Mamá, no puedo más (VII)

Ángel descubre que Alba y Miguel no son los únicos que tienen llave de la casa mientras su madre sigue atendiéndole con total entrega

Llegó la noche y, con ella, uno de los momentos más temidos por mamá y por mí, la vuelta de Alba a casa para cenar. ¿Sería ella la del portazo? ¿Fue la pequeña de la casa quién descubrió a madre e hijo follando a lo bestia? ¿Vendría a casa si así fue? Mi madre y yo estábamos muy inquietos y nerviosos. Si era ella, ¿Qué le íbamos a decir? Sin más, se oyó el girar de las llaves en la puerta. Mamá y yo nos miramos y ella cerró dos segundos los ojos como pensando ‘que sea lo que Dios quera’.

-¡Ya estoy en casa! –se oyó a Alba con un tono alegre. Mamá y yo nos volvimos a mirar y movimos las cejas como diciéndonos, sin hablar, que ese grito no sonaba tan mal-.

-Hola cielo, ¿Qué tal el día? –preguntó mi madre nerviosa cuando tuvo a su hija cara a cara-.

-Muy bien mami pero ¡tengo hambre como para comerme un caballo! ¿Qué cenamos? –dijo mi hermana como si nada-.

-¡jajaja! –se rio mi madre todavía nerviosa- anda, ve a la mesa que casi toda la comida ya está allí.

Mi hermana pasó primero por su habitación a dejar sus cosas y luego se dirigió al salón como si nada.

-Mamá, parece que no es ella, ¿no? Si fuera ella pero no supiese cómo sacar el tema, se notaría algo de nervios, alguna mirada esquiva… yo la veo muy normal, ¿No?

-Sí, hijo. Creo que el portazo era Miguel. Seguro.

-Entonces cuando Miguel venga mañana… ¿crees que sacará el tema? ¿Qué le vas a decir?

-No se Ángel, no se… pero mejor Miguel que Alba. Mira –y puso mi mano en su pecho- todavía me va el corazón a mil por hora.

-Bueno mami, tranquila. Anda, vamos a cenar.

Pasó la noche como si nada y al día siguiente todos nos dispusimos a hacer nuestras rutinas: despertarse, desayunar, ir Alba al instituto y yo a la universidad y mi madre prepararse la lencería para recibir a Miguel. Me despedí de mi madre comentándole que me hiciera saber cualquier novedad con un mensaje de WhatsApp, ni que fuera como un telegrama escueto, pero que yo también estaba nervioso y quería saber lo más pronto posible si Miguel nos había descubierto.

Transcurrida media mañana recibí un mensaje de mi madre al teléfono que me dejó todavía más desconcertado: “No era Miguel. Después de correrse me ha contado su vida para pasar el rato y se ve que ayer estuvo todo el día fuera de la ciudad. No entiendo nada. Hablamos a la hora de comer, cielo. Estudia mucho. Besotes”.  No puede ser. ¿No era Miguel? Entonces… volvía a ser Alba la sospechosa de habernos pillado, pero… si es ella no… no entiendo. ¿No dijo nada? Menudo lío.

Pasó una semana entera sin novedades. Un domingo, con Alba ya durmiendo y mi madre y yo haciéndonos mimitos en el sofá para calentarnos antes de ir a rematar la excitación con alguna mamada en mi habitación (algo fugaz por si mi hermana se despertaba), comentamos la jugada.

-Ángel, vida, no entiendo nada. Miguel ha venido 4 veces esta semana. Ni mu. Ni una palabra. Tú si  te estás tirando a una mujer mediante un chantaje y con un dinero que no es tuyo, ¿No usarías una información tan poderosa como haber descubierto que comete incesto con su hijo en tu favor? ¿No le dirías que para guardar el secreto a partir de ahora no vas a pagar? No lo sé, algo así, ¿No? Es decir, si eres un hijo de puta, como lo es Miguel, te aprovechas de saber algo así. Entonces, Miguel no puede ser.

  • Pero mamá… ¿Alba? Y poniendo que fuera ella…¿Sin decir nada y actuando normal en casa? Habla de sus mismos temas, no le he visto ni un ‘tic’ nervioso ni nada, se ríe de las mismas bromas absurdas que hacemos cuando todos comemos juntos… no se mami, tú ves algo así, tu madre y tu hermano follando a lo bestia en el salón y… ¿Eres capaz de pasar una semana entera como si nada?

-Ay, mi vida, no se… No se… Todo es tan raro…

-Aunque…

-¿Qué, cielo?

-¿Estamos seguros que únicamente Alba y Miguel tienen llaves de esta casa?

