Mamá, no puedo más (VIII)
Reparar el desperfecto del piso no va a salir barato y Ángel convence a su madre para poner toda la carne -nunca más bien dicho- en el asador por el bien de su família.
-Ya… ¿y me dice que no entraba en las condiciones? Bueno, envíe usted al del peritaje y que lo revise en condiciones. No me fío de un operario.. ¿Sí? De acuerdo, gracias.
-Mamá, ¿quién era?
-¡Aaag! –dijo mi madre lanzando el teléfono sobre el sofá con mala leche- el del puto seguro del piso, que la filtración de agua no lo cubre –y se sentó en el mismo sofá a medio tumbarse, cansada de todo el día-.
-¿Perdón? ¿Cómo que no lo cubre? Si papá precisamente pobres no nos dejó. Debería tener la casa cubierta a todo riesgo, incluso por inclemencias del tiempo, ¿no?
-Eso pensaba yo, Ángel, pero no. Y ésta es gorda, gorda. Ya ha afectado a 3 pisos. Tengo la comunidad medio cabreada porqué hay que ponerle remedio pero ya.
-¿Y el seguro de la comunidad?
-Tampoco. Hay que afrontarlo particularmente… ¡¡¡y es una pasta!!! Suerte que con Miguel he ido haciendo un rinconcito con todo lo que nos ha devuelto de nuestro dinero pero… igualmente no me llega o nos quedaríamos a cero sin poder pagar otros servicios, la comida, el gimnasio, la TV por cable… ¡Aaaayyyssshhh! –dijo poniéndose una mano en la cabeza-… no se me ocurre qué hacer.
-Joder, ¡menuda mierda!
-Ya lo puedes decir, ya…
-Mamá no quiero que nos volvamos a quedar sin dinero. Lo pasamos fatal… pídele a Miguel un adelanto por lo que cuesta la reparación y que no te pague las siguientes mamadas hasta llegar a ese importe, ¿no?
-¿Te pienses que no se me había ocurrido ya a mí?
-…¿entonces?
-Pues que Miguel es un hijo de puta, cariño. Con todas las letras: ¡un hijo de puta! Me ha dicho que no. Que a las putas se les paga por el servicio realizado y si está muy bien realizado, igual una propinilla, pero que nada de pagar a una puta por adelantado.
-¡Joder! ¿Será hijo de puta?
-Pues eso te digo yo.
-Encima que es tu dinero… ¡joder!
-Ya, ya… no me hables. Estoy desesperada. No se me ocurre qué hacer, mi niño –y me abrazó mirando a lo lejos del salón, con la vista perdida, como esperando una idea en forma de inspiración-.
Así abrazado a mamá, aunque el momento fuera preocupante, no puedo evitar ponerme cachondo con el roce con su cuerpo. Esa calentura que me subía por dentro me dio inmediatamente una idea.
-Oye mamá y si… creo que ya se la forma para pagar
-¿Ah, sí? ¡Dime! ¡Dime!
-A ver, no quiero que te molestes. Únicamente es una opción que tú sola tienes que valorar. Yo lo lanzo y si no lo ves claro o te parece que me he pasado de la raya me lo dices.
-Ay hijo… a ver qué tontería se te ha ocurrido –me dijo medio sonriendo-.
-Pues… que de igual manera que le sacas los euros a Miguel… cuando venga el del peritaje le podrías demostrar tus habilidades y hacer que firme un papel conforme el seguro sí debe hacerse cargo de la reparación. Tu pasas un ratito igual un poco desagradable según como sea el señor, pero nos olvidamos ya para siempre del coste de la reparación. Eso si cae en la trampa. Si no cae claro que tendremos que pensar otra cosa. ¿Cómo lo ves?
-Ángel mi vida, sabes que… ¿has tenido una genial idea? –me dijo mamá sonriendo-.
-¿No te molesta? En el fondo te estoy lanzando a hacer de puta…
-Pero si ya lo hago, mi vida, con Miguel. ¿Qué más dará otro?
-Ya, visto así… por eso lo pensaba.
-Lo intentaré, ¿de acuerdo, cielo?
-Claro, mamá.
-No, en serio, ¿de acuerdo?
