Manipulando a una jovencita

Ras sufrir un shock familiar, la joven y dulce Alba es manipulada para convertirse es esclava.

Alba recibió la llamada de David. Como las anteriores veces, ni siquiera

se molestó en dar muchos detalles.

"Ven a mi casa. Me apetece follar contigo. No olvides traer una caja de condones".

Alba era una caricatura de niña buena. Hija ideal en todos los ámbitos: buenas notas, comportamiento ejemplar, poco rebelde, indumentaria correcta.  No era exhuberante, pero su figura delgada y sus formas jóvenes y firmes podrían ayudar a Alba a no pasar desapercibida. Sólo que ella buscaba justo lo contrario y, para evitar miradas curiosas que le hacían sentir incómoda, la sensualidad siempre estaba  desterrada de su ropa y su actitud.

Tuvo algunos novios, pero pronto se cansaron de ella. Sus enormes ojos

verdes enmarcados en un adorable rostro aniñado no eran suficientes para

contentar a las insaciables hormonas que embriagaban a los adolescentes. No es que no hubiera tenido sexo con ellos, que lo tuvo, ya que la enfermiza docilidad de la chica facilitaba ese punto, pero el escaso erotismo que ella aportaba en esos momentos, poco a poco acababa por dilapidar todos los noviazgos que vivió.

Por eso no se explicaba su relación con David.  Ella evitaba a los chicos como él. El aire misterioso de chico malo no solía funcionar con ella. Tal vez fue la diferencia de edad fue el salvoconducto por el que le permitió hablar con ella en esa discoteca, pero lo que no entendió es cómo pudo acabar haciendo el amor en casa del chico.

Y eso lo cambió todo. La personalidad de Alba transmitía un extraño respeto en los chicos con los que estaba. Y su falta de sensualidad en determinados momentos hasta los intimidaba, por lo que el cuidado extremo regía los coitos que había experimentado. Nada que ver con lo ocurrido con David. Aquella noche fue brutalmente follada. Apenas cruzaron la puerta, y él ya le estaba quitando el jersey.  No parecía preocuparle lo más mínimo lo que ella quisiera o no hacer, simplemente iba a tomar de ella lo que quería.

Alba se dio cuenta de que su opinión no importaba. En principio tuvo algo de miedo y por un momento pensó en resistirse y obligarlo a hacer las cosas de la manera que ella acostumbraba.

Pero no hizo tal cosa. El sentir que alguien iba a usarla despertó un millón de fibras en su ser y, sólo con este hecho, sintió más excitación que en toda su vida. Le dejó desnudarla en la entrada y estudiarla detenidamente allí mismo. Admirando sus curvas, su desnudez. Pronto las manos de David exploraban sus pechos y activaban sus pezones expertamente provocando una sinfonía de gemidos en ella.

Siguió gimiendo cuando, poco después, ya tumbada en una cama, notó las manos de David separando las rodillas piernas flexionadas y observó la mirada lujuriosa del chico posarse ávidamente en su sexo.

Una vez abierto el camino, David besó el sexo de Alba y le de dedicó unas precisas caricias con la lengua que acompañaron a la chica hasta el orgasmo. El primero de varios, porque el miembro de David no tardó en comprobar la lubricación perfecta de la chica y se adentró en su otrora frío interior, derritiendo cada centímetro de piel jugosa. Alba no pudo evitar proferir un grito tras otro mientras alcanzaba el segundo clímax. El tercero vino acompañado de lágrimas de placer, de felicidad.

Follaron con pasión, con fuerza, con violencia.  Y Alba se sintió liberada del corsé en el que, sin ser consciente vivía. David, varios años mayor que ella y con un experimentado bagaje, rompió el concepto que Alba tenía del sexo.  Agotado por la batalla y tal vez por el alcohol, David se durmió apenas terminaron el polvo y, pese a que sintió cómo la chica se disponía a marcharse, no se molestó en despedirse de ella.

