Mamá, no puedo más (X)

Los dos hermanos, Ángel y Alba, se encuentran a solas en el salón. Su madre los había citado para follar, pero Alba no lo tenía claro...

Ahí estaba mi hermana, entrando reluciente por la puerta del salón. Me miró, ruborizada. La miré, nervioso. Ambos sabíamos lo que iba a pasar. Era extraño, muy raro. No era fruto de una seducción, tampoco de un arrebato. Lo que iba a suceder estaba planeado, premeditado… y por alguien que no éramos ninguno de los dos. Miré a Alba a la cara. No se la veía nada cómoda.

-¿Estás bien? –pregunté-.

-Bueno… no, la verdad no. Me cuesta asimilar que te estés follando a mamá…-dejó en el aire-.

-Ya… es que mamá es un cañón de mujer, es inevitable. Gusta a todos mis amigos.

-Sois unos pervertidos. Tu más, que encima eres su hijo- me soltó con cara de enfado-.

-Quizá sí. Nos gusta el sexo. Mucho… muchísimo. ¿Eso es malo?

-No, no es malo –dijo mi hermana- pero con la propia madre…

-¿No estarás celosa?

-¿Yo? ¡Venga ya! Si vengo aquí forzada…

-¿Forzada?

-Sí… ¿No te contó mamá?

-Bueno, que le costó convencerte y tal pero si has venido es que querrás, supongo, ¿no?

-Que querré no perder la herencia, imbécil –me soltó mi hermana-.

-Bueno… y… ¿cómo lo hacemos? –dije-.

-¿De verdad me quieres follar, Ángel? –preguntó ella con los ojos como platos-.

-Eh… sí, claro… ¿estamos aquí para eso, no?

-Sucio pervertido... ¡con tu hermana!

-jeje… después de mi madre no me parece para tanto –dije para intentar rebajar la tensión-

-Puto degenerado… -murmuró sin hacerle gracia la broma-.

-Aquí la única puta eres tú.

Mi hermana me miró fijamente con una cara de cabreo que no le había visto nunca. Puso los brazos en jarra en pose de ofendida.

-¿Qué me has llamado, cabrón?

-Puta

-¡Vete a la mierda!

-A ver, Alba… te vas a follar a tu hermano para no quedarte sin el suculento dinero de mamá. Es fácil si no quieres cometer incesto: no lo hagas. Con no hacerlo es suficiente… pero claro, te tira la pasta, ¿eh? Follar por pasta, aunque sea indirecta y de aquí a muchas décadas… mmm… no sé, no sé, a mi follar por pasta me parece de putas.

-¡Maldito imbécil!

Y mi hermana se abalanzó sobre mí intentando pegarme con los puños.

-¿Pero qué os pasa a mi madre y a ti? ¿Qué puta mierda os pasa en la cabeza, eh? ¿Eh? ¿Qué clase de familia sádica y cruel es ésta? –gritaba intentando azotarme sin éxito, puesto que yo esquivaba en todo momento sus poco certeros movimientos con los brazos-.

En un momento dado, sujeté sus dos brazos por las muñecas, medio inmovilizando a mi hermana, allí de pie en el salón, yo calmado pero ella con un ataque de ira.

-Te calmas o te doy dos bofetones bien dados, Alba –dije muy serio-.

Mi hermana tiró de mis manos para soltarse las muñecas. La dejé ir, me miró con rabia pero se empezó a calmar.

-Enfermos, ¡estáis enfermos! –dijo ella al borde del llanto-.

-Mira, hermanita –empecé a decir con un tono un poco condescendiente- te voy a ser sincero. Todo esto fue idea de mamá cuando le conté que tú también me la ponías muy dura. Mamá ha entrado en un momento de su vida que… no se… está espitosa, obsesiva, impulsiva, demasiado excitada y no me refiero únicamente a la excitación sexual. Está… no sé, como acelerada con la vida. Yo no le pienso decir nada, ni que se calme ni nada, ya que egoístamente todo me beneficia. Sus impulsos no hacen más que saciar mis perversiones y, francamente, vivo muy muy feliz así.