-Que sí. Me lo preguntes como si necesitaras mi permiso…
-No quiero que te sientas mal por ello ni quiero que se rompa esto tan bonito que tenemos tú y yo.
-¿Y por qué se debería romper? Pero si ha te prostituyes con Miguel, no viene de otro, ¿no? –dije sonando eso como muy raro-… A ver, que se me entienda, quiero decir que no me va a doler otro hombre más si sabemos que no es por vicio si no por traer dinero a casa o, en este caso, ahorrar un gasto importante.
-Ya lo se Ángel, mi vida, pero a este me lo voy a tener que follar. Miguel no ha pasado nunca de una mamada porqué sabe que no se le pone dura del todo y no va a poder ni meterla. Pero este hombre, cuando venga, me va a poseer, y nadie me ha poseído, excepto tú, desde que falleció tu padre.
-Mamá, es por el bien de todos. A mí no me importa, de verdad.
-Gracias cielo. Te tendré informado de cuando viene.
-Vale, mamá, gracias.
-… ¿Querrás verlo?
-¿Qué?
-Que si querrás, eso, verlo. Como cuando miras a Miguel a escondidas.
-Coño… no me esperaba esa propuesta. ¿Te da morbo?
-No se cielo, no quiero ocultarte nada e igual te excita o quizá no, quizá te repugna. Te lo pregunto por si quieres encontrar tus propios límites del morbo con mamá.
Joder, ¡yo flipaba con mamá! Se iba a follar a un desconocido –lo afirmo, ni tan siquiera dudo que el hombre no acepte- y me decía si quería verlo. Definitivamente mi madre ha estado muchos años con su yo interior encerrado. Mi verdadera madre ha resultado ser una zorra de marca mayor y eso, para mí, únicamente puede suponer placer. Placer y morbo infinitos.
-Claro mamá, no te preocupes que estará bien todo lo que hagas.
Pasaron unos días y la cita con el perito de la empresa aseguradora tuvo lugar. Yo, escondido en mis rincones seguros de la casa, tal y como ya hacía cuando venía Miguel, estaba preparado para la acción desde el primer minuto.
-¿Señora Quintana? –dijo el señor que picó al timbre de casa cuando mi madre abrió-.
-Sí, adelante, pase –respondió mi madre-.
-Soy el señor Recondo, perito de la empresa.
-Sí, le esperaba para volver a inspeccionar las fugas de agua. Su empresa debería cubrir los desperfectos y las reparaciones pero el anterior perito que vino a ver el estado del piso no lo consideró como tal en el informe.
-Verá, señora Quintana, seré claro desde un primer momento para no hacer perder el tiempo a nadie. No tengo inconveniente en echar un ojo al piso y los desperfectos pero, incluso no habiéndolo visto todavía, tengo que decirle que el informe de mi compañero es claro, contundente y descriptivo. Por el tipo de póliza contratada su caso no lo cubre la compañía.
Mi madre, entonces, activó el resorte que le hacía salir la puta que tenía dentro, empezando por usar el lenguaje con un implícito doble sentido. Cabe decir que mi madre recibió al perito con un conjunto de dos piezas, camisa y falda, como una ejecutiva, bien prieto a su cuerpo. Por lo que yo podía ver desde mi escondite, de momento el señor Recondo se mantenía impasible ante semejante bombón.
-Usted, señor Recondo, mire bien y fíjese, verá cómo cambia de opinión –dijo mi madre refiriéndose a su cuerpo y no los desperfectos del piso-.
-De acuerdo señora, si me enseña donde tiene el problema…
-Verá, tengo el problema en diferentes zonas –respondió mi madre con todo el doble sentido- el primer es aquí –dijo mostrándole el trozo de pared donde empezó la fuga de agua-.
El técnico estuvo un buen rato observando y finalmente llegó a la conclusión que el mismo compañero de la empresa de seguros que había venido días antes.
-Señora, de verdad que lo siento pero la conclusión es clara: este desperfecto no le entra en su cobertura. Me sabe mal decírselo. No obstante… me ha dicho que tiene el problema también en otras partes? –pregunto el perito sin ninguna doble lectura de sus palabras y con toda la normalidad-.
