Mamá se pasa de confianza con su hijo (6)

Tras meses de sexo desenfrenado, Daniel y su madre ven interrumpida su relación debido a que un nuevo hombre entra en la vida de María. Parece, por tanto, que su historia ha acabado para siempre... ¿o no?

Han pasado varios meses desde la última vez que me acosté con mi madre. Mentiría como un bellaco si dijese que no lo echo de menos. Es más, lo echo de menos cada día. Especialmente cada noche. Creo que necesitaréis un resumen de lo que han sido estos meses tanto por mi parte como por la suya.

La ruptura sexual con mi madre me sirvió para volver a afianzar mi relación con Andrea. La verdad que la tenía bastante descuidada, apenas nos veíamos una o dos veces por semana, pero volvimos a quedar con regularidad y hacer las cosas que hacíamos antes. El sexo era mucho más frecuente y de mejor calidad que antes, pero cuando te acostumbras al jamón serrano no quieres pechuga de pavo.

Aunque al principio me costó un poco pasar página, las semanas se fueron volando. Mi vida ahora se basaba en estar con Andrea casi todos los días, ir a la universidad y estudiar, quedar con mis amigos, ir al gimnasio... Casi ni pisaba mi casa, estaba todo el día fuera y, poco a poco, conseguía olvidarme de mi madre. O eso quería creer. Reconozco que las noches eran muy malas y alguna paja cayó con el vídeo que tenía masturbándose... Y con alguna foto en tetas que le había sacado sin que se diese cuenta. Como sabía que no me hacía bien, intentaba evitarlo lo máximo posible y le pedía a Andrea que me pasase nudes. De esta forma, me autoconvencí de que no necesitaba follarme a mi madre a diario para ser feliz.

La relación con mamá se volvió las primeras semanas un poco fría. Es normal, pasamos de follar a diario a tener que aparentar que volvemos a ser los de antes de todo esto cuando nunca lo seremos. Lo de Roberto ya es oficial, son novios formales. Reconozco que sigo sin tragarle. Por una parte me alegro porque sé que está haciendo feliz a mi madre, pero por otra lo odio a muerte porque ha jodido todo lo que teníamos. De hecho, tuvimos una discusión en Navidad porque quería invitarle a cenar y yo le dije que si el venía yo me largaba de casa. Al final llegamos a un acuerdo y él vino a cenar en Nochebuena (yo me fui a casa de Andrea), pero conseguí que no viniese en Nochevieja.

Le he visto un par de veces. Evidentemente, tuvo que hacer mi madre el paripé de presentármelo como novio formal para que él no sospechase nada. Quiero evitarle lo máximo posible porque no lo aguanto. No es un mal tío, pero le tengo mucho rencor por lo que me arrebató. He tenido alguna tentación de contarle todo, pero no lo he hecho porque valoro la felicidad de mi madre. Sigo esperando que se canse de él.

En las últimas semanas, mamá y yo hemos ido poco a poco volviendo a ser los de antes de que fuéramos follamigos. A excepción de alguna discusión tonta, teníamos muy buen rollo, buena convivencia y la relación volvía a ser más que agradable. Evidentemente, seguía existiendo tensión sexual. Y, sinceramente, creo que ganas por los dos lados. Prueba de ello era que mi madre se pasease desnuda por la casa a la mínima excusa en pleno invieno.

  • Dani, ¿has visto mis carpetas del trabajo?

Me giré para contestarla y estaba en tetas.

  • Joder, mamá.
  • ¿Qué?
  • Que estás desnuda.
  • ¡Como si no me hubieras visto veces!
  • Ya ya, pero ahora se me hace raro.
  • Venga, anda... ¿Las has visto o no?

Me quedé embobado mirando sus tetas. Llevaba meses sin verlas en directo. Qué pasada.

  • Unas cuantas veces, sí...
  • ¿Dónde?
  • ¿Eh?
  • Que dónde has visto las carpetas.
  • Ah, no sé.
  • Pues seguiré buscando.

Lo de venir sin nada en los pechos a preguntar por unas carpetas que nunca se habían movido de su habitación sonaba raro. Como esas, había habido ya varias. No sabía si me estaba volviendo loco, pero notaba a mi madre de nuevo receptiva. Yo no quería cagarla, dar un paso más y quedarme con cara de tonto. Imagínate la convivencia en casa si me estoy montando yo una película y nada de lo que pienso es real. Además, ella está todo el día con ese tío. Seguramente serán paranoias mías.

