Mamá quería mi virginidad 3

Finalmente mamá consiguió que todas mis dudas y la sensación de culpabilidad se desvanecieran. Me rendí, entregándole lo que tanto había deseado, mi virginidad.

El sábado desperté tarde. Durante la noche apenas había dormido. Estaba demasiado tenso, nervioso y me sentía muy culpable. Había estado a punto de sucumbir, de follarme a mi propia madre. Aquello me hacía sentir realmente mal, por mucho que mientras estaba con ella gozaba como nunca había imaginado.

Me encerré durante la mañana en mi cuarto con la excusa de tener que estudiar. A la hora de comer lo hice en silencio, sin mirarla. Ella parecía tranquila, actuando con normalidad y como siempre, muy segura de sí misma. Sabía de mi lucha interna, al igual que conocía como ella misma iba erosionando mis perjuicios  a base de un sexo sin penetración, pero terriblemente placentero.

Por la tarde me fui a correr para aclarar las ideas. Me machaqué, kilómetro a kilómetro, intentando encontrar la respuesta a lo que entonces creía un problema. Finalmente llegué a casa, sudando a chorros a pesar del frío del invierno y con las mismas tribulaciones con las me había marchado.

Apenas la saludé con un “he llegado” y me fui directamente a la ducha. Me relajé un par de minutos debajo del chorro de agua hasta que escuché la puerta del baño. Mamá abrió la puerta de la ducha y antes de que me pudiera dar cuenta ya la tenía conmigo dentro. Estaba completamente desnuda.

La noche anterior la había visto casi del todo desnuda, pero ahora, con la luz del baño pude admirar completamente aquel cuerpazo que tenía. Sobre todo sus dos grandes tetas y la vagina recubierta de la franja recortada de vello castaño. Sentí como la sangre empezaba a llenar mi pene.

-He venido para frotarte la espalda. – Dijo coqueteando.

Su mano se posó en mi pecho unos instantes, acariciándolo con la punta de los dedos. No pude controlarme ya que aquel simple gesto había acabado de encender de nuevo mi deseo. La atraje hacía mí, cogiéndola de las nalgas, apretándolas y disfrutando de su firmeza. Mi pene se aplastó contra su vientre mientras nuestras bocas se unían en un pasional beso. Las manos de mamá también se desplazaron por mi espalda y culo, apretándome hacia su cuerpo.

-Vamos a enjabonarte.- Dijo después de unos minutos de besos y caricias debajo del chorro de agua de la ducha.

Cogió el gel de baño y se puso una generosa dosis en sus manos. Empezó frotando el pecho, el cuello y los brazos, cubriéndolos de espuma, jabón y caricias. Continuó por las piernas, arrodillándose, resiguiendo con las manos desde los pies hasta los muslos. Me dio la vuelta para enjabonarme la espalda y las nalgas, deslizando sus manos por toda mi piel. Volvió a girarme de nuevo pues había dejado la mejor parte para el final: mis genitales.

Volvió a ponerse más gel en las manos y empezó a enjabonarme los testículos y el pene, demorándose más de lo necesario. Sus caricias eran magníficas, soberbias y excitantes. Rápidamente la limpieza había dado paso a una paja.

-Agh… mamá… - Gemí de placer.

Ella continuó masturbándome, jugando con mis genitales. Mientras me pajeaba y cosquilleaba con sus dedos mis testículos le acaricié aquellos grandes senos que tanto me gustaban. Con las yemas de los dedos rodeaba sus areolas, apretaba la teta suavemente, rozaba sus pezones con los pulgares,…

-Yo también quiero enjabonarte. – Dije de repente.

Asintió, más que satisfecha de que yo fuera más activo en nuestros encuentros. Con el gel ya en las manos recorrí todo su cuerpo, gozando de su morbidez, suavidad y calidez. Enjaboné sus tersos muslos, su culo duro, su firme vientre y al llegar a sus tetazas me entretuve mientras que de su garganta surgían gemiditos de placer cuando mis dedos buscaban sus sensibles pezones. Finalmente volví a bajar por su vientre. Me detuve a generar espuma en su arregladito vello púbico, jugando los pelitos antes de atacar directamente su vagina.

La penetré con la falange de un dedo. Dio un respingo de placer al sentir como mi dedo exploraba su interior, curioso y tímido al principio, pero viendo como el cuerpo se retorcía empecé a moverlo con más vigor, hurgando en su vagina y buscando sus centros de placer.

