Manos mágicas

Luis es un magnífico fisioterapeuta. Almudena una mujer de mediana edad largo tiempo sola

A Luis siempre le había gustado la fisioterapia. Su padre era preparador físico de un equipo de futbol de primera división y por ahí le vino la afición. Así que estudió y se sacó el título de fisioterapeuta y una vez finalizó los estudios, se puso a buscar trabajo. Con la recomendación de su padre no le costó encontrar trabajo en un buen gabinete.

Su trabajo era variado, pero en la mayor parte consistía en dar masajes terapéuticos, de relajación o de rehabilitación. Todo de manera muy profesional. A la consulta asistían tanto mujeres como hombres, y a ambos, como no podía ser de otra manera, los trataba con sumo respeto y profesionalidad. Cuando una mujer, por muy hermosa que fuera, se acostaba en la camilla prácticamente desnuda, tapada solo por un par de toallas, no las miraba como mujeres sino como a clientas. Acariciaba y masajeaba sus cuerpos, haciendo maravillas en ellos con sus hábiles dedos. A veces, dependiendo del problema del cliente o la cliente, con sus codos o incluso con las rodillas.

Enseguida se ganó una la reputación de un magnífico profesional. Empezó a ganar un buen sueldo y se pudo independizar.

Hasta que el 14 de marzo del 2020 todo cambió. De repente, se vio sin trabajo, metido en un ERTE y encerrado en su casa. Fueron unos meses horribles, con la incertidumbre de saber cuándo acabaría aquello y qué vendría después.

Y lo que vino después, una vez levantado el Estado de Alarma, no fue mejor. Su empresa no abrió y sabía que sería difícil en esos momentos encontrar trabajo en lo suyo. Por lo tanto, después de pensarlo mucho, decidió que mientras las cosas volvían a la normalidad, lo mejor sería trabajar en casa. Tenía bastantes clientes más o menos fijos que quizás consintieran en ir a su casa en vez del al gabinete.

Lo preparó todo y puso anuncios en la prensa y redes sociales, ofreciendo sus servicios profesionales y asegurando que cumpliría estrictamente con todas las recomendaciones sanitarias con respecto al covid-19. Compró una camilla, todo el material necesario y preparó una de las habitaciones de su casa como oficina.

Se sorprendió de recibir la primera llamada el día después de poner el anuncio. Reconoció la voz, al ser un cliente habitual de su antigua empresa, que al comprobar que era él, no dudó en concertar cita.

Y así fue como Luis volvió a trabajar. La mayoría de las personas que llamaban eran antiguos clientes que al ver el anuncio no dudaban en pagar por sus servicios. A la semana de empezar ya tenía casi todos los días ocupados.

Recibía al cliente o la clienta con mascarillas y guantes, lo llevaba al cuarto, en donde delante de éste desinfectaba la camilla y lo dejaba todo listo. Luego la persona se desvestía en un cuartito contiguo mientras Luis se quitaba los guantes y se desinfectaba a conciencia las manos. Todo muy profesional.

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(Suena el teléfono)

-¿Si, dígame? Consulta de Luis Sánchez.

-Buenos días. Soy Almudena García. ¿Me recuerda? - dijo una voz femenina

-Ummm, creo que sí. Usted tenía problemas en la espalda a raíz de un accidente de circulación, ¿No?

-Sí, exacto. Acabo de ver su anuncio y no me lo podía creer.

El accidente no había sido grave, pero el latigazo cervical le dejó secuelas que antes de la pandemia se estuvo tratando en el gabinete de Luis. Con sus manos había obrado maravillas y casi estaba recuperada del todo. Sin embargo, los largos meses encerrada en casa habían hecho que empeorara, por lo que al ver aquel anuncio fue como si el cielo se abriera ante ella.

-Uf, Luis, necesito sus expertas manos. Estos meses han sido horribles. Encerrada. ¿Para cuándo tiene hueco? - preguntó, ansiosa.

-Pues, déjeme mirar... A ver... mañana a última hora de la tarde tengo libre, si le viene bien.

-Oh, perfecto, gracias. Pues allí estaré.

-Apuntada queda, Dña. Almudena.

Luis se puso a recordar a Almudena. Era una señora poco habladora, que rondaría los 45 años. Buen cuerpo para su edad, aunque él recordaba casi más su estructura muscular, su tono corporal, más que su cuerpo de mujer.

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A la hora señalada, puntual, Almudena tocó el timbre puerta de la casa de Luis, de su consulta. Él abrió con la bata puesta y la mascarilla. Ella también llevaba mascarilla.

-Buenas tardes. Pase

-Buenas tardes, Luis.

La llevó a la sala de masajes y le indicó en donde desvestirse. Allí, Almudena se quedó desnuda y se cubrió, como había hecho tantas veces, con dos amplias toallas. Luego, volvió a la sala y se acostó boca abajo.

-Pues vamos allá - dijo el hombre - Veamos como tiene la espalda.

-Uf, fatal, Luis. La espalda y todo el cuerpo. Casi 4 meses encerrada, sin hacer nada.

Luis se puso aceite en las manos y empezó a comprobar primero las zonas de la lesión. Encontró durezas, nudos, que fue tratando. Almudena, con los ojos cerrados, disfrutaba de ese ligero dolor que le producía el masaje. Ese raro dolo placentero. El nunca apretaba demasiado, haciendo que el dolor dejase de ser placentero.

-Pues sí que ha empeorado. Necesitará varias sesiones.

-Lo sé. Pero ahora que te encontré, seguro que en poco tiempo estaré como nueva.

-Desde luego, no se preocupe.

Luis siguió con el masaje terapéutico, y aprovecho para estimular más músculos. Cuello, brazos, cintura. Almudena se relajó totalmente, con los ojos cerrados.

-Ummm, Luis, que maravilla. Creo que me podría quedar dormida.

-Jajaja, no sería el primer paciente que se duerme. Hay uno que hasta ronca.

-Jajaja. Si me pongo a roncar no me lo tenga en cuenta.

-Descuide. Ah, Doña Almudena, si lo desea puedo hacerle un masaje integral. Después de meses de inactividad la ayudará a reactivar el cuerpo.

-Oh, claro, por supuesto.

Luis se puso más aceite en las manos y extendió el masaje por todo el cuerpo de la mujer. La espalda completa, hombros, brazos y hasta los dedos. Luego, dejando de lado el tapado culo, aplicó sus conocimientos a los muslos, pantorrillas y pies.

Cuando Almudena sintió los dedos frotarle la plata de los pies y los dedos, gimió.

-¿Le hago daño? - preguntó Luis.

-Oh... no no... Siga por favor.

