Mamá, no puedo más (V)

La mentira de Laura es descubierta por su hijo. Es hora de recibir una lección, pero... ¿quién se la dará a quién?

-¿Y ese banquete en la mesa, mamá? –preguntó mi hermana sorprendida-.

Ambos habíamos vuelto juntos a casa para cenar después de ir al teatro con unas entradas que ya estaban reservadas y compradas antes de la noticia de la ruina familiar.

-Ay, chicos… ¡vamos a celebrar una gran noticia! –dijo mi madre de pie y sonriendo delante de una imponente mesa del comedor con todo lujo de comida, vino y la mejor cubertería de la casa-.

-¿Qué noticia? –pregunté yo-.

-Anda venga no es quedéis de pie, sentaros y os lo cuento… ay, ay, ¡qué ilusión! –dijo mi madre dando saltitos como si fuera una niña pequeña abriendo el juguete esperado por Navidad-.

-Jolín mamá, ¡qué nervios! –dijo mi hermana-.

-Ángel, Alba, os tengo que comunicar… ¡plop! –se oyó el descorche de la botella de vino que mi madre empezó a servirnos en copas mientras hablaba-. .. ¡que mamá ya tiene trabajooo!!!

-¡Bieeeen! ¡De verdad! ¡Qué buenooo! –dijo mi hermana volviéndose a levantar y saltando de alegría-.

Yo me quedé sin saber cómo reaccionar. ¿Trabajo? Vaya, quizá en el fondo me equivoqué y realmente mamá quería volver a trabajar.  No obstante, desconfiaba. Mi madre me miró y me dijo:

-Ángel, cielo… ¿no te alegras?

-¿Eh? Claro, claro mamá, ¡qué bien! Perdona, es que después de tantas semanas sufriendo es como que no te lo terminas de creer –dije con un poco de sorna.

-Ay sí, cariño, parecía que se nos venía el mundo encima. Pero no sufráis. Ya no volveremos a pasar problemas en esta casa y podremos tener un cierto tren de vida –dijo mi madre dándole después un sorbo al vino.

-¿Tren de vida? – preguntó mi hermana-.

-Sí Alba. Mamá ha conseguido un puesto de alto cargo ejecutivo en una multinacional. Voy a cobrar muy pero que muy bien. He tirado de los contactos que mantuvo tu padre y al final he logrado un muy buen puesto de trabajo –dijo sonriendo.

¿Alto cargo ejecutivo? Ahora sí que no veía nada claro. Mamá escondía algo. Quise saber un poco más y le pregunté por el tipo de trabajo, el sector de negocio de la empresa, etc. Mamá fue dando detalles que, pese a sonar lógicos, a mí me transmitían algo incierto.

-Esto… mamá, ¿cuando empiezas? –pregunté yo.

-Mañana por la mañana cariño, ya me esperan en la oficina.

Terminamos esa velada devorando la suculenta comida, brindando con el vino y llenando la casa de risas por primera vez en mucho tiempo. Pese a todo, yo sospechaba que algo ocultaba mi madre y decidí a la mañana siguiente no ir a estudiar y espiar sus movimientos.

-Venga, holgazán, que llegarás tarde –me dijo mamá al día siguiente mientras yo apuraba un zumo de naranja-.

-Ya me voy mamá. ¿Tú a qué hora sales hacia la oficina? –pregunté con toda la intención-.

-¿Eh? Ah, pues… calculo que en unos 15 minutos, mi vida- respondió-.

-Vale mamá, hasta luego.

-Hasta luego cariño.

Salí a la calle pero me quedé a escondidas entre dos vehículos, en el otro lado de la calle, esperando verla salir. Pasaron 15 minutos y nada. 20 y tampoco. Media hora, una hora… Confirmé mis sospechas. Ese trabajo no existía. Cuando me dispuse a irme a hacer algo, dudando todavía entre ir a estudiar o quedarme en algún bar jugando con mi teléfono mientras me tomaba algo, vi a Miguel entrar en casa. No era una sorpresa –venía habitualmente y yo ya sabía a qué- pero entonces até todos los cabos. Mi madre nos había soltado una mentira para justificar que todos los lujos de casa se mantenían y nosotros no sospecháramos de dónde había sacado tanto dinero para sostener el mismo ritmo de vida que antes de la ruina causada por Miguel. ¡Qué lista! Iba a seguir prostituyéndose para Miguel, cobrar un buen dinero de su dinero y hacernos creer a mi hermana y a mí que todo llegaba del sueldo del alto cargo ejecutivo.  ¡Qué puta!... y en todos los sentidos.