-Mi hombrecito. – Suspiró cuando le introduje un segundo dedo.

Con el pulgar busqué el botoncito que coronaba su vagina. Lo froté suavemente, describiendo círculos. La reacción de mamá, contorsionándose de placer, me indicó que había acertado. Llevado por el instinto me arrodillé en la misma ducha. El agua había aclarado la mayoría del jabón y podía ver su sexo a escasos centímetros de mi rostro. Sin dejar de penetrarla con los dedos acerqué la boca y empecé a depositar dulces besos en el clítoris. Lo lamí con la punta de la lengua, primero poco a poco, con suavidad, pero pronto mis lametones se hicieron más intensos y urgentes.

Mamá volvió a gemir con fuerza. Me cogió la cabeza, atrayéndome más hacia su vagina, despeinando mi pelo mojado. Succioné el clítoris y sentí como su cuerpo se convulsionaba de nuevo, temblando de placer. Era su orgasmo, que saboreé gustoso. Aquel néctar de mujer era lo más delicioso que había probado jamás.

Gozó de los últimos estertores del orgasmo y tiró de mi hacía arriba. Nuestros labios y lenguas se encontraron. Me besó con pasión, sin importarle lo más mínimo que mis labios estuvieran empapados de sus flujos. Me cogió el pene y empezó a masturbarlo con fuerza.

-Oh… si… mamá. – Jadeé.

Me corrí. El semen salió disparado de mi pene estrellándose en su vientre y caderas. Continuó besándome al sentir mi orgasmo, sin detenerse, hasta que me exprimió del todo.

Me recuperé poco a poco de las intensas sensaciones experimentadas. Mamá se limpiaba mi corrida. La observé debajo del agua de la ducha. Estaba preciosa, desnuda, satisfecha y radiante. A la mierda los perjuicios, la moral y todo lo demás, amo a esta mujer y quiero que me folle, pensé.

-Mamá, fóllame, te quiero y quiero que seas mi primera mujer.

Ensanchó su sonrisa y me besó con una nueva pasión. Cuando se separó vi que la expresión de su rostro era de triunfo, de completa satisfacción, sabiendo que por fin había ganado la partida. Iba a tener lo que había querido, mi virginidad.

(…)

Mamá quiso que mi primera vez fuera especial. Preparó una cena a la que podríamos calificar casi de romántica, incluso con velas. Se vistió con un ajustado vestido negro, se maquilló y se puso perfume e incluso yo me arreglé con mis mejores pantalones y una camisa.

Cenamos como si fuéramos una pareja que recién empieza. Yo estaba bastante nervioso, sobre todo a medida que la comida se terminaba y se acercaba la hora de finalmente, tener, relaciones sexuales completas por primera vez. Mamá, pero, ignorando mi nerviosismo yreía divertida, coqueteaba sensualmente y de vez en cuando me servía vino y me apuraba para que bebiera para paliar mi tensión.

Los encuentros anteriores con mamá habían sido una sorpresa, al menos para mí, y ahora que sabía lo que se avecinaba no podía evitar sentir un nudo en el estómago. Termínanos de cenar y nos tomamos una copa. El alcohol, sin llegar a emborracharme, sí que me templó el ánimo e hizo que me soltara un poco.

-Vamos a mi habitación. – Me susurró cuando nos terminamos la copa.

Me llevó a su cuarto de la mano. Al llegar nos quedamos frente a frente, mirándonos a los ojos. Mamá tomó la iniciativa y empezó a desabrocharme los botones de la camisa, uno a uno. Me ayudó a quitármela y la dejó a un lado. Me acarició el pecho y el vientre con apenas las puntas de los dedos. Llegó hasta mis pezones, presionó uno suavemente, lo frotó y le dio un pequeño e indoloro pellizquito. No pude evitar gemir levemente.

-Mi niño. Hoy te voy a hacer un hombre, vas a descubrir de verdad todo el placer que puede darte el cuerpo de una mujer. – Susurró en mi oído muy sensualmente, acercándose a mí. Sus labios me chuparon el lóbulo de la oreja y su lengua entró en ella.

