Mamá, no puedo más (IX)

Ángel confiesa a su madre el morbo que le da su hermana. Laura le mostrará a su hijo una cara hasta ahora desconocida.

Ya se sabe lo que dicen: ‘si algo se te da bien, no lo hagas gratis’

-…Tres mil, tres mil cien y tres mil doscientos –dijo mi madre acabando de contar billetes-.

-¡Joder, mamá! ¿Eso en 20 días?

-No está nada mal, ¿eh?

-Espectacular. ¿Has pensado ya el momento para decírselo a Miguel? –pregunté-

-Antes quiero asegurar del todo que no es una simple buena racha y me quiero asegurar unos cuantos clientes fijos de los que son altos cargos empresariales. Cuando este tren de vida sea estable, le diré a Miguel que se vaya a la mierda, cariño.

Habían pasado cuatro meses desde que mi madre se folló, ante mis escondidos ojos, al inspector de la empresa aseguradora para que le cubriera la reparación del piso y, tomando en serio mi pregunta al aire sobre si se dedicaría a ser puta, la demostración de su capacidad estaba ahora encima de la mesa: 3.200€ cobrados en 20 días… ¡y acababa de empezar a dedicarse!

-Genial, mamá. ¿Lo celebramos?

-mmm… viciosete, ¿ya estás pensando en meter tu tranca en la boca de mamá?

-jajaja, eso también. Pero me refería a irnos a comer fuera. Tu invitas, que tienes mucho dinero jajaja –respondí a mi madre riendo con complicidad-.

-jajaja… ¡Qué bribón! Anda, vamos a comer algo. ¡Pero tú pagas los cafés!

-jajaja, oook, mamá.

Pasamos un mediodía perfecto entre una buena comida y muchas risas. En un momento que mi madre me explicaba cosas sin importancia que había visto por la TV, me quedé viéndola fijamente. Ella pensaba que escuchaba atentamente, pero yo me quedé como mirando a través de sus ojos y pensativo. Reflexioné sobre cuanto había cambiado mi vida. También la suya, puesto que no todo el mundo tiene una madre prostituta, sabiendo que lo es y además follándosela. Pero mi vida era completamente feliz. Había colmado mi más honda obsesión sexual de follarme a mi progenitora. No únicamente me la había follado, si no que mi madre hacía todas las guarradas imaginables que le pedía. Que le pedía o, directamente, me las ofrecía ella como buena viciosa. Había tenido la oportunidad de verla, a escondidas, siendo tratada como una zorra por otros hombres y eso llenaba casi por completo todas mis fantasías y fetiches sexuales. No cabe duda que era feliz, muy feliz al lado de mi madre. En ese restaurante, mientras mi madre seguía hablando, parecíamos una pareja. Una pareja de edades distintas, pero charlando de sus cosas y con unos rostros llenos de felicidad. No sé si mi madre y yo éramos una pareja. Nunca habíamos hablado de qué se supone que es nuestra relación o si eso tiene nombre. Estrictamente no salíamos juntos como novios, pero salvo mi madre con los clientes y por dinero, no follábamos con nadie más. Era como una especie de fidelidad no escrita y no hablada.

-… y se queda en blanco, ahí mirando a la cámara sin saber cómo continuar, ¿Tú te crees? Jajaja. Lo hablaba ayer con mis amigas y nos partíamos de risa, ¿eh, cielo?

-¿Eh? –dije yo saliendo de mis pensamientos y sin haber prestado atención a nada- sí, sí, mamá, vaya momento, ¿eh? –comenté disimulando- seguro que sale en los programas de ‘zapping’ jeje.

-Sí, cariño. ¡Qué divertido! Jaja... oye, mi amor, a Alba todavía le queda ir a extraescolar de inglés. ¿Subimos a casa a rematar esta velada? El café ya me lo preparas tú en casa–dijo mi madre guiñándome un ojo-.

No hizo falta decir nada más. Pagó la cuenta y subimos al piso. Nos empezamos a meter mano en el ascensor, disimulamos un poco en el rellano y, una vez cerrada la puerta del piso, creo que la ropa no llegó a pasar del recibidor. En el pasillo entre la cocina y el baño, mi madre se arrodilló.

-No puedo más, cariño… -exclamó para, inmediatamente, meterse mi polla en la boca-.

-¡Aaah! Cómo te gusta comer rabo…

-mmm, en especial el tuyo mi niño mmm.

