Mama solo quería nuestra felicidad

Mis padres se separaron y nos fuimos mi hermana y yo a vivir con mama. Ella quería que fuéramos felices y nos consentia cualquier cosa. A sus 44 años tenía una 105 de sujetador, que parecía más al estar delgada. Está claro que esos senos que se marcaban por debajo del vestido eran producto de la maternidad y de la lactancia, ya que en las fotos de joven que yo había visto no tenía tanta masa mamaria.

MAMA SOLO QUERÍA NUESTRA FELICIDAD.

Comenzaré por presentar a los protagonistas.

Me llamo Carlos y esta historia data de cuando tenía veinte años. Tres años antes mis padres se separaron y nos quedamos mi hermana Laura, dos años menor, y yo viviendo con mi madre. Después de la separación se vendió la casa familiar y nos fuimos a vivir a un piso a la ciudad. Amparo, que así se llama mi madre, quedó muy destrozada, ya que el motivo de la separación fue la infidelidad de mi padre con una joven quince años menor que él, a la que conoció en alguno de sus interminables viajes de negocios. Tanto Laura como yo fuimos muy importantes para mama, ayudándola a recuperarse con bastante rapidez.

Después de dos años de separación la vida nos iba bastante bien. Mama trabajaba en una importante empresa multinacional como secretaría de un directivo, y con su sueldo, el dinero que sobró de la venta de la casa y la pensión de nuestro padre vivíamos muy bien. Por supuesto el primer año fue duro para todos. Un cambio radical de vida, del pueblo a la ciudad, nuevos amigos, nuevo instituto etc. Pero como he dicho antes, en aquella época yo estaba encantado. Tenía de todo. El instituto era una pasada, jugaba en un equipo de fútbol sala y nuestro piso era muy céntrico. Había de todo en casa. Pusimos Internet, la televisión por cable y tanto Laura como yo disponíamos de nuestro propio ordenador cada uno.

Mama parecía consentirnos absolutamente todos los caprichos, como intentando compensarnos el cambio de vida. Siempre nos repetía una y otra vez – Quiero que seáis felices -. Laura también estaba muy bien, aunque echaba de menos a sus amigas y a su novio y casi todos los fines de semana ella se iba al pueblo. La verdad es que aunque nos iba genial, cada vez íbamos cada uno más a lo nuestro y casi hacíamos vidas independientes. Yo cada vez pasaba mas tiempo en mi habitación volviéndome un friki de los ordenadores y de Internet. Me empecé a convertir en adicto a las páginas X y a todo tipo de pornografía descargada con el emule. Yo sabía que con llevar buenas notas a casa y recuperar los dos años de instituto que perdí con "la excusa de la separación" mi madre estaba satisfecha y no se preocupaba de nada más. A mi hermana le pasaba lo mismo. Como ella no había repetido nunca nos encontramos en 2º de bachillerato yendo juntos a varias asignaturas.

Era extraño, yo veía a mi hermana en clase con sus amigas y parecía distinta a la hermana que tenía en casa y que me regañaba por petar la conexión a Internet descargando porno. Parecía mucho más sexy y a la vez más "zorrilla". Hay que reconocer que tenía bastante mal genio y se pasaba un montón con las chicas feas de clase. La verdad es que era la típica pijita gilipollas y bastante calienta pollas. Es más, en clase ni si quiera me hablaba, casi como si no me conociera. A mí eso me daba igual, yo cuando llegaba a casa me vengaba petando la conexión y diciéndole lo que pensaba de ella:

  • ¡¡ Carlos, que estas haciendo con el Internet que va superlento, deja de descargarte pornografía, quita el emule que tengo que mandar un mail ¡!.-

  • Y a quien la vas a mandar un mail, a tu novio? O a algún amiguito de clase?. La verdad es que no se que pensaría tu novio de ti si te viera flirtear con to lo que se mueve.-

  • Eres un gilipollas - me respondía, - lo que tenías que hacer es echarte novia y dejar de matarte a pajas todo el día.

  • Si, me tenía que echar una novia para que me las hiciera ella, no? Así es como funciona, al igual que tu se las harás a tu novio y a saber a quien más?

  • Eres un gilipollas, te vas a enterar.

Al final después de nuestras "cachondas" discusiones siempre acabábamos forcejeando en mi habitación. Ella intentaba pegarme un guantazo y yo le cogía ambas muñecas y la tiraba contra la cama, tirándome encima y magreándome con ella todo lo que podía. Era nuestro pequeño juego erótico.

-Deja de meterme mano – me decía – Ahora te pondrás cachondo y te tendrás que masturbar pensando en tu hermana, no te da vergüenza?

No lo he dicho, pero mi hermana tiene un físico espectacular, es de estatura media y bastante delgada, pero tiene unas curvas impresionantes. Es rubia como mama y tiene los ojos verdes. Tiene un culito prieto y respingón y unas tetitas que desafían a las leyes de la gravedad.

  • Y que pasa si me masturbo pensando en ti?, conforme vistes y andas por el instituto fijo que media clase lo hace pensando en ti. – Le dije, dejándola claramente ruborizada.

  • Mira, eres un cerdo, hay te quedas matándote a pajas – me dijo.

Se iba de la habitación y me dejaba con un calentón impresionante. Por supuesto unos segundos después yo estaba pajeandome a su salud.

Así nos tiramos ese tercer año. Y por fin llegamos al momento en que acontece este relato. Ese año terminamos el bachillerato y como yo imaginaba Laura no tenía intención de seguir más tiempo viviendo bajo el mismo techo. Le dijo a mama que quería estudiar historia del arte en una universidad privada que está en un pueblo que hay a 15 km del nuestro. Lógicamente, ella tenía planeado irse a estudiar al pueblo de al lado, para poder ver todos los días a su novio y a sus amigas. Mama por supuesto le dijo que sí y de la noche a la mañana nos quedamos en casa solos los dos.

La verdad es que en el fondo me dejó triste que se fuera Laura, ya que me daba mucha vidilla en casa. Ahora los días eras muy grises. Yo empecé un modulo superior de informática en el mismo instituto. Mi vida era muy simple. De casa al instituto y del instituto a casa. Se disolvió el equipo de fútbol y me tiraba las tardes enteras en casa, solo y matándome a pajas. Me veía todas las series del mundo y me terminaba todos los juegos de play. Mi madre llegaba a casa sobre las 9 de la noche y yo un rato antes me ponía a estudiar. Cuando ella llegaba y me veía estudiando se le notaba una gran sonrisa en el rostro. Cenábamos juntos, la verdad es que era el único momento del día en que estaba con un familiar. Durante las cenas hablábamos de cosas triviales. Yo le echaba en cara que se gastara tanto dinero en la universidad privada de Laura habiendo universidades muy buenas y públicas en la ciudad.

