Mamá, no puedo más (VI)

Madre e hijo desatan su pasión incestuosa hasta que un buen día...

-mmm… ¿Eh? ¿Qué? –pensé para mis adentros mientras todavía me estaba despertando-… ma… ¿Mamá?

-Buenos días, mi vida –dijo mi madre sacándose por un instante mi polla de su boca-.

Estaba en la cama de mi habitación, como cada mañana, pero esa sensación en el rabo me acababa de despertar. ¡Joder, no lo esperaba!

-Mamá y … ¿Alba? –dije preocupada por si nos pillaba-.

-Tranquilo mi niño, tu hermana se fue hace 10 minutos al instituto –comentó sonriendo-.

-¡Aaah! –exclamé de gusto ya totalmente despreocupado ante las atenciones que recibía mi rabo-.

-ggggggggggl- mi madre se metió la polla hasta donde pudo-.

-mmmmmmm… ¡aaah! Joder mamá, esto será mi despertar a partir de ahora? ¡Uf!

-ggggl… ¡ah! Si tu quieres cielo… ggggl

-Joder sí, ¡claro que quiero! Mmmm.

-Hoy tu hermana no había manera que se largara de casa y se ha hecho tarde. Ángel, mi vida, ¿y si te levantas y te termino en la cocina mientras desayunas?

-No me lo creo mamá… ni en las películas porno encontraría alguien tan servicial. ¡Qué genial idea, vamos!

Nos dirigimos a la cocina y, por lo que vi, mi madre ya tenía todo pensado. El desayuno y el zumo ya estaban en la mesita.

-Come tranquilo, cariño –me dijo mi madre mientras yo me sentaba en la silla y ella se arrodillaba ante mis piernas-.

-Tú también mamá, come tranquila –le dije empezándome a partir de risa por el doble sentido de la frase-.

Mi madre sonrió y, sin descanso, se dedicó a darme una excelente mamada mientras yo desayunaba.

-¡Joder mamá! Ufff… ni pagando una puta te hace fantasías así… ¡Qué bueno!

-mmm… ggggl… ¡aaah! –se despegó unos segundos de mi rabo- y con la puta de tu mamá, cariño, no será necesario que te gastes ni un euro… ésta puta te la paga Miguel –espetó justo antes de empezar a lamerme los huevos-.

-mmm… sí. Tú sácale todo el dinero a ese hijo de puta, que el dinero en el fondo es tuyo, de nuestra familia- conseguí pronunciar entre gemidos-.

-Por suerte, cómo tú dices, es un pichafloja, no me dura ni un asalto y encima ni me penetra. Jode tener que darle el gustazo o recibir y tragar su semen, pero podría ser peor, me podría querer empotrar o partir el culo. Por lo menos dentro de lo grave, recuperar el dinero de la familia tampoco me supone mucho sacrificio ni mucho tiempo al día –dijo mi madre cascando mi rabo para que no perdiera dureza-.

-¡Aaah! Para empotrate y partirte el culo ya estoy yo, mamá –dije entre gemidos-.

-Uy, vaya… me quieres encular, pequeño cabroncete?

-Claro mamá, ¿Quién no querría ese culazo para gozarlo?

-Pues serás el primero, mi vida –soltó mientras volvía a meterse mis huevos en la boca-

-¡Aaah! E… ¿En serio? Ufff…

-¡Vaya! Te ha dado un brinco la polla. ¿Tanto te pone la idea, cielo?

-Y ahora todavía más. No me creo que una mujer como tu sea virgen del culo…¡wow!

-¿Pero qué te crees, que tu madre es una puta? –me dijo mamá con una sonrisa irónica.

-¡Aaah! Desde hace unas semanas sí… ¡oooh! –y presioné su cabeza para que se tragara más rabo.

-gggggl… no hace falta que me presiones la cabeza ahora, cielo –dijo mi madre sacándose el rabo- mamá ya se la traga solita. Anda, termina el desayuno o vas a llegar tarde.

Aluciné, ella misma se metió mi nada pequeña polla hasta la base. Oí cómo, a ratitos, se ahogaba hasta sacársela para respirar. ¡Ella solita! Sin duda, una ramera de primera. Me estaba dando un gusto acojonante y no tardé en estar preparado para darle yo también su desayuno.

