Mamá quería mi virginidad 6
Una tarde noche de verano con mi viciosa madre.
En pleno verano, tres meses después de que mamá me arrebatara la virginidad, el sexo entre nosotros era cada vez mejor. Mamá era una mujer madura, atractiva y con experiencia mientras que yo era un joven vigoroso, lleno de energía y deseo por mi progenitora. Ella me enseñaba los misterios del sexo y yo le correspondía con el irrefrenable deseo y fogosidad de un chico de 18 años recién cumplidos. La combinación entre nosotros era explosiva y la pasión no había disminuido ni un ápice.
Terminé el instituto y me matriculé en la universidad. Obviamente escogí la de mi ciudad, pues ni loco iba a mudarme de casa y alejarme mamá. El verano, pero, lo tenía completamente libre para seguir experimentando y gozando del incestuoso sexo con mi madre. Aprovechando el tórrido calor nos pasábamos el día encerrados en casa, protegidos por el aire acondicionado y retozando largamente. Habíamos comprado varios juguetes sexuales y mamá había ampliado su colección de lencería, sabedora de que pocas cosas me excitaban más que verla enfundada en sensuales y provocativos conjuntos.
(…)
-Cariño, ven a la habitación. – Escuché la voz de mamá llamándome. Yo estaba en el comedor, jugando con la videoconsola. La apagué en un santiamén y me dirigí al cuarto que compartíamos.
Al entrar en la habitación la vi, estrenaba lencería. Sujetador y braguitas de color rojo intenso. Aquel conjunto estaba pensado para el sexo, pues en los pezones había dos aberturas, cortes transversales que los dejaban al aire. Las braguitas también tenían una apertura, garantizando el pleno acceso a su vagina. A pesar del calor y gracias al aire acondicionado también llevaba medias, negras, hasta la mitad del muslo. Su voluptuoso cuerpo ataviado con aquella vestimenta era suficiente para que mi pene reaccionara, creciendo casi al instante. Llevaba la melena castaña recogida con una coleta detrás de la cabeza, largos pendientes de oro adornaban sus orejas y un collar a juego caía por su cuello. Los labios los llevaba pintados de un intenso rojo, parecido al de su ropa interior.
-Que buena estás mamá. –Dije antes de acercarme a ella, abrazándola, estrechándola contra mí y besándola.
Nuestras bocas y lenguas se fundieron mientras nuestras manos exploraban los cuerpos. La agarré del culo, apretándola contra mí, masajeando la nalga. Ella deslizó una de sus manos por debajo del pantalón corto y ya me acariciaba y agarraba el sexo.
Poco a poco la fui empujando hasta la cama, tumbándola suavemente y colocándome encima. Separé los labios de los suyos para descender por la suave piel de su cuello. Lo lamí, dejando un rastro de humedad. Llegué hasta el pecho. Separé un poco el corte de una de sus tetas para acceder al rosadito pezón. Me amorré a él, sediento, y empecé a chuparlo y succionarlo con ávido deseo. Lo noté endurecerse entre mis labios, empitonándose de tal manera que parecía capaz de rallar el cristal. Seguí chupando y succionando el pezoncito hasta que decidí que el otro también se merecía mis atenciones.
Mientras hundía la cabeza en la teta de mamá mi otra mano seguía jugando con el pezón restante, frotándolo con dos dedos, pellizcándolo suavemente, retorciéndolo con cariño, con cuidado para no hacerle daño. Percibí como mis actos la calentaban, la hacían respirar entrecortadamente, cada vez más excitada.
Cuando el pezón me pareció lo suficientemente excitado, lamido y succionado, lo abandoné. Mi boca ahora se centró en su plano vientre, bajando con besos y lametones hasta su ombligo. Allí me entretuve un rato, asegurándome de no dejar una sola porción de piel de la barriguita sin que mis labios la cubrieran. Me tomé mi tiempo, sabiendo que la delicadeza y lentitud de aquellos preliminares acumulaban una terrible excitación en el bajovientre de mi madre. Su respiración era pesada y de vez en cuando dejaba escapar pequeños gemiditos.
