Mamá y la tita
Un joven descarriado y una madre y una tía materna que intervienen para devolverlo al buen camino.
Mamá y la tita
Soy Raúl, de un pueblecito de Málaga. Actualmente tengo 48 años pero lo que les voy a narrar aconteció hace mucho tiempo.
En primer lugar debo decir que siempre he sido muy tímido y retraído. Tanto que mis pocos contactos con las chicas se reducían a cuando hice la mili que me iba de putas y a después de esta que continúe descargándome con las prostitutas de mi aldea o alrededores. Hasta que sucedió lo que les relato en estas líneas.
Al terminar el servicio militar volví a casa donde vivía con mi madre y su hermana, mi tía, las dos viudas.
Ellas ya sabían de mi problema pero guardaban la esperanza que en el ejército me hubiese espabilado y hubiese cambiado mi actitud con el sexo opuesto.
Nada de eso. Más bien al contrario.
Me dediqué a ir a bares y a coger unas borracheras de campeonato. A veces llegaba totalmente ebrio a casa y comenzaron a preocuparse seriamente por mi.
Mis amigos, poco a poco, fueron echándose novia y casándose. Hasta que me quede solo. En un pueblo de menos de 6000 habitantes, en aquellos tiempos, eso era poco menos que un drama.
Yo continué frecuentando las tascas del lugar cambiando la compañía de los chicos de mi edad, ya situados con sus parejas, por la de los viejos borrachos de la zona. Visitando, con cierta frecuencia, las casas de citas que nos pillaban a mano.
Como decía uno de ellos, Aurelio; " No somos alcohólicos anónimos sino borrachos conocidos".
Y realmente esa es la descripción más fiel que se le puede dar a aquella situación ,que torturaba a mi madre y a mi tía dia a dia, teníamos muy mala reputación en toda la villa y aledaños. Una mala fama ganada a pulso. Fama de borrachines y puteros.
Para colmo de males yo seguía sin poder acercarme a una mujer. A decir verdad a esas alturas ya ni lo intentaba.
En la fiesta del patrón del pueblo se me fue la mano y bebí hasta el coma etílico. Ciertamente les fastidié la celebración a aquellas dos santas que se desvelaban por mi.
Cuando desperté, a los tres días, estaban allí, cuidándome.
Según supe tiempo más tarde mi tía, mientras me lavaba con una toalla mojada, se vio sorprendida por una erección que tuve al rozarme, ella, mis partes íntimas. Por lo visto esto se repetía cada vez que me higienizaban. Ya fuese tía o madre la que me saneara, mi polla se ponía tiesa como un mástil.
Lo comentaron y llegaron a la conclusión de que dada mi necesidad de hembra y mi imposibilidad de conseguirla como no fuera pagando, unido a mi afición por el alcohol, que ellas achacaban a mi desespero por no conseguir una mujer, concibieron un plan para devolverme al buen camino. Y yo sin sospechar nada de nada.
Tras varios días de la mayor resaca de mi vida, y os aseguro que tenido muchas, me disponía a salir. Empecé a arreglarme. Estaba muy salido e iba a echar un polvo "de pago" urgentemente.
En esto entró mi tía.
- ¿Vas a salir?
- Sí. Voy a dar una vuelta.
- ¿Podrías hacerme un favor sobrinito?
Me hablaba con un tono extrañamente cariñoso.
- Veras. Es que me duele la espalda y quería que me dieses unas friegas antes de irte.
- Pero tía...¿ Por qué no te las da mi madre?
- Ha salido al mercado. Es que me duele mucho y las friegas me alivian. Anda, cielito ayuda a tu tía.
Se colocó de espaldas a mí y se remango el vestido hasta la zona lumbar dejándome ver su culo, grandioso culo, cubierto por aquellas bragas gigantes que llegaban hasta bien entrada la espalda.
Con sus cincuenta y pocos años, mi tía, no estaba mal del todo. Algo barrigona, de muslos gordos y con bastante celulitis. Pero me la puso dura como un madero. Mi cipote reaccionó al instante. Y comencé con las friegas.
- Mmmm.....Que bien lo haces Raulito. Así...así.- Yo estaba alucinado- Un poquito más abajo cielo.
Mis manos amasaban su parte baja de la espalda y, como sin querer, bajaban a sus nalgas, por encima de las bragas, volviendo a subir a sus lumbares hasta que me dediqué más a su trasero.
- Que bien me las das. Si por ahí, por el culito me relaja mucho. Que bien...Espera.
Se quitó el calzón delante de mí y, con el culo al aire me dijo, inclinándose hacia delante:
- Así me las darás mejor mi niño.
Desde atrás tenía una visión espléndida de sus cachetes formando esa raja anal que me tenía loco y los pelos de su coño asomando entre sus muslos.
Descaradamente le metí mano a su chochete, muy peludo. Y ella se dejó.
Sin más contemplaciones me saqué la polla y me rocé con sus carnes. Ella me la cogió y la guió hasta su agujero. La frotó un poco en su cuevecita y se la metió.
Agarré sus tetas, grandes y algo flojas, follándomela salvajemente.
- Ay....Ay mi nene que me estas haciendo. ¡Que gusto me estas dando!. Dale, dale fuerte.
- ¿Te gusta tita?
- Ahhh....Siiiiiiii.¡Vaya herramienta tienes Raulito! Dale, dale que ya me viene Ahhhhhhh.
Se corrió como una guarra, gritando. Se quedó medio atontada, hacia años que no le daban un buen pollazo. Yo continuaba bombeando sin piedad.
- Tita cójeme los guevos que me te voy a echar mi leche. Ahhhh
- Siiiiiii, échamelo todo.- Dijo mientras me apretaba los cojones - Riégame el huerto que esta sequito, vamos mi macho váciate dentro de mi.
