Mañana de guarreo

Una proposición de mi chico acaba en una sesión de sexo cerdo y desenfrenado. Contiene escenas de cerdeo variado, incluida lluvia dorada.

Quién me ha visto y quién me ve… Desde que estoy con mi chico, ya no quiero ser la puta, que se follaba cualquier cosa que se quedase quieta el tiempo suficiente, que era antes de conocerlo a él. Ni orgías, ni cruising, ni chats, ni siquiera salir por el ambiente. Desde el principio me tomé la fidelidad como forma de existencia, mirarle el culo a un tío por la calle no me ponía ni la mitad de cachondo que mirárselo a mi chico. La vida era maravillosa, solos los dos: noches de inocente fiesta con nuestro grupo de amigos, escapadas de fin de semana a la montaña con nuestros perros, viajes por el mundo un par de veces al año, noches de manta y peli y sexo cariñoso y tierno, y noches de copas en casa y sexo salvaje, sucio, que me dejaban el culo dolorido durante días. No pensaba en nadie más que en él. Incluso mis pajas encontraban más a menudo inspiración en los recuerdos de los últimos polvos que en los vídeos de porno extremo que antes veía a todas horas. Así que su propuesta me cayó encima como una losa.

-¿Un trío? – pregunté desde el sofá del salón, donde estaba jugando con el ordenador portátil sobre las rodillas. Los sábados madrugo para jugar, y el resto de la semana no me despierto antes de la tercera alarma: soy un caso perdido.

-Sí, buscar un tío que nos guste a los dos, jugar un rato los tres, y cuando acabemos se va para su casa y listo. – Llegaba de correr, como cada vez que quería hablar conmigo. Supongo que sabía que la visión de su cuerpo enfundado en ropa deportiva sudada afectaba gravemente a mi capacidad de raciocinio. Debería de haberme olido algo, pero llevaba con la cabeza metida en el Elder Scrolls IV: Oblivion las últimas tres horas.

-Pero… habría que hacerlo con condón, no será tan caliente como cuando follamos los dos… No sé, no me convence, cariño.

-Bueno, eso sí… Pero yo te preño sin látex y podemos hacerle un numerito de los nuestros, ya verás cómo se pone de caliente hahahaha…

-¡Ya y dónde busca una pareja un tío para meter en su vida sexual! – mi polla estaba despertando, a mi pesar. Me giré un poco para que no lo notase.

-Bueno, los chats están un poco pasados, y además siempre hay más calientapollas que gente seria que quiera quedar de ver…

-¡Y tú cómo sabes eso! – lo corté, casi gritando. Mi erección se desinfló al instante.

-Porque tenía vida sexual antes de conocerte a ti, Miguel – dijo sin enfadarse. - Así que he instalado en el móvil Grindr para buscar algún candidato.

-¿Has instalado…? Vamos, que has decidido por los dos.

-No, lo he instalado y nada más. No he hablado con nadie. Es más, me gustaría que tú también te la bajases y buscases por tu cuenta. Puede ser divertido.

-Divertido… sí, muy divertido – refunfuñé. Aparté el portátil y busqué el móvil en la locura de mesa que mis horas de juego habían generado, llena de bolsas de patatas fritas y latas de cerveza. Diego suspiró y se llevó todo al cubo de la basura. Otro día seguro que me habría metido una bronca, hoy se callaba para llevar a buen puerto su plan. Menudo cabrón gélido. Menudo culo de cabrón gélido, sudado y peludo. Puto morboso… Ufffff, mi polla dio un salto y yo me la coloqué bien antes de que volviese. Sus tácticas me afectaban demasiado, soy transparente para él.

-¡¿Cómo mierda se llama?! – grité para que me oyese desde la cocina. – ¡Y tráeme otra cerveza! ¡Por favor! – añadí en el último momento, arrepentido de sonar muy  borde.

-Grindr. G-R-I-N-D-R.

La instalé de mala gana. –Vale, ven, ayúdame. Se sentó a mi lado, muy pegado a mí. Había traído una de sus birras, un mejunje belga denso y de alta graduación. -¿La compartimos o quieres una Mahou?

