Mamá, no puedo más (IV)

Nuestro protagonista descubre una faceta sorprendente de su madre

No se cómo no me dio un infarto en ese mismo momento o como no pegué un gran grito de horror. No me lo podía creer. Eso, sencillamente, no podía estar pasando. Me retiré del marco de la puerta dos segundos para inspirar aire. Mis pulmones parecían cerrarse. Lo que acababa de ver no podía ser. Es que no podía ser! Retrocedí hasta mi habitación (está antes que el salón) y dejé todas mis cosas de la universidad encima de la cama. No sabía si volver al salón, pero ahora la curiosidad me podía más que otra cosa. Sigilosamente volví a asomar la cabeza.

Dios, qué escena tan grotesca! ¿Pero qué mierda es todo esto? ¿Cómo puede estar pasando? No daba crédito a lo que veían mis ojos. Mi madre, mi ‘santa’ madre… ¡con la polla de Miguel en la boca! Desnuda, únicamente con los zapatos de tacón puestos, delante del sofá, arrodillada como una vulgar ramera mientras Miguel, sentado en el sofá también desnudo, echaba la cabeza hacia atrás fruto del placer que recibía.

-Así joder furcia… aaah… ¿lo ves Laura? No cuesta tanto zorrita mmm –comentó Miguel-.

-Me vas a tener que dar mucho dinero cabronazo! –  respondió mi madre sacándose por un segundo la polla de la boca-.

-Calla y sigue chupando, puta! – espetó Miguel- chupa o no te voy a dar los 300 euros.

¿Cómo? ¿300 euros? Intenté pensar con rapidez mientras no quitaba ojo de la felación que mi madre le estaba haciendo a ese gran hijo de puta que había arruinado a mi familia… claro, era eso! Mi madre se estaba humillando y rebajando para que Miguel le diera dinero para poder salir adelante. Su dinero, en verdad, ¡el que Miguel le había robado! ¿¿¿Será doblemente hijo de puta??? No contento con arruinar a mi familia encima se está beneficiando a mi madre a cambio de unos pocos euros para sobrevivir. Tenía ganas de matarlo ahí mismo, de dejar un cadáver en el sofá. ¡Menuda rabia! ¿Y mi madre? ¡Menuda puta! ¿No podía buscar un trabajo como una persona normal? ¿Qué coño hacía rebajándose ante la persona a la que más debería odiar? ¡En lugar de denunciarlo en un juzgado le estaba comiendo la polla! Menudo asco y… y… y menuda erección que empezaba a tener yo, ¡Joder!  Qué buena está mi madre y cómo chupa la muy furcia. Eso era, una furcia. Desde hoy una puta furcia a la que ya no pensaba ver de otra manera.

-Aaah, los huevos Laura, los huevos… -dijo Miguel como pudo entre tanta excitación-.

-gggggl eres un maldito hijo de puta gggglll –le dijo mi madre como pudo-.

-Aquí la única puta eres tú. Mira cómo estás, arrodillada ante mí, chupando. Anda, ¡sigue comiendo polla y huevos joder! ¡Y a ver si lo haces mejor que la última vez!

¿Qué? ¿Que la última vez? ¿Mi madre ya se la había chupado antes? Ahora ataba cabos: estas semanas en qué en casa vimos que, pese a estar arruinados, más o menos todo funcionaba como antes y tampoco mi madre se había dado de baja de la TV por cable o el gimnasio, gastos que en teoría no se podía permitir. Joder, qué tonto he sido. Se estaba prostituyendo con el hombre que ahora tenía su dinero. Le estaba pagando las sesiones de sexo con su propio dinero. Qué ganas de matar a Miguel. ¡Qué ganas de entrar e interrumpirlo todo! ¡Qué envidia de no ser mía la polla que estaba en la boca de mamá! Pero dudaba. ¿Y si por ahora ésta era la única manera de entrar dinero en casa? Mi hermana y yo seguíamos estudiando y no trabajábamos. Ese dinero que le soltaba Miguel a mamá, nuestro dinero, era el único ingreso. Si entraba en el salón y enviaba a Miguel a la mierda o me enzarzaba con él a puñetazos, a la mañana siguiente ya no tendríamos de qué comer. Joder, ¡qué puta mierda la vida!

-Venga, escupe y vuelve a chupar putita! –Dijo Miguel sacándome de mis pensamientos-.

