Mañanas (1)

Me levanto temprano. Hoy toca acabar lo que ayer empezó por WhatsApp

Salgo de casa temprano, a las seis de la mañana.

Las calles están vacías, y tan solo las luces de algún madrugador iluminan la fachada de la avenida. El viento, frío, sopla a mi espalda, empujandome calle arriba. No le hago ascos: Yo también quiero llegar cuanto antes al final de la calle lo antes posible.

Llego al portal, y introduzco la llave en la cerradura. La puerta se resiste a abrirse, pero finalmente cede. Se me escapa una media sonrisa; Me recuerda a tí.

Subo lentamente las escaleras que conducen a tu puerta, tranquilo, pero con el recuerdo de nuestra conversación de anoche. Como siempre, nos subimos de tono demasiado rápido, y el toque de queda nos evitó una temprana visita para saciar los deseos que llevan dos días construyéndose.

Timbro a la puerta. No me preocupa que los vecinos escuchen el timbre, haremos mucho más ruido en breve.

Tardas en abrir, y contengo la respiración mientras escucho la oxidada cerradura de tu puerta y el peso del antiguo marco de roble. El grosor y el peso de la puerta siempre me han recordado ala entrada de una celda, de una mazmorra. Nada más adecuado e incorrecto al mismo tiempo. Es una mazmorra, pero no resulta fría y hostil. Es nuestra mazmorra, nuestra celda, nuestro bastión.

Me recibes en pijama, con el pelo alborotado y las marcas de la almohada aún en la cara. Estás medio dormida, pero tras la capa de óxido que el sueño ha marcado en tus ojos, veo tu brillo característico; un brillo que induce a las fantasías más ocultas, a la pérdida de control, a la caza, la persecución de la presa. Atacar y devorar.

Noto como tus pelos se erizan al agarrarte por el cuello. No tengo muy claro si se debe a la excitación o al frio de mis manos, pero no me importa. Me acerco a tí y te muerdo el labio inferior, con la suficiente fuerza para arrancarte un quejido. Intento acercar tu cadera, pero un leve empujón por tu parte me recuerda las normas: La presa no se obtiene, se captura.

Me reprimo y aprieto los puños mientras enciendes la cafetera y preparas dos tazas. Dejo la chaqueta en el perchero de la pared, y al darme la vuelta te descubro en bragas, sin la parte inferior del pijama, preparando unas tostadas. Me estás tentando, quieres que aguante, que no me lance a por tí y destroce la ropa que te queda. Me lo planteo unos segundos: Te seguiré el juego.

"¿Tienes hambre? ¿Desayunamos?"

No me va a quedar otra que esperar al postre, pienso para mí mismo.

"El café, cargado, por favor."

Mientras sacas las tostadas de la tostadora, me acerco a tu espalda y muerdo levente el lóbulo de tu oreja.

"Joderrrr...."

Tu mirada refleja rabia y deseo por partes iguales. Te muerdes el labio, pero sigues con el desayuno a regañadientes. Punto para mí, 1-1.

Desayunamos en silencio, con las miradas clavadas, extendiendo el café lo máximo posible, a pesar de que los dos queremos acabar con esto y empezar a jugar.

No puedo evitar fijarme en que llevas un pijama con botones, que podría abrir de un tirón. Parece que anoche te preparaste para poner las cosas fáciles. Interpreto eso como un pistoletazo de salida, y apurando el último trago de café, me levanto y doy una zancada hacia tí, apartando por el camino la silla que nos separaba. Te levantas y mientras te aprisono con el cuerpo contra la pared, abro de un tirón el pijama, revelando tus curvas, y tus pezones erectos.

Me empujas y te refugias tras el sofá, con la mirada mas tentadora que he visto en mi vida.

"Joder, me encantas", mascullo mientras recorro a zancadas el salón y te agarro de la garganta. Esta vez, el beso es correspondido, y eres tú la que me muerde el labio hasta casi hacerlo sangrar. No se me han pasado por alto las bragas, viejas y sin goma, y a falta de un cartel que rece "Destrózame", agarro con ambas manos la tela y la rasgo, dejándote completamente expuesta.

Un arañazo en la espalda me despierta de mi ensimismamiento, y noto mi piel hinchándose, reflejando el patrón de tus dedos. Tus uñas deberían catalogarse como arma blanca y afrodisíaco al mismo tiempo. Pero dejemos los prodecimientos para más adelante.

Meto la mano entre tus muslos mientras intentas cerrar las piernas. Prácticamente me deslizo en tu interior, húmedo y palpitante, mientras te lanzas a morder mi cuello. A cada mordisco, a cada marca, intensifico mi ritmo entre tus piernas. Ya no haces ningún intento para cerrarlas,y tus brazos me envuelven para acercarme más a tí. Noto tus pezones clavados en mi pecho, y tus dientes haciendo jeroglíficos desde la oreja hasta la clavícula.

De pronto, te apartas de mí, y corres a la habitación. La visión de tu culo, perfecto, marcando el ritmo de tus pasos, me emboba unos segundos.

Corro hacia la habitación, y llego al mismo tiempo que tú, con el impulso perfecto para tirarte a la cama y quitarme los pantalones mientras inmovilizo tus manos, que siguen intentando arañarme, esta vez el pecho.

Me siento a horcajadas encima de tí, y empujo mi polla en tu boca. No sabes si empujarme, arañarme o acercarme más a tu cabeza, para seguir tragando todo lo que llevas días buscando.