Mamá, no puedo más (XI)

Ángel es un chico afortunado: A falta de una fantasía, mejor cumplir dos.

-… Y entonces se lo eché todo en las tetas en la segunda corrida. Luego nos metimos mano en la ducha y cada uno a dormir a su cama –le conté a mi madre terminando de explicar la noche con mi hermana Alba mientras ella, ya desnuda del todo, me hacía una paja encima de mi cama-.

-…Ufff Ángel, mi cielo, qué bien te lo has debido pasar, mmm…

-Ya lo creo mamá, un morbo que ufff… impresionante. ¿Y sabes qué? ¡Es virgen por el culo!

-Vaya, ¡no me digas!... ¿y no se lo quisiste petar, cielo?

-Pues claro, si se me pone gordísima únicamente con pensarlo…

-Se te pone gordísima ahora porque mami te está cascando una buena paja, capullín… jajaja.

-Jejeje, bueno, ya me entiendes mamá.

-No entiendo por qué no se lo petaste, cielo.

-Me reservo para una ocasión especial. El culo es un universo propio. Merece su día especial. Follar con mi hermana por primera vez ya es suficiente morbo. No quiero malgastar el morbo del culo en la misma sesión. Prefiero tener dos días espectaculares por separado.

-jajaja… hablas como si organizaras el sexo por fascículos –dijo mi madre divertida-.

-jajaja… contigo ya no hace falta, mamá. Ya vamos a saco.

-Pues sí –afirmó-.

-Bueno mamá, es tarde, muy de madrugada ya… Te he contado todo con pelos y señales, tendríamos que ir terminando esta paja…

-Nooo –me dijo con una vocecita y poniendo la carita de pucheros del gato con botas en la película de Shrek- déjamela un ratito más, cariño. Solo un ratito.

-Si ya casi no debe quedar nada, mamá. Tu hija me ha vaciado los cojones –dije regocijándome en la sonoridad de una frase así dicha ante mi propia progenitora-.

-Yo también quiero mi ración, cielo.

-¿Ahora te me vas a poner celosa? –pregunté en un tono simpático-.

-Claro que no, mi vida. Pero tu madre no deja de ser tu madre y quiero la leche de su niño.

-¡Qué puta eres!

-Y lo que te gusta –me respondió guiñándome un ojo-.

-Ya lo creo, jejeje.

-¿Te lo hago con las tetas?

-Vale, sí, genial mamá… Aaah… joder, ¡qué gustazo!

-¿Quién es mejor con las tetas, mi hija o yo?

-Ufff… joder con la competidora… aaah…

-Jajaja, no quiero competir, cariño. Únicamente quiero ponerte a mil.

-Pues lo estás consiguiendo, ¡maldita puta!

-¡Ahora! Por fin te sueltas… venga, dime lo que me merezco.

-Eres una guarra de mierda… mira que lanzar a tu propia hija a los brazos de su hermano. Cerda asquerosa… ggrrr… schup! –y solté un salivazo en la cara de mi madre-.

-Aaah… eso es hijo de puta mmm…

-Joder, ¡Qué duro tengo el rabo!

-Lo noto en mis tetas, nene, lo noto mmm.

-¿Querías mis restos de leche, eh? ¡Pues si los quieres te los vas a tener que tragar!

-Con mucho gusto, hijo mio –y mi madre procedió a meterse la polla en la boca-

-Aaah… eso es cerda…

-mmmm ggggl… suéltalo mmm.

A los treinta segundos me corrí. Por mis sensaciones en el rabo no debió ser mucho. En cualquier caso, no lo vi, puesto que mi madre se lo estaba tragando sin rechistar.

-Aaah… -exclamó mi madre desenganchándose de la polla y pasándose el brazo por los labios para eliminar restos de leche- no ha estado tan mal, todavía tenías una pequeña reserva para mami –dijo divertida-.

-Hay que ver lo puta que eres –dije sonriendo-.

-Por muchos años, cariño, por muchos años…

-Mamá…

-¿Qué?

-Y mañana… ¿Qué?

-¿Con tu hermana?

-Sí.

-Pues como si nada. Yo estaré preparando el desayuno. Ella ya sabe las condiciones. Y sabe que tú podrás disponer de ella y de mí como te plazca. Supongo que todo le dará corte al principio pero si desayunando te apetece algo de las dos, tu solo ordénalo, cielo.

