Mamá se pasa de confianza con su hijo (2)
Después de estar a un palmo de cometer una locura, la aproximación y la relación entre Daniel y su madre va a llegar hasta un punto que va a ser totalmente irreversible.
La mañana siguiente fue un poco atípica. Era fin de semana y nos despertamos más tarde de lo normal, pero eso no era lo más raro. Después de lo de anoche, ninguno de los dos sabía cómo reaccionar para que no se malinterpretasen las cosas. Yo, por mi parte, opté por seguir comportándome casi como siempre: bromista, natural y picantón con mamá.
- Qué guapa estás hoy, madre.
- Uy, ¿y ese halago tan repentino?
- Verdades, solo digo verdades.
- Eres un liante.
- ¿Yo? Para nada, dos no la lían si uno no quiere.
- Demasiado listo eres tú.
- Eso no te lo niego, la verdad. ¿Queda café?
- Sí, hice hace un rato.
- ¿Está caliente?
- ¿Yo?
- No, graciosa. El café.
- Te entendí otra cosa. Sí, debe estarlo.
- Quien entiende otra cosa es por algo. ¿Quieres leche?
- Sí.
- ¿De la mía?
- Anda, el otro graciosito de turno.
- Me refiero a la desnatada, ¿ves cómo entiendes lo que quieres?
Mi madre cambió ligeramente el rostro y se sentó en el sofá, el mismo sofá en el que ayer estuvimos a punto de hacer algo que jamás hubiera imaginado.
- Dani, ven. Quiero hablar de lo de ayer.
- ¿Lo de ayer?
- Sí.
- Vale, ¿de qué, exactamente?
- De lo que pasó entre tú y... bueno, más bien de lo que no pasó. Mira, Dani, tú y yo nos llevamos muy bien, tenemos mucha confianza y no tenemos vergüenza, pero eso se tiene que quedar ahí.
- ¿Te refieres a lo de rozar el...?
- Sí, a eso me refiero. Yo no me supe controlar, te toqué demasiado y lo que empezó siendo una broma casi acaba como acaba.
- A ver, tranquila, mamá. Más que madre e hijo somos mejores amigos, ¿no?
- Sí, pero no puede ser. Por muy buena relación que tengamos seguiré siendo tu madre. Tú eres un chico muy atractivo, a los dos nos gusta mucho el sexo y estamos pasando una mala racha, pero eso no justifica que nos comportemos así.
- Yo no lo veo tan grave, la verdad. No pasó nada, ¿no?
- Si no lo llego a parar, ¿que podría haber pasado?
- Lo que los dos hubiésemos querido que pasase. Tú también estás buenísima, nunca te lo he negado ni lo haré.
- Vale, Daniel, pero soy tu madre. Y lo que es más grave, tienes novia, y a ella le puedes hacer muchísimo daño.
- ¿Si no estuviese con Andrea pondrías freno a lo de ayer?
- Sí, porque seguiría siendo tu madre. No quiero que nuestra relación cambie, pero tenemos que tener los dos claro que hay cosas que no se pueden tolerar.
- Vale, mamá. Lo entiendo. Perdona.
- No tienes que pedir perdón, Dani, fue algo de los dos, no hay ningún culpable. Venga, que no quiero que esta chorrada cambie nuestro día a día, ni nuestras bromas...
- Pues déjame decirte que ese vestidito te hace unas tetas dignas de las mejores actrices porno.
- Se miran pero no se tocan...
- Con lo que a ti te gusta tocar otras cosas...
- ¡Y bien dura que la tenías! También se debe acercar a la de algún actor porno, ¿eh?
- ¿Necesitas comprobarlo?
- No, no. Tranquilo, jajajaja.
