ocupadas, por lo que la señora nos invitó a pasar amablemente a una salita de espera hasta que alguna quedase desocupada.

Estábamos solos allí, por lo que acomodados en un mullido sofá, entre arrumacos, besos y caricias, ella me comentó que se llamaba Susana, que era una mujer bastante liberal y que la situación le había resultado muy morbosa, por lo que decidió rematarla como fuese.

Decidí seguir calentándola, por lo que le pedí que me regalase su empapada tanga, al tiempo que eliminaba obstáculos para proseguir con el desmesurado calentón que le estaba propinando a aquella espectacular hembra, que no se negaba a ninguno de mis requerimientos. Se puso en pie y mirándome de forma lasciva se despojó sensualmente de su tanga, ofreciéndome una completa y detallada visión del culazo que hace un rato manoseaba a ciegas en medio de la multitud, así como de su rasurado y apetitoso coño, tras lo que volvió a sentarse junto a mí, pidiéndome:

  • Anda, sigue con esa paja tan gustosa que dejaste a medias en la calle, que me tienes muy salida.

No me hice de rogar y le levanté el vestido hasta el ombligo, abriéndole las piernas, comenzando un masaje lento y delicado de su maravillosa vulva, que a esas alturas estaba completamente empapada, destilando flujos vaginales que perfumaban toda la estancia. Al tiempo que la masturbaba no perdía ocasión de masajear por encima del vestido sus firmes pechos, besando con fruición su apetitosa boca, que respondía mimosa a mis caricias. Susana se dejaba hacer y gemía arrebatada por el placer que le estaba proporcionando, abriendo cada vez más sus piernas para ofrecerse a mi vista y a mis caricias.

  • Ooooooohhhhhh, mmmmmmmmmm, cómo me tienes de salida, estoy muy caliente… sigue, sigue, harás que me corra aquí mismo…

  • Ni de broma, eh? Quiero que aguantes hasta que subamos a la habitación…

  • Es que estoy muy salida, oooohhhhhh… deja que me corra, que luego te recompensaré… mmmmmmmmmm…

En ese momento oímos pasos por el pasillo que llevaba hasta la salita de estar, por lo que Susana recompuso su vestido y nos aprestamos a disimular.

La señora que regentaba el lugar entró acompañada de otra parejita de novietes calentones, a los que invitó a sentarse y esperar en el otro sofá de la habitación. Como el olor del coño de Susana era claramente perceptible en toda la habitación, la señora nos miró entre reprobadora y comprensiva, abandonando con una media sonrisa y una mirada de reojo la estancia. La otra parejita estaba muy cortada, porque debían ser novios formales y no esperarían encontrarse en aquella situación un tanto chocante, por lo que Susana decidió tensar un poco la situación, comenzando a besarme en el cuello, acariciándome el pecho y pasando la mano por mi pantalón, sobre mis genitales, sin perder de vista a los dos pipiolos, que nos miraban entre sofocados y excitados, sin saber qué decir. Susana me dijo al oído

  • Vamos, fóllame aquí delante de estos dos, estoy muy caliente, lo necesito…

  • De eso nada, que la señora nos echará de aquí y no quiero importunarla..

  • Pues nos vamos de aquí porque no aguanto más, sé de un sitio que te gustará, además: hoy quiero dar el espectáculo, sígueme el rollo…

Susana me abrió la cremallera del pantalón, sacó mi polla y sin dejar de mirar a aquellos dos novietes, me la succionó ruidosamente durante unos veinte segundos, tras lo que detuvo su mamada y levantándose del sofá, se abanicó justo delante de la otra pareja con los vuelos de su vestido, dejando al descubierto su lujurioso coño a la vista de los dos estupefactos novios, que no daban crédito a lo que estaban presenciando. Ella bajó inmediatamente la mirada hacia el suelo, incomodada por la visión del coño de Susana a escasos centímetros de sus caras, si bien no había perdido detalle durante los escasos momentos en que me propinó la fugaz mamada. Él en cambio parecía hipnotizado, pues tenía clavada su vista en el chorreante coño que se ofrecía a su mirada, del que sin duda alguna podía percibir su fuerte aroma almizclado, producto de la abundante secreción de flujos vaginales que llevaba destilados por el largo período de excitación.

El chaval comenzó a manosear los muslos de su novia, caricias que ella intentó evitar sin demasiada convicción, pues la muchacha debía estar tan caliente como nosotros tres, aunque la vergüenza de la situación le impedía desmelenarse. Susana advirtió su dilema moral, intentando con éxito solucionarlo:

  • Vamos, nena… no te cortes… nosotros nos vamos a marchar, porque voy muy salida y ya no aguanto más, necesito que este me folle sin más… os vamos a ceder nuestro puesto para que subáis a follar en nuestra habitación.