Él siguió con el masaje. Sus pulgares apretaban en la curva de la planta del pie de la mujer. Almudena sintió un intenso placer que le recorrió todo el cuerpo. No pudo evitar volver a gemir.

-Oh, qué bien Luis.

-En la planta del pie hay muchas terminaciones nerviosas que estimular varias partes del cuerpo. La reflexoterapia las estudia - dijo él, en plan académico.

El placer que Almudena sentía no era, hasta ese momento, sexual. Solo el placer de ser acariciada magistralmente por aquellos sabios dedos. Se quedó quieta, solo atenta a las placenteras sensaciones. Después de varios minutos, Luis fue subiendo lentamente. Primero los tobillos, luego los gemelos, seguidamente los muslos hasta rozar la toalla...Y luego el salto a la cintura.

Almudena se dio cuenta de que ahora sentía distintas las manos de Luis. Él seguía tocando y acariciando de manera estrictamente profesional, pero ella sentía las caricias en todo el cuerpo. Con los ojos siempre cerrados, gemía ligeramente con cada masaje, con cada fricción.

Había estado encerrada casi 4 meses, sola. Sin sexo de ningún tipo. Ni siquiera había sentido deseos de masturbarse. Pero ahora, las cálidas manos de Luís habían transformado el placer físico en placer sexual. No pudo evitar moverse con el masaje, moviendo ligeramente el cuerpo en la dirección que las manos llevaban.

Notó como su coñito, dormido durante meses, despertaba. Se fue humedeciendo. Sus pezones, aplastados contra la camilla, se endurecieron. Se mordió el labio, gimiendo más fuerte.

Luis notó el cambio. Como el cuerpo de la mujer respondía a sus manos siguiendo la dirección del masaje. Miró hacia la cara de Almudena. Aunque ella la tenía girada hacia el otro lado, pudo ver como apretaba los ojos, como se mordía los labios.

¿Sería posible? Aquella mujer parecía estar excitada. Jamás le había pasado nada así. Ni con mujeres ni con hombres. Trató de seguir con un masaje profesional, pero no pudo dejar de estar atento a las reacciones de la mujer.

Masajeó los músculos del cuello, bajando por la columna vertebral hacia la zona afectada por el accidente. Luego subió hacia los hombros. Ella seguí gimiendo, y se estremeció cuando bajó las manos por los costados, rozando los brazos hasta llegar a la cintura. Allí se entretuvo un ratito.

Almudena estaba cada vez más excitada. Aunque era consciente de donde estaba y con quién estaba, su cuerpo estaba tan relajado, tan a gusto, que no podía evitar quedarse allí, tumbada, gozando de aquel masaje que para ella eran como caricias. Cuando sintió como las manos de Luis rozaban la parte baja de su cintura, tocando la toalla que le cubría el culo, elevó las caderas apenas uno o dos centímetros. Las manos de Luis volvieron a subir, pero cuando la rozaron otra vez, ella elevó de nuevo sus caderas.

-¿Todo bien, Almudena? - le preguntó él.

-Ujummm- fue todo lo que ella contestó.

Luis veía como ella levantaba ligeramente el culo cuando sus dedos rozaban la toalla, como pidiendo más. Era un profesional, pero también era un hombre, y verla como se movía, como gemía bajo sus manos, también había empezado a excitarlo a él. Su polla empezó a apretarle en los pantalones, bajo la bata de trabajo.

¿Y si seguía por ese camino? Despedirlo no podrían despedirlo, pero si ella lo denunciaba acabaría con su carrera. Pensó en parar, en dar por terminada la sesión, pero cuando sus dedos volvieron a rozar la toalla y ella a levantar el culo y a gemir, siguió. A la siguiente pasada sus dedos entraron por debajo de la toalla unos centímetros, llegando casi al nacimiento de las nalgas.

Almudena sintió como si una corriente eléctrica la atravesara. Luis casi le estaba tocando el culo, pero sacó las manos. Segundos después las volvió a meter, y ella gimió, mostrándole su consentimiento, levantando las caderas aún más que antes.

Poco a poco, Luis fue ganando terreno. Las manos iban desde la cintura hacia la toalla, se metía por debajo y acariciaban, primero el nacimiento de las nalgas, y luego, pasito a pasito, más y más, hasta que las tenía sobre el culo.

Almudena gimió con la boca abierta y levantó el culo buscando las manos, que lo acariciaron en profundidad. Estaba claro que eso ya no era un masaje terapéutico. Los dos estaban tremendamente excitados. Del coño de la mujer ya emanaban jugos en abundancia.

-Esta zona está seca, Almudena. Voy a ponerle aceite, ¿De acuerdo? - le preguntó, antes de dar el siguiente paso.

-Ummm, sí... tú eres el profesional.

Un profesional no hubiera hecho lo que Luis hizo a continuación. Pero ya no actuaba como tal, sino como hombre. Quitó la toalla que cubría el culo de la mujer y lo admiró. Era un precioso culito, de nalgas carnosas y por lo que había acariciado antes, duras. Se echó aceite en las manos y hacia aquellas soberbias posaderas las dirigió, esparciendo el lubricante por toda la superficie.

Almudena gimió con más intensidad, meciendo las caderas al ritmo de las manos de Luis. Estaba desnuda, boca abajo, siendo manoseada por su fisioterapeuta. Y estaba excitada, cachonda, gozando de aquellas manos que eran cada vez más audaces. Todo su culo fue acariciado, manoseado, magreado. Todo aquello era una dulce tortura.

Luis bajó hacia los muslos, los cuales también fueron mimados por los dedos y las palmas de aquellas cálidas manos que hacían que todo el cuerpo de la mujer se estremeciera. Llegó lentamente hasta la parte de atrás de las rodillas y miró otra vez aquel lindo culito. Y también miró hacia el coño de la mujer, que se adivinaba entre aquellas dos poderosas nalgas. Puso los dedos por la cara interna de los muslos y lentamente, muy lentamente, fue subiendo.

-Aggg, dios - exclamó Almudena al adivinar hacia dónde se dirigían las manos.

Cuando los dedos de ambas manos chocaron entre sí debido a la cercanía de ambos muslos, Almudena los separó, en una clara invitación a seguir. Entonces ante los ojos de Luis apareció el coño de la mujer. Luis se sorprendió de lo húmedo que estaba. Los labios aparecían brillantes. Parecía casi como si palpitasen. Cuando ella se movía se frotaban entre sí. Ahora también su polla palpitaba encerrada en sus pantalones.

Centímetro a centímetro fue acercándose, lentamente, acariciando. Ella abrió aún más las piernas. Cuando por fin los dedos llegaron a las ingles y frotaron, la mujer se arqueó y gimió con intensidad, casi al borde del orgasmo. Más de dos minutos estuvo Luis acariciando la zona, pero evitando en todo momento tocar la vulva de la mujer. Sus dedos solo tocaban las ingles, el perineo, la raja del culo hasta casi rozar el ano.

