Mamá, se está corriendo, cariño
Mamá se corre en tu polla, cariño.
Mi maestro fue un viejo de ochenta años que le gustaba mamar pollas tanto o más que comer coños, ya que otra cosa no podía hacer, pues la polla no se le levantaba. El viejo en cuestión, del cual no voy a decir su nombre, daba lecciones de cómo follar a una mujer a cambio de una mamada. Los mozos más que por las lecciones iban por las mamadas. Yo le había caído bien, más que nada porque era un gamberro y le recordaba sus tiempos mozos. Recuerdo que era martes de carnaval cuando con la pica del chuzo de la vaca, o sea, una vara con una pica delante, me dibujó unas tetas y un coño, un coño con pelos y todo y me dijo los nombres de sus partes... Me dio la lección y después me examinó. Señalando un pezón, me preguntó:
-¿Qué es esto?
-Un pezón.
-Señaló la areola.
-¿Y esto?
-La corona.
-¿Qué se hace con la corona y el pezón?
-Lamerlos, chuparlos y también magrear las tetas y...
-Ya vale. ¿Esta que es?
Señalaba el clítoris
-La pepita.
-¿Qué hay que hacer con ella?
-Lamerla y chuparla.
-¿Qué no hay que hacer con ella?
-No hay que retirar la lengua cuando la mujer se corra.
-¿Y?
-¿Y qué?
-¿Y qué más?
-¡Ah, sí! Dejar la parte de arriba calcando la pepita y meterle la lengua dentro del agujero del coño mientras se corre.
-¿Qué tendrías que decirle a una moza sin estrenar si cuadra que también te estrenes tú?
-No tenga miedo. No le va a doler. Ya desvirgué a más chavalas.
-Así, aparentar. ¿Y qué más?
-Y que de ninguna de las maneras me voy a correr dentro de ella.
-¿Qué no hay que hacer a una moza sin estrenar?
-Metérsela a lo bestia.
-¿Y con una mujer casada que tienes que hacer?
-Dejar que me folle. Yo no sé follar, soy virgen.
A grandes rasgos esas fueron mis primeras enseñanzas. Con el tiempo ya sabía yo más que el viejo, aunque para eso hubo una primera vez, y esa vez fue con Asunción, mi madre putativa. Por aquel entonces, o sea, hace seis meses, tenía treinta y dos años y estaba cómo un queso de tetilla. Creo que no había un chaval en la aldea en que vivíamos que no se hubiera pajeado fantaseando con ella.
Todo empezó un día que Asunción estaba en la huerta lavando ropa en el pilón. Al enjuagar en el agua la ropa que enjabonaba y frotaba se echaba hacia delante y enseñaba los muslos de sus piernas casi en su totalidad. La estuve mirando unos minutos y mi polla se puso tiesa cómo un palo. Exponiéndome a llevar una hostia suya y una paliza de mi padre, saqué la polla, y caminado sin hacer ruido me puse detrás de ella. Cuando se echó hacia delante le empotré la polla contra el coño. Fue cómo si se la hubiese metido en el culo. Se enderezó y se dio la vuelta con la mano levantada. Al ver que era yo bajó la mano, me miró para la polla, y me dijo:
-¿Por qué hiciste esa tontería, hijo?
-Me calenté viendo tus piernas, es que pasó tantas ganas... ¡Cuándo perderé la maldita virginidad!
-Ya te llegará tu hora, hijo, ya te llegará tu hora, ahora guarda esa cosa.
-Sigue lavando y deja que me desahogue.
-No puedo, hijo, sería una mala puta si hiciera lo que me pides.
-Se una mala puta por cinco minutos.
-¡¿Tú sabes lo que me estás pidiendo?!
-Sí, un gran favor.
Le dio a la cabeza, y después dijo:
-Vale, te haré ese favor. Fingiré que no sé que me estás mirando.
Asunción se dio la vuelta y se puso a lavar la ropa. La primera vez que se agachó, le aparté para un lado las bragas blancas y le froté la polla en el coño. Se incorporó y me reprendió.
-Mira, pero no toques.