Mi hermana, sin estar ya alterada, escuchaba atentamente sin dejar de mirarme muy seria.

-Entonces, como comprenderás, yo no le dicho nada a mamá de las condiciones que te ha puesto. Esto es cosa de ella. Te admito que me encantaría follarte… de hecho ya tengo la polla muy dura –dije mientras me sobaba el pantalón por fuera- pero si te pones terca yo no te voy a obligar a nada. Si entras en el juego será por tu voluntad, tú sabrás y te arreglarás con mamá sobre si te dejará dinero cuando muera o te deshereda. No es cosa mía.

-Es que todo esto… -dijo mi hermana sin poder terminar la frase-.

-Ahora bien –interrumpí-, si entras en el juego entrarás no solo hoy, si no para siempre. No va a ser un único polvo, será constante a lo largo de nuestra vida, aunque te cases con otro. Y será conmigo y también conmigo y con mamá, cuando a ella le apetezca o me apetezca a mí. Estas son las condiciones, las aceptas o no. Es cosa tuya.

-Sois unos retorcidos mamá y tú –dijo enfadada-. No me puedo creer que mi propia familia me esté… -tampoco pudo terminar la frase, interrumpiéndola de nuevo-.

-Ah, se me olvidaba… Si aceptas, esto no va a ser suave. Te voy a follar como me follo a mamá, que aquí manda mi polla. Duro, salvaje, con insultos y muchas guarradas, las que me apetezcan y sin rechistar. En fin, eso es todo Alba, tú verás –y me medio recliné en el sofá en una postura que daba a entender que no tenía prisa en escuchar la respuesta-.

-Maldito cabrón… -murmuró-.

-Tienes toda la noche para decidirte, mamá no volverá hasta muy entrada la madrugada –apunté-.

-¡Vete a la mierda! –gritó justo antes de irse a su habitación y encerrarse de un portazo-.

Me cabreó que lo hiciera, puesto que tenía muchas ganas de sacarme la polla y clavársela en esa boca de niñata consentida, pero paciente me dispuse a hacerme algo de picar en la cocina esperando que, por fuerza, en un momento u otro Alba tuviera que salir de su habitación y afrontar una decisión final y terminar la conversación.  Al cabo de dos horas, viendo una película nada interesante en TV y con mis ojos a medio cerrar por un principio de sueño, oí que la puerta de su habitación se abría y unos pasos se dirigían hacia el salón. Ante mi apareció mi hermana, con los pelos alborotados y cara de haber llorado hace no mucho. Iba con una bata vieja y, la verdad, estaba de todo menos erótica y provocativa en ese momento.

-Ángel, ¿queda algo para cenar? –dijo con un tono suave y nada agresivo-.

-Eh… sí, algo he dejado de lo que he picado yo. Pero vamos, no era ningún primer plato ni segundo, eran cositas para picar. Puedes terminarte lo que sobre o pilla lo que quieras de la nevera.

-Vale, gracias.

Desde el sofá oí como estuvo un rato comiendo algo en la cocina para luego ir al baño. El ruido del cepillo eléctrico de dientes no dejaba confusión sobre lo que estaba haciendo. Parecía tal cual el ritual propio antes de irse a dormir. No iba a follar conmigo. Me iba a tener que cascar una paja solo. “Allá ella, se quedará sin herencia. No es cosa mía, ya se arreglará con mamá”, pensé, aunque me daba mucha rabia no poder descargar los huevos con ella en ese momento. ¡Le tenía tantas ganas!... Cuando terminó del baño apareció en el salón.

-Ángel…

-Dime.

-He estado reflexionando…

-… ¿y?

-Pues… ufff –resopló nerviosa y mirando al techo como buscando el valor para decirlo- que… que vale.

-Que vale… ¿qué? –dije disimulando mi creciente emoción intuyendo lo que estaba por pasar-.