-Me siento, ufff…

-¿Cómo un Dios? Jeje.

-Sí, mamá. Exacto.

-Eres mi Dios, nuestro Dios. Anda campeón, a descansar… Ah! –dijo desde el marco de la puerta y antes de irse a su habitación- y recarga bien esos cojones.

-¿Eh? Jaja… claro mamá. Descuida. Buenas noches.

-Buenas noches, mi amor.

Estaba aluciado. Me iba a costar volver a dormir. Demasiadas emociones. Demasiado increíble todo. Era como tener dos putas sumisas sin límite de perversión y encima sin pagar. Y lo que es peor (o mejor)… ¡mi hermana y mi madre!. Me sentía el rey del universo y, con esas sensaciones, acabé quedándome dormido casi sin darme cuenta.

A la mañana siguiente me desperté tarde. Cuando, nervioso, decidí entrar en la cocina para desayunar, mi madre y mi hermana ya estaban allí. Mi madre terminando de preparar café y mi hermana ya sentada en una punta de la mesita de la cocina comiéndose una tostada untada con paté.

-Buenos días –dije todavía observando la situación e intentando adivinar por sus rostros en qué tono o estado se producía aquel triple encuentro en que, por primera vez, todos sabíamos lo que había pasado-.

-Buenos días –dijo Alba casi sin tono alguno-.

-Buenos días mi rey –dijo más contenta mamá-, ¿Has descansado bien? –preguntó con una sonrisa que yo entendí con segundas implicaciones-

-Sí, estoy bastante… relajado –dije todavía nervioso-.

-Me alegro cariño. Anda, siéntate en la otra punta de la mesa que te traigo las tostadas mientras termino el café.

-Vale mamá.

Miré a mi hermana una vez me había sentado y ella no hizo ningún tipo de gesto. Aguantó mi mirada dos segundos y la volvió a bajar a la siguiente tostada que tenía para comer. No sabía si estaba contenta, calmada, nerviosa, tensa, aceptando todo con naturalidad o enfadada. No me daba ninguna pista su actitud.

-Bueno, esto ya está –dijo mi madre sentándose también en la mesa y poniéndonos café a mi hermana y a mí para luego servirse ella.

-¿Lo vais a tomar solo? –preguntó mi madre-.

-Sí –respondimos Alba y yo casi al unísono-.

-A mí me apetece con leche –dijo mi madre en un claro doble sentido-.

Nadie dijo nada. Mi madre tampoco se levantaba a por el cartón de leche. Al cabo de dos segundos, mi madre me preguntó:

-Cielo, ¿te importa si me lo tomo con leche?

-Eh… yo… no claro, mamá, como a ti te guste.

-Gracias cielo, ¿me la das? –soltó mi madre ante la cara de asombro de Alba, mi cara de alucinación y manteniendo ella una mirada de lujuria hacia mí-.

-Eh… sí… em… ya voy –e hice ademán de levantarme para coger el cartón de leche de la encimera de la cocina-.

-No, cariño –me interrumpió mi madre- no te levantes, ya voy yo.

Cuando pensé que mi madre en el fondo únicamente había jugado con el sentido de las palabras, con toda la intención, pero que verdaderamente quería el cartón de leche para su café, lo que hizo a continuación me dejó anonadado y a Alba con una cara todavía hoy imposible de describir. Allí mismo en la cocina, ante su hija, puso el cojín de la silla de la que se acababa de levantar delante de la mía, en el suelo, para luego ponerse de rodillas ante mí.

-Tú desayuna tranquilo, cariño. Ya me sirvo yo –dijo mi madre con todo el puterío-.

Yo no sabía cómo reaccionar. Mi madre tiró de mis pantalones del pijama hacia abajo, dejando libre mi polla que, con tanto doble lenguaje, ya se había puesto un pelín morcillona. No dudó ni medio instante y se metió el capullo en la boca, empezando una de sus soberbias mamadas.

-Aaah… -suspiré cerrando los ojos e inclinando la cabeza hacia atrás-.

-Eso es, mi vida, tu disfruta que mamá ya hace todo el trabajo –dijo mi madre retomando la mamada-.