-No, está bien – dije, mientras miraba con disimulo cómo daba el primer trago, dejando la boca de la botella húmeda con su saliva. Dio otro trago y me besó repentinamente, pasándome el líquido, ahora caliente, y poniéndome más cachondo todavía.

-Ahora no, que estoy haciendo esto. – Eso es, duro, firme. O todo lo firme que podía parecer con el rabo a punto de estallar.

Estuve un par de minutos seleccionando color de ojos, tamaño del rabo y algunas tonterías parecidas.

-¿Y la foto?

-Déjame. - Me quitó el móvil de las manos e hizo un selfie en el que solo se veían nuestros cuerpos. Él, tremendo con sus pantalones de chándal grises y su camiseta blanca, ajustada por el sudor al cuerpo que llevaba meses currándose. Yo, con el pijama. Un pijama casi de verano, bonito y que me quedaba – perdonad que sea yo el que lo diga- de puta madre. Pero un pijama, de todas maneras. Y con una tienda de campaña entre las piernas, para completar el cuadro.

-Ni de coña subo una foto con el pijama y la polla tiesa.

-Claro que sí. Estás guapísimo y muy sexy. – Me agarró la polla por encima del pantalón, y una gota de precum humedeció mi entrepierna.

-Estamos hablando, quita. No me gusta que me vaya a ver todo el mundo así. ¿Y por qué coño quieres ahora que metamos a otra persona en nuestra relación? ¿Ya no te basta conmigo? ¿Ahora vamos a ser como esas parejas súpermodernas que se van de vacaciones por separado para comerse todos los rabos que pueden porque su vida sexual es una mierda? – El volumen de mi voz subía de manera inversamente proporcional al ángulo de mi polla.

-No es eso. Solo es algo que me gustaría probar, nada más. No quiero meter a nadie en nuestra relación, estoy hablando de un polvo. Si nos gusta y queremos repetir LOS DOS (escuché perfectamente las mayúsculas en mi cabeza), repetimos. Si no, adiós, muy buenas. – Dio un largo trago de la cerveza y la dejó prácticamente vacía sobre la mesa.- Nunca me ha apetecido probar cosas raras, pero esto… no sé, me pone. Sería algo nuevo y yo he hecho muchas cosas que tú has querido probar.

Sí, eso era cierto. Me tenía bien agarrado, el muy cabronazo. Con él había probado mil juegos con el semen, polvos cerdos con nuestros cuerpos sudados, y, en una memorable ocaasión, había experimentado mi fetiche favorito (si bien de manera algo light), aquel que guardaba en lo más profundo de mi mente, al menos hasta que encontró mi carpeta porno: me había dado una increíble lluvia dorada por todo el cuerpo. Incluso dejó que yo le mease la espalda y la entrada del culo. Y sabía que a él no le gustaba nada, que lo había hecho exclusivamente por mí, para verme disfrutar. De ello hacía más de un año, pero permanecía grabado a fuego en mi mente. En el sexo, él era simple y puro deseo sexual, a todas horas, pero con cero fantasía y, por desgracia para mí, con cero gusto por el guarreo. Si fuese por él, nos ducharíamos antes y después, pero se involucraba a pesar de todo. Quizá no tanto como me gustaría, pero siempre hacía todo lo que le proponía, al menos una vez. Todo por mí. Joder, si me tenía agarrado.

-Bueno… Vale. Pues sube esa foto. Buscamos a alguien. Pero a alguien que nos guste. Quiero que me ponga muy cachondo, que sea un chulazo, que esté buenísimo.

-Vale, pero…

-Calla. Quiero que lo busquemos los dos juntos. Y, si hablas con alguien por tu cuenta o yo por la mía, que me lo digas de inmediato. Y quiero que te quede claro que esto no es una invitación a una relación abierta. Somos tú y yo. No quiero ser tres, ni cuatro. O, por mucho que me jodería, volveré a ser uno.