-Sí, verá señor Recondo, hay un problema todavía mayor que ese que no puedo solucionar. Pero estoy segura que usted le va a poner remedio.
-Usted dirá, señora Quintana.
Mi madre, ante el estopor del perito, se desabrochó dos botones de la camisa y se subió un poco la falda por encima de los muslos.
-Este es el problema, señor Recondo. En esa pared la fuga es de agua pero es que yo aquí tengo un incendio. Cree que será capaz de apagarlo? –dijo mi madre picarona-.
“¡Qué puta eres!” pensé de mi madre para mis adentros desde donde yo estaba espiando. Sabía lo que iba a pasar. Nadie se podía resistir a mi madre en celo y menos ese tal señor Recondo que tenía toda la pinta de estar casado con la típica gorda ya mayor que no le atiende como es debida a estas alturas de su matrimonio. El hombre era mayor (creo que más de 55 años por su aspecto), tenía un poco de tripa, calvo en el centro con pelo canoso y negro por los laterales… vamos, un hombre que nunca se podría beneficiar a una jaca como mi madre si no es pagándola como a una puta. Estaba de suerte, se la iba a tirar y sin pagar.
-Pe… pero… señora Quintana, ¡por favor!
-Exacto, por favor. Por favor, calme mi calentura señor Recondo –dijo mi madre al tiempo que, tirando de la corbata del señor, acercaron sus cuerpos para que mi madre le diera un piquito en los labios y lo mirase como una gata en celo-.
-E… Esto no… Esto no es decente, señora…
-Ah, ¿no? –dijo mi madre mirándole con ojos de zorra y sacándose la camisa para enseñar sus tetazas bien prietas dentro del sujetador- … y estas dos, ¿son decentes? –le preguntó mientras le ponía una mano sobre una de sus tetas-.
-Se… señora… ¡uf!
Ya está. Cedió.
-Eso es señor Recondo, inspeccione, inspeccione –dijo mi madre mientras se dejaba sobar las tetas por encima del sujetador –pero inspeccione bien –comentó a la vez que se quitaba el sostén.
-Señora Quintana, sus pechos son… ¡uf!
-Llámeme Laura, por favor, hay confianza. Y no me hable de usted, hábleme como le hablaría a una puta.
Joder con mi madre, ¡qué a saco va!
-Oh si Laura, menudas tetas tienes, ¡puta! –se lanzó el perito.
-Aaah, señor Recondo… -lanzó mi madre con un suspiro, echando la cabeza hacia atrás mientras el responsable de la compañía de seguros le magreaba descaradamente las tetas.
El tal Recondo ponía unos ojos como si en su vida hubiera visto unas tetas. Por lo menos no unas como esas. Desconozco si el hombre, superado por las circunstancias, ponía ese gesto en el rostro por el volumen de los melones de mi progenitora, por lo increíble de la inesperada –para él- situación, si por poder gozar de una mujer supuestamente más joven que la suya, si por lo buena que estaba mi madre o por todo a la vez. La verdad es que el inspector del seguro se estaba dando un banquete con las manos, amasando las tetas casi como si fuera a hacer pan.
-Me enciende, Recondo, me enciende… ¡mmm! –exclamó mi madre.
-¡Joder¡ tú también Laura, madre mía… ¡me la estás poniendo durísima! –respondió sin quitar la vista de las tetas.
-¿Durísima? Mmm… tendremos que ponerle remedio a eso, ¿verdad señor Recondo? –dijo mi madre quitándole las manos de sus pechos para, inmediatamente, arrodillarse ante el inspector, que alucinaba con la que se le venía encima.
-Oh, ¡sí, Laura, sí! –exclamó impaciente el perito.
-Pero antes… -dijo mi madre arrodillada- debería cobrarle el servicio.
-¿Cómo? ¿Cobrar?
-Claro, señor Recondo, arreglar su problema de erección tiene un coste, a no ser que…
-A no ser… ¿?
-Pues que yo a usted no le genere costes y la empresa del seguro se haga cargo de los míos –y le guiño un ojo-.
-¡Maldita zorra! –le soltó el inspector quedándose unos segundos en silencio pensando de que forma reaccionar-.
-Entonces… ¿Hay trato? ¿Cambiará usted el informe?
