Mañana de calentón

Los astros se alinearon aquella mañana para ponerme bien caliente, pero yo tenia un as en la manga.

Aquella mañana de domingo, una llamada insistente e inesperada al portal, interrumpió lo que estaba siendo hasta ese momento una deliciosa mamada que mi mujer me estaba haciendo después de ducharnos juntos, como preludio de un buen polvo sin ninguna prisa.  Mi mujer recordó algo entonces y se apresuro en sacar mi verga de su boca entre risas, dejándome terriblemente empalmado.

-“¡Jooder, no me acordaba, jajajaja!, Es mi hermana, Julia. ¡Dijo que vendría a buscarme y no me acordaba! ¡Lo siento cariño jajajaja! – Se disculpo mientras se ponía a toda prisa una camiseta y las braguitas para salir a abrirle, antes de que nos quemase el timbre.

-“No pasa nada, ve tu a abrir jajajajaj, ¡yo no puedo!” – le dije señalándole mi polla durisima.

Mientras, yo cogí ropa para vestirme y me fui al cuarto de baño, esperando que me bajase la excitación y no salir así, empalmado como estaba. A los pocos minutos salí a guardar la visita. Salude a mi cuñada y me senté en la mesa del comedor para hacerle compañía, y mi mujer terminase de de vestirse para salir. Tenemos muy buena relación y además de hermanas siempre han sido del mismo grupo de amigas, ósea que también es amiga mía, y muy bromista por cierto.

-“Buenos días Julia, ¿como estas?, tu hermana no se acordaba que habíais quedado, vaya cabeza la suya” – La salude dándonos dos besos.

-“Muy bien, gracias. ¿Os he pillado en la cama?” – me pregunto ella, por si estábamos durmiendo, ya que habíamos estado de fiesta la noche anterior.

-“No, que va. Blanca estaba acabando de ducharse, y yo colgando la ropa para secar en el patio trasero. Por eso hemos tardado en abrirte” – improvise.

-“¿Y dime, que tal os fue en la fiesta de anoche?”

-“Bien, muy bien, nos divertimos y además no termino muy tarde. Por cierto, ¿Donde vais tan temprano?” – A Blanca no le había dado tiempo con las prisas, de explicarme el porqué de tan improvisada visita.

-“Hemos quedado con Mónica en su casa, para probarnos unos vestidos de fiesta que nos va a prestar para la boda que tenemos el mes que viene. Oye, ¿Puedo hacerme un café mientras la impuntual de tu mujer termina de arreglarse?”

-“Ah sí, la boda. Jajajaj, tu hermana es así. Estás en tu casa, ya sabes donde están las cosas”

A mí cuñada siempre la he visto como lo que es: la hermana de mi mujer que también está casada. Pero eso no es algo que me impida fijarme en ella de vez en cuando, la carne es débil y tiene un bonito cuerpo. Esa mañana vestía unos leggins ajustadísimos y una camiseta de algodón también apretada, con un escote de vértigo que no dejaba nada a la imaginación. Todo eso, añadido a que hacía unos pocos minutos yo tenía la polla en la boca de mi esposa y me había dejado empezado, me llevo a recorrer su cuerpo con la vista y deleitarme con cada una de sus magnificas curvas y su trasero bien apretado, mientras se preparaba el café en la bancada de espaldas a mí. Note como subía mi temperatura y lo que no era la temperatura también.

-“Le he dicho a mi hermana que si os apetece salir a tomar un aperitivo después con nosotros. Me ha dicho que te preguntase a ti.” – Me dijo, ofreciéndole a mi vista las formas perfectas de sus pechos en primer plano, mientras acercaba la silla para sentarse frente a mí y tomarse el café.

-“Eh,.. Si, ¡Genial!, no teníamos ningún plan pensado. Allí estaremos” – Mi respuesta tardo algo más de lo debido, apartando mis ojos de su escote, mirando hacia la ventana, disimulando.