Cuando Alba, exhausta, abandonó de madrugada la casa de David, estaba sexualmente satisfecha, pero se convenció de que este no era el tipo de relación que quería tener. Había estado bien, desde luego, pero no volvería a ocurrir.

Dos semanas tardó en volver a tener noticias de David. Fueuna llamada breve llamada de teléfono.

-          Hoy no tengo nada que hacer, así que, ¿por qué no te vienes a follar a casa?

A Alba le temblaban las piernas. Lo tenía decidido, no iba a ir. Para colmo, le había dejado claro que no tenía ningún interés en ella. La llamaba, porque no tenía nada mejor que hacer. Aún así le dio otra oportunidad, la opción de ser el chico con la que ella podría salir.

  • Si no tienes nada que hacer, si quieres quedamos para tomar unas cañas. – Terminó por responder Alba.

  • Venga no me jodas, tía. Ya sabes donde vivo y lo que quiero. Tú misma.

Aún seguia odiándose cuando llamó a la puerta del chico. David la recibió medio borracho y, sin saludarla siquiera, comenzó a desnudarla.

Ella sabía a qué había ido. No opuso resistencia alguna y dejó después que aquella boca que apestaba a cerveza jugara con sus durísimos pezones.

Alba, de nuevo, se sintió un muñeco en manos de un depravado. Eso era parte, desde luego, de lo que había ido a buscar allí. No habían pronunciado aún ninguna palabra cuando Alba, desnuda, apoyando el pecho en la mesa del salón, abría las piernas ofreciendo su sexo para que el miembro de David se satisficiera.

Él agarró las caderas de la chica, apuntó y a la segunda logró penetrar el jugoso agujero que le esperaba.  Apenas comenzó a moverse, ya tenía a la chiquilla dando gritos y no paró hasta llevarla al orgasmo, aunque poco después no pudo evitar inundar el condón con su leche.

Alba aún sentía escalofríos mientras era conducida a la cama para que se tumbara. Abrió las piernas instintivamente y pronto montó sobre ella David, que volvió a penetrarla. Rápidamente, Alba sintió su cuerpo bambolearse debido a las fuertes embestidas a las que estaba siendo sometida. Ella sólo podía corear con gritos el baile salvaje en el que su pareja más parecía asesinarla que amarla. Y cuanto más fuerte la follaban, más gemía Alba. Hasta que la disputa acabó de la única manera posible, con David corriéndose en mitad del paseo por las nubes de la chica.

Repusieron fuerzas en la cama y después cenaron y follaron. Tomaron una copa y follaron.

En el escaso tiempo que dedicaron a hablar, percibió que David acostumbraba a seducir chicas sensuales y de mente abierta, por lo que no se explicó el motivo por el que se acercó a ella la primera vez. Tampoco se atrevió a preguntárselo.

Así se asentó su relación con David. Una recatada chica que buscaba una relación estable con un novio formal, acudía a casa de un cazador nocturno cada vez que este la llamaba. Ni siquiera le permitía llamarlo.

  • Cuando quiera saber de ti, ya te lo haré saber.

El ritual era siempre el mismo. Alba recibía la llamada y declinaba la invitación. Después se maldecía a si misma y se dirigía a casa del chico diciéndose continuamente que era la última vez. La melodía desaparecía durante el revolcón, pero, en cuanto salía por la puerta, volvía a repetirse que no volvería a hacerlo.

Al comenzar la facultad se dijo que terminaría todo aquello. Nuevos amigos y nuevas vivencias parecían favorecerlo. Pero siguió acudiendo a casa de David con las piernas abiertas cada vez que la llamaba.

Lo inexplicable abofeteó con fuerza a Alba una noche. Se derrumbó cuando el policía le contaba el accidente. “No estamos seguros de las causas, pero el  coche de tus padres se estrelló contra la mediana a gran velocidad y produjo la muerte de los dos ocupantes”.