Mi rostro volvió a bajar por su cuerpo. Hice que separara las piernas, con las rodillas flexionadas, para poder acomodarme entre ellas. Besé la tersa piel de la cara interna de sus muslos y su sexo por encima de las braguitas. Las manos, tendidas por encima de su cuerpo, seguían ocupándose de sus pechos, concentrados sobre todo en los durísimos pezoncitos.
-Oh mi niño… mi hombrecito… no puedo más… - Gemía mamá.
Solo entonces, cuando parecía ya desesperada, separé la apertura de las braguitas rojas. Ante mí su sexo, excitado, brillante e inflamado por el deseo. Aquella hamburguesita de carne rosa rezumaba jugos que desprendían un embriagador aroma de mujer. Mi lengua no pudo resistir la tentación de probarlos. Solo con la punta recorrí los labios vaginales, de abajo a arriba. Besé su recortadito vello púbico antes de volver a mandar a lengua a una nueva exploración. Ahora, pero, penetré un poco con ella en la abierta herida de su sexo.
-Qué bueno… que bien… le comes… el cocho… a tu madre… - La escuché jadear.
Sus manos me cogían la cabeza, revolviéndome el pelo y crispando los dedos cuando mis lengüetazos se fueron haciendo más intensos y concentrándose en los labios vaginales y el clítoris. Aunque seguí jugando con uno de sus pechos mi otra mano bajó a ayudarme en la entrepierna. Acaricié con la yema del dedo los labios de su vagina mientras que mi boca se había apoderado del clítoris, succionándolo, besándolo y chupándolo.
-Oh… mi hombrecito… mi hombrecito… -
Leí las señales de su cuerpo. Me decían que el orgasmo estaba cerca, pero no quise que mamá que se corriera. La quería caliente, excitada y ansiosa por el clímax. Mis labios se retiraron de la rajita para volver a besarla por encima de las braguitas. Hice lo mismo con la cara interna de sus muslos llegando hasta la costura de las medias. Mordí el borde y ayudándome con la mano la bajé poco a poco, quitándosela. Cuando la prenda estuvo por las rodillas la solté para seguir besando y chupando su muslo, adorando su piel con mis labios. Terminé de quitar la media de la misma manera, con la boca y las manos. Está vez mordí por el pie mientras mi mano bajaba la prenda a la par que acariciaba su pierna, su pantorrilla, su tobillo,…
Mamá no tuvo paciencia para que le quitara la segunda media de la misma manera. Me cogió por los hombros y me quitó la camiseta. Me tumbó en la cama, arrodillándose sobre ella y apoyando su pie en mi pecho. Quiso que mordiera la media, también por el pie, pero fue ella la que la deslizó por su pierna hasta llegar al tobillo. Allí terminé de arrancársela con un tirón de cuello, quedándose entre mis dientes.
Mamá la quitó de allí para tirarla al suelo y poder besarme. Su boca describió un recorrido paralelo al que yo había hecho antes. Bajó por el cuello, se demoró en los pechos, mordisqueando suavemente los pezones y lamió el vientre hasta encontrarse con el pantalón. Era un obstáculo para el objetivo de mamá, mi erecto pene, por lo que no tardó en quitármelo. Ya desnudo, me echó un largo vistazo, como si fuera yo un caramelo, antes de inclinarse sobre mi entrepierna para comérsela.
Empezó besando el glande, lamiendo el tronco y chupando los testículos. Cogió la base, retirando la piel del glande, antes de rechupetearlo, escupiendo y usando la lengua, moviéndola en círculos sobre él. Finalmente se lo tragó, clavándoselo ella misma hasta lo más profundo de su garganta. Continuó lamiendo, chupando, mamando,… hasta que la aparté. Aunque la mamada era soberbia quería estar dentro de ella.
La tumbé sobre la cama, le separé las piernas y me recosté sobre ella. Encaré mi falo, apuntando por la doble raja, la de las braguitas y la de su sexo. Sentí en la punta de mi pene la humedad y la calidez que desprendía la entrada de su vagina. Empujé, penetrándola centímetro a centímetro.
-Mi hombrecito… si… métemela…
Terminé de introducirle todo el miembro antes de empezar el mete saca. Empecé lento y poco a poco fui aumentando la velocidad con la que nuestros genitales friccionaban en aquella danza de placer. Besé sus labios y mi lengua se metió en su boca de la misma manera que mi pene lo hacía en su vagina. Así, ambos fundidos por sexos y bocas, estuvimos un rato. Mamá me acariciaba el culo, la espalda, deslizando sus dedos delicados por mi piel. Yo busqué su pecho, sacando el pezón por la abertura del sujetador.
