Mamá quería mi virginidad 5
Mamá me mostró su parte viciosa y me entregó su virginidad anal
Un mes después de que mamá consiguiera mi virginidad el ritmo de sexo no había bajado en lo más mínimo. Cuando las puertas de casa se cerraban dábamos rienda suelta a nuestra pasión, disfrutando el uno del otro como si nos hubiéramos convertido en adictos. Después del instituto o los fines de semana quedaba poco con mis amigos y regresaba pronto con mamá, sediento que aquella hembra. Acababa de descubrir el sexo de manos de mi propia madre y siempre estaba impaciente por volver a estrechar entre mis brazos su cálido y suave cuerpo.
-¡Ya estoy aquí! – Saludé nada más entrar.
Mamá estaba de pie en medio del comedor. Ella también me esperaba con ansia y esa tarde se había preparado de manera especial. Iba vestida con un conjunto de lencería negro compuesto de sujetador, tanguita y unos ligueros que sujetaban unas medias de rejilla. Llevaba el pelo recogido en un sensual moño y varios mechones castaños caían sobre su frente. También se había maquillado, haciendo resaltar en su rostro los ojos grandes y oscuros y los labios, pintados de un carmín rojo intenso, mullidos y carnosos. Me fijé en su sensual figura, acentuada por los zapatos de vertiginoso tacón que calzaba.
-Que buena estás… - Fue lo único que acerté a decir, embelesado por su sexy cuerpo.
Ella sonrió, picara, acercándose a mí. Sabía que con aquella lencería me había encendido, aunque a decir verdad necesitaba poco para tenerme cachondo perdido. Me cogió la nuca y me atrajo hasta su boca para besarme con pasión, metiéndome la lengua hasta la garganta. Su cuerpo se restregó en el mío y sentí la turgencia de sus senos, la firmeza de su vientre, la suavidad de su piel, el aroma del pelo,… Dentro de mis pantalones el pene empezó a reaccionar. Mis manos también despertaron y la agarré del culo, apretándola más hacía mí.
-Oh… mamá… - jadeé al sentir que la palma de su mano me frotaba el sexo con violencia, endureciéndolo.
-No,… hoy no me llames mamá. – Se apartó un poco, mirándome fijamente a los ojos. – Hoy quiero que me llames Laura y esta noche quiero me hagas lo que quieras. Quiero que me trates como a una zorra,… hoy no soy tu madre, soy tu puta.
Me quedé unos segundos asimilando lo que me pedía y finalmente asentí, sonriendo. Si quería que la tratara como a una zorra lo haría, entrando en su juego. Empecé a comerle la boca con brusquedad, lamiéndola, mordisqueando sus labios y metiéndole la lengua hasta la campanilla. Estrujé sus pechos por encima del sujetador, también de manera brusca, amasando la carne y seguramente haciéndole algo de daño. Ella, pero, parecía completamente puesta en su papel y me dejó hacer. De su boca escaparon suaves gemidos y quejidos.
-Oh… si… trátame como la guarra que soy… fóllame la boca…
Empujé los hombros hacia abajo, haciendo que se arrodillara frente a mi entrepierna. Empezó a frotar su cara en mi duro paquete, como si fuera una perra en celo. Pronto le molestaron los pantalones, los desabrochó y me los bajó hasta los tobillos junto con la ropa interior. Ante su rostro apareció mi empalmado pene. Se relamió unos segundos antes de empezar a chuparlo, de arriba abajo, cubriéndolo completamente con su lengua y sus labios.
-Fóllame la boca. – Repitió con voz ronca y excitada cuando tuvo mi pene brillante y recubierto de su saliva.
Abrió la boca para que mi sexo desapareciera en su interior. Yo le cogí la cabeza y empecé a empujársela, adelante y atrás, cada vez más rápido. También moví las caderas, follándole la boca con brusquedad tal y como me había pedido. Los sonidos apagados de mi pene atravesándola hasta la garganta y mis testículos estrellándose contra su barbilla inundaron el pequeño salón de casa.
