Mamá se pasa de confianza con su hijo (5)
Pasan los meses y Daniel y su madre siguen en su nube de sexo, amor madre-hijo, tríos... En definitiva, su relación va genial hasta que, de repente, aparece una persona que puede hacer que todo eso se tambalee.
Lo que había pasado en ocasiones anteriores se acabó convirtiendo en rutina, como ya venía siendo habitual. Por las mañanas, por las tardes, por las noches... La vida entre mi madre y yo se basaba en una cosa: follar. Casi siempre solos (y disfrutábamos como enanos, no nos engañemos), pero alguna que otra vez le daba a Virginia por unirse y el espectáculo se multiplicaba por tres. De puertas para dentro, mamá (o María, como quería que la llamase cuando estábamos en la cama) y yo éramos como una pareja a todos los efectos. A pesar de ello, yo seguía estando con Andrea. Y ella, por supuesto, seguía pensando que con mi madre no había más que una relación madre-hijo. En esa vorágine de sexo, tríos y en ocasiones llegar a hacerlo con tres mujeres distintas al día estuvimos durante meses... Hasta que llegó el verano. Un día, de repente, todo cambió. Mamá salió de su cuarto con un vestido despampanante, un escotazo de escándalo y muy cortito.
- Uy, ¿dónde vas tan guapa?
- He quedado.
- ¿Con quién?
- Con un amigo.
- ¿Qué?
- Un amigo del gimnasio, Dani.
Me sentó como un jarro de agua fría.
- Ah, con un amigo. ¿Con o sin derecho a roce?
- ¿Estás celoso?
- No, pero vamos, que me lo podías haber contado.
- Llevamos hablando un par de semanas y el chico parece agradable. Tampoco voy buscando nada, pero si surge...
- ¿Y eso de que no querías compromiso?
- Bueno, las personas podemos cambiar de opinión...
- Ya.
- Estás celoso.
- No estoy celoso, pero me molesta que no me cuentes las cosas. Tanta confianza para unas cosas y para otras ninguna.
- Vale, reconozco que me he equivocado en no decírtelo, perdona.
- Vale. ¿Qué va a pasar con lo nuestro?
- Solo voy a cenar con este chico, Dani. Nada más.
- ¿Y si surge algo más?
- Pues ya se verá. Me tengo que ir, cariño.
- Vale, pásatelo bien.
- Gracias. Un besito.
Qué inesperado. Siempre me había dicho que el motivo por el acabamos siendo follamigos era porque quería un hombre con el que poder follar sin necesidad de tener que tener una relación y que conmigo no le hacía falta nada más. ¿Por qué ahora se va a cenar con otro tío? Aunque no lo reconociese sí, estaba celoso. La posibilidad de que esto pudiese acabar con la relación de follamigos que teníamos me ponía de muy mala hostia. ¿Por qué? ¿Se habrá cansado de follar todos los días con el mismo?
No podía pensar en otra cosa que no fuera eso. Me sentía como un novio celoso y la esperé hasta que entró por la puerta. No se alargó mucho, no estuvieron más de 3 horas juntos.
- Hola.
- Hola, Dani.
- ¿Qué tal la cena?
- Bien, muy rico. Roberto ha sido encantador, es un hombre muy interesante y me ha caído genial. De hecho, hemos hablado de volver a quedar otro día.
- Ah, pues genial. Va en serio la cosa, ¿no?
- Ya veremos a ver.
- Guay.
- Dani, ¿te molesta que haya ido a cenar con él?
- Pues sí, la verdad. No entiendo que un par de meses después de decirme que querías que fuéramos follamigos para no tener que aguantar a un tío cambies radicalmente de opinión.
- A ver, ¿no puedo conocer a un tío que me parece interesante? ¿En serio?
- Sí, puedes hacer lo que quieras.
- ¿Acaso tú no tienes novia y he tragado con ello?
- Yo ya estaba con ella cuando tú y yo empezamos a follar y te pareció bien en todo momento. Es distinto. ¿Qué va a pasar con nosotros si lo tuyo con este avanza?
