Mamada en el campus

Sexo en la universidad

Con 19 años, me encontraba cursando el primer año de Económicas en una conocida universidad pública ubicada en los alrededores de Madrid, en un paraje idílico si te gusta la naturaleza pero tremendamente aburrido si lo que buscas es algo de marcha, especialmente si es viernes por la tarde y entre las clases de mañana y la única optativa de tarde en la que me matriculé había tres horas de diferencia. Estaba matando el rato sentado en las escaleras de una de las entradas secundarias de la Facultad, ubicada frente a uno de los parkings del campus, cuando apareció una berlina de representación de la que se bajó un tipo de unos treinta y tantos años, impecablemente vestido con traje y corbata, alto, pelo rapado, gafas de sol y pintas de chulazo como a mí me gustan, para abrir una de las puertas traseras de las que se bajó un tipo algo mayor, con cartera y porte de persona importante e influyente, que seguramente era uno de los muchos profesores asociados que, procedentes del mundo de la empresa o la política, venían a la Universidad a dar algunas horas de clase, a veces acompañados de escoltas como en este ocasión. Entraron por la puerta junto a la que me encontraba y supongo que mi cara reflejaba el deseo por aquel tipo fornido y con tan buena planta que me parecía que también se había fijado en mí, aunque con las gafas que llevaba no podía estar seguro.

Diez minutos mas tarde, apareció el escolta de vuelta al coche y, al pasar junto a mí, se me quedó mirado con gran descaro, todavía con las gafas puestas, pero esta vez no me quedaba la mas mínima duda al respecto. Se montó en el coche y abrió la ventanilla. Con las piernas temblando por la duda y al mismo tiempo la excitación de hacer algo con semejante tío morboso, me fuí acercando hasta donde se encontraba aparcado. Tras un par de tímidas vueltas alrededor del coche, al pasar a su lado me preguntó si tenía fuego. Hubiera dado algo por poderle decir que sí pero la verdad es que no fumo, por lo que no me quedó mas remedio que decirle que no lo mas amablemente que fuí capaz. Me contestó que en ese caso igual me apetecía meterme otra cosa en la boca y que si era eso lo que quería me subiese a la parte trasera del coche. Como podeís imaginar me faltó tiempo para hacerle caso y a él para arrancar. No fuimos muy lejos ya que se metió en uno de los parkings subterráneos del campus, que un viernes por la tarde estaba practicamente desierto. Aun así aparcó en uno de los extremos al acceso, una zona escasamente iluminada, y paró el motor.

Mientras permanecía a la expectativa sentado en la amplia y oscura parte de atrás del enorme coche, protegido por cristales tintados, el chofer se empezó a quitar las gafas, la corbata y la chaqueta, y salió del coche para sentarse a mi lado, no sin antes quitarse los zapatos y los pantalones y dejarlos cuidadosamente recogidos en los asientos delanteros. Se empezó a desabrochar la camisa dejando al descubierto unos marcados pectorales, como musculadas eran sus piernas, sin un pelo ni arriba ni abajo. Me sujetó el cuello con una de sus manos y tras un ligero beso con lengua empezó a empujarme hacia abajo, con firmeza pero sin violencia, hasta que mi boca quedó ante uno de sus pezones, oscuros y grandes, que empezé a succionar durante unos segundos ya que luego me llevó con la mano hasta el otro y luego me fué lentamente deslizando hacia abajo lamiendo su musculado torso hasta dejarme frente a su paquete, envuelto en unos boxers de lycra negros que marcaban perfectamente una polla cuya punta aparecía ya completamente humedecida por la excitación.

Una vez allí guiado, retiró su mano dejándome plena libertad para empezar a mi manera, que no fué otra que lamer la zona humedecida para posteriormente liberar su polla del slip y metérmela en la boca, primero solo el glande y luego succionando todo lo que me cabía de una polla que, si bien no era excesivamente larga, era bien gorda, completamente recta y con un glande que sobresalía como si fuera una seta. Me pidió que me pusiera de rodillas frente a el en el suelo, postura que el tamaño del coche permitía y que agradecimos ambos ya que pude entregarme mejor a una mamada como la que nunca había hecho hasta entonces y que la morbosa situación y lo bueno que estaba el tío justificaba que mi polla estuviera a punto de explotar a pesar de que ni siquiera me había tocado ni la había sacado del pantalón.

Después de un buen rato lamiendo, mamando y succionando su rabo, me pidió que parase, se incorporó y sacó de algún lugar de la parte delantera del coche un condón que empezó a ponerse, anunciándome que se disponía a follarme. En ese momento entré en pánico, ya que si bién me había comido unas cuantas pollas, mi culo permanecía virgen a la espera del tío o la situación propicia y aunque el momento lo merecía, la verdad es que no estaba preparado. No le dije nada y la primera reacción fué volverme a meter su polla en la boca. Era la primera vez que lo hacía con un preservativo pero enseguida me amoldé a ello, procurando proporcionarle el placer necesario para que no volviera a insistir en penetrarme, parece que con éxito ya que me agarró la cabeza y empezó a llevar el ritmo hasta que tanto sus movimientos como sus gemidos me indicaron que estaba a punto de correrse, cosa que sucedió segundos después cuando empezó a llenar el condón con su esperma, a lo que yo ayudaba con intensos movimientos succionadores. Una vez que acabó, se lo quité con cuidado de no marcharnos ni de ensuciar el coche y no se me ocurrió forma mejor que acabar lamiendo todo su rabo hasta dejárselo completamente limpio de semen.

Se empezó a vestir y volvimos junto a la entrada de mi Facultad, me dijó lo mucho que había disfrutado y que si quería volver a repetir le dejase mi móvil, cosa que hice antes de despedirme para meterme en uno de los baños del edificio, donde me encerré para hacerme una paja mientras me introducía en la boca el condón que cuidadosamente había guardado y al que le dí la vuelta con la intención de lamer hasta la última gota de leche de aquel chulazo impresionante.