  • No es justo mama, Laura está al lado del pueblo. Gastando todo lo que quiere y viviendo de puta madre y todo por estar cerca del novio

  • Entiéndelo Carlos – me decía mi madre – lleva muchos años con su novio y es muy importante para ella. Yo quiero lo mejor para vosotros y sobre todo que seáis felices con vuestras vidas.

Todos los días las conversaciones acababan por el mismo cauce. Que si teníamos que ser felices, que ella quería lo mejor para nosotros. No había forma de hacerle entender que Laura era una aprovechada. Cuando terminábamos de cenar ella se iba a dormir y yo me quedaba en mi habitación haciendo lo que mejor sabía.

Mi madre tenía un grupo de amigas del trabajo con las que salía los fines de semana y prácticamente se podía decir que el piso era para mi solo. Muchos fines de semana ella salía y no volvía hasta la tarde del día siguiente, con lo que imagino que disfrutaría de algunas aventurillas sexuales. Lo cierto es que si hubiera sido un chico popular podría haber llenado mi piso de fiestas y de chicas siempre que hubiera querido, ya que llegó un momento en que prácticamente mama no paraba por casa ni para dormir los fines. Era yo el que parecía el padre de casa, llamando a Laura para ver como estaba y regañando a Amparo porque no iba a dormir a casa.

La verdad es que se me empezó a ir la pinza un poco, ya que no tenía vida social y veía a mi madre y a mi hermana que cada día les iba mejor las cosas. Yo sin embargo apenas salía y tenía en mi casa una verdadera mega colección de pelis porno. Era el único pringado de la familia que no tenía contacto con nadie, y por supuesto aún menos sexo.

El pasar tanto tiempo sin contacto con gente de carne y hueso hizo que empezara a mirar a mi madre de otra forma cada vez que paraba por casa. La verdad es que mi madre era una mujer increíble. Yo no me había fijado hasta entonces, pero tenía un cuerpo concebido absolutamente para el pecado. Alta, rubia, ojos color miel y nariz respingona. Tenía unas piernas larguísimas y unas caderas de infarto. Para coronar su increíble cuerpo llevaba como carta de presentación unas tetas casi gigantes. A sus 44 años tenía una 105 de sujetador, que parecía más al estar delgada. Está claro que esos senos que se marcaban por debajo del vestido eran producto de la maternidad y de la lactancia, ya que en las fotos de joven que yo había visto no tenía tanta masa mamaria.

Una tarde de sábado me encontraba recién levantado de siesta, viendo videos porno y masturbándome lentamente cuando escuché ruidos en el pasillo. Me asusté un poco pensando que mi madre podría pasar en cualquier momento a la habitación y paré. A los pocos minutos oí el ruido de la ducha y continué con lo mío sabiendo que en ese momento mi madre estaba bañándose y no podría sorprenderme. Yo seguía dándole al manubrio lentamente, esperando encontrar el fotograma perfecto cuando sentí que el ruido de la ducha cesó. En es momento se me pasó por la cabeza la idea de salir al pasillo y encontrarme "casualmente" con mi madre semidesnuda saliendo de la ducha.

Escondí mi miembro erecto como pude en el short y salí de la habitación. En ese momento se abrió la puerta del baño y apareció mi madre con la toalla sin enroscar, sujetada únicamente por su brazo y tapándole las tetas a medias y la zona del tronco. Mi madre se dirigía hacia su habitación sin percatarse ni si quiera de mi presencia cuando algo sucedió. Sonó su móvil que estaba en la cocina y ella, en vez de encerrarse en su cuarto se fue directa a cogerlo.

  • Si, dígame. Hola Cristina, que tal, si…. En 30 minutos estaré lista. Ok, entonces pasas a recogerme. Muy bien, si no puedo abrirte yo, le dices a mi hijo que te abra él. Hasta luego.

Mi madre estaba sentada en una silla en la cocina hablando con su amiga por el móvil sin percatarse que sentada se le veía parte de su pubis y tenía casi la totalidad de sus tetas al aire libre, y yo detrás de ella me había quedado petrificado mirándola con una erección de campeonato. Cuando terminó de hablar giró la cabeza y me vio mirándola fijamente a sus pechos. Instintivamente bajó la mirada y pudo observar perfectamente la enorme erección de su primogénito. Acto seguido su mirada de incredulidad se tornó en mirada severa y mientras se intentaba tapar como mejor podía me dijo: - Oye Carlos, se puede saber que miras? Es que no te da vergüenza?

Yo sin decir nada le mandé una última y fría mirada y me fui a mi habitación. Una vez dentro y con las pulsaciones por las nubes pude escuchar como mi madre se metía en su habitación y seguía con lo suyo. Por supuesto la imagen de mi madre casi desnuda y de esos pechos semi caídos, enormes, blancos, que un día albergaron enormes cantidades de leche, me hicieron comenzar de nuevo a pajearme. Le había visto la aureola de un seno aunque no llegué a verle ningún pezón. Era enorme y rosadita. Sus pechos eran similares a los de una de mis actrices porno favoritas, Dani Ashe. Por supuesto no pude aguantar mucho y empecé a correrme de manera bestial. Lamentablemente no tenía en aquel momento papel y sujetaba todo mi semen en mi mano sin saber donde restregarlo. Era el peor momento para que a mi madre se le ocurriera pasar a mi habitación, y así sucedió.

Se abrió la puerta y creí morir del infarto. Mi madre pasó, ya arreglada para salir y se me quedó mirando fijamente como pensando en lo que me iba a decir. De repente empezó a hablar en un tono muy maternal:

  • Haber guapetón, no es que quiera regañarte por verme en la cocina. Soy yo la que iba por la casa semi desnuda, pero no deberías mirarme de esa manera. Entiendo la edad que tienes y se que el cuerpo femenino te llama mucho la atención, pero soy tu madre y no deberías mirarme nunca con los ojos con los que me has mirado antes -

Yo balbuceando respondí:

  • Tienes razón mama, perdona, es que te encontré de repente así y no supe como reaccionar – decía yo intentando ocultar mi mano manchada de esperma.

  • Te entiendo tesoro, pero me he fijado en la erección que tenías y eso no debería pasarte conmigo- añadió

  • No mama, te equivocas, yo ya tenía esa erección antes. Salí a la cocina a beber agua, porque me acababa de levantar de la siesta y me desperté así ya.