Continuó por mi cuello, lentamente, siempre muy dulce y tierna. Mientras lo hacía aspiré el perfume de su larga melena castaña. Su aroma era tan excitante como sus labios besándome el cuello.

Pronto sentí sus manos desabrochándome el pantalón, que cayó a mis pies. Llevó su mano hasta mi entrepierna, cogiendo mi hombría por encima de los calzoncillos. Mi pene ya estaba duro, expectante por la noche que se avecinaba.

-Quítame el vestido. – Susurró de nuevo con un turbio tono de voz.

La rodeé con los brazos para acceder a la cremallera, que estaba en la espalda. Imitando sus movimientos lentos y dulces desabroché el vestido poco a poco, disfrutando del momento. Cuando su vestido también acabó en suelo admiré el cuerpo de mamá. Llevaba un espectacular conjunto de lencería negra con sujetador, braguitas y medias con ligeros.

-Estás preciosa, eres la mujer más bonita que he visto en mi vida. – Dije.

Por primera vez mamá pareció ser tomada por sorpresa. Llegó incluso a ruborizarse un poco por la intensidad de mis palabras. Recuperó rápido su seguridad y me llevó hasta el borde de la cama. Me senté y ella misma me quitó los zapatos y los calcetines.

Me tumbé en la cama y ella se inclinó sobre mí y empezó a besarme. Primero solo posó dulcemente sus labios sobre los míos, pero pronto nuestras bocas se abrieron para fundirnos. No eran besos apresurados, eran lentos y húmedos y cargados de una tierna pasión.

Despegó sus labios de los míos para descender por mi cuerpo, resiguiendo todo mi pecho hasta los pezones. Los lamió y mordisqueó sensualmente mientras su mano de colaba por debajo de mis calzoncillos. Me agarró el pene, acariciándolo y masturbándome muy poco a poco. Cuando dejó mis pezones mojados y duros siguió descendiendo por el vientre, dejando un pequeño rastro de saliva allí donde se boca chupaba y besaba. Finalmente llegó hasta mi entrepierna. Se deshizo de la ropa interior rápidamente, dejando a su merced mi pene.

Empezó la mamada con la misma lentitud con la que estaba caracterizando la noche. Primero recorrió el pene con la punta de la lengua, cogió la base con la mano mientras lamía y besaba el glande, con los labios entreabiertos deslizó la boca por todo el órgano, soltó la mano para tragárselo todo una y otra vez, lo succionó mientras lo tenía dentro,…

Cuando creí que no podría aguantar más paró la mamada. Me incorporé para cogerla y besarla. Me deshice de su sujetador para apoderarme de sus soberbios senos. Mamá me apretó contra ellos mientras los lamía y acariciaba, con especial atención a los dos pezoncitos rosados, ya enhiestos por la excitación que ella también experimentaba.

Ahora acabó ella tumbada boca arriba mientras yo, encima, recorría su cuerpo con la boca. Al igual que mamá había hecho usé los labios y la lengua en su cuello, sus pechos y pezones, su vientre que se movía al compás de la agitada respiración,… llegué hasta donde su pubis estaba escondido por las braguitas negras. Mamá había sido previsora y se había puesto la prenda por encima del ligero. Deslicé las braguitas por sus muslos para quitárselas. Ella separó las piernas, con las rodillas levantadas, dándome la bienvenida a su vagina.

Besé la cara interna de sus muslos, gozando de su suavidad y calidez, antes de buscar su sexo. Ella misma me atrajo hasta allí con una mano en mi cabeza y la otra separando los labios vaginales, mostrándome el rosado interior de su gruta. La lamí de arriba abajo, centrándome en los hinchados labios y en el botoncito que presidia el dulce coñito.

-Sí,… aquí,… más,… - Iba indicándome mamá con la voz entrecortada, guiando mis inexpertos labios y lengua para hacerla gozar.

Poco a poco la respiración de mamá fue haciéndose más pesada, agitada e irregular. Su cuerpo se tensó, arqueando la espalda y crispando los muslos para a continuación, relajarse de golpe dejando escapar un gemido agudo. Se había corrido en mi boca y me bebí su orgasmo, sediento de ella. Después de disfrutar del clímax, me atrajo hacia arriba, buscando mis labios húmedos de sus flujos.

-Voy a follarte, voy a hacerte todo un hombre. – Susurró antes de colocarme tumbado boca abajo.