De golpe, se oyó un ruido de llaves y un portazo. Miré a mi madre, arrodillada con mi pollón en la boca, cómo se lo sacaba de un tirón y puso una cara de pánico que no olvidaría en mi vida.

-¡Soy yo, Alba, ya esto en casaaa! –gritó mi hermana avanzando por el pasillo y viendo toda la ropa tirada.

-Pero qué co… -no terminó la frase. Sacó la cabeza por el pasillo y encontró lo inevitable: su progenitora, desnuda, arrodillada ante el durísimo miembro de su hermano. El grito fue espeluznante.

-¡Aaah! ¡Jodeeer! ¿Qué es esto? Pe… pe… pero… ¡mamá! ¡Ángel! Dios, ¡es asqueroso! Pero cómo… -se dio media vuelta llorosa, abrió de nuevo la puerta del piso y se fue a la calle corriendo.

-¡Mierda! ¡Mierda¡ Mi pequeña… -comentó desesperada mi madre todavía de rodillas-.

Mi madre hizo ademán de levantarse, imagino que para recoger la ropa o buscar la manera de ir tras su hija. Todavía hoy no soy capaz de explicar lo que me pasó por la cabeza. Por qué motivo lo hice, qué me impulsó a ello ni de donde saqué esa actitud imponente y autoritaria, pero se lo impedí. Puse una mano en su cabeza obligándola a volver a estar de rodillas.

-¡Eeeh!... tu no vas a ninguna parte, ¡guarra! –le solté a mi madre ante su cara de alucinación-.

-¿Cómo? Ángel tengo que hablar con tu hermmmm –le metí el pollón de golpe en la boca no dejándole terminar la frase-.

-Tú sigue chupando y calla, ¡puta! –dije autoritario-.

-gggggmm.. hijo de pppptta… gggmm –se le entendía a mi madre mirándome por primera vez con una cara de desaprobación. La estaba forzando, obligando.

-Exacto, eso es lo que soy, el hijo de una puta. Así que aplícate el cuento y a justificar tu condición. Venga, come rabo, ¿no me has oído? –flipaba conmigo mismo oyéndome-.

Vi en mi madre una mirada de excitación. Sorprendida como yo de mi actitud, pasó de estar enfadada a estar muy salida. La conocía bien. Habíamos follado mucho y de todas las maneras posibles en todos los grados de excitación conocidos para saber, por sus muecas y la reacción de su cuerpo, que a mi madre le estaba poniendo, y mucho, que su hijo le diera órdenes y la obligara a hacer lo que le diera la gana.

-Te pone que te trate así, ¿verdad?

Mi madre me miraba a los ojos pero únicamente chupaba el rabo con devoción.

-Contesta, ¡zorra!

Se sacó la polla del todo y la sostuvo con una mano, pajeando.

-Aaah… muchísimo, ¡cabrón! Trata a tu madre como se merece, ¡vamos! –dijo justo antes de volver a meterse el capullo dentro de sus labios.

-Maldita puta… -y empecé a follarme su boca con violencia-.

-ggggggggggllll … cof… ggggll mmm – enrojeció el rostro de mi madre por el esfuerzo. Menuda campeona, tenía todo el rabo dentro y su nariz tocaba los pelitos de encima de mi polla-.

-Aaah… vamos a parar un ratito, mamá, o vas tragar leche demasiado pronto, ¡ufff! –resoplé mientras se la quitaba de la boca-.

-Eres todo un hombre, mi cielo.

-Y tú la mejor madre… anda, házmelo con tus melones.

Puse la polla entre las tetas de mi puta madre y ésta empezó a hacerme una rica y lenta cubana. ¡Qué buena era con las tetas, joder! Los clientes debían estar encantados con ese arte y ese par de mamellas.

-Joder, Ángel, ¡qué dura se te ha puesto!

-aaah… es por el morbo, mamá.

-¿El morbo?

-Sí, de que Alba nos pillase… mmm.

-Joder cielo… ¿no te importa nada, mi niño? ¿Tú sabes el problemón que tenemos ahora en casa? Tu hermana ha descubierto que su madre y su hermano cometen incesto y a ti eso te excita… ¡ver para creer!

-Lástima que no se haya quedado a contemplar el espectáculo –dije en voz alta sin pensar-.

-… ¿perdona?... –dijo mi madre deteniendo la cubana-.

-Bueno que… hubiera flipado, digo.

-Pero a ver, mi niño, si Alba se llega a quedar ahí en el marco de la puerta, ¿Tú habrías seguido follándome la boca como si nada?.