- Pues no lo sé, Dani. Ni quiero pensarlo. Vamos a disfrutar del momento.
- ¿Cómo quieres que disfrute sabiendo que se puede acabar en nada?
- Ven.
Me tiró sobre el sofá y se desabrochó la cremallera del escote. Sus despampanantes tetas lo eran más aún gracias al apretadito sujetador que llevaba. La muy guarra sabía lo que me gustaba. Hizo caer su vestido y empezó a hacerme un striptease que provocó que mi polla se pusiese durísima. Tardó entre poco y nada en quitarse las bragas. Yo estaba hecho un lío, tenía unas ganas tremendas de follármela contra la mesa hasta reventarla, pero también estaba enfadado con ella por lo que había hecho y, sobretodo, por ocultármelo. Al final, ganó lo segundo. Acerqué mis dedos a su coño y estaba empapado.
- Qué pasa, que vienes así de cachonda porque te apetecía tirarte al tío ese, ¿no?
- ¿Qué coño dices?
- Que venías cachondísima porque si no estuviera yo aquí te lo hubieses traído para follártelo. Y claro, soy la segunda opción.
- ¿Segunda opción? ¿Llevas tres meses follándome como te da la gana y dices que eres la segunda opción?
- Sí, hoy sí la he sido. Mira como vienes, en dos minutos ya tenías las bragas quitadas.
- Mira, no voy a aguantar esto. Me voy a dormir. Y si quiero hacerlo es por lo mismo que llevamos tres meses sin perdonar ni un día, porque me pones y me encanta follar contigo.
Se fue cabreada a su habitación, la misma que compartíamos desde hace meses. Yo me quedé en el sofá con una rayada en la cabeza importante. Sentía que me había pasado en las formas, me había molestado que me ocultase lo de este tío y me asustaba la idea de perderla. Y qué coño, también echaba de menos el polvazo que le iba a pegar. Mi cabezonería me hizo no disculparme en el momento, a sabiendas de que lo que había hecho estaba mal.
Con la cabeza fría, por la mañana, decidí esperar hasta que se levantase para hablar con ella y pedirle perdón.
- Mamá.
- Dime.
- Quería pedirte disculpas por lo de ayer, me comporté como un imbécil. Me afectó mucho que no me contaras eso y actué fatal. Perdóname.
- Me imaginaba que era por eso. No te lo justifico, pero puedo entenderlo. Aunque me trataste como el culo, Dani. Poco más y me llamas puta.
- Perdona, de verdad, no quería que te sintieras así.
- Pues es lo que diste a entender, que a la mínima me quito las bragas con el primero que pillo.
- En ningún momento quise decir eso, de corazón. Perdóname, me pasé tres pueblos.
- Te perdono.
Mamá y yo nos arreglamos y seguimos con nuestra vida normal. Como era verano y los dos teníamos vacaciones, fuimos a pasar la tarde al pueblo de al lado. Tomamos algo por allí, hicimos alguna compra, estuvimos tomando el sol y nos volvimos a casa a la hora de cenar. Por la noche, la reconciliación fue la esperada: después de dos copas de vino, follamos como auténticos guarros y animales para recuperar el polvo perdido de ayer. La de la cama había vuelto a ser mi madre, había vuelto a ser María. Lo fue tanto, de hecho, que me llegué a olvidar de la existencia de ese tal Roberto. Y por lo que yo pensaba y veía, mi madre también.
Pasaron tres semanas en las que todo fue como era antes: planes juntos, planes míos con Andrea y planes de mi madre con Virginia que dos o tres veces acabaron con Virginia en casa y siendo follada por mí mientras mi madre miraba como reventaba a su mejor amiga, deseosa de ser ya ella a la que le tocase. En fin, un sueño. Lo dicho, Roberto ya no estaba en mi memoria. Hasta el día menos pensado y la tarde menos pensada.
- Dani, ¿puedes hablar?
- Sí, claro. Dime.