-Segura, mi vida. Las de tu padre las retiramos cuando murió, a Miguel le di una copia para no tener que abrirle la puerta cada vez que venía a usarme como su puta y luego, lógicamente, mis dos hijos tenéis las llaves. Nadie más, ni los primos de otras ciudades ni mis amigas tienen llaves de mi casa.

-Ya… entonces… ¡ufff! ¡Qué cosa más rara, joder! Vamos a estar así de desconcertados toda la vida, veo.

-No sé, hijo. La verdad que llevo una semanita bastante nerviosa.

-Lo se mamá, lo sé, pero alguien cerró la puerta de casa aquél día, señal que había entrado dentro de casa y… si entró, nos tuvo que ver. Estábamos pegando un polvazo a grito pelado. Era imposible no sacar la cabeza por la puerta del salón.

-Ya lo sé cariño, ya. Pero de ésta casa no tiene copia de las llaves nadie más que no sea Miguel y Alb… ¡Joder!, ¡Joder!, no… ¡no puede ser!

-¿Qué?... ¡mamá! ¿Qué?

-No, es que… no, no puede ser

-Habla, ¡joder! Que me tienes nervioso.

-Creo recordar que hace ya muchos años, tu padre le dio una copia de las llaves a la portera para cuando nos íbamos de vacaciones de verano o Navidad, abriera el buzón y vaciara las cartas, entrara en casa a regar las plantas, etc. Luego papá le daba un dinerillo extra.

-¡Coño!, ¿Doña Carmen?

-Sí, pero no me cuadra, cielo

-¿Por?

-Pues porqué… ¿para qué iba a entrar? Sabe que cada dos por tres estamos en casa tu o yo o tu hermana Alba… o los tres a la vez. ¿Te imagines la portera de la finca entrando en casa de un vecino sin más, llaves en mano, cuando hay gente en la casa? Ese día nos vio subir a los dos tres horas antes, entonces sabía que estábamos en casa. No tiene ningún sentido que la portera se meta de golpe en casa de un vecino sin más… ¡es que hasta se arriesga a que la echen!

-Ya, eso es verdad mamá, pero… ahora ya son 3 las personas con llave y todavía estoy más desconcertado, porqué toda esta semana tampoco he notado nada raro de doña Carmen. Nos vamos a volver locos, mami. Sabemos que una persona nos vio y ninguna confiesa.

-Bueno Ángel, cariño, no le demos más vueltas por hoy que nos va a explotar la cabeza –acto seguido mi madre retomó los mimos que me estaba haciendo en el sofá por encima del pantalón-… y creo que la de arriba no es la única cabeza que tienes a punto de explotar, ¿verdad? –dijo ya con un tono provocativo-.

-Joder mamá, siempre pensando en guarradas, ¡qué puta eres! Anda, vamos a mi cuarto.

Como siempre, cerrábamos la puerta del pasillo y la del salón. Si mi hermana se despertaba y le daba por pasar delante de mi habitación, teníamos las puertas como señal de aviso –eran un poco viejas ya y ‘afortunadamente’ se oía cuando alguien las abría-. Para dar coherencia a que mi madre estuviera junto a mí en la habitación, cada vez que hacíamos esto preparábamos un cestito de ropa sucia que dejábamos en la entrada de mi habitación para que, si las puertas se oían, mi madre pudiera salir más o menos rápido con el cesto entre manos diciéndome buenas noches, que mañana ya pondría la lavadora, etc. Siempre esas pequeñas guarradas que hacíamos por la noche con Alba en casa eran discretas, sin mi madre desnudarse para poder reaccionar rápido. Yo, al encontrarme en mi propia habitación y aunque estuviera en pelotas, tenía suficiente en 3 segundos con meterme en la cama y taparme con la manta como si justo me estuviera yendo a dormir.

-Eso es mamá, sacúdemela… mmm –dije ya en mi habitación, hablando flojito, con ambos sentados a los pies de la cama y mi madre reclinada un poco hacia mí cascando mi polla lentamente.

-No me deja de sorprender lo rápidamente que se te pone como una roca, cariño. ¡Qué pollón!

-¡Aaah! Es por tu culpa, mamá. No tendrías que estar tan buena y esto no pasaría –dije guiñándole un ojo-.

-jajaja… encima tendré yo la culpa –y me devolvió el guiño-

-Claro que la tienes, so zorra… mmm… con una madre tan tremenda, idiota es el hijo que no se le ponga dura y se la tenga que cascar … aaah

-Pues tú tienes suerte, cariño, porqué ya no te la tienes que cascar. Para eso está tu madre –y me besó en la oreja que le pillaba más cerca-.