Ahora sí que era una tortura para Almudena. Sentía un intenso placer, pero que no la llevaba al estallido tan ansiado. Él solo que quedaba en la superficie, insinuando, pero no llegando. Lo necesitaba. Tenía que hacer estallar la tensión que se acumulaba en su cuerpo, y solo él podía hacerlo.

-Luis... por favor... - le imploró en un susurro.

Él la entendió. Sabía lo que deseaba, lo que anhelaba. Su mano derecha subió hasta las nalgas y su dedo corazón se abrió paso por la hendidura. Con parsimoniosa lentitud, fue bajando. Ahora no evitó el cerrado anito de la mujer, sino que lo exploró con ternura, haciendo que Almudena cerrada los puños y gimiera de puro placer. Siguió bajando hasta, ahora sí, acariciar los labios vaginales con las yemas de los tres dedos centrales.

-Agggg....sí... sí... gimió la mujer, levantado las caderas de la camilla.

Un par de centímetros más bastaron para que Luis encontrara el inflamado clítoris de Almudena. En cuando lo frotó con sus dedos ella estalló. Todo su cuerpo se tensó y fue atravesada por un arrollador e intenso orgasmo. Luis siguió frotando, intensificando aún más el intenso placer que estaba atravesando a su clienta. Miró su cara, crispada por el orgasmo, notando en sus dedos como los jugos de aquel coño fluían y los mojaban.

Fueron largos segundos en los que la mujer no respiró. Cuando el orgasmo cesó, sustituido por oleadas de espasmos, fue cuando el aire volvió a los pulmones de Almudena, que se quedó quieta, jadeando. Luis dejó de frotar y lentamente retiró la mano de que cálido lugar.

En ese momento fue consciente de lo que había hecho. Había masturbado a una clienta hasta hacerla alcanzar un orgasmo. Le había hecho una paja a una clienta hasta hacerla correr con sus dedos. Y allí estaba, desnuda, boca abajo, aún jadeante. Y él aún con la polla dura.

Almudena seguía con los ojos cerrados, recuperándose del orgasmo. También fue consciente de lo que había pasado. Luis la había masturbado hasta hacerla correr. Le había proporcionado un intenso placer. Placer que su cuerpo necesitaba. Que ella necesitaba. Que ella le imploró.

¿Qué hacer ahora? ¿Cómo actuar? No pudo evitar sentir vergüenza. No quería abrir los ojos, enfrentarse con la mirada de Luis. La solución llegó cuando sintió que él volvía a taparlas con la toalla.

-Bueno, Almudena - lo oyó decir. - Ya se puede usted vestir.

Sin decir palabra, ella se levantó, sujetándose la toalla que cubría su pecho con una mano y con la otra la de sus caderas y se dirigió al cuartito de al lado. Mientras se vestía no dejaba de pensar en todo lo que había pasado. Sintió más vergüenza. Miedo por tener que salir ahora y mirar a Luis.

Cuando estuvo lista, respiró hondo y salió. Se dijo que lo mejor sería actual como si nada hubiese pasado.

Luis también estaba nervioso. No sabía cómo actuar. Decidió hacer como si nada hubiese pasado y según ella hiciese, proceder. La mujer volvió, ya vestida. No le miró a la cara.

-¿Cuánto le debo? - preguntó Almudena, que aunque vio la tarifa en el anuncio, no sabía si había suplemento por...la paja. Casi se ríe al pensarlo.

-La tarifa habitual.

Antes, en el gabinete, los pagos se hacían en la recepción, no directamente a los fisios. Ahora, claro, se lo tenía que pagar a él directamente. Sacó el monedero del bolso y le dio los 35 euros.

-Mu.. Muchas gracias, Luis.

Iba a decirle que necesitaba aquel masaje y que sus manos habían obrado maravillas, pero no sabía si el hombre entendería que se refería al terapéutico o al otro. Si al profesional o la paja. Optó por callarse.

-De nada, Almudena.

Luis tampoco le preguntó que si le dejaba ya una cita concertada, para otro masaje. No sabía si, después de lo que había pasado, ella volvería, así que la acompañó hasta la puerta y la despidió. No pudo evitar mirarle el culo cuando ella se dio la vuelta para coger el ascensor.

En cuanto cerró la puerta, se quitó la bata, se abrió la bragueta, se sacó la polla y se masturbó con furia hasta correrse en menos de 1 minuto. Su corrida cayó sobre el suelo del pasillo. Después pasó la fregona y lo dejó todo limpio.

Esa noche, Almudena, sola en su cama, no pudo evitar volver a excitarse, recordando lo sucedido en la consulta de Luis. Se dio la vuelta, poniéndose boca abajo, como estuvo en la consulta. Metió su mano por debajo de su cuerpo hasta alcanzar su excitado coño y se tocó, como él la había tocado, hasta correrse con intensidad. Al estar sola no reprimió ni sus gemidos ni su grito en el culmen del orgasmo. Se durmió así, boca abajo y con la mano en su coño.

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Al día siguiente, cuando la primera clienta del día se tumbó en la camilla, Luis no pudo evitar que a su mente acudieran los recuerdos del día anterior. La mujer era joven y hermosa. Pero se comportó como debía, con escrupulosa profesionalidad.

Almudena volvió a masturbarse esa noche. Y la siguiente. Y la otra. Aunque los orgasmos que se proporcionaba a sí misma no eran tan completos como el que Luis le regaló.

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Días después los dolores empezaron a volver. Se despertaba por las mañanas con las cervicales tensas. Sabía que necesitaba que Luis la tratara, que hiciera lo tan bien hacía con sus manos. ¿Pero cómo llamarle? Sentiría una vergüenza horrible al presentarse ante él, por lo que buscó en la prensa y por internet otros fisioterapeutas.

No encontró ninguno. El más cercano estaba a más de 300Km y en su ciudad no encontró ningún otro gabinete abierto, por lo que se resignó a seguir así hasta que volvieran a abrir.

Pero tres días después el dolor al despertarse era tan intenso que ya no pudo más. Tendría que armarse de valor, enfrentarse a su vergüenza e ir a ver a Luis. Cogió el teléfono y lo llamó.

-Buenos días. Consulta de Luis Sánchez.

-Buenos días, Luis. Soy.. Almudena.

-Hola Almudena - respondió Luis, sintiendo un ligero escalofrío.

-Tengo un dolor horrible en el cuello. Necesito...sus servicios.

-Oh, claro, claro.. Déjeme ver...Sí. Hoy a la una estoy libre.