  • Gracias… muchas gracias.

  • No me lo agradezcas con palabras, guapa. Me gustaría ver cómo se la mamas tú también a tu noviete, ya que yo se la he mamado al mío delante de ti.

La chica se puso roja como un tomate, bajando nuevamente la vista, aunque alternaba el punto de atención entre las baldosas del suelo y la polla del muchacho, que parecía a punto de estallar apresada por su pantalón. La chica no pudo por menos de relamerse ante la idea de comerse la polla de su noviete, que debía haber alcanzado un esplendor pocas veces conseguido, sus reticencias parecían cada vez nmás débiles, por lo que Susana se aprestó a vencerlas sin demora.

  • Anda chaval ¿no ves que está deseando comerte la polla? Échale una manita y sácatela, que le da vergüenza pero está loca por mamar…

El chaval no lo dudó un momento y desabotonándose el pantalón, bajó su slip y liberó una polla desacompasada para su edad y complexión, pues calzaba un aparato de unos veinte centímetros, que por la excitación a la que estaba siendo sometido lucía completamente hinchado y erguido, surcado por venas azules y con el capuchón morado y desafiante. ¡joder –pensé- vaya aparato que tiene el tontito este!. Susana debió pensar lo mismo que yo, porque no apartaba la mirada de la monumental polla del crío, lo mismo que su novia, que se mordía los labios presa de la excitación, aunque no terminaba de lanzarse a comerle la polla, coartada por nuestra presencia.

  • Venga, tonta… no te cortes y chúpasela… mira que como no se la comas tú soy capaz de comérmela yo, porque tu novio tiene una polla que me está haciendo la boca agua.

Aquel comentario de Susana pareció ser el disparadero para que la joven desechara todas sus cortapisas, pues debía ser bastante celosa, amén de que en su candoroso imaginario juvenil, debía defender con uñas y dientes –y coño- una polla como esa del enjambre ávido del resto de jovencitas de su entorno, que imagino que no dudarían en follarse a su noviete para probar semejante aparato entre sus piernas.

La chica comenzó a inclinarse sobre la enhiesta polla de su novio, al tiempo que se recogía su melena suelta tras la oreja, detalle que agradecimos Susana y yo, pues nos permitió contemplar con detalle cómo su boquita de fresa engulló en el primer ataque más de la mitad del tallo del muchacho, que se acomodó hacia atrás en el sofá con los ojos cerrados, gruñendo como un cerdito satisfecho ante la perspectiva de recibir una mamada con público. La chica se aferró con su mano derecha a la porción de polla que aún quedaba fuera de su boca, aplicándose a pajearla para acompañar las succiones. Cada poco sacaba el ensalivado miembro de su alojamiento, dedicándole atenciones sólo con su lengua, que cubría de saliva toda su longitud.

  • Chupas mejor que yo, eres toda una cerdita viciosa… bien, muy bien, pero ahora cómele los huevos, que a estos guarros les encanta que se los comamos.

Ella se inclinó aún más y sin dudarlo se introdujo uno de los testículos de su novio completamente dentro de su boquita de piñón, que engañaba a primera vista sobre sus tremendas capacidades succionadoras. Comenzó a chupar sonoramente ambos testículos de forma alterna, mientras su mano resbalaba arriba y abajo por el ensalivado cilindro de carne que lucía magnífico. El chaval parecía transportado al séptimo cielo.

  • Sigue cariño, chúpame la polla ahora… oooohhhhhh ssiiiiiiii… no puedo aguantar más… me voy a correr en poco tiempo si no paras…

La chica detuvo un momento su mamada, pues le pareció que aquello era ir demasiado lejos, soportando que su novio se corriera en su boca delante de dos desconocidos, pero Susana se acercó a ella y acariciando su carita de zorrita dubitativa le aconsejó:

  • Vamos cariño, no te cortes… que lo estás haciendo muy bien, no le vayas a dejar a medias por nosotros, que está muy caliente y necesita correrse, pobrecito, no ves el nabo, que le va a estallar… a mi me da pena, si tú no quieres… se lo descargo yo…