-Depende, Laura. ¿Qué incluye tu “servicio”? –dijo haciendo el gesto de las comillas-.
-Todo, señor Recondo. Lo que le apetezca. Da igual lo guarro que sea.
Joder, ¡cómo me estaba poniendo mi madre! No tuve más remedio que, desde donde estaba espiando, sacarme el rabo –ya durísimo- y empezar a pajearme con esa lasciva escena: mi madre arrodillada y el señor inspector dudando entre la ética empresarial y la presión de sus calzoncillos. Después de unos breves instantes de calma tensa, el perito no pudo más. Se llevó la mano a la cremallera y empezó a bajarla mientras decía:
-Si quieres el informe favorable y que la empresa te lo pague todo, vas a tener que ser muy buena en esto, putita… -y se sacó la polla fuera. Era una polla normal, ni larga ni corta, ni ancha ni estrecha. Mi madre estaba acostumbrada a la mía, más larga y ancha, pero tampoco puede decirse que aquél hombre fuera poca cosa. Aun así, mi madre, en el papel de zorrita, se puso a alabar su miembro y a exagerar sus dotes.
-¡Oooh, señor Recondo! ¡Menudo rabo! Su mujer debe estar contenta… -soltó por la boca mi madre mientras con una mano sostenía la polla del inspector y este hizo un gesto de aumento de su excitación al oír como aparecía su mujer en medio de la conversación-.
-¡Oooh, joder! –suspiraba el hombre-.
Mi madre en ese momento, sin perder el contacto visual con sus ojos, sacó la lengua y procedió a hacer una suave y lenta pasada desde lo más bajo del escroto del señor Recondo hasta la punta de su cimbel. Lo hizo 3 veces y el hombre hasta incluso se puso un poco de puntillas mientras jadeaba.
-La puta de oros…¡Joder! Sí que sabes lo que haces sí, guarrilla… ¡ooh!
-Cálmese, señor Recondo, si justo ahora está empezando usted a cobrarse el informe.
Qué zorra era mamá. Me encantaba. Nunca imaginé que me volvería loco –en positivo- ver a mi madre hacer de puta, fuera con Miguel o con otro hombre. Era mi madre, sí, pero también una auténtica zorra. Y de verdad, de las buenas, de las que podría cobrar una pasta gansa como scort de lujo. Era puta porqué se pasaba la vida cobrándole a uno y, ahora, pagando en carnes los servicios del otro. Con todas las letras: P-U-T-A.
Sin venir a cuento, empecé a imaginar “¿y si mi hermana les pillara ahora entrando en casa?”… Bufff, pensaba en mi madre sin salir del papel de zorra “hija, ayúdame con esto, hay para las dos” y mi madre y Alba chupando la polla del señor Recondo a dúo. Joder, ¡cómo se me había puesto la polla! No iba a durar mucho sin correrme y mi madre y el señor inspector a duras penas habían empezado su fiesta. Me tenía que contener, pero era difícil, más todavía cuando mi madre engulló el rabo del perito del seguro y empezó a hacerle lo que mi madre y yo llamábamos ‘la aspiradora’… una succión de marca mayor, con mirada a los ojos, manos en los huevos y mucha presión en el capullo. La escena era dantesca. Mi madre con las tetas fuera, la falda subida, el señor Recondo vestido de traje y corbata únicamente con la polla y los huevos fuera del pantalón por el hueco de la cremallera. Mi madre le estaba ‘aspirando’ la polla como seguro que no se lo habría hecho ni la mejor de las putas. El ‘amigo’ Recondo no iba a aguantar. Y no aguantó.
-¡Aaah! ¡AAAH! Me corro Laura jodeeer… ¡me corro! –dijo el inspector sacándole la polla de la boca y machacándosela ante la cara de mi madre-.
-¡Uy! –dijo ella picarona y provocadora- ¿tan pronto, inspector?.
-¡Me cago en la puta! ¡te voy a pringar! –soltó el señor Recondo desatado-.
-¡Hágalo! ¡Vamos! ¡Quiero que me manche como una vulgar ramera! ¡Venga! Que seguro que su mujer no le deja…
-¡Diooossssggg aaah … ZORRAAAA! –.