A pesar de la charla de mamá, sabía que había entrado al juego de lleno. Solamente se estaba autoconvenciendo de algo que era imposible, porque los dos nos deseábamos mutuamente como no se desea nadie. Durante el desayuno no pude dejar de mirar su pedazo escote mientras me imaginaba el momento en el que por fin conseguiría comerme esas tetas con las que tanto había fantaseado. Ella, además, no perdía la ocasión de, en cuanto podía, arrimar su culo contra mi polla. La tensión y el jugueteo sexual era prácticamente imposible de frenar.
Después de desayunar los dos nos fuimos a hacer nuestras respectivas tareas: ella tenía que atender algunos asuntos que le habían quedado pendientes del trabajo y yo tenía que terminar de pasar a limpio mis apuntes y hacer mi parte de un proyecto grupal de la universidad. En un descanso, salí a por un vaso de agua y vi a mamá sin el vestido que tenía puesto antes. Ahora, solo llevaba un sujetador que le hacían los pechos todavía más grandes y bonitos si era posible y un pantalón muy corto con el que se le veía casi todo el culo.
- Vaya, ha vuelto el verano y no me he dado cuenta.
- Tú ignoras el calor que hace.
- Me he dado cuenta, sí, y no solo por el tiempo que hace.
- Eres tonto.
- Un poco. Como siga así después me doy un bañito en la piscina.
- Me apunto.
- Eso está hecho.
Toda la tarde viendo en primera persona a mi madre en bikini, ¿hay mejor plan? No lo creo. Volví a la habitación para seguir haciendo las cosas que me quedaban un rato más. Tras terminarlas, salí a comer con ella.
- Dani, he pensado que a lo mejor podríamos ir a la playa mejor que a la piscina, ¿no?
- ¿A la playa?
- Sí, a esa tan recogida a la que íbamos tanto el verano pasado. Conduzco yo.
- Vale, me parece genial. Si vamos a la zona de siempre seguro que estamos casi solos.
- Seguro que sí. Pues venga, vamos a darnos prisa que habrá que aprovechar el solito.
- Vamos. Vete haciendo lo que necesites, yo friego.
- Así da gusto, hombre.
- Los pedazo macarrones que te has marcado si que dan gusto.
La playa a la que íbamos a ir era un habitual en nuestros días de vacaciones, pero por circunstancias de la vida llevábamos mucho sin ir. La playa principal siempre estaba llena de gente, pero había una zona casi desconocida detrás de una especie de cueva a la que llegamos una vez de rebote a la que prácticamente no iba nadie. La arena y el agua eran mucho más limpias que en la otra zona que siempre estaba abarrotada. Además, estaba muy cerca de nuestra casa.
Tardamos una media hora en preparar las cosas: toallas, agua para beber, ropa de cambio y poco más. En torno a las 15:00 pusimos rumbo a la playa y veinte minutos después ya estábamos allí. Estaba, como esperábamos, vacía. Solo nosotros.
Estuvimos un rato hablando de nuestras cosas del trabajo y la universidad mientras tomábamos el sol y después nos fuimos a dar un baño. Al volver a la toalla, mamá iba a hacer que esa tarde fuera recordada para siempre.
- No hay nadie, ¿no?
- No, seguimos siendo los únicos dueños.
- Genial. Hay confianza, ¿verdad?
Mamá se quitó la parte de arriba del bikini. No, no estaba soñando. Era tan real como lo que había pasado ayer. Ahí estaba yo, frente a frente, viendo las tetas de mi madre al descubierto.
- Joder.
- ¿Qué? ¿Ahora te me vas a poner vergonzoso?
- No, no, para nada. Pero impacta.
- ¿Por qué?
- Porque son tremendas.
- ¡Cómo si no las hubieras visto ya!
- Pero nunca de tan cerca, son enormes.
- Jajajaja, venga, que no son para tanto.
- Joder, ya te digo yo que sí.
Por si fuera poco, la cabrona va y empieza a restregarse la crema solar por las tetas delante de mí sin cortarse ni un momento. Vaya recital. Se me estaba poniendo durísima. Estaba provocándome descaradamente y estaba disfrutando de ello, no tenía ninguna duda.