Volví la cabeza hacia delante de nuevo y abrí los ojos directamente mirando al frente, hacia Alba, quien hizo contacto visual con los míos. Hizo un pequeño gesto de negación con la cabeza, como resignada a tener que soportar algo que no le gustaba ver. Excitado por la mamada y por la cara de tensión y desagrado de mi hermana, sin mencionar palabra dije, con los labios, la palabra “puta” mientras con una mano señalaba la cabeza de mi madre, dándole a entender claramente a mi hermana que me refería a que su madre era una auténtica zorra.

Alba volvió a mirarme con cara de asco y volviendo a decir que no con la cabeza. Pese a eso y a la escenita que estaba soportando, no dijo absolutamente nada y se dedicó a mirar lo que hacía su madre entre mis piernas. Al cabo de unos minutos, mi acelerada excitación no pudo controlar el orgasmo que se avecinaba. Mi madre, por la tensión de mi rabo y el tono de mis gemidos, notó que no faltaba mucho e hizo algo que me dejó alucinando. Sacándose la polla de la boca y meneándola para mantener la fricción, se dirigió a mi hermana y dijo:

-Alba, acércame el café, por favor.

¡Vaya! Joder… ¡lo decía en serio! ¡Iba a echarse mi semen en el café ante mi hermana!. Menuda puta de marca mayor. Menuda madre guarra!

-¿Cómo? –dijo Alba esperando que mi madre no hubiese dicho lo que había oído perfectamente-.

-Que me acerques la taza de café, hija, que desde aquí no llego.

Alba, todavía incrédula, se levantó como reaccionando por automatismo y acercó el café a mi madre.

-No hija, ven aquí de rodillas, ayúdame con esto. Sujeta tú la taza.

-Pero… pero mamá es que…

-Va cielo, que se nos corre. ¡Rápido!

Mi hermana, medio en ‘shock’ se arrodilló ante mi sujetando el café mientras mi madre dobló mi polla hacia abajo todo lo que pudo para apuntar la raja del capullo hacia la taza. Estaba alucinando. Ni pagando un dineral por una escena así entre dos putas me habría hecho caso ninguna, pensé en ese momento.

-Vamos hijo mío, córrete, que se me enfría –dijo mi madre provocándome hasta el límite-.

-Aaah… ¡puta de mierdaaa! –grité sin importarme nada cuando alcancé el orgasmo-.

El primer chorro, extremadamente potente, pasó de largo de la taza de café e impactó de lleno sobre el pijama de mi hermana, a la altura de las tetas, manchándole la ropa. De la sorpresa, Alba se retiró un poco hacia atrás en un acto reflejo.

-Alba… ¡la taza, joder! –gritó mi madre ante la perspectiva de no caer el semen dentro de su desayuno-.

Mi hermana reaccionó volviendo a poner la taza en la posición anterior y mi madre, con maestría, me siguió ordeñando la polla para que los siguientes chorros, abundantes y copiosos pero ya no tan disparados como el primero, sí que dieran de pleno en su café.

-Eso es mi vida, dame la leche –dijo mi madre estrujándome el rabo hasta la última gota-.

-¡Joder! –es la única expresión que atinó a decir mi hermana ante su asombro de ver cómo mi lefada iba rellenando la taza de café de mamá de forma muy considerable-.

-Eso es nene, vamos, vacíate –dijo mi madre ya haciendo caer las últimas gotitas de mi capullo-.

Terminé de soltarlo todo, reclinándome como pude, echado hacia atrás, en mi propia silla. Mi madre le quitó el café a Alba de las manos y se levantó para coger su cucharilla de la mesita. Mientras Alba se volvía a sentar en su sitio con los ojos como platos, mi madre puso la cucharilla dentro y empezó a mezclar su café con la lefa de su hijo ante la mirada atónita de los dos. No era la primera vez que mi madre se bebía un café con mi semen, pero sí era la primera vez que Alba iba a verlo y eso me estaba dando un morbo infinito. Mi madre acabó de mezclar, retiró la cucharilla y se bebió el café del tirón.

-¡Aaah! –exclamó cuando volvió a dejar la taza en el platito de la mesa-… riquísimo. Gracias, mi rey –dijo mientras me acariciaba una mejilla y se iba de la cocina- Voy a cambiarme para ir a trabajar, que en una hora me espera un cliente –dijo mientras nos dejaba solos a Alba y a mí.  No dijimos nada durante dos minutos, dedicándonos cada uno a desayunar.