- Verás, no es nada fácil. Sé que te vas a cabrear.
- Dímelo.
- Estas semanas cuando he quedado con Virginia, no he quedado con Virginia. No sé si me explico.
- ¿Qué?
- He quedado con Roberto.
Me quedé helado.
- ¿Qué cojones me estás contando?
- Creo que debo decírtelo por respeto. Anoche, follamos por primera vez.
- ¿Después de haber follado conmigo un par de horas antes?
- Sí, sé que me he portado fatal con los dos porque os he mentido. Sobretodo, me he portado mal contigo. Pero lo he hecho para no hacerte sentir mal.
- Es que flipo, de verdad. Sabiendo lo que pasó, ¿por qué has hecho esto a escondidas?
- Lo siento, hijo, de verdad.
- Has estado follando conmigo antes y después de quedar con él y ocultándomelo.
- Por favor, Dani, he cometido un error grandísimo. Pérdoname, de verdad.
- Tela.
- Quería comentarte una cosa más.
- A ver, sorpréndeme. ¿Qué más?
- La he cagado ya mucho y quiero hacer las cosas bien por una vez. Me gustaría ir en serio con este chico.
- Ajá.
- Y para eso creo que lo más honesto y conveniente es que tú y yo dejemos de hacerlo.
En el momento que me dijo que había quedado con Roberto tenía la premonición de que me iba a decir esto, no sé por qué, pero me lo seguía sin esperar. Un mazazo.
- Que dejemos de follar, dices.
- Sí.
- Ayer no pensabas lo mismo.
- Lo sé, Dani. Y me siento como una mierda por todo, pero quiero empezar a sentirme bien.
- ¿Se ha corrido dentro de ti?
- ¿Eso que tiene que ver?
- Mucho. Lo ha hecho, ¿sí o no?
- No. Usamos condón.
- Vale.
- Dani, perdóname, de verdad. Este chico me gusta y con él veo un plan de futuro que nunca había visto con otro hombre. Quiero intentarlo y me gustaría que respetes mi decisión, aunque entiendo que estés cabreado.
- Hombre que lo estoy, te llevas ríendo en mi puta cara tres semanas o más.
- Lo siento, hijo, lo siento muchísimo.
- Vale, no quiero hablar más. Respeto tu decisión.
- Gracias, hijo, de verdad. Muchísimas gracias.
- ¿Él sabe algo?
- Sabe que tengo un hijo y que nos llevamos como si fuésemos mejores amigos.
- Pero no le has contado que se podía haber encontrado mi semen en tu coño.
- Dani...
- Roberto, llevo meses follando a diario con mi hijo. ¿Ves? Es muy fácil.
Mi madre empezó a llorar y sentí que también podía ser muy pequeña y frágil. Lo que me había hecho era lo más feo y rastrero que se podía hacer, pero al fin y al cabo yo también había hecho cosas peores a Andrea. No se me pasó el enfado, pero le dí una tregua.
- Perdona, mamá. No quería ponerte así.
- A la que tienes que perdonar es a mí, hijo.
- Ya está, no pasa nada. Ya hablaremos más adelante de eso. Ya te lo he dicho, voy a respetar tu decisión.
- ¿Sí?
- Sí. Y no voy a decirle nada al tío este de lo nuestro, evidentemente. Aunque me duela y lo hayas hecho mal, tienes derecho a rehacer tu vida.
- Miles de gracias, Dani.
Mamá se avalanzó sobre mí y me plantó un beso.
- De nada, mamá.
- Eres un sol.
Ella se dispuso a marcharse a la habitación a hacer algunas cosas del trabajo con la mente más tranquila pensando que todo había pasado y exitosamente, pero...
- Oye, mamá.
- Dime, hijo.
- Que para que yo te haga ese favor, a cambio yo también quiero algo.
- Claro, dime.
- Para que una etapa se cierre bien se tiene que acabar bien.
- ¿Qué?
- Ponte tu vestido y tu lencería favorita para esta noche. Hoy tienes despedida de soltera.