Me arrepentí un poco cuando me miró con ojos dolidos por la amenaza. Dolidos y tristes.

  • Nunca he pretendido eso. Ni siquiera quiero que se convierta en un hábito, nuestra relación es más importante que todos los tríos, todas las fantasías y todos los polvos del mundo. Nunca he estado con ningún otro hombre, estar con dos a la vez, siendo tú uno de ellos… es algo que me pone muy cachondo. Pero eh, no quiero que lo hagas obligado.

Se acercó más a mí y me estrechó con un brazo mientras me limpiaba una lágrima solitaria. Vaya, creí que no me afectaba tanto…

  • Lo siento – susurró -, no te preocupes, no es necesario que hagamos nada, así estamos bien.

  • No, lo siento yo. Siempre te digo que me cuentes lo que piensas y que pidas en el sexo y ahora te echo la bronca, joder… Vamos a hacerlo, cariño. Si es solo una vez o no… bueno, ya se verá.

Me sonrió, con esa sonrisa de cabrón morboso que se le ponía cuando me embestía la boca con la polla hasta que casi me ahogaba o me metía un dildo por el culo.

  • ¿Quieres caña? Estás dejando el pantalón empapado – me señaló la entrepierna, donde la mancha de precum ya empezaba a parecerse a una meada.

-No, quiero que te duches, que hueles a sudor. ¡Venga! – se levantó - ¡corre! – le di una palmada en el culo. ¿No llevaba calzoncillo? Qué raro…

  • ¿Me has dado un azote? – se volvió amenazador hacia mí, con los ojos brillantes y una media sonrisa.

  • Te lo merecías. Y más por no llevar ropa interior. ¿Qué quieres, calentar a los vecinos?

  • Sí llevo ropa interior. La compré especialmente para ti, ¿quieres verla? – sacó la punta de la lengua sin poderlo evitar, señal de que la conversación también había afectado a su libido. Curioso, le hice darse la vuelta y le bajé los pantalones deportivos. Jadeé cuando vi su culo desnudo a pocos centímetros de mí, rodeado tan solo por las cintas de un suspensorio con las palabras “PIG BOY”.

  • Dios, menos mal que no tienes ni puta idea de inglés… - se rió, excitado - ¡¿y cuánto hace que no te duchas!? – el olor a sudor no era, desde luego, de haber corrido unos minutos.

Ronroneó como un gato cachondo mientras se acababa de quitar los pantalones, se daba la vuelta y se ponía a horcajadas sobre mí, posando su paquete sobre mi cara. Yo me había quedado totalmente en shock, y solo atinaba a entreabrir los labios y pasarlos por toda la longitud de su polla, que se le escapaba del suspensorio, incapaz de abarcar todo ese pedazo de carne palpitante.

  • Bueno, tú has estado dos días trabajando sin parar – una ligera embestida con el paquete contra mis labios – y yo he tenido dos días de descanso – otra embestida. - No ha sido muy difícil fingir que me duchaba y tapar las carencias con desodorante. Aunque hoy no me he puesto, ¿ves?

Me agarró por la nuca y pegó mi cara a su sobaco. No, estaba claro que no se había duchado en varios días, y el ejercicio matutino había acabado de estimular la emisión de feromonas hasta un punto insoportable para mis vulnerables sentidos. Estaba en la puta gloria, pero Diego no se iba a quedar ahí. No sé cuánto tiempo llevaba preparando este momento, pero se lo había currado. Se quitó la camiseta y volvió a la posición anterior. – Lame – dijo con un hilo de voz. Dicho y hecho, me lancé a comerle el sobaco sudado con desesperación, mientras él gemía. Con el brazo libre, alcanzó la cerveza y la terminó. Apartándome la cara de su axila, me apretó los lados de la boca y me echó todo el trago dentro. Ahora era mi turno de gemir, extasiado – Eres un puto cerdo, chaval – rió.

-Perdona, pero yo sí me duché anoche.