- ¿Te ves capacitado para echarme crema?
- ¿De qué tipo?
- ¡Serás tonto! Venga, que no llego.
- Voy.
Intenté disimular la erección como buenamente pude, pero el bañador me delataba. Encima, se echó para atrás y se pegó contra mi entrepierna todavía más, así que fue imposible.
- Estoy contentillo, por si acaso.
- Ya ya, algo noto. Estás hecho un guarro.
- Hombre, con esto delante normal que se me ponga dura.
- Si quieres me las tapo.
- No no, no hace falta.
- Bien. Si está así de dura es que algo tendré bien, ¿no?
- Demasiado bien diría yo.
- Qué halagos, Daniel.
- Nada que no sepas ya.
Poco después, volvimos al agua. El calor era insoportable, ya no sé si era por el sol que hacía o por lo cachondo que me ponía la situación. Dentro del agua, aproveché para jugar con ella lo máximo posible. Veía rebotar esos pechos en el agua casi en mi cara y me ponía enfermo. Era como estar en una nube.
Todo lo bueno se acaba. Poco a poco el sol dejó de estar presente y fue anocheciendo. Con ello, volvió la parte de arriba del bikini de mamá. Poco después, decidimos poner rumbo a casa de nuevo. Eso sí, lo que había disfrutado esa tarde no me lo quitaba nadie.
Llegamos a casa poco antes de la hora de cenar. En la ducha no pude aguantar la tentación y me hice una paja con el recuerdo de todo lo que había vivido hace unas horas. Tras esto, preparamos la cena, cenamos tranquilamente y después vimos la televisión un rato. Como estábamos muy cansados los dos, nos fuimos a dormir muy temprano. Yo, por mi parte, dormí plácidamente después del día tan emocionante que había tenido.
A las 10 de la mañana ya estábamos otra vez en pie. Desayunamos, limpiamos y recogimos levemente la casa. En torno a las 12, me llegó un mensaje de mi novia diciéndome que si me apetecía quedar para comer y pasar la tarde juntos. Tenía la casa sola.
- Mamá, he quedado con Andrea.
- Genial, ¿estás a comer?
- No, comeré con ella por ahí y luego iremos a dar una vuelta, supongo.
- Perfecto. Pasadlo muy bien, Dani.
- Gracias, madre. No llegaré muy tarde, antes de cenar estoy por aquí.
- Vale. ¡Hasta luego!
No le quise contar a mi madre que iba a ir a su casa para evitar que se puediese replantear lo que estaba pasando entre nosotros, no quería que nada pudiese llegar a truncar nuestro acercamiento. Justamente después de comer, Andrea y yo nos pusimos una película en Netflix. No duramos ni una cuarta parte. A la media hora, Andrea estaba masajeando mi polla mientras gemía en mi oído porque le estaba acariciando el clítoris.
- ¿Vamos a la habitación?
- ¿No prefieres hacerlo aquí?
- ¿En el sofá? ¿No es demasiado incómodo?
- Me pondría muy cachondo follarte aquí.
- Pues hazlo.
Estaba excitadísimo. El sofá solo podía recordarme a lo de anteayer. Andrea empezó a cabalgar sobre mi polla mientras yo le comía las tetas pensando en que eran las que ayer mi madre me estaba enseñando en la playa. No me podía quitar la imagen de mi madre de la cabeza, Andrea gemía y me hablaba y yo solo la escuchaba diciéndome esas guarradas con la voz de mamá. Estaba siendo el mejor polvo de mi vida. Poco antes de correrme, fruto de la excitación, empecé a follármela tan fuerte que parecía que iba a destrozar su vagina, hasta que finalmente eyaculé dentro de su coño pensando, una vez más, en que me estaba corriendo en el coño de mi madre.