Nuevamente la zorrita celosa y posesiva desechó la perspectiva de compartir aquella polla con nadie, amorrándose al prepucio y comenzando a mamar como si le fuera la vida en ello, mientras con una mano le pajeaba y con la otra le acariciaba los testículos. El chaval no pudo aguantar más el morbo de la situación, pues recibir aquella mamada de su novia formal delante de dos depravados desconocidos superaba con creces su aguante. Comenzó a correrse entre bufidos de toro en la boca de su novia, que diligente continuaba vehementemente con su mamada, tragando sonoramente los disparos de leche que el muchacho le dispensaba. No fueron menos de cuatro sonoras degluciones de esperma las que pude distinguir antes de que la chica consiguiera sacar la polla de su boca, la cual continuó lanzando algún chorreón más de corrida sobre su cara y lengua, pues ella no dejaba de pajearle y de de lamer su prepucio, dispuesta a extraerle hasta la última gota de lecha de aquellos huevos ya exhaustos. Tras unos segundos de ordeño, ella le miró amorosa y comenzó a limpiarle la polla de restos de su corrida, diligentemente y sin dejar un solo rastro de lo que allí había sucedido; a continuación hizo lo propio con los restos de semen que había en el contorno de su boca, los cuales recogió con su ávida lengua, engulléndolos como una auténtica marrana, decididamente aquella niñata no reparaba en medios para tener satisfecho y atado en corto al afortunado poseedor de aquel magnífico pollón.

Susana la felicitó por la espectacular mamada que le había dado a su novio, tras lo que me agarró la polla por encima de la tela del pantalón y me sacó de la salita, dirigiéndonos hacia la salida. Nos excusamos ante la señora, alegando que se nos hacía tarde, lanzándonos a la calle, sobándonos y besándonos en cada esquina y recoveco del corto trayecto que mediaba entre el edificio de apartamentos y el lugar que Susana había escogido para satisfacer nuestra calentura, que no era otro que el paseo junto al río existente a unos 500 metros del lugar donde nos conocimos, un sitio bastante tranquilo y poco frecuentado a esas horas, pues entre unas cosas y otras ya eran más de las doce. Elegimos un banco de piedra un poco apartado del camino –en realidad sólo unos cinco metros-, flanqueado por un plantón de adelfas que nos daba un mínimo de privacidad, aunque sólo para quienes transitaban un tanto alejados, pues al llegar alguien a nuestra altura éramos perfectamente visibles desde el camino, como bien pudimos comprobar…

Sin dilación, Susana se sentó y me indico que me situara de pie frente a ella, pues se había quedado con muchas ganas de comer polla tras el espectáculo de aquella parejita. Se aplicó a mamar mi polla con una sapiencia que denotaba una dilatada experiencia en el campo felatorio. No podía distinguir bien su cara guapa por la oscuridad, pero la recordaba perfectamente, por lo que no dejaba de acariciarla y de decirle lo que me gustaba que una mujer tan guapísima como ella me la estuviera chupando tan gustosamente, lo que la espoleaba a seguir chupando como una auténtica maestra.

En ese momento, una parejita que circulaba lentamente por el camino utilizando una bicicleta, en la que ella iba sentada de lado sobre la barra, tropezó sorprendida con el espectáculo de vernos en acción, bueno más bien a Susana, pues yo me limitaba a disfrutar de la mamada que me estaba regalando. El chico frenó la bicicleta y echó un pie a tierra, mirando divertido hacia nosotros, mientras la chica le conminaba a seguir y dejarnos tranquilos. Él se negaba y le pedía unos segundos más de visión de la escena. Susana oyó el ruido de la bicicleta al frenar y los murmullos entre la parejita, por lo que, sin dejar de mamar, les miró de reojo, comprobando que no perdían detalle de la situación. Ella ni se inmutó, continuando con su faena, aunque aprovechó para remangar un poco su vestido, dejando al descubierto su coño, que comenzó a acariciar con la mano que le quedaba libre.

El chico de la bicicleta comenzó a toquetear el trasero de su pareja, besándola en el cuello, sin perdernos de vista. Decididamente aquello le estaba poniendo muy caliente y parecía querer imitarnos. Susana lo advirtió, por lo que sacando un poco mi polla de su boca, les lanzó:

  • Qué ¿os gusta lo que veis? Venga, animaros, que esto está muy tranquilito, poneos a follar en cualquier sitio, no seáis tontos…

El chico comenzó a manosear las tetas de la muchacha, que no hizo muchos remilgos, pues se bajó de la bici y se dirigió a un murete próximo a nosotros y parcialmente protegido por un seto, donde se acomodó con las piernas abiertas y la falda subida hasta la cintura. El chico se situó entre sus muslos, apartó las bragas a un lado y sin demasiados preámbulos comenzó a pasar su polla por la zona exterior del coño de la chica, como si estuviera pintando con brocha una pared. Ella suspiraba e inclinaba la cabeza hacia atrás, completamente caliente por los manejos del chico y por el morbo de saberse observada, por lo que él se la clavó sin dudarlo, comenzando un bombeo sistemático.

