Mamás de médicos 4-Con Laura en la consulta
Mi hijo se retorcía de placer se había follado en su consulta, delante de todos los pacientes que esperaban, a una mujer madura que podía ser su madre Qué cabrón!! y me lo contaba con todo lujo de detalles sabiendo lo zorrón que soy
Nota del autor.
Me encantan las maduras y por ello las hago protagonistas de mis historias. Están inspiradas en mujeres que conozco, así que podéis ser cualquiera de vosotras. Me encantaría contactar con mujeres con fantasías o experiencias con jovencitos.
Me llamo Pilar. He leído los relatos de otras madres de médicos y me propongo contaros mi historia. También soy madre de un joven médico que está trabajando desde hace poco tiempo. Su especialidad es la Dermatología.
Trabaja mucho, ya que ha comenzado hace poco. Hace muchas guardias y por eso no lo veo mucho. Además, es un juerguista. Siempre está rodeado de amigos, y lo que más me produce celos, muchas amigas que le llaman continuamente. Es un ligón. No me extraña. Es guapo, moreno, alto y se cultiva en el gimnasio todos los días que puede. Además, las chicas lo adoran porque es muy simpático y le encanta coquetear con todas.
A mí me pierde mi hijo y sería una de sus “chicas”, como él las llama, si no fuera porque soy su madre…o eso es lo que creía yo hasta ahora…
Siempre he fantaseado con cómo me cortejaría, cómo le excitaría para atraerlo y cómo sería tener un encuentro sexual juntos…es que tener el caramelo tan cerca y una con tantas ganas de chuparlo…el caramelo, digo!!
Para qué lo voy a negar, me encantan los hombres, y más los jovencitos. Aunque una ya no está como antes, conseguir excitar y follarme a un joven me hace sentirme como cuando era una chiquilla fácil, que se dejaba hacer de todo con tal de disfrutar de los chicos.
Quizás ése es mi punto fuerte. Soy una guarrilla y los hombres lo advierten enseguida, por lo que se acercan como abejas a la miel. La miel del morbo de mis comentarios subiditos, de mis escotes insinuantes o de mis historias calientes…Siempre tengo una preparada para dejársela caer al primero que se acerca. Es como un anzuelo en el que pican, se encienden y ya los voy atrayendo fácilmente hasta ver dónde puedo llegar.
Mi hijo también lo sabe, por supuesto, ya que no tenemos ningún problema en hacer comentarios cachondos sobre hombres o mujeres que conocemos o sobre cualquier noticia en televisión. Yo además, siempre le hago ver que hay parejas en las que ellas son mayores y no pasa nada. Que algo verán en las maduras que les hace a los jóvenes caer en sus brazos e incluso seguir a su lado como parejas.
Bueno, no creo que tengamos una relación diferente a muchas madres e hijos, con confianza y buen rollo. Lo único que cambia es que yo sí tengo una espinita que me pincha aquí abajo…que cuando en ocasiones lo veo me dan ganas de lanzarme sobre él y hacerle el amor con locura…Pero esa soy yo, mucha fantasía y mucha provocación, pero poca determinación en ocasiones…
Ayer mi hijo llegó tarde de la consulta. Se le veía machacado pero tenía una carita de felicidad y un brillo en los ojos especial…
Yo, como siempre, le pregunté qué tal le había ido para que me contase un poco sobre algún caso que le preocupaba o algún paciente que le hacía la vida imposible. Las típicas historias del trabajo, vamos.
Esta vez, sin embargo, dijo un rápido y escueto “Bien” y siguió ensimismado en su mundo…Eso me dejó algo preocupada, puesto que él es muy locuaz y habla mucho, aunque esté cansado.
Le puse la cena, pero él parecía en otra cosa. Se puso a cenar mecánicamente. No estaba triste, ni enfadado, pero algo le pasaba y yo no sabía qué.
Cuando acabamos de cenar decidió irse a la habitación directamente, en lugar de ver un rato la televisión como hace normalmente. Al levantarse de la mesa me espetó un:
“Mamá, tenías razón…” y me lanzó una mirada penetrante. Se me quedó mirando fijamente primero, para luego darme un repaso con la mirada “…me encantan las maduras.” . Sus ojos se detuvieron en el generoso escote que proporciona la batita de casa y en mis blancas piernas que asomaban bajo el pantaloncito. Me quedé clavada allí mismo. Una mujer reconoce perfectamente esa mirada en un hombre. Me estaba volviendo loca o esa era una mirada que yo creí de curiosidad y…deseo…
Después se levantó y me dejó allí sin comprender nada…
Yo estaba intrigada y le daba vueltas a qué podría ser lo que le había ocurrido. Yo siempre le hablaba de lo buenas amantes que somos los “ya-no-tan jóvenes”, de lo que ganamos las mujeres con la edad. Le contaba lo libre y felices que somos algunas o del placer que podemos dar a un hombre debido a nuestra experiencia. Él siempre hace como que se entera. De hecho, no le habían oído nunca que le haya atraído luna madurita.