Mamá, más que caliente por todos los preliminares, llegó al orgasmo. La sentí estremecerse y temblar debajo de mi cuerpo mientras ahogaba un gemido con un nuevo y pasional beso. Yo, pero, aun estaba lejos del clímax. Sin quitarle el pene de dentro le di la vuelta. Mamá quedó bocabajo, con la cabeza apoyada en la almohada y las rodillas en el colchón. La agarré por la cintura con ambas manos y la embestí. Saqué casi todo el pene y empujé con fuerza, clavándoselo bien hondo. Sacudí otra vez, otra vez, otra vez,… estrellándole mi pene en su coño con numerosas embestidas.
La habitación se llenó de jadeos, gemidos, gruñidos, de los sordos golpes de mi cuerpo chocando contra la grupa de mamá. Su vagina se estrechaba, contrayéndose las carnes de su interior alrededor de mi falo. Era como si aquel coño quisiera aprisionar a mi sexo, tenerlo dentro y no soltarlo en ningún momento.
Al cabo del rato tuve que reunir todas mis fuerzas para no correrme, para poder seguir dándole a mamá y que consiguiera un segundo orgasmo. Paré mis embestidas para volver a darle la vuelta, tendiéndole la espalda sobre la cama y volví a penetrarla y a la vez estimulé su sexo con los dedos. Conocía ya lo suficiente el cuerpo de mi madre para saber que aquello, masturbarla y follarla a la vez, era una de las maneras más eficaces para volviera a correrse. Así que mientras mi miembro salía y entraba de su cueva mis dedos frotaban y acariciaban su clítoris.
-Si… así mi hombrecito… me vuelves loca… oh… no pares… así… sigue.
Su cuerpo no pudo soportarlo más y el clímax la alcanzó en unos minutos. Levantó la espalda y exhaló un largo jadeo. Sentí mi pene chapotear el flujos vaginales, en su corrida. Cerró los ojos, atravesada por oleadas y oleadas de placer que nacían en su entrepierna y se expandían por todo su cuerpo. Solo entonces, orgulloso de haber regalado un segundo orgasmo a mi amante y madre, saqué mi pene de su interior. Lo agarré y empecé a pajearme frenéticamente.
-Si mi niño… riégame de leche… -
Mi orgasmo se anunció con tres chorrazos de esperma que salieron disparados de mi pene. El primero cayó sobre la cara, el cuello y el pecho de mamá, manchándole el sujetador. El segundo embarró de blanco todo su vientre mientras que el tercero acabó mayormente en sus braguitas rojas, donde dejaron una señal oscura en la tela roja. Unas últimas gotas brotaron, deslizándose por la cara interna de sus muslos. La observé un segundo, sonriente, con el cuerpo lleno de goterones de semen y me tumbé a su lado, exhausto.
(…)
Después de una ducha y una cena ligera estábamos en el salón, viendo la tele. Como les dije antes después de tres meses nuestra vida sexual estaba en pleno apogeo. Supongo que una de las razones es que aquel verano lo estábamos pasando semidesnudos y encerrados por casa, por lo que la tentación estaba al alcance de la mano.
La película de la televisión pronto dejó de interesarme. Mamá, sentada a mi lado en el sofá, estaba preciosa, con el pelo suelto, vestida con una camiseta y unas sencillas braguitas de algodón blanco. Yo tampoco estaba muy vestido, solo con los calzoncillos.
Sin decirle nada aparté un poco la melena castaña para hundir mi rostro en su cuello. Empecé con dulces besitos en aquella suave piel. Lamí un poco la oreja y chupé el lóbulo. Mi mano fue hasta uno de sus pechos. Lo acaricié, amasándolo suavemente por encima de la camiseta. Debajo no llevaba sujetador, por lo que el libre pecho se mecía con la presión de mi mano.
-Nunca tienes suficiente. Tengo un hijo con las manos muy largas. – Dijo divertida.