Sus dos progenitores eran hijos únicos en sus respectivas familias. Sin abuelos desde hacía años, el accidente se llevó a toda su familia. Además, los continuos cambios de residencia que habían vivido por culpa del, habían abortado cualquier arraigamiento a la gente de las ciudades en que habían estado.

Durante los días siguientes, recibió llamadas de algunos compañeros de trabajo de sus padres y poco más. Ninguno de ellos le ofreció ayuda sincera ni ella estaba con ganas de solicitarla. Así, cuando acabó el duelo oficial, se vio literalmente sola.

Poco a poco, según despertaba del shock, fue tomando conciencia de lo delicado de su situación. Apenas había dinero en la cuenta de sus padres y sin familia ni gente que la protegiera, debía procurarse ella misma los recursos para vivir.

En plena crisis, un viernes recibió la llamada.

"Ven a mi casa. Me apetece follar contigo. No olvides traer una caja de condones"

Esta vez no dejó que David la desnudara sin saludarla. Lo detuvo y le dijo que tenían que hablar. David la escuchó atentamente mientras le contaba los últimos acontecimientos y le describía su situación.

  • A final de mes vence el alquiler y no tengo donde ir. Por favor, déjame quedarme aquí hasta que encuentre un trabajo que pueda compaginar con los estudios.

Alba sabía que su petición era ridícula, pero tenía que agarrarse a esa opción. David no era de los que quisiera estar con su chica todo el día. De hecho, Alba no se consideraba exactamente "la chica" de David. Dudaba incluso de que él hubiera tenido alguna vez novia de verdad.

Alba no era la única que tildó de ridícula la ocurrencia. David casi se rió por dentro mientras se lo proponía.

"¿Qué coño se pensaba ésta? ¿Acaso tenía un puto cartel en la entrada que rezara "Beneficencia Municipal"?¿O le había tomado por su novio? Ni de coña... Alba estaba bien para follar un rato. Y era reconfortante ver cómo sometía una y otra vez a esa remilgada niñita pija Así cambiaba de aires de vez en cuando y sustituía sus habituales roces con chicas de amplio escote por alguien que parecía eternamente virgen. Pero poco más."

David se tomó su tiempo para responder.  Le salía darle con la puerta en las narices,  pero súbitamente se formó una idea en el fondo de su ego. Ya que le ponía someter a Alba, la situación le venía de cara para  manipularla y transformarla completamente. Iba a convertir a la dulce Alba en una puta. Con gesto serio contestó:

  • Estoy abrumado por todo lo que me cuentas. Sabes que lo que me propones no entra en mis planes y, en principio, te voy a ser sincero, no me agrada la idea. Déjame pensarlo.

Un gesto de alivio, de pequeña guerra ganada, alumbró el rostro de Alba. David pensó que estaba encantadora con esa expresión. A David le costó reprimir su sonrisa mientras le decía:

  • Pero ya que estás aquí, ven y chúpamela un poco.

Su educación tradicional provocaba un rechazo natural a la felación, le parecía algo propio de putas. No era la primera vez que David se lo proponía, pero jamás le concedió el capricho. Se la podía follar como quisiera, pero esto no. Hoy era distinto. Alba quería complacer a David, le iba la vida en ello. No quedaba más remedio. Decidió estrenarse en esta práctica, rezando porque su inexperiencia no le jugase una mala pasada.

Fingiendo una sonrisa, se acercó a él. Se puso de rodillas y le bajó los pantalones y los calzoncillos. Con tanta charla, el miembro del chico aún no había tenido oportunidad de crecer. Separó la piel y lamió suavemente el glande desnudo mientras acariciaba el tronco. Lo introdujo después en la boca y succionó despacio, notando su endurecimiento. Besó la punta y trazó con la lengua  el recorrido hasta los huevos. Volvió a meterla en su boca y  siguió comiéndolsela.