Volvió a fregar y cuando se inclinó, le volví a levantar el vestido, le aparté las bragas y volví a frotar. Sin incorporarse, me dijo:
-Deja de hacer eso.
Si Asunción quisiera zanjar aquella situación, al levantarle el vestido ya no permitiría que se la frotara en el coño y con un tortazo me mandaba a pajearme a mi habitación. Yo me di cuenta de esto, pues soy muchas cosas, pero tonto no soy. Seguí frotando.
-No sigas que mamá está muy necesitada y podría perderse.
Sus palabra me animaron a que siguiese frotando y seguí. En poco tiempo tenía del coño encharcado entre mi aguadilla y sus flujos. Mi polla patinaba por él y ya no aguanté más. Me corrí en la entrada de su coño. Sintiendo mi leche en su coño me dijo:
-Métela y dame duro.
No lo pensé dos veces se la metí de un viaje en su gran coño y corriéndome le di leña... Tanta leña le di que me corrí de nuevo Cuando me dijo:
-¡Mama se corre en tu polla, cariño!
Su cuerpo sufrió espasmos desde que se comenzó a correr hasta que acabó.
Esa noche un hombre que se llamaba Edelmiro y otro que se llamaba Antonio había traído a mi padre a casa. Yo ya estaba en cama cuando Asunción les abrió la puerta. Me levanté y vi que mi padre estaba tan borracho que no se tenía en pie. Lo metieron en la cama de matrimonio y se fueron. Volví para cama. Poco después entró Asunción en camisón en mi habitación, encendió la luz, y me preguntó:
-¿Puedo dormir contigo? Tu padre ocupa toda la cama y a tu hermana sabes que no le gusta que duerma nadie en su habitación.
Sabía, sabía, mi hermana Elvirita, que esa semana fuera a casa de mis abuelos, era muy suya en lo tocante a su habitación, le respondí:
-Claro que puedes.
-No te hagas ideas raras, hijo, es solo dormir.
Vi que sus tetas hacían dos grandes bultos en el camisón y que en él se marcaban los pezones, lo que me dijo que no llevaba sujetado. El camisón le daba muy por encima de las rodillas, era cómo si estuviera pidiendo guerra.
Apagó la luz en la cabecera, se metió en cama, me dio la espalda y me dijo:.
-Buenas noches, cariño.
-Buenas.
La luz de la luna se colaban entre las contras de la ventana y dejaba ver su silueta bajo la sábana. Unos minutos más tarde muy despacito levanté la sábana que nos tapaba para ver su culo. Me preguntó
-¿Qué haces?
-Tengo calor.
Quitó la sábana de encima. Cogí la polla y la empecé a menear mirado para su culo y para sus piernas.
Al ratito me preguntó:
-¿Estás haciendo una paja?
-Sí.
Encendió la lámpara de la mesita de noche y mirando para mi polla empalmada, me dijo:
-¿Tanto te pongo?
-Más que cualquiera chavala de la aldea.
-¿De verdad?
-Sí.
-¿Haces cosas pensando en mí?
-Sí. ¿Te molesta que las haga?
-No, hijo, al contrario, me halaga que las hagas. ¿Te la chupo en tus fantasías?
Sí.
-Quita los calzoncillos.
Quité los calzoncillos.
Me cogió la polla, le lamió el frenillo varias veces y después la mamó y la masturbó un par de minutos, ya que ese fue el tiempo que tardé en correrme. Al salir la leche me chupó solo la punta y se la tragó toda. ¡Fue maravilloso! Al acabar de tragar me dijo:
-Ahora vamos a dormir, cariño.
Apagó la luz, y se dio la vuelta. La polla me picaba y no se me bajaba. Empecé a menearla de nuevo. Asunción sintió el roce y me preguntó:
-¡¿Otra vez?!
-Es que ahora aún tengo más ganas. Me pica mucho.
Se quitó el camisón y las bragas, me dio la espalda y me dijo:
-Frótala en mi culo a ver sí te corres y me dejas dormir.
Agarré la polla con la mano derecha, se la froté en el culo y le pregunté:
-¿Me dejas meterte mano en las tetas?
-Mete.