Mi madre con cara de sorpresa y a la vez con un rostro de semi vergüenza por su equivocación me sonrió y me dijo:

  • Hui Carlos, perdona entonces, jeje, que tontería. Bueno anda, es que como últimamente te veo encerrado tanto tiempo en casa y ya no sales ni haces deporte ni nada estoy un poquito preocupada por tu actitud y me asusto sin motivo. Anda dame un abrazo.

Se acercó a abrazarme y yo escondí aún más mi mano mojada. Mi madre al ver que le abrazaba solo con una mano hizo lo que cualquier madre averiguona. Se puso a palpar a ver que era lo que le escondía de esa manera. Cuando notó algo liquido, frió y pegajoso, soltó mi mano e incorporándose se quedó atónita mirándose las manos.

  • Que es esto Carlos? – me dijo.

Para rematar la faena se acerco la mano a la nariz para oler el liquidó. En aquel momento comprendió lo que estaba oliendo y su cara quedó blanca. Sin decir nada más salió de la habitación y cerro la puerta tras de si. Yo me quedé petrificado. Mi madre iba a pensar que era un degenerado, y en parte tenía razón. A los pocos minutos llamaron a la puerta. Era la amiga de mi madre. Ella salió sin despedirse ni decir que se iba, señal inequívoca de que la situación era muy peliaguda. Yo quedé en mi habitación repasando mentalmente lo ocurrido y pensando que le iba a decir y que me podría decir ella cuando volviéramos a hablar. Por supuesto mis pensamientos pronto derivaron en el recuerdo de mi madre mirando su mano llena de mi semen y oliéndolo. Pude recordar como una pequeña gota de mi néctar quedó pegada en la punta de su puntiaguda nariz. Todo esto había sido demasiado para mi y tuve que hacerme dos pajas más aquella tarde.

Al día siguiente era domingo y aunque intenté hacerme el dormido todo lo que pude, al final llegó la hora de comer y mi madre estaba preparando una rica paella. Cuando ya estaba lista me llamó a mi habitación y yo, haciendo como que estaba recién levantado me senté en mi sitio y me dispuse a comer con ella. Después de unos minutos mi madre empezó a hablarme de cosas triviales como de costumbre. Que si la niña había llamado, que si la factura de este mes de la luz era muy alta, que qué tal los últimos exámenes. Yo al poco rato ya ni me acordaba de la situación del día anterior. Pero cuando mas tranquilo estaba mi madre retomó el tema:

  • Oye cariño, quiero preguntarte una cosa -

  • Que quieres mami – respondí.

  • Verás, estuve pensando esta mañana y tengo que preguntarte si eres feliz con nuestra vida actual.

  • Por qué dices esto? – le dije

  • Es que te noto últimamente muy distante con todo y con todos. No sales, no te relacionas, no tienes novia ni juegas ya al fútbol. Y desde que tu hermana se fue a estudiar fuera te veo incluso más triste. -

  • No sé, la verdad es que no me lo he planteado, pero ya que lo dices, es bastante normal mi situación. Muchos de mis amigos están en el pueblo, el equipo de fútbol en el que jugaba ya no existe y lo tengo difícil para tener novia.

Mi madre extrañada por lo último que había dicho me preguntó:

  • Por qué crees que es difícil que te eches una novia?

  • Porque tengo bastantes dificultades físicas y psíquicas para relacionarme con chicas.

  • No te entiendo mi amor, porque dices eso, te da vergüenza hablar con chicas? Eso lo puedo entender, pero no entiendo porque dices lo de tener dificultades físicas. Tú no eres feo ni tienes mal físico – me respondió

  • Veras mama, es que me da mucho corte decirte esto, pero yo no puedo tener relaciones sexuales como la gente normal.

  • A que te refieres – Dijo mama

  • A que creo que tengo fimosis - añadí

Mi madre quedo con la mirada dubitativa sin saber que decir. Se hizo un silencio bastante incomodo que duró como dos minutos. Después intentó poner cara de profesional y me dijo:

  • Pero Carlos, estás seguro de que tienes fimosis?

  • Estoy seguro – le dije

  • Verás, es que se supone que con fimosis no se puede uno… ya sabes… aliviarse… por el dolor que produce la masturbación. Y tú si puedes aliviarte tesoro.

Este último comentario me dejó un poco descolocado, pero haciendo tripas corazón decidí jugar duro con ella:

  • Mamá, el tener fimosis no impide a un chico masturbarse. Simplemente hay que tener cuidado, pero es imposible mantener una relación normal y corriente.

  • Y por qué no me lo has dicho antes, te habría llevado al médico - replico

  • Porque me daba vergüenza. Hace tiempo se lo dije a papa pero con el tema de la separación pues se quedó en el tintero.

En ese momento mi semblante cambió y empecé a llorar con la intención de sincerizarme con mi madre.

  • Mama, tienes razón. Últimamente no soy feliz. No tengo casi amigos y no puedo ligar con las chicas. Mientras Laura y tu tenéis relaciones y os va muy bien yo tengo que encerrarme para consolarme solo. Y cada día me vuelvo más tímido. Desde que Laura se fue ya no tengo con quien relacionarme. Además tu cada día pasas menos tiempo en casa.

Mi madre no sabía que decir. En ese momento tendría que tener un sentimiento de culpabilidad increíble. Su mayor deseo era que sus dos hijos fueran felices, pero en su intento de conseguirlo había fallado con uno.

Nos abrazamos con los ojos llorosos y mi madre empezó a colmarme de besos. Cuando ya se me había pasado un poco me sonrió y me dijo:

  • Carlos, quieres que vayamos juntos la semana que viene al medico para pedir cita para que te operen?

  • Está bien mama - respondí

Nos dimos un último beso en la boca (casi como un pico) y me fui a mi habitación. A los 5 minutos me estaba masturbando como un loco, ya que la situación anterior, el abrazo prolongado con sus tetas apretujadas contra mi pecho y el beso en la boca final me dejaron empalmadísimo.

Yo no me contuve y me masturbaba furiosamente, jadeando, esperando que pudiera escuchar mis suspiros desde el pasillo. Me corrí con una fuerza descomunal. Otra vez no tenía papel, así que ya sin más miedo ni vergüenza salí de la habitación dirigiéndome al baño para limpiarme. Mi madre estaba en el baño lavándose los dientes. Me vio entrar y pudo perfectamente percatarse de que me limpiaba la mano con papel higiénico y lo tiraba al baño. Me miró y sonrió. En aquél momento comprendí que mi madre aceptaba perfectamente que me masturbara y pensé que tendría que intentar algo más morboso, como el hacerlo en el salón y que me viera. Pero eso sería más adelante.

