Mamá sacrificada.
Estela, pese a las dificultades económicas por las que está pasando su familia, se las ingenia para conseguir que su vecino les instale internet, lo que ella no sabe es el pago que tendrá que dar a este por su ayuda...
Estela tiró el periódico al suelo con un monumental enfado. Estaba realmente disgustada. Después de llevar casi un año desempleada no le había salido ni una sola oferta de trabajo en su sector y la situación comenzaba a ponerse cada vez peor.
Después de ajustar muchos presupuestos Estela había logrado que tanto su marido como sus dos hijos pudiesen mantenerse con el sueldo que ingresaba su pareja. Habían tenido que dejar algunos lujos a un lado, como lo eran comprar cosas de marca, y su marido había tenido que dejar de fumar, pero después de todo había logrado solventar la crisis y poder seguir pagando con regularidad la hipoteca de la casa en la que vivían, de la que para su desgracia aun le quedaban varios años de cuotas mensuales.
Estela comprendía perfectamente que no pudiese encontrar un nuevo empleo, ya que para las personas mayores de 45 como era su caso, era bastante complicado reenganchase en el mundo laboral después de haber sido despedida. La mujer, con disgusto había tenido que ver como su hija mayor, la cual iba a comenzar la universidad al año siguiente, tenía que buscarse un trabajo para intentar pagarse los estudios que ella no podía facilitarla, sintiéndose una madre bastante negligente.
Beatriz, que así se llamaba su hija, trataba de restarle importancia a aquello y le decía a su madre que no tenía importancia y que sacaría nuevas experiencias si se incorporaba al mundo laboral a tan temprana edad, pero Estela sabía que solo le decía aquello para que se sintiese mejor, consiguiendo el efecto contrario, ya que el no poder pagar la educación de una hija tan comprensiva la llevaba de tristeza.
Estela en los últimos meses había tratado de recortar aún más en el presupuesto familiar, sin que su marido lo notase, para ahorrar lo suficiente como para instalar internet en su casa y que al menos su hija no tuviese que desplazarse a la biblioteca o al centro social cada vez que Beatriz quisiera consultar cualquier información, pero después de casi dos meses tratando de recortar gastos aquí y allá se encontró con que lo que había ahorrado en dos meses no le daba ni para la factura de un mes.
Estala, que desde hacía unos meses se estaba acostumbrando a las decepciones diarias, salió de su casa camino del supermercado para hacer la compra, aquel día tenía en mente comprar pocas cosas, ya que el día en que hacían los mejores descuentos eran los jueves, día en que no dudaba en coger a sus dos hijos para que le acompañasen y así poder llevar a casa el mayor número de artículos posible.
La compra de aquella mañana de martes tan solo se limitó a un par de barras de pan y un poco de pescado fresco de oferta que pondría para cenar aquella misma noche.
En el camino que recorrió desde su casa al supermercado, y del supermercado a casa, Estela paró en todas la empresas de trabajo temporal que había para ver si en alguno de sus escaparates se encontraba con la oferta de empleo de sus sueños, pero como siempre que miraba aquella acción fue totalmente improductiva.
Estela aceleró el ritmo cuando vio que la puerta de su portal estaba comenzando a cerrarse, no es que tuviese nada excesivamente importante que hacer para darse aquella prisa, pero había visto al hijo de la única mujer que conocía que tuviese internet en su bloque de edificios, y era un muchacho con el que raramente coincidía.
- Gracias- dijo la mujer al ver que Alberto, que así era como se llamaba el muchacho que le estaba sujetando la puerta.
- De nada- respondió el chico encaminándose hacia los ascensores.
La mujer no miró directamente al muchacho, pero le observó valiéndose del espejo que había en el descansillo. Alberto tenía un año menos que su hija, era de complexión delegada, de mediana estatura, como ella, piel clara y lucía una media melena de pelo castaño y liso que le cubría casi hasta los ojos.