Hoy viernes y, aunque suene extraño, no tengo plan. Andrea y mis amigos están ocupados con los exámenes finales de la universidad y prácticamente no pueden sacar ni un rato durante el día. Yo, por suerte, los acabo de terminar hoy. Feliz con mi liberación estudiantil, puse rumbo a casa con los cascos puestos y la música a tope durante todo el camino. Cuando llegué, estaba mi madre sentada en el salón con el ordenador.

  • ¿Hoy no te tocaba trabajar en la oficina?
  • Sí, pero salí un rato antes y estoy aquí adelantando cosas.
  • Ah, vale.
  • Qué, ¿cómo te fue?
  • Bueno, creo que lo apruebo fácil. Me entró todo lo que había estudiado.
  • ¡Ese es mi chico! Ahora irás a celebrarlo, ¿no?
  • ¡Qué va! Están todos estudiando, ellos todavía tienen algunos exámenes la próxima semana.
  • Qué putada... Bueno, no es lo mismo, pero te puedo ofrecer un plan.
  • Ah, ¿sí? ¿Cuál?
  • Voy ir esta tarde a la casa del pueblo, que hace mucho que no vamos y quiero ver como está aquello. Ya sabes, tiene muchos años. No te dije nada porque pense que estarías líado.

La casa del pueblo es la antigua casa de mis abuelos, que fallecieron cuando yo era muy pequeño, y que mi madré heredó al ser hija única. Es muy pequeñita pero muy coqueta. Además, hicimos algunos arreglos hace un par de años. Cambiamos por completo las camas y los colchones, pintamos las habitaciones, remodelamos el salón... Con el COVID, los estudios y el trabajo llevamos mucho sin ir, pero a los dos nos hace ilusión visitarla y quedarnos allí de vez en cuando.

  • ¡Vale! Me gusta el plan.
  • ¡Genial! Pues vete preparando la mochila, que en cuanto comamos nos vamos.
  • Vale. ¿Hasta cuándo vamos a estar?
  • No mucho, hasta el domingo por la tarde.
  • Bueno, pues voy a coger algo de ropa.
  • Perfecto.

Tenía muchas ganas de ir, sobretodo por salir del ambiente rutinario y estar en un entorno mucho más rural. Además, me apetecía hacer algo fuera de lo normal con mi madre. Preparamos todo, comimos y a las tres de la tarde ya estábamos en carretera. No hay mucha distancia desde nuestro piso habitual hasta la casa del pueblo, aproximadamente una hora y media. Como no había mucho tráfico, nos plantamos algo antes de lo previsto.

Entramos en casa y fuimos directos a dejar las mochilas a las habitaciones. Ahí es cuando nos llevamos una desagradable sorpresa.

  • ¡Joder! - grité.
  • ¿Qué pasa, Dani?
  • Ven, mamá. Mira el techo.

Había un cerco enorme empapado de agua en el techo de la habitación, ubicado justamente encima de la cama. Estaba acompañado de un desconchón. Un gran trozo de gotelé había caído sobre las sabanas. Todo estaba completamente mojado y no paraban de caer gotitas desde el techo.

  • Joder... Encima cae en fin de semana, esto no puede ser verdad.
  • Menuda putada.

Intentamos secar un poco la zona con trapos y todo lo que tuvimos, pero entre que no éramos nada apañados y que eso no cesaba, prácticamente lo dejamos como estaba. Llamamos al seguro para dar parte y nos dijeron que hasta el lunes no podía venir a mirarlo nadie.

  • ¿Qué vamos a hacer?
  • Pues nada, poner un barreño de agua y que vaya cayendo aquí. Y a esperar al seguro. Le dejaré las llaves a Pili a ver si me puede hacer el favor de abrirles y atenderles el lunes.

Pili era una vecina y amiga de mi madre desde la adolescencia.

  • Vale. Llevo mis cosas al salón, ¿no?
  • No, no. Déjalas en mi habitación.
  • ¿Y dónde duermo?
  • Pues conmigo, no vas a dormir en el sofá. Te dejarías el cuello.

No voy a negar que se encendió en mí una pequeña llama. No tenía muchas esperanzas, pero dormir con mi madre me evocaba a viejos y buenos tiempos no tan pasados. Por dentro, esperaba que a ella le pasase lo mismo.

  • Vale, mejor.

Lo del techo no parecía ser tampoco nada grave, pero el hecho de no poder solucionarlo ya era un grave contratiempo.

  • Bueno, mamá, vamos a disfrutar de la estancia aquí, ¿no? No vamos a dejar que esto nos arruine el finde.
  • Sí, claro que sí, al final seguro que será una chorrada. Tenemos que ir a comprar.
  • Venga.
  • Oye, que habrá que celebrar que vas a aprobar los exámenes. ¿Por qué no pillamos alguna botella de algo rico y brindamos por ello esta noche?
  • ¡Eso está hecho! Vamos al super.