-Que vale… que lo haremos.

-Joder… ya veo las ganas, ya. Menudos ánimos, nena… -dije con sarcasmo pero relamiéndome por dentro con el banquete que estaba por darme en unos instantes cuando la noche parecía ya tirada a la basura-.

-No es nada fácil para mí, tienes que entenderme. Eres mi hermano.

-Sí, un hermano del cual serás suya desde hoy.

-Pues… por eso no es fácil. No sé todavía si lo puedo asumir, pero no me quiero quedar tirada sin nada.

-Si trabajaras no te quedarías tirada sin nada, podrías hacer tu propio rinconcito de dinero con tu propia vida.

-Ya… -dijo mi hermana mirando al suelo-.

-Vamos, que nos has salido malcriada. Si ya lo sabía yo… de trabajar nada, ¿verdad? Como mamá es millonaria, ya tengo la vida solucionada pero ante el riesgo de dejar de tener el dinerito de mamá, antes puta incestuosa que madrugar y trabajar, ¿no? ¡Vaya con la niñata! –le solté ya con la polla muy dura dentro del pantalón-.

-Yo… -no se atrevió a decir nada-.

-Eres así Alba, hace tiempo que me he dado cuenta. Lo que no sabía era que estabas dispuesta a tales perversiones con tal de no trabajar ni dar golpe. En el fondo, ¿ves? Eres una puta. ¡Como todas! Tú también tienes un precio.

-Joder… no me llames puta, porfa –dijo con mirada caída-.

-Jajajaja… ¿Que no? Puta y ramera y guarra te voy a llamar. ¿Tú que te has creído? Y te lo llamaré con mi polla en tu boca –solté mirándola muy fijamente-.

-Joder tío, te estás pasando…

-Oye Alba, no tengo toda la noche para perder el tiempo. Sabes las reglas, sabes lo que pasará si aceptas y has venido a aceptar, ¿no? Ahora no te hagas la ofendidita por dos insultos que bien te mereces cuando sabes que haremos cosas mucho peores y mucho más guarras. Va, ¡joder! ¡Sin monsergas!.

-Está bien, está bien… -dijo ella resignada-.

-¡En pelotas!

-… ¿Qué?... eh… ¿Cómo? –dijo ella sorprendida por mi súbita orden-.

-Que te quedes en pelotas. Del todo… ¡vamos! No tengo toda la noche, he dicho –dije con total autoridad saboreando el banquete que me iba a pegar-.

-Eh… está… está bien, como tú digas.

-Y con implicación, ¡joder! Nada de hacerlo así de triste, que parece que vayas a una procesión de semana santa. ¡Asume tu papel!

-De acuerdo, Ángel… -dijo mientras abría su bata y se iba deshaciendo poco a poco de su pijama hasta quedarse en ropa interior-.

-Hay que ver –dije- qué buena estás, ¡hija de puta! –espeté manoseando mi rabo por encima de la tela tejana del pantalón-.

Me miró cuando solté ese insulto.

-¿Qué? Tu madre ejerce de puta, ¿no? Pues eres una hija de puta –solté relamiéndome el labio con la visión de su cuerpo mientras a ella se la notaba todavía muy incómoda-.

-Ya… -dijo simplemente ella-.

-Venga, ¡las tetas!

Mi hermana se deshizo del sujetador y me dejó ver, años después, ese par de buenas tetas en todo su esplendor. No eran tan grandes como las de mi madre, puesto que era mucho decir las de mi madre, pero eran igualmente dos buenas y grandes tetas, perfectas para todo tipo de juegos y depósito de viscosas sustancias.

-¡Jo-der, Alba! ¡Vaya peras, tía!

-¡Pervertido! –dijo esta vez sin ningún tono de enfado-

-Las bragas…

-Ya voy –dijo-.

-Quítatelas de espaldas. Lo primero que quiero ver es el culo.

-Lo que tú ordenes, hermanito –dijo ya más participativa y poniéndome a mil con ese tonito-.