Pasó una semana y estábamos en la consulta del medico. Yo tenía una médica de cabecera y estaba un poco cortado. Fue mi madre la que le comentó la situación. La médica me dijo que tenía que echar un vistazo antes de darme cita para el urólogo. Me tuve que bajar los pantalones y los calzoncillos y echarme en la cama. Ella comenzó a descapullarme. Un sube y baja para comprobar si de verdad tenía fimosis. Mi madre observaba atentamente con cara de seriedad. Como la tenía muy chiquitina por la vergüenza de la situación la médica podía sacar el capullo perfectamente. Después de varios movimientos masturbatorios me dijo:

  • Pues parece que no tienes ningún problema.

  • Pero así no es – le respondí con cara de indignación – No puedo hacerlo cuando tengo una erección.

  • Estás seguro chico, a ver si te da miedo o repelus. Porque yo lo veo todo bien.

  • No, le repito, yo cuando la tengo de punta no puedo descapullar.

Mi madre se acerco a donde estábamos e intentando ponerse de mi favor dijo.

  • Si mi hijo dice que no puede será que no puede. No podríamos comprobarlo de otra forma?

La situación era muy graciosa. Las dos mujeres estaban dialogando sobre como ponerme la polla dura. Mientras ellas hablaban, yo, mas tranquilo, empecé a mirar a ambas hembras. La Médica estaba bastante buena. Morena, de media estatura, tenía una cara de puta increíble. Con la bata no se apreciaban sus curvas, pero tenía un buen escote la jodía. Y mi madre… hay mi madre… iba vestida con un traje con minifalda. Su chaqueta y su wonderbra le dejaban las tetas perfectamente redondas y juntitas. Por supuesto tanta visión y pensamiento erótico hizo que mi pene empezara a crecer rápidamente.

En un instante las dos mujeres me miraron y vieron mi pene apuntando al cielo. Dejaron de hablar y la médica, un poco ruborizada, se acercó de nuevo para volver a hacer la prueba. Mientras mi madre sonreía, casi reía por la situación, y me lanzó un guiño. La médica por supuesto pudo comprobar que con la máxima erección no podía descapullarme. Era un momento cojonudo. Una señora buenorra me masturbaba mientras mi madre miraba en plan vouyeur, jeje. Al final me dio cita para el urólogo y nos fuimos de la sala. Una vez en el pasillo mi madre sonriendo se dio cuenta que la erección no bajaba. Entonces me dijo:

  • Vaya situación no? A sido muy graciosa. Por cierto, veo que te has excitado y sigues con tu "cosa" despierta.

  • Si mama, es que una vez que se me pone erecta no puedo bajarla con facilidad hasta que me masturbo. Además por culpa de la fimosis me duele un poco mientras está erecta.

Mi madre me miró con cara de preocupación. Seguro que pensó que me masturbaba tanto para evitar el dolor. En el fondo lo hacía por no sufrir, jeje. Después de unos segundos me dijo:

  • Oye Carlos, si ves que te duele puedes ir al servicio a desahogarte antes de irnos a casa.

Yo le dije que me daba vergüenza, pero ella insistió. Así que marché para el baño. Decidí que iba a aprovechar la situación lo máximo posible, y aunque no hubiera tenido muchos problemas para correrme en el baño, esperé unos 10 minutos y salí. Cuando mi madre me vio me preguntó:

  • Ya has terminado cielo?

  • No mama, no puedo. Aquí en el baño me da cosa. Oigo pasar a gente y el olor es asqueroso y no puedo concentrarme.

  • Bueno hijo, pues nos vamos rápido para casa. Aguanta un poco que vamos a llegar en seguida.

Bajamos al aparcamiento y entramos en el coche. Yo no paraba de poner cara de dolor. Una vez dentro del coche empecé a quejarme más y poner más cara de dolor. Mi madre me preguntó:

  • Carlos que te pasa?

  • Mamá es que los vaqueros me aprietan y aquí en el coche al estar sentado me duele mucho.

  • Ay hijo, no se que hacer. Si quieres desabróchate los pantalones anda.

Era lo que estaba esperando. Me desabroché los pantalones y rápidamente la mitad superior de mi pene quedó al descubierto. Era la segunda vez en el día que mi madre me veía el pene. Pero además esta vez estábamos solos. Me dijo:

  • Bueno tesoro, pues ves así hasta que lleguemos a casa.

  • Pero mama, como vamos a salir a la calle así. Cualquiera que mire al coche me va a ver con el pene fuera. Además si nos parara la poli o algo así menudo cuadro. Parecería lo que no es.

Mi madre se quedo pensando y me dijo:

  • Y que podemos hacer cielo?

  • Mama me da mucho corte pero… podría intentar desahogarme aquí en el coche. Estamos en un parking oscuro. No hay gente cerca, huele bien. Y el asiento es reclinable.

Mi madre se quedó amarilla por la proposición, pero creo que en ese momento ya estaba convencida de que había que hacer lo que fuera necesario por su hijito querido para que fuera feliz y no sufriera más.

  • Está bien amor. Yo miraré para otro lado cielo.

No podía creerlo. Mi madre accedió a que me hiciera una paja a su lado. Ella se puso a mirar hacia su ventanilla mientras yo empezaba a darle a la zambomba. Era el momento más erótico de mi vida. Sabía que en el momento que quisiera podría correrme brutalmente, pero lo hice suavemente, esperando a ver si mi madre giraba la cabeza para mirar. Después de 4 minutos mi madre giro su cuerpo y mirándome fijamente a los ojos como queriendo desviar la mirada de mi pene me dijo:

  • Cielo, tienes que terminar ya, que puede pasar alguien en cualquier momento.

Yo empecé a jadear mas rápidamente mientras la miraba. Recordé su wonderbra y mi mirada cambió de sus ojos a sus pechos. Mama iba a volver a darse la vuelta al ver que le estaba mirando el escote pero al ver su intención le dije casi sollozando:

  • Por fa mama, no te des la vuelta.

Ella se quedó bastante seria pero hizo lo que decía y se quedó mirándome fijamente mientras yo me masturbaba y le miraba los tetones que tiene. Sentía que me venía y se lo dije.

  • Mama, ya viene… papel.

Mi madre entendió que necesitaba una toallita para no poner perdido el coche. Sacó rápidamente una toallita de su bolso y me la fue a dar. Se quedó bloqueada al darse cuenta que con una mano me masturbaba y con la otra sujetaba el pantalón. No sabía que hacer y en ese momento sucedió lo que mi mente perversa estaba esperando. Ella misma me puso el pañuelo de papel sobre mi pene. Mientras yo sacudía mi tronco mama tenía firmemente agarrado mi capullo con su fimosis tapándolo con el papel.