El contexto era totalmente distinto, pero las noches de alcohol con mi madre siempre habían acabado bien, especialmente hace unos pocos meses. Así empezó nuestro pequeño romance. La ilusión iba apoderándose de mí por completo, aunque todavía mantenía los pies en el suelo.

Fuimos a comprar algo de comida para pasar los dos días, una botella de ron Barceló, una CocaCola y doce latas de cerveza. Lo dejamos todo en casa, metimos las botellas en la nevera y nos fuimos a dar un paseo por el pueblo. La verdad que todo seguía como antes, aqui parecía que no había existido una pandemia y que no había pasado el tiempo. Los chavales jugando en las pistas de fútbol como cuando éramos pequeños, los abuelos tomando sus vinos en los bares... Se respiraba el aroma de pueblo que tanto necesitaba. Parecía que las preocupaciones aquí no existían.

Cuando ya empezó a apretar un poco el frío volvimos a casa. Después de darnos cada uno una ducha para entrar en calor, nos fuimos a cenar. Como en los viejos tiempos, preparamos algo de picoteo y unas cervezas que nos comimos/bebimos rápidamente entre risas y contando anécdotas del trabajo y los estudios. En un momento, se le escapó un comentario sobre algo que le había pasado en el trabajo a Roberto y pidió perdón. Yo, aparentando una falsa y gran forma de estar, le dije que no pasaba nada, que era algo natural que contase eso. Se me había llegado a olvidar por momentos su existencia. Cambiamos rápido de tema y seguimos a lo nuestro.

Una vez terminamos de cenar, nos fuimos al salón a reposar la comida. Pasó una media hora y mi madre salió al ataque.

  • Bueno, qué, ¿a la juventud no le apetece beber?
  • Eso no hay ni que dudarlo. Señorita, póngame un ron-cola con un par de hielos.
  • ¡Marchando!

La primera copa entró muy rápido. Nos estábamos divirtiendo mucho hablando de nuestras cosas. Pronto llegó la segunda. Más tarde, la tercera. Esto, sumado a las cervezas, hizo que los dos nos soltáramos bastante más de la cuenta. Comenzamos a hablar de temas un poco más picantes: ex parejas, experiencias sexuales, gustos que ambos sabíamos que teníamos en la cama... Parecía que mamá ya se había quitado el corsé. Y ahí, yo ya aproveché.

  • Bueno, vamos a jugar a algo, ¿no?
  • Uy qué peligro tienen esos jueguecitos...
  • Pues bien que te gustaban hace poco.
  • No te puedo decir que no, joder que si me gustaban... pero era otra yo.
  • Ya, ya.
  • Bueno, ¿cuál es el juego?
  • Vamos a jugar a las preguntas extremas. Yo te puedo hacer una pregunta sobre cualquier tema picante que quiera. Tú, si no quieres responder, tienes que beberte un chupito de ron. Si no lo haces, tienes que responder.
  • Venga, va, me gusta este juego.
  • De puta madre, vamos.
  • ¡Oye! Esa boca, que sigo siendo tu madre.
  • Tú ya has visto otras muchas cosas mías.
  • Venga, anda, ¿quién empieza?
  • Vamos, dale tú.

Mi madre estuvo unos segundos reflexionando sobre su primera pregunta.

  • ¿Te sigo poniendo cachondo?
  • Joder, qué primera pregunta. Pues sí, para qué mentirte.

Se le puso una cara de emoción increíble y se empezó a reír.

  • Como lo sabía... Se te nota de lejos.
  • Venga, va, que no te libras. ¿Estás preparada?
  • Dispara.
  • ¿Roberto sabe algo de lo nuestro?

Se le volvió a escapar una sonrisa picarona, una sonrisa de quien no está arrepentida de lo que ha hecho.

  • No, no lo sabe. Ni creo que se lo diga nunca.
  • A ver, lo entiendo.
  • Siguiente. ¿Le has puesto los cuernos a Andrea alguna vez?
  • Sí, contigo.
  • Con otra, digo.
  • Ah, no. Nunca.
  • Vale.
  • La mía es fuerte.
  • No tengo miedo.
  • ¿Quién folla mejor, Roberto o yo?
  • Joder, Dani... Que estoy borrachísima, no puedo beber más.
  • Pues ya sabes...
  • ¿Tengo que ser sincera?
  • Preferiblemente. - dije mientras no parábamos de reír.
  • Joder. Pues tú, Dani. Y no voy a darte más detalles.
  • Dámelos, dámelos.
  • Pues que con mucha diferencia, además.