De la comisura de sus labios empezó a brotar un exceso de salivas y babas, de sus ojos saltaron lagrimones fruto de que se estaba ahogando con mi polla,… pero lejos de apartarse se abandonó al placer de sentirse usada por su hijo. Era lo que quería,… y yo no pude soportarlo mucho rato. En apenas unos pocos minutos sentí mi orgasmo cerca y gruñí, avisándola. Ella movió la cabeza con más velocidad, pues quería siguiera follándole la boca hasta el clímax.
Me corrí, inundándole la garganta de una espesa y abundante cantidad de semen. Se estrelló contra su campanilla, contra su paladar,… llenándole la boca de esperma. Ahíto de placer me derrumbé sobre el sofá mientras ella degustaba y se tragaba mi corrida como si fuera su comida favorita.
Se levantó para ir a lavarse la boca y la cara y retocarse el maquillaje, que se había corrido después de la espectacular garganta profunda que acababa de hacerme. Regresó al cabo de unos minutos y se recostó a mi lado en el sofá. Yo aún estaba con los pantalones y la ropa interior por los tobillos. Empezó a besarme el cuello, a chuparme la oreja,… despertando de nuevo el deseo en mí.
Una de las ventajas de tener 17 años y acabar de descubrir el sexo es la asombrosa capacidad de recuperación y un deseo insaciable como un pozo sin fondo. La sangre empezó a bombearse a los cuerpos cavernosos de mi pene y asomó una naciente erección cuando mamá agarró el sexo. Pronto dejó de estar flácido, creciendo entre sus dedos como efecto de sus caricias.
La besé, estrujando de nuevo sus tetas con fuerza. Ella se dejó hacer mientras le lamía y le besaba los labios y el cuello.
-Si… mi niño… hoy soy tu putita… -Susurró. - … trátame como la zorra que soy… - repetía entre jadeos.
-Muy bien ma… -Me interrumpí al recordar que esta noche aquella mujer no era mi madre, era Laura, la guarra insaciable. – Laura.
Mi polla ya estaba completamente dura de nuevo y mamá lo aprovechó para hundirse en mi entrepierna, mamándomela de nuevo con ansiedad. La dejé unos minutos chupando antes de cogerla y apartarla del caramelo que era mi pene para ella.
La tumbé en el sofá y me senté en una punta. Sin sacarle el sujetador aparté las copas de la pendra, bajándolas y liberando las dos esferas de carne de sus pechos. Me incliné para comerme uno de ellos con ansia. Lo chupé, mordisqué el pezón, lo succioné,… este se endureció rápidamente. Pasé al segundo pecho, tratándolo de la misma manera. Mi mano jugaba con su otro pezoncito, pellizcándolo, estirando su teta,… haciéndola gozar con la mezcla de placer y el dolor.
Mi otra mano le bajó el tanga hasta la mitad del muslo. Jugué, enrollando mis dedos en su fina franja de vello púbico castaño. Ella, pero, estaba excitadísima y con un ronco gemido me pidió que la tocara de verdad, que dejara de juguetear con su sexo. Mi dedo se deslizó con facilidad al interior de la lubricada rajita. Lo moví, en círculos, presionando las paredes vaginales y haciendo que mi madre se estremeciera. La penetré con un segundo dedo y froté su clítoris. Esta vez se retorció encima del sofá, gimiendo ruidosamente. Pensé que todos los vecinos la escucharían y tuve una idea.
Terminé de quitarle el tanga y hecho un ovillo, se lo puse en la boca a modo de mordaza. Ella se dejó hacer, con el tanga sobresaliendo de sus labios mientras la colocaba a cuatro patas sobre el sofá. Yo me levanté, poniéndome detrás de ella. Viendo lo mojada que estaba apenas tuve dificultad para penetrarla de un solo empujón.
Mamá, al sentirse llena, gimió a través del tanga y a punto estuvo de escupirlo, pero lo retuvo dentro. Empecé a darle fuerte, a follarla con todo el vigor de mi juventud. Como siempre su coñito acogió mi pene con una cálida humedad. Agarrándola de las caderas para dar más fuerza a mi follada, la percutí, una y otra vez, mientras escuchaba sus apagados jadeos.