-Perfecto. Allí estaré.

-La espero. Buenos días.

Al final no resultó tan difícil. Sobre las doce se duchó y se fue hacia la casa de Luis. Cuando estaba, a la 1 en punto, frente a la puerta, respiró hondo y tocó el timbre.

-Buenas tardes, Almudena. Pase.

-Gracias.

Ya conocía el camino, así que fue detrás de Luis hacia la habitación, pasó al cuartito, se desvistió y salió hacia la camilla, si mirar a la cara a Luis.

-¿Son muy fuertes los dolores? Le preguntó el pasando los dedos por la parte alta de la espalda.

-Los primeros días eran soportables, pero esta mañana han sido horribles.

-Vale, no se preocupe. Vamos a poner remedio.

La sesión se desarrolló con total normalidad. Luis fue aplicando sus técnicas a los distintos grupos musculares de la espalda, quitando tensiones, aliviando contracturas. Almudena, con los ojos cerrados, trataba de pensar en otras cosas, pero el alivio que sentía con aquellas manos la fueron relajando profundamente.

Luis se mantuvo alejado de la toalla del culo, pero de vez en cuando la miraba, recordando el lindo culete que ocultaba. Estaba atento a las reacciones de la mujer, pero todo parecía normal.

Cuando terminó con la espalda, pasó a los muslos, después a las pantorrillas y por último, a los pies. Fue cuando empezó a apretar sus nudillos por la planta de los pies cuando Almudena empezó a gemir.

Ella estaba excitada desde que él empezó con el masaje del cuello, pero luchó para que él no notara nada. Durante todo el tiempo su coño se estremecía, recordando el placer que él le dio. Ella no se movía. Reprimía sus gemidos. Pero deseaba que las cálidas manos de aquel hombre se metieran por debajo de la toalla, buscaran su coño y la masturbaran como la otra vez.

Luchó contra sí misma hasta que llegó a sus pies. Ahí ya no pudo reprimirse más. Ahí fue donde un leve gemido se escapó de su boca. La polla de Luis se pudo dura en el acto.

En el camino de regreso Luis no dejó de mirarla, de buscar una señal de que avanzara más. Llegó a la parte baja de los muslos, metió los dedos entre ellos y fue subiendo, lentamente, pausadamente, hasta que no pudo seguir. Si ella no hacía nada, sacaría las manos y daría por terminada la sesión, habiendo cumplido como se esperaba de él.

Las piernas no se abrieron, así que el hombre se dispuso a sacarlas. Cuando Almudena notó que los dedos se empezaban a separar de su piel, temió que él no siguiera, que todo acabara así. Eso no lo podía permitir. Deseaba más.

-Un poco más, por favor... un poco más, Luis - le susurró sin abrir los ojos.

Luis, sin decir nada, volvió a introducir los dedos de ambas manos entre los dos muslos, y ahora sí, Almudena los separó. Todo estaba claro. No había dudas de lo que ella deseaba, y menos cuando las caderas se empezaron a mecer suavemente.

Esta vez Luis no se entretuvo en las ingles de la mujer. Sus dedos fueron directamente a su coñito, a recorrer la empapada rajita. Con la mano libre quitó la toalla para admirar otra vez su precioso culo. Se colocó bien para poder masturbarla a placer. Con los dedos índice y anular frotó el clítoris. Con el pulgar dibujó circunferencias alrededor de la entrada de la vagina, hasta que cuando estuvo bien lubricado, la penetró con él.

-Aggggggg Luis...

La folló con el dedo y le frotó el clítoris con los otros dos, haciendo que en menos de dos minutos Almudena se corriera con intensidad. Notó en el pulgar las contracciones de las paredes vaginales a medida que lo metía y lo sacaba, llenándolo más y más de jugos. Ese segundo orgasmo fue igual de intenso y duradero como aquel primero, y cuando por fin acabó, ella volvió a quedarse relajada, jadeando.

Esta vez Luis no quitó la mano. La dejó allí. Cuando Almudena empezó a recobrar el aliento, movió los dedos suavemente por ahora aún más encharcado coñito. Ella volvió a gemir, a mecer las caderas.

Luis con la mano derecha la masturbaba. Con la izquierda, acarició las lindas nalgas, separándolas y dejando a la vista el tentador anito de la mujer. Sin dejar de tocarla, con la mano izquierda cogió el bote de aceite y dejó caer un poquito a lo largo de las nalgas, por la hendidura. Sacó el pulgar de la vagina y lentamente lo llevó hacia el ahora lubricado ano y lo acarició. Almudena gimió

La caricia anal se fue intensificando, sin olvidar en ningún momento el clítoris. Apretó y ella se tensó, así que quitó presión. Ella gimió otra vez. Volvió a apretar más. Almudena se tensó aún más, pero acercando elevando las caderas, haciendo que el dedo ejerciera más presión que la que él ponía.

Un ligero apretón más y el dedo venció la resistencia del esfínter y penetró dos centímetros en el interior de la mujer

-Dios... Luis...¿Qué me haces? susurró Almudena sintiendo un enorme placer.

Luis no dijo nada. Solo fue apretando más y más, metiendo más profundamente el dedo en el apretado culito de la mujer. Lo metía, lo sacaba, y lo volvía a meter más adentro. Al poco ya entraba hasta el segundo nudillo.

Y tal como hiciera antes, empezó a follarla con el dedo. Cuando lo metía a fondo los dedos que frotaban el clítoris se separaban, volviendo a frotarlo cuando sacaba el dedo. Almudena sentía placer por partida doble. Cuando le frotaba el clítoris y cuando le clavaba el dedo. Jamás pensó que podía obtener un placer así por su culito.

Aquel intenso tratamiento solo podía tener un final. Un fortísimo orgasmo que hizo que sus uñas dejaran marcas en las palmas de sus manos de tan fuerte que las apretó, que su cuerpo temblara y que su coño expulsara la mayor cantidad de jugos de su vida.

Ahora sí que quedó derrotada, sin fuerzas. Con dulzura, lentamente, Luis sacó los dedos y la acarició, antes de taparla con la toalla.

Su polla estaba a punto de estallar. Pero a pesar de todo, a pesar de haberla hecho correr dos veces, no se atrevió a hacer nada. Ella, al poco, sin decir nada se levantó y se fue a cambiar saliendo, instantes después, vestida. Se acercó a él y le miró fugazmente a los ojos.

-Gracias Luis. Necesitaba de verdad el... masaje - le dijo, dándole los 35 euros.

La acompañó a la puerta.

-¿Le reservo hora para una sesión dentro de tres días? - le preguntó a ella.

Almudena se estremeció.

-Sí. Creo que mi.. espalda necesita más sesiones.