- Oye, Alberto- dijo la mujer para captar la atención del muchacho- he intentado conectarme a internet con un wi-fi y la única señal que me llega a casa es la de vuestro internet, pero me pide una contraseña.
- ¿Con que has intentado piratear nuestro internet?- preguntó el chico, haciendo que la mujer balbucease buscando una respuesta, por fortuna el chico rió con ganas al ver el mal trago que le había hecho pasar a Estela- Era broma, no pasa nada, no puedes conectarte porque tenemos una contraseña- dijo el chico.
- Buena, verás, es que Bea comienza la universidad el mes que viene y nos sería muy útil tener internet en casa- dijo la mujer.
- No sé, tendría que hablarlo con mi madre- dijo el chico haciendo que la desilusión se adueñase de la mujer.
- Si lo hablas con tu madre seguro que se niega- dijo Estela que desde que habían llegado a aquel edificio había habido una muy mala relación entre ella y la madre de Alberto- por favor, ¿no podríamos hacerlos a sus espaldas? Ella no va a pagar más porque nosotros nos conectemos también.
- Desde luego eres una influencia muy mala- dijo el chico-tratas de piratearnos el internet, intentas que actúe a espaldas de mi madre…- por fortuna para Estela el mal rato de aquella ocasión fue algo más corto, ya que Alberto no tardó en reír de nuevo- era broma, mira, esta tarde me paso por tu casa con la contraseña y la meto en tu PC.
Estela sonrió profundamente agradecida al muchacho y le indicó a la hora que podía pasarse mientras ambos ascendían en el elevador.
La mujer, que sabía que no debía tirar las campanas al vuelo antes de haber conseguido nada, no comentó ni a su marido ni a sus dos hijos el trato que había hecho con el hijo de la vecina, nunca se sabía cuando su madre se podía enterar y encargarse de que se viniese abajo. De todos modos, Estela, se mostró bastante más risueña que en los últimos días, y fue algo que su familia agradeció, ya que la mujer solía contagiar su estado de ánimo a los que estaban cerca de ella.
La mujer comenzó a hacer sus tareas domesticas tan pronto como despidió a su hijo Ramón. Su marido se había marchado casi una hora antes para completar su jornada laboral y su hija lo había acompañado para que la llevase al centro donde proseguiría su búsqueda de empleo. Con lo que Estela se había quedado sola para hacer las tareas de casa tranquilamente.
El timbre de la puerta sobresaltó a la mujer cuando estaba fregando los platos para la comida, y se apresuró a ir a abrir la puerta. Por supuesto la mujer miró por la mirilla de esta antes de ceder el paso a nadie, Estela era bastante desconfiada en aquel aspecto.
El ama de casa abrió al momento cuando vio el rostro de Alberto mirando fijamente la puerta y le invitó a tomar alguna cosa. El muchacho agradeció el ofrecimiento pero acababa de comer y denegó la cortesía de la mujer.
Alberto, que era un atentico experto con los ordenadores tan solo tardó unos minutos en configurar el wi-fi de su vecina e instalarle internet, mientras que esta observo contenta imaginándose la cara que pondría su hija cuando lo viese.
- ¡Muchas gracias Alberto, eres un sol!- dijo Estela contentísima.
- No se merecen- dijo el muchacho dándose la vuelta en la silla de escritorio en la que estaba sentando para sonreír a la mujer- aunque he estado pensando que tú me podrías dar algo a mí en compensación- Estela lo miró extrañada ya que no esperaba que el chico hubiese hecho aquello con ánimo de lucro ya que sabía de la pobre situación económica de sus vecinos.
- ¿El que necesitas?- preguntó la mujer tratando de disimular su desilusión y procurando mostrarse afable.
- Una cosita que solo te llevará 10 minutitos- dijo el chico haciendo pensar a la mujer- quiero que me des una mamada.
- ¿Cómo dices?- preguntó la mujer escandalizada.
