Mamá quería mi virginidad 2

Mamá continúa demostrándome todo el placer que puede darme para conseguir que me rinda completamente a ella y le entregue mi virginidad.

Durante un par de días tanto mamá como yo ignoramos lo ocurrido. Era algo que estaba entre nosotros, pero no hablábamos de ello. Mamá, pero, siguió con su juego de seducción. Era sutil, delicado,… pero obvio incluso para alguien tan inocente e inexperto con las mujeres como yo. Me estaba volviendo loco, pero aun así no podía evitar sentir una profunda culpabilidad. Ignoraba sus insinuaciones, pensando que todo aquello era totalmente inmoral y antinatural. Al ver mi reacción, negando y abortando todas sus sutiles aproximaciones, fue de nuevo ella la que volvió a forzar la situación.

Debían ser las dos de la mañana cuando la puerta de mi cuarto abriéndose me despertó. Encendí la luz de la mesita que tenía al lado de la cama y la vi en el umbral de la puerta. La bombilla no era un muy potente y curiosamente dio un efecto perfecto para las intenciones de mamá, había luz para que la viera pero no lo suficiente intensa para romper el hechizo.

No es que estuviera vestida muy sexy, pero igualmente la visión de su cuerpo y sobretodo su mirada de lujuria me dejaron anonadado. Iba con un pijama rosa de dos piezas, pantalones y chaqueta, largo. Su melena castaña, sedosa y bien peinada, estaba suelta y caía por su hombro derecho.

-Mamá… - Fui a decir algo pero me interrumpió.

-No puedo dormir. – Fue su única respuesta mientras se acercaba a la cama y se tendía a mi lado. Aspiré el aroma de su cuerpo, el ligero toque a perfume,… aquel olor hizo que sintiera una punzada de deseo proveniente de la entrepierna.

Aún estaba medio dormido y apenas reaccioné. Además, rápidamente el calor que transmitía su cuerpo al lado del mío, el mencionado aroma que desprendía,… me dejó sin capacidad de hacer ni decir nada. Para aumentar mi desconcierto en el mismo momento en que se tumbó a mi lado empezó a besarme dulcemente en los labios.

-Otra vez no mamá, por favor. – Intenté protestar mientras ella seguía besando las mejillas, el cuello, por detrás de la oreja,…

Ignoró mi protesta y empezó a desabrocharme la chaquetilla del pijama. Botón a botón lo hizo y mi pecho quedó expuesto para que ella lo acariciara con sus suaves manos. Sus besos descendieron por allí hasta llegar a uno de mis pezones. Lo lamió con la punta de lengua, lo chupó y lo succionó, endureciéndolo. A estas alturas mi pene ya estaba como una roca y una de sus manos se deslizó por debajo del pantalón de mi pijama para agarrarlo y empezar a pajearme.

Se cansó de jugar con el pezón y sus labios me recorrieron el vientre y el ombligo. Al llegar al borde del pantalón deposito en la piel varios dulces besos antes de bajarme la prenda hasta los tobillos. Entonces se incorporó un poco, sentándose sobre mi muslo. Sin decir nada empezó a desabrocharse la camisa del pijama y se la quitó muy lentamente. Vi como no llevaba sujetador.

Admiré por primera vez unos pechos en directo. Eran perfectos, blancos, grandes, bien formados y coronados por sendos pezones rosados. Yo los había acariciado ya, pero por encima del sujetador y ahora se mostraban desnudos y libres ante mí. Si no hubiera estado tan nervioso me habría abalanzado hacía ellos para tocarlos, chuparlos, apretarlos, lamerlos,… pero no lo hice. Por suerte mamá me cogió ambas muñecas con sus manos y llevó las mías hasta aquellos dos soberbios senos. Los toqué con suavidad, reverenciándolos. Eran suaves y blandos y al contacto con mis dedos los pezones se endurecieron.

-¿Te gustan las tetas de mamá? – Preguntó sensualmente con voz ronca y excitada.

-Son perfectas. – Fue lo único que pude decir mientras seguía tocándolas y acariciándolas.

Ante mi respuesta se inclinó para besarme, esta vez con menos dulzura y con mucha más pasión. Su lengua se abrió camino entre mis labios para enroscarse con la mía en una sensual danza. Yo seguía con mis manos en aquellos dos preciosos senos. Las de mamá tampoco estaban ociosas y recorrían mi cuerpo acariciándome y de vez en cuando se posaban sobre mi pene para masturbarlo suavemente, retirándose cada vez que era evidente que yo no podría aguantar más. Mamá quería prolongar mi placer lo máximo posible.