-Madre mía Alba, cabrona… ¿Cómo tienes ese culazo? Joder tía, qué tremenda estás… joder… joder… ¿ya te lo han petado? ¡Dime! –pregunté haciendo ya muy descarado mi sobeteo a la polla por fuera de la tela-.

-No, el culo nadie.

-¡Buaaah! ¿No me jodas? ¡Genial, genial! ¡Voy a ser el primero!

-Eso parece… -dijo mi hermana un poco resignada y de mala gana-.

-Joder, no aguanto más –dije empezando a quitarme toda la ropa muy rápidamente hasta quedarme como ella-.

-¡Madre de Dios! –exclamó-.

-¿Qué?

-¡Que menudo rabo, Ángel!

-jeje… gracias hermanita. No merece menos un cuerpazo como el tuyo.

-¡Por Dios!... ¡Qué pollón! –dijo ya soltándose-.

-Entiendes ahora a mamá, ¿verdad? –pregunté fardando un poco mientras me tocaba el glande-.

-Bueno… sí… un poco –dijo tímida-.

-¡Qué ganas tengo de probarte, joder! –dije ya haciéndome una paja en toda regla ahí de pie-.

-Se… se te nota –dijo medio ruborizada-.

Me senté en el sofá, dándole a la polla, mientras la miraba. Le hice un gesto para que se acercara a mi posición.

-Alba, ya sabes lo que tienes que hacer –dije-.

Mi hermana, sin decir nada, se acercó al sofá y se puso de rodillas entre mis piernas.

-No, no, todavía no, golosa. Anda, siéntate a mi lado en el sofá –interrumpí-.

-Ah… bueno, vale –dijo ella descolocada-.

-No quieras correr, hermanita. Sin prisas. Anda, pégate a mí. Así… ahora tócala y hazme una pajita.

¡Menuda sensación! Un escalofrío de gusto me entró por todo el cuerpo cuando mi hermana agarró mi rabo. Aquella escena tan deseada, tan soñada, de tantos litros de semen derramados en mis fantasías, se estaba produciendo allí, ante mis ojos. Me miró un instante a los ojos, apartando luego la mirada para depositarla en la punta de mi estaca. La agarraba toda, con firmeza, pajeando con cierta maestría.

-¡Aaah! –exclamé.

-¿Te gusta? –dijo ella.

-Cómo no me va a gustar… oooh…

-Es un pollón y encima está durísimo… ¡joder! –dijo mi hermana sin apartar la vista del rabo-.

No pude resistir la tentación de acompañar esa perfecta paja con agarrarme, con una mano, de una de sus tetas. La acaricié, la sopesé, la sobé, la estrujé… ¡menudo gustazo!

-Tienes los pezones duros, ¿eh, puta? –dije con sorna-.

-U… un poco –dijo ella ya más entonada-.

El momento era apoteósico. Me lo estaba tomando con mi hermana como cuando te compras tu helado favorito, uno con el que hace mucho que no te das el capricho y, una vez lo tienes, primero lees el envoltorio entero, hasta los ingredientes, luego lo miras de punta a punta, miras el palito de madera, abres el plástico muuy lentamente, oyendo con deleite cada pequeño “ras” mientras se despega, compruebas que sale un halo de frío del helado y, antes de lamerlo, te lo miras entero una vez más: su color, su forma, ese deseo de ser mordido que te provoca…

No quería durar mucho más en esa situación. Primero por no querer avanzar mucho mi estado de excitación y querer resistir ante todo lo que le iba a obligar a hacer a mi hermana en ese momento. Segundo por tener ya ganas de meterla en acción y comprobar sus límites y habilidades.

-¡Aaah!... ahora sí, Alba, ¡de rodillas!