A esas alturas mi excitación era máxima, por lo que advertí a Susana:

  • Cariño, no puedo más, entre tu mamada y estos dos marranos follando a nuestro lado, voy a correrme…

  • huuuummmm huuuummmm… pues córrete, no tengas problema, que tengo ganas de leche, pero luego no me vengas con que estás cansado, que me tienes que follar…

  • Aaaaaaahhhh descuida, que vas a tener toda la polla que quieras… sigue sigue,,, despacio… ahoraaaa yaaaaaaaaaaaaaa

Comencé a correrme en la ávida boca de Susana, que tragaba uno tras otro los chorreones de leche que derramaba dentro de ella, hasta seis, sin dejar escapar una gota. Cuando notó que mi corrida remitía, sacó casi completamente mi polla, dedicándose a besarla en el prepucio, mientras me pajeaba delicadamente para terminar de extraer los últimos restos de mi corrida, cuyas gotas relamía con su lengua no más asomaban al exterior de mi capullo, introduciéndolas en su golosa boca. Cuando me había dejado totalmente limpia la polla, me dejé caer desfallecido sobre el banco, aunque continuaba excitado, pues la situación no era para menos. A cuatro metros la otra pareja continuaba follando sin parar, con la chica abierta de piernas y suplicando a su pareja más polla, aunque se había corrido ya en dos ocasiones. El muchacho parecía tener bastante aguante, pues a pesar del morbo de no haber perdido detalle de la mamada de Susana y del placer que le estaba dando el conejito de su novia, continuaba machacándola sin dar signos de estar próximo a correrse.

-         Anda Susanita, recuéstate un poco en el banco que te voy a comer el coño mientras me recupero.

Ella obedeció diligentemente y se me ofreció abierta de piernas, acariciando su rasurado coño, invitándome a lamer aquella fruta madura, mientras observaba a la otra pareja follando como posesos. Yo me arrodillé frente a ella y me apliqué a lamer su perfumado clítoris, a sorber los jugos de su empapado coño, introduciendo su lengua hasta donde podía en el interior de su vagina. Ella arqueaba complacida su espalda para ofrecerme un mejor acceso a su intimidad, aunque a esas alturas resultaba un poco impropio aquel eufemismo, pues no menos de cinco personas habíamos contemplado su coño, que era de todo menos íntimo. Cuando introduje dos dedos de súbito en su coño, Susana se derrumbó en un intenso orgasmo que bebí con delectación, sorbiendo los jugos que aquella fruta de la pasión destilaba por mis caricias. Poco a poco fui abandonando la presión de mi lengua sobre su clítoris, dejando que el placer en ella se fuera apaciguando, mientras de reojo observaba a la parejita, que no dejaba de bombear, también ellos pendientes de nuestros manejos. Como por arte de magia, mi polla estaba nuevamente en erección, circunstancia que comuniqué a Susana, que complacida sacó un condón de su bolso, me hizo sentar sobre el banco y con una sonrisa malévola lo aplicó sobre la punta de mi polla y diciéndome “¿te lo pongo como las putas en los clubes?”, comenzó a colocármelo con la boca, extendiéndolo magistralmente hasta la base de mi polla.

Como la dureza del banco no le permitía situarse de rodillas sobre mí, se puso de pie, me dio la espalda, levantó su vestido hasta la cintura, ofreciéndome una espectacular visión de su culazo, que aproveché para mordisquear y, sin preámbulos se agachó abierta de piernas y se sentó sobre mi erecta polla, que comenzó a entrar sin dificultad en su coño, que a pesar del condón notaba a una temperatura altísima. Con un hondo suspiro se introdujo mi polla hasta el fondo, iniciando un movimiento circular de sus caderas. Tras un minuto, varió su movimiento, comenzando un rítmico bombeo arriba y abajo, con un sonoro golpeteo de sus nalgas contra mi vientre, mientras se dirigía a la parejita:

-         ¿Qué nenes, disfrutáis?, porque yo tengo el coño que me va a estallar de gusto…

El chico asentía con la cabeza y arremetía contra el coño de su pareja, que no perdía detalle de nuestra coyunda, con la cara desencajada por el placer de la penetración y el vicio de ver y verse follada.

Susana se volvió a correr autoempalada en mi polla, por lo que necesitó de un tiempo de recuperación, retornando a un suave movimiento circular de caderas.