Se me puso la polla a mil. Estaba dura como llevaba meses sin estarlo.

  • Lo sabía... ¿Y eso?
  • No sé. Ay, joder, es que no debería hablar contigo de esto.
  • No pasa nada, coño, puedes contármelo.
  • Pues que tú sabías follarme bien y como hacérmelo. A él le pido que me haga lo mismo que tú me hacías y no me pone ni una cuarta parte de cachonda.
  • Joder, no sigas, que me están entrando unas ganas de...
  • Venga, vamos a la siguiente pregunta que si no te vas por el mal camino. ¿Has pensado en mí mientras estabas haciéndolo con Andrea?
  • ¿Sinceramente? - dije mientras ahora era yo el que se reía.
  • Si puede ser...
  • Por supuesto. El milagro es que no la haya llamado María todavía.

Empezó a soltar una carcajada con la cara de quien se sentia orgullosa y excitada a partes iguales de que su hijo siguiese deseando follársela.

  • Mi turno, ¿no?
  • Todo tuyo.
  • ¿Te reprimes las ganas de follar conmigo?
  • ¡Joder, que no puedo beber más!
  • ¿Eso qué significa?
  • Que sí. Y que más de una vez he ido directamente a decirte que si lo hacíamos.
  • ¿Y por qué no lo has hecho?
  • No sé, por movidas que me daban en la cabeza. Si es que he ido decicida. El día de lo de las carpetas, por ejemplo.
  • ¿El que viniste desnuda?
  • Sí, iba desnuda y a pedirte directamente que me follaras. Pero a última hora me hizo un click la cabeza, me arrepentí y salí del paso como pude.
  • Joder, yo pensaba que estabas intentando ponerme cachondo, pero no eso.
  • Y encima tú poniéndomelo más difícil y sin parar de mirarme las tetas.
  • ¿Y ahora te sigue pasando?
  • Eso es otra pregunta y ya estoy cansada, así que venga, hora de recoger y de marcharnos a dormir.

Me había dejado flipando todo lo que me había dicho. Me dio rabia porque cortó el juego justamente en el mejor momento y cuando la tenía en mi terreno. Ahora a ver quién dormía con el calentón que llevaba encima. Además, dormía con ella. Decidí relajarme, lavarme los dientes y volver más calmado a la habitación.

Allí estaba mamá, desnudándose sin ningún pudor y haciendo más difícil la situación. Se quitó el sujetador, se bajó lentamente las bragas como si de película porno se tratase y se quedó completamente desnuda ante mi atenta mirada. Se empezó a reír. Yo ya no podía más. Se metió en la cama así, sin nada y en pleno invierno, con las mantas tapando unas tetas y un chochito que ahora malfollaba otro y que clamaba a gritos una polla que le devolviese lo que había perdido estos meses. Respondiendo a las posibles señales, yo me metí en la cama de la misma forma y apagué la luz.

Rápidamente, se puso de lado y yo hice lo propio. En posición de cucharita, comenzó a restregar sutilmente su culo contra mi polla. Las señales eran cada vez más obvias y esto me hizo empezar a sobarle las tetas y agarrárselas mientras le comía el cuello. Ella respondió agarrando mi durísima polla y moviéndola lentamente de arriba a abajo. Sentía que mi rabo iba a explotar antes de entrar en el sitio que llevaba meses echando de menos.

Los dos nos íbamos poniendo cada vez más cachondos y ella empezó a acercar mi polla a su coño. La seguía teniendo agarrada de la mano como si no la quisiera soltar. La cabeza de mi rabo ya estaba en contacto con sus labios vaginales. Podía sentir lo húmedo que estaba. Le agarré del cuello y le susurré al oído:

  • Te voy a follar como hace meses que no te follan.

Metí la polla más dura que nunca en su coño mojado hasta el fondo. Lo hice muy lentamente para que el gemido inicial fuese mucho más intenso y notase bien de nuevo lo que era follar de verdad. No pasaron ni 30 segundos de profundas sacadas y metidas de rabo en su vagina cuando decidió de forma abrupta acabar con el polvo. Se separó bruscamente de mi pene, se echó a un lado de la cama y se puso rápidamente las bragas.

  • Mejor hablamos de todo esto mañana, Daniel.

Estaba tan cachondo que la odié. Se me pasó por la cabeza insistir hasta que se viese obligada a terminar lo que había iniciado. Pensé con la cabeza y decidí que lo mejor era respetar su decisión y esperar al día siguiente. De todas formas, la recaída ya había tenido lugar. Acababa de engañar a su ahora novio formal con su propio hijo.