-No mamá, como si nada no, con más ganas todavía.

-Alucino contigo…

-Mira el lado bueno, mamá. Fuera secretos, fuera hacerlo a escondidas. Alba puede asumirlo o irse de casa para siempre, ¡ve tú a saber! Pero en el fondo nos quitamos un peso de encima y descartamos una persona más de aquél día que se oyó la puerta de casa. Si fue Alba no tendría ninguna lógica su asustadiza reacción de ahora, dado que ya lo sabría, ¿no?

-En eso tienes razón, mi niño –dijo mamá reanudando la cubana- pero no quita que tengamos un buen problema encima de la mesa. Alba no fue la de aquél ruido de puerta pero a ver cómo le explicamos esto…

Me sorprendí a mí mismo con lo que solté a continuación. Con la polla durísima, toda la sangre en el rabo, mi madre haciéndome una cubana, el morbo de la situación… lo dije, lo dije sin más:

-Siempre le podemos decir que se una y así todo queda en casa.

Mi madre volvió a soltarse las tetas de inmediato. Me miró hacia arriba, alucinada.

-¿Será posible? Te… te… a ver… ¿qué has dicho?

-Que se una. Tiene una madre puta y un hermano vicioso, pues donde caben dos caben tres.

Mi madre se levantó y me miró fijamente a la cara, ya de pie.

-Será una broma, ¿no?

-No, mamá. Lo digo completamente en serio.

-Tú… ¿te tirarías a tu hermana? –me preguntó con las cejas hacia arriba y los ojos abiertos-.

-Hasta quedar seco, mamá –respondía manteniéndole la mirada-.

No lo vi venir. El bofetón que me soltó mi madre se debió oír hasta en la calle.

-¡Eres un degenerado!

-… ¿perdona, mamá? La que acaba de ganar más de tres mil euros haciendo de puta…

Me soltó otro bofetón.

-¡Hijo de puta! –dijo medio llorosa.

Ahí lo entendí todo. Me fue a dar un tercer bofetón pero detuve su mano al vuelo.

-Mamá, basta. No soporto un ataque de celos.

-Ce… ¿celos? ¿Cómo que celos?

-No disimules, mamá. A ti no te parece horrendo que me quiera follar a hi hermana. A ti te duele que no solo te quiera follar a ti.

Rompí los esquemas a mi madre. La desnudé internamente, con sus ideas al descubierto y todas las cartas sobre la mesa. Bajó un poco la cabeza y miró al suelo, sin saber qué decir.

-Mamá, nunca voy a querer a otra mujer como te quiero a ti. Incluso si me llego a follar a mi hermana, que igual no sucede nunca, no será lo mismo que el deseo que siento por ti, que haber estado dentro de mi propia madre. Además, follando eres única. ¿Me oyes? Única. Una mujer de lujo. Alba no está a tu nivel. Ni a la mitad… pero es mi hermana y me da morbo. Mucho. Pero para mí siempre serás la mejor. Mi musa.

Mi madre levantó la mirada… llorosa, se me tiró al cuello y me abrazó, sollozando.

-Te quiero, mamá.

-Hijo… -no sabía cómo seguir, únicamente me abrazaba-.

-Venga mamá –dije apartándola de mi cuello y volviendo a mirarla a los ojos-… termina lo que estabas haciendo y demuestra que tengo razón, que eres la mejor.

Lo era, sin duda que lo era. Lo que hizo a continuación me demostró que no podía superar a mi madre ni la más premiada de las actrices porno. Sin dejar de mirarme a los ojos, humedeció sus labios, vi cómo se movía la nuez de su cuello. Se oyó el ruido de saliva dentro de su boca y, allí de pie como estaba, inclinó la cabeza para mirar mi todavía muy erecta polla. Calculó durante dos o tres segundos y, lentamente, dejó ir un hilo de baba que fue a parar a mi descubierto capullo. Con mi rabo mojado por el salivazo, mi madre se arrodilló y, con la polla ya ante ella, volvió a repetir el gesto en su boca, pero esta vez pegó un escupitajo mayúsculo por encima de todo el rabo para, inmediatamente, tragarse mi daga hasta la campanilla. Lo dicho, era la mejor.

-¡Oooaaah! Dios, ¡menudo morbazo, mamá! Lo dicho, eres la mejor… mmm.

-mmmmm gggggl –no dijo nada, ya que no podía, pero me devolvió la mirada con una cara de zorra que nunca le había visto-.