Se colocó con las rodillas apoyadas en la cama, encima. Cogió mi pene y poco a poco fue descendiendo. Al principio mi glande desapareció en su interior. Lo que sentí fue casi indescriptible. A medida que mi pene iba entrando en su vagina el calor, la suavidad, la calidez, la humedad,… eran embriagadores y me provocaban oleadas y oleadas de placer. Finalmente mi pene quedó completamente rodeado de su carne, todo dentro de su cueva.

Empezó a moverse con tierna lentitud. Sus caderas subían y bajaban cada vez un poquito más. Pasó a moverlas circularmente, como si estuviera batiendo mi pene. No pude evitar llevar mi mano hasta su seno y acariciarlo mientras ella me cabalgaba de aquella dulce manera. Mi otra mano se posó entre su muslo y cadera.

-Oh, … mamá,… es,… increíble,… - Gemí.

Ella continuó moviéndose, prologando aquel momento, buscando mi completo placer, colmando mi deseo con sus sutiles movimientos. Me cogió la mano de su muslo y nuestros dedos se entrelazaron. Se inclinó para besarme. Nuestras lenguas danzaron de nuevo una con la otra, buscándose, rehuyéndose y volviéndose a encontrar un segundo después en una perfecta coreografía. Sus tetas se aplastaron contra mi pecho y ahora mis manos agarraron con fuerza sus firmes nalgas.

-No puedo más,… - Era cierto, estaba al borde del orgasmo.

-Sí,… mi niño, mi hombre,… córrete dentro de mamá,… quiero sentir como me llenas de leche,… - Contestó ella.

Lo hice. Mi pene empezó a inundarla con chorros de semen caliente y espeso. Al sentir mi corrida mamá acabó de moverse, exprimiéndome con su vagina. Cuando terminé, sin sacar el pene de su interior se quedó quieta, encima de mi pecho. Dejó unos segundos para que me recuperara.

-¿Te ha gustado? – Preguntó.

-Ha sido genial, lo mejor que me ha pasado nunca. Jamás habría creído que sentir algo así era posible. - Mamá me besó dulcemente al escuchar mi respuesta.

-Descansa un poco, que aún no hemos terminado. Ya verás cómo será aún mejor. – Prometió con una sonrisa.

Lo de descansar fue relativo. En apenas unos minutos mamá y yo volvíamos a estar revolcados en la cama en medio de infinidad de besos y caricias. Yo era joven y recién acababa de descubrir los placeres del sexo al lado de una bellísima y experimentada mujer, por lo que mi pene pronto volvió a ponerse duro. Esta capacidad de recuperación pareció encantar a mamá.

Aproveché estos momentos para gozar de sus muslos, quitándole poco a poco las medias de seda que ahora me molestaban. La quería completamente desnuda, sin ninguna porción de su piel cubierta por la más mínima prenda de ropa. El ligero con que había sujetado las medias también acabó por los suelos.

Ya desnuda volvió a sentarse a horcajadas sobre mí. Si la primera vez me había cabalgado tierna y lentamente, ahora lo hizo con más intensidad. Apoyaba las manos en mi pecho y sus muslos rodeaban mis caderas. Su cuerpo empezó a moverse arriba y abajo haciendo que mi pene saliera y entrara una y otra vez. Sus pechos se bamboleaban sugerentemente con cada uno de sus movimientos.

Mamá no solo se movió arriba y abajo, también lo hacía describiendo círculos, de lado a lado, delante y atrás,… haciendo que mi pene se removiera en su interior de mil excitantes maneras distintas. Nuestras manos no dejaban de explorar y tocar nuestros cuerpos y yo me centré en sus magníficas tetas, en su vientre liso, en sus sedosos muslos,…

Enderecé la espalda, sentándome mientras ella seguía botando sobre mi pene. Nos rodeamos con los brazos, abrazándonos, fundiéndonos aún más. Nos besábamos, no solo los labios y las lenguas sino que también los rostros, los cuellos,… Sin separar nuestros sexos nos dimos la vuelta y ahora fue mamá la quedó debajo, tumbada en la cama.