-Bien, le llegará un SmS con la hora.

-Gracias otra vez, Luis. Por todo.

-Es un placer para mi complacerla, Almudena - le respondió, mirándola a los ojos.

Ella le sonrió levemente y se marchó. Luis, en cuanto cerró la puerta, se sacó la polla y se masturbó hasta llenar el suelo de varios chorros de semen que luego limpió.

Esa noche Almudena volvió a tocarse. La mano derecha por debajo de su cuerpo, acariciado su clítoris. La derecha, sobre sus nalgas...Se pasaba un dedo a lo largo de la separación entre ambas. Gemía cuando acariciaba su ano. Y se corrió cuando su dedo lo penetró.

Por la mañana recibió el Sms, citándola para dos días después, a las 7 de la tarde.

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Como siempre llegó puntual. Luis la recibió con la amabilidad acostumbrada y la acompañó hacia la habitación. Almudena no pudo ver la erección que Luis tenía, escondida bajo la bata. Él no supo que ella llevaba excitada y mojada toda la tarde, anhelando su masaje.

-¿Qué tal la espalda, Almudena? - le preguntó.

-Pues mejor, creo. El dolor en mucho menos intenso que la vez anterior.

-Es que pasaron muchos días desde la primera sesión. Cada tres días es lo indicado. Luego las iremos espaciando.

-Usted manda - respondió la mujer, mirándole a los ojos.

Almudena pasó al vestidor y se cambió. Luis la esperaba, ya preparado para la sesión. Esta vez la mujer sí que le miró a los ojos cuando entró, envuelta en las toallas. Pero cuando se acostó, ella misma se quitó la toalla del culo, dejándola caer al suelo. La polla de Luis dio un respingo, asfixiada entre los pantalones.

La primera parte del masaje fue estrictamente profesional, tratando la zona lesionada de la espalda de la clienta. Sin embargo, Luis no dejó de mirar hacia el precioso culo de la mujer. Cuando terminó con la espalda, pasó, como siempre a los muslos y fue bajando. Vio como Almudena abría ligeramente las piernas, mostrándole su ya mojado coño.

Los gemidos empezaron con el masaje en los pies. Estaba claro que eran una zona erógena para Almudena, que boca abajo, con las manos a ambos lados del cuerpo, gozaba de las caricias del hombre. Los gemidos aumentaron a medida que las manos subían a lo largo de las piernas, y se intensificaron cuando llegaron a su empapado coñito, que los recibió abriendo más las piernas.

La mujer se estremeció cuando notó como Luis dejaba caer aceite por su culo, y se tensó cuando su ano fue acariciado y penetrado.

-Agggg.. Luis...Luis.. que placer... dijo entre gemidos.

Luis no dijo nada. La masturbó como las otras veces. Pero esa vez estaba decidido a obtener él también placer. No quería esperar a que ella se fuera para hacerse una paja y correrse en el suelo. Sin dejar de estimularla, se acercó y presionó con su polla sobre la mano izquierda de Almudena.

Al principio ella pensó que era algo accidental, que él se había movido y la había rozado sin querer. Pero cuando él se empezó a frotar contra su mano y comprendió que era eso duro que notaba, casi se corre. Luis le estaba restregando su polla por la mano. Hasta ese momento ella no había pensado en él como hombre. Solo eran dos manos, dedos que le daban placer. No pensó que él también pudiera excitarse con aquello. Ahora tenía contra su mano la prueba. La Movió y apretó aquella dureza.

-Ummm, Luis...Está.. excitado.

-Desde que entró por la puerta, Almudena - le respondió.

La siguió masturbando y gozando de la caricias de la mano. Pero entre la bata, los pantalones y los calzoncillos apenas la sentía. Aún así disfrutaba. Ella no tardó en correrse, apretando su polla y sintiendo su culo atravesado por aquel enloquecedor pulgar.

Durante el tiempo que ella necesitó para recuperarse del intenso placer recibido, no dejó de apretar la dura polla. Entonces, movió la mano y encontró la abertura entre dos de los botones de la bata, y por allí metió la mano, volviendo a acariciar, ahora sobre el pantalón, la dureza que allí se escondía.

Luis se estremeció cuando ella bajó diestramente la bragueta y metió la mano.

Cuando Almudena pudo, al fin, tocar directamente la polla, se estremeció al notar su dureza, su calor. Luis se desabrochó la bata, botón a botón y la tiró sobre un sofá. Luego el cinturón, se abrió el botón y dejó caer los pantalones al suelo. Todo lo hizo solo con la mano izquierda. La derecha estaba frotando el clítoris de Almudena, que volvía a gemir de placer. Por último se bajó los calzoncillo y Almudena tuvo acceso completo a la durísima polla.

No la veía, solo la sentía. Sus dedos apenas abarcan la circunferencia de aquella barra de carne. En la posición que se encontraba apenas podía mover la mano, así que solo sujetó la polla. Luis empezó a moverse, adelante, atrás, haciendo que la verga le follara la mano. Los dedos de él volvían a penetrar su coño, a frotar su clítoris, a hacerla gemir de placer.

Almudena movía las caderas, el culo, buscando aquellos sabios dedos. Su mano cerrada notaba la polla entrar y salir del puño. Entonces notó algo nuevo, algo que la estremeció. Luis frotaba su inflamado clítoris al tiempo que su pulgar penetraba su vagina. Y entonces, con los dedos de la otra mano empezó a estimular su ano, que no tardó en ser penetrado primero por uno dedo y al poco, con dos. Aquello fue demasiado placer para la mujer, que elevando las caderas se corrió entre gemidos y espasmos en un largo y extenuante orgasmo que, al acabar, la dejó exhausta.

Luis dejó de moverse. Ella seguía agarrándole la polla. Ahora la acarició con dulzura, retirando las manos de su coñito y de su culo. Necesita correrse él también, liberar la tensión que lo embargaba, pero no quería, a pesar de todo, hacer nada que ella no desease. Si la camilla fuese más adecuada, se subiría y se la follaría allí mismo, pero dudaba que resistiera. No estaba diseñada para eso.

Cuando Almudena se recuperó, apretó la mano. La polla seguía allí. Dura. Se dio cuenta de que él no se había corrido. Ese hombre le había regalado en todas las sesiones unos maravillosos orgasmos, haciéndola descubrir placeres que desconocía, y ahora estaba excitado y sin conseguir su merecido premio.

Él era mucho más joven que ella. Rondaría los 30, si es que los había cumplido ya. No podía sentirse atraído sexualmente por ella. Pero allí estaba su polla, dura, agarrada por su mano. No sería justo dejarlo así. Soltó la polla para poder darse la vuelta. Se acostó boca arriba, sin toalla que tapara su tetas. Se incorporó sobre sus codos.