En ese instante apareció a nuestra altura un matrimonio de unos 55 ó 60 años, muy bien arreglados, sin duda venían de disfrutar de las procesiones y su coche sería alguno de los que se encontraban mal estacionados invadiendo el paseo peatonal, muy cerca del banco en el que dábamos rienda suelta a nuestra perversión. Se detuvieron sorprendidos al contemplar la desaforada coyunda en  la que los cuatro nos afanábamos, mientras que conversaban en voz baja:

-         Fíjate, Mari, no hay dos, ¡son cuatro!

-         ¡Qué vergüenza, ya no respetan nada! Pepe, vámonos, por favor.

-         Pero si tenemos el coche aparcado junto a ellos.

-         Me da igual, no quiero estar un minuto más junto a estos guarros

-         Pero mujer, son jóvenes… hacen bien… -Él no perdía detalle de Susana, con sus muslos al aire y el coño con mi polla insertada-.

-         ¡Sí ahora esto va a ser normal, por favor Pepe, que es Semana Santa y estos no respetan nada ni a nadie! Esto es un descaro.

Susana dio signos de recuperación, por lo que comenzó a hacer movimientos más ostensibles, penetrándose más profundamente, al tiempo que se dirigía al matrimonio.

  • No se ponga así señora, que no hacemos daño a nadie y esto es algo natural… mmmmmmmmm… si a su marido le gusta ver cómo me follan ¿verdad Pepe?

Pepe no abrió la boca, pero el brillo de la baba cayendo por la comisura de sus labios y de sus ojos ávidos no dejaban lugar a dudas: a Pepe le gustaba vernos follar. En ese momento, la otra parejita llegó al orgasmo, bueno, al tercero o cuarto de ella y primero de él, que se corrió sonoramente entre bufidos y estertores, aferrándose a los muslos de ella como si se le escapara la vida por la polla. La señorona no podía aguantar más.

-         ¡Esto es el colmo de la desverguenza, Sodoma y Gomorra! Pepe, vámonos de aquí inmediatamente.

El sufrido y remolón Pepe, sin apartar la mirada del ensartado coño de Susana, se acercó a su mujer, a la que sorpresivamente pellizcó en el orondo culo, comenzando a meterle mano allí mismo, besuqueándola.

  • ¿Pero qué haces, Pepe? ¡Esto es un escándalo, eres peor que esta gentuza!

  • Mira, déjate de tonterías y súbete al coche, que de hoy no pasa, que te voy a dar un repaso bueno cuando lleguemos a casa.

  • ¡Pero tú estás completamente loco, sinvergüenza, carcamal!

  • Dí que sí, Pepe, que ella en el fondo necesita una buena polla como la que me estoy metiendo yo –Susana animaba y “metía palo en candela”, sin dejar de botar sobre mi polla-

Pepe arrinconó a su esposa junto al coche, sobándole las tetas mientras le besaba ávidamente el cuello, ella se resistía indignada, aunque cada vez con menos convicción, fruto del ardor y la firmeza con la que su marido la estaba sometiendo, aunque por otra parte parecía que la señorona estaba calentándose también por nuestra coyunda callejera.

La otra parejita recompuso su vestimenta, la chica se acarició dolorida el coño y le informó al chico que tendría que continuar el paseo a pie, pues sus bajos no estaban en condiciones de soportar el contacto de la barra de la bicicleta tras haber sido sometida al duro contacto de su barra de carne. Ella amorosa se agachó, le retiró cuidadosamente el condón y tras dejar su polla al descubierto la limpió con la lengua con suma delicadeza, tras lo que guardó el pájaro de su felicidad en el pantalón del chico, alejándose ambos a pie entre arrumacos.

Susana comenzó a botar sobre mi polla a un ritmo cada vez más frenético, espoleada por la corrida de la parejita y por el calentón al que estaba sometiendo al matrimonio, que a esas alturas se besaban apasionadamente junto a su coche, aunque sin perdernos de vista. Él había levantado el vestido de su esposa y acariciaba sus blancos y celulíticos muslos ante nosotros, pasando su mano por encima de las bragas jurásicas que cubrían el abultado coño de la señorona, que aunque derrumbada por el calentón, atinó a suplicar:

-         ¡Aquí no, Pepe, por Dios, que no somos perros, vámonos a casa!

