Mamá se pasa de confianza con su hijo (1)
Daniel es un chico con pareja estable desde hace tres años. Pese a ello, la mala racha que su relación lleva atravesando durante meses sumado a la excesivamente buena relación que tiene con su madre puede traer consigo nuevas experiencias sexuales y grandes cambios en su vida.
Me llamo Daniel y tengo 21 años. Soy un chico más o menos alto, atractivo y con un cuerpo bastante atlético, ya que me gusta mucho ir al gimnasio. Desde hace casi tres años mantengo una relación con mi novia Andrea, a la que conocí gracias a unos amigos de la Universidad y con la que he sido muy feliz durante todo este tiempo. Andrea es una chica maravillosa: cariñosa, atenta, entregada a su pareja y muy atractiva. Físicamente es un 8,5/10: bajita, pechos grandes y muy bien puestos y una cara preciosa. Desde el primer día nos entendimos genial en la cama, el sexo con ella era una locura y nos compenetrábamos al cien por cien. No obstante, en los últimos meses, cada vez lo hacemos menos. Hemos pasado de tener una vida sexual muy activa (hacerlo prácticamente cada vez que nos veíamos, es decir, 3-4 veces por semana) a que el sexo sea algo muy secundario y limitado en la relación (dos o tres veces cada dos semanas, como mucho). A pesar de hablarlo con ella en reiteradas ocasiones y prometerme que eso iba a cambiar, esa actitud dura como mucho la primera y segunda semana y, después, vuelta a las andadas: sexo muy esporádico. Como es una de las personas que más he querido en mi vida, nunca he pensado en dejarla aunque arrastremos este problema durante un tiempo bastante alargado.
Yo, por mi parte, toda mi vida he vivido (y sigo viviendo) con mi madre. Mi padre nos abandonó cuando yo ni siquiera había cumplido el año y jamás he querido saber nada más de él. Ella se llama María, tiene 47 años y para que nos vamos a engañar: está buenísima. Posiblemente, es la tía más cañón que te puedes echar a la cara a pesar de su edad: tetas muy grandes, culo resplingón y trabajado en el gimnasio, cara morbosa y bastante atractiva y una actitud que harían a todos los hombres del mundo fijarse en ella. Es la locura de todos mis amigos desde que comenzamos a tener las hormonas por los aires. Cada vez que alguno de ellos venía a casa se quedaba embobado mirando sus grandes escotes provocadores, sabedora de que puede gustar a chicos de cualquier edad. En alguna ocasión he llegado a tener una pequeña bronca con ella por esto, pero la verdad que yo también estaba encantado por verla diariamente con sus vestidos cortitos enseñando por toda la casa.
Mi relación con mamá siempre ha sido fantástica. Nunca ha habido tapujos entre nosotros, hemos hablado de todos los temas posibles. El sexo nunca ha sido un tabú, todo lo contrario, disfrutamos hablando de ello y contándonos experiencias entre nosotros (a decir verdad, me pone muy cachondo cuando me cuenta según qué cosas). Está feo que precisamente lo diga yo, pero mi madre tiene una pinta de guarra que no puede con ella. Sé en qué posturas le gusta follar, con cuántas personas ha estado en los últimos años, qué cosas le encantan en el sexo, cuáles son las que mejor se le dan, qué ha probado y qué le gustaría probar... Y una infinidad de asuntos que os dejarían con la boca abierta. Más que madre e hijo, somos mejores amigos. Solo hay una cosa que jamás le he contado: antes de tener novia, y durante casi toda mi adolescencia, ella ha sido la gran protagonista de mis pajas. Eres un chaval con las hormonas a cien, te pone cachondo cualquier cosa y, para colmo, tienes en tu casa a una tía que está mucho más buena que las actrices porno que ves por el ordenador, ¿qué vas a hacer? Pues aprovecharlo. Me encantaba espiarla mientras se duchaba (alguna vez pillaba tocamientos), cuando se agachaba y se le veían perfectamente las tetas debajo de sus vestidos escotados, le hacía fotos a escondidas cuando íbamos a la playa y hacía topless... Era una obsesión. Eso sí, la muy cabrona casi siempre se iba a follar a casa de sus amantes. Muy rara vez se traía algún hombre a casa. Las pocas veces que lo hacía y la pillaba dejaba la puerta abierta pensando que estaba dormido y no me iba a enterar (nuestros cuartos están muy separados), por lo que yo aprovechaba y la grababa vídeos follando, pasando un miedo tremendo por ser descubierto, que estuve usando durante años para masturbarme. Todo el deseo de hacerle de todo a mi madre se me quitó cuando conocí a Andrea y supe lo que era de verdad el sexo de forma asidua con una mujer. Pero, desde que arrastramos esta crisis en los últimos meses, me están volviendo a la cabeza las fantasías con mi madre. Uno no es de piedra, ve lo que hay en casa y no puede remediarlo... y eso me preocupa. Aunque esté enamoradísimo de mi novia, mamá siempre seguirá siendo la buenorra de mamá.