- Vaya polvazo, joder.
- Ya te digo. Estabas cachondísimo, campeón.
- Hombre, la ocasión lo merece.
- ¿Tanto te pone el sofá?
- El sofá y la que gemía como una perra encima de él.
- Me lo apunto, ya sé con qué chantajearte.
Llevaba sin disfrutar tanto del sexo desde hace muchísimo. Posiblemente, jamás lo había disfrutado tanto como hoy. Seguimos viendo Netflix hasta altas horas de la tarde, cuando me despedí de ella y me fui de vuelta a casa porque ya llegaba su madre.
Pensaba que follar con Andrea me iba a quitar las ganas de tener algo con mamá y me iba a clarificar las ideas, pero tenía las mismas ganas de follármela que antes. Incluso, tenía más. Si me había puesto así pensando en ella mientras follaba no podía imaginar cómo me pondría si lo hiciese de verdad. Volví a casa y ella estaba esperándome sentada en el famoso sofá.
- Hola, mamá.
- Hola, Dani. ¿Qué tal?
- Bien, la verdad.
- ¿Novedades?
- ¿De qué?
- Que si habéis follado, hijo, que a veces te cuesta pillar las cosas.
- Que va, no hay manera. Al final fuimos a su casa, lo intenté pero no quiso hacer nada. Yo ya no sé ni lo que hacer.
Mentí como un cabrón, las cosas como son. Manipulé totalmente la realidad, Andrea me había pegado una follada de las que te dejan seco, pero sabía que si le decía a mi madre que lo habíamos hecho se acabarían todas y cada una de las posibilidades que existían de tener algo entre nosotros. No pensaba dejar pasar la ocasión increíble que tenía delante de mí, y mamá no iba a follar conmigo si sabía que con Andrea había vuelto relativamente la normalidad.
- Bueno, hijo, paciencia. Las relaciones son así.
- Ya, joder, pero yo no soy de piedra. Echo de menos el sexo y si ella no me lo puede dar lo tendré que buscar en otro sitio.
- Piensa con tranquilidad, Dani. Dale tiempo, ya verás como va cambiando. Y si no, ya tomarás una decisión.
- No sé, bueno... ¿Cenamos? Necesito despejarme.
- Yo ya cené, la tienes preparada. He pensado una cosa.
- Miedo me das.
- ¿Nos echamos unas copas después de cenar? Te vendrá bien para desestresarte.
- Genial, me parece una idea cojonuda. Me ducho, ceno y le damos.
- Perfecto.
Estaba la pelota en mi tejado. Mamá borracha no se me iba a escapar, eso seguro. No sabía si conseguiría follármela, pero tenía claro que algo pasaría. No iba a aguantar reprimir todos sus instintos (que cada vez estaban más claros) estando bajo los efectos del alcohol. Me duché lo más rápido que pude, cené lo más rápido que pude y ahí estábamos.
- ¿Ron-cola?
- Sabes ganarme, Dani. Con mucho hielo.
- A sus órdenes.
Empezamos a hablar como de costumbre y, sin comerlo ni beberlo, en menos de media hora ya llevábamos tres copas.
- Estoy ya más que contenta, eh.
- Se nota, se nota, jajajaja.
- ¿Jugamos a algo?
- ¿A qué te refieres?
- A hacer preguntas. El que quiera preguntar tiene que beber un trago.
- Venga va, empieza. Pero tiene que ser picante, si no, no vale.
- ¿Lo dudabas?
- Para nada.
- ¿Mis tetas o las de Andrea?
- Empezamos fuertes. Las tuyas, si ya lo sabes.
- Lo sé, pero me gusta oírlo, jajajaja. Anda que si te oyese...
- Pues es la verdad. Me toca. ¿Que se corran en tus tetas o en tu boca?
- En la boca. Me pone muy cachonda.
- ¿Cuántos tíos lo han hecho?