- Me das una mamadita y tienes internet, no creo que sea algo tan complicado para una mujer de tu edad, seguro que le has dado muchas a tu marido- dijo sonriendo, en una actitud totalmente opuesta a la de la mujer.
- ¡Ni hablar!- se negó Estela tajantemente.
- Piénsalo antes de decirlo, te estoy ofreciendo ahorrar a tu hija tener que ir de aquí a la biblioteca todos los días. Ahora no importa porque hace buen tiempo, pero cuando haga más frio, pobrecita, cuanto tiempo va a perder en paseos de aquí para allá- comentó el chico- y todo porque su madre se niega a dar placer a un chico durante 10 minutos, me parece una cosa muy egoísta.
- No puedo hacerlo, no puedo engañar a mi marido- dijo la mujer tratando que el chico comprendiese su situación.
- Claro que puedes, él no se enterará de nada, no me interesa que se entere, ¿que crees que le parecería a mi madre si supiese que a lo que he bajado ha sido a que la vecina me coma la polla?- preguntó el muchacho.
- Está bien entonces- dijo la mujer tratando de sonar lo más serena posible pese a lo mucho que la estaba alterando aquella situación- pero nada de tomar fotos ni hace videos ni nada de eso, esto no puede salir de aquí- dijo la mujer que desconfiaba mucho de las nuevas tecnologías, especialmente de los móviles que iban dotados de toda clase de complementos.
- Desde luego- dijo el chico encantado de que la mujer hubiese aceptado tan fácilmente. El muchacho se había presentado con la intención, de si esta se negaba en redondo, haberle dicho que le haría la misma oferta a su hija, pero el que Estela hubiese aceptado sin necesidad de llegar a tanto le hacía intuir que era una mujer con menos reparos morales de los que aparentaba.
El chico, una vez recibió la confirmación de Estela de que tenían intimidad total, se bajó las pantalones, dejando salir un pene de tamaño medio y no excesivamente grueso que estaba totalmente erecto y que la mujer no había notado antes porque estaba bien oprimido por los pantalones vaqueros del muchacho.
- Como tú has dado la regla de no tomar fotos ni nada, ahora me toca a mí poner alguna regla- dijo el chico- quiero que la mamada me la des desnuda y de rodillas.
La mujer se abría negado a desnudarse delante de Alberto, pero al ver como el adolescente comenzaba a quitarse también la camisa para quedar totalmente desnudo hizo que Estela no pudiese negarse y comenzase a quitarse rápidamente la ropa.
La mujer se libró de su falda y su blusa para a continuación retirar toda su ropa interior, como si de un examen médico se tratase. Estela se sentía bastante orgullosa de su cuerpo, pese a tener más de 45 años seguía teniendo un cuerpo bastante esbeltos y una piel bastante suave y clara, sobre todo en sus pequeños senos, zona que se afanaba en cuidar, ya que era la favorita de su marido.
Pero el orgullo que sentía por su cuerpo bien cuidado, en aquella ocasión no estaba representado exteriormente. La mujer se sentía muy incómoda y un tanto humillada al estar expuesta a la mirada del joven imberbe que observó lascivamente el sexo de la mujer, el cual estaba totalmente depilado. Estela, para acabar cuanto antes con aquella situación y que el muchacho no pudiese seguir observándola clavó las rodillas en el suelo de madera y levantó la cabeza.
- Otra regla- dijo la mujer rezando para que el muchacho aceptase- No trago semen.
- Muy bien, pero me correré donde yo quiera- dijo Alberto aceptando la norma de la mujer- y puedo tocarte mientras me la chupas- dijo el chico.
- De acuerdo- dijo la mujer que estaba dispuesta a esas dos concesiones a cambio de no tener que tragar el esperma de su vecino.
- Pues ya que me vas a dejar que te toque voy a tomar siento- Dijo el muchacho acomodándose en el sofá individual en que se solía sentar su marido, para separar bien las piernas y dejar expuesta su erecta polla y sus colgantes testículos- comienza cuando quieras.