David veía a Alba trabajar su polla. Ahí la tenía, mamando sin rechistar en vez de vetarle el capricho. Se excitó sabiendo que ella lo hacía por supervivencia. Que se la chupaba para comprarle. Se la veía nerviosa y aplicada. Una combinación preciosa que hizo que David tomara el mando. Agaró la cabeza de la chiquilla y comenzó a guiar las penetraciones. Ella se dejó hacer. Ponía su empeño en mantener la boca abierta y no dañar el miembro que la invadía.  Alba intuyó que el ritmo creciente indicaba que David terminaría pronto.  Pidió para sus adentros que no se vaciara en su boca, que no le obligara a algo tan asqueroso…

La respuesta la obtuvo pronto. David sujetó con más fuerza la cabeza de la joven, para evitar que se retirara y eyaculó en la dulce boquita de la joven. Ella, sin rechistar, se rebajo a reogerlo en la boca y después tragarlo.

Alba se sentía incómoda con ella misma por lo que acababa de hacer para convencerlo. David, a cambio, disfrutó de la capitulación de la chica.

Mientras tomaban la pizza, David sonreía imaginando la respuesta de la chica cuando le propusiera atarla a la cama. Llevaba tiempo con ganas de hacerlo, pero la única intentona que lanzó se saldó de igual forma que había ocurrido con las felaciones. Y al igual que con ellas, sabía que hoy sería distinto.

Efectivamente, la respuesta de Alba fue impecable. Alentada por la necesidad,  no parecía atreverse a ponerle ningún límite y a él le encantaba aprovecharse de ello.  Aún no estaba seguro de si merecía la pena dejar que Alba se instalara con él o la iba a mandar a paseo. De momento se iba a dar el gustazo de no quedarse con las ganas de hacer nada con ella.

A Alba no le pilló por sorpresa la petición. Le invadía la tristeza mientras sus manos eran atadas. Pensaba si realmente valía la pena pasar por esto para tener casa. Al recibir la venda en los ojos, casi tenía tomada la decisión de abortar todo esto.

Asustada, nerviosa y triste, sus sensaciones fueron cambiando en cuanto David se aplicó sobre su cuerpo. Anulada la vista, el tacto tomó el poder y apreció exageradamente el primer chupeteo que David regaló a sus pezones y comenzó a derretirse tan pronto como los dedos del chico jugaron con sus labios y su clítoris. Estaba superada y sorprendida de que esta experiencia, además de degradante, era maravillosa. No tardó mucho más en llegar al orgasmo que, guiado por la experiencia del chico, parecía no terminar nunca. Antes de que se diluyera, sintió el miembro de su anfitrión invadiendo sin dificultad sus entrañas. Todo el tacto y el cuidado anterior se transformaron en violentas embestidas. A David le encantaba follársela a sí y a ella le gustaba sentirse usada de ese modo. Estaba en un sueño cuando sintió las convulsiones de David eyaculando.

Poco a poco su cuerpo volvió a la calma y todo volvió a recolocarse. El placer que obtuvo no logró desterrar de su cabeza lo que había hecho y los motivos por los que lo había permitido. Se sentía sucia. Al fin la desató. Afortunadamente no parecía querer nada de ella en ese momento. Todo había acabado por ese día y no le había puesto en la calle.

David trataba sin éxito de dormir. Se recreaba en todo lo que había obligado a hacer a Alba y comenzó a plantearse más seriamente probar unos días más. La idea de convertir a la pequeña mocosa pijita y remilgada en una puta daba tantas vueltas que lo mareaba. Decidió dar un paso más, probar de nuevo a la chica. Comenzó a acariciar los medianos pero redondos y firmes pechos de Alba.

Alba tampoco podía dejar de pensar. Estaba hundida. Había cedido en todo, sin poner la más mínima resistencia. Era lamentable. Cierto que había tenido un orgasmo detrás de otro, pero esa no era la cuestión. Cuando David volvió a tocarla, ella entendió que aún no había acabado el día.

  • ¿Quieres más fiesta, David?

  • Quería saber una cosa. - Respondió, directo, David. - ¿Te han follado el culo alguna vez?