Él no había salido de la clínica en todo el día, por lo que tendría que haber sido alguna llamada, mensaje o alguna cosa del trabajo. Mi cabeza no paraba de imaginar…a él se le veía pensativo, pero contento…
Me fui a la cama con esos pensamientos en la cabeza, y por supuesto, no me dejaban pegar ojo. Tenía clavada en mi mente su mirada penetrante. Me hervía la sangre y me estaba comenzando un escozor importante en la entrepierna.
Tras muchas vueltas en la cama y hora y media en el reloj, no podía más y me decidí a averiguar qué era lo que le pasaba a mi nene…
Me levanté y me puse el conjunto de lencería más bonito que tengo. Consta de una tanguita muy transparente y con bordados de florecitas. Y un sujetador que sube y moldea el canalillo para atraer cualquier mirada. Aunque mi punto más fuerte, además de estas armas, son mis ojos. Son grandes, negros como el tizón y llenos de vida. Para realzarlos y darme un toque exótico les pongo una raya oscura tirando a azulada. Junto con mi flequillo recto que me llega a los ojos hacen que mi mirada hipnotice a mis presas cual Cleopatra…
Me puse encima una batita vaporosa que utilizo en mis fines de semana de amor, es decir, cuando me voy con algún ligue.
Vestida para matar me acerqué al cuarto de mi hijo. Abrí la puerta con cuidado y me asomé. Se oían ruidos como gemiditos, que cesaron enseguida…
“Nene, ¿Estás dormido?”
“No, mamá. No puedo dormir hoy.”
“¿Qué te pasa mi cielo? Te he notado como ausente…te ha pasado algo que me quieras contar?”
Me acerqué a su cama y encendí la luz de la lamparita de cama. La luz iluminaba su bello rostro y la sábana que cubría su cuerpo. También se veía la ropa sobre la cómoda que había llevado, su pantalón, su camisa y….sus calzoncillos!!
Mi hijo no solía utilizar pijama, y menos en verano….por lo que podría estar sin nada debajo…
Al pensarlo, miré a la zona donde estaba su pelvis y había una pequeña tienda de campaña. Estaba excitado. O le había pillado masturbándose…
Me puse aún más nerviosa, pero esto hizo que aumentasen mis ganas de conocer qué es lo que ocurría, qué es lo que tenía en ese estado a mi niño…
Sin embargo, no se mostró molesto por mi presencia, como pasaba otras veces que creo que estaba en plena faena…En otras ocasiones me tira los tratos a la cabeza diciendo un “Mamá, déjame en paz en mi cuarto…no entres aquí sin llamar que ya soy mayorcito, ¿no?”
En esta ocasión se mordía el labio superior al verme con mi bata, que transparentaba sutilmente las maravillas que contenía debido a la tenue luz de la lamparita.
Me senté junto a él y le puse una mano en el pelo, acariciando sus rizos como cuando era pequeño. Le miré a los ojos y con la voz más maternal que tengo, le pregunté:
“¿Qué te pasa peque? Cuéntame…”
Mi hijo tragó saliva y la tienda de campaña dio un saltito súbito.
“Pues que tenías razón, mamá. ¡Hacerlo con una madura no tiene comparación!”
“Ya te lo decía yo…somos puro fuego y pasión. Ninguna jovencita puede darte algo que se alcanza con los años de vivencias y de conocer el cuerpo de una misma y de los hombres…¿Pero a qué viene eso?”
“Me he convencido hoy mismo. He tenido una experiencia muy excitante…”
Su tienda de campaña no dejaba de crecer y dar saltitos. También yo estaba empezando a mojar mi tanguita.
“Cuéntame qué ha pasado, quizás así podamos dormir tranquilos los dos”
“No lo creo, pero te cuento…Tengo una paciente que se llama Laura. Es una mujer de 42 años. Es alta y muy atlética. Su marido es un militar de alto rango. Ella es comercial y viaja mucho por todo el país. Tiene un cuerpazo espectacular, mamá. Tiene dos tetas como dos sandías, su sujetador debe estar reforzado, porque si no, no sé cómo puede llevar ese peso. Pero, además, tiene un vientre plano y un cuerpo fibroso trabajado en el gimnasio. Me ha confesado que está hasta tres horas diarias.