-Un… ¿un cliente? –dijo Alba rompiendo el silencio-.

-Sí… ¿Qué? –dije yo.

-¿Se refiere a…?

-A hacer de puta para un cliente, Alba, claro. ¿Qué querías que fuese? –respondí contundente-

-No, ya… claro. Es que todavía no me acostumbro.

-Pues ya te puedes acostumbrar. Ya has visto a mamá, no se corta un pelo. Mentalízate Alba, las cosas por aquí van a ser así siempre ahora. Y peor todavía.

-¿Peor?

-Claro, mamá hoy no te ha hecho entrar mucho en juego. A duras penas aguantar el café. Imagínate cuando follemos los 3 a la vez.

-… joder… -murmulló haciendo un gesto con la cara como pensando en lo que le venía encima-.

-Alba…

-Dime.

-Todavía no se me baja.

-¿No jodas? A ver… coño, ¡si está durísima!

-¿Ves? Anda, toma tu el lugar de mamá.

-¿Qué? –dijo todavía incrédula-

-Que te arrodilles y me la descargues de nuevo.

-¿Yo?

-Pues claro, mamá ahora tiene prisa.

-Pero… ¿Y si pasa por la cocina de nuevo y me ve?

-Jajaja… Dios, cómo te cuesta hermanita… a ver, ¿No ha hecho ella lo mismo ante ti sin ningún problema? ¿No va a tratar de eso la vida en casa desde este momento? Pues vengaaa!

Mi hermana, todavía indecisa, se acercó a mi y se arrodilló ante mi nabo.

-Ahora a chupar, putita –ordené-.

No rechistó. Ya no valía la pena negarse. Poco a poco se fue metiendo mi rabo en la boca para hacerme una estupenda mamada.

-Así me gusta, chicos –dijo mi madre desde el marco de la puerta de la cocina mientras mi hermana, del susto, se sacaba mi polla de la boca.

-Tú no pares, ¡joder! –dije presionando su cabeza con mis manos y volviéndole a meter la tranca bien adentro-.

-Bueno, me voy, llego para la hora de comer –dijo mi madre-.

-Vale mami, que vaya bien –dije-.

-Adiós chicos! –respondió mamá con naturalidad mientras su hija se metía la polla de su hijo en la boca hasta provocar arcadas-.

Se oyó el ruido de la puerta y yo me dediqué a disfrutar de la zorrita de mi hermanita, que en esos momentos había descendido por el tronco de mi nabo para chuparme los cojones.

-Eso es, putita, estimúlalos a ver si consigues que salga más leche… aaah…

Terminé de desayunar mientras Alba volvía a engullir mi capullo. Entonces, con una mano obligué a su cabeza a volver a bajar a los huevos y con la otra me empecé a cascar una paja mientras no perdía detalle con la vista de lo que me hacía la guarrita de mi hermana. Cuando consideré que era el momento de terminar, tiré de los pelos de Alba hacia atrás, provocándole un poco de daño y un leve quejido, para justo después incorporarme y levantarme de la silla sin dejar de cascarme la paja. Aumenté la velocidad y la empecé a machacar con furia.

-mmm…¡Aaah!... Abre la boca, Alba.

Mi hermana, sin decir nada, obedeció y, sin dejar de mantener el contacto visual con mis ojos, abrió la boca, sacó la lengua y esperó paciente a que me descargara encima de ella. Concentrado en mi masturbación, empecé a pensar cómo prefería pegarme la corrida. La noche anterior manché la cara de mi hermana y en la segunda corrida lo hice encima de sus tetas. Era hora de probar algo nuevo así que, pese a tener su cara ofrecida, decidí intentar apuntar todo el semen que me saliera –que mucho no debería ser puesto que mi madre me acababa de descargar magistralmente sobre su café- dentro de la boquita de mi hermana. Que probase el semen de su hermano mayor y se fuese acostumbrando a tragarlo.

-uuuh… saboréalo, maldita putaaa… ¡Aaah!