Ya no pude más. Empecé a correrme furiosamente mientras gemía de dolor y placer.

  • Ahh, mama, ahhh, me corró… siiii.. dióssss,… ahhhhh. Sujeta fuerte… ohhhh. Mama, mama…ahhhh.

Mi madre se quedó muda. Ella era como un robot. Dejó de mirarme a la cara, imagino que por vergüenza y se quedó como hipnotizada mirando hacia mi pene mientras notaba como su pañuelo se humedecía. Cuando terminé de convulsionarme ella limpió lenta y firmemente la punta. Limpiaba con cuidado, pensando que podría hacerme daño por la fimosis. De vez en cuando me daba otra convulsión de placer. Cuando terminó enrolló el papel y lo guardó en uno de sus bolsillos.

Mi pene empezó a desinflarse y al poco ya pude subirme los pantalones y quedarme como si nada hubiera pasado. Mi madre arrancó el coche y nos fuimos sin decirnos nada. Por el camino yo estaba loco de pasión. La miraba y flipaba. Mi madre me había medio masturbado. Me había limpiado el semen de mi pene. Había colaborado en la mejor de mis pajas de toda la historia. A mitad de camino me dijo:

  • Que tal estás cielo?

  • Muy bien mama, muchísimas gracias. A sido la mejor en mucho tiempo.

  • Oye cielo, yo estaré siempre para lo que necesites, pero no me des las gracias por haber sentido placer. Soy tu madre y una madre no puede dar ese tipo de placer a su hijo.

Yo con signos de vergüenza le respondí

  • Tienes razón mama, perdona. Te agradezco que seas tan buena madre y que te preocupes tanto por mí.

  • De nada tesoro, te amo mas que a cualquier cosa en esta vida. A partir de ahora cuando necesites masturbarte hazlo y no sufras. No te preocupes si yo estoy en casa, simplemente ten un poco de discreción.

Al final quedó todo bien y llegamos a casa. Nos separamos y me fui a mi habitación a hacerme como 4 pajas más en la siguiente hora. La verdad es que al final me dolían los huevos y el pene muchísimo pero me quedé muy a gusto.

Pasaron dos semanas y no ocurrió nada. Fuimos a ver al urólogo y me dio día para operarme. Sería un mes después. Tenía cuatro semanas más para intentar usar la excusa de la fimosis y conseguir que de algún modo mi madre interviniera en otra de mis pajas.

Cuando quedaba una semana para operarme llegó la oportunidad. Nunca imaginé que llegaría gracias a mi hermana. Mi hermana subió a la ciudad el fin de semana antes de mi operación. Ella no sabía nada de lo ocurrido ni de que me iba a operar. Yo estaba muy contento de tenerla, pero a la vez con ella era más complicado intentar crear una situación con mi madre.

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El mes antes de mi operación de fimosis fue extraño. Yo intentaba esforzarme al máximo para encontrar una situación excitante con mi madre y forzarla de algún modo a que me ayudara con mis pajillas. Todos los días pensaba en el pajote del coche y en como mi madre me "echo una mano" y no podía evitar masturbarme frenéticamente con ese recuerdo. Necesitaba más pero no sabía como hacerlo.

Un día, a la hora a la que mama llega a casa, en vez de estar en el salón estudiando, puse un video porno en la tele grande y empecé a masturbarme. Mi intención era que mami me pillase en plena faena, y al menos la situación sería excitante. Yo simplemente me tocaba la polla de vez en cuando para mantener la erección pero por supuesto no quería terminar antes de que mi madre llegara. Empezaron a pasar minutos y minutos y mi madre no llegaba. Yo me encontraba con los pantalones y los calzoncillos bajados, tirado en el sofá esperando a mi mama. Pero al cabo de un rato, no me di cuenta y me quedé dormido. No se cuanto tiempo pasaría dormido, pero de repente una suave caricia en mi mejilla me despertó:

  • Cariño, te has quedado dormido. Venga cielo, despierta mi amor. Que te vas a resfriar así medio desnudo.

Yo me desperté desorientado, pero cuando me di cuenta de la situación me quedé petrificado. Que vergüenza, me había salido el tiro por la culata. Por supuesto el pene estaba totalmente chuchurrido. Mi madre me dio un beso en la mejilla y se fue a la habitación. En ese momento comprendí que ella me respetaría y me ayudaría, pero que aunque la situación fuera morbosa, jamás intervendría en mis juegos eróticos. Estaba jodido. De que me servía hacerme una paja en el salón si mi madre iba a pasar por delante como si no pasara nada, como si estuviera viendo la tele o estudiando.

Llegó la semana antes de la operación. Yo me operaba un miércoles y mi hermana vino el viernes de antes para pasar el fin de semana en casa. Ella no sabía nada de lo mío y cuando llegó desde el primer momento seguía con su actitud vacilante y chulesca.

  • Que tal hermanito, como te va la vida, que tal con la novia? Ahh si tu no tienes novia? jeje aún no has encontrado a nadie que te la casque?, jeje

Yo no le respondí porque estaba apenado. Cada día veía mas difícil que volviera a suceder algo parecido a lo del coche y me estaba volviendo loco. Mi hermana notó que me pasaba algo y se suavizó un poco.

Fue un fin de semana bastante familiar. Ni mi madre ni mi hermana salieron el sábado y nos vimos los tres una peli por la noche. La verdad es que estaba feliz de estar con ellas. Y se me paso un poco lo mío. Cuando terminó la peli Laura se fue a su habitación y mama a la suya también. Me dieron las buenas noches y me quedé solo en el salón.

Pasados unos minutos cambié al canal de playboy y empecé a masturbarme. Me bajé los pantalones del todo y me la sacudía fuertemente. Estaba casi a punto de correrme cuando se abrió la puerta. Yo pensaba que era mi madre y decidí seguir a ver si se quedaba conmigo. Cerré los ojos y empecé a jadear fuertemente para que pareciera que no me daba cuenta que entraba alguien. De repente oigo:

  • Eres un cerdo Carlos.

Era mi hermana. Laura estaba mirando como me masturbaba. La verdad es que la expresión de susto de mi cara era bastante auténtica, ya que mi hermana hacía años que no me veía el pito y no estaba involucrada para nada en el tema de la fimosis y la masturbación masiva que mamá me había consentido.

  • Pero no te da vergüenza, por lo menos podías irte a tu habitación. Eres un cerdo y se te está yendo la pinza.