-¡Aaah! Sí, nada como tener una puta en casa mmmmmm

-Y gratis, mi cielo –y repitió el beso-.

Como acto reflejo a esa provocación me agarré de una de sus tetas por encima de la bata. Mi madre, para facilitar el trabajo, se la abrió un poco y se sacó una teta de la copa del sujetador.

-Eso es mamá, mucho mejor mmm

-Claro cielo, las tetas hay que tocarlas bien –me dijo acelerando el movimiento de su mano en mi cipote y sacándose la segunda teta-… la bata no me la quito por si me la tengo que cerrar rápido.

-¡Aaah! No hace falta, guarra, así ya me pones como un burro mmm

-¡Qué dura, cielo! ¡Joder! –decía sin parar de machacar.

-La de años que me la he tenido que pelar como un mono imaginándote que me hacías todos esto… mmm

-Cerdo vicioso… Así que dándote en la polla con tu madre en la cabeza, ¿eh? Eso no está nada bien, mi vida –dijo ella con un tono de provocación excitante- ¿No te de vergüenza? Tu propia madre, qué falta de respeto, aaay… -y me miró con esa mirada cómplice que teníamos desde hacía ya muchas semanas-.

¡Cómo sabía llevarme al límite, la muy cerda!

-¡Aaarg, aaah!

-Vaya, míralo, ya no puede más el corderito –insistió en provocarme-.

En el límite de mi resistencia, le puse una mano en el cuello y empujé su cabeza hacia abajo. Cuando mi madre se metió la polla en la boca, a los cinco segundos exploté.

-Y en esas pajas que me hacía solito en esta habitación soñaba que terminaban así, tragándote la lefa, ¡furcia! ¡AAAH!

Descargué el semen en su garganta y mi madre se esmeró en tragarlo y no dejar ni una gota. Cuando se retiró, empezó a tomar aire.

-¡Ah! Madre mía, Ángel, cuando te pegas esas corridas con tantas ganas, joder… ¡lo que llegas a soltar, semental! ¿Cómo te pone llenar la boca de tu madre de leche, verdad?

-Es que ni te lo imaginas, mamá… ¡ufff! –dije desplomándome encima de la cama-

-Anda, duerme. Mañana te vuelvo a vaciar los cojones antes de desayunar, cuando Alba se haya ido al instituto. Que descanses, cielo.

-Buenas noches, mami.

Me fui a dormir pensando en todo lo que habíamos hablado. Esa noche me costó más de lo normal. Daba vueltas y vueltas y no podía dormir. Pensé que correrme de nuevo me ayudaría. Como todo el mundo dormía y no quería hacer ruido ni molestar a mi madre más de una hora y media después de irse a dormir, me hice una paja yo solito. La primera en mucho tiempo.

A media paja empecé a pensar otra vez en el ruido de la puerta. ¿Quién debió ser? ¿Y si era mi hermana? Joder, hasta ahora únicamente había pensado en el peligro de que fuera así, pero no en el morbo. Mi hermanita, mirando desde la puerta. Madre mía lo que tuvo que ver. A saber el rato que podría llevar mirando pero seguro que con la enculada a mamá debió flipar, ahí empotrada contra la pared.

-¡Oh, joder! ¿Y si era ella? Ufff… hermanita, mira. Mira y aprende como se folla a mamá… ¡aaah, joder! …- me decía a mí mismo en silencio hasta correrme-.

Me quedé ‘KO’. Me subí los pantalones del pijama a duras penas con toda la corrida ahí. Dormí como un tronco hasta la mañana siguiente.

-mmm… -abrí los ojos y, como muchos días, mi madre ya tenía mi capullo dentro de la boca-

-Buenos días, mi rey … mmm.

-¡Aaah! Buenos días, mamá… ¡oooh! Sí…

-mmm… tienes la polla pegajosa, cielo. Esto es semen y yo ayer me lo tragué… ¿Te has hecho una paja sin mí?

-Lo siento mamá, no podía dormir y pensé que otra corrida me ayudaría y, de hecho, me ayudó porqué me quedé frito al instante, no me pude ni lavar

-Muy mal cielo mmm… gggglll… si tienes que descargar más veces tienes que venir a por mamá para que te lo haga … ggggllll

-¡Oh! Joder… ¡ufff! Ya mamá pero es que era muy tarde, suponía que dormías y no quería molestar

-Qué educadito mi nene –dijo con sorna mientras ara me repasaba el ojete con la lengua-… y  ¿Qué me estabas haciendo en tus pensamientos mientras te la cascabas?

