Mamada en el campus 3

Final de la trilogía de sexo en la universidad

El domingo por la mañana, dos días después de haber sido desvirgado por aquel escolta morboso y vicioso, recibí un nuevo SMS suyo en el que me comentaba que estaba haciendo footing con un compañero de trabajo y que tenía el día libre por lo que podíamos vernos por la tarde en la habitación de la residencia del campus que un compañero me había prestado con la excusa de estudiar. Como no quería correr riesgos de que este nos pillara ya que tenía previsto volver a última hora de la tarde, le propuse quedar en un par de horas, así me daba tiempo a ducharme, prepararme poniéndome uno de los enemas que me había traido y llegar hasta allí. Llegué tarde porque tuve que volver a casa ya que se me había olvidado el tubo de lubricante y cual fué mi sorpresa al ver esperar sentados en la escalinata de la residencia al escolta y a otro tío, que por su aspecto físico no podía ser más que el compañero de trabajo del que me había hablado.

Al ver mi cara de sorpresa inicial, el escolta se acercó a mí y me dijo que no me preocupara, que era su mejor amigo, que no había podido evitar hablarle de mí y que el otro había insistido una y otra vez en venirse para hacer un trío y me preguntó si no me importaba, a lo que por supuesto no puse objección aunque también aquello era nuevo para mí. Mientras subíamos al estudio, me fijé que ambos iban con ropa de correr por lo que deduje que se acercaron en cuanto formulé la invitación. Una vez en la habitación, el escolta desconocido, cuyo nombre no dijo en ningún momento y que parecía bastante más acalorado y sudoroso, además de que aparentaba ser unos diez años mayor que el otro, me pidió pemiso para darse una ducha, con lo que nos quedamos solos Jaime, que así se llamaba el chico que desde hacía diez días me traía loco y yo, que comenzamos a desnudarnos. Tras unos instantes de indecisión, Jaime decidió que podíamos empezar primero los dos y, como la vez anterior, repetimos los preliminares ante el espejo del armario, el de pié guiándo mi cabeza de forma que mis labios fueran recorriendo todo su cuerpo hasta quedar arrollidado frente a su paquete que esta vez quedaba aprisionado por unos boxers de rayas blancas y negras que me apresuré a lamer hasta dejarlos empapados.

Una vez liberada su polla de los boxers, se sentó frente a la cama para que yo permaneciese de rodillas por lo que mientras le comía la polla, mi culo quedaba a su vista a través del espejo. En esa postura estábamos cuando salió del baño su compañero que, sin darme tiempo a reaccionar, se colocó de rodillas detrás de mí y empezó a lamerme el culo, también era algo que experimentaba por primera vez y que me hizo perder cualquier tipo de inhibición entregándome al más absoluto placer con aquellos dos machos, para los que mi culo y mi boca quedaron a partir de entonces a su entera disposición.

Con mi culo completamente humedecido y mientras seguía comiéndole la polla a Jaime, el otro escolta me fué metiendo su polla, con cuidado pero sin pausa, hasta que entró toda dentro y comenzó a moverse cada vez mas deprisa. Me encantaban sus gemidos y sus comentarios groseros sobre las dos pollas que me estaba comiendo y lo mucho que parecía que me estaba gustando y, si bien es verdad que físicamente no estaba tan bueno y que era algo mayor para mi gusto, su forma de follar me gustaba más que la de Jaime, que resultaba más aburrido y monótono pese a su cuerpo y polla gloriosos.

La siguiente postura fue con los tres sobre la cama, yo acostado boca arriba con mis piernas sobre los hombros de Jaime que me cabalgaba y con el otro escolta arrodillado sobre mi cara mientras me hacía comerle la polla o uno de sus testículos o incluso ambos a la vez mientras no paraba de decir burradas que me ponían a mil hasta el punto de no sentir ni dolor por la penetración y eso que no había tenido ocasión ni de ponerme lubricante. Por cierto que hasta que no cambiamos a esa postura no había tenido ocasión de ver su polla y eso que la había tenido primero dentro de mi culo. Era mas larga que la del otro, igual de gruesa y quizá menos bonita pero a mí me volvían locos sus comentarios que me animaban a chuparle, lamerle y estrujarle la verga por lo que cuando me avisó que iba a correrse y que abriera bien la boca y sacara un poco la lengua para que el pudiera ver como me entraba toda su corrida, le obedecí sin rechistar tragando y lamiendo hasta la última gota de su leche mientras Jaime intensificaba sus embestidas y se vaciaba en mi interior y yo, todavía con ambas pollas dentro, empecé a pajearme hasta que exploté sintiendo la lefa de ambos en mi interior.

Agradezco esas primeras experiencias que encauzaron mi sexualidad de la forma más placentera, aprendiendo a disfrutar a tope sin comerme la cabeza como algunos chavales de mi edad que siempre están con el mismo rollo de si pasivo, activo, sumiso, si hago esto pero no lo otro... No saben lo que se están perdiendo con tanta inhibición.