Dejé pasar unos días para preparar bien mi venganza con mamá, estudiar sus posibles reacciones, calcular las  consecuencias y mentalizarme de meterme en el papel de hombre inflexible.  Ahora el malo de la película iba a ser yo, no Miguel. Si mi madre podía humillarse hasta estos límites lo haría también para mí. Llego el día, me armé de valor y a media mañana subí al piso.

-Soy yo –dije cuando abrí las puertas con las llaves-.

-¿Ángel? Hola mi vida, ¿Qué pasa? ¿Qué haces aquí a media mañana, no hay clases? –preguntó extrañada mamá.

-Sí, sí hay clases, mamá. Venía a hablar contigo.

-¿Conmigo? ¿Ha pasado algo grave?- me dijo extrañada-.

-Por supuesto que sí y bien que lo sabes –comenté muy serio-.

-¿Qué lo sé? Ay… saber… ¿El qué? –me miró sin intuir por donde iban los tiros-.

-No te hagas la tonta mamá, sabes muy bien de qué te hablo. Esta mañana vi a Miguel entrar en casa… -le solté-.

-Mi… ¿Miguel? Eh… Sí bueno, verás –dijo nerviosa y pensando cómo podía salir del paso- esto… es que estoy intentando convencer a Miguel para recuperar el dinero. Bueno, por lo menos una parte. Nos ha robado y es un desgraciado pero si consigo recuperar parte de nuestro patrimonio tengo que intentar hacer alguna cosa y bueno… ha venido a casa a charlar de cómo podríamos llegar a un acuerdo para …

-Ya, ya, a charlar –interrumpí-. Mira mamá, no soy imbécil. Yo sé muy bien lo que pasa aquí. Te estás entregando a Miguel como una puta barata!

Mi madre abrió los ojos como platos. Se le notaba un rostro lleno de miedo. El miedo que se siente cuando te das por descubierta de un tremendo secreto.

-¿Qué dices Ángel? Pero, pero… ¡Qué va! ¿De dónde sacas eso? –dijo muy nerviosa- únicamente estoy intentando negociar para ver si…

-¡Calla, putaaa! –espeté de golpe-.

-¡Oye niñato malcriado, a mí no me…!

-¡Que te digo que te calles! ¡Enciende el televisor!

-El te… A ver… ¿Cómo? ¿Qué?

-Que enciendas el televisor, mamá. ¡Venga!

Mi madre, sin entender qué pintaba el televisor en esa conversación, cogió el mando a distancia y encendió el aparato.

-Canal auxiliar –dije-.

Mi madre puso el canal auxiliar y yo, con mi teléfono, envié a la pantalla el vídeo que grabé de ella con Miguel a través del ChromeCast. Su cara, la de verdad, no la de la pantalla, no la olvidaré en el resto de mis días. Fue una cara que marcó un antes y un después en nuestra relación. El giro definitivo de mi obsesión por mamá. El punto que desencadenó todo lo que, a partir de ese momento, sucedería en esa casa. Blanca, pálida, no sabía cómo reaccionar. Al principio bloqueada, hasta que reaccionó.

-¡Quita eso! ¡Quítalo por favor! … ¡Ángel, por favor! ¡Te lo suplico, quítalo! –me dijo llorosa.

Lo quité, esperando cómo pensaba justificarse. El silencio del salón era tenso, frio. No dije nada, esperando que terminase de llorar, ahí de pie los dos, en el medio de la sala.

-Mi vida yo… -dijo cuando pudo recuperar un poco de aliento- yo…

-Mira mamá –dije aparentemente impasible- no busco explicaciones. Entendí muy bien des del primer día lo que pasaba. Tú te arrodillas, Miguel se corre rápido como el pichafloja que es y tu recuperas parte de tus euros en cada mamada. Así pretendes mantener el tren de vida de esta casa y tus caprichos con tal de no volver a trabajar. Lo de tu nuevo curro es un engaño. Nos engañas a Alba y a mí.

