Manoli (1)

El otro lado de la cama. Un sábado en la mañana. Meneítos y arrumacos de Manoli con su marido Paco, para hacerlo venirse sin penetrarla.

Manoli (1)

El otro lado de la cama. Un sábado en la mañana. Meneítos y arrumacos de Manoli con su marido Paco, para hacerlo venirse sin penetrarla.

Paco despertaba poco a poco, descansado, somnoliento, bajo la calidez de las sábanas, en una mañana de sábado de primavera. La luz del sol entraba por las rendijas de la persiana, y la quietud matinal sólo era interrumpida por algún coche en la calle.

Su mujer, Manoli, dormía a su lado, la respiración queda, vuelta de espaldas. Tenían un ligero contacto en las piernas, y este contacto animó a Paco. Su mujer tenía la piel muy suave, extraordinariamente suave. El mero contacto de un muslo sobre la rodilla de Paco era suficiente para encender su livido.

A Paco le gustaba especialmente hacer el amor por las máñanas, más aún tratándose de un sábado de primavera. Paco sabía muy bien que a su mujer no le gustaba hacerlo a esa hora, pero nunca podía resistirse a intentarlo.

Se arrimó a Manoli, oliendo el aroma de su cuello, y rodeándola con los brazos por detrás, comanzó a acariciarle los senos. Suavemente al principio, con fruición después. Manoli tenía un cuerpo delicioso, abrazándola por detrás Paco enloquecía de deseo. Delgadita, de cintura fina, sus caderas anchas, sus muslos generosos, sus senos esponjosos, su piel tibia a esa hora de la mañana tenía una suavidad increíble.

Manoli empezó a salir de su letargo, lentamente. Suspiró, se percató de la presencia insistente de su marido, y bostezó, protestando.

  • Mmm... Ahora no, Paco, déjame dormir. - Vamos, nena... anímate.

Paco no dejaba de masajear esas tetas esponjosas, abundantes, con los pezones amplios. Manoli llevaba un camisón corto y amplio, que le permitía a Paco sumergir sus manos por debajo y embrigarse con el tacto de esa anatomía perturbadora. Su verga estaba ya enhiesta como un mástil. Se arrimó un poco más, empujando con su verga el culo de ella.

  • No quiero, Paco, déjame. - Vamos...

Después de un minuto de presión, Manoli se dio cuenta de que Paco no iba a cejar en su empeño, como tantas veces, así que decidió hacer lo que hacía todtantas otras veces con su marido. A ella no le apetecía hacer el amor, así que le daría un tratamiento como sólo ella sabía dar y que dejaba a Paco tranquilito en un minuto.

Dándose la vuelta, abrazó a Paco, lo atrajo hacia sí. Ló empezó a besar en la boca, disimulando una ansiedad que no tenía. Sus manos se deslizaron bajo las sabanas, quitándose las bragas con pericia y despojando a Paco de sus calzoncillos con mayor pericia aún.

Se chupó los dedos, mojando con ellos su vientre, su pubis, sus muslos, y colocó la verga de Paco entre sus muslos. Paco suspiró con deleite, contento por que iba a disfrutar de un buen rato con su hembra, aunque no sabía que de entre los muslos y el vientre de Manoli no iba a pasar, no iba a meter su verga donde él deseaba.

Su hembra no estaba para fiestas, sino que quería seguir durmiendo, así que pensaba despacharlo rápidamente sin implicarse demasiado. Sabía que podía hacer con él lo que quisiera, una vez que lo tenía atrapado entre sus caderas, podía manejarlo a su antojo.

Paco se abandonaba a los besos lujuriosos, extasiado con el contacto del ese cuerpo impresionante, excitado como un toro en aquella humedad irresistible. Intentó penetrar a Manoli, pero ésta arqueó la pelvis hacia dentro, y paco sólo consiguió subir el miembro hasta su vientre. Entonces Manoli rodeó a Paco entre sus caderas, atrapando su miembro entre ambos vientres, húmedos de saliva y líquido preseminal.