Mi hermana soltó mi rabo y se dispuso a arrodillarse ante él. Esa imagen… ¡ah, esa imagen! Es única. Sabes que no se volverá a repetir. Bueno, sí, se repetirá a lo largo de su vida, arrodillándose cientos de veces más, pero era la inigualable sensación de las primeras veces. La sensación del primer pase de esa película que todavía no has visto pero ya sabes que será objeto de culto. Esa sensación del estreno, sensación que ya no volverá. La misma sensación que, durante segundos y antes de que Alba abriera la boca, me producía saber que iba a recibir su primera mamada sobre mi falo. Ese arrodillar se me quedaría clavado en la retina para siempre.  Se me quedaría tan clavada como la de la primera succión de mi capullo con mi hermana mirándome fijamente a los ojos.

-¡Oooh, joder!

-mmmmm.

-Eso es zorra, ¡aaah! Cuanto tiempo deseándolo…

-mmmm, mmmm.

-¡Joder, encima chupas de puta madre! Aaah… sí…

-mmmm… gracias gggglll –dijo ella en un momento de respiro-

-¡Aaah… comepollas! Mmm… puta comepollas…

-mmmm ggggl.

Al cabo de unos segundos tuve el impulso de agarrarla de la cabeza y forzar un poco más la mamada. Era el primer día y justo hacía un rato que tenía a mi hermana desnuda y a mi disposición, pero me decidí rápido a comprobar sus límites de resistencia.

-¡Vamos!, que se note la juventud y la energía, ¡joder!... Traga rabo, ¡puta ramera!

-ggggggggggggl… coffff… gggggglll… cabrrrrrn. Gggl

-¡Calla! ¡A comer!

-ggggggggggggggggggl cofff…

-Vamos, que tú puedes… aaah, mmm.

-ggggggl hjjjjj gg de ppputtt… ggggl

-¡Diooosss! –dije liberando su cabeza-.

-¡Aaah! –mi hermana dio una gran bocanada de aire- ¡cabronazo, que me ahogas! Que eso que tienes ahí tan gordo no es fácil, ¡coño!

-jajajaja –reí vanidoso- pues ya puedes ir acostumbrando, hermanita. Mamá lo hace ya sin problemas. Te queda mucho por aprender.

-¿Cuánto hace que follais, sucios pervertidos? –preguntó curiosa mi hermana mientras tomaba aire para volver a introducirse la polla en la boca-.

-Mmm… ahora te pica la duda, ¿eh? Aaah… mmm… pues desde pocas semanas después que mi madre nos dijese que estábamos en la ruina por culpa de Miguel.

-¿Y qué fue lo que hizo saltar la chispa? –dijo Alba muerta de curiosidad-.

-La pillé con Miguel.

-¿Cómo? –dijo Alba sacándose el rabo de la boca para hacer una mueca de sorpresa total-.

-Lo que oyes, entré un día en casa y los vi en el salón, desde el pasillo. Mamá estaba de rodillas chupándole la polla. ¿De dónde te piensas que sacaba el dinero mamá, del trabajo ficticio ese que decía que tenía? ¡Qué va! Le sacaba a Miguel su propio dinero, el dinero de nuestra familia, para poder tirar adelante.

-E… Estoy… estoy alucinada, Ángel.

-Vale yo te cuento hermanita pero venga –y puse las manos en su cabeza- tu chupa, tu chupa, guarra…

-mmmmmm –dime más- ggggglll.

-Puta, cerda, viciosa, cabrona… mmm.

-mmmmm… no joder… ggggggl… que me digas más de como acabasteis follando mmm.

-Aaah, jeje… pues nada, que volví otro día a esperar que Miguel subiera al piso, lo grabé todo y chantajeé a mamá.

-¿Qué? Buah… eres un hijo de puta, ¡joder!

-Exacto, un hijo de puta… pero no me hizo falta chantajarla.

-¿No?

-El día que le dije que vencía el ultimátum para decidirse, se me entregó a mí casi riendo. Me dijo que me iba a follar de todas formas.

-¡Ualaaa! Yo flipo, hermanito. ¡Qué puta la mama!

-Eso es, veo que ya lo vas pillando. Una puta. ¡Un putón!