- No muchos, es un privilegio. Solo se la chupo a los que más me ponen. A tu padre nunca le dejé.
- Dato innecesario.
- Venga, mi turno. ¿Te has hecho pajas pensando en tu madre?
- Eso no vale.
- ¡Eso es que sí!
- Joder, no te voy a mentir.
- ¡Qué fuerte!
- No te hagas la sorprendida.
- Me lo imaginaba, pero tenía que corroborarlo.
- Pues muchas más de las que tú te piensas. Antes de estar con Andrea caía una diaria.
- Tela... ¿Y después?
- Eso es otra pregunta, cárgate más la copa.
- Vale. Venga, a responder.
- Desde que no follamos ha vuelto a caer alguna.
- ¡Serás guarro! Me siento entre orgullosa y avergonzada.
- Prefiero lo primero. Culpa tuya por estar tan buena. Mi turno.
- Vamos.
- Si no fuéramos madre e hijo, ¿hubieras tenido algo conmigo?
- Y tanto.
- ¡Toma ya!
- Con el asco que me da que se corran en mi cara a ti te dejaría las veces que quisieras.
- ¡Joder!
Estábamos los dos a mil. Mi polla casi ni cabía en los pantalones y tenía claro que el chocho de mi madre tenía que estar más mojado que nunca. Necesitaba un paso más para que sucediese lo que tenía que suceder.
- ¿Cambio de juego?
- ¿Qué ofreces?
- ¿Te atreves a lo que sea?
- Lo que sea, Dani.
- ¿Te gusta la geografía, verdad?
- Más o menos. La aprobaba en el instituto, por lo menos.
- Genial. ¿Has oído hablar del strip-capitales?
- No.
- Normal, porque me lo he inventado yo. Consiste en qué cada uno tiene que adivinar la capital del país que el rival le ponga. El nivel de dificultad tiene que ser similar. Por cada una que falle, se tiene que quitar una prenda de ropa elegida por el contrario. El que se quede sin ropa por completo tendrá que hacer, estando desnudo y durante cinco minutos, todo lo que le diga el otro.
- Todo esto es para que te enseñe más las tetas, ¿no?
- Me has pillado.
- Vale, creo que lo he entendido. Me gusta. ¿Cinco minutos desnudo haciendo lo que yo quiera?
- O tú desnuda, campeona.
- A ver si es verdad. ¿Las zapatillas de casa cuentan como ropa?
- No. Solo camiseta, pantalones y ropa interior.
- Vale, vas a perder. Empiezo yo. Capital de Austria.
- Viena. Capital de Suiza.
- Zúrich.
- Mec. Berna.
- Mierda.
- Quítate la camiseta.
- Vale.
Mamá se quitó la camiseta y se quedó con un sujetador que remarcaba su talla 100 de pecho.
- Capital de Suecia.
- Estocolmo. Capital de Finlandia.
- Helsinki. No me pillas, hijo. Capital de Dinamarca.
- Ni idea.
- Copenague. Fuera la camiseta, Danielito.
- ¿Te gusta mi tableta?
- Y lo que me queda por ver me gusta más.
- Capital de Noruega.
- Estoy muy borracha.
- Respuesta incorrecta: Oslo. Fuera pantalones.
El tanga rojo de mamá hizo que mi polla tuviese todavía más vida propia. Cada vez que se giraba y ponía el culo en pompa era como pisar el cielo.
- Capital de Islandia.
- Joder.
- ¡Reikiavik!
- Venga ya, eso te lo estás inventando.
- Qué mal perder, Daniel. Pantalones también fuera.
- Tela.
Me bajé los pantalones y me quedé en calzoncillos. Evidentemente, mi madre vio el bulto, no la había tenido así en la vida.
- ¡Guárdate algo para cuando me la tengas que enseñar!
- Ya veremos... Capital de Brasil.
- Brasilia. Joder, me voy quedando sin ideas. Capital de China.