La levanté del sofá sin sacársela de dentro. La puse contra la pared, con ambas manos apoyadas en ella y las piernas separadas. Las tetas le colgaban hacia abajo, apenas sujetas por las apartadas copas del sujetador. Agarré uno de aquellos senos mientras seguía follándola, esta vez ambos de pie. Terminé de quitarle el sujetador para poder disfrutar sin trabas de aquellos perfectos pechos, estrujándolos, amasándolos, pellizcando los empitonados pezones rosados,…
-Oh… qué coño tienes Laura… - Le dije con un ronco susurro.-… eres una golfa… mira lo mojada que estas….
Le deshice el recogido del pelo, dejando la brillante melena castaña se desparramara por la espalda. Lo recogí con una mano y tiré de él, obligando a mamá a incorporar la espalda y a separar las manos de la pared. Durante un segundo pensé que ambos caeríamos al suelo, pero la sujeté con fuerza. Afianzó sus piernas, sostenidas por aquellos zapatos de alto tacón, y disfrutó mientras seguía penetrándola.
Su coñito se tragaba mi sexo con glotonería, una y otra vez, deslizándose fuera y dentro. Sin dejar de tirarle del pelo mi otra mano se coló en su entrepierna y empecé a acariciarle el clítoris. Follada y masturbada, no pudo más y sentí como las piernas le flaqueaban cuando un alcanzó un violento orgasmo. Escupió el tanga de la boca y dejó escapar un lento y agudo gemido.
-Oh… si…
Se apartó un poco, sacando el pene de su interior. Este estaba brillante, cubierto de los flujos de su orgasmo. Se dejó caer sobre sus rodillas y sin asco ninguno empezó a lamerlo. Dejé que lo hiciera unos instantes antes de empujarla a un lado para poder sentarme el sofá. Ella me siguió, de rodillas, para colocarse entre mis piernas y poder seguir chupando mi sexo.
No tardó en substituir la boca por sus pechos. Rodeó mi pene con aquellas dos tetazas y empezó a pajearme con ellas. Con mi sexo cubierto por aquella mórbida carne me hundí en el sofá, gozando, dejando que el placer inundara mi cuerpo. Ella me miraba a los ojos con lujuria, sin dejar de mover sus tetas arriba y abajo, arriba y abajo, arriba y abajo,… hasta que no pude más y descargué una segunda salva de semen. Esté salió disparado, manchándole el cuello, el pecho, el canalillo, las tetas,… embadurnando su piel de mi espeso néctar.
-Joder, ha sido espectacular.-Dije recuperando el aliento después de aquella viciosa sesión de sexo.
-Espero que no estés muy cansado. – Susurró mamá recogiendo parte del semen de sus pechos con un dedo y llevándoselo a la boca, saboreándolo. – Porque esta noche me he preparado para que tú también me quites la virginidad… anal. – Añadió, sonriendo con lujuria y picardía.
(…)
Mamá, previsora, había preparado una cena fría y ligera para que pudiéramos recuperar fuerzas. Ni siquiera se vistió y mientras preparamos la mesa y comimos se paseó semidesnuda, con tan solo las medias de rejilla, los ligeros y los zapatos. Yo tampoco me cubrí mucho, apenas la ropa interior y una camiseta.
Después de cenar y de descansar un poco para recuperar energías volví a sentir la punzada del deseo, no tan solo por la visión de su cuerpo desnudo, también por la promesa de disfrutar de su culo aquella noche. Así pues no tardamos en irnos hasta su dormitorio, que desde que habíamos empezado a follar era el de los dos.
Tal y como entramos al dormitorio empezamos a besarnos, acariciándonos. Ella me despojó de la camiseta y pronto su mano se deslizó al interior de mis calzoncillos, agarrándome mi pene para hacerlo crecer. No le costó mucho y pronto mi sexo colmó tanto su mano como mi ropa interior. Yo, pero, estaba obsesionado con su promesa y por eso la aparté, empujándola y tumbándola sobre la cama.
Quedó bocarriba, con las abiertas y las rodillas flexionadas. Sin pensarlo dos veces me hundí en su entrepierna y empecé a comerle el coño con voraz apetito. Mi lengua resiguió el exterior de su rajita, recorriendo los labios y estimulándolos suavemente. El sexo empezó a humedecerse y aproveché para introducir mi lengua más hondo en su interior. Ella me cogió la cabeza, apretándola contra su vagina.