Después de unos minutos de esta manera ella volvió a incorporarse para recostarse a mi lado. Se quitó el pantalón de pijama para mostrarme unas braguitas blancas y unos muslos desnudos, tersos y suaves que prometían una calidez similar al resto de su cuerpo. Se tumbó encima de mí, con los senos a la altura de mi cara.

-¿Quieres comerle las tetas a mamá? – Dijo otra vez con su voz turbadoramente sensual.

Ni siquiera respondí. Levanté un poco el cuello y con la punta de la lengua empecé a lamerle uno de los pezones. El sabor de su piel era lo más exquisito que yo había probado. Encerré el pezón en mis labios y succioné suavemente, como si mamara. Alterné de un pecho a otro, cubriéndolos de besos y lametones, chupándolos ávidamente y dejando un rastro de saliva por donde mi boca pasaba. Ella no dejaba de tocarme el pene, masturbándome de nuevo con sutileza para evitar que me corriera demasiado pronto.

Saciado de sus tetas busqué su cuello, largo y suave, para posar allí también mis labios. Finalmente encontré su boca para fundirnos en un sensual beso. Nuestras lenguas entablaron un violento combate para explorar nuestras bocas, la saliva se mezclaba, los labios se despegaban unas milésimas para volver a buscarse con desesperación.

Mamá volvió a tumbarse a mi lado y sin dejar de besarnos deslizó una de sus manos por debajo de las braguitas y supe que había empezado masturbarse. La otra mano la alternaba entre mi pecho y mi pene mientras se retorcía y gemía. Yo la besaba, le tocaba los abultados pechos, el vientre liso y plano, los curvilíneos muslos,…

Su respiración iba agitándose, haciéndose más irregular. Su mano seguía moviéndose debajo de sus braguitas,  cada vez más furiosa. Alcanzó el orgasmo y arqueó la espalda, tensando su cuerpo al máximo para relajarse un instante después dejando escapar un sonoro bufido de placer. Entonces acercó sus labios a los míos y su mano en mi pene también me pajeó con fuerza y apenas unos instantes después de su orgasmo yo también alcancé el mío, pringando mi vientre y la mano de mamá de semen.

Como las otras veces después de mi corrida me sentí fatal, lleno de remordimientos por aquellos inmorales actos y aquel deseo contra natura que despertaba mi madre en mí. Ella por su parte parecía aceptarlo con normalidad.

Sin decir nada cogió unos pañuelos para limpiarme el vientre y el pene, que había regresado a un estado flácido. También limpió sus manos y empezó a vestirse.

-Ahora seguro que duermo mejor. – Me dijo con una sonrisa pícara. Me dio un beso en los labios, esta vez sin lengua y se marchó del cuarto. – Que tengas unas buenas noches, mi hombrecito.

(…)

Me costó dormirme, demasiado nervioso y sintiéndome muy culpable. Por mucho que fuera ella la que me provocara, la que me buscara,… yo acaba siendo presa de mis más bajos instintos y le seguía la corriente, abandonándome a sus caricias. Por muy excitante que me pareciera aquella mujer no dejaba de ser mi madre. Finalmente, al cabo del rato, concilié el sueño.

El sol de la mañana me despertó. Al salir de mi cuarto y entrar en la cocina mamá ya estaba preparándome el desayuno, como si nada raro hubiera pasado la noche anterior. Estaba radiante y bella, vestida con una escotada camiseta blanca y una falda gris. Se había recogido la abundante melena en una coleta con un lazo.

Me duché, me vestí para ir al instituto y desayuné mientras ella recogía la cocina. Lo hice el silencio, aún avergonzado por todo lo ocurrido. Ella parecía estar normal y alegre y canturreaba mientras hacía sus labores de ama de casa.

-Adiós mamá, me voy al instituto. – Dije cogiendo mis cosas y encaminándome hasta el recibidor. Aún no había abierto la puerta cuando apareció.

-¿No vas a darle un beso a tu madre? – Antes de que pudiera decir algo vino hasta mí y depositó en mis labios un lujurioso beso, buscando mi lengua con la suya.

Sin que nuestras bocas se separaran desabrochó mis pantalones, que cayeron al suelo. Se arrodilló a la par que también me bajaba la ropa interior. Mi pene había empezado a reaccionar y no tardó en estar duro entre sus labios.

Ni siquiera pensé en protestar, en intentar volver a explicarle que lo que estábamos haciendo estaba mal. Estaba demasiado cachondo y completamente embrujado por aquella madura y seductora fémina.