- Pekín. Capital de la India.
- Venga hombre.
- ¡Nueva Delhi!
- Eso es trampa.
- Ni trampa ni trampolín.
- Va, dime.
- A enseñarme las tetas.
Mamá se quitó el sujetador. Sus despampanantes tetas quedaron al descubierto y me quedé embobado mirándolas.
- Ale, ya tienes lo que querías.
- Creeme que todavía no, pero no me quejo de lo que veo de momento.
- A ver si te pillo... Capital de Bulgaria.
- Sofía.
- ¡Joder!
- ¿Estás lista? Si la fallas pierdes.
- Lista.
- Capital de Letonia.
- Dime otra.
- Si, venga. Capital de Letonia.
- ¡No es justo!
- No tengas mal perder, mami.
- No tengo ni idea.
- Riga.
- Joder.
- Ya sabes lo que toca.
Mamá estuvo unos segundos lamentándose, gesticulando y haciéndose de rogar, pero finalmente accedió a quitarse el tanga. Se levantó y comenzó a bajárselo poco a poco, como si de un striptease se tratase. Completamente depilado, de revista, sin un solo pelo mal puesto. Al sentarse, cerró las piernas lo máximo posible para que ni siquiera se le pudiera ver mínimamente el coño, pero yo no estaba dispuesto.
- ¿Contento?
- No lo sabes tú bien. Y quedan los 5 minutos.
- ¿Qué quieres que haga?
- Tienes que hacer lo que yo quiera.
- Venga.
- Ábrete de piernas.
- ¿Qué?
- Quiero verte el coño.
- ¿Esto es de verdad?
- Tienes que hacer lo que yo te diga.
Aunque en un principio la idea no le gustó, no tardó mucho en abrirse de piernas. Y ahí estaba, tanto tiempo preguntándome como sería, ahí estaba el coño de mi madre. Era precioso, la de hombres que la han metido y se han corrido ahí dentro y seguía siendo como el de una veinteañera. Estaba exageradamente mojado, en mi vida había visto un coño tan húmedo. Mamá se había puesto tan cachonda que echaba lubricación vaginal a litros. Pagaría lo que fuera por arrancarme los calzoncillos y metérsela al momento.
- Tócate un poco.
- ¿Masturbarme?
- Sí.
La cerda no se cortó y empezó a hacer movimientos circulares con su dedo en el clítoris mientras gemía de placer. Eché mano del móvil y empecé a grabarlo.
- Eso ya es pasarse.
- Es solo para mí.
- Bórralo después de usarlo.
- Vale.
Siguió masturbándose mientras yo grababa y disfrutaba de lo que en mi vida hubiera imaginado. Ya se habían pasado los cinco minutos que correspondían, pero ella seguía a lo suyo. Me fui acercando caminando poco a poco hasta el punto de poner mi polla erecta al lado de su cara.
- ¿Necesitas una mano extra?
- Una mano precisamente no.
Mi madre metió la mano que le quedaba libre dentro de mis calzoncillos y empezó a menear suavemente mi polla. Yo ya no me lo podía creer. Me bajé los gayumbos para que pudiese hacerlo con más facilidad.
- ¿Quieres saber cómo la chupa tu madre?
- Joder que si quiero.
Dejó de tocarse, se puso de rodillas en el sofá, se metió mi rabo en la boca y empezó a chupármela como no me lo habían hecho en la vida mientras me miraba a los ojos. Estaba disfrutando como lo guarra que es, hacía movimientos circulares con la lengua sobre mi glande y luego movía la cabeza de atrás hacia adelante y viceversa. Alternativamente, también me escupía la polla y me la meneaba durante un rato mientras me lamía los huevos. La excitación era enorme. Se volvió a meter la polla en la boca de una forma tan profunda que le provocó un par de arcadas.
- Tienes la polla enorme.
- Joder, mamá, vaya gozada.