- … mi niño… mi hombrecito… - Jadeó.
Continué comiéndome aquel dulce coñito, haciendo que se retorciera de placer. Lamí, besé y chupé de arriba abajo, no dejando ninguna porción de carne rosada sin las atenciones de mi boca. Me entretuve en su clítoris, sabiendo que el centro neurálgico de su sexo, la zona más sensible de su cuerpo. Lo encerré entre mis labios, lo rocé con la punta de la lengua,… y seguí y seguí hasta que mamá me regaló un orgasmo, corriéndose en mi boca.
Me aparté de su entrepierna para darle la vuelta, colocándola a cuatro patas sobre la cama con la cabeza apoyada en la almohada, dejando su grupa completamente a mi merced. Recogí, con los dedos, parte de la humedad de su sexo para empezar a masajear la entrada de su ano. Aquel agujerito se veía estrecho, terriblemente apretado y me apliqué para dilatarlo con paciencia.
Primero, con tan solo la yema del dedo, masajeé los alrededores del ano, presionando suavemente. Este, ante mi presión, se estremecía, abriéndose casi imperceptiblemente. No pude aguantar y acerqué mi rostro a sus nalgas. Las besé y lamí, incluso le di un par de suaves mordiscos, disfrutando de la firmeza de aquel culazo y la suavidad de la blanca piel. Mi boca fue acercándose cada vez más a la raja entre ambas nalgas. Las separé, empujándolas con las manos y le di un lametón de arriba abajo. Saboreé el sudor salado del culo de mi madre y como no tenía suficiente continúe lamiendo, goloso. Poco a poco fui centrándome en su ano.
Lo besé y chupé, escupiendo en él y humedeciéndolo con abundante saliva. Lo penetré con la lengua, explorando. Mientras mi boca estaba ocupada en el culo mis dedos empezaron a jugar de nuevo con el sexo de mamá. Ella gimió, loca de placer tanto por el beso negro como por mis traviesos deditos estimulando su coñito rosado.
La penetré con un dedo mientras mi lengua le hacía un beso negro cada vez más profundo. Podría decirse que estaba besando el ano como si fuera una boca, introduciendo mi lengua en él lo más hondo que podía.
-Ogh… mi niño… si… - Mamá no pudo evitar gemir cuando en lugar de mi lengua fue uno de los dedos de mi otra mano la empezó a hurgar en la entrada de su puerta trasera.
Sin dejar de masturbarla le metí el dedo en el culo. Ella dio un respingo y soltó un leve quejidito. Mi dedo, pero, siguió presionando, empujando y explorando sus entrañas. No paré hasta que desapareció del todo en su interior. Una vez completamente dentro empecé a moverlo en lentos pero firmes círculos, dilatándola poco a poco y preparándola para acoger mi pene.
Cuando me pareció que estaba más o menos preparada le metí un segundo dedo en el culo. Ahora mamá soltó un pequeño gritito, cosa que me hizo parar unos segundos pues tampoco quería hacerle daño. Ella inmediatamente disipó mis temores cuando con la voz cargada de lujuria me pidió, casi suplicando, que continuara.
Ya con dos dedos dentro procedí de la misma manera, moviéndolos en círculos que iban abriéndola más y más. Con la otra mano seguí masturbándola, acariciando suavemente su clítoris y labios vaginales. Ella estaba loca de placer y según me confesó más tarde el dolor y la presión de su ano solo hacían que incrementar las sensaciones que emanaban de su sexo.
-¡Agh! – Gritó cuando probando suerte, metí el tercer dedo.
La carne cálida de sus entrañas apretaba mis dedos, estrecha. Los moví un poco más pero mi paciencia se estaba acabando y una dolorosa erección presionaba contra mi ropa interior. Me deshice de los calzoncillos, tirándolos al suelo y me afiancé con las rodillas en la cama, detrás de mamá.
-¿Estás preparada? – Le advertí, encarando mi pene hacia su grupa.
-Métemela ya… dale por el culo a tu madre… - Suplicó excitadísima. Al sacarle los dedos del culo también había dejado de masturbarla y estaba ansiosa de más sexo.