Él le abrió la puerta del coche, aunque al darse ella la vuelta para introducirse en el mismo, aprovechó para descubrirle las nalgas y amasárselas sin compasión. Ella se demoró en subir al coche para que él continuara con el masaje, aunque cuando oyó a Susana espolearles “¡Así Pepe, dale caña, que le gusta!”, seguido de un puntazo de su marido en mitad de su enorme culazo, no perdió tiempo y se introdujo en el vehículo, cerrando la puerta y evitando nuestras miradas divertidas y libidinosas.

El también se introdujo en el coche, aunque no arrancó, sino que abrió las ventanillas y comenzó a besar a su esposa apasionadamente. Imaginamos, aunque no podíamos verlo, que también le metía mano, pues ella se reclinaba cada vez más en el sillón y se dejaba hacer. Nosotros cada vez follábamos más duro, acompañando el bombeo con gemidos y suspiros muy sonoros, perfectamente audibles por el matrimonio desde su vehículo.

Para nuestra sorpresa, la cabeza de ella desapareció de nuestra vista, señal evidente de que se la estaba chupando al marido ¡vaya con la beata! Mucho remilgo pero también estaba “bajando al pilón”…

Nosotros no perdíamos detalle de lo que ocurría en el coche, al igual que el marido no nos quitaba ojo de encima, pues Susana se ofrecía a su vista completamente abierta de piernas, con mi polla clavada en su coño y ella acariciando sus tetas y su clítoris, retardando ambos deliberadamente nuestro orgasmo para ver en qué desembocaba aquella situación.

El marido levantó a su esposa aferrándola por el pelo,  manipuló un pooc dentro del coche y ambos desaparecieron de nuestra vista, tan sólo veíamos un poco la cabeza de él y su espalda en movimiento.

-         ¡Serán guarros, pero si están follando después de lo que la beata ha protestado! Ven cariño, que esto no me lo pierdo.

Susana me agarró de la polla, tras levantarse y como un obediente perrito me condujo hasta el coche, acodándose en la ventanilla de lado, permitiéndome una perfecta visión de lo que ocurría en el interior así como una perfecto acceso a su coño desde atrás, comenzando a follarla aferrado a sus caderas y acariciando su durísimo y apetitoso culo.

En el interior del coche, el marido estaba situado sobre la esposa en la posición del misionero, con ella sin bragas y con la falda subida hasta la cintura, ofreciendo a nuestra vista un coño muy carnoso y espectacularmente peludo, inundando la alfombra de vellos hasta las cercanías del ombligo y todas sus ingles. Lo que aquí en Sevilla denominamos “un gato negro enroscado”. La blusa la tenía abierta, el sujetador desabrochado, dejando liberadas dos enormes tetas flácidas caídas a sus costados con dos pezones del tamaño de una galleta, erectos como botones y bamboleándose acompasadamente al ritmo de las embestidas del afanoso Pepe, que le taladraba el coño sin importarle nuestra presencia. Susana buscaba mi polla con sus caderas, permitiéndome no tener que moverme, dejando que su coño se ajustara a mi polla en un masaje cálido y abrigado, estrecho y confortable, que prometía sacarme una nueva corrida en breve. Al tiempo que me succionaba la polla con su coño, animaba al matrimonio.

  • Vamos, Pepe, dale caña, que a esta zorrilla le gusta.

  • ¡Me muero de vergüenza, Pepe, por favor! Ahhhhhh… mmmm   …oooohhhhh

  • Tú lo que te estás muriendo es de lo mismo que yo: de gusto por la polla que te están metiendo, so cerdita, que eres una putilla solapada

  • Pepe, dile algo, que me está insultando… ooooojjjjjj… sssiiiiiiiiiiii… qué gustooooooooo

  • ¿Qué quieres que le diga, si es verdad? ¿Te gusta cómo te follo?

  • Siiiiiii… me voy a correr… no pares, sigueeeeeeee…

  • Pues dime que eres una putilla solapada, si no lo haces paro y te dejo a dos velas…

  • Noooooooo, no pares…. Sgue follándome, que soy tu putilla solapadaaaaaaaaa… por favor, qué gustazooooooooo

Susana terció:

  • Venga, putita, que yo también me corro, vamos juntas como perras en celo, córrete conmigo, siiiiiiiiiiiii… ahoraaaaaaaaaaaaaaa

Susana comenzó a correrse, emitiendo una cantidad de flujos que empaparon mis muslos, por lo que no pude contenerme y aferrándome a sus nalgas, comencé a darle duro y profundo, descargando una nueva corrida en el forro del condón. La situación y el jugoso coño de Susana me estaban sacando hasta la última gota de leche de los testículos.