Magreé sus tetas con una mano y froté la polla en su culo con la otra. Mi padre le debía dar bien por el agujero negro, ya que frotando la cabeza entre las nalgas se coló dentro del ojete. La saqué y seguí frotando, pero la cabeza entraba una y otra vez. En una de estas que tenía la cabeza dentro, Asunción empujó con su culo y la polla entró hasta el fondo. Le agarré las tetas con las dos manos y le follé el culo. No sé el tiempo que llevaría Asunción sin follar, lo que sé es que dos o tres minutos después las nalgas y las piernas le comenzaron a temblar y entre gemidos y en bajito, me dijo:
-Mamá se está corriendo, cariño.
Me corrí dentro de su culo y me puse tan tenso al hacerlo que al acabar de correrme tenía las piernas tiesas. Cuando le saqué la polla del culo, se dio la vuelta, me dio un pico, y me dijo:
-Ahora a la que le pica es a mamá.
Iluminada por la luz de la luna que entraba entre las contras vi sus tetas, grandes, hermosa, con unas coronas oscuras y unos pezones cómo garbanzos de gordos y su coño peludo. Le dije:
-¿Quieres follar?
-Sí, cariño, pero no te corras dentro otra vez que podría quedar preñada.
-A lo mejo ya estás.
-A lo peor querrás decir:
-Eso, a lo peor.
-Ven y mete, pero no te corras dentro ni mandándote yo.
-Entendido.
Me eché encima de ella, separó un poco las piernas y se la clavé hasta el fondo. Entró como nada. Apoyé las manos en la almohada y la follé despacio para no correrme... Al principio le entraba floja, pero a medida que la iba follando iba entrando más apretada, era cómo si el coño la chupara. Pasado un tiempo, viendo que aún la tenía lejos, la follé aprisa a ver si se corría ella y no tardó en correrse. Su coño apretó mi polla y dijo:
-Mamá se corre en tu polla, cariño.
Sentí cómo me encharcaba la polla con los jugos de su corrida y vi como temblaron sus nalgas, sus piernas... Tembló todo su cuerpo mientras se corría. Me costó aguantarme, pero me aguanté. Cuando acabó me corrí entre los labios y la entrada de su coño.
Al acabar Asunción se limpió el coño con la sábana, me cogió la polla, vio que seguía dura, y me dijo:
-¿Quieres seguir?
-Eso no se pregunta. Dime algo que quieras que te haga.
-¿Me haces cosas en tus fantasías antes de follarme?
-Sí, te hago muchas cosas.
Se levantó de cama, le puso la llave a la puerta, volvió a la cama, se echó boca arriba, y me dijo:
-Este es el momento de hacer realidad tus fantasías.
Miré para sus enormes tetas con areolas grandes y grandes pezones y vi su coño rodeado de pelo negro sobre el que brillaban parte de los jugos de sus corridas y de mi leche y me tiré cómo un lobo a por sus tetas. Las agarré con las dos manos. Se las iba a devorar, pero me acordé de las enseñanzas de viejo... Le amasé las tetas, le besé y lamí los pezones y las areolas y besé, lamí y chupé las tetas por arriba, por abajo, por los lados... Jugué con sus tetas hasta que sentí sus gemidos, gemidos que eran cómo susurros. Luego bajé a su coño. Estaba abierto y era un señor coño, un coño grande. Al meter mi lengua dentro él, el coño le metió un bocado. La lengua se le escapó y al hacerlo se pringó de jugos, jugos ricos, ricos. Saboreé, tragué, la volví a meter y Asunción, entre gemidos, dijo:
-¡Qué gusto!
Luego lamí su coño de abajo a arriba..., después lamí y chupé su clítoris, Asunción me preguntó:
-¿Quién te enseñó a hacer esto?
Hice círculos con mi lengua plana sobre su clítoris, y después le mentí.
-Leí libros prohibidos.
-¡Benditos sean esos libros!
