Manipulador de ondas

Jill y Jason son amigos de la infancia, pero él siente algo más... algo perturbador. Cree que es un amor no correspondido aunque él sólo quiera cosas buenas para ella... y quiere ponerle solución. Una permanente.

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Como me extraña no tener ningún voto ni comentario en los dos anteriores de Sakura... digo Sara, me he fijado en que en esos no hay separación entre párrafos (como en los libros en papel), y se ve muy apelmazado.

Manipulador de ondas

Jill estaba tumbada en su cama oyendo música con los ojos cerrados; había cerrado el pestillo a pesar de que a esa hora sus compañeras estaban una trabajando y la otra de fiesta. Esperaba no ser molestada, le encantaba pasar aquellos ratos a solas.

La semana pasada se lo contó a su amigo Jason, cómo se relajaba hasta incluso quedarse dormida.

—¿Es música relajante?

—Qué va, es sólo que me dejo llevar y paso del mundo hasta que me olvido de todo. Me despierto más tarde con alguna canción demasiado ruidosa.

—¿Y nunca has probado con música relajante de verdad?

—¿Para qué? ¿Para aburrirme?

—Ya verás, el viernes te daré música electrónica compuesta por mí.

—¿Y tú desde cuándo eres compositor?

Al final la había convencido de probar algo nuevo, y allí estaba, empanada creyendo que tenía los ojos cerrados mientras miraba al techo con cara de boba. Lo sabría si hubiese podido verse en el espejo del armario a su lado, pero estaba absorta.

Despertó mucho más tarde en el silencio de la noche y se estiró. No se le ocurrió que normalmente le despertaba el contraste entre el final de una canción tranqulla y el principio estruendoso de otra intensa. Simplemente estaba en paz, relajada y se sentía feliz; tanto que estaba mirando al techo, ya despierta y sin pensar en nada salvo lo a gusto que estaba, sonriendo.

Cuando su mente fue capaz de articular pensamientos tan sólo pensaba "me siento genial. Ha sido maravilloso. Jason tiene mucho talento. Qué bonita es".

Y si embargo no repitió la lista de reproducción.

Cuando el sueño por fin la venció apenas pudo quitarse los auriculares.

A la mañana siguiente desayunaron juntos en una cafetería.

—¡Hola, Jill! ¿Cómo has dormido? —preguntó soltando su libreta en la mesa. En lugar de mirar el móvil era "un poco raro": se entretenía garabateando dibujos y textos que sólo él entendía, y generalmente ni siquiera tenían que ver con la carrera de psicología. Rara vez eran deberes.

—Hola, Jason —contestó sentándose—. ¿Anoche? Buf. No recuerdo la última vez que dormí tan bien. Gracias por preguntar —le había contado que últimamente estaba muy estresada y dormía mal.

—Me alegro. ¿Te gustó lo que te di?

Ella sonrió y se sonrojó ligeramente. Sacó el pendrive y se lo devolvió.

—Muchas gracias, Jason. Me sentó genial -le elogió sinceramente—. Fue maravilloso. ¡Tienes mucho talento! Qué bonita es.

—Me alegro de que te guste. Traía otra lista por si te gustaba —la expresión de ella se tornó ávida e impaciente al mostrarle un pendrive diferente-. Pero es para dormir. Nada hasta que te acueste por la noche.

—O en la siesta —replicó tomándolo.

—Dijiste que no te echabas siestas.

—Porque estropean el ciclo de sueño. Pero ahora no tengo que preocuparme por eso —dijo feliz y risueña. La erección de Jason se reforzó bajo la mesa y cambió de postura. Todo iba de acuerdo a su plan.

Hablaron de cosas intrascendentes hasta despedirse. Pero en cuanto llegó a su dormitorio insertó el pen n° 2 en su portátil y copió los nuevos archivos, ahora numerados del 11 al 20. Los sincronizó con su myPod, echó el pestillo y se tumbó. No tenía sueño, pero sí curiosidad. O eso se dijo a sí misma.

Despertó y de inmediato se puso con el portátil a hacer videoconferencia con Jason. Él contestó en seguida, como si la hubiera estado esperando.