Hasta ese momento no había prestado mi atención en lo puramente sexual y en la visión concreta que tenían mis ojos. Miré la técnica de mi madre y aluciné. Era una mamada forzada, se le notaba a disgusto, pero quería contentar a Miguel para conseguir el dinero, su dinero. La felación de mamá era de campeonato. No sabía si esa técnica ya era innata de ella o Miguel se lo había enseñado. Desconocía si a duras penas era de las primeras mamadas que le hacía o Miguel se venía cobrando estos placeres durante las últimas semanas. No pude por menos que excitarme. ¡Joder con mi madre! ¡Qué buena está y cómo chupa!

-Gggglll mmm maldito desgraciado ggggl –acertó a decir mamá poniendo a Miguel mucho más excitado al ver a mi madre a disgusto con su polla en la boca-.

Me fijé en el miembro de Miguel. No era tan largo ni tan ancho como el mío. De hecho era una picha muy normal, tirando a mediocre. Que ese puto imbécil tuviera así a mi madre y no yo… ¡arggg! Me hierve la sangre. ¿Qué tengo que hacer para poseerla, pactar con el diablo? Le vendo mi alma si hace falta.

-Dios Lauraaa… -gimió ahogadamente Miguel, sacándole la polla de la boca y machacándosela furiosamente a dos dedos de su nariz-. Mierda, pensé… ¡se lo va a hacer!

-¡Putaaaaaaaaaaaaaa!

Chorros y chorros de semen se empezaron a estrellar contra mi madre: la nariz, la frente, ambas mejillas, inicio frontal del pelo, gotas sobre un ojo, la barbilla… quedé hecha una mierda cubierta en semen. Dios, menudo cuadro, ¡qué imagen era aquello para mí y qué dura se me había puesto la polla! Alucinado, vi como Miguel, tras lograr respirar y con mi madre arrodillada en el suelo, con los ojos cerrados y una mueca de disgusto en su rostro lefado, se sacó unos billetes del bolsillo del pantalón y se los tiró por encima a mi madre como la más vulgar de las putas de carretera. Cuando vi que Miguel se incorporaba y se disponía a abandonar el salón, me escondí en mi habitación en silencio, oyendo el golpe de la puerta de casa. No sabía qué hacer, tenía que pensar cómo procesar todo aquello y ver qué tipo de reacción era la más conveniente. Cuando oí ruido en el baño, suponiendo que mi madre se había ido a limpiar el semen de Miguel, sigilosamente abandoné también la casa y me fui a la calle. Necesitaba que me diera el aire.

Cuando pude reflexionar, serenarme y tener estudiado cómo le iba a poner buena cara a mi madre como si aquí no hubiera pasado nada, esperé que fuese la hora normal de vuelta a casa para poner las llaves en la cerradura, hacer ruido con la puerta y denotar mi presencia.

-¡Holaaa, ya estoy aquí, mamá!

-Hola cielo, ¿Qué tal la mañana, estudiando mucho?

-Ehhh… sí, claro mamá, se hace lo que se puede, pero lógicamente tengo la cabeza puesta en nuestros problemas. No se cómo saldremos adelante.

-No te preocupes, mi vida, mamá está realizando diversas entrevistas de trabajo. Algo bueno saldrá- me dijo.

¿Entrevistas? ¡Zorra de mierda! Tú lo que estás haciendo es comerte la polla de un hijo de la gran puta, pensé. Me estaba costando contener la rabia, pero tenía que seguir el plan que finalmente había pensado.

-Seguro que sí, mamá. Algo saldrá –me limité a contestar-.

Después de comer, me retiré a mi habitación para trazar el plan. No volvería a las clases los siguientes días hasta volver a encontrar a mi madre y a Miguel juntos en casa. Saldría de la vivienda con aparente normalidad y esperaría a ver que Miguel entra en el edificio para volver a espiarlos como la otra vez. Cuando vi esa escena por primera vez no supe reaccionar. Luego, reflexionando, pensé que tendría que haberlo grabado con el teléfono, para luego tener una prueba en mi favor y a mamá en mi mano. Ese era el plan: grabarlo. No tuve que esperar demasiado para conseguirlo. Al día siguiente perdí la mañana en la calle, pero Miguel apareció dos días más tarde de su último encuentro.