Descubierta por completo, desnuda su alma, mamá sólo atinó a bajar la cabeza.

-Voy a ser claro mamá. Calmado y sin sobresaltos, pero claro. Las cosas en ésta casa van a cambiar. Para bien o para mal, eso lo decidirás tú. Te daré dos opciones, únicamente dos. Serás tú la que decida qué camino va a tomar nuestras vidas a partir de ahora. Ahora, elijas lo que elijas, sus consecuencias debes asumirlas hasta el final.

Inspirando todo el aire que podía y dejando ir un bufido enorme, mientras todavía temblaba, mi madre únicamente dijo:

-Qué… ¿Qué opciones? –con la mirada vidriosa hacia mí, atreviéndose por primera vez a levantar una poco la cabeza.

-La primera: decir la verdad. Le confesarás a Alba que te sometes como una puta entre las piernas de Miguel. Le dirás a tu hija lo que es su madre, una puta, por dinero, con las consecuencias que eso pueda acarrear para la familia, para los daños psicológicos de Alba o incluso para que se rompan nuestros lazos familiares.

-No, eso sí que no, cualquier cosa menos eso –dijo mi madre-.

-¿Cualquier cosa? Ya veremos… -repliqué-.

-La que sea hijo, la que sea.

-Ya veremos si no optas por la primera opción. No te va a gustar la segunda. O quizá sí, quien sabe, con lo puta que eres…

Mi madre movió las cejas con un gesto de sorpresa por haberle dicho puta así, de cualquier manera, en medio de una conversación trascendental y dolorosa, pero no dijo nada.

-La… la segunda, ¿qué es? –me preguntó con miedo-.

-La segunda: seguir mintiendo, seguir sacándole el dinero a Miguel. Bueno, tu dinero. Hacer como si nada ante nosotros para mantener el núcleo familiar. Yo haré como si el vídeo que acabas de ver no existiese y te cubriré la mentira.

-Eso, eso haremos, sí, gracias, ¡gracias hijo mío! –dijo precipitada mi madre-.

-No corras mamá. No te creía tan tonta. Te crees que no diré nada gratis?

-¿Eh? Ah… bueno, ya… Qué… ¿Qué quieres? Te puedo dar parte del dinero de Miguel…

-Nada de eso mamá, te quiero a ti –solté de golpe-.

-Pe… ¿Perdona?

-A ti. Mi silencio lo pagarás como lo pagas con Miguel. De hecho más, mucho más caro.

-Te… no puede ser… Es decir, te… ¿te refieres a sexo? –me interrogó con los ojos bien abiertos-.

-Claro, mamá. Si eres la puta de Miguel, también puedes ser mi puta a cambio de mi silencio. Eso sí, yo te pienso hacer muchas más cosas que él y, por supuesto, no te voy a pagar.

Mi madre quedó en ‘shock’.  Se le hizo un nudo en la garganta. No sabía qué decir. Me anticipé a ella.

-Mira mamá, voy de buenas. No te pido la respuesta ahora, que justo estás asimilando que acabo de descubrir tu teatrillo. Haremos una cosa… vamos a hacer vida normal y yo de aquí 3 días, a estas mismas horas a media mañana, voy a volver a casa. Entonces te haré la pregunta y tu deberás elegir sin más dilación si ese mediodía, a la hora de comer, se lo cuentas a Alba o si en esa misma conversación entre tú y yo, tu ropa termina por el suelo por primera vez y, en adelante, cada vez que me dé la gana.

Mi madre no daba crédito a lo que estaba oyendo.

-Ah, mamá –dije casi abandonando ya el salón para irme del piso- si tu elección no es la de contárselo a Alba, ese día, ya que estamos, hagámoslo bien y ponte una buena lencería de puta, de acuerdo? Venga, un beso, volveré para cenar.