Siguió como dos minutos más insultándome y yo empecé a llorar. Pensé por un momento que tenía razón y que era un degenerado y se me estaba yendo la pinza. Entre mis sollozos y los insultos de Laura, pronto mama se levantó y vino para el salón. Cuando entró y vio el panorama se quedó con una cara furiosa. Pero para sorpresa de mi hermana, mami exclamó:

  • Laura, vete ahora mismo a tu cuarto, y deja a tu hermano tranquilo.

  • Pero mama, has visto a Carlos, ¡está loco!.

  • He dicho que te vayas a tu cuarto ahora mismo. Tengo que hablar con tu hermano.

Mi hermana con cara de mosqueo se fue sin decir nada y cerró la puerta del salón. Mi madre se acercó a mí y se sentó a mi lado. Otra vez la suerte se ponía a mi favor. Tenía a mi madre sentada a mi lado izquierdo a 40 cm de mi y yo con los pantalones hasta el suelo y mi pene apuntando al techo. Mama estaba ya en pijama en ese momento. Tenía puesto solo un camisón de seda. El camisón era muy fino, le llegaba hasta por encima de las rodillas y tenía bastante tirante, con lo que se le veía bastante porción de teta por todos lados. Además como no llevaba sujetador se le marcaban los pezones perfectamente. En ese momento me volvió a poner cara de madre amantísima y me dijo:

  • Cariño, ya sabes que tienes permiso de masturbarte cuando y donde lo necesites para evitar el dolor. Pero deberías hacerlo en tu habitación y más este fin de semana que está tu hermana en el piso.

  • Lo siento mama, es que tengo el ordenador estropeado y pensé en ver una película del canal porno para poder hacerlo rápido.

En ese momento tuve la ocurrencia más absurda del mundo.

  • La verdad es que si veo pornografía es para poder hacerlo rápido y que no me duela demasiado tiempo, como pasó en el baño del médico el otro día.

Cualquier persona en el mundo no se lo habría tragado. Estaba a punto de cumplir 20 años, y cualquier chico de esa edad ve porno porque sí. Pero mi madre que estaba realmente preocupada por lo de mi dolor prepucial pensó que lo decía de verdad. Seguro que se creyó que su hijito querido veía pornografía contra su voluntad y se masturbaba sin querer, única y exclusivamente para evitar el dolor.

  • Bueno cariño, te entiendo. Siento que tu hermana te haya parado el tema. Seguro que ahora mismo tiene que estar doliéndote un montón.

  • Si mama, me duele bastante, pero no te preocupes que en cuanto termine se me pasa.

  • Bueno pues entonces te dejo con la peli amor – dijo mi madre.

En ese momento pensé que iba a perder la mejor oportunidad en mucho tiempo. No sabía que hacer y sin pensarlo puse el canal porno de nuevo. En ese momento salía una pareja desnuda abrazándose en la cama. Acababa de terminar la película. La imagen de la tele se puso oscura y empezaron a salir los créditos finales. Yo en ese momento exclamé:

  • Joo, mierda, que mala suerte.

Mama, que estaba cerrando la puerta por fuera, volvió a asomarse y me preguntó.

  • Que te pasa Carlos?

  • Acaba de terminar la película. Ahora no se que voy a usar. – le respondí.

  • No sé hijo, porque no esperas a que empiece otra? – Añadió mami

  • Joo, hace ya mucho rato que estoy empalmado y ya me duele mucho – añadí.

Mi madre volvió a pasar y cerró la puerta. Se acercó a mí y sentándose a mí lado de nuevo me dijo:

  • Y que podemos hacer?

  • No se mami. Bueno se me ocurre una idea, pero me da vergüenza decírtelo.

Mi madre se puso seria. Imagino que recordó en ese momento lo del coche y no le hacía gracia participar de nuevo en mi paja.

  • Que se te ocurrió hijo?- Me dijo.

  • Podrías quedarte conmigo mientras lo hago. En el coche funcionó.

  • Pero Carlos, porque quieres que me quede contigo. Ya te dije que soy tu madre y que no deberías excitarte con mi cuerpo.

  • Lo se mamá. Pero lo cierto es que tienes un cuerpo muy bonito y con el dolor tan grande que ya tengo me vendría muy bien un aliciente así.

Aún no puedo creer el morro que le eché aquella noche. Mi madre me miraba confusa. Seguramente intentaba convencerse a si misma de que solo quería excitarme con un cuerpo femenino. En aquél momento no podría haber admitido que su hijo la deseaba. La deseaba como madre y como mujer. Deseaba ese cuerpo porque estaba bueno y porque era mi mama y siempre estaría hay para darme felicidad.

  • No me parece correcto hijo, pero te dije que te apoyaría con lo de tu fimosis y te voy a apoyar. Que es lo que quieres? Quieres que me siente a tu lado y te mire de frente?

  • Si, por favor - le dije.

Solo con saber que había aceptado quedarse empecé a respirar mucho más fuerte. Mi aceleración se revolucionó. Ella se sentó a mi lado en el sofá y se quedó mirándome con cara de vergüenza. Si mirada no sabía donde posarse y sus ojos acabaron apuntando hacia el suelo. Yo comencé de nuevo a masturbarme. Lo hacía muy rápido. Estaba deseando que llegara ese momento desde hacía un mes.

Ya totalmente poseído por el animal depravado que soy empecé a repasarle su cuerpo entero con la mirada. Le miraba las tetas, le miraba las piernas. Miraba su boca y me la imaginaba chupándome mi pene. Ella estaba en una posición semifetal. Estaba sentada y encogida con los hombros hacia delante. Sus tetas colgaban maravillosamente y se marcaba perfectamente el recorrido a través del camisón. Eran increíbles. Si en ese momento me hubiera enseñado una, habría soltado instantáneamente al menos medio litro de esperma.

Mi mirada era tan lasciva que mi madre empezó a respirar más fuerte. Imagino que la situación también era morbosa para ella. En ese momento ya me vería como un macho con ganas de cogerla. Estuve sacudiéndome la sardina como 3 minutos y decidí dar el todo por el todo. Era el momento de un ataque final. No volvería a tener otra oportunidad como esa y quizás después de la operación se me acabara el chollo.

Casi suplicando le dije:

  • Mama, por favor, enséñame una teta, por favor, te quiero.

Mi madre no hablaba. Ni si quiera se sorprendió por mi exigencia. Mi cara era de suplica total y casi parecía que iba a empezar a llorar en cualquier momento si no hacía lo que le había pedido.