Casi un cuarto de hora me llevó hacer que se corriera, pero cuando se corrió lo hizo a lo grande. Su cuerpo recorrido por el placer parecía tener el mal de san Víctor y de su coño salieron jugos para llenar una copa. Asunción perdió el conocimiento y no sintió caer mi leche sobre sus tetas, ni a mi padre llamando por ella desde la habitación de matrimonio. A oírlo le limpié la cara con una sabana y después la sacudí. Al abrir los ojos y verme, sonrió, luego oyó a mi padre llamar por ella y salió de cama a la velocidad que sale una bala del cañón de una pistola. Se puso en pie, cogió las bragas y al agacharse para ponerla y levantar un pie se fue hacia un lado y casi se cae. Se sentó en el borde de la cama, se puso las bragas y el camisón. Esperó a que mi padre la volviera a llamar para que no sintiera el ruido de la llave al abrir la puerta. Cuando la llamó abrió la puerta, salió al pasillo y le respondió:
-¡Ya voy! ¡¡No dejas ni cagar a la gente!!
Esta historia me la contó en la cama de su habitación un primo mío una noche que quedé a dormir en su casa después de acompañarlo al hospital donde había ingresado su padre para operarlo de una hernia discal... Poco después de contármela entró en la habitación su madre y su hermana cubiertas con un camisón, y... ¿y el resto os lo imaginas? No, mejor os lo cuento.
Cuatro no son multitud
Asunción entró en la habitación acompañada de mi prima Elvirita, la hermana de Juan. Venían con dos cirios en las manos. Los pusieron sobre la mesita de noche. Elvirita y Asunción se quitaron los camisones y quedaron en cueros. Elvirita se metió en cama entre su hermano y yo. Elvirita le ofreció las manos a su hermano, Juan se las sujetó por las muñecas... Asunción al tiempo que le iba pellizcando los pezones le fue dando pequeños golpes en el coño con cuatro dedos. A rato Elvirita comenzó a gemir. Asunción le metió dos dedos en el coño y con ellos dentro los movió de abajó a arriba y de arriba a abajo a toda hostia hasta que Elvirita se corrió retorciéndose cómo un muelle y jadeando cómo una perra.
Al acabar de correrse Elvirita, Asunción le dijo:
-Este cumpleaños no lo vas a olvidar mientras vivas
Yo no sabía que coño pintaba allí, pero tampoco lo pregunté, me limité a mirar y a mojar mis calzoncillos de aguadilla.
Asunción cogió los cirios y muy lentamente derramó la cera sobre sus tetas y sobre su vientre. Cuando se la echó pensé que la iba a quemar pero Elvirita comenzó a gemir y supe que de quemar, nada. Después de embadurnarla, nos dijo
-Quitarle la cera de las tetas.
Al quitarle la cera de las tetas, de los pezones y del vientre Elvirita volvió a gemir. Mi polla se estaba volviendo loca, pero más loca se iba a volver Elvirita cuando Asunción bajó al pilón, y entre lamida y lamida nos dijo:
-Comerle las tetas.
Le comimos las tetas, Asunción le comió el coño y Elvirita se volvió a correr cómo una zorrita que era.
Cuando Elvirita acabó de correrse, Asunción le dijo a Juan:
-Chúpasela a Quique.
Ahora sabía porque estaba allí, era parte del regalo de cumpleaños de mi prima. Juan se quitó los calzoncillos, me quitó los míos, me agarró la polla y la metió en la boca. No era la primera que chupaba una polla, ya que lo hacía de maravilla. Asunción y Elvirita miraban cómo me la mamaba.
Elvirita tenía una cintura fina, caderas generosas y largas piernas, tetas pequeñas con areolas rosadas, pezones que apuntaban hacia arriba y su coño estaba rodeado por vello castaño, que era el color del cabello de su cabeza, cabello que le caía por la espalda y le llegaba a la cintura. Asunción le dijo:
-Besa a Quique
El contacto de sus suaves labios con mis labios fue tan excitante que me corrí en la boca de mi primo. Lo que vino a continuación hizo que mi polla siguiera tiesa cómo un palo, y fue que Juan besó a su madre putativa con la boca llena de leche y que ella sin tragarla besó a Elvirita, luego Elvirita se echó sobre la cama, flexionó las rodillas, se abrió de piernas y con el dedo medio de la mano izquierda me señaló el coño. Metí mi cabeza entre sus piernas y comencé a comerle el coño. No sé si habían jugado antes con otro, pero estaba todo preparado. Asunción le dijo a Juan:
-Ahora, Juanito.