—Hola, Jill. Dime.

—¡Ha sido fantástico!

—Entonces no fue la suerte del principiante...

—¡Qué va! ¿No tienes más?

—Oye, no me gusta que gente que no es de confianza oiga mi música. ¿Has cerrado el pestillo?

—Sí.

—Está bien, supongo que puedo ponerte algo más en directo por aquí.

—¡Genial!

—Pero conecta tus auriculares al pc, quiero que el sonido tenga toda la calidad posible, y los tuyos son buenos.

—¡Voy!

Jason la vio dispuesta y contenta, expectante, mirándolo en primer plano; quería que le diera lo suyo, y se aseguraría de hacerlo. Él sonrió con un poco de maldad que a ella le pasó desapercibida. Ella respondió con una sonrisa más deslumbrante y ojos brillantes de admiración.

—Ponte cómoda y apoya la nuca en el respaldo; tan sólo concéntrate en escuchar. Y si quieres un consejo, respira hondo todo el tiempo, llenando enteros tus pulmones, sin prisa, antes de vaciarlos lentamente.

Ella lo hizo tal como él le decía, y sin darse cuenta comenzó un ejercicio de relajación aunque ella sólo quería oír música bonita.

Jason insertó la pista de sonido n° 21 sin oírla él mismo, directamente en la transmisión.

Vio minuto a minuto cómo su expresión cambiaba, y se aseguró de tener todo el proceso grabado para su disfrute posterior. Cómo sus labios entreabiertos salivavan. Cómo su mirada perdida en el infinito revelaba su profundo estado de trance.

Jason no hablaba porque en su lugar lo hacía en los audios subliminales, ocultos más allá del subconsciente y adaptados a ella.

Ella apenas era consciente del rostro de Jason mirándola fijamente, y de algún modo eso no sólo le gustaba, sino que le ponía cachonda; no se daba cuenta de sus pezones marcados en la camiseta gris, del mismo modo que no veía la mancha del hilo de saliva colgando entre ellos.

"Jason me pone", pensaba como un eco de la voz subliminal cuando esta decía: "Jason te pone. Y piensas que Jason te pone. Repítelo en tu mente". Cada medio minuto cambiaba la frase que repetía por otra. El sistema de mantras sólo comenzaba cuando el trance ya debía ser profundo, y antes de eso era hipnosis oculta.

—Jason me pone —susurró al final, justo antes de cambiar de mantra, cuando la voz dijo sólo una vez: "susurra para ti que Jason te pone. Dilo". Jason no pudo oírlo, pero vio eo movimiento de sus labios. Así él comprobó la efectividad: en ese punto bastaba con sólo una o dos repeticiones si era una frase un poco más larga. Así que cambió la playlist al camino B, más breve y llegando mucho más lejos, en cuanto término aquella canción.

—Jason es genial —murmuró de forma audible, uno de los mantras más recurrentes—, tiene mucho talento y es muy bonita.

Tras ese cambio en el que le hizo pronunciarlo, vino otro:

—Seguro que la polla de Jason es genial —le oyó decir tres veces—. Seguro que Jason tiene mucho talento follando —dijo otras tres veces, y se mezcló con la base asentada en su mente—. La polla de Jason es muy bonita —y entonces suspiró. Eso le pilló desprevenido, aunque sabía que aquella frase dicha así le hacía imaginarse su polla, en vez de esperar a comprobarlo.

Y a continuación los mantras omitieron "seguro que" y fueron afirmaciones. Y luego se unió en un único mantra que ella repetía en susurros:

—La polla de Jason es genial, es muy bonita y tiene mucho talento usándola.

Y tras decirlo tres veces:

—Quiero ver por fin su bonita polla. Quiero que use su talento conmigo. Quiero que Jason me folle... —esa fue la primera vez que gimió—. Conseguiré que Jason me folle.

Él tragó saliva; acababa de cruzar el punto de no retorno.

—Necesito la polla de Jason. Necesito que Jason me folle. Ojalá que Jason me folle. Se lo pediré por favor. Lo convenceré chupándosela. Necesito chupársela. Ojalá que chuparle la polla a Jason sirva para que me folle.