Esbozó una leve sonrisa de afirmación y soltó un pequeño suspiro. Sabía que había llegado demasiado lejos y que ahora estaba a su merced. Por otro lado quizás la mezcla de excitación y sentimiento materno eran superiores a cualquier razonamiento lógico, ético o religioso.

Mami agarró el tirante derecho de su camisón. Muy lentamente lo bajó y empezó a deslizarse la parte superior derecha del mismo. Su grandioso seno empezó a descubrirse. Era algo más blanco que el resto del cuerpo. Conforme empezó a vérsele la aureola descubrí que tenía aún algo de la marca del bikini. Por fin apareció el pezón. Era increíble. Era un pezón muy grande y muy gordo, acorde a la gran aureola que lo bordeaba. Era de color rosita. La visión global de su teta me recordaba a un helado de fresa y nata.

Para no dar de si el camisón tuvo que coger su teta por la parte inferior y sacarla hacia fuera entera, dejándola totalmente desnuda de tela. Tenía una teta dentro y otra fuera. Era demasiado para mi, notaba que con dos sacudidas más me iba a ir.

  • Enséñame la otra también. – le dije.

Ella como un robot cumplió rápidamente mi segunda orden y se bajó el otro tirante. Ya sin problemas su camisón se deslizó y quedó por debajo de su ombligo, cubriendo únicamente su pubis y sus muslos. Que visión. En esa posición se le marcaba unos pequeñitos michelines en el estomago que eran la mar de excitante. Las tetas eran tan grandes que en esa postura encorvada hacia delante casi le llegaban al estomago.

Me acordé de la paja del coche y rápidamente le dije:

  • Mama, papel... papel.

Mi madre con cara de susto recobró la mirada, que hasta entonces la tenía perdida. Se levantó rápidamente y salió corriendo hacía el pasillo. Ella iba sujetando su camisón a la altura de la cintura para que no se le cayera del todo. El movimiento de vaivén de sus tetas era acojonante. Tenían vida propia. La vi desaparecer por el pasillo y dejé de masturbarme, ya que una sacudida más y me habría venido como nunca.

Pasaron 10 segundos aproximadamente. Fueron interminables. Entonces volvió a aparecer por donde se había ido. Esta vez la veía de frente con un rollo de papel higiénico en su mano. Sus tetas seguían bailando al son de sus movimientos. El movimiento de ese par de miembros, lechosos y blanquecinos, con ese par de pezones gigantes y duros me tenía imnotizado. Se colocó de frente mió. Quedándose de pie se inclinó para darme el papel. Sus bolsones mamarios estaban haciendo puenting a pocos centímetros de mi cara. Se quedó parada con el papel en la mano. Esta vez no me lo puso ella por propia incentiva. Tuve que decirle:

  • Mamá ponme el papel

Mi grandiosa madre obedeciéndome como una buena perrita puso un trozo de papel en forma de capuchón alrededor de mi pene y quedó sujetándolo con su mano derecha. Yo me iba a correr ya irremediablemente. Solté mi pene y exclame:

  • ¡ Ahhh… mami, me vengo! ¡Mastúrbame mama!

Jaque mate. Lo había conseguido. Mi madre comenzó a subir y bajar suavemente su mano por encima del papel. Yo empecé a correrme convulsionándome como si estuviera poseído. No paraba de gemir:

  • ¡ MAMI… me corro! ¡MAMI… te quiero!

Era tanta la cantidad de esperma que estaba soltando que pronto mi pene traspasó el papel. Mi madre siguió masturbándome con una mano mientras con la otra cogía más papel del rollo.

Yo con los ojos medio cerrados la miraba. Miraba sus tetas colgantes, su mano llena de semen sobre mi pene. Miraba sus ojos con la mirada perdida, su nariz puntiaguda que días antes olió mi semen y se restregó con él. Era maravilloso. Fue el mejor orgasmo de mi vida con diferencia. El placer era indescriptible. Mi madre quitó el papel pringado de semen con su mano derecha masturbatoria. Con su mano izquierda y otro trozo nuevo me limpió suavemente el resto de la lechada.

Algunas gotas habían caído en mi estomago y mi mama me limpiaba firmemente por todas las zonas donde observaba restos de mi leche.

El momento apoteósico final llegó. Le dije a mi madre:

  • Te quiero mama, dame un beso.

Mi madre se acercó lentamente. Ella se arrodilló y yo me incorporé para adelante. Hacía un buen rato que su cordura había sido vencida y me fue a dar un pico en los labios. En el momento en que nuestros labios se juntaron yo le metí mi lengua y comenzamos a morrearnos como en la pelis porno. Mama aún sujetaba mi pene con su mano izquierda. El papel se había caído al suelo y acariciaba directamente mi rabo fimósico. Mientras nos besábamos con frenesí agarré una de sus tetas y la masajeé suavemente.

Estuvimos besándonos como 3 minutos sin parar. Mi lengua recorría todos los rincones de su boca y se restregaba contra la suya. Ella estaba concentrada y excitada con nuestro beso. Su mano inconscientemente me seguía acariciando muy suavemente mi polla. Yo me estaba dando el lote tocándole las tetas y besándola lascivamente. Le restregaba las manos en ambas tetas. Las juntaba y las separaba y le pellizcaba los pezones. Era igual que en una película amateur de tetonas que había visto hace poco.

De repente noté que la excitación y su toqueteo me hacían estar cerca de volver a correrme. Ella seguía de rodillas. Sin dejar de besarla Agarré su muñeca libre y deposité su mano en mi tronco. Le marqué el movimiento subiendo y bajando ambas muñecas.

Pocos segundos después le solté sus brazos y ella sola seguía masturbándome con las dos manos. Esta vez su masturbación era más agitada y lasciva. Estaba claro que sabía lo que se hacía y que tenía experiencia en estas artes.

El ritmo masturbatorio acelerado hico que en un par de sacudidas se pasara de fuerza y me hiciera daño. Yo solté un leve gemido. Ella dejó de besarme por un instante y miró hacia abajo para ver si me lo estaba haciendo correctamente. Colocó bien una de sus manos y con la otra me empezó a acariciar los testículos. Me volvió a mirar y instintivamente nos volvimos a besar. La escena siguió así 2 o 3 minutos más.

Desde que se bajó el sostén hasta el momento presente no había articulado palabra ni sonido alguno. Así que me sorprendió cuando de repente dejó de nuevo de besarme y me dijo:

  • Vamos Carlos, termina ya… tu hermana podría venir en cualquier momento.