Desde que viene a la consulta, a mí me empezó a calentar imaginarla enfundada en unas mallas de gimnasio bien ceñidas. Con sus tetas desafiantes. Me recordaba a la teniente tetona de Loca Academia de Policía. La que inmovilizaba a los compañeros ahogándolos entre sus pechos. También tiene mirada de Policía, eso sí, es morena de pelo y tiene una mirada que mata...”
Cuanto más la describía, más celos sentía yo, pero veía que más se estaba excitando él, por lo que estaba encantada. Comencé a rozar con el codo la tienda de campaña que tenía montada mi pequeño. Eso le incitaba a seguir con la historia…
“La veo desde hace unos meses porque le están saliendo pequitas por todo el cuerpo debido a lo que toma el sol en Cabo de Gata. Hemos ganado en confianza y siempre entra riendo en la consulta y coqueteamos juntos sobre las nuevas pequitas y los sitios en los que salen.”
Me la imaginaba en sucesivas consultas descubriéndole a mi hijo diversas partes de su cuerpo para que “analizase” las pequitas. Supongo que es de las pacientes que alegraría el día de consulta, con su cuerpo exuberante y sus pequitas joguetonas.
“Hoy ha venido la última porque había solicitado esa hora. Acudía porque tenía una nueva peca en el cetro del escote. Estaba preocupada porque estaba muy cerca de los pechos…es que estaba justo en el centro de su canalillo. “
Yo también me preocuparía, es un lugar muy observado en las mujeres y no queremos que nada arruine nuestro “cuadro de las montañas” como le llama una amiga que se ha operado para ponerse una 110.
“Le hice desvestirse en su parte de arriba y tumbarse. Se quitó por primera vez la camisa de las que siempre trae a consulta. Las costuras deben estar reforzadas de tanta presión que tienen que soportar…” Reía excitado su propio chiste…se le veía muy cachondo recordando detalles.
Mi hijo, siempre ha sido así, es un hombre de pechos. Supongo que porque su madre va bien servida. Al recordarlo me tiré un poco de la batita para abajo para que mis pechos asomasen aún más y me incliné algo dejárselos bien cerca de sus ojos y su boca...
“Tenía un sujetador grande, parecía más una camisa de fuerza que un sujetador. Supongo que lo necesita para hacer deporte, ya que si no el movimiento de sus pechos tiene que ser mucho”.
Yo también tenía alguno de esos. Aplanan el pecho, pero son muy cómodos para el ejercicio. Nada que ver con el que le estaba enseñando yo en estos momentos…Sus ojos lo miraban como buscando el inicio de mis pezones, que intentaban asomar a la superficie al bajarlos más. Miraba directamente al fondo de mi escote y se pasaba mientras la lengua por los labios.
“Pues tenía unas tetas preciosas, como me encantan, redondas, duras y con pezón como una galletita.”
Ante esa confesión, su pene empezó a mojar la sábana que lo intentaba cubrir. Yo al notar la humedad en mi codo desnudo, tuve un escalofrío…joder, estaba caliente como una olla…Empecé a rozarlo arriba y abajo con el codo con movimientos suaves. El habitante de la tienda estaba muy duro y crecía aún más con mis caricias. Mi hijo continuaba con la historia como para despistar de lo que ocurría más abajo y ambos hacíamos como que estábamos concentrados en la historia.
“Laura me señaló su pequita para que dejase de mirarla embobado a las tetas y me concentrase en el pequeño punto entre sus inmensidades. Ella notaba lo excitado que me tenía, perece que ya venía dispuesta a algo, ya que nuestras últimas consultas habían ido subiendo el tono de nuestros coqueteos. Que si ya me has visto casi todo. Que si conoces mi piel mejor que mi marido. Que si me queda muy poquito por enseñarte…”
Me sentí identificada. Ése es el tipo de comentarios que también haría yo a un jovencito guapo como él al que me quiero cepillar. El final se veía venir, pero el relato merecía ser oído y disfrutado, sobre todo con el pollón ya de mi niño soltando líquido preseminal descontroladamente.
“Estaba agachado entre sus melones, y con una erección enorme. Le dije que ya no me quedaba más que un lugar por admirar…y ella me miró a los ojos y me dijo…pues por mí que no sea, ya sabes que soy una paciente entregada…”
Qué guarrilla, jajaja. Cada vez me veía más identificada con sus comentarios y con su manera de seducir. Era una calientapollas de primer nivel, como yo.