Un potentísimo chorro se alojó directamente en su garganta y, muy seguido, otro casi tan potente se depositó sobre su lengua. Alba hizo una mueca con la cara cuando notó los latigazos de semen pero, estoica, resistió mi eyaculación dentro de su boca sin perder la posición ni echar a perder mi corrida. Después de los dos primeros chorros, mi cuerpo, que prácticamente no había tenido tiempo de recuperación, no estaba tampoco para mucho ofrecimiento de leche. Apenas salieron dos chorros más, casi sin fuerza (más caída de semen que no expulsión) que deposité con cuidado en la punta de su lengua.

-¡Traga! –grité-.

Mi hermana cerró la boca y un escalofrío de placer recorrió mi cuerpo cuando, viendo el movimiento de su nuez, dio a entender que se lo había tragado. Comprobé que así era cuando, ella misma, abrió de nuevo la boca para demostrar, sin trampa ni cartón, que la boca ya estaba vacía de mi blanquecino elixir.

-Venga, limpia el rabo…

El rechupeteo de Alba me acabó de dejar ‘KO’. Había dormido poco esa noche, después de follarme por primera vez a mi hermana y que mi madre, en plena madrugada, me volviera a ordeñar. Para colmo, nada más despertar y desayunar, las dos furcias me habían vuelto a descargar doblemente. Realmente estaba cansado. Muy cansado.

-Me voy a dormir de nuevo, hermanita, ya me despertareis tú o mamá para la hora de comer.

-Madre mía… ¡qué bien vives! Eres un cabrón con suerte –dijo mi hermana-.

-Y tú una zorra… Anda, recoge y ordena la cocina, ¿eh? Venga putilla, hasta luego.

Con toda mi desfachatez y desplante, dejé a Alba de rodillas en la cocina y me fui a tumbar encima de mi cama. Caí fulminante. Se interrumpió mi descanso cuando oí la voz de mi madre.

-Gandul, vamos, ¡despierta! –me decía mientras con una mano sacudía mi brazo para intentar mover mi cuerpo y que abriera los ojos-. Que ya está la comida preparada. Va, Ángel, ¡vamos!

Me incorporé y, todavía con el pijama y sin ganas de cambiarme, me dirigí a la mesa del salón para disponerme a comer. Estaban ahí mi madre y mi hermana, como si no hubiera pasado nada. De hecho, empezamos a hablar de los temas de siempre con total naturalidad: que si los estudios, que si como estaba de difícil la vida, que si la vecina de abajo estaba empezando obras y en el rellano y el portal de abajo estaba todo lleno de piezas, maderas, cajas de herramientas… la típica conversación familiar.  Llegados a los postres, mamá me preguntó:

-Cielo, esta noche para cenar, ¿Te apetece algo especial?

-Pues… hoy hay partido en la tele… podríamos hacer pizzas, palomitas y algo de picar…

-Me parece una buena idea. ¿Vemos el partido los tres? –preguntó mamá-.

-A mí el fútbol la verdad es que… -dijo Alba sin terminar la frase, acompañando sus palabras de un gesto de ‘ni fu ni fa’-.

-Bueno… -dije-, mamá y yo podemos ver el partido y si a ti no te interesa, mientras lo vemos me puedes ir comiendo la polla…

En ese momento, que coincidió con que Alba estaba bebiendo agua de su vaso, mi hermana escupió todo el contenido de su boca en una especie de ataque de tos por haber oído algo que no esperaba en ese momento.

-¡Jajaja! ¡Qué bueno! –dijo mi madre descojonándose- A mí me parece una idea genial. ¿Puedo comértela yo también, cielo?

-No se mamá, no se… si ninguna de las dos ve las jugadas del partido, ¿Con quién las comento? –dije mientras sonreía para dar a entender que lo decía bromeando-.

-¡Jajaja! Es que mi niño no solo tiene un pedazo de rabo, además es súper chistoso… ¿A que sí, Alba?

-¿Eh? Ah… sí, sí –dijo mi hermana todavía pasándose la servilleta por los morros para quitarse parte del agua escupida-.

Quedando de acuerdo en lo que haríamos por la noche, por la tarde me dispuse a salir con unos colegas. Bebimos cerveza y jugamos al billar en una sala recreativa del barrio. La verdad es que, sin tampoco pasarme ni estar borracho, las cervezas que me tomé me dejaron bien contento mientras volvía a casa. Si la situación con mi madre y mi hermana se estaba desatando, el ‘puntillo’ que llevaba yo en ese momento me hizo entrar en  casa con aires de dueño del universo.