De mientras mi mano ya se había colado por debajo de la camiseta para jugar con su pezoncito sin ninguna traba. Ella se empezó a excitar, a dejarse llevar por las sensaciones que mis caricias y besos despertaban en su cuerpo. Pronto buscó mis labios con su boca y nos fundimos en un largo beso con lengua. Solo me separé de ella para poder quitarle la camiseta, dejando sus tetazas al aire. Sostuve una con la mano y bajé el rostro hasta el otro seno para empezar a cubrirlo con mi boca. Labios y lengua recorrieron las dos tetas mientras mis manos las acariciaron. Sentí como la trémula carne se estremecía y como se endurecían los dos sensibilísimos pezones.
Bajé una de las manos hasta la entrepierna. Presioné con la palma por encima de las braguitas. Ella, instintivamente, cerró las piernas, apretando más mi mano contra su sexo. Volvió a abrirla para que mi mano se deslizara por debajo de las braguitas para acariciar directamente el coñito. Palpé su rajita y sentí como ya había empezado a humedecerse, dejando su rastro y aroma en el algodón de la ropa interior. Aproveché la lubricación para penetrarla con solo un dedo, hurgando en las paredes de su cueva.
-Vamos a la cama.- Susurró mamá.
Pronto estuvimos en el cuarto. Mamá me empujó suavemente sobre la cama. Ella se quitó las braguitas, tirándomelas a la cara, divertida y provocativa. Dejé las braguitas encima de la cama y la observé a ella, completamente desnuda. Fue hasta la mesita de noche y del cajón sacó dos vibradores. Eran dos de los juguetes que habíamos comprado por internet. El primero de los vibradores se parecía a un pene, aunque de un color lila, casi púrpura. El segundo era más ahusado, plateado y acabado con una punta redondeada.
Arrebaté los juguetes de la mano de mamá para tumbarla, bocabajo. Le levanté la grupa, haciendo que se apoyara con las rodillas. Ya a cuatro patas sobre la cama cogí el primer vibrador, el lila. Sin mucha ceremonia empecé a penetrarla con él. Se lo metí sin dificultad, ayudado por la encharcada vagina. Activé el botoncito y el aparato inició una rotación en su interior que la hizo gemir. Agarrándolo por la base empecé a sacarlo y meterlo, provocando más gemidos en mamá, espasmos en su cuerpo, leves convulsiones en su vientre,…
Con la otra mano aparté un poco las nalgas para meter mi boca en la raja de su culo. Empecé a lamerla, dejando abundante saliva allí. El sudor del culito de mamá era salado. Seguí dando lengüetazos a su raja hasta que finalmente me vi casi obligado a hundir la lengua en el agujerito de su ano. Pugné con la estrecha carne para introducir la lengua lo más hondo posible.
Estuve un rato masturbando su coño con el vibrador mientras le comía el culo con golosa lujuria. El ano fue dilatándose poco a poco, como si supiera que pronto iba a ser penetrado. Desde que había desvirgado su culo se había más que aficionado al sexo anal. Le encantaba sentirse llena por detrás, con su culo abierto por mi polla o por alguno de los juguetes sexuales. Aproveché la forma ahusada y fina del segundo vibrador para acabar de ensanchar el culo de mamá. Encaré la punta del aparató y empujé un poco, metiéndoselo un par de centímetros.
-Oh… si... dios… mío…-
Mamá, al sentirse penetrada por los dos agujeros se volvió loca. Su voz, al igual que su cuerpo, empezó a temblar. Movía las posaderas como si estuviera poseída. De hecho lo estaba, por el deseo, el placer,… Continué luchando con la estrecha carne de su ano, empujando el vibrador, haciendo que a cada segundo estuviera más clavado en sus entrañas. Ya bien dentro, accioné el botón que hacía que el aparato empezara a vibrar. Mamá, con un pene siliconado rotando en el coño y un vibrador zumbando en su ano, no pudo soportarlo. El intenso orgasmo la sacudió por todo el cuerpo. Se tumbó completamente en cama, con las piernas abiertas, gozando de un fuerte placer con los dos juguetes activos en su interior.