  • Y te vas a duchar esta mañana; – dijo con malicia –te vas a dar una larga ducha caliente.- Mi polla respingó otra vez, intentando llenarse de sangre todavía más, pero era tarea imposible, así que expulsó otro buen chorro de precum en mis pantalones.  -¿Confías en mí, quieres jugar a lo que tengo preparado? – susurró con lascivia y cariño. Rara combinación, lo sé, pero a mí el sexo me gusta cerdo si es con amor. En el fondo soy un romántico. Ehhh… muy en el fondo.

  • Sí, quiero – acerté a decir.

  • Jejeje, espero oír eso en otro contexto algún día. Va, tráeme una birra a la habitación. – Y se levantó y se largó como si nada, dejándome un poco perplejo. Bueno, todo sea por no joderle los preparativos, pensé. Me levanté con las piernas temblando y fui a por la cerveza. Notaba todo el cuerpo a diez segundos del orgasmo. Si esto seguía así, no creía que pudiese llegar al final del juego con los huevos llenos. Entré en la habitación y lo encontré en la cama a cuatro patas y abrazado a una almohada, sobre una sábana de aspecto un tanto extraño que yo no reconocí como mía. Solo llevaba los calcetines deportivos y el suspensorio enmarcando su culo perfecto. Estiró la mano.

-Dame – le di la cerveza y se bebió la mitad de un solo trago - ¿qué haces? Vamos, cómeme el culo.

Obediente, me lancé a lamerle el ano con desesperación, metiendo la lengua bien adentro. El olor a sudor lo llenaba todo, me inundaba las fosas nasales, se pegaba a la piel de mi cara y me hacía enloquecer. De repente, se incorporó, me agarró y me tiró de espaldas contra la cama, arrancándome el pijama. Se tumbó sobre mí y me besó como solo él sabe hacerlo. Metiendo la lengua en mi boca, explorando y mordisqueándome los labios. – Mmmmm hueles a mi culo, cabrón – y se puso a lamerme los bordes de la boca, saboreando su propio sudor.

  • Eh, basta, quién coño eres tú y qué has hecho con mi novio – dije riendo. Se incorporó y se quitó un calcetín.

  • Hablas demasiado – dijo, y me lo embutió en la boca. Bueno, desde luego el aroma a macho era más intenso que cuando tenía la lengua metida por el agujero de su culo, si eso es posible. ¿Cuántos días lleva con estos calcetos? Pensé, tan perplejo como excitado. Él bajó hasta mi polla y, descapullándome, me pasó la punta de la lengua por el frenillo. A continuación me apretó el tronco con fuerza, exprimiéndolo todo lo que pudo, y untó dos dedos con el precum que pudo recoger.

  • Escupe – ordenó. Escupí obediente el calcetín, y probé mis fluidos de sus dedos. – Buen chico.

Se quitó el suspensorio y me tapó la boca igual que antes. Por el grado de humedad que contenía, también su polla estaba babeando… sí, veía cómo un hilo transparente la unía a mi estómago. - ¿Quieres que te folle? – Intenté hablar – Solo asiente. Asentí, gemí, supliqué con los ojos. –Bien.

Me agarró las piernas y me plegó como un sobre, dejando mi polla a escasos centímetros de mi cara (¡qué tiempos aquellos cuando llegaba a tocarla con la punta de la lengua!) y se puso a hacerme un tremendo beso negro. Gemí más alto, sin poder evitarlo. Diego odiaba comerme el culo, quizá lo había hecho tres o cuatro veces en todos los años que llevábamos juntos, y siempre de manera superficial, por satisfacerme. Y ahí estaba hoy, metiendo la lengua hasta donde era capaz, mientras convulsiones de placer recorrían mi cuerpo. Rió una vez más al ver cómo me retorcía sin poder evitarlo.