Paco intentó bajar las caderas para intentarlo de nuevo, pero Manoli apretó fuertemente sus piernas en torno a la cintura de él, y las tenía bastante fuertes. Paco se dio cuenta de que no podría moverse más de lo que ella le permitiera.

  • ¿...? Pero nena! - Quieeeto fiera...

Le susurró lo último al oído, con voz somnolienta y los ojos cerrados, lo cual excitó aún más a Paco, que se abandonó en la posición en la que estaba, meneándose lo que podía arriba y abajo. Manoli se impregnaba las manos de abundante saliva, y las deslizaba entre los vientres, humedeciendo bien el hinchado miembro de su ansioso marido.

Ya tenía a Paco listo para sentencia. Manejaba el cuerpo de él a su antojo, y tenía ya ganas de seguir durmiendo. Ahora venía su toque final para llevarlo rápidamente al orgasmo sin que la penetrara.

Manoli, que envolvía a Paco entre sus piernas, doblando una rodilla, la levantó hasta la altura del pecho de él. Y con el interior de su muslo y su pantorrilla hizo una caricia en el costado de su marido, larga y lenta, comenzando por el pecho, siguiendo hacia abajo, el lateral del vientre, la cadera y el muslo. Según terminaba el recorrido de esa caricia, su otra rodilla ya estaba preparada en el otro lateral del pecho de su marido, y comenzaba otra caricia con el interior de esa otra pierna, despacito, hacia abajo.

Era muy sencillo. Alternando las dos piernas, acariciaba una y otra vez los costados de Paco, con la suavidad enloquecedora de su piel. Sabía que Paco no podía resistir este masaje sin correrse, y esto era precisamente lo que ella necesitaba, y rápidamente.

  • Manoli, no, todavía no! - Mmm Paaaco, vente cariño...

Así comenzó una danza rítmica enloquecedora, Manoli masajeando a Paco con la deliciosa piel del interior de sus piernas, alternando una y otra, devorándolo en lujuria.

Mientras, le acariciaba el cuello y el pecho con sus manos, disimulaba apenas los bostezos, suspiraba lascivamente. Toda una actuación. Meneaba ligeramente su pelvis, permitiendo que la verga de Paco sintiera el calorcito de ambos vientres, pero sin dejarle entrar donde él quería. De tanto en tanto se llevaba las manos a la lengua para reponer la saliva en el miembro de su marido. Todo un arte.

Esa mujer sabía muy bien cómo encender, y consumir, los instintos de un hombre. Ella quería que Paco se corriese rápido y sin penetrarla, y sabía perfectamente cómo hacerlo. Paco se desesperaba por penetrarla, e intentaba desplazarse un poco hacia abajo, pero manoli agarraba ahora con las manos su cintura con fuerza, y con las caricias de sus piernas desviaba su atención. Paco estaba desaforado con el tratamiento de Manoli. ¡Dios!, sus piernas, su danza y sus delicias lo estaban poniendo a mil, su verga latía de desesperación, hinchada, ansiosa, caliente.

Entonces Manoli, mientras aceleraba el ritmo del vaivén de sus caderas, y el ritmo de las caricias de sus piernas, le susurraba en la oreja el toque final.

  • Vaaamos Paco, vaaamos chico, mmm, te guuusto eeeh? Te apetece venirte... - Ooohhh! - Te puedo chico, te puedo, ven conmigo, dámelo todo, vaaamos...

Paco no pudo resistir más. Esa voz embriagadora provocándolo, en el culmen de su excitación, fue demasiado. Sus pelotas hinchadas y su verga latiendo estallaron. Empezó a eyacular desenfrenadamente, chorros de caliente semen en el vientre de Manoli.

Ella prolongaba las caricias y el bamboleo de caderas más despacio esta vez, para ordeñar la última gota a su ardiente marido. Quería asegurarse de poder seguir durmiendo tranquila.

Cuando Paco cesó de moverse, totalmente exhausto, Manoli lo empujó suavemente al otro lado de la cama. Se dio la vuelta, bostezando, tranquila ya, y siguió durmiendo.