Dejé que disfrutara los últimos estertores del orgasmo. Entonces me fijé en las braguitas blancas de algodón que aun reposaban a su lado, encima de la cama. Las cogí, y sin apagar los dos vibradores ni sacárselos, les puse por encima las bragas. De esta manera quedaron bien encajonados, asegurados a su sexo de manera que no pudieran deslizarse hacia fuera. Mamá, lejos de que el orgasmo la hubiera saciado, seguía gimiendo y retorciéndose de placer.
-Oh… mi niño… - Giró la cara para mirarme y lo que vio fue un bulto que asomaba en mis calzoncillos.
Aun temblando por el efecto de los vibradores me ayudó a acomodarme el cama. Me recosté, boca arriba, apoyado en el cabezal de la cama mientras que ella colocaba la cara en mi entrepierna. Lamió el bulto de la ropa interior, presionando con la lengua. Besó y chupó mi pene por encima de los calzoncillos, empapando de saliva la tela. Le encantaba sobetearme el paquete con la boca, restregando su rostro antes de quitarme la ropa interior.
Cuando esta estuvo fuera mamá se abalanzó sobre mi polla. La encontró durísima, apuntando hacia el techo. La lamió, usando la lengua, pasándola por todo el tronco del pene hasta llegar a la punta. Hundió la cara en los testículos, introduciéndoselos en la boca, succionándolos suavemente. Volvió a lamer, varias veces, antes sujetar la base del pene con la mano y tragándose en glande, encerrándolo entre sus mullidos labios.
Mamá hacia unas mamadas soberbias, pero esta no fue de las mejores. Le era imposible concentrarse en mi polla teniendo aún, bien encajonados debajo de la ropa interior, un vibrador en el culo y otro el coño, zumbando, retorciéndose,… De hecho ahora tenía los tres agujeros llenos, pues mamá había soltado la base del pene para tragárselo entero en una garganta más que profunda. De vez en cuando tenía que sacarse la polla de la boca para gemir, respirar, jadear,… debido al placer que inundaba su entrepierna. Mientras me la mamaba, se corrió otra vez. La vi parar de chupar mi pene para aplastar la boca contra mi muslo, mordisqueándolo, para apagar los gritos de placer.
Cuando se recuperó intentó deslizar la mano debajo de las braguitas pero no la dejé. Quería torturarla de deseo. La aparté de mi entrepierna y me coloqué de al lado de la cama. A ella la cogí para arrodillarla enfrente de mí. Me sorprendió que mamá no volviera a amorrarse a mi polla inmediatamente. Lo contrario, me obligó a darme la vuelta, dejando mis posaderas enfrente de su cara.
Cuando sentí su boca besar mis nalgas separé un poco las piernas, ayudando a mamá para que pudiera acceder a mi culito. Su mano se había deslizado por mi cintura para agarrar mi polla, pajeándola. Así, mientras me masturbaba, empezó a devolverme el beso negro. Metió la cara entre la raja de mi culo besó mi ano de la misma manera que lo hacía con mi boca. Metió la lengua en el interior de mi agujerito oscuro.
-Oh… mamá… eres… la mejor… - Gemí.
Ella continuó pajeando y besando mi culo. De vez en cuando paraba, separándose de mi grupa para poder gemir. De nuevo, los persistentes vibradores, amenazaban con hacerla correr. La amenaza fue haciéndose más sólida y finalmente la escuché gemir y jadear experimentando un tercer orgasmo consecutivo.
-Mamá… no aguantaré. – La avisé cuando reanudo su paja.
Me hizo darme la vuelta, empujándome por las caderas. Su boca abandonó mi culo para poder apoderarse de mi polla. Ni siquiera usó la mano, simplemente se la tragó y empezó a mover el cuello frenéticamente en una rapidísima mamada. Fue el final y estallé. Me corrí en su boca mientras ella recogía toda mi corrida en su interior y cuando de mi sexo terminó de salir semen, lo engulló todo. Mis corridas parecían su golosina favorita.
Mamá pudo quitarse las braguitas, que estaban empapadas de flujos, apagar los vibradores y quitárselos. Tanto su culo como su coño estaban abiertos, sensibles y enrojecidos de tanto placer.
Cuando después de una nueva ducha rápida nos tumbamos en la cama, cansados, no tardamos en quedar ambos dormidos profundamente. Recuperamos fuerzas, sabedores que al día siguiente nos esperaba otra jornada de sexo.
Continuará…