- Dani, te quedas a cenar aquí, ¿no?
- Sí, mamá.
- ¿No habías quedado con Andrea?
- No, al final está su madre en casa. Y total, para lo que hacemos...
- ¿Qué?
- Nada, nada. Ya te contaré.
- De eso nada, tú me cuentas ya.
- Bueno, primero habrá que preparar la cena, ¿te ayudo?
- La cena ya está preparada desde hace rato, cariño. Dispara.
- A ver, cómo te lo cuento... Es que es algo muy privado.
- ¿Lo habéis dejado?
- No, no. Vamos al grano, tú sabes que a mí me gusta mucho el sexo.
- Como a todos, hijo.
- Ya. Pues resulta que últimamente follo menos que un cura.
Mi madre se empezó a reír a carcajada limpia.
- Joder, mamá, no te rías. Luego dirás que no te cuento cosas.
- Perdona, nene. Vamos a ver, ¿qué tontería es esa?
- Pues eso, que Andrea y yo no... Si echamos uno a la semana ya es mucho. Y ya llevamos meses así.
- Bueno, no te preocupes tanto. Esto son rachas, a lo mejor está agobiada con las clases.
- No, no es por eso. Ya lo hemos hablado muchas veces y me promete que va a intentar cambiarlo pero... Nada.
- Huele a rutina. ¿No habéis probado a hacer cosas nuevas?
- Todo lo nuevo que le propongo no le mola, parece que se está cansando de mí.
- No digas tonterías, esa chica te quiere con locura. ¿Qué le has propuesto?
- Lo que a ti tanto te gusta.
- ¿Acabar en la cara?
- No, coño, si sabes que eso lo he hecho.
- Mmmmm, ¿anal?
- Sí.
- ¿Casi tres años y nunca lo habéis hecho por el culo?
- Joder, parece que estoy hablando con Carlos o con Jaime.
- Jajajajaja, si ya sabes que soy así.
- Ya. Pues no, no le gusta la idea.
- Bueno, cada una es como es, Daniel. Tú no la obligues a hacer cosas que no quiera.
- Eso está claro.
- ¿Seguís haciéndolo sin condón?
- Lo poco que lo hacemos, sí.
- La píldora quita el deseo sexual, ¿por qué no probáis otra cosa?
- Lleva dos años y medio tomándola y antes follábamos tan ricamente, si fuese por eso llevaríamos así desde mucho antes.
- Pues no lo sé... Ten paciencia y si la cosa no mejora habla con ella en serio, dile la importancia que tiene esto para ti, los problemas de autoestima que veo que te está causando...
- Eso haré.
- Y no pienses chorradas de que no le gustas, ¡cada día estás más guapo y más bueno!
- Anda que menuda fue a hablar, la que es como el vino y mejora con los años.
- Venga ya, he pegado un bajón en los últimos 3 años que no es ni medio normal.
- ¿Bajón de qué? Si se la sigues poniendo dura a todo el barrio. ¿Por qué crees que estos no pisan esta casa? No paran de mirarte como buitres.
- Tus amigos siempre han estado muy salidos. Se me está cayendo el pecho y el culo lo tengo muy blando.
- ¡Pero si tienes unas pedazo tetas que ya quisiera cualquiera de 20!
- ¡Daniel!