No aguanté más de un minuto o dos. Apoyando mis manos en su cabeza descargué su bien trabajado premio en la garganta. Mi madre tragaba sin rechistar.

-Joder, mamá, ¡me has vaciado los cojones como nunca!

Chupó y rechupó hasta dejar mi polla brillante.

-Mamá…

-Dime cielo…

-¿Me ayudarás a follarme a Alba?

Mi madre, por respuesta, se puso de pie. No dijo nada y me besó. Fue un morreo entre dos amantes apasionados. Luego se separó de mí y, sujetando mi cabeza con sus dos manos, me dijo:

-Haré todo lo que pueda para que mi hombre tenga dos putitas en casa, mi cielo.

Sentí morirme de felicidad. Volví a besarla mientras la empujaba hacia su habitación. Ahí culminamos nuestra pasión con dos polvos, uno muy bestia a lo misionero y otro más lento, a 4 patas, taladrándole el culo con mimo hasta descargar mi ya residual carga de semen en su recto.

-Mamá… -dije ya relajados y yaciendo sobre la cama-.

-¿mmm? –exclamó mi madre en tono de pregunta mientras me acariciaba el pecho-

-¿Cómo lo vas a conseguir con Alba?

-Ni idea, mi amor. Lo que tengo claro es que tengo que ser yo, su madre, quien hable con ella. Primero para explicarle y justificarle lo que ha visto hace un rato y luego para persuadirla. Espero que reaccione bien. Si no… podemos perderla.

-Algo me dice que no la perderemos, mamá. Ten confianza.

-Vete esta noche con tus amigotes o ve al cine solo o date una vuelta, Ángel. Deja que tu hermana y yo cenemos solas en casa. Yo me encargo de todo, ¿ok cielo?

Hice caso a mi madre. Salí con unos colegas y volví a casa de madrugada. Mi madre y mi hermana dormían. Desconocía qué tal había ido todo. El silencio de la noche y la normalidad de las dos mujeres de mi casa durmiendo en sus respectivas habitaciones no hablaba ni bien ni mal de la situación. Me costó dormir, pero al final caí rendido.

-Vamos, ¡despierta campeón! –oí a mi madre mientras levantaba las persianas de mi habitación al día siguiente. Era sábado y mi hermana había ido al gimnasio. Mi madre y yo estábamos solos en casa.

-mmm… -gemí con la molestia del sol entrando en la habitación y dándome en los ojos- ma… mamá, ¿Qué tal fue con Alba? –no podía esperar a preguntar-.

-Te espero en la cocina para desayunar y te cuento. Venga, levanta –dijo mi madre en un tono tan neutro que no me dio ninguna pista sobre si la cosa había ido o no por el buen camino-.

Empecé a desayunar y mi madre terminó de limpiar los utensilios y cacharros que había necesitado para preparar la comida y los cafés.

-Bueno… -dijo colgando en un gancho el trapo con el que se secó las manos después de fregar- ¿quieres que te descargue mientras te cuento? –preguntó-.

No esperaba que me fuera a explicar la conversación con Alba mientras teníamos sexo. Imaginé que no pudo ir demasiado mal si le apetecía a mi madre contármelo en una situación así. Lógicamente no me negué ante tal oferta. Arrodillada ante mi silla y sujetando ya mi rabo por encima del pantalón del pijama, mi madre me preguntó:

-¿Quieres que te explique despacio o te doy ya el titular de la noche y luego te explico los detalles?

-Mamá necesito tanto saber qué pasó… ufff… el titular, el titular y luego me cuentas.

-jajaja, ok, cielo. Bueno, ¡el titular es que te vas a follar a tu hermana!

Me dio un vuelco de alegría el corazón y rápidamente mi nabo se puso a mil.

-¡Uy! Ya lo creo que te gusta la idea, pequeñín… ¡joder cómo se te ha puesto la polla al oírlo! –dijo mi madre coqueta-.

Inmediatamente mi madre empezó a contar los detalles de la charla con mi hermana y yo no dejaba de alucinar con el ‘monstruo’ que había creado con mi madre, una madre capaz de anteponer el sexo a todo. Alba no encajó bien la situación de entrada y mi madre me contó que, al principio de charlar, temió por un abandono familiar por parte de nuestra pequeña. Me dijo que intentó explicarle todo con la máxima naturalidad, pero que Alba reaccionaba con desprecio a la situación, tratándonos de degenerados, depravados y que no quería saber nada más de nosotros.