Alba trató de ocular el mazazo. No había nada más sucio y antinatural que eso... Quería sodomizarla. Entendió que estaba siendo puesta a prueba y parecía que este era el precio final a pagar...  ¿Estaba dispuesta? Lo cierto es que tampoco tenía mucha opción. Sólo esperaba que no fuera tan desagradable como imaginaba.

  • No, David, jamás me han penetrado por ahí . – Respondió.

David no dijo nada. Quería que fuera ella la que se rebajara a ofrecerse. Cada segundo de silencio fue empujando a Alba hasta que se rindió diciendo.

  • Vas a tener que ayudarme, David, porque no se ni cómo ponerme.

La respuesta despertó del todo el miembro de David. Su disponibilidad era maravillosa. Cogió vaselina del cajón de la mesilla y le indicó a la chica que se levantara. Le hizo apoyarse en la cómoda y ofrecerle el trasero. Cuando David dio la luz, Alba, frente al espejo era testigo de la humillante escena. Se avergonzó de verse de esta manera. Veía también a David, mirando su trasero mientras colocaba un dedo en la entrada de su ano.

-          Te aconsejo que te relajes, preciosa.

Pronto  comenzó la invasión. Las tablas, el cuidado y la paciencia de David la guiaron en el camino. Usó un dedo, luego dos y, sin saber cómo era físicamente posible, la punta de la polla comenzó a abrirse paso por sus paredes. El espejo devolvía la imagen de las manos de David en sus caderas mientras la invadía  por ese flanco. La experiencia dolió más en la autoestima de Alba que en sus tejidos. Lejos de ser placentera, tenía que reconocer que la práctica a la que estaba siendo sometida no fue tan terrible como imaginaba.

Una vez abierto el camino, David se dispuso a bombearla.  Lo hizo con delicadeza, disfrutando de penetrar al fin sin condón un orificio de la chica. Alba notó al fin cómo el chico se corría dentro de ella. Supo manchadas sus entrañas y su honra y le entraron ganas de llorar.

  • Mmmm, Alba, ha estado bien, ¿te ha gustado?

Alba  asintió escuetamente con la cabeza. Entonces David abandonó su esfínter, apagó la luz y volvió a la cama. Ella sintió escaparse el semen de su agujero y, amparada por la oscuridad, permitió silenciosamente que sus enormes ojos verdes se llenaran de lágrimas. Se tumbó deseando que, definitivamente el día hubiera acabado ya.

David, con su decisión tomada, pudo dormir al fin. Los 18 años de la chica, diez menos que él, la convertía en una presa deliciosamente manejable, más aún con esa enfermiza aceptación de la autoridad que había descubierto que Alba profesaba a su padre. Añadiendo el ingrediente clave de la situación precaria, era inevitable lograr una receta perfecta de puta en toda regla.

Alba también consiguió dormirse de puro agotamiento. Había hecho todo lo que pudo para convencer a David que merecía estar con él. Esperaba que así lo reconociera el chico.

David despertó pronto. Pese a que su trabajo no era el mejor para definir rutinas, acostumbraba a levantarse pronto. Era bastante útil para poner en orden todo antes de que empezara el día. Tenía los contactos suficientes para poder organizar o participar en eventos publicitarios. Combinaba temporadas asfixiantes con momentos de relativa calma, como el de ahora.

Miro a Alba, desnuda en su cama. Rota en el primer asalto. Esperando que le diera hoy la respuesta de si le permitía quedarse o no. Tenía que elaborar el discurso que iba a darle para terminar de romperla.

Cuando tuvo el guión preparado en su cabeza comenzó a acariciar con suavidad los pechos de la chica, esperando que se despertara. Ella poco a poco fue despertando y permaneció callada, esperando el veredicto que traía el amanecer. David le dio los buenos días sonriendo, la besó dulcemente y continuó con sus caricias mientras iniciaba el discurso.

-          Alba, los dos sabemosayer fue todo sorprendente. Primero por las noticas que me trajiste. Después por tu actitud. Te lanzaste a hacer todo lo que me habías negado hasta ahora.  Supongo que era tu forma de convencerme para quedarte, ¿verdad?