Mientras esperé 5 minutos a subir yo también a casa, pensé que si en cada sesión le soltaba a mi madre 300€, quizá si ya llevaban unas cuantas, mi madre habría sacado muchísima pasta ese mes. Bueno, recuperado su pasta, en el fondo. A ese ritmo no le hacía falta ningún trabajo, únicamente contentar a Miguel para ir recuperando su propio dinero. Miguel imagino que estaba encantado teniendo un bellezón de la categoría de mi madre a su entera disposición los días y veces que le diera la gana. Pagando, como a las putas, pero en el fondo el dinero no era suyo. El salía saciado, no perdía poder adquisitivo usando un dinero que no le pertenecía y mi madre iba recuperando poco a poco su capital. Puto Miguel… lo tenía muy bien pensando. Si el ‘gota a gota’ del dinero era tan lento, podía tener a mi madre de rodillas toda la vida las veces que quisiera. Qué hijo de puta, qué brillante plan. Le odiaba pero a la vez le admiraba por su capacidad por doblegar a mi madre. Yo lo intenté con mi lesión de manos y no lo conseguí.

Igual que en la vez anterior, entré con sigilo en casa, preparé la cámara del teléfono y me acerqué al salón. Por lo visto, o por lo menos dos veces seguidas, siempre lo hacían allí. En esos cinco minutos que me demoré, Miguel no había perdido el tiempo. Mi madre ya estaba en ropa interior: sujetador, tanga, medias y zapatos de tacón. Miguel era un fetichista de esta ropa, por lo que se ve y mi madre… ¡Joder con la cabrona! ¡Qué buena está, por Dios! Ni duda cabe que se me puso la polla dura únicamente con esa visión y más imaginando lo que pasaría a continuación.

-Vamos Laura, hoy vengo cargado, no me hagas perder el tiempo… ¡de rodillas! –oí que le decía Miguel-.

-Sí, lo que tú digas, Miguel –dijo sumisa mi madre sin un ápice de reproche-.

-Eso es, empieza por los huevos –le indicó-.

Mi madre tenía la lección bien aprendida. Le chupaba los huevos imagino a que a disgusto, pero con una técnica digna de la mejor actriz porno. No dejaba de mirar a Miguel a los ojos y eso aceleraba la respiración de ese maldito cabrón.  No me entretuve más y me puse a grabar con el teléfono.

-Huele fuerte, Miguel… no te has lavado esta mañana? –preguntó de golpe mi madre-.

-¿Para qué, zorra? Ya estás tú para limpiarla –le soltó el jodido cerdo. Ahora cerdo en todos los aspectos-.

Mi madre, lejos de ofenderse por ese comentario, se puso a lamerle el glande.

-¡Aaah! Eso es Laurita, puta… ¡mmm!

Me extrañó que la picha de Miguel, tras un buen rato con mi madre de rodillas aplicándose a fondo, no se pusiera dura como una estaca. Todavía me sorprendió más cuando, mucho antes de lo que hubiera imaginado, Miguel no pudo más.

-¡Aaaah puta guarra tragaaaa! –dijo Miguel tensándose y vaciando sus testículos en la boca de mi progenitora-.

Acto seguido Miguel repitió el procedimiento de la otra vez. Sacó 300€ de su bolsillo y se los tiró a mi madre, arrodillada. ¿Ya? Pensé. Sorprendido de cómo Miguel se aderezaba los pantalones con intención de irse, casi me da un vuelco el corazón por miedo a ser pillado. Por suerte, corriendo de puntillas sin hacer ruido, pude esconderme de nuevo en mi habitación, que estaba cercana a la puerta de salida. Esperé, oí a Miguel irse y cuando mi madre estuve seguro que estaba en la otra punta de la casa unos minutos después, también yo salí a la calle.

No entendía nada. Teniendo a mi madre sometida, ¿Miguel sólo quería mamadas? Aguantaba muy poco el puto eyaculador precoz, pero no me entraba en la cabeza que no aprovechara para más. ¿No se la follaba? Cabía la posibilidad que fuera así, que mi madre ni tan siquiera hubiera tenido que entregarse completa durante esas semanas. Pensé de inmediato en la picha de Miguel y aquella no-erección. No conseguía lograr ponerla completamente dura. ¿Era por eso? Quizá era incapaz de penetrar a una mujer por falta de rigidez. Qué cosa más rara era ese trato lascivo y humillante para mamá. En el fondo pensé que, dentro del chantaje, si mi madre únicamente chupaba rabo y tenía que aguantar el semen encima o en su boca, dentro de la humillación todavía salía bastante bien de la situación y las sesiones eran cortas. No tenía que sudar demasiado y, por lo que yo había comprobado, si cada 2 días le soltaba 300€ y ya habían pasado 3 semanas desde la trágica noticia… ¡eso era mucha pasta!