Suspiró, y sonó lamentándose de algo que no esperaba conseguir. Y luego:

—Si se la chupo todos los días le gustaré. Si se lo hago muy bien le gustaré. Cuántas más mamadas más le gustaré. Cuanto más le guste más me follará. Conseguiré que me folle chupándosela sin parar. Siempre que quiera se la chuparé. Yo misma me ofreceré.

Él se resistía con todas sus fuerzas a terminar la paja demasiado pronto, mientras observaba cómo ella le mirada embobada diciendo todo eso.

—Cuanto más le excite más me follará. Cuanto mejor se la chupe más me follará. Le excitará terminar en mi boca. Seguiré chupando mientras se sigue corriendo. Quiero que me folle. Conseguiré que me folle al conseguir su semen en mi boca. Quiero que me folle. Quiero su semen en mi boca. Necesito que me folle... —gimió de nuevo, más cachonda—. Necesito su semen en mi boca. Quiero su polla. Quiero su semen. Necesito su polla. Necesito su semen. Ojalá consiga su semen en mi boca.

Jason no pudo aguantar más y se puso en pie soltándosela un momento, dejando que ella viera su polla dura, rígida y venosa, libre y en toda su extensión justo antes de correrse. Se la agarró con toda la mano y pajeó acelerando rápidamente. Ella por fin había visto su polla, y entonces vio cómo disparaba su semen.

Y se sonrojó y gimió sutilmente con cada respiración durante un minuto.

Y así estaba planeado, ella lo vio gemir desnudo y erecto, y después cómo siguió manoseando su polla aún dura.

El mismo mantra se repitió varias veces más durante aquél minuto. Y cuando la canción n° 28 terminó, él se sentó y descansó, y poco después ella recuperó la respiración normal, pesada y profunda.

La n° 29 asentó otros detalles mientras él se vestía, incluyendo que aquél deseo no fuera saciado cuando "por fin" se la chupara corriéndose en su boca, o cuando "por fin" se la follara. No, aquello perduraría. Por tiempo indefinido.

La ° 30, canción de doble duración, fue un mantra largo con sólo dos repeticiones:

—Una mamada sólo está bien hecha si al final consigo el semen en mi boca. Una mamada sólo termina bien si sigo chupando mientras llena de semen mi boca. Conseguiré que me folle si me trago el semen cuando se corra en mi boca. Quiero que me folle, así que quiero tragarme su semen haciendo que se corra en mi boca. Necesito que me folle siempre que él quiera, así que necesito chupársela siempre que él quiera. Ojalá consiga que se corra en mi boca siempre que él quiera una mamada. Las mamadas siempre deben terminar bien, llenando de semen la boca. Hay que seguir chupando mientras se corre en mi boca. Quiero tragar todo el semen mientras se corre en mi boca. Siempre seguiré chupando hasta el final de la mamada. Conseguiré hacer las mejores mamadas. Conseguiré que Jason se corra en mi boca siempre que él

quiera una mamada. Conseguiré tragarme todo el semen mientras sigo chupando hasta el final. Jason amará mis mamadas. Conseguiré que Jason prefiera mis mamadas a las de cualquier otra mujer.

Y por último, la guinda del número 30, tan largo que estaba planteado como un dictado, poco a poco:

—Cuando él se ponga cachondo y quiera que alguna mujer se la chupe... Cuando Jason desee a otra mujer, por ejemplo yendo de fiesta, las que ve por la calle, en la universidad o incluso las del porno... Entonces será mi oportunidad para chupársela yo, y cuanto más excitado esté él, más fácil será conseguir que se corra en mi boca mientras sigo chupando sin parar... Conseguiré tragarme todo su semen. Me esforzaré en hacerle las mejores mamadas haré que Jason prefiera mis mamadas a las de cualquier otra mujer. Y poniéndole vídeos porno, él se excitará tanto que no se resistirá, y me dejará chuparle la polla. Y lo haré hasta el final... necesito su polla —suspiró de nuevo—. Pero la conseguiré fácilmente poniéndole porno, y conseguiré tragarme hasta la última gota —y sonrió más animada. Y no por los subliminales.