-¡ufff! ¡ufff! ¡ufff! –resoplé.

-Venga mi niño que esto ya está –dijo mi madre sacándose la polla para poder hablar y pajeando  toda velocidad.

-¡AAAAAAAAH! ¡PUTAAAA! –estallé.

-¡oh! –exclamó mi madre al recibir el primer lechazo justo en el medio de su cara, puesto que no le había dado tiempo todavía a volver a meterse el rabo en la boca-.

Mi madre decidió que, ya que la fiesta había empezado fuera de su boca, esa mamada mañanera terminaría así. Ya habría más desayunos para comerse el semen.

-Eso es cariñ… ¡oooh! El pelo… aaah cielo.

Me recliné hacia atrás en la silla, extasiado, respirando poco a poco para recuperar la normalidad. Mi madre, sin decir nada, se levantó y se fue a lavar la cara y el pelo en el mismo fregadero de la cocina. Yo, con la polla al aire y echado hacia atrás en la silla, la contemplaba todavía sin creer que me estaba follando a semejante mujer y, encima, era mi madre.

-¡Vengaaa! –gritó mi madre sacándome de mi atontamiento para que terminara rápido el desayuno.

-Joder mamá es que me has dejado seco… mmmm

-Esa era la intención, cielo. Pero venga, va, a lo tuyo y a estudiar.

-Sí, mamá.

Terminé el desayuno, me acabé de arreglar con la ropa y la mochila con las cosas para ir a clase y me despedí de mi madre con un pico en los labios.

Seguí con mi rutina acostumbrándome a mi nueva vida con mi madre. Unos días después de nuestras primeras relaciones se anularon las últimas clases del mediodía en la universidad y decidí volver a casa. Ese día, por lo que fuese, Miguel –que seguía con sus visitas- y mi madre se alargaron más de la cuenta o él llegó más tarde a casa. No sabía el motivo pero así era, dado que con mi madre acordé, para no dar sustos a Miguel si un día pasaba algo así, que dejase siempre la luz del recibidor encendida. Así yo, desde el rellano, podía ver por la mirilla de la puerta que había luz en el recibidor. Si había luz, había visita de Miguel.

Decidí entrar con sigilo, como cuando los espiaba. Dejé mis cosas en mi habitación y, lleno de morbo ese día, me dio por desnudarme del todo y acercarme a la puerta del salón –¿cómo es que nunca iban al dormitorio?- y espiar por la rendija como ya había hecho en otras ocasiones.

-venga que lo vas a conseguir sucia ramera –le decía Miguel a mi madre en la misma pose de siempre, él sentado en el sofá y ella de rodillas chupando-.

Me fijé, no obstante, que mi madre le chupaba al pichafloja con semen en la cara. Vaya, ¿ya se había corrido? Igual le estaba haciendo la limpieza de sable final.

-No creo que seas capaz, ¡impotente! –le dijo mi madre.

Miguel, cabreado, le puso una mano en la cabeza y le hizo meterse la pichita hasta el final. No era esa una mamada de limpieza final de corrida, era más bien una mamada en toda regla, para buscar otra eyaculación. Creo que Miguel estaba intentando hacer esfuerzos para eyacular dos veces ante las provocaciones y menosprecios de mamá. ¡Qué ironía! Era la puta que se humillaba la que en verdad humillaba al puteador. ¡Qué cosas se ven en la vida!. Al final, mi madre lo consiguió. ¡Qué buena era!

-Ves? ¡aaah! Claro que sí sucia puta… vuelve a poner la cara, ¡zorra! –dijo Miguel sacudiéndose él la polla ante la cara manchada de mi madre-.

-Vaya, vaya, con el pichafloja, si resulta que al final puedes corr… -no terminó la frase mi madre. Dos chorrazos casi seguidos le dieron en la cara. Uno le tapó un ojo y el siguiente se escampó a medias entre la frente y el principio del pelo.

-¡jajaja¡ ¡Oooh! –se rió y gimió Miguel- calla y pringate Laurita jajaja.