Y Recondo explotó… y joder, ¡cómo explotó! El hombre era un eyaculador impresionante. Mucha más que Miguel y que yo mismo. ¡Cómo quedó la puta de mi madre, menudo cuadro! Los latigazos de semen se sucedían una y otra vez encima de su rostro. El inspector vio como mi madre, pese a recibir chorrazo tras chorrazo, no le apartaba la mirada ni cerraba los ojos, cosa que puso más animal al perito del seguro, que alucinaba mientras se la seguía machacando. Otro chorro… ¡venga, otro! Joder con este hombre, ¿Cuántos lleva? 9 chorros? Madre mía el pelo y la frente… ¡cómo está dejando a mamá!
-¡Aaagh! Joder… -dijo Recondo medio desmayado sosteniéndose en la pared-.
-mmm… inspector… me ha puesto perdida.
-No te mereces menos por zorra… ¡Oooh, Dios! –exclamó todavía medio ladeado en la pared y con las rodillas temblorosas por la corrida-.
Mi madre, para más provocación, empezó a sacar la lengua y, como los animales, relamerse por los lados de la boca, allí donde le llegaba la lengua, para probar el semen. El inspector no salía de su asombro.
-¡Aaah, qué rica!
-Joder Laura, eres una auténtica guarra –dijo el perito mientras se abrochaba la bragueta.
-Señor Recondo, ¿qué hace? –interrumpió mi madre.
-¿Cómo?
-¿Se guarda la polla ya? –nos sorprendió a todos mi madre-.
-Bueno, yo…
-Esta reparación es muy cara, señor Recondo. Si tiene que redactar un informe favorable al cliente, debe cobrárselo bien –dijo mi madre mientras, con toda la cara llena de semen, se iba deshaciendo de la falda y las bragas ante el asombro del inspector y el mío propio desde mi escondite. Menuda zorra, ya tenía lo que quería del inspector, ya se podía librar de él e, igualmente, se lo quería follar. Puta. Puta pero reputa!!!
-Jo-der… yo… no sé si voy a poder rendir, Laura.
-No se preocupe inspector, yo lo vuelvo a animar. Anda, siéntese cómodamente en el sillón, yo me encargo.
El inspector hizo caso a mi madre todavía sin creer si todo lo que estaba viviendo era un sueño. Mi madre se arrodilló de nuevo entre sus piernas y empezó, como antes, a lamerle los cojones al inspector.
-¡Aaah! No me lo creo Laura, ufff…
Joder, no me lo creía ni yo, que conozco bien las artes de mi madre. En un momento que el inspector reclinó la cabeza hacia atrás con los ojos cerrados, mi madre giró un pelín la cabeza, hizo contacto visual conmigo, me guiñó un ojo y me alzó durante dos segundos el pulgar en señal de ‘OK’. Lo entendí todo en ese momento. Mi madre no quería tirarse por placer o deseo físico a ese trabajador casi pre-jubilado. Lo hacía por morbo. Lo hacía por mí. Para ponerme al límite del éxtasis viéndola follar con otro. Era todo por vicio, para comentar luego la jugada conmigo y pegarnos nuevos polvos de escándalo. En ese momento pensé que tenía la mejor madre del mundo. Una zorra única. Era feliz, inmensamente feliz.
-Esto ya empieza a recobrar vigor, señor Recondo –dijo mi madre sacándose los huevos de la boca-.
-¡Oooh! –gemía el inspector todavía sin abrir los ojos, extasiado-.
Mi madre se la volvió a chupar, parando a tiempo antes que el perito del seguro volviese a eyacular. Cuando pensé que iba a cabalgarlo o a pedirle que se la follara a 4 patas por el coño, mi madre me sorprendió todavía más.
-Pártame el culo, inspector.
-¿Qué? Joder… ¿el culo?
-Sí, ¿no quiere encularme?
-Eh… claro, sí, sí claro.
-Vamos, ¡campeón!
El inspector no sabía de qué forma ponerse. Seguramente nunca se ha comido un culo con la polla y seguramente a su mujer ni se lo ha atrevido a plantear en su vida.
-No se preocupe, inspector. Sin miramientos.
-Pero… sin vaselina o algo igual te…
-Dele, inspector. Péteme el culo, ¡joder!