Por último oyó: "estás muy relajada, muy dormida, y los sueños se olvidan al despertar, y estás dormida. Cuando despiertes te ducharás porque antes te hiciste un poquito pipí encima, pero todavía duermes profundamente".

Era para ocultar su entrepierna húmeda de excitación.

Entonces el audio 30 terminó, y él sólo esperó en silencio. Un par de minutos después, lentamente, ella salió del trance. Sin una orden, sin indicaciones, fue como despertar poco a poco de un sueño que olvidara al despertar. Pero había tenido los ojos abiertos todo el tiempo. Se estiró y bostezó.

—Uaaahh... Muy, muy relajante —entonces se quedó paralizada con los brazos en alto por desperezarse. Él sonrió al comprender que ella acababa de notar su entrepierna mojada.

—¿Te ha gustado?

—Sí, mucho... Oye, luego hablamos. Me ha surgido... Algo.

Cerró la tapa del portátil y él supo que fue corriendo al baño a ducharse.

Las horas perdidas del sábado no le importaron. En la ducha sólo le preocupaba haberse meado como una niña pequeña. Estaba avergonzada.

Y cachonda. Muy muy cachonda. Pensaba en Jason. Se tapaba la cara bajo la ducha, muerta de vergüenza, pero sentía sus pezones duros, casi dolorosamente erectos. Y su clítoris estaba incluso peor. "¿Qué me pasa? De algún modo me pone que me vean mearme encima? ¿Soy de esas?"

Pero mientras deslizaba la mano con gel por su vientre, estremeciéndose, lo tuvo claro: "No. El que me pone es Jason". Y sin pensarlo, ya tenía la mano jabonosa acariciando su entrepierna. Se apoyó en la fría pared y gimió. Recordó que ya no estaba sola en casa y se contuvo. "Joder... Estoy como una moto pero no puedo masturbarme ahora". Interrumpió sus pensamientos alzando la barbilla y se corrigió: "¡No quiero masturbarme! ¡Quiero a Jason, su polla! ¡Necesito su polla! Necesito..."

Y se quedó boquiabierta, sintiendo los chorros rodear su mejilla, viendo cómo caían entre sus labios, e imaginándose que eran chorros de semen; semen rebosando de su boca; el semen de Jason.

—¡Buff! —se sentó con las piernas encogidas en el plato de ducha. "¿Qué me pasa!", pensó escandalizada. "¿Desde cuando me gusta el... Sexo oral?". Siempre le había dado asco, y nunca lo había hecho, aunque por curiosidad había visto porno haciéndolo, pero el primero y último con el que lo intentó... Sencillamente olía mal y lo dejó a medias. Le resultó antierótico.

Una compañera decía que eso lo cambiaba todo, porque su novio en cambio olía fantástico, incluso le ponía cachonda, y le encantaba hacérselo.

—¿Por qué Jason? —murmuró bajo los chorros calientes. Y por respuesta se acarició los dos pezones, reprimió un gemido y los pellizcó mordiéndose el labio inferior. "Joder... Tengo que hacer algo. No puedo pasarme el día así de cachonda".

Pero no pudo masturbarse porque era parte de la reprogramación. En lugar de eso, "atesoraba" su deseo sexual para ser "mejor amante" con Jason. "Lo que necesito es a Jason, a su polla, no masturbarme". Y al pensar en su polla, de nuevo, se imaginó que los chorros calientes que la cubrían eran blancos en vez de transparentes, y los que cruzaban sus labios eran los cálidos chorros de la polla de Jason. Puso los ojos en blanco, sentada en la ducha, y gimió ruidosamente. Volvió a la realidad al oír una risita al otro lado de la puerta. Tragó saliva, cerró la ducha y se secó.

Al salir las oyó correr hasta el salón, y ya en el pasillo estaban disimulandl viendo la tele en el sofá. Estaba roja de vergüenza. No dijo nada y volvió a su dormitorio. Se vistió, necesitaba salir de allí.