-Pero… entonces… -dije yo mientras mi madre me sacudía la polla y, con la otra mano, me estrujaba los cojones- ¿Cómo conseguiste pasar del negro al blanco?

-Cielo… -se detuvo mi madre en la paja- lo que te voy a contar ahora te puede dar una idea de tu madre que igual no es la que tenías en mente. Lo he hecho todo por ti, por nosotros, por el bien de la familia, por tu goce y placer. Yo a mi macho no le pienso negar nada, ningún lujo. Hice lo que tenía que hacer.

-Ay mamá… me asustas. ¿Qué hiciste? –pregunté-.

A medida que me empezó a contar yo alucinaba. ¡Qué mujer tan desconocida había tenido todos estos años en casa! No era únicamente una madre que luego descubrí que era una gran puta. También era una cabrona de cuidado capaz de lo más cruel. De lo más cruel por amor y devoción a su hijo. Mi madre le contó a Alba todo, ¡todo!, incluso que era puta y que el dinero que entraba en casa –y que no era poco- entraba gracias a sus servicios.

-… total… -dijo mi madre después de contarme que cambió el tono con Alba y pasó de la explicación a la amenaza-… le dije a mi hija que o bien asumía lo que había o la iba a desheredar.

-¿Qué? –dije alucinado-.

-Lo que oyes, mi Ángel. O follaba con nosotros y asumía que el dinero que mamá ganaba para pagar sus caprichos y los tuyos era haciendo de puta o ya podía irse de casa, pero que yo no la iba a mantener ni a darle un solo euro más.

-Follar co… ¿con nosotros? –maticé-

-Sí, con nosotros. También conmigo. Y las dos juntas contigo. Te dije que mamá lograría que Alba fuera tu putita y a partir de ahora tendrás dos a tu disposición en casa.

Tengo que reconocer que lo que sonaba a la mayor de las fantasías y depravaciones que un chico joven podría desear, su madre y su hermana juntas, sumisas, colmando sus vicios y placeres, sonó en mi cabeza con algo de miedo. ¿Qué era mi madre, un monstruo? Si un día su actitud hacia mi daba la vuelta como un calcetín, ¿sería capaz de amenazarme también a mí? ¿Está mamá mentalmente equilibrada?

-No estás feliz, ¿cielo?

-Eh… sí mamá… joder… es que… no me lo creo –dije nervioso-.

-Pues ya te lo puedes creer. Esta noche me iré a dar una vuelta y os dejaré a Alba y a ti solos para que te la folles por primera vez. Luego ya puedes hacer lo que quieras en casa. Nos puedes llamar a cualquier hora del día para que te saciemos. Lo puedes hacer por separado, las dos juntas, en una habitación, en el salón delante de la otra… Somos tus putas.

No daba crédito. Tenía incluso miedo de entrar en ese círculo que convirtiese mi familia en el circo de la depravación. Joder… ¡si es lo que quería, lo que soñaba! Pero ese comportamiento de mi madre, dispuesta a todo y contra todo, me daba miedo. No la reconocía. Esa no era la madre que me mimó toda mi niñez. Me gustaba, me ponía… ¡y me aterraba!.

Terminó de descargarme en la cocina, haciendo que eyaculara dentro de su taza de café para inmediatamente bebérselo como si nada. No era la primera vez que me corría en su café, pero esta vez la miraba pensando: “¿y si algún día no estoy a su altura o le aguanto el ritmo?”, tenía una auténtica loba sin límites en casa y me daba miedo pensar en su reacción si por cualquier cosa se enfadaba conmigo.

Pasó el día y prácticamente no me pude concentrar en nada de lo que hacía. Llego el momento cumbre: la noche. La noche en que se suponía que iba a poseer a mi deseada hermana. A sabiendas, como si fuera una cita con día y hora. Sin sorpresas. Desnaturalizado, pero no menos morboso. ¿Cómo sería? ¿Le gustaría lo mismo que a mi madre? ¿Tendría que ser suave? ¿Podría insultarla?... ¡Qué mar de dudas!

Solo en casa, con mi madre saliendo con unas amigas desde ya hacía rato, esperaba la llegada de Alba. Llegué a pensar incluso que mi madre me había contado un cuento chino y nada de lo que me dijo era verdad. Igual Alba no volvería a casa. O volvería sin ninguna intención de acostarse con su hermano. Era tarde y no llegaba… hasta que oí las llaves en la puerta. Después del sonido del cierre de la misma, mi hermana apareció en el salón de la casa.

-Hola Ángel.

-Hola Alba.