Su cabeza se movía rítmicamente mientras sentía como sus mullidos labios presionaban mi sexo. Notaba la punta de mi polla rozándose contra su campanilla. La saliva le caía por la comisura de la boca mientras seguía mamando, llevándome poco a poco al éxtasis. Noté como estaba a punto de correrme cuando se sacó la polla de la boca.

Sonriéndome y mirándome con picardía se quitó la camiseta y al dejó en el suelo. También se desabrochó el sujetador, dejando a la vista sus perfectas y grandes tetas. Dejó caer un poco de saliva en su canalillo, humedeciendo el espacio entre ambos senos. Allí fue a parar mi pene. Lo colocó entre las dos tetas y empezó a moverlas, presionándolas con las manos.

Mamá estaba haciéndome una paja cubana, masturbándome con sus suaves y cálidos senos. Mi pene estaba rodeado de su mórbida carne lubricada con saliva, que de vez en cuando ella dejaba caer de su boca.

-Córrete en mis tetas, quiero la leche caliente de mi niño. –Susurró, incitándome con voz sensual.

No hacía falta que me animara mucho pues su paja cubana estaba siendo de lo más excitante. Apenas pude aguantar mucho más después de escuchar sus palabras y regué su cuello, su pecho y sus senos con mi esperma. Gruñí de placer mientras ella agitaba sus tetas para acabar de recibir todo el contenido de mi pene.

Al terminar empezó a limpiarme. Cuando mi pene estuvo limpio volví a vestirme, apresurado y de nuevo terriblemente culpable y avergonzado. Iba a irme cuando mamá, coqueteando y siguiendo con su plan de seducción me pidió de nuevo su beso de despedida.

Fui a besarla en la mejilla pero ella giró la cara para que fueran sus labios los que recibieran a los míos.

-Que te vaya bien el instituto. – Me dijo cuándo se separó, sonriendo pícaramente.

(…)

Pasé el día en clase, distraído, pensando en toda la loca situación que tenía en casa. Mamá estaba más que decidida a follarme, a quitarme mi virginidad. Si no lo había hecho ya era porque quería que yo se lo pidiera y la verdad, viendo como me daba placer con su cuerpo mis reticencias y dudas se iban desvaneciendo. La culpabilidad de lo inmoral iba desapareciendo en mi mente, substituida por la imagen de su cuerpo, por su aroma a hembra y perfume, por su mórbida presencia y el deseo que provocaba en mí.

Estaba enfrascado en esta lucha personal, entre la pasión por mamá y la moral, cuando llegué a casa del instituto. De nuevo, al verla, el corazón me dio un vuelco y todo el discurso que había pensado para decirle que no podíamos continuar así se evaporó de mi mente.

Mamá, por su parte, parecía que estaba en un receso de su plan de seducción y simplemente me dio un beso en la mejilla, demasiado cerca de los labios, demasiado húmedo y demasiado prolongando, pero era lo menos comparado con lo que ya había hecho conmigo.

-¿Vas a salir esta noche?  -Preguntó.

Era viernes y como muchos jóvenes de mi edad los fines de semana solía salir a dar una vuelta con los amigos para ir al cine, a tomar unas cervezas,… Lo pensé durante un segundo. Hubiera sido una buena manera de escapar de los asaltos de mamá, pero la parte de mí que la deseaba contra toda lógica tomó el control y le dije que no. Secretamente mi subconsciente esperaba un nuevo ataque de mi progenitora.

Este no llegó hasta después de cenar. Me fui a mi habitación y encendí la videoconsola para echar unas partidas. Apenas había empezado a jugar cuando llamó a la puerta.

-Adelante.

Mamá entro en el cuarto. Se había vestido con un camisón corto de encaje, de color rosa con trasparencias. Debajo de él podía ver que llevaba un sujetador y un tanguita a juego, también rosas, de encaje y con adornos y lacitos. El conjunto terminaba con unas medias que le llegaban a medio muslo, también rosadas y con los bordes blancos. Se había puesto zapatos de talón alto, que le estilizaban la de ya de por sí espectacular figura, se había maquillado, acentuando la perfección de su piel, resaltando sus labios ahora de un rojo intenso y el tamaño de sus enigmáticos ojos marrones con sombra de ojos. Se había peinado, recogiéndose la melena castaña detrás de la cabeza y a los lados de la cara le caían dos mechones de pelo.

-Mamá,… joder,… - Tartamudeé mientras me levantaba de la silla.

Se acercó a mí con una sonrisa lasciva, mordiéndose sensualmente le labio. Percibí aquel aroma mezcla de perfume y feminidad que tan loco me volvía. Sin mediar palabra me cogió la camiseta y me la quitó. Me empujó hasta la cama y se tendió encima de mí. Empezó besándome, chupándome y lamiéndole el cuello, bajando hasta mi pecho y llegando hasta mis pezones.