Primero miró al Luis a los ojos y le sonrió. Él le devolvió la sonrisa. Luego bajó la mirada hacia la polla, que asomaba entre las piernas del hombre. Alargó su mano derecha y la cogió. Ahora sí que podía acariciarla como es debido. Ahora sí que pudo hacerle una paja como debe ser. Se recostó y tiró de la polla para hacer que Luis se acercara más.

Luis, de pie al lado de la mujer, gozó de la cálida mano de su clienta. Se miraban a los ojos, ya libres de pudor alguno. Se sonreían. La camilla estaba demasiado alta. A buena altura para un masaje de espalda muy alta para una buen paja, así que Luis la bajó lentamente con el mando hasta que Almudena tenía que levantar el codo para masturbarlo. Se acercó un poco más hasta que la polla quedó casi encima de las tetas de ella. No eran muy grandes, pero se mantenían firmes. Los pezones estaban claramente excitados.

Y Almudena. Estar haciéndole aquella paja a su fisioterapeuta la tenía, a pesar de los orgasmos anteriores, otra vez cachonda. Se lo hizo saber al hombre mordiéndose los labios ya abriendo las piernas. Luis entendió y hacia allí llevó su mano izquierda. Enseguida recorrió la babosita raja de la mujer y frotó su clítoris.

Ahora, los dos gemían. El uno masturbaba al otro. Luis llevó su mano derecha al pecho derecho de Almudena y lo acarició, apretando su pezón entre los dedos, haciendo que ella intensificara sus gemidos y lo pajease con más intensidad.

Luis notó que se estaba acercando el estallido. No podría soportar más aquel placer. Apretando los dientes avisó a la mujer.

-Almudena.. no puedo más... voy a ...voy a.... - gimió Luis soltando el pecho que agarraba con su mano.

-Sí, Luís, córrete.. córrete - le suplicó ella, tuteándolo por primera vez.

Ella misma también estaba llegando a su propio orgasmo. Miró hacia la polla, que empezó a palpitar en su mano hasta que de repente fue sacudida por un espasmo y un poderoso geiser de caliente y espeso semen salió disparado, cayendo sobre sus tetas, manchándolas. Siguió moviendo su mano, exprimiendo, ordeñando aquella dura polla que expulsó chorro tras chorro de leche sobre ella. Algunos le llegaron al cuello, incluso. Aún con la polla en pleno orgasmo ella estalló, se corrió mirando como sus pechos eran regados por la abundante eyaculación de Luis.

La polla dejó de tener espasmos, de expulsar más semen, y ella seguía corriéndose, gimiendo. Y gritó. Gritó de placer. Luego, cuando todo pasó, agotada, dejó de moverse. No soltó la polla.

Luis la miró. No recordaba haberse corrido así sobre una mujer. Estaba cubierta por más de siete u 8 latigazos, desde su cuello hasta su abdomen. Estaba preciosa. Se quedaron los dos así. Ella con los ojos cerrados, con su polla en la mano. Él mirándola. Más de dos minutos después ella abrió los ojos y lo miró. Luego se miró el pecho.

-Tendré que lavarme antes de irme - le dijo, con una sonrisa.

-Sí, claro. La acompaño al baño - respondió Luís, sin tutearla y ayudándola a incorporarse.

-Luis, te acabo de hacer una paja y te has corrido en mis tetas. Creo que puedes tutearme.

-Pues, creo que sí - añadió el hombre, riendo.

Ella se levantó y se quedó de pie, junto a él. Se miraron a los ojos.

¿Me besará? , pensó Almudena.

¿Me besará?, pensó Luis.

Ninguno de los dos dio el paso. La guió hasta el baño y ella pasó. Él esperó fuera.

Almudena se miró al espejo. Miró la abundante corrida que lucía su pecho. Vio que en su cuello había semen, así que lo recogió con un dedo y lo miró. No pudo evitar llevarse el dedo a la boca y chuparlo. Saboreó el salado semen y gimió. Luego se limpió todo el resto, se secó con una toalla y regresó a la habitación.

Luis se había vuelto a poner los pantalones, aunque no la bata. Ella apareció ante él desnuda, y al verlo a él vestido, se sintió cohibida.

-Voy a vestirme - dijo la mujer, dándose la vuelta y dirigiéndose al cuartito en donde estaba su ropa.

Luis admiró su lindo culito. La polla se le puso dura otra vez. Se la colocó sin tratar de disimular la erección. A los pocos minutos ella volvió, ya vestida. Se acercó a él y le dio el dinero.

-Muchas gracias por todo Luis. Tienes una manos mágicas.

-Gracias. Las tuyas también son... sabias.

-Gracias - le sonrió ella.

La acompañó hasta la salida. Allí, Almudena, mirándole a los ojos, le dijo

-Envíame un Sms con la próxima cita.

-Claro, Almudena

Se miraron a los ojos con intensidad, una vez más. Cuando ello bajó la mirada, vio el prominente bulto que se marcaba en la bragueta del hombre.

-Luis, sigues excitado - le dijo, alargando una mano y acariciando la polla sobre el pantalón.

-No puedo evitarlo, Almudena. Me excitas.

Ella, al estar de pie, pudo ahora bajarle la cremallera, meter la mano y sacarle la polla sin problemas. La agarró y empezó una suave paja. Miraba la polla. No le miraba a él. Cuando sí le miró a los ojos fue cuando, lentamente, se empezó a arrodillar delante de él. No apartó la mirada cuando abrió la boca y se metió parte de la dura polla. Y no apartó la mirada de los ojos del hombre durante los siguientes minutos durante los cuales Luis no dejó de gemir, acariciando su sedoso cabello.

Luis recibió la que sin duda fue la mejor mamada de su vida hasta ese momento. Lenta, suave, profunda, aumentando el ritmo poco a poco hasta hacerlo llegar, sin remedio, a ese punto es que ya no es posible parar la riada. Ella lo notó en sus ojos, en el temblor de la polla. Se preparó para el momento y cuando Luis empezó a correrse dentro de su boca fue tragando aquel exquisito semen a medida que iba saliendo. Fue una corrida casi tan abundante como la anterior, y cada espeso latigazo de semen era engullido por aquella sabia boca, haciendo audible el sonido de tragar para que él supiera que ni una gota de su esencia iba a ser desperdiciada.

Almudena siguió mamando, sorbiendo, chupando aún cuando ya no salía más leche de aquella polla. Finalizó lamiendo todo el tronco, la morada cabeza, buscando cualquier rastro de semen. Cuando se dio por satisfecha, volvió a meter la polla en el pantalón, le subió la bragueta y se levantó.