- ¿Qué tal?
- Es la mejor mamada de mi puta vida.
- ¿Mejor que las de Andrea?
- Mucho mejor.
Mamá echó una sonrisa de puta antes de seguir chupándome la polla y me la puso a reventar. Estaba a punto de estallar.
- Voy a llenarte la boca de lefa.
- Échamela toda.
Siguió chupando unos segundos más hasta que finalmente le eché toda la leche caliente en la boca. Tuve tal orgasmo que grité como un hijo de puta. Me acababa de correr en la boca de mi madre. No era un sueño, era real. Mamá se aguantó la corrida en la boca para enseñármela mientras me la seguía chupando y, luego, se la tragó.
- ¿Está buena?
- Está buenísima. Es la mejor lefa que me he tragado.
- La chupas de muerte.
- Lo sé, uso muy exclusivo. ¿Te ves capacitado para rematar lo que empecé yo antes?
Mamá me puso la mano en su coño.
- Quiero follarte.
- Y yo quiero que me folles.
Empecé a comerle el coño mientras metía dos dedos en su vagina. La pedazo de zorra estaba que no podía más.
- Vamos a la cama.
- Venga.
- Pero a la tuya.
- ¿A la mía? Es más pequeña.
- Me pone muy cachonda que me folles donde te has follado a tu novia.
- No puedes ser más guarra. Y eso me encanta.
- Lo sé.
Fuimos a la habitación mientras por el camino nos liábamos y nos metíamos mano. Una vez allí, tiré a mamá sobre la cama. Me puse encima de ella y empecé a juguetear con su coño, masajeando su clítoris con la cabeza de mi polla. De mientras, también le comía las tetas y mordía y pellizcaba sus pezones mientras se retorcía de placer. La zorra estaba que parecía que se iba a correr ahí mismo.
- Méteme el rabo.
- Ponte a cuatro.
Puse a mamá a cuatro patas, como si fuese una perra, y le metí de golpe la polla entera, como sabía que le gustaba. Haber tenido conversaciones tan calientes me permitía saber todo lo que le gustaba follando. Nada de empezar flojo, le gustaba la caña. Empecé a hacer fuertes movimientos de pelvis, chocaba contra sus nalgas y parecía que estaba haciendo una masacre. Le tiraba del pelo como si fuera a arrancárselo mientras me la follaba durísimo y la puta guarra gemía como no lo habría hecho nunca. Después, llené de saliva dos dedos y empecé a meterlos y sacarlos de su culo mientras me la seguía follando.
- Me encanta tu polla Daniel.
- Y a mí tu coñito, joder.
- Fóllatelo así de duro cariño.
Mamá tomó las riendas y empezó a cabalgarme ella. Yo aproveché y mientras me follaba le acariciaba circularmente el clítoris. Pocos minutos después, la muy guarra empezó a gritar como una perra. Tuvo un orgasmo que lo escucharon hasta en la otra punta del barrio. Yo también estaba a punto de correrme, así que cambiamos al misionero. Comencé a hacerle metes-sacas a mi madre, que seguía disfrutando como una zorra de la follada que le estaba pegando su hijo. Agarré sus tetas como un cerdo, moví la polla con más fuerza todavía y eché un chorro de semen en el coño de mamá que se mezclo con su corrida vaginal de minutos antes.
- Joder, mamá, follas como una puta diosa.
- Pues anda que tú, Dani. Me has hecho correrme como hacía años que no me corría.
Nos comimos la boca y caímos rendidos en la cama pocos minutos después. No me dio tiempo ni a procesar todo lo que había vivido y todas las emociones que había sentido hoy, estaba tan cansado que me dormí casi de inmediato. Por la tarde, corrida en el coño de Andrea. Por la noche, corrida en la boca y en el coño de mamá y fantasía desde que era adolescente totalmente cumplida. A decir verdad, no se puede pedir más.