Alba tardó en responder. La verdad escocía, era dolorosa. Pero David quería su respuesta  y ella tuvo que mentir. Incluso mentirse a sí misma.

-          Creo que ahora tocan cambios en mi vida. Llevas razón que, en parte, quería convencerte de quedarme, pero ayer, si no hubiera estado en esa situación, creo que habría hecho lo mismo.

-          Lo entiendo,.- respondió David, sabiendo que, con esa mentira, se lo estaba poniendo en bandeja. – Es normal tu decepción. Hacer siempre lo correcto e inhibir tus instintos te ha llevado donde estás ahora. Desamparada y sola. La única ayuda que puedes recibir la encuentras justo en el único lugar en el que te permitías relajar tu conducta. Por eso, es normal que ayer la relajaras aún más.

La dignidad de Alba se alivió al escuchar que no se había vendido. Inconscientemente apuntó ese argumento en su subconsciente. Ella lo había esbozado durante esos días oscuros. Cabreada, se maldecía de haber "siendo buena" para tener semejante recompensa. Tras la pausa que hizo David, pensativo, siguió escuchando y sintiendo, ya no los dedos, sino las manos de David, amasando sus tetas.

  • Por otro lado, sabes tan bien como yo que no somos novios, ni mucho menos. Follamos, nos divertimos, pero ahí se acaba todo. Yo no quiero vivir con nadie ni tengo obligación alguna de hacerte favores.

David hizo otra pausa. Alba palideció. No dijo nada, esperó la continuación de la explicación del chico.

  • Pero tampoco te quiero dejar así, especialmente ahora que has decidido, como demostraste ayer, cambiar tu conducta y convertirte en algo más interesante. A la Alba de ayer podría dejarle una habitación, pero a la de antes no se lo permitiría. Sería insorportable vivir con ella.

  • ¿Quieres decir que si me dejo encular me permitirás vivir contigo? -interrumpió Alba.

  • En cierto modo sí, pero no exactamente. - Contestó él con reflejos. – Me refiero a que no puedo vivir con la Alba que conocía. Tienes que cambiar. Y para cambiar, sólo hay una posibilidad: hacer todo lo que yo te diga.  Si, como ayer, haces todo lo que te diga, sin rechistar, podrás quedarte. Pero a la mínima que aparezca la niñata remilgada, a la primera que te niegues, te quejes o te rebeles, tendrás que marcharte.

-          ¿Quieres decir que tendré que obedecerte en todo? ¿Qué si no me echarás?

-          Digo que eres un puta de campeonato. Tenías que ver cómo gritas cuando follamos, cómo disfrutas del sexo. Pero llevas puesto el freno. Por ti misma, no harías nada, necesitas que te empujen. No fue hasta que la situación te empujó, que te permitiste suavizar tu actitud. Pues será tu situación la que termine de liquidarla. Y para eso, tendrás que hacer todo, absolutamente todo lo que yo te diga.  Cuando la bobita que piensa que disfrutar del sexo es de zorras haya muerto, entonces será el momento en que, si no te gusta, no te encularé.  Mientras sea tu estúpida educación a la que no le guste, te obligaré a hacerlo.

-          ¿Pero cómo voy a hacer eso?

-          ¿Tienes miedo? Seguro que sí. Ayer disfrutaste haciendo todo lo que yo quería, reconócelo. Te ofrezco que te desates, que conozcas a la verdadera persona que se esconde en ti y te cagas de miedo... ¿Sabes por qué?¿Sabes a qué tienes miedo? Tienes miedo a descubrir que en realidad eres todo lo que no quieres ser. Y, lo siento, Alba, lo eres. Y sabes que la única forma que tienes de ser feliz es aceptarlo y obrar en consecuencia.

A estas alturas, Alba lloraba desconsoladamente, saturada de información, invadida por contradicciones. David concluyó su charla.