Sentí su polla frotarse en mi ojete y después cómo me la metía dentro del culo. Menos más que la tenía delgada..., o no, ya que al rato me empezó a gustar y quería que me llenase más el culo.
Asunción se comenzó a masturbar viendo cómo le comía el coño a mi prima y cómo mi primo me daba por atrás... Antes que nadie me corrí yo, y me corrí cuando mi primó me cogió la polla y me la meneo mientras su polla entraba y salía de mi culo, después se corrió él dentro de mi culo. A continuación Elvirita se corrió en mi boca y viendo cómo se corría su hija putativa, Asunción se corrió en sus dedos.
Al rato con Elvirita de pie, al lado la cama, Asunción nos dijo:
-Quique, tu ponte delante de Elvirita y tu ponte detrás, Juan.
Nos pusimos. A Juan no le dijo lo que teína que hacer, a mí sí.
-Acaricia la cara de la cumpleañera con las dos manos -la acaricie-. Besa su frente y después sus ojos -las besé-. Besa su nariz y después su cuello. -los besé-. Besa su boca sin meterle la lenga dentro -le di un pico-. Acaricia sus tetas sin apretarlas, que tus manos resbalé sobre ellas -hice lo que me dijo-. Besa y lame su ombligo -besé y lamí. Acaricia sus caderas-. Lo hice. Frota tu polla en su coño -se la froté y estaba empapada-. Cógela en brazos y métele la puntita-. Hice lo que me dijo-. Bésala con lengua y vete metiéndola despacito.
-!Qué culito más rico! -dijo Juan.
Mi polla entrando y saliendo del coño muy apretada y la lengua de Juan jugando en su ojete hicieron que se empezara a deshacer en gemidos. Al rato con sus brazos rodeando mi cuello, y después de morrearse conmigo cómo ganas atrasadas, dijo:
-Me voy a correr otra vez, mamá.
No me dio tiempo a darle tiempo. Sentí que me corría, la quité y me corrí fuera. Asunción me quitó de delante del coño de su hija putativa, se puso ella y le dijo:
-Mamá quiere que le des en la boca esa cosita calentita, cariño.
Asunción metió todo el coño en la boca y en cuestión de segundos, Elvirita sintiendo la lengua de su hermano en el culo y la de su madre putativa en el coño, descargó en su boca.
A acabar de correrse Elvirita, Asunción estaba tan cachonda que nos dijo:
-Voy a celebrar mi cumpleaños por anticipado. Tú vas a follarme en el culo, Juan, y tú vas a follarme el coño, Quique.
Íbamos cómo locos a por su culo y a por su coño, pero Asunción calmó nuestras ansias.
-Primero quiero lengua en los dos sitios.
Se abrió de piernas. Cuando me agaché para comerle el coño vi que le colgaba de él algo que se parecía mucho a los mocos que le colgaban a un crío de la aldea cuando había frío, solo que él absorbía para arriba y los volvía a deja caer y el coño no sabía hacer eso. Los lamí y cuando pasé la lengua por el coño me encontré con muchos más, no sé con qué se encontraría mi primo, pero fijo que cómo mocos no eran. Poco después nos decía:
-Meter.
Metí en su coño y le di a mazo. Juan también le acribilló el ojete con su polla. Elvirita no se quiso perder la fiesta, mientras nosotros le dábamos lo suyo ella le comió la boca. Esta vez la cumpleañera tuvo que darse dedo, pero sabía dárselo, ya que cuando su madre putativa se corrió, con el culo y el coño llenos de leche, también se corrió ella
Luego pasaron mas cosas, pero ya os conté lo más sustancial.
P.D.
Al acabar de escribir este relato estaba tan cachondo que me tuve que aliviar. Si en ese momento te pillara a ti, sí, a ti, a la que está leyendo esto, te follo hasta dejarte seca, fueras fea o guapa, gorda o flaca, alta o baja, rubia, morena o pelirroja, tuvieras setenta años, sesenta, cincuenta, cuarenta, treinta, veinte o acabaras de cumplir la mayoría de edad... Joder. ¡Que hambre paso de coño!
Quique.