-“Te noto nervioso, ¿Te pasa algo?” – me dijo sonriente mientras se llevaba la taza de café a los labios.

Claro que me pasaba y bastante grave por cierto, pero no podía decírselo. Sus curvas, esas que tantas otras veces había visto sin prestarles la debida atencion, eran para mí una tortura en ese momento. Pero salí del paso, o eso creía.

-“No, no me pasa nada, solo que he debido dormir en mala postura y me duele un poco el cuello, no te preocupes.” – llevándome la mano detrás del cuello y con gesto fingido de dolor.

-“Bah, nada que no se pase con un buen masaje. A Blanca se le dan bien los masajes. Cuando éramos  pequeñas siempre me los daba, y yo a ella para relajarnos después de hacer los deberes. Casi somos expertas en eso”

-“Sí, se lo pediré, descuida. Y si no puede te llamo a ti ¡Jajajajaja!“– le dije en broma riéndome y ella también soltó una carcajada asintiendo con la cabeza.

En ese momento, mi mujer entro en el comedor ya lista para irse con Julia.

-“¿Que os pasa, de que os reis tanto?, ¿Me he perdido algo?”

-“No, nada. Que a tu marido le duele el cuello y necesita un masaje, le he contado que nosotras somos expertas, Jajajaja. Y que si tu no se lo das, seré yo quien lo haga, hermanita”

Yo pensé: tierra trágame, ya la hemos liado. Pero no, al contrario de lo esperado mi mujer siguió la broma:

-“Bueno, eso el ya lo sabe de buena tinta, y lo de darle tu el masaje, ni lo sueñes jajaja” – le dijo Blanca, mi mujer a su hermana con sarcasmo, mientras ambas se disponían a salir y yo las acompañaba hasta la puerta.

Julia se despidió de mí con par de sonados besos en mis mejillas. Pero al tiempo de irse, se acerco a mi oído y me dijo, en voz baja, pero asegurándose que su hermana le escuchase:

-“Acuérdate cuñadito, si esta bruja no te hace ese masaje, llámame. Creo que yo los hago mejor”

Sin tiempo de reacción y antes de que terminase la frase, la mano derecha de Blanca se había posado ya dos sonoras veces en el trasero de Julia, y no le dio un tercer cachete porque abrió la puerta y salió disparada entre carcajadas hasta la calle. Mi mujer me miro, me hizo a un lado para que no nos viese su hermana y mientras me besaba y me mordisqueaba los labios, acerco sus dedos a mí entrepierna acariciándola suavemente, y me dijo en voz baja:

-“No te preocupes cariño mio, mmmm. Yo me encargare de que esta loca no te toque un pelo. Te prometo que esta tarde te hago ese masaje, aunque sé que no te duele nada mmmmm. Pero después quiero que me folles como a una perra, porque yo aun estoy mojada mi vida.”

-“Sabes bien que muero por eso cielo, por favor, no me dejes así  mmmm. Ya has visto lo que te guardo” – le dije sin dejar de comerle la boca y cogiendo su mano, apretándola contra mi sexo ahora si completamente duro.

-“Quiero todo esto para mí sola cuando vuelva, Julia nos ha jodido el polvo” – me susurro Blanca.

-“Te prometo que así será, cariño. Ve, que tu hermana te espera fuera”

Se inclino un poco hacia atrás y giro la vista hacia la calle para asegurarse de que su hermana estaba a una cierta distancia, y puso su dedo índice sobre mis labios, como para callarme. Entonces desabrocho los botones de sus jeans y deslizo su mano debajo de sus braguitas a la vez que se mordía el labio mirándome a los ojos lascivamente. Tras unos segundos y algunos jadeos contenidos, saco los dedos y los llevo a mi boca completamente empapados de sus jugos. Me deleite unos instantes con ellos, en silencio como me había pedido. Aquel néctar estaba delicioso.