  • Lo siento, Alba, pero si no permites que eso emerja, no sólo serás infeliz, sino que andarás perdida de por vida, como lo estás hoy. Y yo no estoy dispuesto a ver cómo te matas. Si quieres vivir de verdad, tienes mi casa abierta para ti, pero para ello, tienes que estar dispuerta a ser lo que eres y dejarme guiarte. Te convertiré en una puta según tus parámetros, no te engaño… si lo que haces es traicionarte, no quiero volver a saber de ti. Tú decides.

Ya había lanzado las redes y, viendo el efecto en Alba, había apuntado bien. Ella lloraba, pero no sólo por las condiciones que le había impuesto, sino por enfrentarse a su vida. ¡Pobre ingenua! Decidió dejarla sola y fue a preparar el desayuno. Por si acaso, preparó tostadas y café para los dos, aunque, cuando entró Alba en la cocina, ya vestida, no tenía intención de quedarse.

  • Muchas gracias por la oferta. - Indicó Alba. - Necesito respirar y pensar. Ahora debo irme.

Se despidió con un beso y se fue.

Durante el largo paseo que inició Alba, no dejó de engañarse. Pensaba que esta analizando su respuesta cuando, en realidad, la decisión estaba tomada. Si el hecho de tener una vivienda y posibilidad de seguir estudiando no fuera suficiente, no había duda alguna acerca de lo que sentía cuando estaba con David. Se sentía sucia, sí, pero "maravillosamente" sucia. Tal vez tuviera razón, tal vez ese sentimiento de culpa no era más que el vestigio de una educación fraudulenta y represora. Tal vez si abriera la mente exterminaría ese sentimiento de culpa y aprovecharía aún más sus ratos con David.

“Te convertiré en una puta según tus parámetros, no te engaño”. Resonaban esas palabras una y otra vez ¿Estaba dispuesta a convertirse en lo que ella entendía por una puta?

Había otro motivo, aunque Alba no era consciente de él. Ella acostumbraba a obedecer a sus padres, a sus profesores... Siempre obedecía. Tomar las riendas no estaba en su naturaleza y  hacerlo en su situación actual era complejo. Con David, además, obedecer era excitante.

A las dos horas de haberse ido, David tenía otra vez a Alba a la puerta, quien, con una sonrisa triste preguntó:

  • ¿Sigue en pie la oferta?

-¿Estás dispuesta en ser la puta la que eres en realidad?  - Respondió él. Alba asintió y el sentenció.- Entonces me alegra verte. Sobre todo por ti.

La casa de David era muy sencilla. Un pequeño recibidor daba paso al salón, amplio, en una de cuyas paredes crecían innumerables estanterías. En el centro de las mismas, reinaba una enorme TV plana, sobre la que parecía girar todo. Una austera mesa de centro de madera la separaba de un usado sofá de 3+2. Al fondo descansaba la mesa de comedor que Alba había usado de apoyo en alguna ocasión. Era de madera y rodeada por cuatro sillas.

Las habitaciones no destacaban por su amplitud, especialmente la que le fue asignada. Conocía bien la de David, con una cama de matrimonio que, sin duda, conocía demasiadas chicas. La suya tenía apenas nna cama individual, un armario empotrado y una estantería con libros que escoltaba a una pequeña ventana. En ese armario y en esa habitación tendría que meter toda su vida.

Después de ver  su habitación, Alba se derrumbó en el sofá, agotada por las vueltas que había hecho dar a su cabeza. David, después de constatar la capitulación final de la chica, quería que ahora se sintiera cómoda. No sólo le preparó la comida, sino que procuró que el momento de dar cuenta de ella fuera distendido. El rostro de Alba, lleno de tensión al volver de su paseo, se fue relajando conforme charlaban. Al terminar el postre ya estaba en disposición de aterrizar.

-          ¿Qué quieres que haga, ahora?

A David le encantó la disposición que mostró.

-          Desnúdate y ven al sofá conmigo.