“Me puse a explorarle los pechos, ya que sabía que me había abierto la puerta. Con la excusa de buscar bultitos, le hice una magnífica sobada por ambos globos. No me cabían en las manos y pesaban más de un kilo cada uno, por lo menos.”
Para acompañar su narración hice como si me picase algo y me empecé a rascar en el abdomen. Esto hizo que mis tetas empezasen a bailar ante sus ojos. Se movían dando saltitos como un flan. Son turgentes y estaban revoltosas.
“Ella gemía con aprobación y cuando ya estábamos a tope me dijo que si no le importaba mirarme una pequita que estaba en su zona púbica. Total, ya es lo último que me queda por enseñarte…¿o no? Me soltó con una mirada cómplice. Tenía un tatuaje lindísimo en la zona inguinal, cerca de su monte de Venus.”
¡Qué puta! Me estaba encantando cómo la vieja madura había acorralado a mi jovencito niño. Ningún hombre habría podido resistirse a un calentamiento así. Y mi calentura me llevó a meter la mano bajo de la sábana…necesitaba sobar su paquete…sentir su dureza….
“La peca era minúscula, pero hizo que tuviera que bajarse la braguita y asomara un mechoncito de pelos en forma de triángulo, muy recortadito por los bordes, como un jardín bien arreglado. “
Iba acercándome como una víbora por debajo de las sábanas. Sabía dónde estaba mi objetivo y quería acercarme con sigilo para que mi presa no escapara….
“Estaba delicioso. No he visto un coñito tan arreglado y bonito nunca. Me puso muy cachondo. “
¿A sí? ¿Y cómo crees que estaba yo en es momento? Pues estaba tocando sus pelitos varoniles, mi mano reposaba junto a su aparato. Le acaricié suavemente bajo las sábanas su rizado vello púbico y como para tranquilizarle. Abrió la boca de golpe y gimió cuando mis dedos jugaron con los rizos en la base de la polla.
“Y qué ocurrió después? Continúa, hijo” Le exhorté para que siguiese con su historia y no me detuviese cuando notó que mis dedos intentaban rodear el perímetro de su gran rabo…
“Pues…Cuando estaba agachado mirándole la peca, ella me cogió la cabeza y me la aplastó contra los pliegues de su coño…no me dejaba ni respirar.”
Esto me sacó fuera de mí, entre el calentón que provocaba en mí su historia y la que me transmitía esa herramienta al rojo vivo, no puede más que comenzar con un buen meneo del instrumento anhelado de mi niño…
Lo hacía de manera delicada, intentando recorrer la longitud del resbaladizo mástil en el que estaba convertida su magnífica polla. El líquido preseminal bajaba bañando toda su dureza, haciendo del venoso y rugoso proyectil, una pista de patinaje para mi experta mano, que se deslizaba arriba y abajo arrastrando ligeramente la piel en un vaivén exquisito.
Mi nene se dejaba hacer cerrando casi los ojos por el placer que le estaba dando, pero yo no podía aguantar más y estallé.
“¿Y qué hiciste? ¿Le comiste bien el coño a la zorra esa? ¿Le metiste la lengua hasta el fondo? Confiesa.” Dije en un tono sorprendentemente autoritario…no aguantaba más la excitación…quería que acabase la historia, estaba celosa pero necesitaba que me contase cómo le dio su merecido a ese viejo zorrón.
“Sí, mamá. Casi no podía respirar. El olor de su coño era tan lindo, pero a la vez tan intenso que me empujaba a lamer toda la humedad que brotaba de su agujero. Estaba muy resbaladizo por sus jugos. Bebía lamiendo desde el agujerito del culo, por su vulva chorreante y por su pequeño clítorix, que sorbí hasta dejarlo seco. Ella puso los ojos en blaco y comenzó a gemir más fuerte. Yo le tapé la boca con la mano para que no lo oyese la secretaria y los pacientes en la sala de espera.”
“!Muy bien! Eso es lo que se merece una guarrilla así…ahhhhh” La tensión de mi cuerpo hizo que mi mano comenzara a machacar literalmente su durísimo pollón. Empecé a apretar todos mis dedos sobre su piel y a aumentar el ritmo de mi pajote. Quería ordeñarle bien hasta dejarle seco. Puse el pulgar sobre su frenillo y empecé a acariciarlo mientras en cada bajada de mi mano. Dios, cómo quería metérmelo en la boca, en mi coño, en mi culo…Su polla era el centro del Universo.
“¿Y te la follaste, hijo de puta?” Corrí las sábanas de golpe para que apareciese su falo en todo su esplendor. Su pollón me miraba con desafío, como un héroe cuando recibe el reconocimiento a su valentía y arrojo.