-“Mira como estoy yo también, amor mío uffffffff, te deseo tanto… Pero he de irme” me dijo cerca del oído mientras me mordía en el cuello.

-“Te espero ansioso, te necesito como nunca. Tened cuidado” – le susurre, despidiéndola.

Se abrocho el vaquero sin dejar de mirarme con una sonrisa picara y salió buscando a su hermana que seguía estando unos metros más allá. Entre risas y comentarios jocosos acerca de mi dolor de cuello, subieron al coche de Julia y se marcharon. Cerré la puerta.

Aquel tonteo de Julia en presencia de mi esposa, a sabiendas de que no iba a ir más allá, y la fogosa despedida de mi mujer,  solo hicieron que calentarme igual que una hoguera.

En resumen y todo gracias a mi cuñada y al olvido de Blanca, yo había pasado de estar en los preliminares de un polvo apoteósico, a quedarme solo y con un calentón bestial, mientras ellas se marchaban a probarse trapitos en casa de una amiga.

Estaba cachondo, y empezado, igual que perro en celo. Una paja rápida era lo más fácil y lógico en mi estado, pero pensé en algo distinto. Necesitaba correrme si, pero de una manera especial. Tenía tiempo de sobra hasta que regresasen. Puse mi música preferida, busque lubricante y un consolador que tuviese ventosa en el cajón donde guardamos los juguetes de la mesita de noche de Blanca, y lo pegue a una de las puertas de espejo del armario del dormitorio.

Extendí una toalla debajo, en el suelo. Busque mi portátil y la webcam y la coloque sobre la toalla, ajustando la orientación y el zoom de tal modo que se viese desde abajo el dildo en toda su longitud en la pantalla del ordenador. Separe este, tanto como me permitió el cable de la cámara para que quedase de frente a mí. El bote de lubricante a mano.

Preparándolo todo, yo estaba duro como una piedra, imaginando cuanto iba a disfrutar de ese juego a solas. Así que me desnude y pase por el cuarto de baño para limpiar bien mi agujero trasero y no tener sorpresas desagradables en medio de la sesión de placer. Volví al dormitorio y me arrodille sobre la toalla con las piernas algo separadas. Tome el bote de lubricante, puse una cantidad generosa sobre mis dedos y deslice mi mano entre mis piernas hasta llegar a mi puerta trasera para masajear la zona, lubricando y dilatando mi entrada durante unos minutos y así prepararla para recibir la polla que tenia detrás y que también había lubricado al mismo tiempo que mi culo. Lo que deseaba era alcanzar un orgasmo sin tocarme, en modo “manos libres”.

Ya estaba tremendamente receptivo y lubricado, así que apoyando mis manos en el suelo, me acerque hacia el espejo hasta notarlo ahí. Con unos deseos terribles de hacerlo y con movimientos muy, muy lentos, comencé a empujar suavemente contra él para luego separarme, una y otra vez, muy poquito a poco aahhhhh…. uuffff,  un poco mas de lubricante fue todo lo que hizo falta para comenzar a sentir, como el trozo de goma enfilaba su punta dentro de mi.

Yo estaba cachondisimo ya desde hacía rato, pero mis músculos involuntarios trataban de prohibirle por todos los medios el acceso al intruso y, al mismo tiempo, mi deseo y mi excitación pedían a gritos que me hiciese suyo, que me penetrase profundamente y me colmase de placer. Tras esos instantes contradictorios, mi cuerpo cedió ante el asedio y relajo la guardia. Di un grito ahogado al sentir esa dilatación repentina. Mmmmmmm…, joder que delicia. Y a medida que el leve dolor remitía y mi respiración se aceleraba por momentos, vi como su cabeza rosada ganaba la batalla y parte del consolador se perdía de mi vista, lenta y deliciosamente.