Con la punta de mi falo en la entrada de su ano empujé mi cuerpo hacia delante, penetrándola solo unos centímetros. Arqueó la espalda al sentir una fuerte presión que la estaba partiendo en dos y gimió fuerte y largamente. La cogí por la cintura y me ayudé para hacer más fuerza, entrando un poco más adentro.
-Oh… si… mi niño… métemela… la quiero toda… fóllate mi culito… - La escuché presa de un frenesí incontrolable.
A pesar de su impaciencia yo preferí tomármelo con más calma, gozando con cada centímetro de mi polla que iba desapareciendo en su interior. Aquella cueva virgen envolvía mi pene, rodeándolo y apretándolo de estrecha carne. Empujé un poco más, de manera constante y firme, hasta que toda estuvo dentro de su culo.
Respiré hondo, intentando aguantar todo lo que pudiera para disfrutar al máximo de la excitante experiencia de sodomizar a mamá. Viendo lo estrecho de aquel agujero no iba a ser mucho tiempo. Empecé a moverme, primero poco a poco, sacando tan solo un poco de mi sexo para volvérselo a meter de un empujoncito.
Fui cogiendo ritmo, aumentando la velocidad e intensidad de la follada anal. Mi mano había vuelto a deslizarse entre sus piernas y le acaricié el sexo, masturbándola poco a poco. Mamá empezó a morder la almohada para intentar sofocar sus gemidos y grititos. A pesar de eso podía escucharla.
-Más fuerte… más fuerte… más fuerte… - Repetía como un mantra.
Como yo era un hijo obediente le hice caso, dándole embestidas a su ano más fuerte, más rápido y más profundo. Aquello me llevó cerca del más puro extasis. Mi pene, encajonado en el estuche de carne de su culo, apenas podía soportarlo.
-Del pelo… - Gimió.
Comprendí que quería que volviera a cogerla del pelo. Lo hice, obligándola a levantar la espalda, pegándola contra mi pecho. Le mordisqueé el cuello, agarré una de sus tetas, volví a masturbarla,… Y sentí el orgasmo peligrosamente cerca. Se la saqué, evitando mi corrida para poder gozar un poco más.
Mamá se tumbó bocarriba y levantó las piernas y la cintura para ayudarme a seguir penetrándola analmente. Su culo se veía bien abierto y la carne rosada era perfectamente visible. Ella misma se sujetó los muslos, tirándolos hacia arriba para mantener la posición. Lo aproveché para volver a encararla en el ano.
Esta segunda vez mi pene entró con mucha más facilidad y no me costó enterrarlo por completo en el interior del culo. Me apoyé sus piernas en mis hombros y dejé caer todo mi peso, penetrándola más hondo en sus entrañas. Su rostro quedaba ahora a apenas un par de palmos de mi cara. Estaba completamente deformado por el éxtasis y el vicio.
Continué sodomizándola. Ella, aprovechando que eran mis hombros sobre los que apoyaba sus piernas, llevó la mano hasta su vagina para seguir masturbándose.
-Eres una zorra Laura. – Le dije. Ella misma me había pedido que fuera brusco con ella y que la llamara por su nombre.
-Si… tu zorra…
-¿Te gusta que tu hijo te dé por el culo?
-Me… encanta…
-¿Vas a correrte con la polla de tu hijo metida en el culo?
-Si… si… si…
Espoleada por mis palabras mamá frotó su clítoris con más vigor y en unos segundos llegó a fortísimo orgasmo. Sentí como todo su cuerpo temblaba, convulsionando por cada una de las oleadas de placer que su cuerpo apenas era capaz de soportar. La besé, inclinándome más sobre ella y poniendo a prueba la flexibilidad de sus piernas maduras.
Un par de embestidas después yo también me corrí, llenándola de esperma hasta el intestino. Cuando le saqué el pene ambos nos quedamos tumbados, exhaustos, sudando y con la respiración entrecortada. Mamá fue la primera en poder tener el suficiente resuello para hablar.
-¿Te ha gustado?
-Ha sido genial. ¿Y a ti?
-Nunca pensé que el sexo anal sería tan intenso. – Confesó. – Creo que hemos encontrado otro agujerito donde meterme la polla. –Añadió con una sonrisa de felicidad.
Continuará…