“Pues claro. Cuando estaba ya a punto de caramelo, me levanté, cogí un preservativo del cajón, me abrí la bata y me lo puse en segundos,. “Fóllame enterita” me dijo con cara de vicio y haciéndose a un lado la tela de la braguita. Le puse las piernas en mis hombros y se la metí de una estocada fácilmente porque estaba muy lubricado. Le tenía que tapar la boca para que no gritase porque era una golfa muy escandalosa. Me mordía y babeaba los dedos, pero yo le daba fuerte y no le dejaba chillar.”
Yo también quería gritar…gritar que me follase ahora mismo, pero no podía decírselo a mi hijo…así que lo único que pude llevarme a la boca para no pronunciar las palabras le revelasen lo puta que es su madre fue ese gran capullo babeante que me observaba resplandeciente por el brillo que reflejaba la escasa luz de la habitación.
“Ummm, ummmm, ummmm, chups, chus….” Me lo metí hasta el fondo de la garganta para ahogar mis gritos y luego lo recorrí encerando toda su longitud.
Mi hijo se retorcía de placer…se había follado en su consulta, delante de todos los pacientes que esperaban, a una mujer madura que podía ser su madre…Qué cabrón!!…y me lo contaba con todo lujo de detalles sabiendo lo zorrón que soy…
“Sí, mamá, y cuando ya llegó al primer orgasmo demoledor. Ya era totalmente mía. Entonces le dí la vuelta, cogía la sábana y se la puse en la boca como si de las riendas de un caballo se tratase, le lubriqué un poco el ano con sus jugos y antes de que pudiese reaccionar se la clavé también por detrás.”
Eso me lo contaba mientras contemplaba cómo su madre estaba como loca comiéndole la polla como si fuese lo último que iba a hacer. Como una perra sumisa a todos sus deseos me hubiese dejado vejar, humillar, azotar…todo porque mi hijo hubiese saltado sobre mí y me hubiese arrancado la ropa y follado como deseaba.
“ Chups, chups….” El muy cabrón aguantaba la mamada más concienzuda de mi vida porque acababa de follarse bien follada a un mujerón. No me lo pondría fácil para arrancarle todo su juvenil esperma. Se le notaba disfrutar de la situación, manejándola a su antojo.
El muy cruel, mientras yo seguía trabajando en su cilindro con la boca, rodeándolo y besándolo con los labios y lamiendo todos los rincones de su venoso tronco, él continuaba la historia de su aventura en la consulta.
“Mientras le tapaba la boca con la sábana para que no gritase con las embestidas, ella empezó a correrse y a apretarme con los anillos del esfínter de su ano. Me hizo un masaje como nunca me habían hecho sobre la cabeza del pene. Mi capullo parecía como una naranja dentro de una exprimidora.”
Yo también apreté los labios sobre la base de su capullo absorbiendo fuerte para succionar su contenido. Él se retorcía de placer, con los ojos en blanco, recordando su follada en la consulta.
“Y me corrí en su culo…le llené todo el intestino con mi leche…” dijo mi niño entre suspiros.
El semen comenzó a brotar como un pozo de petróleo recién abierto. Mi garganta recibía un lechazo tras otro de caliente néctar. Nunca había dejado a los hombres correrse en mi boca, pero hoy no era yo la que actuaba. Sorbía y engullía toda su crema, lamía lo que resbalaba por su piel, me acababa toda la corrida con ansia, chupando y chupando para intentar sacarle más. Yo continuaba muy insatisfecha y necesitando un buen repaso.
“Ahhhhhh……..” Mi hijohabía alcanzado un gran orgasmo y se derrumbó totalmente sin fuerzas.
Mi hijo me había llevado al máximo punto de descarrilamiento. Su madre estaba dispuesta a todo. Ahora era un animal en celo, un animal salvaje dispuesto a saltarse todo por tener un buen rabo dentro….todo, todo, menos pedirle a mi niño agotado que me follara…
No podía dejarlo desnudo así. Cogí la sábana y le arropé bien para que no cogiese frío. Le miré su carita aún de niño…para mí lo que siempre será…se le veía feliz y con una gran sonrisa de satisfacción en la cara.
En mi cama no podía dormir y me tuve que hacer un dedo tras otro. Sus palabras no dejaban de martillear en mi cabeza, igual que mis dedos lo hacían sobre mi coño. “Mamá, me encantan las maduras…ha sido el mejor polvo de mi vida…mamá, mamá…”
¿Qué creéis que me quiere decir mi hijo? ¿Qué hago? Mi cuerpo es como una caldera a punto de explotar…
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