Manos traviesas

A veces las manos son un poco traviesas; otras, nos aprovechamos de ellas.

  • ¿A caso no era lo que andabas buscando con esas miradas tan seductoras? Contéstame anda, estoy seguro que te vestías así de provocativa para que me fijara en ti, con esas faldas tan cortas y esos vaqueros tan ajustados. Aquí me tienes, totalmente dispuesto, para ti. – le dije mientras la tenía acorralada en una esquina, con los brazos en alto y haciendo presión contra la pared. Mi mano se apresuraba a tocarla, a descender por su cuerpo, entre sus hermosos senos.

-  Eso me gusta más. Veía que últimamente me estabas rogando que te diera calor, tenías tanto frío… ¿Ahora es un buen momento, no crees? – y cuando bajé un poco la guardia se abalanzó sobre mi y, aun no consigo lograr entender como giró tan rápido que segundos después fui yo quién se encontraba indefenso contra la pared. Me miraba con deseo, con deseo de posesión; esta vez ella tenía el control.

Se reía, mantenía su mirada fija en mis labios, como si de un momento a otro fuera a devorarlos con afán. Esa camisa roja que llevaba, ya con algunos botones desabrochados, me volvía loco. Conseguí atraerla hacia mí y darle un beso con tanta fuerza que noté un pequeño descontrol de excitación dentro de mí. Le mordía los labios, el cuello, ay esas orejas… toda ella me producía un frenesí incontrolable. Metí mis manos dentro de su camisa para desabrocharle el sujetador pero no llevaba, y eso me excitó aún más, y con más empaque le quité la camisa antes que no la desgarrara. Dichosos esos pechos jóvenes, excitados y duros. Como me ponían.., yo siendo dueño de ellos, pudiéndolos lamer, morder ligeramente, tocar… toda ella era mía.

Ella me dirigió una media sonrisa pícara, y segundos después me desgarró la camiseta, dejando a descubierto mi pecho ligeramente peludo. Se reía, y me mordía, tenía esa manía que a la vez era una debilidad mía; conseguía caer rendido a sus pies.

Y, sin desabrocharme el botón del pantalón, introdujo su mano por dentro de mis boxers y noté el escalofrío excitante de su mano fría tocando mi sexo palpitante. Me masajeaba los testículos de forma constante e intensa; tenía que soltar suspiros de placer, no podía mantenerlos más dentro de mí.

Lento, siéntelo, siente como mi excitación va en aumento , me decía. Yo intentaba jugar con su sexo pero ella no me dejaba; tenía las manos más traviesas. Así que, tenía la intención de deslizarme por la pared para llegar a su sexo con mi boca, pero ella se apresuró y me dijo mírame, las reglas de juego las pongo yo, ahora es mi turno. Y fue bajando su lengua por mi barriga, mi ombligo… y, ¡como me puse! Se humedecía los labios y parecía una amateur mientras succionaba y no dejaba de hacer espirales con la lengua, ¡qué traviesa esa lengua! Ligeramente subía su mirada hacia mí, pero no se detenía, y yo, que mantenía mi mano sobre su cabeza, me choqué con su mirada. Sabía que me gustaba, solo hacía falta verme la cara de excitado que tenía, la piel de gallina. Y, sin avisar, mi eyaculación resbalaba sobre sus labios, y ella la recogía con su lengua, ¡qué vicio!

Aparentaba estar derrotado, pero lo que ella no sabía es lo que le esperaba acto seguido. Me vengaría.