Estela, esperando que aquella fuese la primera mamada que recibía el muchacho y que su inexperiencia valiese para que se corriese cuanto antes, comenzó a lamerle la polla de abajo arriba, comenzando por sus hinchados testículos para ascender lentamente por el tronco de su miembro, hasta alcanzar su glande, meterlo entero en su boca y comenzar a lamerlo haciendo círculos sobre la punta.
Alberto gimió de gusto al sentir por primera vez la lengua de una mujer trabajando su polla, lo que hizo que Estela se motivase aún más, ya que cada vez sentía como la excitación del muchacho subía y eso indicaba que el fin estaba más cerca.
El muchacho no hizo absolutamente nada, más que gozar del trabajo oral que le estaba dando su vecina, durante los primeros dos minutos. El chico, al ver que su eyaculación si la mujer le seguía estimulando con aquella diligencia no tardaría en llegar y perdería la ocasión de palpar el cuerpo desnudo de aquella mujer, estiró la mano para comenzar a jugar con los firmes y suaves pechos de Estela, cuyos pezones no tardaron en ponerse duros y picudos al sentir las inexpertas mano de su vecino.
- ¿Te pone caliente que jugué con tus pezones?- preguntó el chico usando su mano derecha para acariciar uno de los pezones marrones de Estela y la otra para acariciar la pelirroja cabecita que tanto le estaba haciendo gozar. La mujer, omitiendo la pregunta, cabeceó con más fuerza, pero el muchacho no dejó el tema- solo hay una forma de averiguarlo, separa las piernas.
La mujer ignoró la petición del chico, pero su resistencia se vino abajo cuando sintió como el chico apretaba con fuerza el pezón que tenía entre sus dedos. Estela separó las piernas al momento, ya que sus pequeños pezones eran demasiado sensibles y sabía que su invitado podía oprimirlos con bastante más fuerza de lo que lo había hecho.
- Chúpame los huevos también, zorra- dijo el chico mientras estiraba su pie descalzo para colarlo entre las piernas de su anfitriona y acariciar su caliente y húmedo sexo con el empeine- veo que no soy el único que está gozando con esto- comentó el chico sonriendo mientras veía como la mujer sacaba el pene de su boca para comenzar a lamer con delicadeza los testículos de Alberto- Te gusta que te trate como a una putita ¿verdad?
- No, no es cierto no me…- pero un hábil movimiento del pie de Alberto hizo que Estela profiriese un gemido que dejó bien claro que poco a poco la situación había comenzado a excitarla.
La mujer se puso roja de vergüenza al manifestar su placer delante de aquel joven, y pegó mucho su cara al miembro del chico para que este no alcanzase a ver su rubor, mientras continuaba lamiendo las colgantes y pesadas bolas que acompañaban a aquel falo. Pero por mucho que Estela quisiese negárselo a si misma, aquella situación era la más excitante que había vivido desde hacía mucho tiempo.
El calor que la mujer sentía dentro de su cuerpo crecía tras cada gemido que el muchacho profería, llegando al punto de tener que poner sus manos sobre los muslos de Alberto para no verse tentada a acariciarse ella también, aquello lo haría después, cuando el muchacho se hubiese marchado, no estaba dispuesta a masturbarse delante de un adolescente al que ni siquiera le había salido pelo en el pecho.
- ¡Que caliente me tienes!- dijo el chico agarrando con fuerza la melena de la mujer para subirla de nuevo hasta la punta hinchada de su pene- ¡trágatela entera!- dijo el chico.
Estala no dudó en obedecer la orden y trató de meterse aquel pene hasta su garganta, como ya había hecho ante. Pero para su sorpresa aquello no fue posible, si bien el miembro de Alberto seguía teniendo la misma longitud, su grosor después de la lamida de huevos que le había dado había aumentado, viéndose las venas que rodeaban al falo bastante más hinchadas. Aún así la mujer no dio por imposible la tarea y comenzó a cabecear sobre aquella polla llegando cada vez un poco más abajo, hasta que finalmente su nariz llegó al pubis del muchacho y el glande chocó contra su garganta, posición en la que permaneció durante unos segundos para aumentar la excitación del chico, y en la que podría haber permanecido un poco más si no hubiese sido porque Alberto obligó a que la sacase.