Mi madre era un poema. Dos buenas corridas acumuladas en su cara, parte del pelo, resbalando por el mentón y unas cuantas gotas en las tetas. Una vez más comprobé que Miguel era un mierda para satisfacer a ninguna mujer, pero era un buen soltador de leche. Ciertamente ver a mi madre así de pringada hacía que mi polla, que hacía unos minutos que me la estaba cascando, estuviera extremadamente dura. Después de comentar cuatro tonterías, Miguel se vistió y se fue de casa. Yo, escondido ya en mi habitación pero todavía desnudo, decidí salir a por mi madre antes de que se le ocurriera lavarse. Lo hice con la polla durísima en la mano, irrumpiendo en el salón.

-¡Aaah! ¡Joder, Ángel! La madre que te… joder qué susto hijo –dijo mi madre sobresaltada.

No dije nada, estaba encendido como un animal en celo. Únicamente me acerqué a ella, que tenía la cara manchada de una doble corrida y, poniéndole la mano en la cabeza, hice presión para darle a entender que se arrodillara. Mi madre, sonriendo pícara, se arrodilló y no hizo falta que le dijera nada más. Su boca, en dos segundos, ya había atrapado mi rabo.

-¡Putón verbenero! ¡Cómo me pones la polla, hija de puta! Así que no tienes suficiente con una corrida en tu cara de furcia que te esmeras en que tu putero te eche otra, ¿verdad? Pues hoy te vas a llevar tres por zorra… ¡aaah!

-Sí cielo, haz conmigo lo que quieras… -dijo mi madre cuando pudo hablar-.

¡Qué morbo me daba! ¡Qué fiera tenía en casa y yo estos años sin darme cuenta! Me sentía poderoso. Capaz de hacer todas las fantasías que imaginaba en mis pajas solitarias cuando me encerraba en mi habitación. Algo que, por cierto, ya no volvería a pasar. Las pajas me las hacía mi madre y si era yo el que me la empezaba, en cualquier rincón de la casa, rápido reclamaba su presencia para que me terminara como me apeteciera en ese momento. Con no estar mi hermana Alba en casa y saber que no volvería en ‘X’ tiempo, era suficiente.

-grr… sschup! –sin previo aviso le solté un escupitajo a mi madre en el medio de la jeta. Nunca hasta ahora se lo había hecho y, tal como imaginé, reaccionó como una buena puta-.

-¡Oh! –dijo en un primer momento por el inesperado regalito-… joder, qué guarro eres hijo. ¿Eso te pone?

-¡Aaah! Mucho, mamá

-Lánzame otro, ¡cabrón! –joder con esta mujer, ¿no tenía límites?-

-grr…ssssschup!

-Sí, así, bien guarra para ti pequeño hijo de puta…

-Calla, joder, cerda y chupa bien o te quedas sin premio.

Fue increíble cómo se esmeró en esa mamada. ¡Como si le fuera la vida! Yo entre el ritmo que ya llevaba de la paja que me estaba haciendo, mi madre con dos capas de semen y dos salivazos míos en la cara y el buen arte de ésta pedazo de zorra con la boca y que, además, me miraba a los ojos, definitivamente hizo que yo no pudiera aguantar más.

Me agarré la polla, me la empecé a cascar y no hizo falta decir nada más. Ante la cara presta de mi madre únicamente emití un fuerte sonido gutural para iniciar la explosión.

-Eso es mmm… más cremita para la mami… mmm, ¡Dios, qué chorrazos nene! Ufff.

Me tumbé en el sofá cayendo casi como si me hubieran pegado un tiro. Qué extremo relax, qué pasada, ¡madre mía!. Mi progenitora, sonriendo como podía tras esa inmensa mascarilla lechosa, me dio dos palmaditas en el muslo de una pierna en señal de trabajo bien hecho y me dejó allí tumbado para ir directamente a la ducha.

Pasaron los meses y mi vida era absolutamente feliz. Estudiaba –sacando adelante las calificaciones con normal suficiencia-, todavía no tenía que trabajar porqué en casa había dinero –dinero ganado con las rodillas de mi madre-, mi hermana Alba estaba también bien, a sus cosas, sin meterse en mis asuntos y llevándonos bien (no siempre fue así años atrás) y yo me sentía en la gloria usando, porqué esa era la palabra, a mi madre como me apetecía. Cabe decir que no era ninguna sumisión suya, puesto que a mi madre le apetecía tanto como a mi jugar a ese rol. Ella me hacía creer que yo daba las órdenes, pero es que ella cada guarrada que hacíamos la hubiera hecho igualmente. Lo que pretendía ser en su día mi chantaje, nunca lo fue desde el primer minuto.