Mientras su boca hacía locuras con uno de ellos con una de sus manos se apoderó del otro. Frotó sus dedos, lo pellizcó suavemente,… Su otra mano ya estaba en mi entrepierna. Mi pene se endureció en un instante.

-Mi hombrecito,… mi niño guapo,… mamá va a comerte enterito,… - Repetía entre cada lametón y cada beso.

Cesó la excitante actividad de su boca para terminar de quitarme la ropa, que no tardó en acabar toda por el suelo. Me quedé completamente desnudo mientras ella me masturbaba sin dejar de chuparme el vientre.

Guiado por un instinto animal le cogí la cabeza y la atraje hacía mi para besar aquellos labios rojos y brillantes. Esta vez fui yo el que busqué su lengua. La encontré rápidamente, con mamá respondiendo a mi beso con aún  más pasión y deseo que los míos. Ella, pero, parecía tener siempre un plan y se separó al cabo de unos instantes.

-Túmbate en el suelo. – Me dijo divertida mientras tendía una sábana allí y una almohada para que estuviera cómodo. Acomodó mis piernas para que pudiera tenerlas reposando sobre la cama mientras ella se sentaba enfrente.

Se descalzó y en un instante tuve su pie encima de mi pene, acariciándolo. La suavidad de las medias sobre mi glande era terriblemente sensual.

-Mami va a hacerte una paja con los pies. – Lo dijo de una manera turbadoramente excitante.

Apenas dijo aquellas palabras llevó el segundo pie sobre mi pene. Entre ambos cogieron mi sexo y ella empezó a moverlos, arriba y abajo. Nunca había sido fetichista ni me gustaban especialmente los pies de las mujeres, pero que mamá me masturbara con los suyos era muy morboso. Además, con ella cubierta por aquella espectacular lencería me estaba poniendo aún más caliente.

-¿Quieres correrte en mis pies? – Preguntó.

-Sí,… oh,… - Suspiré mientras ella aumentaba el ritmo de la paja.

La suavidad de sus medias, el ya mencionado morbo de la situación, su habilidad en llevarme hasta el máximo placer,… fueron demasiado para mí y del pene empezaron a brotar chorros de semen. Me corrí gruñendo, extasiado por aquella hembra.

Mamá soltó una risita satisfecha y divertida. Parecía que le encantaba verme gozando en sus manos, en este caso sus pies, teniéndome cada vez más hechizado.

Por mi parte y después del orgasmo me pasó algo que aún no me había ocurrido. Por primera vez no me vi asaltado por la culpabilidad. La razón era que gracias a mi juventud y a lo cachondo que me había puesto al verla vestida tan sexy no tenía suficiente con una sola corrida. Quería más, más que quererlo, lo necesitaba.

Me ayudó a incorporarme y limpió los grumos de semen de mi piel y de sus medias. Nada más terminó me abalancé sobre ella. Nos quedamos tumbados, yo encima de ella. La besé, con la torpeza de mi inexperiencia, con la avidez de mi juventud y con la terrible excitación que aún no había sido satisfecha.

Entre besos y caricias le quité a la sensual y vaporosa camisola. El sujetador tampoco le duró mucho y para despojarla de él casi lo arranco, de tan ansioso que estaba. No pude evitar, al ver sus magníficas tetas, en tirarme sobre ellas. Las cogí con las manos, las toqué, presioné suavemente aquellos dos globos de mórbida carne,… Mi lengua recorrió el canalillo, dejando un reguero de saliva en el espacio que separaba ambos senos, bese toda la piel, busqué los pezones para succionarlos tiernamente y chuparlos como un niño de pecho.

-Si mi niño,… - Jadeaba ella. - … goza de las tetas de mamá.

Sus manos me atraían hacía ella, me acariciaban la espalda y el culo y pronto se deslizaron entre mis piernas donde mi pene había recuperado toda su dureza. Gruñí al sentir como empezaba una paja. Sus manos me daban un placer que nacía en mi sexo y recorría todo mi cuerpo. Mi boca abandonó un instante sus tetas para besarle los labios, para que nuestras lenguas se encontraran y se entrelazaran con una pasión primaria.

Mientras nos besábamos me tumbó bocarriba. Lo aprovechó para sentarse a horcajadas sobre mí. Mi polla quedó aplastada entre mi vientre y su pubis. Nuestros sexos quedaron separados por la fina telita de su tanga rosado de encaje.