- Y ahora se hace la ofendida... Mira, que no se te suba mucho, pero estás mucho más buena que Andrea con 25 años menos.
- Anda que si te oye... La falta de sexo te está afectando.
- Pues un poco... Lo que no quita que si estuviera soltero y no fueras mi madre te haría de todo.
- ¡Serás guarro!
- Pero si tú piensas lo mismo de mí...
- Hombre, un jovencito buenorro al que enseñarle como follar, ¿dónde hay que firmar? Jajajaja.
- Perdona, aquí el que enseñaría en todo caso sería yo.
- Tienes más moral... Venga, vete a poner la mesa, que tú también estás más salido que el pico de una mesa.
- Espera, espera. Aquí solo hablamos de mí. Y tú, ¿qué?
- ¿Qué de que?
- De que ya no me cuentas quienes son los afortunados que te llevan a la cama.
- ¿Por qué crees que no te lo cuento?
- ¿Te has follado a algún amigo mío?
- ¡No! ¿Quién te crees que soy? Además, el único que está bueno de tus amigos eres tú.
- ¿Insinúas que me follarías?
- Como me sigas tentando...
Mi polla y mi corazón se estaban poniendo a mil. Siempre había tenido conversaciones picantonas y muy guarras con mi madre, pero jamás tan subidas de tono como hoy. Era la primera vez que pensaba, de verdad, que mamá podría cruzar un límite que jamás habría pensado.
- Era broma, eh, que se te ha quedado una cara...
- Entre broma y broma...
- Tu novia asoma.
- Venga, que no te libras. Cuéntame.
- Pues que yo sí que follo menos que una monja, Dani. Cero. Desde hace casi un año.
- Venga ya, ¿Manuel fue el último?
- Sí. Y solo me folló por el culo, así que por el otro sitio llevo un par de meses más.
- ¡Mamá!
- Jajajajaja, es lo que hay, hijo.
- Y encima que les dejas hacértelo a pelo y correrse dentro...
- Eh, eso es solo con los que tengo confianza y sé que no me van a pegar nada. El resto a ponerse la gomita.
- Que guarra eres...
- Un respeto a tu madre, hombre.
- ¿Y cómo es que nadie te ha probado en casi un año?
- Los muy gilipollas de mi edad se pillan rápido y quieren una mujer para toda la vida, y eso yo no lo quiero. Yo quiero follamigos, vienes, lo hacemos y te vas. Y los más jóvenes no me llaman la atención, son unos desesperados y se les nota. Y así estoy, casi un año a base de dedo.
- Me da que hay un joven que te parece que está bueno.
- Hombre, tú eres la excepción.
- ¿A mí me harías ponerme condón?
- Para nada, tú tendrías libertad para hacer lo que quieras.
Me acerqué a mamá en el sofá y le puse la mano en el muslo, muy cerquita de su vagina. Su vestido corto y semiabierto me permitía ver su coñito, sin braguitas, recién depilado. Me puse más cachondo todavía y mi polla parecía que se iba a salir del pantalón. Mi madre, poco a poco, acercó su mano hasta ponérmela encima de la polla.
- Se me ha puesto cachondo el niño, eh.
- Hombre, como para no.
Mamá me quitó de forma brusca la mano de sus piernas cuando mis dedos ya estaban empezando a rozar superficialmente su coño. También levantó su mano de mi polla.
- Venga, ya está, a ver si con tanto cachondeo al final vamos a hacer una locura. Vete a poner la mesa.
- Voy, mamá.
Estaba convencido de que mi madre había hecho eso en contra de su voluntad porque, si se guiaba por sus instintos, me la iba a acabar follando como nunca se lo habrían hecho. Por eso, decidí no presionarla y actuar normal. Sabía que muy pronto, si la cosa sigue por esta línea, se la metería a la mujer más perfecta que han visto mis ojos. Lo siento mucho por mi novia Andrea, pero si ella apenas quiere tener sexo conmigo, no voy a evitar lo que llevo queriendo desde que era un chaval: follarme a la tía a la que espiaba y grababa las pocas veces que se metía chicos a su cama, siendo ahora yo ese chico. En definitiva, follarme a mi madre.