-Joder… joder… -decía Alba asimilando toda la historia-.

-Tu tranquila, hermanita. Mamá se va a forrar. Pero digo forrar, ¿eh? Y tiene unos buenos años por delante todavía para mantener un tipazo muy apetecible con alto caché. Luego lo tendrá que bajar, pero seguirá teniendo público con los obsesos de las maduritas entradas en carnes. Tranquila que se va a jubilar a precio de oro y cuando llegue el momento tú y yo nos vamos a repartir una muy suculenta herencia. Únicamente tenemos que procurar que mamá esté en forma y siga comiéndose rabos.

-Dios… me cuesta asimilar todo esto…

-¿Quieres perder un futuro acomodado, Alba?

-No, no, claro que no…

-Entonces ya sabes, dedícate a no hacer nada, que mamá ya gana dinero por todos. Date los caprichos que te salgan del coño, vete con tus amigas, pásatelo bien… eso sí, únicamente tendrás que pasar cuentas en casa cuando yo te reclame para que me vacíes los huevos o cuando os reclame a mamá y a ti. Por lo demás tendrás una vida de lujos.

-A decir verdad…

-… ¿Qué?

-Que a cada rato que pasa no me parecen tan mal acuerdo –dijo mientras me pajeaba duro-.

-¡Jajaja! Lo que yo diga… ¡tengo dos putones en casa! Jajaja… Anda va puta cerda, házmelo con las tetas, venga, a ver las cubanas como las dominas…

-Claro, voy.

-Aaah, ¡sí, joder! Así me las imaginaba yo… mmm.

-Está durísima, Ángel.

-Tú me la pones así, Alba.

-Qué honor.

-¡Zorra!

-¡Cabronazo!

-Aaah… qué bien nos lo vamos a pasar tú y yo mmm….

-¿Me vas a follar? –me preguntó con voz melosa mi hermana-.

-Sí, pero no ahora, que estoy tan tenso que no voy a durar nada. Primero me corro y luego ya más relajado te follo como te mereces.

-Y… ¿Dónde te vas a correr?

-Ya deberías imaginarlo, putita.

-No se… eres tan pervertido… me imagino que en la cara…

-¡Bingo! Pronto te podrás cobrar el premio, señorit… aaah… aaah…. Mmm ¡Joder!

Deshice la cubana para ponerme de pie ante mi arrodillada hermana. Me sujeté la tranca y me la empecé a menear delante de su puta cara. Iba a provocar el primero de muchos estropicios de leche sobre ese delicado lienzo joven y terso de una jovencita que todavía tenía mentalidad adolescente.  Sentí el mismo pinchazo en el cuerpo, un calambre de placer, como cuando solté mi primera corrida en la cara de la puta de mi madre.

-Aaah, Alba hija de puta… ¡que voy!

Mi hermana cerró los ojos y arrugó un poco su expresión como aquél que sabe que va a recibir un impacto pero no quiere. Ni por asomo se podía imaginar la que le esperaba. Noté el picor del ya imposible retroceso de la expulsión del semen y fui consciente, antes de disparar, que iba a provocar un auténtico destrozo en su rostro. Así fue: volaron chorros y chorros de potentísimos lechazos que fueron a impactar por todas las partes de su cara, su frente e incluso el pelo, bajo los sonidos, tras cada lechazo, de breves murmullos de hi hermana gimiendo palabras como “joder”, “mierda”, “hostia puta”, “cabrón”, que no hicieron más que provocar todavía más mis bajos instintos y machacar el rabo dándole mucha caña para soltar cuanta más cantidad mejor, sin perdonar ni una gota.

El espectáculo era digno de ver. Dejé la cara de Alba como la radio de un pintor. No había rincón de su rostro sin manchurrones y alguno, en especial, estaba lleno de espeso semen.  Sobre sus pómulos y por debajo de sus ojos se formaron pequeñas ‘islitas’ de semen acumulado que, por el movimiento de su cabeza al inclinarse, acabaron por resbalar por la mejilla, luego por la barbilla y cayendo el pringoso néctar sobre sus tetas.