- ¿Qué dices?
- Que esta noche vamos a follar por última vez para cerrar etapas.
- ¿Me estás chantajeando?
- Para nada, chantajear sería hacerlo siempre. Yo hoy quiero cerrar un trato justo, creo que me has tratado bastante mal para lo poco que pido.
- No puedes hacerme esto...
- Lo que tú me has hecho es peor.
- ¿Me prometes que si acepto esto acabará aquí?
- Por supuesto, te lo juro, que es superior. Respetaré que rehagas tu vida con él y seré una tumba.
- Vale.
Casi ni opuso resistencia. Estaba convencido de que, por mucho que quisera empezar una relación seria con este tío, tendría que hacer un gran esfuerzo para no acostarse conmigo a diario. Eso sí, yo en ningún momento había mentido. Esta para mí era la despedida por todo lo alto de un sueño que ha durado meses, después de esta noche no le iba a poner ningún impedimento en su nueva relación. Si quiere empezar un noviazgo y serle fiel y honesta a partir de ahora, no lo voy a impedir.
Eran ya las 19:00, así que la gran noche se iba acercando. No sé si ella se podría concentrar en el trabajo, pero yo ni de coña podía estudiar. No paraba de pensar en qué le haría esta noche, era la despedida y aprovecharía a follármela todo lo que pudiese. Así no había quien estudiara, la verdad.
A las 21:00 llegó la hora de cenar. Yo intenté tratar de quitarle hierro a la situación y actuar normal ya que había un poco de tensión en el ambiente. Al final, hice que ella se sintiera más cómoda y olvidase todo lo que había pasado antes. Quería reestablecer la confianza antes de irnos a la cama y lo conseguí, no quería que nuestra última vez fuese tan forzosa. Al rato de charla ya había hasta carcajadas, como de costumbre. Después de cenar, nos sentamos en el sofá hasta que se fue despertando en mí el gusanillo.
- Bueno, creo que ya va siendo la hora, ¿no?
- Mmmm, vale. Tengo que cambiarme.
- Elige bien, piensa que me tiene que gustar lo que te pongas.
- Vale.
Tardó entre 5 y 10 minutos en cambiarse.
- Cierra los ojos, creo que te va a encantar.
- Avísame cuando pueda abrirlos.
- Ya.
La elección no pudo ser más acertada. La muy cerda se puso el vestidito veraniego con escotazo que usó las primeras veces que follamos. Sabía que me volvía loco.
- Pfff, me encanta, sí.
- Lo suponía.
- Vamos a la habitación.
No abrió la boca y aceptó de forma sumisa ir a la habitación. Le pedí que me bailase un poquito y la cabrona empezó a hacerme unos bailes sensuales a los que nadie podría resistirse. Se agachaba, me ponía las tetas en la boca, se sentaba sobre mi polla mientras me acariciaba todo el cuerpo... Me estaba poniendo malo. Cuando ya me había calentado lo suficiente, empezó a quitarse poco a poco el vestido: primero un tirante, luego el otro, bajando poco a poco la tela... Hasta que finalmente lo dejó caer al suelo y se quedó en lencería, la lencería más bonita que le había visto. Un sujetador de encaje negro que transparentaba y evidenciaba las enormes y bonitas tetas que tenía y un precioso tanga que también transparentaba y dejaba ver su coño por delante, con un fino hilo por detrás que reafirmaba un culazo que a sus 47 años cualquier tío de cualquier edad querría follárselo. Todo eso iba a ser hoy para mí por última vez.
La guarra de ella seguía calentandome más la polla mientras se me restregaba en lencería. Como ya no aguantaba más, casi le arranco el sujetador de un tirón. Se lo quité con un poco más de delicadeza y se quedaron al descubierto ante mí esas dos pedazo de tetas. Las llevaba viendo tres meses a diario incluso varias veces al día, pero seguían impresionandome. Como un poseso me avalancé a comérmelas con todas mis ganas. Le mordí los pezones con violencia, poniéndola cachonda perdida. Estaba forzándola a follar conmigo, pero la muy puta lo estaba disfrutando.