Mi madre dedujo, automáticamente, que mi paja era en honor a ella. Lo habría sido como de costumbre y como tantos años atrás, pero esta vez se equivocaba. Como un pensamiento fugaz, por primera vez me hice una paja pensando en mi hermana y me corrí con la imagen de su cara en la cabeza. Pero me daba miedo confesarle algo así a mamá. Era un putón, sí, pero igual meter a su hija justo en el medio de mis pensamientos y guarradas no le haría gracia.

-Que me corría mientras me hacías una cubana, mamá –mentí-.

Inmediatamente, mamá se levantó de mi cama, dio un golpecito en el colchón indicándome que me sentara en el borde y se puso de rodillas entre mis piernas sacándose el camisón

-¿Tal que así, vida? –me dijo aprisionando mi durísimo rabo con sus gordos melones-.

-¡Oooh! Justo así, guarra… mmm

No esperaba lo que me pasó a continuación. Fijando la vista en los cántaros de mamá mientras me sacudía la polla cubana arriba, cubana abajo, me vino la cara de mi hermana a la cabeza. Me imaginaba que era ella la que me estaba haciendo esa riquísima cubana. Me pegó un respingo la polla y se me marcaron más las venas. Mi madre lo notó.

-Uy cielo, ¡este rabo se te está poniendo como el acero! –me dijo mirándome a los ojos-.

-¡Sccchuuup! –respondí con un salivazo sobre sus tetas para lubricar la cubana-.

-Qué enardecido se pone mi nene cuando lo caliento –dijo mi madre orgullosa, pensando que era ella el motivo de mi endurecimiento-.

No podía más y empecé a correrme sobre las tetas de mi madre, salpicando chorros hasta la barbilla, en el cuello, parte del pelo que le caía por delante y haciendo un charquito de leche entre mi capullo y la unión de esos sensacionales globos.

-Eso es mi vida, relájate, así, eso es… qué bueno, cariño. Anda, arréglate un poco, a desayunar y vete, que no se haga tarde. Yo me voy a duchar que hoy Miguel viene más pronto y tengo que estar limpia.

-¡Aaah! ¡Ufff! Va… vale, mamá.

Cuando terminé de desayunar y arreglarme, vi a mamá en el baño poniéndose la lencería con la que hoy recibiría a Miguel. Esa era nueva –tenía orden de renovar los modelitos cada ciertas semanas- y le quedaba como un guante. ¡Joder, qué mujer! Todo con volumen y nada desproporcionado. Se notaba el gimnasio, pero mantenía la redondez de sus pechos, su cadera, un gran culazo y unas piernas que ya querrían lucir muchas a su edad.

-Por Dios, mamá… ¡qué tremenda estás!

-Jeje, gracias cielo.

-Te pegaba un polvazo así vestida que te iban a doler los huesos.

-Jajaja… no lo dudo, mi semental, pero tienes que irte a estudiar y yo tengo que atender a Miguel, que por desgracia no va a aprovechar este cuerpazo como debería hacerlo un hombre.

-Mamá…

-Dime, vida.

-¿Tú en el fondo desearías que Miguel te follase?

-A ver cielo, puestos a tener que pasar por esto, a veces iría bien darse un gustito y notar un rabo dentro y correrse. Pero nunca me puedo correr con Miguel porque no me la puede meter. Y paso de hacerme un dedo mientras se la chupo. Si es un pichafloja no le voy a dar el gustazo de creer que me excita su pilila. Así que nada, cumplo, se corre y a cobrar.

-Como las buenas putas jeje.

-Exacto mi vida. Anda, vete a la universidad. Dale un beso a tu madre.

-¡Mua! –le di un pico-.

-Nos vemos a la hora de comer

-Sí, mamá.

Salí de casa, bajé por el ascensor y me dispuse a salir a la calle.

-Hasta luego, doña Carmen –le dije a la portera-.

Doña Carmen era la portera de la finca… vamos, la de toda la vida. Por lo menos de la mía. No recuerdo otra portera. Debería tener unos 60 años y no le debía faltar demasiado para jubilarse. Era una mujer propia de su edad, tampoco mal cuidada pero nada resultona. Eso sí, tenía unas tetazas de escándalo. Cuando se me despertó la sexualidad y me empecé a pajear hace muchos años, alguna pajilla había caído pensando en los melones de doña Carmen. Fue antes de que mi madre pasara a ocupar prácticamente todos mis pensamientos polla en mano.

-Espera un momento Angelito –siempre me llamaba Angelito-.

-Dígame.

-¿Está tu madre en casa todavía? No la he visto salir.

-Sí, sí que está.

-Ah, bueno. ¿Sabes si se encuentra mejor?