Ahora sí que se besaron. Cada un recorrió la mitad del camino y juntaron sus bocas. Luis probó el sabor de su propio semen.

-Tengo que irme, Luis. Mándame ese SmS.

No había llegado ella a la calle cuando sonó su móvil. Tenía cita para tres días después. Sonrió y se estremeció.

+++++

Esa noche ella no se masturbó. Estaba saciada. Pero la mañana siguiente, en su oficina, no pudo evitar ir el baño y tocarse hasta correrse recordando los dedos de Luis, su dura polla y como se había corrido sobre ella. Recordando el sabor de su semen y su calor al bajar por su garganta. En dos días más volvería a verlo.

Luis siguió con sus sesiones. Y a cada cliente a la que atendía ya no la miraba solo como a una clienta. Con alguna llegó incluso a excitarse, pero siempre se comportó con absoluta profesionalidad y no movió ni un dedo más allá de donde era necesario. Tenía muy claro que jamás intentaría nada con ninguna de las mujeres que acudían a su consulta. Lo de Almudena había sido una excepción. Una placentera excepción. Se dijo que él no lo buscó, que había sido ella la que tomó la iniciativa.

Eso no volvería a pasar con nadie más. Pero deseaba que llegara la cita con Almudena. Deseaba volver a verla. Volver a acariciarla.. Deseaba...más.

+++++

Como siempre, Almudena fue puntual. A la hora de la cita llamó al timbre. Enseguida Luis le abrió.

-Buenas tarde, Almudena -la saludó invitándola a pasar.

-Buenas tardes, Luis.

La mujer se sorprendió de que Luis no la recibiera, como siempre, con la bata blanca. Iba en pantalón y camisa. Lo miró de arriba a abajo y comprobó que ya lucía una protuberante erección. Le miró a los ojos y sonrió.

-Hoy la sesión será en otra sala - le dijo Luis.

-¿Otra sala? - preguntó Almudena, algo sorprendida.

-Sí. Sígueme.

Ella lo siguió por otro pasillo de la casa hasta lo que resultó ser su dormitorio, con una amplia cama de matrimonio. Almudena sintió un agradable escalofrío recorrerle todo el cuerpo. Su coño, mojado desde que se subió al coche para ir a la casa de Luis, se mojó aún más.

-Puedes pasar al baño a desvestirte - le indicó Luis señalando una puerta.

-No creo que haga falta - respondió Almudena, empezando a quitarse la ropa.

En 1 minuto estaba completamente desnuda, siendo contemplada por Luis.

-Eres hermosa

-Gracias. Es siempre agradable que le digan esas cosas a una.

Sobre una de las mesillas de noche estaban los productos que él utilizaba para los masajes. Sobre la cama Luis había colocado una sábana blanca, a modo de camilla. Allí le pidió a Almudena que se acostara. Ella se tumbó boca abajo, cerró los ojos y se dispuso a recibir el placer que sabía que él le iba a dar.

Almudena era, en primer lugar, una clienta con una ya leve lesión en la espalda, así que lo primero que hizo Luis fue tratarla. Al ser la cama mucho más baja que la camilla tuvo que arrodillarse al lado del cuerpo de la mujer. Empezó por el tratamiento de fisioterapia, masajeando los músculos afectados por el accidente, presionando los huesos para que se fueran colocando poco a poco. El ligero dolor que ese tratamiento le provocaba Almudena lo sentía como placer, que se sumaba a su creciente excitación.

Cuando el masaje cambió de forma fue al llegar a los pies. La mujer empezó ya a gemir sin pudor, a mecer su cuerpo, a abrir las piernas solicitando atención entre ellas. Despacito, Luis fue subiendo por las largas piernas de la mujer. Cuando llegó ya se había quitado la camisa.

Al tener ella las piernas abiertas Luis pudo arrodillarse entre ellas. Se abrió el cinturón, el botón del pantalón y se bajó la cremallera. Ella no se había dado cuenta aún de nada. Se agachó y le dio un beso en la nalga derecha.

-Aggggg dios...Luis.... - dijo la extasiada mujer.

Luis se recostó hasta quedarse tumbado boca abajo entre las piernas de Almudena. Despacito se fue bajando los pantalones y los calzoncillos hasta dejarlos caer por el borde de la cama. Todo ese tiempo estuvo besando y lamiendo las nalgas de Almudena, que las movía de un lado hacia otro, buscando aquellos labios, aquella lengua, que le hacía agradables cosquillas y transmitían corrientes de placer por todo su cuerpo.

Una vez que Luis estuvo desnudo como ella, abrió las nalgas con las manos y lamió en profundidad la raja. Cuando Almudena sintió la lengua lamerle el ano casi estalla. Echó el culo hacia ella, reclamando más.

Y más le dio Luis. Metió una mano por debajo para poder recorrer con sus dedos la babosa raja de aquel sabroso coñito, para poder frotar su inflamado botón del placer. Lamía hasta la entrada de la vagina, embriagándose de su olor y se su sabor. Pero sobre todo, lamía y chupaba su apretado ano, llegando incluso a penetrarlo ligeramente con la lengua.

Aquello fue demasiado para la mujer, que arqueando todo su cuerpo se corrió con intensidad, mojando los dedos y la boca del hombre. Luis sorbió con gusto aquellos sabrosos jugos y cuando el orgasmo de Almudena terminó, besó con mimo y suavidad las nalgas, dejándola recuperarse.

Pasados un par de minutos, Luis cogió una de las almohadas y la colocó debajo de las caderas de Almudena, elevando sus caderas. Ella apretó los puños. Sabía lo que eso significaba. Sabía que él iba a follarla. Que le iba a meter aquella linda polla hasta el fondo de su coño y la iba a follar bien follada. Se quedó quieta, solo moviendo sus caderas de izquierda a derecha.

Su primer gemido fue cuando la polla rozó la entrada de su vagina. Su siguiente gemido fue cuando la polla, lentamente, se fue abriendo paso dentro de ella. Cuando sintió contra sus nalgas el pubis de Luis, yo no paró de gemir. Se sintió llena, plena.

Acariciando suavemente la espalda de la mujer, Luis empezó a follarla. Miraba como su polla entraba y salía del coño de aquella excitante mujer. Estaba brillante por los abundantes jugos que ella destilaba. Las penetraciones eran al principio lentas, profundas. Se la clavaba hasta el fondo, se quedaba quieto y volvía hacia atrás.

-Umm Luis.. qué placer.. cómo te siento - le decía ella.

Empezó a follarla con más ímpetu, incrementando la intensidad y la velocidad de las penetraciones, incrementando el placer la de mujer.

-Aggg, sí, sí... fóllame así.. fóllame más Luis.... -pedía Almudena.