Paró y acercó la punta de su polla empapada a mi ojete. Repentinamente, me  metió más de media polla y la sacó. Gemí, esta vez de dolor. Un poco preocupado, según vi, se escupió en dos dedos y me los metió para lubricarme. Asentí cuando me preguntó con un gesto si seguía, y se volvió a poner en posición. Lentamente ahora, fue clavándome los 17 centímetros de su pene. No estamos en una peli ni yo soy un actor porno: con esa medida (y más con ese grosor, de casi 15 cm de circunferencia, apenas un poco menos que la mía) me sentía relleno, pleno, en la puta gloria. Siguió empujando aunque ya no había más que meter, doblando mis piernas hasta besarme. Se puso recto y empezó a bombear con fuerza. Me sacó el suspensorio de la boca y me lanzó un lapo dentro que no me esperaba. Joder, parece que alguien había vuelto a encontrar mi carpeta de porno en el ordenador, pensé que la había escondido mejor. Cuando sacó la polla del todo de mi culo y me la volvió a clavar entera, noté que la consciencia me abandonaba durante décimas de segundo. Cada vez que empujaba, notaba el roce con mi próstata.

-¡Me voy a correr!

-¡No! – paró de inmediato y me apretó la polla con la mano.

  • Vale, pues no – sonreí - ¿tanto te falta a ti?

  • No, pero has prometido confiar en mí – y comenzó a follarme a toda prisa; segundos después, espasmos de placer orgásmico recorrían su cuerpo, y noté cómo mi culo se llenaba de lefa.

  • Vaya, me has dejado bien repleto. ¿Y yo?

  • Tú te callas ya, coño.

Entonces hizo algo que nunca había hecho: me incorporó hasta sentarme en la cama, se puso sobre mi polla, y se la metió entera por el culo. No es que fuera virgen, pero en toda la relación apenas había conseguido meterle poco más del glande sin que le doliera terriblemente. Ahora parecía que era un pasivo experimentado. Empezó a saltar sobre mi pene mientras me agarraba por la nuca para forzarme a lamerle la polla caliente y húmeda de mis jugos anales y su propio semen. No creo que tardase más de un minuto en explotar en un orgasmo intensísimo, que sacudió cada fibra de mi ser.

Me quedé tumbado sobre la cama, respirando entrecortadamente, mientras mi chico, o ése que decía ser mi chico, se sacaba la polla del culo y me miraba sonriente.

-¿Bien?

  • Mhm – asentí sin poder hablar.

  • ¿Sigues confiando en mí?

  • Mmmm confío en ti siempre, cariño. Otra cosa es que tenga fuerzas para hacer otra cosa que no sea dormir ahora mismo.

  • ¿Aguantarás 5 minutos más?

No esperó respuesta. Subiendo sobre mí, se puso como para hacer un 69.

  • Abre.

No sé cómo, no me lo explico ni aún hoy, pero mi polla volvió a endurecerse por completo segundos después de haberme corrido cuando adiviné lo que iba a hacer. Abrí la boca y apretó. Al instante, un chorro de mi semen cayó en mi boca, mientras él me volvía a meter la lengua por el culo rescatando los restos de su propia corrida. Se dio la vuelta y me echó todo sobre la lengua antes de besarme con pasión.

  • Dios – dije cuando por fin pude hablar.

  • ¿Te ha gustado?

-Dios… - repetí – Sí que tenías ganas de ese trío para haber preparado esto. Me has dejado flipando.

-¿Te he dejado?

  • No tengo más fuerzas, ahora no. Ven, vamos a dormir una horita, que es pronto.

  • Jajajaja no, duerme tú, yo te despierto cuando me apetezca seguir.

¿Cuando le apetezca seguir? Pensé ya deslizándome hacia el sueño, incapaz de abrir los ojos después de la sesión de sexo y las cervezas. ¿Seguir el qué? No pude continuar el hilo de mis pensamientos, y me hundí en una oscuridad infinita.

Me desperté menos de una hora después con la vejiga a reventar. Diego había bajado un poco la persiana y la habitación estaba en penumbra, aunque lo vi tumbado junto a mí, respirando regularmente. Me iba a incorporar para descargar cuando una mano me agarró del hombro.

-¿Adónde vas con tanta prisa?

  • A mear. Quita, que no aguanto.

  • No. Mea aquí. – Sonrió – Méate encima.