  • Oh mama, sigue así no pares – le respondí

Aprovechando que habíamos dejado de besarnos me relaje de nuevo y me tumbé hacia atrás. Levanté todo lo que pude mi cintura y mi pene quedo a la altura de sus tetas, a pocos centímetros de su cara. Yo seguía acariciando sus pechazos y ella me observaba con una mirada bastante lasciva.

Yo empecé a soltar gemidos más fuertes y a respirar más rápidamente. Mi ritmo se había acelerado y mama sabía que ya estaba a punto. Ella volvió acelerar el ritmo y se quedó mirando fijamente a mi pene. Solté una de mis manos de una de sus tetas y llevé mi dedo corazón a la comisura de sus labios. Lo había visto en una peli porno y me llamaba mucho la atención.

Empecé a pasarle el dedo por la comisura de sus labios. Ella no reaccionaba, así que de manera brusca le metí el dedo en la boca. Ella cerró sus labios aprisionando mi dedo. Yo comencé a meterlo y sacarlo suavemente. Era brutal. Mi madre me estaba masturbando de rodillas en el sofá del salón, semi desnuda, mientras yo le acariciaba uno de sus descomunales pechos y le metía el dedo en la boca simulando una felación.

Noté que me venía. Saqué mi dedo de su boca y empecé a acariciarle el pelo. Puse mi mano sobre su nuca y empecé a ejercer presión hacia abajo. Ella al notar la presión dejó de mirar a mi pene y me miró a los ojos con cara de horror. Había despertado de su sueño. Estaba masturbando a su hijo y este le estaba empujando la cabeza hacia abajo para que se la chupara. Seguro que antes ya había vivido esta experiencia con algún amante o con papa.

Ella exclamó con rabia en su mirada:

  • Que hacer Carlos?

  • Mamá me vengo – respondí

  • Y que quieres – Me dijo

Yo solamente respondí de nuevo:

  • Mamá me vengo.

Y seguí apretando con más fuerza. Ella luchaba contra la presión y me miraba con cara de odio. Quizá en ese mismo momento entendió que mi fimosis era una excusa y que realmente todo fue una artimaña para usarla como a una puta.

Yo apretaba más y mas fuerte y su cabeza empezó a bajar hacía mi pene.

  • No Carlos, eso no. No me obligues a chupártela – me dijo.

Yo estaba ya fuera de mí. Le miré con cara de autoridad y le respondí.

  • ¡Mama, me corro!, ¡Mama, me corro!, ¡Venga Mama!

Ella tenía sus labios haciendo presión contra mi punta pero los mantenía fuertemente cerrados. Había dejado de masturbarme y solamente mantenía su mano sobre mi pene.

Yo, que estaba a punto de correrme, comencé a masturbarme con una mano mientras que con la otra seguía presionando la cabeza de mi madre contra mi pene. Ya no podía más. Di un último y fuerte apretón y mi pene empezó a restregarse contra sus dientes. En un mal gesto me rozó con la paleta el prepucio y me hizo daño. Yo dije:

  • Mamá me haces daño con los dientes.

Mi madre balbuceó una especie de suspiro.

Yo en ese instante comencé a correrme. El primer chorreón explotó contra sus dientes. En ese instante ella abrió la mandíbula y mi pene se introdujo dentro. Dejé de masturbarme y seguí corriéndome dentro de su boca. Ella aprisionó por fin con sus labios mi pene y siguió chupándome lentamente.

Yo estaba completamente en frenesí. Estaba totalmente encorvado hacia atrás. Mi cadera parecía poseer una nueva elasticidad. Después de dos o tres lechazos más que cayeron dentro de su boca me relajé. Ella seguía chupando mi pene muy lentamente. No caía nada de esperma. Notaba como su cuello lo tragaba. Yo me relajé y empecé nuevamente a acariciar su teta.

Mama parecía una niña buena. Se iba a comer todo y no iba a dejar nada en el plato. La pobre debía estar esperando a que le dijera que parase. Dejé que siguiera chupando un rato más mientras mi pene se desinflaba en su boca.

De repente se abrió suavemente la puerta del salón. Asomó la cabeza de mi hermana. Sus ojos se pusieron como platos. Desde su posición podía ver a mi madre desde un lateral, arrodillada, en medio del salón, semidesnuda y chupando el pene ya flácido de su hijo. Yo estaba espatarrado y casi no podía girar la cabeza para mirarla. La miré directamente a los ojos y ella corriendo salió y cerró muy suavemente.

Mama que seguía absorta en limpiar mi pene con sus labios no se dio cuenta de la presencia de Laura. Por fin hice un gesto de retroceso y mi pene salió de su boca. Ella me miró a los ojos se levanto con sus colgantes tetas y se quedó de pie mirándome fijamente. Me dijo:

  • Carlos, esto que ha pasado nunca debió pasar. Quiero que sepas que nunca más volverá a suceder algo parecido.

  • Lo siento mama, estaba como poseído, no sabía lo que hacía – le respondí.

  • Nunca más volverá a pasar. Si alguna vez vuelves a forzarme te mandó a vivir con tu padre. No lo olvides – dijo mama.

Su frase sentenciosa me dejó blanco. Mi madre con su gesto serio se subió el camisón. Se limpió la boca con las manos y cogió el rollo de papel. Siguió unos segundos mas limpiándose y recogió todos los montoncitos de papel manchados.

Yo seguía allí tumbando en el sofá con mi pene al aire y mirándola confuso. Por un lado estaba serio y tembloroso por sus palabras. Por otro lado el mirarla como se agachaba y se levantaba para coger el papel con mi semen, como bailaban sus tetas y como se limpiaba la comisura de sus labios de mi leche me tenían enloquecido.

En ese momento pensé: - Hemos llegado muy lejos y esto no va a acabar aquí. Si hace falta te violaré. Si así lo quieres así será.

Mi madre me miró por última vez y salió por la puerta. Yo me quedé tirado en el sofá pensando que había tenido la mejor experiencia que jamás tendría. Me acordé de sus tetas y de su boca manchada y como siempre tuve que volver a masturbarme de nuevo.

Aquella noche dormí mal. Tuve muchos sueños eróticos con mama y con Laura, mezclados con pesadillas en las que mama se iba para siempre. A la mañana siguiente me desperté desorientado. En un primer instante pensé que lo ocurrido en la noche anterior no había pasado. Estuve como 5 minutos razonando si lo había soñado o no.

Hasta que sonó la puerta de la habitación y acto seguido pasó Laura. Pasó sigilosamente y cerró tras de sí. Se quedó de pié mirándome seriamente y me dijo:

  • Por fin encontraste quien te hiciera las pajas, ehh? Eres un desgraciado y mama una puta.

CONTINUARÁ