El grito de mi madre envalentonó al inspector. Éste se agarró la polla, totalmente rígida, apuntando el capullo en el agujero del ano de mi madre. Dudó dos segundos si entrar con fuerza por el posible dolor que pudiera causar a mi madre, pero viendo su actitud de zorra, acabó por no dudar.
-¡AAAAAGH! ¡Ahí va, putón!
-¡UFFF! ¡Inspectooor, duele, duele!
-La… ¿la saco?
-Ni se le ocurra, ¡joder!, Ábrame. Cóbrese el informe. Vamos, ¡encúleme!
El pobre hombre empezó a sudar. Le iba todo grande. Demasiada mujer y demasiado buen culo ofrecido gratis. Bueno… gratis… luego ya tendría él sus propios problemas para ver cómo redactaba un informe contrario a su propia empresa. En ese momento no pensaba en los papeles. Su única misión era trabajarse el que, imagino, era el primer culo de su ya veterana vida.
-Eso es señor Recondo… ¡aaah! ¡aaah! No es una reparación fácil la que tiene que firmar. Justifique su informe a base de pollazos, venga, ¡vamos! –rogaba mi madre.
Impresionante. Mi madre lanzaba unas frases que ni en los diálogos de una peli porno. Ni tan siquiera se podía leer cosa igual en esos portales de internet con relatos. El pobre Recondo, pese haberse corrido como un bestia un rato antes, volvía a estar al límite.
-Ah, me voy a volver a correr, ¡puta!
-Hágalo, inspector. Lléneme el culo, se lo suplico.
-¡Uffffffffffffff! –y Recondo dejó de caderear y se paró en seco resoplando. No había duda, había vuelto a descargar, en esta ocasión en el interior del recto de mi madre.
-Así, eso es señor recondo, ¡deme su lecheee! –le seguía animando mi madre.
Ambos se tiraron al suelo resoplando y jadeando. Yo tenía la polla que no podía más. Al poco, se arreglaron como pudieron, mi madre todavía con semen reseco en la cara y procedieron a despedirse. El perito, con cara de enorme satisfacción por el trabajito de mamá, dijo, volviendo a las formas educadas:
-No se preocupe señora Quintana, su problema quedará solucionado y reparado por la compañía.
-Muchas gracias señor Recondo, es usted muy amable.
-No, de verdad, gracias a usted. Me ha quitado 25 años de encima.
Con una sonrisa final se despidieron en la puerta del rellano. Cuando ésta se cerró, salí de mi escondite con el rabo a punto de estallar.
-Ha sido genial, ¿verdad cariño? –dijo mi madre con una sonrisa y un saltito de felicidad no sé si por resolver el asunto económico, por el morbo del polvo o por ambas cosas a la vez.
-¡Hija de puta! –le solté sin más mientras le ponía una mano en la cabeza para hacer presión y que se arrodillara.
Una vez de rodillas, le puse la polla en la boca y me empecé a follar su garganta con mucha violencia. Estaba salidísimo. ¡Menuda puta, que ni se lava la cara de semen! ¿Quería leche? Pues tendrá más leche. Tampoco iba a resistir muchos segundos más.
-¡Aaah! … ¡aaaggg! ¡Guarraaa! –grité sacando la polla de su boca y explotando en una catarata de grumos de semen encima de su rostro.
-Toma más leche fresca… ¡aaah!
-mmm… cielo, me encanta que me trates así… ¡Aaah, qué buena corrida! –respondió mamá.
Mi madre no podía más y yo tampoco. Nos tumbamos en el sofá como pudimos, extasiados y, ahora más calmados, haciéndonos mimitos.
-¿Te ha gustado, Ángel? –me preguntó.
-Ha sido una corrida brutal, mamá.
-No, cielo. Me refiero al polvo que te he regalado a la vista con el señor Recondo…
-Ah, jeje, también, mamá, también. Se te da muy bien hacer de puta. Podrías dejar tu trabajo y dedicarte a esto. Te forrarías –dije un poco por decir y sin pensar-.
-¿De verdad te gustaría que tu madre se dedicara a ser puta profesional?
-Mamá…
-Dime…
-¿Tu lo harías?