-¡Ya estoy en casa, putas! –dije envalentonado nada más abrir la puerta-.

-Hola, cielo, estamos en la cocina –dijo mi madre aceptando el insulto con naturalidad. Mi hermana, todavía un poco orgullosa, no dijo nada-.

-Hola, mi vida –dijo de nuevo mi madre cuando entré en la cocina, dándome un piquito en los labios-… Alba, saluda a tu hermano, no seas maleducada –apostilló-.

Mi hermana se incorporó de la silla de la cocina, donde estaba mirando mensajes en su teléfono, para con un simple “hola”, darme también un pico.

-Estás un poco seria, Alba, ¿Te pasa algo? –pregunté-.

-Nada cielo –intervino mi madre- todavía está un poco rara por su primera experiencia lésbica.

-Que… ¿Qué? –dije alucinado-.

-Pues eso, que como tu hermana todavía entra a pasos muy tímidos en el juego que, desde ayer, va a ser habitual en esta casa, he pensado que para cuando nos quieras usar a las dos a la vez y nos pidas, ya que estoy segura que nos lo pedirás, que nos enrollemos entre nosotras, he decidido esta tarde romper el hielo.

-Te… ¿Te has follado a tu hija, mamá? –pregunté atónito-.

-Claro, mi vida –respondió mi madre impasible-.

-Pe… pero…

-¿Te parece mal, mi niño?

-No, joder… pero avísame. ¡Me hubiera encantado verlo!

-Jaja… ah, es eso. Temía que lo desaprobaras. No cielo, igual que tú te follaste a tu hermana por primera vez a solas y yo no lo vi, esta vez también tenía que ser íntimo entre ella y yo. Entiéndelo, mi vida.

-Ya, bueno… Supongo que es lo justo, sí.

-Gracias cielo, sabía que lo entenderías. Chicos, ¿cenamos?

-Sí –respondimos casi a la vez mi hermana y yo-.

-Voy calentando las pizzas –añadí-.

-Vale cielo –dijo mi madre- voy a ir poniendo el partido. ¿En qué canal es?

-Dale al botón de favoritos, mamá. Te sale una lista, creo que es el segundo.

-A ver… ¡ahí está! Voy a buscar bebidas –comentó mi madre-.

-¡Alba! –grité-.

-¿Qué?

-¿Me puedes ayudar con las palomitas?

-Voy.

-Chicos –dijo mi madre irrumpiendo en la cocina- me voy a mi cuarto a ponerme algo de lencería. Ya me quedaré así para ver el partido, ¿de acuerdo?

-Vale mamá –dijo Alba- yo también iré. Hago las palomitas y me pongo algo parecido.

-¡Así me gusta, putas! –rematé yo sonriendo-.

Dispuse todo en la mesa del salón: las bebidas que había preparado mi madre, tres pizzas medianas y un cuenco de palomitas.

-¡Esto empieza! –grité para que me oyeran mi madre y mi hermana cuando el partido se puso en marcha-.

De golpe irrumpieron en el salón ambas juntas. Madre mía, ¡qué espectáculo! Parecía un pase de escorts en una casa de putas de lujo. Mi madre con zapatos de tacón rojos, medias color carne con ribete en el final, a medio muslo. Unas bragas rojas con tela en el centro pero casi transparentes a los lados. Encima, un sujetador que, fijo, le iba una talla más pequeño y sus labios bien rojos, a juego, con un rímel negro en las pestañas. A su lado la pequeña de la casa, con botas azules, un tanga a juego y un sujetador que más bien parecía la parte de arriba de un bikini. Iba también maquillada, pero más discreta, con brillo en los labios y suaves toques de maquillaje casi del mismo color de la piel.

-¿Te gusta lo que te vas a comer, cielo? –dijo mi madre provocativa.

-Jo-der, mamá… sin duda. ¡Qué buenas estáis!

-Gracias, mi vida. ¿Cómo van? ¿Cero a cero?

-¿Eh? –dije todavía embobado-eeeh… sí, sí, acaban de empezar.

-¿Quieres una cerveza, hijo mío?

