Mamá y los chicos

Espio a mi madre (viuda de cuarenta y seis) teninedo sexo con cinco jovencitos en nuestra quinta. Fue un flash y desperto mi vocacion por las pijas.

Después de mucho tiempo he decido contarles como fue evolucionando mi espionaje sobre la vida sexual de mi madre. Quienes hayan leído mis anteriores relatos sabrán que durante mi adolescencia descubrí la vida sexual de mi madre y la complacencia de mi padre al entregar a mamá a los placeres de otros hombres y, a veces presenciar, él mismo el sometimiento de ella a otros señores.

Seguí espiando a mi madre hasta cumplir los veinticinco años. En esos casi diez años observe la transformación física de mi madre, que dejo atrás ese atractivo look juvenil para convertirse en una muy atractiva señora de cuarenta y algo?? Esto era lo que siempre disparaba comentarios elogiosos sobre su figura ya que si bien sabían que ya no era tan joven tampoco podían creer (nadie, o mejor dicho todos) que tuviera más de cuatro décadas.

Aún después del fallecimiento de papá siguió desarrollando sus actividades sexuales en una suerte de clandestinidad ya que el personaje que había creado de viuda de buen pasar, señora de su casa y madre ejemplar, era fundamental para sus relaciones comerciales y, como me confió con lo años, constituía un atractivo especial para sus eventuales amantes quienes tomaban una especie de reto al intentar montarse a una mujer de esa actitud.

Como les decía, en esos años espíe a mi madre siendo penetrada por todos los orificios de su cuerpo, la vi masturbarse con distintos objetos, la escuche pedir a los gritos "más pija" , presencié encuentros lésbicos, juegos con mi padre y con amigos, me masturbé hasta la extenuación recordando como había sido penetrada por pijas, dedos, lenguas, la observé deleitarse al tragar las leches de cuanto hombre podía, la seguí en sus devaneos buscando ofrecerse con lascivia, entregarse a humillaciones a manos de perfectos extraños. El frenesí que alcanzaba durante mis evocaciones era de tal magnitud que me llevó demasiado tiempo descubrir cual era la esencia de mi placer; el recuerdo de las imágenes de ella ocupaban el centro de mi mente, imaginar que era yo quien la sometía y penetraba, que eran mis leches las que tragaba fue durante mucho tiempo fantasía más querida.

La última vez que disfruté de espiar a mi madre cogiendo desaforadamente, fue a pocos días de mi cumpleaños (el veinticinco) cuando se suponía que yo estaba en el piso de Buenos Aires, ya que ella había quedado a pasar el fin de semana en la quinta (que aún conservamos) en la pcia de Buenos Aires. Suponiendo que su permanencia "sola" respondía al encuentro con algún amante, volví con toda discreción sobre el fin de la tarde y me escabullí en la casilla de las herramientas a esperar la oportunidad para mirar.

Al cabo de un rato, cuando se encendieron las luces automáticas del jardín, decidí acercarme a la ventana posterior para "investigar" y lo único que pude ver fue a mi madre que avanzaba hacia la heladera y retiraba algunas botellas de cerveza, lo cual me extraño sobremanera ya que ella no bebía. Con las precauciones del caso fui rodeando la casa hasta ubicarme bajo un gran helecho que estaba junto a los ventanales del salón principal, y desde allí espiando a través de los pliegues de un cortinado de encajes los vi. Se trataba de cinco adolescentes, no tendrían más de dieciocho años ninguno de ellos, no sé dónde los habría conocido, pero era sin duda una de sus más atrevidas aventuras en mucho tiempo. Para ellos eran las cervezas. Mientras las fue repartiendo pude ver las miradas de los muchachos, estaban muy excitados, sin duda para ellos era también una especie de sueño, no la miraban con pasión sino, más bien con morbosidad; mientras repartía las botellas mi madre hacía algún comentario e incluso alguna caricia nada inocente hacia alguno, ellos a su vez comentaban cosas entre sí, hacían algunos gestos obscenos cuando mamá no los miraba, uno llego a acariciar su culo cuando ella se inclino para dejar una botella en el suelo junto a otro joven, su respuesta fue justo la que yo imaginaba...giró sobre sus pasos, y tomando al muchacho del miembro (por sobre sus pantalones) lo besó intensamente, luego se aparto, hizo un ademán con sus manos y subió las escaleras rumbo a los dormitorios. Hubo algunos comentarios y risas de los muchachos, que por mi ubicación no pude escuchar y luego de un momento, empezaron a quitarse las ropas. Fue un flash, ver a esos cinco jóvenes desnudos me excitó de tal forma que me provoco una dolorosa erección.

Mi fantasía volaba y mi corazón parecía querer escapar de mi pecho; aunque siempre tuve fantasía homosexuales, mis pajas estaban concentradas en el sexo de mi madre y con mi madre, y de pronto en ese estado de confusión la vi bajar ...completamente desnuda y maquillada de forma más que llamativa. Como ustedes imaginaran los jóvenes se lanzaron sobre ella en torpe jauría. La tomaron en sus brazos y sin dejar de tocarla en todas partes, la llevaron en el aire hasta ocupar el centro de la estancia sobre un alfombrado muy mullido de oveja. Los minutos (horas???) siguientes fueron de total desenfreno, la excitación inicial hizo que la trataran con torpeza, todos la querían tocar, besar, lamer, ella a su vez reía honestamente, disfrutando del efecto que causaba, besaba algunos mientras sostenía los miembros de otros, se frotaba contra un tercero que la abrazaba de costado, era una masa indistinguible de carne humana gozando del sexo. Las primeras eyaculaciones cayeron sobre la alfombra, o sobre el cuerpo de algún integrante de ese amasijo. La experiencia jugaba a favor de mamá que, luego del primer impulso comenzó a conducir las acciones a su antojo. Disfrutó de todas las caricias, beso frenéticamente cada rincón de esos muchachos, la vi recorrer con su lengua cada una de esas vergas con deleite y cuando se aplacaron los primeros aradores, comenzó a gozarlos en forma más ordenada disfrutando de ellos y no siendo objeto del disfrute de los jóvenes.

Cada uno de los cinco tuvo su tiempo, cada uno pudo recorrer su cuerpo, a cada uno le enseñó los secretos del goce femenino, de cada uno bebió sus jugos, recibía placer tanto del cuerpo que tenía sobre ella como de la mirada afiebrada de los demás. Todos gozaron de ella, todos la penetraron infinitas veces; ya sobre la medianoche, cuando ya había perdido la cuenta de las veces que había cambiado de pose y de amante, mi madre quedó de frente a la ventana en donde yo me escondía, con un muchacho delgado y lampiño arrodillado detrás que obviamente la estaba sodomizando, y pude ver su rostro, estaba radiante, disfrutando de la vitalidad y la inexperiencia de esos hombres que probablemente no volvería a ver, disfrutando de la vida en su forma más extática, disfrutando de una buena cogida.