Estaba claro que mamá no iba a renunciar a su tren acomodado de vida. La herencia de papá y el seguro de vida que él tenía la había vuelto una creída, se daba la vida padre, grandes lujos, cenas caras, el gimnasio para ponerse lo tremenda que se ha puesto… ¿Trabajar? Estaba claro que mi madre no pensaba en volver a echar 8 horas diarias en un trabajo por un sueldo justito. Sí, le habían robado su fortuna, pero ahora la estaba recuperando a base de comerse una polla no mucho más de 5 minutos. Eso, como único sacrificio, creo que no le parecía tan malo como volver a una vida humilde. Joder con mi madre, qué rasgo de su personalidad me acababa de demostrar. Antes el lujo que la dignidad. Pues se iba a enterar. Esta me la pensaba cobrar.

Pensé en repetir la operación una última vez. Tampoco iba a estar cada día perdiendo la mañana para ver cuando volvía Miguel. Estuve de suerte. Miguel seguramente estaba ya muy viciado y dependiente de las atenciones de mi madre y volvió a la mañana siguiente. Repetí el proceso, subí no llega a 5 minutos después que él al piso y me dispuse a comprobar qué hechos se sucedían. Cuando llegué, mamá estaba de rodillas chupándole la polla, esta vez totalmente desnuda, sin nada encima, ni tan siquiera los zapatos de tacón.

-Joder Laura, ¡ufff! Chupando así se la pones dura a cualquiera –dijo Miguel-.

-Ya… -espetó mi madre mirándole con expresión seria- a cualquiera menos a ti, ¿no? Menudo pichafloja, Miguel, joder….

-¡Calla puta barata! –contestó él enfadado-.

-¿Barata? 300 euros por una mamadita de nada me parece que te sale bastante caro, ¿no crees? –le soltó mi madre, atrevida y desafiante- aunque… claro, el dinero no es tuyo, hijo de puta… qué más te da, ¿verdad? –le espetó justo antes de meterse sus dos huevos en la boca-.

-¡Aaaah! ¡Sucia perra! Te tendría que estar metiendo un taco de billar por el coño por decir esas cosas con esa boca sucia que tienes –decía Miguel entre soplidos-.

-Claro, claro… un taco de billar, porqué esta pichita que tienes no la puedes meter –le respondió mamá.

Me sorprendió su actitud y su lenguaje. ¿No me jodas que mi madre, humillada y chantajeada, todavía se quejaba de no poder tener el rabo de su chantajista en el coño? Yo alucinaba. ¿Y ese vocabulario? ¡Ufff! ¡Cómo me estaba poniendo! Menuda ramera. Me di cuenta inmediatamente que cuando sufrí el accidente y mi madre me masturbó, la única barrera que le impidió comportarse así era el tabú del incesto. Estaba claro, por lo visto, que puta lo era un rato. Y de las buenas, dado que la mamada que le estaba haciendo a Miguel era digna de un premio AVN, los ‘Adult Video News’, los Oscar del cine porno.  Un días más, para variar, Miguel no aguantó.

-¡Maldita puta de mierda! ¡Te vas a enterar! Pon aquí la cara jodida furcia… -dijo hecho una furia mientras se sacudía la picha-.

-Venga, imbécil, por lo menos mánchame bien la cara, haz algo de provecho –dijo mi madre ante mi absoluta incredulidad por ese vocabulario. ¿Deseando semen? Estaba claro que a mamá le iba la caña y ya me encargaría yo de dársela.

-oggg… aaagh… ¡ZORRAAA! –Miguel explotó- ¡Toma leche so putaaa!

En ese aspecto cabe reconocerle a Miguel lo que es justo. Era un pichafloja de mierda, pero un muy buen eyaculador. Precoz, pero copioso. La cara de mi madre quedó irreconocible bajo una máscara de semen espeso.