-Vale mamá, gracias.

-Aquí tienes… ¿Quieres que alguna de las dos te coma el rabo mientras la degustas viendo el partido? –soltó mi madre-.

-Uf, pues claro mamá, sí.

-Una o… ¿las dos?

-Joder, las dos mucho mejor, ¡claro!

-Venga cariño –dijo esta vez a su hija- arrodíllate ante tu hermano pero procura no taparle la pantalla de la TV que si marcan un gol se lo va a perder.

Alba, sumisa, se arrodilló ante mí, metiendo la mano en los pantalones para sacar mi rabo, ya muy morcillón, fuera de los mismos. Al principio con delicadeza, empezó a chupar el glande, recorrió el tronco, pasó la punta de la lengua por los huevos y volvió a subir.

-A ver… hazme sitio –dijo mi madre arrodillándose también-.

Dios, ¡qué sensación! Mi primera mamada doble y ni más ni menos que mi madre y mi hermana. En pocos segundos se me puso la polla como el mástil de un barco. No hice ni puto caso al partido de fútbol. Me concentré en mirar hacia abajo, viendo como mi madre succionaba mis huevos mirándome a los ojos y mi hermana, concentrada en lo suyo, intentaba meterse el máximo de rabo posible en la boca. Me sentí el dueño del universo e incluso me salió la vena de cabrón: la cerveza que me estaba tomando la apoyé encima de la cabeza de mi hermana. Ella no dijo nada, aunque mi madre lo vio y sacándose los huevos de la boca entró en el juego rápidamente.

-Eso es Alba cielo, chupa, pero que no se te caiga la cerveza. Tu hermano no puede mirar el fútbol sin su cerveza. Se buena nena –dijo mi madre para, acto seguido, mirarme a mí y guiñarme un ojo-.

A los pocos minutos, mi equipo marcó un gol y reaccioné con un pequeño saltito en el sofá, como medio incorporándome.

-¡Gooooooooooooooooooool! –grité mientras flexionaba las piernas en un gesto de incorporación del sofá-.

-Aggg… ¡cof, cof! –tosió mi madre, que era quién tenía en ese momento mi polla en la boca-.

-¡Uy!, lo siento mamá, ¡es que vaya golazo! –me justifiqué-.

-Cof… No te preocupes cielo, únicamente que no me lo esperaba y me has metido demasiado pollón de golpe con tu movimiento. Siéntate que sigo chupándote.

Con el marcador del partido a favor de los míos, me dediqué a disfrutar una mamada doble que no iba a durar mucho más.

-Creo que me voy a correr, ¡malditas furcias!

-Sí cielo, hazlo, hazlo –me animó mamá-.

Saqué la polla de la boca de Alba y la puse a chupar los cojones junto con mamá. El acero en que se había convertido mi polla, hinchada y venosa, iba a hacer un buen estropicio. Más todavía cuando me envalentoné para pegarme la mejor corrida posible con el mayor morbo posible.

-Besaros, daros lengua, ¡vamos! –dije-.

Mi madre y mi hermana se empezaron a morrear y yo no pude más. Me incorporé y, dándome caña con una mano y apretándome los cojones con la otra para darme más gusto, exploté en una catarata de semen encima de las mejillas, nariz y lengua de esas dos putas rameras que tenía debajo dándose la boca.

-¡Aaah! ¡¡¡Hijas de putaaa!!!

Me quedé mucho más que relajado. Extasiado. Nuevo. Como nunca.

-Joder… -se quejó mi hermana, que no podía abrir un ojo de la cantidad de semen que tenía encima- sí que ha durado poco la velada.

-No, cielo –interrumpió mi madre- esto únicamente acaba de empezar. Tu hermano ya ha descargado sus ansias más impulsivas, ahora nos podremos aprovechar mucho más de él y nos va a aguantar como un campeón, ya verás. Anda Alba, come un trozo de pizza y repón fuerzas. Ángel, ¿otra cerveza?

-Vale, mamá.

-Genial –dijo mi madre-, nos vamos a montar una señora fiesta esta noche.

-Sí, mamá. La noche no ha hecho más que empezar.

Y todos brindamos en ese momento con nuestra cerveza, ellas dos con la cara todavía pringada de semen, por la larga velada que teníamos por delante.

-¡Salud!