Empezó a mover las caderas. El peso de su cuerpo combinado con el sensual movimiento adelante y atrás hizo que me estremeciera de placer. Me estaba pajeando con su coño, por mucho que el tanga nos separara la carne. A través de la prenda podía sentir la humedad y calidez que emanaban de su vagina.

Sin dejar de moverse se inclinó sobre mí para volver a unir nuestras bocas, labios y lenguas. Mis manos abandonaron definitivamente los senos para reseguir su cuerpo, su vientre, sus caderas, la parte externa de sus muslos, sus nalgas,… sentía sus carnes firmes y su piel fina y sedosa.

Se levantó un poco y esta vez encajonó mi pene entre sus nalgas. Volvió a moverse, pajeándome ahora con su soberbio culo. Parecía que quería masturbarme con todas las partes de su cuerpo. Se movió arriba y abajó. Sentí el pene rodeado por las firmes nalgas, bien sujeto entre la rajita. De nuevo me estaba volviendo loco.

-Quiero verte, quiero tocarte,… - Susurré en medio de aquel mar de placer.

Mamá me entendió perfectamente. Se levantó y enfrente de mí, para que lo viera bien, empezó a bajarse el tanguita. Ante mí apareció su vagina, rosada, hinchada y húmeda. Aunque tenía el sexo bien arreglado no estaba depilada del todo y encima de él había una fina y recortada franja de vello castaño.

Se tumbó en la cama, con las rodillas levantadas y las piernas ligeramente separadas. Yo quedé a su lado, medio sentado. Sin pensarlo más lleve mi mano a la cara interna de sus muslos. Acaricié, acercándome poco a poco a su precioso coñito. Sentí como el tacto de mis dedos cambiaba de la seda de las medias a la cálida piel cercana a sus ingles.

Me quedé un instante quieto, incapaz de saber cómo atacar aquella vagina. Mama, pero, me cogió la muñeca y directamente llevó mi mano hacia su sexo.

-Mete un dedo, poco a poco. – Me dijo en voz baja y cargada de deseo.

Obedecí y me sorprendí con la facilidad en que mi dedo se metió dentro de aquella gruta. Separó un poco los labios de la vagina y se estimuló el clítoris con la mano mientras yo hurgaba con delicadeza en interior de su acogedora cueva.

-Otro. – Dijo con un ronco jadeo.

De nuevo hice lo que me pedía y aventuré otro dedo en su interior. Con un nuevo ahogado suspiro me pidió que los moviera y empecé un lento pero firme mete saca. Cada vez estaba más húmeda y caliente y finalmente arqueó la espalda y con un fuerte gemido me anunció que había llegado al orgasmo.

Saqué con cuidado los dedos de su interior y me sorprendí al ver que me volvía a coger la mano para acercársela a la boca. Lamió mis dedos, mojados de sus flujos, mirándome con lujuria. Se los puso dentro de la boca para terminar de chuparlos y empaparlos también de su saliva.

En aquel momento pensé en pedirle lo que ella quería, en entregarle mi virginidad. Algo, pero, los últimos restos de remordimientos y remilgos me impidieron en verbalizarlo. Mamá no esperó mucho y acercó su boca a la mía. Sus labios sabían a mujer, a su orgasmo que había chupado de mis dedos.

Separó un poco la boca para pedirme que me levantara y pusiera de pie al lado de la cama. Ella se arrodilló enfrente de mí para empezarme a hacerme una mamada. Mi pene desapareció en el interior de su boca, entero. Movió su cuello. Se la sacó para lamerme, besarme, chuparme,… Tanto con la lengua como los dedos jugó con mis testículos, saboreando todos mis genitales como una gata en celo.

-Me corro. –Avisé al sentir mi inminente orgasmo.

Me pajeó con más fuerza mientras su lengua se movía alrededor de mi glande, esperando la corrida. No tardó mucho en llegar y me corrí. El semen se estrelló en su lengua, en su boca, en sus labios, en sus mejillas,… manchando todo su rostro. No pareció importarle o parecerle desagradable, todo lo contrario.

Se relamió, recogiendo con la lengua los grumos de esperma. A los que no llegaba lo hizo con un dedo, recogiendo de su rostro hasta la última gota y haciéndola desaparecer en su boca.

Me derrumbé en la cama, exhausto por las oleadas de placer sentidas. Mamá sonrió. Recogió la sugerente ropa con la que había llegado. Me besó en la mejilla, tiernamente, ahora si como una madre normal deseándole las buenas noches a su hijo.

-Que duermas bien. –Susurró satisfecha antes de dejarme solo en mi cuarto.

Continuará…