Y me fui, dejando a mi madre con la palabra en la boca en el salón, de pie, secándose las lágrimas y con cara de no entender el vuelco que acababa de dar su vida. Cualquiera de las dos elecciones tenía consecuencias y, en ese momento, estaba ofuscada como para pensar. Por la noche entré en casa y mi madre estaba terminando de servir los platos en la mesa. Alba ya había empezado a picar algo de comida. El ambiente parecía de lo más normal y la actitud de mi madre, imagino que forzada, era risueña. La misma alegría que imperaba por la casa desde la buena noticia del nuevo ‘trabajo’ de mi madre.

-Ah, hola cielo, pasa, que ya vamos a cenar –dijo mi madre como un día cualquiera-.

Todo se desarrolló con normalidad en esa cena, en el desayuno del día siguiente incluso cuando mi madre y yo estábamos solos en casa. Parecía que no había pasado nada. Como si la tensa conversación de esa fatídica mañana para mamá no hubiera tenido lugar. Llegó el día prometido. Salí de casa con una sensación que el tiempo pasaba leeento, leeento. Cuando el reloj marcó la misma hora en la que entré por casa 3 días atrás, puse la llave en la puerta del piso.

-Soy yo- dije como habitualmente.

-Pasa Ángel, estoy en el salón –dijo mi madre con un timbre de voz muy natural y normal-.

Cuando entré encontré a mi madre de pie, casi en la misma posición que tenía cuando me fui de casa hace tres días dejándola pensativa y llorosa. Iba con la bata de estar por casa (muchas mañanas que no salía ni se cambiaba dentro de casa) aunque no tardó ni dos segundos en dejarme petrificado.

-Ya he decidido, cariño –me dijo de golpe abriéndose la bata-.

¡Madre de Dios! No me lo creía. ¡Iba como un putón! Zapatos negros con mucho tacón, medias con detallitos en las rejas y rematadas con lacitos por encima de las rodillas, bragas tipo tanga y un sujetador que, seguro, era una o dos tallas más pequeño de lo que debería. Mi madre dejó caer la bata al suelo con una actitud firme, convencida, con cara de putón. Nada de temblores, rostro triste o titubeos. Tal cual como si yo fuera Miguel en una de sus muchas visitas a casa, como si se he hubiera desnudado así ante mi toda la vida.

-¡JO-DER, mamá! –fue lo primero que me salió decir-.

-¿Te gusta así, cielo? –preguntó mi madre con mirada de gata-.

-Ya lo creo mamá, joder ufff… pensaba que te decantarías por la primera opción pero ya veo que no.

-Mira cielo, vamos a ser sinceros. Ni en broma voy a renunciar a un buen tren de vida y a los caprichos que hace un tiempo que me puedo permitir, aunque ahora sea aportando ese dinero para pagarlos hincando las rodillas con Miguel.  Tú lo has descubierto y no has tenido ni un pequeño miramiento con tu propia madre para chantajearla. Y lo has hecho porqué eres un hijo de puta. Sí, literal, porqué tu madre se come una polla para traer dinero a casa. Bueno, por lo que se ve, ahora me tendré que comer dos, aunque la segunda no aporte dinero.

Alucinaba. Qué persona tan diferente era mamá cuando se emputecía. Lo débil que era cuando le descubrí su secreto y cómo se crecía cuando era una felina sexual.  Me estaba excitando por momentos y mi felicidad llegó a límites inimaginables: toda esa mujer para mí, sin límites, cada vez que me apetezca, gratis… ¡Y encima es mi madre! Por dentro llegué a pensar, irónicamente: “¡bendito Miguel!”. Sin ese malnacido nada de esto sería posible.  Mi madre prosiguió:

-Así que valorando todos los inconvenientes, de tus únicas soluciones ésta era la menos mala. Total, ya te he hecho una paja y ya te he visto desnudo. Al final vas a tener lo que querías de tu madre, eh ¿hijo de puta? Esa mamada que no te pudo terminar la puta mulata aquella que subiste a casa.

Volviendo a la realidad y situándome en su mismo tono de lenguaje empecé a disfrutar de mi glorioso regalo.

-Sí mamá, ya te dije que tenías que terminar tu aquella mamada –repliqué mirando a mi madre a los ojos con cara seria-.

