Mamada en Príncipe Pio
Primera experiencia de cruising en los baños de un c. comercial. Relato REAL.
- Este relato es completamente real. Es la suerte de descubrir que eres un morboso... *
Sabía que en los baños de varios centros comerciales, por no decir en todos, de Madrid se hace cruising. Pero como he estado los últimos 8 años he estado en una relación, nunca hasta ahora lo había visto y mucho menos vivido.
Empezaré por describirme: soy un chico de 27 años, blanquito de piel, delgadito, que se depila y suelo ser siempre el afeminado de mis amigos y el que menos abulta, por decirlo de algún modo, muy de tamaño juguete. Tengo rasgos faciales un poco femeninos y unos labios gruesos que a todo el mundo le encantan (aunque yo los odio).
Todo esto empezó hace una semana, cuando me fui a Príncipe Pío con unos amigos después del trabajo para comprar unas cosas para Halloween y tomar algo todos juntos. Cuando dejamos el coche y fui al baño por primera vez ya vi movimientos un poco raros, pero no me preocupé más de la cuenta y volví a salir porque me estaban esperando.
Pero cuando terminamos y ya cada uno se iba para su casa, antes de ir al coche volví al baño porque necesitaba mear otra vez. Ya era más de noche y en el centro comercial solo quedaban los que estaban cenando. Cuando entré estaban todos los urinarios excepto uno ocupados, así que me coloqué en ese. Miré hacia el lado y vi que, literalmente, los 3 tíos que tenía al lado estaban pajeándose sutilmente y mirándose los rabos. Yo no llegué a mear y cuando me di cuenta era porque sin querer se me había puesto también dura de estar en medio de todo eso.
Los cuatro hombres que había en la fila opuesta de urinarios también estaban pajeándose y alguno venía de vez en cuando a mirarnos a nosotros. Como nadie me esperaba y realmente estaba supercachondo, me empecé a pajear también. En ese momento ya se relajaron todos y dejaron que se les viera la polla mucho más abiertamente. Por lo que he leído y me han contado, tuve bastsante suerte porque de ocho tíos que éramos, solo había un par que eran mayores. El resto serían de mi edad o como mucho hasta 40 años, y no se podía decir que fueran feos. Algunos tenían pinta de malotes, y a mí esos me sacan la zorra que llevo dentro.
De esto se dio cuenta el que tenía al lado, porque no dejaba de mirarle el rabo mucho más que a los demás. Alto, con barbita de varios días, chándal, gorra y unos brazos fuertes. Tenía un rabo venoso, no muy gordo pero fácilmente 18 cm, con unos huevos peludos y la punta llena de precum. Me encantan todas las pollas que estaba viendo, pero la suya, y él, me tenían loco. Si por mí fuera, me hubiera puesto de rodillas ahí en medio y se la habría comido con el resto pajeándose y corriéndose en mi cara. A lo mejor en otro relato lo puedo contar.
Cuando me pillo mirándole a la cara, levantó las cejas y se fue muy lentamente, con la polla fuera, a uno de los reservados. El resto se me quedó mirando a mí, con miedo real de que pudiera pasar algo. Sin saber muy bien por qué o cómo, le seguí y me metí en el reservado con él. Cerró la puerta, echó el pestillo y se giró. Al ver que no hacía nada hizo un gesto como diciendo "bueno, ¿qué?" y ahí me senté en el váter y le empecé a comer la polla.
No sé si era lo cachondo que me ponía la situación, el olor a rabo de todo el baño, el tiempo que hacía que no follaba o todo a la vez, pero me esmeré en esa mamada. Quería darle placer como fuera y me la metí entera en la boca para dejarla entera ligeramente ensalivad y que entrara y saliera mejor. Estuve varios segundos con ella en la boca, a lo que él respondió con un gemido bastante sonoro. Nada más oir eso me la saqué hasta la punta y empecé a jugar con mi lengua en ella, haciendo círculos mientras yo me pajeaba más fuerte que nunca.
Tras metérmela un par de veces en la boca hasta los huevos y succionando, le cogí de las manos y me las coloqué en la nuca. Entendió perfectamente lo que quería y empezó a follarme muy lentamente la boca, hasta el fondo para sacarla luego entera. Subí la mirada y me lo encontré mirándome, y ahí fue cuando empezó a follarme la boca a lo bestia, como me gusta a mí. Empecé a tener arcadas y había veces que me ahogaba y se me saltaba alguna lágima, pero no le dejaba de mirar y él no dejaba de hacerlo. Yo también gemía mientras él resoplaba como un toro. No tengo ni idea de si alguno estaba mirando por encima del reservado, pero no me extrañaría. Y si no estaban mirando, yo estaba dispuesto a hacer un espectáculo de todos modos.
La pena es que no me dio tiempo a hacer ninguno porque me la metió entera por última vez mientras gruñía y se corría en mi garganta. Con mi nariz en su pelo púbico (oliendo a una mezcla entre orín y sudor, poniéndome más zorra todavía), sus brazos musculosos no dejando que me moviera y tragando como podía toda la lefa espesa que me estaba dando, unos 5 o 6 trallazos bien surtidos, me corrí yo también en el suelo.
Tras sacármela muy lentamente de la boca y dejando que le diera una última chupada para dejársela limpia, como tiene que ser, se la guardó, se subió los pantalones, me dio una palmadita en la cabeza guiñándome un ojo y se fue. Me coloqué la ropa como pude y me encontré a los mismos de antes y a otros tres nuevos pajeándose mientras me miraban marchando relamiéndome los labios y mirándoles a los ojos. Tendré que volver por ahí pronto.