Susana se recuperó un poco de su orgasmo y volvió a la carga con la esposa, que acababa de correrse al mismo tiempo que nosotros entre quejidos y ayes que se habían debido escuchar en todo el paseo del río; ahora se dejaba follar complacida y desmadejada, con cara de pava y completamente despatarrada sin importarle nuestra presencia. Su marido continuaba bombeándole el coño sin compasión, muy salido por la experiencia pero con dificultades para correrse, puede que debido a nuestra presencia, Susana decidió ayudarle nuevamente:

  • Oye, ya que te has corrido como una cerdita, imagino que le regalarás una mamada a tu esposo, no?

  • Ya se la he mamado un poco antes de follar…

  • De eso nada, te estoy diciendo que le dejes correrse en tu boca.

  • Nooooooo… me da mucho asco…

  • ¿Serás guarra! Pero si es tu marido y la leche está riquísima… anda, ponte a cuatro patas y asómate a la ventanilla.

Obedecieron y ella se asomó, mientras su esposo le agarraba dos buenos pellizcos en su fofo culazo y comenzaba a follarla como a una perra. Mientras tanto, Susana se arrodilló ante mí, me quitó el condón y comenzó a chupetear mi polla, limpiando los restos de semen que quedaban sobre ellas, succionado a fondo la punta para extraer hasta la última gota que hubiera quedado en el conducto interno. La esposa no perdía detalle de los manejos bucales de Susana, que le preguntó:

  • ¿Ves como no pasa nada? ¡Además, está riquísima! Así que anímate y chúpasela a tu marido, que el pobre se merece una mamada completa.

  • Está… está bien… Pepe, sal del coche y dale la vuelta.

Él no se demoró ni un instante, dejó de taladrarla en la postura de perrito y completamente desnudo de cintura para abajo, se apeó del vehículo y se situó junto a la puerta de ella, a nuestro lado. Ella abrió la puerta, se sentó con las piernas fuera del coche, con las piernas abiertas y su coño peludo a nuestra vista, las tetas colgándole casi hasta la cintura, enormes como dos campanas de catedral. Sin más se amorró a la polla de su feliz marido, que a pesar de que ella no se daba mucha maña, al menos sí se aplicaba a la tarea sin remilgos, por lo que él acompañaba su inexperta mamada con un leve bombeo, follando la boca de su hasta ese día beatona esposa.

Tras dos minutos de mamada, él comenzó a  correrse en la boca de su esposa, introduciéndole la polla hasta los huevos, a lo que ella intentó reaccionar retrocediendo, lo que se vio impedido por el firmísimo asidero que él le propinó en sus cabellos, metiéndole la polla hasta la campanilla con cada lechada que le disparaba en la boca.

  • Traga, zorrona, que es tu primera mamada completa… mmmmmmmmmm qué gustoooooo… traga, tómatela enterita… asíiiiiiiiiii

Ella tragó varias raciones de semen, pero la profundidad de la penetración bucal, la estaba sofocando y logró retirarse para respirar, lo que no detuvo la corrida de él, que masturbándose dirigió su polla contra la cara en un primer momento y luego contra sus enormes tetas, lanzando cuatro o cinco nuevos disparos de semen, estos menos copiosos, pero que terminaron por adornar la congestionada cara de la hasta ese momento recatada señora, que asiendo la polla de su marido imitó a Susana, relamiendo y sorbiendo hasta el último resquicio de esperma que quedaba en la polla de su satisfecho marido, que contemplaba maravillado la oculta puta que se escondía bajo el barniz de beata de su esposa. Susana se acercó a ella y, acariciándole la cara arrebolada le dijo:

  • Bueno putilla, espero que a partir de hoy no desaproveches la ocasión para hacerle buenas mamadas a tu marido…

  • Descuida, mi niña, que así lo haré. Además, que me ha encantado el sabor de la leche.

  • Pues si yo tuviera dos tetas como las tuyas, le haría tantas cubanas como mamadas. Tiene que ser un cielo follarse esas dos tetazas bien untadas de aceite…

El marido no hablaba, pero sus ojos nuevamente brillantes por el deseo, hablaban por él. Ya se relamía de pensar en el horizonte casi ilimitado de placeres que se le abría con la nueva faceta de pervertida de su esposa.

-         ¿Cubana con las tetas? Bueno… está bien, creo que habrá que probarlo…

  • Ya lo creo que tienes que probarlo. Verás como el salido de Pepe lo disfruta, te dejará las tetas embadurnaditas de leche. Por cierto…

  • Sí dime, mi niña…

Susana se acercó a ella y le acarició la abundante y mojadísima pelambrera de su coño.