-Ya veo, ya… -comentó mamá mirándome de pies a cabeza como quien examina alguna cosa-.

-¿A qué esperas? –dije-.

-A que me lo ordenes –soltó-.

Madre mía, ¿Quién era esa mujer? El rol de puta le encajaba como un guante. No solo se iba a someter a su hijo si no que lo hacía implicada, despertando mis más bajos instintos.

-No sabes cómo lo voy a disfrutar, mamá –dije antes de darle la orden-… vamos, chupa, ¡puta!.

Mi madre, sin responder, se acercó a mí, se arrodilló y se dispuso a quitarme el cinturón y bajar la cremallera del pantalón.  El pantalón cayó y, casi sin darme cuenta, luego le siguieron mis calzoncillos. Lo que pasó a continuación me acompañará hasta en la tumba. ¡Qué visión! ¡Qué momento! ¡Qué sensación de poder! Mis más ocultas fantasías con mi madre por fin saciadas. Esa boca… esa boca dejando entrar mi erecto capullo. Esos ojos, esos ojos que miraban a los míos. Ahí la tenía, a mi madre, chupando como una puta guarra. Era feliz, el hombre más feliz del mundo.

-¡Aaah! ¡Sí, joder, por fin! –dije a los pocos segundos-.

-¿No querías esto? –dijo mi madre relamiendo el tronco-.

-Ya lo creo mamá, joder ufff…

-Pues disfrútalo cariño –y me guiñó un ojo instantes antes de meterse un testículo en la boca.

-¡Oooh! ¡Qué buena eres con la boca, mamá! ¡Diooos!

Mientras me aplicaba la felación más bien hecha que me habían dado en mi vida, mamá llevo sus manos a la espalda y se desabrochó el sujetador, tirándolo inmediatamente a la otra punta del salón.

-¡Qué tetas, joder! Ahora ya te lo puedo decir todo con naturalidad, mamá. La de años que llevo haciéndome pajas por tu culpa desde que te has moldeado ese cuerpazo, ¡puta zorra¡ ¡Aaah, siii!

-Gggglll lo se cielo mmmm… ¿te piensas que mamá es tonta? Gggggl

-¡Ah, joder! ¿Lo sabías?

-Claro, mi vida. Pero no podía darte a entender que lo sabía –dijo mi madre deteniendo la mamada y contándome lo que me explicaba mientras ahora me sacudía la polla- y cuando tuviste el accidente y me pediste una paja, ¡ufff! ¡Cómo me calenté! Pero eso no estaba bien. Una madre no debe hacerle una paja a su hijo. Tenía que guardar las distancias aunque me desearas. Pero cuando te vi con esa puta… ¡Qué rabia! Esa mamada te la tenía que estar haciendo yo, cariño.

-Alucino mamá. ¡Joder! Resulta que me deseas y… es que… no entiendo… entonces… en aquél momento te ordené una mamada gritando y no me la quisiste chupar… ¿?

-Claro, amor. Estabas cabreado. No era la manera. Teníamos que romper una barrera, pero no por un calentón. Yo tenía que ver claramente que lo tuyo no era el capricho de 4 pajas y 4 mamadas. Cometer incesto con tu madre son palabras mayores, mi vida. No vale un calentón y ya está. Luego pasan los años y te arrepientes. Si te quieres tirar a tu madre, cariño, tienes que desearlo de verdad y para siempre. Es una puerta que ya no se vuelve a cruzar.

Ahora era yo el que estaba en ‘shock’. Mi madre me ha deseado todo este tiempo y yo sin saberlo. Y aquí estaba, provocando que me chupara la polla con un chantaje, viéndome obligado a mostrarle un lado muy oscuro de su propio hijo. Pero no parecía enfadada. Era extraño.

-Pe… pero, entonces, mamá… ¿a ti en verdad te da igual este chantaje?

-Jajaja –se descojonó de risa- ¿Chantaje? Esto lo hago encantada, mi cielo –me guiñó un ojo y volvió a meterse mi polla en la boca-… además, ¡esto sí que es una buena tranca!.