La mandíbula se me descolgó.- No, qué dices…

  • Sí. Te he visto hacerlo en la ducha. Hoy lo vas a hacer en la cama, mientras te miro. Esta sábana es impermeable, la he comprado solo para esto.

Me miraba muy serio, pero con la lujuria pintada en sus rasgos de ángel. Parecía que no era una broma en absoluto. Mi polla ya estaba como una piedra. Vaya día de sobresaltos llevaba, la pobre.

  • Mira, lo puedo intentar, pero dudo de que lo consiga. Y menos con esto – señalé mi erección. – Además, a ti no te gusta y ya lo has dado todo por mí hoy – lo besé con cariño.

  • Muy bien. – Se puso de pie en la cama y me apuntó con la verga ya morcillona, sonriendo. – Abre la boca. A ver si tragando todo mi meo te convences de que hoy es el día de las guarradas.

Ya era suficiente, si estaba tan convencido, sería estúpido por mi parte no seguirle el rollo. Abrí la boca y esperé. Pasaron 20 segundos, 30… y nada. Unas pocas gotas que cayeron sobre mi estómago. Al ver su cara de desilusión me esforcé por mi parte…. Y un tremendo chorro de orina caliente salió de mi polla contra mi cara. Abrió mucho los ojos, sorprendido por el repentino cambio en los acontecimientos, y se la empezó a menear sin poder evitarlo. Yo seguí a lo mío, meando todo mi cuerpo, apuntando a mi boca, llenándola y escupiendo, tragando de vez en cuando. Entonces, mi chico, el bueno, el limpio, el que nunca había roto un plato, cayó de rodillas y rodeó con los labios mi rabo, que soltaba ya los últimos restos de orina. Esa visión de su cara acercándose al chorro, que le hinchó los carrillos llenándole por completo la cavidad bucal, y luego escupiendo todo sobre mi cara, me acompañará hasta el puto día que me entierren.

  • Qué carita tienes de puto vicio – me besó -, creo que vamos a tener que hacer esto más a menudo.

  • Cuando quieras jajaja.

  • Vale, ahora mismo. Entra en la bañera, que la sábana no va a servir esta vez.

  • Pero si no has podido hace un momento, nene. Déjalo, no pasa nada.

  • No he meado desde que me levanté, voy a explotar, joder. ¡Entra en la puta bañera!

Salí corriendo con mi chico detrás. No me había sentado cuando noté un chorro caliente en la espalda. Me di la vuelta a toda prisa para recibir la meada. Una meada caliente, amarilla, de toda una noche. El olor era increíblemente penetrante, el sabor… Creo que volví a perder el conocimiento en algún momento, de puro éxtasis. Me pajeé con furia y me corrí en menos de 20 segundos. Pero la meada seguía, interminable, hasta prolongarse durante más de un minuto. Tragué, feliz, viendo como el chorro se hacía más estrecho y salpicaba toda mi cara, según la polla de Diego alcanzaba su máxima longitud. Acabó, por fin, y escurrió las últimas gotas en mi lengua. Entonces comenzó una frenética paja mientras me besaba, compartiendo sus meos, escupiéndome por todas partes. Tardó en correrse menos que yo incluso, y con un grito añadió su semen, más líquido que antes pero sorprendentemente abundante, dado el poco tiempo de recuperación, a la meada que escurría por mi pelo, mi cara y mi boca.

  • ¡Dios! – era su turno de volverse religioso. – Dime por qué no he hecho esto antes.

  • Porque no confías en mí – dije, sonriendo.

  • Falso. Porque quería chantajearte –lamió una gota de semen de mi frente.

  • Cabrón – dije, mordiéndole el prepucio.

  • Y te gusta…

  • Jajaja. Ven, vamos a ducharnos con agua y jabón, que es muy necesario.

Después de la ducha, salimos a comer. Creo que no me había sentido tan feliz desde que empezamos la relación. La confianza había ido un paso más allá. Estaba preparado para compartir llenar mi culo con dos pollas.