  • Creo que deberías darte un buen afeitado en el coño.

  • ¡¡Yooooo?? Eso es de chicas jóvenes, yo ya no tengo edad para eso… además que no tengo ni idea…

  • De lo que no tienes ni idea es de lo bien que se come un coño afeitadito, porque… ¿a ti tu marido te ha comido el coño alguna vez?

  • La verdad es que no, pero ahora que yo me he tragado su corrida, espero que a él no le importe que yo pruebe eso también.

  • Es justo, pero te recomiendo que te lo afeites, es más higiénico y multiplicará las sensaciones y el placer…

  • Pero mi niña.. Yo soy ya una carcamal y no entiendo de eso… me moriría de vergüenza de ir a algún sitio a que me lo depilaran y sola me da miedo de cortarme…

  • No te preocupes, que por ser la primera vez y por las circunstancias en que nos hemos conocido, me ofrezco a rasurártelo yo, aunque te advierto que tendrás que pagarme…

  • Claro que sí, mi niña, eso no es problema.

Susana volvió a acariciarle el felpudo y los abultados labios de su coño.

-Creo que no me has entendido. Yo soy bisexual, me gustan las pollas y los coños, y desde hace un rato estoy antojada de ser yo la primera que se coma ese supercoño nada más que esté afeitadito y sin pelos. Te prometo que será una experiencia que no olvidarás, porque soy una gran comedora de coños.

La señorona se ruborizó nuevamente, alternando su sorprendida mirada entre la mano de Susana que ya acariciaba descaradamente el interior de su pliegue buscando su clítoris y la cara de su libidinoso marido, buscando una decisión sobre el marrano dilema que se le estaba planteando. Ante la visión de ver manoseada a su señora por aquella depravada jovencita, su polla casi respondió por él, pues comenzó a empalmarse rápidamente y con unos tiempos de recuperación impropios de su edad, respondiendo por su esposa:

  • Estoy de acuerdo en que le afeites el coño y si ella quiere que se lo comas, que no dudes que luego se lo comeré yo todos los días si hace falta, pero ahora debéis perdonarme, si queréis seguir hablando con mi señora, poneos por la otra ventana. Tú cariño, ponte a cuatro patas con el culo fuera del coche, que te voy a follar bien follada, ahora quiero correrme en tu coño peludo, que pronto va a dejar de serlo, te lo voy a dejar empapado de leche y vas a ir así hasta casa, que hoy tengo ganas de que te sueltes el pelo.

Ella se colocó obediente como una perrita en celo y él se la enchufó por detrás hasta el mango, comenzando a bombearla furibundamente, mientras ella clavaba la cabeza en el sillón y se dejaba follar complacida. Susana rodeó el coche, garabateó su teléfono en una nota y lo depositó junto a la cara de la esposa.

  • Ahí tienes mi teléfono guarrita… cuando te apetezca me llamas para que te afeite el coño… y para que te lo coma.

  • Mmmmmmm descuida, que te llamo esta semana… aaaaaaaaaaahhhhhhhhh… me corrooooooooooooooooo

  • ¡Serás perra salida! ¿Te está gustando follar en público delante nuestra, verdad? Bien, así me gusta, que disfrutes libremente como una perra, ¡dale caña, Pepe, que a tu zorra le va la marcha!

Pepe ni siquiera contestó, sino que empujó fuerte cuatro o cinco veces y comenzó a correrse en el peludo coño de su mujer rebuznando como un borrico en celo, agarrando sus interminables y fofas nalgas para mantener el equilibrio, pues el orgasmo le estaba haciendo perder el sentido, aunque no dejaba de empujar su polla hasta el fondo del coño de su esposa como si le fuera la vida en ello.

Finalmente optamos por dejar al matrimonio disfrutando de los estertores y coletazos finales de sus placenteros orgasmos, alejándonos discretamente por el paseo en dirección hacia el barrio de Los Remedios, al otro lado del río, donde propuse a la singular y lasciva Susana invitarla a cenar en algún antro, donde aún nos pudieran servir a pesar de la hora. De esa manera podríamos concretar una próxima cita -¿me invitaría a presenciar el primer rasurado y comida de coño de la esposa beatona?- y a conocernos un poco  más, porque habíamos empezado por donde suelen terminar las parejas, follando como dos posesos, aunque lo que conocía de ella me estaba gustando sobremanera.

La historia posterior con Susana, así como la del rasurado de coño de la beatona, son eso: otras historias que contaremos en otra ocasión.

Dedicado con cariño a Susana, que con su relato inspiró este final alternativo. Un beso.