-… ¿mejor? …

-Sí, de los mareos. Me contó hace ya semanas que tenía mareos y necesitaba algunas veces ayuda en casa y por eso venía su hermano a cuidarla muchas mañanas… ¿Manolo? No, ¡Miguel! Miguel me dijo que se llama, ¿verdad?

Aluciné. Mi madre, para justificar el constate paso de Miguel por la finca y que la portera no se pensara que era un amante, ¡se lo presentó a doña Carmen como su hermano! Jojojo. Dios, ¡qué bueno! Tuve que responder improvisando.

-¡Ah! De los mareos, sí, sí … perdone doña Carmen, pensé que se refería a un moratón que se hizo en el tobillo hace una semana y no entendía que se refería a los mareos –tuve que inventar sobre la marcha-.

-Me alegro mucho. Por cierto, ¿sabes si puedo subir ahora para hablar con ella?

-¿Ahora? Mmm… creo que mi… mi tío Miguel está a punto de llegar.  Quizá luego, tocando a la hora de comer.

-Ah, de acuerdo, sí, mejor. Que tengas buen día, Angelito.

-Disculpe… ¿es algún tema importante? –pregunté nervioso al recordar que ella también podía ser sospechosa de ser la persona que dio el portazo aquél día.

-Bueno, es algo delicado y no me gustaría tampoco que se enterara toda la comunidad –dijo dejándome helado-.

-Eh… de… ¿delicado? –que no se entere la comunidad…. Que no se entere la comunidad… ¡Mierda! ¿No jodas? ¿Ella? No, no podía ser. Si era ella entonces…  ¿para qué me lo dice también a mí?

-Sí, bueno, ya te contará cuando vuelvas –dijo enigmática-.

-Sí, claro, claro. Adiós, doña Carmen.

Al salir a la calle, inmediatamente envié un WhatsApp a mi madre contándole la conversación. “No sé si son cosas mías mamá o la portera sabe algo, en cuanto se vaya Miguel y ella suba dime qué te ha dicho, por favor, que me voy a estudiar con nervios en el estómago”, añadí al final del mensaje.  “Joder… ok hijo, ve tranquilo” respondió mi madre. Pasaron las horas y no recibí nada, se acercaba la hora de salir de la universidad y volver a casa a comer y nada. En el teléfono nada. ¡Mierda, mierda! Era ella. Era ella fijo y se está liando o mi madre está desconsolada llorando o a saber qué. Vaya nervios que tenía yo encima.

Llegué a mi casa y la portería estaba todavía abierta. Doña Carmen cierra hora y media para comer casi siempre 5 o 10 minutos después de llegar yo a casa, pero ese día debería hacer ya más de 10 minutos que tendría que estar cerrada la caseta de la portera y seguía ahí. Joder, ¡qué inoportuno! No quería afrontarla. Me daba miedo. Tuve que reaccionar rápido.

-Hola, doña Carmen, hasta luego… -dije poniendo ya una mano en la puerta del ascensor para subir-.

-Angelito, ya he hablado con tu madre y…

-Ah, genial doña Carmen, lo siento, ya hablaremos, que tengo una urgencia para ir al lavabo y a ver si no llego a casa jejeje –respondí para poder cerrar rápido la puerta del ascensor y subir-.

Abrí la puerta de casa con miedo y me extrañó oír a mi madre hablando con naturalidad con una voz de hombre que no reconocía. Pasé por delante del baño y vi a mi madre y a un señor con mono de trabajo y herramientas en la cintura colgadas de una riñonera mirando al suelo.

-Y por aquí es por donde se filtró toda el agua hacia el piso de abajo, señora –dijo el hombre.

-Vaya, ya… no entiendo cómo pudo pasar. Entonces, ustedes mismos llaman a mi seguro del hogar para repararlo?... ¡Ah! Hola cielo –dijo mi madre al detectar mi presencia- disculpa que no te he dicho nada en toda la mañana. He estado con llamadas, trámites, visitas… que resulta que tenemos una fuga de agua y estamos mirando cómo solucionarlo. Eso es lo que me quería contar doña Carmen esta mañana, vida.

-Hola mamá… hola, ¿qué tal? –le dije al otro señor- ostras, menuda buena… ¡qué putada!

Inmediatamente, en un momento que el señor asomó la cabeza detrás de la taza del WC para mirar el juego de grifos y cierres, miré a mi madre sin decir nada y haciéndole un gesto con la mirada y con mi mano en mi pecho que le dio a entender un “¡menos mal!” respecto a doña Carmen. Mi madre asintió y me miró con una cara de alivio.

Doña Carmen no era, parecía estar claro. Pero entonces… ¡joder! ¿Quién coño salió de casa ese día?