Y era obvio que la casa de Jason era su objetivo. Era el amigo más cercano.

Y mientras se cerraba el sugerente vestido verde de fiesta, de una pieza y con minifalda con raja, y un buen escote, dudó sobre vestir o no sujetador; "¿Qué le pondría más cachondo? Necesito su polla". Finalmente lo descartó. Veía sus pezones duros clavados en el vestido, apuntando al espejo del armario, pero decidió que valdría la pena para cumplir su objetivo. Se colgó un bolso por delante para ocultarlos estratégicamente por la calle. Y entonces se puso de costado y miró su muslo. No pensó en ponerse medias para vestir más elegante, sino que se preguntó qué sería más erótico para él.

—Me lo voy a follar, está decidido —susurró resignada viendo cómo posaba en el espejo. Y luego se miró a los ojos y se animó—: lo vas a conseguir, se la vas a chupar.

Se detuvo pensando en qué momento había cambiado de objetivo. ¿Chupársela para ser follada, o eso sólo era un complemento? O peor, ¿Ser follada sólo para conseguir acceso a su polla para poder chupársela?

—Sólo tenemos clara una cosa, amiguita —dijo a su reflejo—, cuando por fin tengamos su polla a nuestro alcance, no pararemos hasta el final.

intentó no pensar en qué consistía el final, pero imágenes de la ducha con chorros blancos cayendo de su boca cruzaron su mente. Finalmente decidió probar con medias negras de encaje trasero, y la última duda era el calzado: ¿Tacones? ¿Negros o rojos? Se reservaba los últimos como arma secreta para citas especiales, así que no los había estrenado. Los sostuvo en su caja abierta y se imaginó de rodillas ante Jason, consiguiendo por fin que se corriera en su boca; y ella no pararía de chupar, no hasta tragarse hasta la última gota. El hormigueo en su entrepierna le obligó a presionarla un segundo, e inspiró con fuerza. "¡Cómo me pone Jason! Pero esto no me había pasado en la vida... ¿Qué ha cambiado?"

Introdujo delicadamente sus pies en un zapato, comprobó la comodidad, y luego se puso el otro. Se tambaleó un momento en el espejo, se sujetó las tetas con las manos, y se gustó. Sonrió.

—A este lo pescamos seguro —murmuró—. Si eso es lo que queremos hacer... Pues bueno, así será. ¿Qué más da? —se acercó hasta mirarse a los ojos a dos centímetros—. Le vamos a ordeñar con la boca hasta dejarlo seco.

Tragó saliva. "Me ha dado muy fuerte con este... ¿Tanto le admiro que lo que quiero es comerle la polla? También quiero .. no, necesito que me folle. Pero las mamadas... ¡Joder! Las mamadas son mucho más importantes".

Se sentó en la cama a reflexionar.

"No sólo eso, quiero tragármelo todo, seguir chupando y chupando hasta el final mientras lo hago... que se le acabe la última gota y yo siga y siga hasta estar segura de que ha terminado del todo su orgasmo... Porque si no, la mamada estaría mal hecha. ¡Pero ayer ni siquiera me gustaba hacerlo! ¿Qué diablos me pasa?".

Agachó la cabeza resignada y suspiró. "Después de todo, he comprendido que Jason es genial, que siempre lo ha sido; así que ahora le admiro. Y por lo que sea, eso ha abierto la esclusa de una presa que retenía este torrente de flujo vaginal".

Se limpió por tercera vez con papel higiénico y se planteó no llevar bragas; ya había manchado dos limpias.

Se miró de nuevo y tomó una decisión:

—Le vas a hacer ver las estrellas. Y punto. Ahora, ve a por él.

Todo aquello Jason lo había oído por el virus que convirtió el pc de Jill en un micrófono online mientras tuviera batería. Se vistió rápidamente para la ocasión, y esperó al amor de su infancia.

La había amado toda la vida, mientras veía cómo se liaba una y otra vez con auténticos imbéciles. "Pero no te preocupes, Jill; ya no tendrás que preocuparte por tus parejas nunca más. Yo te protegeré. Estaremos juntos para siempre".