- Me voy a correr- dijo el chico entusiasmando mientras pajeaba su polla decidiendo el blanco sobre el que echaría toda su descarga.
La mujer nada más escuchó aquello cerró los ojos y la boca para no tener que tragar nada de esperma y que este no la entrase en los ojos, en el pasado le había sucedido con su marido y era una sensación realmente incómodo. Estela podía oír perfectamente el sonido que hacía aquella polla lubricada tras cada estimulación, hasta que finalmente notó como un líquido caliente cayó sobre su frente y cabello al tiempo que Alberto gemía de placer. Después de aquello los chorros se sucedieron, cada vez con menos fuerza sobre sus mejillas, su barbilla, sus pechos… la mujer tan solo abrió los ojos cuando notó el suave glande del muchacho restregándose contra sus pechos.
- ¡Que buena mamada, esto es aún mejor de lo que me habría atrevido a imaginar!- dijo mirando a Estela cubierta de esperma.
- Vístete y márchate ya, esto no va a repetirse- dijo la mujer levantándose para buscar un pañuelo de papel con el que limpiarse.
- Perdona que te contradiga vecinita, pero esto se va a repetir una vez al mes, igual que mi madre paga el internet una vez al mes tú también lo tendrás que pagar- dijo el chico sonriendo mientras comenzaba a ponerse la ropa.
- De acuerdo, pero será en mi casa y yo te llamaré para decirte cuando podremos estar solos- dijo la mujer, sabiendo que tratar de negociar podría provocar que el muchacho no solo se conformase con una felación.
- Me parece bien.
El chico fue seguido por Estela hasta el pasillo, lugar desde el que le observó totalmente desnuda y aún con el rostro cubierto de semen. La mujer, ya en la intimidad caminó rápida al cuarto de baño para limpiarse el esperma que su vecino había descargado sobre su rostro, pero mientras abría el grifo del agua no pudo evitar quedarse mirando fijamente el espejo en que estaba reflejada.
Allí estaba ella, desnuda, con gran cantidad de esperma por su cara y su pelo rojizo y con algo algún chorro asilado que había aterrizado sobres sus firmes y suaves pechos. Por alguna razón la mano derecha de la mujer actuó por su cuenta y comenzó a estimular su clítoris, mientras que la izquierda pasó sobre el semen que había aterrizado en sus pechos, para a continuación llevarse la mano a la boca y lamerlo de forma lasciva.
Estela, que siempre había sentido bastante repulsión ante el tragar el semen de los hombres, no tuvo problema con el de Alberto, ya que ver su cara de zorrita viciosa en el espejo hizo que fuese algo placentero.
La mujer frotó con ganas su sexo, mientras que con la mano que la quedaba libre se dedicaba a llevarse el esperma que tenía sobre su cara a la boca, poniéndose más caliente a cada momento, hasta que exactamente después de tomar el último dedo lleno de esperma no pudo evitarlo más y eyaculó gimiendo de placer, notando como las piernas comenzaban a flojearla hasta que finalmente cayó arrodillada sobre el frío suelo del baño.
Después de unos minutos sin moverse, totalmente extasiada ante el orgasmo que acababa de proporcionarse, que era uno de los mejores que había tenido en los últimos años, se levantó y se miró al espejo.
La mujer se acicaló un poco y después y comenzó a pensar en lo que le había sucedido aquella tarde. Estela estaba convencida de que después de chupar la polla de su vecino le entrarían remordimiento, pero para su sorpresa lo primero en lo que pensó fue en si sería capaz de llegar a un acuerdo similar con la compañía del agua, la eléctrica, la del gas…
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