-¡Dios, ufff! Nunca dejas de sorprenderme, mamá… mmmm. Venga dale, dale…

-¿No me insultas? –me dijo mi madre haciéndome abrir los ojos como platos mientras, con mi polla en su boca, su lengua daba vueltas alrededor de mi capullo con su mirada fija en la mía-.

-¡Buah! No dejas de sorprenderme mamá… joder… claro, claro que sí, ¡puta zorra de mierda! ¡Traga rabo hija de putaaa!

-ggggggl mmm, sí cielo, mmmm.

-¡Oh!, eso es mamá así, así… Mejor este rabo que la pichita de Miguel, ¿eh?

-gggglll… Ni lo dudes cariño gggggl

-¡Ah! ¡Mierda! No puedo resistir tanto morbo… ¡Diooosss!

-¿Ya te vas a correr, cariño mío? ¿Vas a durar tan poco como Miguel? –me preguntó mi madre con cara de niña mala-.

-Joder mamá es que cuesta aguantar esta mamada. Lo haces como una profesional… ¡ufff!

-¿Y cómo sabes tú de qué forma la chupa una profesional?

-Joder mamá, me pillaste con una zorrita mulata, ¿recuerdas? Mmm… ¡Aaah!

-Es cierto, cielo. ¿Era la primera puta que te tirabas? -¡Joder con mamá! ¿Qué madre es esta que le pregunta eso a su hijo? Estaba claro que cuando mi madre se ponía en ‘modo puta’, sacaba de dentro suyo una actitud, un lenguaje y una manera de mirar que era capaz de levantar a un muerto de su tumba. Madre mía, ¡menuda zorra!

-¡Aaah! No, no era la primera –confesé-.

-Míralo mi hijo, el putero. ¡Anda que no! –dejó de mamar y se le escapó una media risilla-. No pasa nada cielo, no te lo critico. Total, ahora te estás dando el gusto con la puta de tu madre. Y mami no te va a cobrar, cariño –remató guiñándome un ojo-.

Ahora sí que no podía más. Mi madre me estaba llevando al límite de la excitación que nadie puede soportar. Aproveché que tenía la polla libre unos segundos para empezar a sacudírmela a toda velocidad ante la cara de mi progenitora.

-Vaya… Ya no puedes más, ¿verdad, cielo? Va, no te preocupes, ya me durarás más en otro rato. A partir de hoy nos lo vamos a pasar muy bien tú y yo, pequeño cabroncete –dijo mi madre pícara y sonriendo-.

-¡JO-DER, mamá! ¡Que me pones como una moto pedazo de puta! ¡Aaaah!

-Mánchame cielo. Pégate la corrida donde quieras. Mamá no le va a hacer ascos a nada. Venga, ¡salpícame!

-GGGGH… ¡Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah! ¡Toma leche mamá, hija de putaaaaaaaaaaaaaa!

-Jod… ¡Ah! Menudo lechazo hijo mi… ¡uf! ¿Qué es esto? Mierda, mi cara, joder nene, ¡qué semental!

¿Cómo podría describir aquella corrida? Difícil. Difícil detallar de qué manera mi madre acabó cubierta de semen por todos lados como una vulgar ramera. Ni qué decir tiene que terminó con semen en el pelo, evidentemente por todas las partes de su cara, incluso encima de los ojos y los labios, el mentón y algunas gotas de las últimas sacudidas por su ropa interior y medias.

-¡Campeón! ¿Te has quedado relajado corriéndote encima de la puta de mamá?

-Yo… ¡ufff!... mamá. No puedo ser más feliz, ¡joder!. Mírate, como una puta estás. ¡Y cómo me gusta!. Dios, qué vida nos vamos a pegar tu y yo, mami querida…

Mi madre, con una sonrisa debajo del ‘Picasso’ de semen que tenía en el rostro, se dirigió al baño a limpiarse. Volvió para llevarme de la mano a su dormitorio. El polvazo que me pegó fue espectacular y terminé por correrme encima de sus tetas. Me dejó ‘KO’.

-Mamá… ¡eres una puta! –dije sonriendo tumbado en la cama casi ya sin fuerzas.

-Sí, cielo, y tu un hijo de puta.