Mi madre, mientras tanto, había sacado a base de mamadas y de 600 en 600€ euros mucho dinero de Miguel. Bueno, suyo que estaba en manos de Miguel, desgraciadamente. No obstante, a mí el pichafloja no me caía mal… ¡y eso que nos había robado el dinero de toda la familia! Era un cabrón, pero es que yo también lo era, puesto que pretendía lo mismo con mi madre, usarla como fuera –Miguel en una de las muchas sesiones de mamadas le confesó a mi madre que desde el primer día envidió a mi padre por la mujer que tenía-.

Con mi puta madre hicimos de todo. No todas las prácticas eran habituales –hay momentos para todo, días con prisa, días de pereza, días que vas por faena y no te entretienes…- pero sí quisimos experimentar casi todo, aunque algunas cosas fueran reticentes en un principio y tampoco quisiéramos repetir mucho, las probamos por probar, por decir que ya se habían hecho, como por ejemplo la lluvia dorada. Mi madre aceptó con la condición que yo también la recibiese. Primero se meó ella sobre mí y luego yo lo hice sobre ella, ambos en la ducha.  Por supuesto, le había hecho el culo, ella me había comido el ojete y las corridas suyas y mías han tenido todos los finales posibles: yo me he mojado y me he comido sus flujos y ella ha recibido mi semen encima en todas partes (pelo, cara, pecho, cuerpo, espalda, nalgas…) y dentro también en todas, bien adentro por la boca, el coño o el culo.

Como dije, pasaron varios meses y todo iba como la seda. Un buen día echamos un polvo de antología. Nos hicimos de todo pero nos juramos corrernos solo una vez cada uno, al final, como una explosión brutal cuando llevas horas conteniéndote. Interrumpimos las mamadas, las comidas de coño, las cubanas o las folladas cuando ya no podíamos más. Nos conteníamos y seguíamos. En esas nos encontrábamos cuando íbamos a iniciar el ataque final, la follada con la que nos íbamos a dejar ir. Estábamos en el salón, ante una de las paredes. Yo tenía a mi madre mirando hacia la pared, de pie, ligeramente inclinada. Le estaba metiendo la polla por el culo, hasta tocar con los huevos, en constantes caderazos. Una buena follada rectal. Con una mano sacudía sus nalgas y la otra, muy morbosamente, la tenía haciendo presión en su mejilla, empujando su cara contra la pared.

-¡Aaah! –gritó ella- esto es un macho auténtico joder… ¡ufff! Menuda enculada hijo, oooh… y estás obligándome contra la pared… aaah… ¡que me mojo toda, joder!

-¡Puta¡ ¡Ramera¡ ¡Zorra¡ ¡Guarra¡ -empecé a soltar todos los insultos que se me venían a la cabeza. Estaba como una moto-

De golpe, un ruido nos sacó del trance y nos hizo desacoplarnos al instante y mirarnos con cara de miedo.

-¡Plom!- el ruido de la puerta del rellano cerrándose de un portazo-.

-Qui…¿Quién hay? –dijo mi madre acojonada-.

Nadie contestó. Dedujimos que nadie entraba, si no que salía. Eso era mucho peor. Alguien nos había visto y era alguien con llaves de casa.

-¡Ay, mi vida! Dijo mi madre- como haya sido Miguel me da algo!-

-Jo…¡Joder mamá, o Alba!- grité cagado de miedo-

-Oh, ¡no! ¡Mi niña, no!

-¡Joder!... y ahora… ¿Qué hacemos? ¿Cómo podremos saberlo?

-Ángel… ¡corre! Mira por la mirilla de la puerta a ver si hay alguien todavía en el rellano, ¡va!

Desnudo con la polla durísima, hice lo que me dijo mi madre, pero fuera de la puerta de casa no había nadie y así se lo hice saber.