Para poder follarla como ella quería, Luis se apoyó con las dos manos en la cama. Así podía moverse con más fuerza, con más garra. Así logró que Almudena se corriera otra vez, dejándola sin respiración, tensa, durante largos segundos. Dejó de moverse cuando ella volvió a respirar. Pero le dejó la polla enterrada en el caliente coño.

Almudena estaba flotando. Aquel maravilloso hombre la había hecho correr con sus dedos, con su boca, con su polla. Notaba la dureza de esa polla clavada aún dentro de ella. Él aún no se había corrido. Solo se había dedicado a darle placer a ella. Se merecía su premio, así que movió las caderas arriba y abajo, invitándole a volver a follarla. Invitándole a vaciarse dentro de ella.

Sin embargo, Luis tenía en mente otra cosa. Se salió de ella y tirando de sus caderas hizo que levantara las caderas hasta dejarla arrodillada sobre la cama, aunque con el pecho apoyado contra el colchón. Alargó una mano y cogió el bote del aceite que usaba para los masajes y dejó caer un chorro entre las nalgas de Almudena. Al notar como él esparcía el aceite por la zona y sobre todo por su anito, supo lo que él deseaba.

No dudó ni un instante. Aquel maravilloso hombre se merecía eso y más. Jugando con sus dedos en su ano le había descubierto nuevos placeres. Y en ese momento deseó lo que iba a pasar. Solo le susurró:

-Despacito, por favor....

Luis no dijo nada. Solo siguió acariciándola. Sus dedos apretaban cada vez más hasta que uno entró. Echó más aceite para lubricar bien, lo que le permitió meter el dedo hasta el fondo.

-Agggg Luis... Luis... que placer - gimió Almudena

Metió y sacó el dedo varias veces, notando como aquel culito cada vez ofrecía menor resistencia, como se fue relajando. Un segundo dedo se sumó al primero. Un poco más de aceite y resbalaron bien profundo dentro de ella.

Almudena apretaba los dientes, cerraba los puños. Solo sentía placer. Y sabía que dentro de poco él sacaría sus dedos y algo más grande la penetraría. Lo deseaba y lo temía al mismo tiempo. Cuando Luis consideró que ella ya estaba preparada, sacó los dedos y acercó su dura polla. Deseaba aquel lindo culito desde hacía días.

En el momento en que Almudena notó como él acariciaba su ano con la polla en vez de con los dedos, se tensó. Él se dio cuenta.

-Tranquila, relájate -le susurró para tranquilizarla.

Almudena respiró hondo y trató de relajar todo su cuerpo. Notó la presión aumentar en su culito hasta que fue suficiente para vencer la resistencia del esfínter. Sintió un punzada de dolor, pero pasajera. Él se quedó quieto, esperando a que ella se relajara más.

-Sigue..sigue Luis...

Él empujó, y la dura barra empezó a clavarse poco a poco en la mujer. Luis la miraba, atento a cualquier signo de dolor o de molestia, pero en la cara de Almudena solo veía placer. Avanzaba 2 centímetros, sacaba su polla 1 y volvía a meterla 2 más. Así, despacito, sin prisas, fue clavándole toda la polla dentro de aquel apretado , cálido y hermoso culito.

Una vez consiguió tenerla toda dentro, se quedó quieto. Almudena estaba sorprendida. El leve dolor que sentía era como el que sentía cuando él le daba los masajes. Un dolor que se mezclaba con placer y que hacía imposible distinguir el uno del otro. Movió las caderas para sentir aún más la dura barra que tenía dentro.

Luis agarró sus caderas y entonces, empezó a follarle el culito. Muy lentamente, despacito, evitando a toda costa provocarle cualquier dolor. Sacaba la polla hasta la mitad y volvía a meterla hasta el fondo.

-Ummm Luis, que rico... no pares, sigue...sigue... follándome así.

Sin soltarle las caderas, empezó a arremeter con más pasión. Eso hizo que ella gimiese aún más fuerte. Que sintiera aún más placer. Almudena jamás pensó que el sexo anal pudiera ser tan placentero. A los pocos minutos Luis la follaba con fuerza. Solo sentía placer. Solo placer.

Tanto, que sorprendida notó que se iba a correr. Iba a estallar en una desgarrador orgasmo siendo follada por su culito sin ni siquiera tener que tocarse.

-Me voy a correr Luis.. dios,, me voy a correr...

-Umm, sí, sí córrete... yo.. también me voy a correr.

Saber que él la iba a llenar, que su polla iba a disparar su caliente simiente dentro de ella disparó su orgasmo. Cerró con fuerza los puños, llevándose con ellos las sábanas de la cama. Apretó los dientes, cerró con fuerza los ojos y se corrió como no recordaba haberlo hecho jamás. La polla palpitó dentro de ella y expulsó su caliente y espesa carga, aunque Almudena, perdida en el éxtasis de su orgasmo, apenas lo notó.

Luis se vació dentro del cálido culito de la mujer, disparando chorro tras chorro de hirviente semen. Con el cuerpo tenso por el orgasmo dejó de penetrarla hasta que su polla dejó de manar. Entonces se quedó quieto, con toda la polla dentro, jadeando. Ella seguía en pleno orgasmo, con cada fibra de sus músculos en tensión.

Cuando su placer acabó y la tensión se detuvo no tuvo fuerzas para seguir en esa postura y cayó hacia adelante, desmadejada, rota... Luis cayó a su lado y luego la abrazó. Besó su cuello y ella sonrió.

+++++

Almudena no volvió más a recibir su tratamiento en la camilla. La cama de Luis fue testigo mudo de sus encuentros mixtos. Primero, masaje para su espalda. Luego, sexo para su cuerpo.

Semanas después Luis recibió una llamada de un número que no conocía.

-Buenos días. Consulta de Luis Sánchez.

-Hola Buenos días - dijo una voz de mujer - Me dio su número una amiga. Me dijo que usted hace maravillas con sus manos.

-Oh, muchas gracias. Tiene algún problema médico o quiere un masaje de relajación.

-Ah, solo alguna contractura leve. Quisiera un masaje relajante.

-Muy bien. ¿Quién le dio mi teléfono? Quisiera agradecerle que me haga buena publicidad.

-Almudena - respondió la mujer.

Luis sintió un escalofrío recorrerle el cuerpo. ¿Hasta qué punto le habría hablado Almudena a su amiga de su relación?

-Esto, Luis... yo...quisiera uno de sus masajes... ya sabe. De esos.. especiales. - susurró la mujer.

La polla de Luis se empezó a poner dura. Le dio a la mujer cita para el día siguiente.

En pocos meses, Luis tenía varias clientas 'especiales'. Su preferida nunca dejó de ser Almudena.