-          David se desnudó también observando cómo la chica estaba deliciosamente a la expectativa, esperando sus indicaciones. La sentó a horcajadas frente a él y comenzó a besarla. Después decidió comerse los pechos de la chica mientras acariciaba su espalda.  Alba estaba dispuesta a obedecer, pero disfrutando lo más posible, por lo que cerró los ojos y se concentró en la juguetona boca de su pareja. El jugó con sus tetas. Las chupó, lamió, mordisqueó. Después se acercó a la boca de la chica y volvió a besarla, para después volver a sus pechos. Cuando la tenía a cien, decidió penetrarla y, a falta de un condón, optó de nuevo por su entrada trasera.

Dulcemente, le hizo dar la vuelta  y la situó de espaldas a él. Sometió a los pechos y pezones de la chica a un suave y picante masaje que la encendieron. David continuó estimulando sus pezones y besó su cuello.  Cuando los gritos de la chica aumentaron de volumen, levantó la cadera de Alba y colocó su entrada a tiro. Después volvió a acariciar los pechos y se introdujo lentamente en el ano de Alba mientras masajeaba sus pechos.

  • Si no te gusta, paro. Si quieres que siga tendrás que pedírmeloo- Se ofreció David.

Alba estaba tan excitada que cualquier indicio de que se truncara el mágico momento que vivía no era bienvenido. Además la perspectiva de ser ella la que lo pidiera le añadió un plus de morbo al que no pudo negarse

-          Penétrame el culo, por favor.

David, feliz por la pequeña conquista realizada terminó de entrar. Esta vez Alba encontró la práctica hasta placentera y disfrutó de los leves movimientos que la postura les permitía. No llegó al orgasmo, pero gozó cuando el chico se vació dentro de sus intestinos. David, que le sujetaba las tetas, las comprimió en exceso en el momento cumbre, pero ella, lejos de quejarse, optó por acariciar las tenazas que la oprimían.  Pasado el momento, David se recostó contra el respaldo y ella contra él. En los siguientes minutos su vientre, sus pechos y su cadera fueron mimados con cuidado y su cuello besado. Esta vez, ni siquiera tuvo que preguntar para que Alba se sincerara.

-          David. Gracias. Siento no haber confiado en ti. Ha sido delicioso.

-          Lo se, preciosa y cuanto más pruebes, mejor. Eres una putita de campeonato.

-          Oye, un respeto- le interrumpió ella sonriendo.

-          ¿Qué? – contestó él, sonriendo también. – Si te digo hace un mes que me ibas a pedir que te enculara no te lo crees. Y si te digo que me ibas a dar las gracias después por hacerlo, me llevas a un manicomio.

Alba rió. Pensó que, si la nueva vida que había elegido era ésta, desde luego no estaba nada mal. Eso de ser el tipo de chica que había denostado, ser esa "puta" como bien decía David, era mucho mejor de lo que había imaginado.

David elevó las caderas de Alba y salió de su interior, ella se dio la vuelta y comenzó a besarlo, más aún, a comérselo. A David le encantó que no quisiera parar y, tras besarse durante un rato, se levantó con Alba cogida a pulso y, con las piernas de la chica atándose en su espalda, tomó el camino del dormitorio.

Al llegar, cayeron riéndose en la cama y continuaron besándose y retozando. Cuando David notó que su miembro de estaba listo, tomó un preservativo de la mesilla. Ella respondió tumbándose y le lanzó una invitación separando exageradamente las piernas. Parecía que compartir techo con David era vivir un orgasmo continuo y quería aprovecharlo.

David entró despacio y comenzó a bombearla maravillosamente bien. Esta vez, no la embistió violentamente, sino que trató de aplicar la presión justa en el lugar idóneo y con el ritmo preciso. Además, la reciente actividad seminal del chico ralentizó el momento de la eyaculación, por lo que Alba tuvo tiempo de sobra para disfrutar de un clímax antes de que David se vaciara de nuevo. Tras el polvo, exhaustos, ambos se quedaron dormidos.