-¡Mierda, joder! ¿Pero esto qué es? Joder hermanito, avisa que te sale tanto semen, ¡coño¡ … aaagh, ¡mierda! –dijo sin poder todavía abrir los ojos-.

-¡Calla, guarra… y vete acostumbrando! Anda va, déjamela limpia –repliqué-.

Mi hermana, con los ojos todavía cerrados, abrió la boca para que le empujara el rabo dentro. Se dedicó con devoción a limpiarme la punta, dejarlo completamente seco y sacarle brillo. Un fantástico ‘minuto de oro’… ¡y sin pagar!.

-Anda, descansa y cuando te recuperes seguimos –dijo Alba levantándose y dando dos pequeños pasos en dirección a la puerta del salón-.

-¿Dónde te crees que vas, puta? –dije autoritario-.

-Pues a limpiarme, ¡joder!, ¿Dónde quieres que vaya? –me replicó-.

-De eso nada, hermanita. Tú aquí te quedas con el semen encima como las buenas putitas. Ni se te ocurra limpiártelo. Ya se te secará.

-¿Qué? Joder… -dijo resignada-… mira que llegas a ser pervertido, ¿eh?.

-Jajajaja… ay, Albita, Albita… si todavía no te he hecho nada. Habrá otras cosas que te joderán más de soportar. Pero bueno, tiempo al tiempo.

-Ay, ¡Dios! En menuda espiral de vicio me he metido –suspiró-.

-No lo sabes tú bien, jajaja.

-Joder… ya te crece de nuevo… ¡yo flipo!

-Sí, tengo rápida recuperación y, con los cojones bien vacíos, mucho aguante, hermanita.

-¡Menudo semental!

-¿Lista para comprobarlo?

-Lista.

-Chúpamela un poquito para humedecerla…

-Claro, hermanito.

-mmm… así, muy bien niñata… aaah… tócate el coñito, déjamelo preparadito…

-mmmm gggllll… sí … mmm –gimoteaba mi hermana mientras se hacía un dedo-.

-Llegó el momento de follarte a tu hermano, pequeña puta. Súbete. Clávate tu misma.

-Oh, joder, Ángel… me siento tan sucia… -dijo mientras se levantaba-.

-Es lo que eres, Alba. Una sucia. Una sucia hermanita incestuosa.

-Vamos a ver si los gemidos de mamá eran de verdad o exagerados –dijo picarona mientras ponía una pierna a cada lado de mis muslos y se disponía a dejarse caer sobre mi polla-.

-Dale, Alba…

-¡Aaaah! –gimió cuando mi estaca fue entrando en su sorprendentemente estrecho coñito-… ¡Dios, qué gorda! Aaaah…

-Joder, Alba, ¡qué estrechita!

-mmm… aaah, eso dicen. ¿Te gusta así?

-Uf, ¡me encanta, hermanita! Aaah…

-Esto es buenísimo, coño, ¡ufff! –resopló mi hermana mientras echaba la cabeza hacia atrás y botaba sobre mi polla con la boca abierta y los ojos cerrados-

-Oye hermanita… ¿Te tomas la pastilla o algo?

-¡Aaah!, Sí, sí, tú no te preocupes… mmm…

-¡mmm! ¡oooh! Mejor, me dejas más tranquilo… aaah…

-Tú preocúpate únicamente de mantener esa polla bien dura, hermanit… ooh…¡Oooh!

-Ah, joder… veo que aprendes rápido, pequeña guarra… mmm…

Ambos empezamos a jadear, a follar sin parar, a sudar. Cambiamos de postura unas cinco veces. Se la metí a 4 patas, a lo misionero, ella otra vez encima pero des espaldas, dándome la visión de su tremendo culazo, un culazo que me propuse petar más pronto que tarde en alguna otra sesión. Hicimos la cucharita en el suelo y yo, tras mi primera corrida en la que liberé mis prisas por mancillar a mi hermana, demostré mis dotes de resistencia, dotes que dejaron alucinando a Alba, que perdió la cuenta de los orgasmos que tuvo en los muchos minutos que duró esa segunda ronda. Duró hasta que no pude más.