Moví mis caderas con la torpeza de mi inexperiencia pero también con el vigor de la juventud y guiado por un instintito que salía de lo más hondo de mí. Ella me rodeó con las piernas, entrelazándolas por encima de mi espalda y nalgas, empujándome para que la penetrara más adentro. Me afiancé con las rodillas para darle más fuerza e intensidad a mi movimiento. Incorporé la espalda y la cogí de las caderas para poder percutirla aún mejor, sacando y metiendo mi miembro cada vez más rápido.

La melena castaña de mamá se desparramaba por la cama, su rostro se mostraba sofocado por el placer, su garganta emitía quedos gemidos y sus senos seguían moviéndose al compás de mis empujones.

-Mi niño,… mi hijito,… mi hombre,… - Repetía jadeando. – Más,… no pares,… dale duro a tu madre… - Me incitaba para siguiera perforando su sexo.

Al cabo de unos minutos volvimos a cambiar de postura. Ahora mamá se colocó a cuatro patas sobre la cama. Me ayudó a volver a penetrarla con la mano mientras yo cogía las caderas y las nalgas. Mientras la follaba observe su perfecta espalda, perlada de sudor. Aspiré su aroma de mujer, de hembra y aquel olor me incitó aún más, si eso era posible. Aunque empezaba a estar cansado por tanta actividad mi deseo era superior y saqué todas mis fuerzas para penetrarla con todo mi vigor.

-Ogh… si… así,… no pares, sigue… - Jadeó.

Derrumbó su cabeza sobre el cojín mientras las oleadas de placer la traspasaban de parte a parte. Sin dejar de follarla apoye mi cuerpo en el suyo, aplastándola contra la cama. Aparté un poco su melena para besarle y mordisquearle la nuca, para lamer su sudor y emborracharme de su sabor.

Sentí como su interior se contraía, presa de varios espasmos que eran el principio de su orgasmo. Alcanzó el clímax, gritando mi nombre y mordiendo la almohada para ahogar un poco el ruido y no anunciar su éxtasis a todo el vecindario. Cuando vi que dejaba de retorcerse por el placer dejé de percutir su vagina y saqué mi pene de su interior. Yo también estaba cerca del orgasmo.

Mamá me tumbó en la cama, cubriendo mi cuerpo de besos y pequeños y sensuales lametones. Al llegar a la zona genital empezó a pajearme con una mano mientras su boca recorría mis muslos y mis ingles hasta llegar a mis testículos. Se puso uno en la boca y en su interior movía la lengua.

-Mamá,… joder,… si,… - Gemí.

Desocupó la boca para sonreírme y mirarme lasciva. Escupió en el pene y se lo tragó, mamando de nuevo con ganas, con placer y como si mi falo fuera un delicioso manjar. Se sacó la polla para lamerla toda, pasando su lengua con cada rincón.

-Quiero tu leche en mi boca. – Anunció. Me encantaba cuando me hablaba de aquella manera sucia y lujuriosa. – Dame tu lechecita.

Volvió a cerrar sus labios en torno a mi falo y empezó a mover la cabeza vertiginosamente. Notaba la punta del pene rozándose con su garganta. Fue demasiado para mí y con un ronco gemido le anuncié mi inminente orgasmo. Ella continuó tragándosela toda mientras me corría, recogiendo en su interior mi semen. Se lo tragó todo antes de recostarse a mi lado, apoyando su linda cabecita en mi hombro.

Nos quedamos unos minutos en silencio, recuperándonos de la intensidad de las sensaciones y placeres experimentados. Le acaricié el pelo suavemente mientras ella parecía ronronear como una gata satisfecha. Por fin había conseguido lo que quería. Mamá me había desvirgado y me había iniciado en los placeres del sexo en lo que había sido una noche que ambos jamás olvidaríamos.

-Te quiero. – Dijo mamá rompiendo el silencio. – Sé que piensas que lo que hemos hecho está mal, pero no quiero que te sientas culpable.

Reflexioné unos instantes. Si, era cierto, lo que habíamos hecho iba en contra de la naturaleza, en contra de toda convención social o moral,… pero se sentía tan bien. Pensando en lo que habíamos gozado, en la memorable noche de placer que mamá me había regalado no podía creer que estuviera tan mal lo que habíamos hecho.

-Yo también te quiero. – Respondí cogiéndole la cara para besarla. – A la mierda la gente, la sociedad y la moral,… te quiero y quiero estar contigo siempre, quiero follarte cada día como esta noche, quiero que seas mía y quiero ser tuyo, siempre.

Continuará…