Fue un orgasmo brutal. Mis chorros de esperma inundaron su útero y no se la saqué hasta que mi verga estuvo completamente flácida.
- Pues ya sabes nene, aquí tienes tu casa cada vez que quieras y sin pagar.
Dicho esto recogió sus bragas y se fue al cuarto de baño a asearse. Como si nada hubiese pasado. Yo estaba perplejo.
Pero esta historia no acaba aquí.
A la mañana siguiente, apenas me desperté, mi madre entró en mi dormitorio. Cerró la puerta echando el pestillo, se sentó en la cama y me dijo, muy seria:
- Me ha contado la tita lo que pasó ayer.
Se me cayó el mundo encima. ¿Qué podía decir?
- Mamá...no sé que me ocurrió...Es que....
Me miraba fijamente. ¿Cómo pudo contarle nada mi tía? ¿ Se había vuelto loca?
- Mama... Es que yo... La tita me pidió que le diese unas friegas...Y no sé como...
Me puso un dedo en la boca para que me callase y dijo:
- No digas nada y dime: ¿ Qué te parece esto?
Se abrió la camisola que llevaba puesta enseñándome su par de buenos melones en toda su plenitud. No llevaba sujetador.
- ¿Te gustan? Y cogiendo mis manos las llevo a sus grandes tetas - Puedes tocarlas, Raulito.
Yo amasaba, sorprendido, aquellos hermosos pechos con gran placer, de una mujer de 54 años, caídos pero bellos. Mi pene, rígido, intentaba atravesar el pantalón del pijama. Cosa que ella advirtió al momento. No apartaba la vista de mi paquete.
Me bajó el calzón liberando mi estilete, completamente tieso, hinchado...
- Llevaba razón tu tía, nene. Vaya herramienta gasta mi niño. Así estas siempre buscando putas. Es que esa arma hay que descargarla.
La empuñó y empezó a masturbarme. A los pocos minutos me echó el pellejo para atrás y, dejando mi prepucio fuera, se la introdujo en la boca.
Me la estuvo mamando un buen rato. Se notaban los años que llevaba sin polla. La chupaba con glotonería. Disfrutaba tanto como yo..
La sacó de su boquita, se remangó la falda y se quito las bragas, grandes como las de mi tía. Se montó, en cuclillas, sobre mi nabo, se lo introdujo en su almeja e inició una cabalgada feroz.
Yo, todavía sin salir de mi asombro, me aferraba a sus senos y me deleitaba con la follada. Su coño, muy mojado, se tragaba mi cipote .Una y otra vez. Llevándome al paraíso.
Al poco empezaron sus gritos.
- Siiiiii...Mi niño...Como se folla a su madre.¡Que bueno es esto! ¡Que rico!
Voceaba como una loca. Nunca imaginé que mi madre fuese tan zorra. Era una fiera en la cama.
Me jaleaba.
- Vamos Raulito...métemela más adentro. Hijo mío, pártele el coño a tu madre. Ahhh...¡Que gustoooooo!
Realmente era ella la que me estaba follando. Subía y bajaba su culo a gran velocidad, encima de mí, y al mismo tiempo me besaba en la boca, en el cuello...Estaba poseída por mi verga.
Yo agarrado a sus caderas, grandísimas, sintiendo su barriga sobre mí, estaba bastante gorda, a la vez que le comía esos enormes pezones, como galletas, que igual que un dia me amamantaron como su bebé hoy me amamantaban como su amante.
- Ahhh.... Hijo mío...¡Que bien! ...¡No te pares! ¡No te pares que ya me llega el gusto! así era como ella llamaba al orgasmo; "el gusto".
- Más rápido hijito, más rápido susurraba Yaaaaaa. Ahhhhhh...Me llega el gusto..Ahhhh.
Se corrió espectacularmente, convulsionando todo su cuerpo. Gritando a veces y gimoteando en otras.
Se quedó encima de mí muy quieta como muerta. Yo continuaba bombeando en su mejillón con mi rabo.
Y me regaló otra sorpresa.
- Nene, no puedo más. Estoy vieja para esto. sacó mi falo de ella, dejándome absolutamente empalmado, a la expectativa- Te voy a hacer una cosita que te va a encantar hijo mío.
Se tragó mi pollón con su boca. Subía y bajaba su cabeza velozmente y a la vez, créanme que no se exactamente como, me daba lenguetazos en el frenillo. Todo sin sacarla de su boquita. Era una gran maestra chupándomela. Mejor que la mejor de todas las putas que me la hayan mamado nunca.
- Mamá...Me voy a correr...Me corro...-ella seguía con lo suyo- Mamá... Yaaaaaa...Ahhhhhhh.
Derramé varios caños de semen dentro. Ella, tragándoselo, continuaba con la felación. Hasta la última gota. Mi sable estaba completamente limpio, reluciente.
Quedé tumbado en la cama, relajado, tranquilito...En la gloria.
Se recompuso el vestido y las bragas y me dijo.
- Hijo mío, que sepas que tu tía y yo te queremos mucho y que cuando tengas ganas de hembra aquí nos tienes para aliviarte de la forma que tu desees. Somos tuyas.
Y se fue.
A partir de ese dia frecuenté menos los bares y, por supuesto, deje de ir de putas. Las tenía gratis y en casa.
Permítanme dedicar este relato a Maria, de Málaga, España. Ella, vía msn de hotmail, me ha facilitado los detalles de una experiencia cercana que constituirá el tema de mi próxima narración. Gracias personas como ella, que me cuentan sus vivencias, puedo seguir escribiendo sobre historias reales.