Controle mis balanceos de modo que su cabeza incidiese en mi próstata, muy despacio al principio, buscando el ángulo perfecto y aumentando el ritmo después para que las  embestidas fuesen cada vez más directas e intensas. Cada poco tiempo, lo dejaba salir de mi  por completo y, conteniendo la respiración, otra vez atrás hasta tocar el espejo con mis nalgas. Uuuuffffff…. soltaba el aire de mis pulmones con mi agujero completamente a rebosar y lo apretaba, para de nuevo relajar y volver buscar y estimular mi punto “P”.

La respiración entrecortada y jadeante, todos mis poros sudando por el calor de Julio, la despedida de Blanca y las formas de mi cuñada que todavía estaban en mi retina, mi verga con una erección brutal y esos veinte centímetros de polla de goma perforándome a cuatro patas ayudada por mis movimientos, componían un coctel perfectamente mezclado para llevarme al éxtasis.

El espejo que tenia detrás de mí y el de la otra puerta del armario entreabierta me ofrecían una visión perfecta de la escena desde varios ángulos, cada cual de ellos más excitante. Además, ver en primer plano en la pantalla del portátil como el consolador entraba y se retorcía dentro de mi culo con mis movimientos circulares, aumentaba mi excitación por momentos. Cuando lo tenía todo adentro, veía mi polla durísima en el monitor y los huevos del dildo pegados a los míos como acariciándose. Si me separaba hacia adelante, veía aparecer el consolador que me estaba provocando todo ese placer, y otra vez volver a perderse en mis entrañas.

Así una y mil veces, hasta que mi verga comenzó a gotear a causa del masaje que estaba recibiendo mi próstata. Alargue mi mano y pase mis dedos por el glande, recogiendo el líquido espeso que ya caía como un hilo transparente hacia el suelo. Ese iba a ser el único contacto de mi mano con mi sexo. Sin dejar de moverme, me lleve los dedos mojados a la boca, igual que antes me había hecho Blanca con sus fluidos. Mmmmm, sabe dulce, como azucarado y pegajoso uuffffff, eso me encanta y quise repetír una vez más mmm.

Sabía que se acercaba el climax y comencé con un mete y saca largo y contundente. Con movimientos decididos, en toda su longitud, sin cambiar el ángulo para que en cada embestida rozase su cabeza con mi “P” ya bastante abultada. Mis jadeos siguieron sin remedio el ritmo de semejante follada y los chasquidos de mis testículos contra los suyos, impregnados de fluidos y lubricante, resonaban en mi cuarto, y en mi cabeza también. Una mezcla explosiva de imágenes, sensaciones, olores, sabores…. Todos mis sentidos estaban alerta.

Sentía que iba a estallar de un momento a otro…, hasta que Ahhhhhh…. Ahhhhhh... Ohhhhh Jooodeeerr, joder que ricooo… MMMMMMM…. Apreté contra la puerta del armario lo más que pude y contuve la respiración. Sentí la primera contracción y el primer chorro de semen caliente salió de mí despedido, abrasándome por dentro en su recorrido, a la vez que mi culo comenzó a aprisionar el juguete atrapado en su interior, mientras me estremecía y me vaciaba sobre la toalla.

Mis brazos se derrumbaron, entre gritos ahogados y jadeos. Sin aliento, apoye mi cara de lado y mis hombros en el suelo, manteniéndome mientras me quedaban fuerzas, completamente empalado en el saliente que había puesto en el espejo, esperando que el final de mi orgasmo me permitiese despegarme de él, y acabar tendido en la toalla sobre mi propio semen aun caliente.

Y así, bien follado y con las pulsaciones a mil, mi culo aun dilatado y chorreante pero satisfecho, comencé a relajarme y recuperar oxigeno, mi cabeza pensaba ya en que iba a hacer la próxima vez que me quede solo.

La ducha y el aperitivo me esperaban. Y Blanca también pues ella y yo nos habíamos prometido algo.