Después de comerme durante un par de minutos sus tetas, fue buen momento para meter mi polla entre ellas. Senté a mamá en el borde de la cama y empecé a hacerme una cubana. A veces agarraba yo sus tetas, a veces se las agarraba ella... Para que mi rabo estuviese lubricado y porque me encantaban sus mamadas, le obligué a chupármela entre medias. Joder, qué hijo de la gran puta el Roberto este. Lo que iba a disfrutar. Que te la chupe mi madre es uno de los mayores placeres que puedes experimentar. Volví a la carga y unos segundos más estuve disfrutando de la rica paja que me hacía con las tetas.
Ya no podía con las ganas de follármela. Esta vez sí, le quité el tanga de un tirón. Metí dos dedos bruscamente en su coño y la muy zorra soltó un gemido enorme. Estaba chorreando, como siempre que follaba con su hijo. La tumbé en la cama, la agarré del cuello de tal manera que parecía que iba a asfixiarla y le metí la polla en su húmedo coño. Comencé a follármela más fuerte que nunca. Mis sacudidas eran muy violentas y ella empezó a gritar. Yo pensaba que era de dolor, pero eran gemidos de puro placer. Le encantaba que me la estuviese follando tan extremo. Agarré fuertemente con las manos sus tetazas mientras la metía y la sacaba de su coño con la mayor agresividad que lo había hecho en mi vida. El roce de mi glande con su clítoris hacía que la muy puta se retorciese de placer y me arañase el pecho mientras me la follaba. Sus gemidos se hacían cada vez más intensos y yo cada vez le iba dando más fuerte, no sé como su coño podía aguantar la salvaje follada que le estaba metiendo sin desgarrarse. Os juro que no os lo podéis imaginar. Volví a rozar mi polla con su clítoris y me agarró del pelo como si no hubiera un mañana.
- Me corro Dani, me corro.
- Córrete, María. Dámelo.
Mamá empezó a gritar como una puta loca mientras me agarraba del pelo y alcanzaba el orgasmo. Yo me quise aguantar la corrida para echársela en las tetas, pero no pude. Además, quería sentir esa increíble sensación de llenarle el coño de lefa por última vez. La puse a cuatro patas, le pegué un par de embestidas salvajes más y una enorme corrida salió por mi polla mientras le tiraba del pelo como si se lo fuese a arrancar. Fue el mayor gritó que pegué al correrme en mi vida. Saqué el rabo de dentro y su coño empezó a chorrear semen. Estaba claro que no había mejor manera de terminar con nuestra relación. Cuando acabamos de limpiarnos, me dispuse a irme a mi habitación.
- Bueno, creo que lo ideal ahora es que cada uno durmamos en nuestra cama.
- Sí, es lo suyo, la verdad.
- Oye, Dani.
- Dime.
- Gracias por haberme hecho volver a sentir una mujer atractiva. Gracias por estos meses.
- Gracias a ti, mamá. He disfrutado muchísimo y he hecho cosas que siempre había soñado y nunca pensaba que iba a hacer.
- Me alegro muchísimo, Dani. Ahora, ¿madre e hijo?
- Claro, mamá, te lo he prometido. Madre e hijo.
- Genial.
- Aunque si algún día cambias de opinión... estoy en la habitación de al lado.
- Jajajaja, ¡serás bobo!
- Es en serio, eh.
- Bueno, pues si cambio de opinión llamaré a tu puerta.
- No me importaría, jajajaja. Descansa, mamá.
- Buenas noches, hijo.
Sabía que este día tenía que llegar en algún momento, pero nunca se está lo suficientemente preparado para dejar de hacer lo que más te gusta en el mundo. Y para mí, follar con mi madre estaba por encima de cualquier cosa. Aún así, su decisión y su felicidad van por delante, así que la respeto y apoyo en lo que haga falta. Al fin y al cabo, dicen que todo lo bueno algún día tiene su fin... ¿O quizás no?