-Aaah… me voy a correr, hermanita… mmm…

-¡Sí, joder! ¡Por fin! Aaah, aaah… suéltalo… mmm…

-Sal, sal… ¡ponte de rodillas!

-¿Otra vez en la cara? Ya te he dicho que te puedes correr dentro sin problemas.

-No, joder, en la cara no, en las tetas. Tu calla y haz lo que yo te diga, ¡coño!

-Sí, Ángel.

-Así me gusta, obediente.

Mi hermana se arrodilló y ella misma tomó la iniciativa de empezar a sobarse las tetas para provocarme todavía más.

-Aaah… eso es, eso es… -decía yo mientras, de pie, me la sacudía con violencia-.

-Vamos, explota encima de tu hermana, pervertido.

-Aaah… mmm… ya casi, Alba, ya casi… aaah…

En ese momento mi hermana pasó uno de sus brazos por debajo de las dos tetas, situándolo como si fuera una barandilla, un soporte. Sus pechos, apretados y aplastados contra el brazo, se auparon como una diana perfecta para hacer blanco, un blanco grumoso. Con la mano que le quedaba libre, usó sus largas uñas para rascarme las pelotas por debajo, en la parte final del escroto, estimulando así mis huevos en la recta final de mi inminente corrida.

-Ufff… ya… ya… ¡¡¡hija de putaaaaaaaaaaaaaa!!!

-Eso es Ángel, pégate la corr… oooh… joder, ¡qué caliente! Aaah… hostia puta hermanito, ¿cómo puedes soltar tanto semen? Dios… -dijo mi hermana mientras sus tetas se estaban convirtiendo en un pantano de lefa-.

-Aaah, ¡sois todas unas putaaas! –grité soltando mis últimas gotas sobre esos dos maravillosos pechos juveniles.

-Es increíble hermanito… ¡mira cómo me has puesto!

-Pues como te mereces, zorra.

-Me voy a tener que ir acostumbrando a estas cantidades, creo. Joder, ¡menudo semental!

-¡Chupa!

-¿Eh? Ah, sí… -y Alba se dedicó a dejar de nuevo brillante mi estaca-.

El morbo de esa primera noche con mi hermana me tenía a mil y vigoroso como nunca recordaba. Su rechupeteo consiguió que mi polla no perdiera ni un ápice de rigidez, cosa que alucinó a la pequeña de la familia.

-Por Dios, Ángel…¡no se te baja nada!. Madre mía, mamá tiene que estar encantada, ¡joder!

-Mmm… lo está, créeme que lo está… oooh…

Alba se levantó cuando consideró que ya había chupado y limpiado lo suficiente la polla.

-Hermanito… ¿me puedo ir ya a limpiar?

-¿Nos duchamos juntos, Alba?

-¡Vamos!

Bajo el agua no volvimos a corrernos, pero si nos sobamos mutuamente los cuerpos. Nos fuimos a dormir, cada uno a su habitación, y a media madrugada llegó mi madre a casa. Mientras dormía, noté una luz que me molestaba en los ojos. Los abrí y vi a mi madre sentada en el borde de mi cama acariciándome una pierna.

-Perdona cielo que te despierte, me mata la curiosidad. ¿Todo bien con tu hermana?

-Mmmm… ¿eh? Ah, hola mamá. Ay… ahora tengo sueño –dije mientras se me cerraban de nuevo los ojos-.

-¡Sssht! ¡Eo, eo! Cariño no, no, no te duermas. Vaaa, se bueno. Cuéntale a mamá…

-Mmm… ya te lo contaré mañana…

-Nooo, vaaa, ahora…

-Vale, pero si me haces una paja, mamá.

-¡Hecho!