-¡Mierda! ¡Mierda, joder! Esto va a ser el fin… sea quien sea de los dos, va a ser el fin… -dijo mi madre sentándose en el sofá y poniéndose las manos en la cara y tapándose los ojos, derrotada-

-Venga, mamá… no sabemos si era Miguel. Si era Miguel lo podemos arreglar, seguro. Incluso le dará morbo que te tires a tu hijo y te seguirá pagando igual. Preocupante sería si fuese Alba pero creo que si es Miguel, podemos salir de esta guardando el secreto.

-¿Y si era Alba, eh?... ¿EH!? –gritó mi madre-.

-Ya… no se mamá. Bueno, ahora cálmate y seguimos por donde lo dejamos.

-¿Qué? No cielo, no te lo tomes a mal, ahora no me apetece que me partas el culo. No tengo la cabeza para eso, lo siento –dijo mirando con la vista perdida al fondo del salón como pensando una solución-.

-Pe… pero mi polla…

-¿Tu polla? … Tu polla, ¿qué? Ay, mira, Ángel, hazte una paja. ¿No te la puedes cascar y dejarme tranquila un rato?

Era la primera vez que mi madre y yo discutíamos desde que nos entregamos como amantes.

-Mamá, haya pasado lo que haya pasado no podemos rebobinar el tiempo. Llevo casi 3 horas follándote y no nos hemos corrido porque la gracia era explotar al final. Mírame, tengo los huevos que no puedo más… mira –insistí mientras le mostraba mis partes al máximo de vigor-

-Lo se cielo, estaba siendo nuestro mejor polvo pero es que… es que… no puedo quitarme ese portazo de la cabeza. Ya tenía la vida casi arruinada y ahora que vuelve a estar todo bien no quiero que se arruine de nuevo, ¿lo entiendes, vida?

-Ya… claro mamá, si tienes razón. Perdóname.

-Ay… no hay nada que perdonar, mi pequeño. Anda, ven –dijo mi madre haciendo un gesto para que me acercara donde ella estaba sentada-.

No íbamos a terminar la enculada que le estaba haciendo contra la pared, pero mi madre sintió pena de dejarme así y se decidió a terminarme ella en lugar de tener que hacerme yo solo la paja. Casi sin alzar la cabeza, un poco ausente en la mirada, pensativa, se puso a cascarme la polla y masajearme los huevos.

-Mamá no te veas obligada a…

-No cielo, tranquilo. Tú termina, necesitas vaciar esos huevos. No te preocupes por mí.

-Ya pero…

-Calla, ¡joder! –me dijo en tono serio- en esta casa tú no te sacas la leche solo nunca más, ¿me oyes? En esta casa te la saca la puta de tu madre, que te quede claro.

-Sí, mamá.

La frase no era de loba en celo, ni pícara, ni dicha con un tono seductor. Ella seguía seria, pero no quería perder el rol de ‘jefa de la casa’, también en el arte de sacar la leche. No tardé mucho más en correrme. A veces solía no avisarla y que se encontrase el regalito en la cara, la garganta, las tetas en una cubana o lo que me estuviera haciendo, pero esta vez, al verla tan seria, preferí avisar por si, en ese momento, no le apetecía mancharse.

-Mamá… ¡aaagh! Me va a salir ya y va a ser mucha, te aviso mmm…

Por primera vez en ese ratito, alzó la cara y me miró. Empezó a sacudir más deprisa sin quitar la vista de mis ojos pero también sin cambiar el semblante serio de su rostro.

-¡AAAAAAAGH!

Tres horas follando y sin vaciar, la corrida fue descomunal. Su cara hecha una mierda, pero su rostro todavía serio, sin inmutarse.

-¡Ufff, mamá!

-Venga cariño, ve a vestirte y sal a dar una vuelta o juega a algún videojuego de los tuyos, yo quiero estar un rato aquí solita en el salón.

Haciendo caso a mi madre me retiré al baño a limpiarme la polla. No quise decirle que lo hiciera ella con la lengua como de costumbre. Mi madre no estaba bien, estaba harto preocupada. Yo también, pero me podía la erección que hasta hace unos instantes tenía.

Cuando me dispuse a ir a mi habitación, eché una última mirada al pasillo. Me sorprendió ver que mi madre seguía mirando al suelo del salón, pensativa. No se había ni quitado el semen de la cara. Creo que ni se daba cuenta que hablaba para ella misma pero en voz alta. La oí decir:

-Pero… ¿Quién habrá dado ese portazo? ¿Quién?