Cuando se repitió el proceso habitual y los 300€ en billetes volaron sobre mi madre, pasó algo impensable y que ya terminó por romperme todos los esquemas alrededor de mi madre.

-¿Dónde vas, Miguel? –le dijo ella.

-¿Cómo que dónde voy, zorra? Tienes tus billetes, ya te llamaré cuando vuelva a tener ganas.

-No, no, Miguel. Verás, ese dinero con el que me pagas es mío, no tuyo. Tú me lo robaste, ¿te acuerdas? –le soltó mi madre mientras con un dedo se sacaba un grumo de semen de un ojo cerrado-.

-Ya lo sé… ¿y qué?

-Pues que si es mi dinero y me pagas como a una puta, yo pongo las tarifas. Y las mamadas que te hago no son de puta barata, más bien de lujo, así que a partir de ahora cada mamada vale el doble: me debes 300€ más – le dijo mamá con cara muy seria.

A mí, tras la puerta, se me abrió la boca de par en par. ¡JO-DER con mamá! ¿Pero cómo de la por hacerse la chula ahora? No estaba en disposición de ser ella la que tomara las riendas y mucho menos exigirle a su chantajista. Pensé que ahí se acabaría todo y Miguel la dejaría tirada sin todo su dinero.

-Jajajaja… ¿qué? ¿Pero qué dices, sucia ramera? Jajaja. Además, sin mi dinero… bueno, sin tú dinero, estarás arruinada y tendrás que acabar barriendo las calles de la ciudad o pidiendo a la salida del metro, ¡estúpida!

Mi madre, muy segura de sí misma, sonrió, se levantó todavía con la cara llena de semen y le dijo:

-Pues quizá sí. No tengo manera legal de denunciarte porqué ya me dijeron mis abogados que sería muy difícil probar que ese dinero en tus manos fuera un robo. Ahí te reconozco que estuviste muy listo. Eres el mejor estafando, pero yo soy la mejor chupando… y lo sabes.

Tela con mamá, ¡menudo talento como actriz! Seguí mirando por el hueco de la puerta esperando qué dirección tomaba este acontecimiento totalmente inesperado y que tenía a Miguel completamente fuera de juego.

-¿Y eso qué quiere decir, Laura? –comentó un mucho más serio Miguel-.

-Bueno, quiere decir que si tengo que ser barrendera lo seré, pero que mis mamadas, si me las quieres pagar, sea con tu dinero o el mío, valen 600€ cada mamada. Que tu aguantes poco ya no es mi problema. Y si quieres repetir, otros 600 más. Total, el dinero es el mío, ¿verdad? –le soltó mi madre desafiante-.

-¡Joder! ¡Eres una puta! –le insultó Miguel.

-Pues mira, ahora sí. Y la mamada cuesta 600€. De esta me debes todavía 300€ -se mantuvo firme mi madre-.

Miguel se quedó unos segundos mirándola con cara de enfado. Haciendo gestos con los hombros y los puños como no sabiendo si irse o soltarle un guantazo a mi madre. Resoplando, le dijo de golpe:

-Espérate aquí, ahora vengo

Rápido me escondí, oyendo a Miguel salir de casa. Me mantuve en mi sitio. Pasaron 5 minutos, 10 minutos, 20 minutos… hasta que la puerta de casa se volvió a oír. Miguel entró en el salón y yo volví a asomar la cabecita discretamente. Mi madre ya se había adecentado y vestido por completo.

-Aquí tienes Laura, los otros 300€ -dijo Miguel, que imagino había ido a un cajero automático.

Yo alucinaba. ¡Olé los ovarios bien puestos de mi madre!.  Acto seguido Miguel se dispuso a marcharse de nuevo, no sin antes decirle a mamá:

-Esto… Laura, volveré mañana, ¿vale?

-Claro Miguel, serán 600€

-Eh, sí, sí, claro. Hasta mañana

Y Miguel se marchó. Hice lo propio cuando estuve seguro que salir de mi habitación hacia la puerta de la calle era seguro y una vez en la calle empecé a reflexionar sobre todo lo visto y oído. Madre mía, ¡qué giro de la situación!. Estaba claro que en el fondo el beneficiado seguía siendo Miguel. Tenía infinita pasta de mi madre para ir soltando, como si eran 600€ por día. Aún y así tardaría mucho tiempo en devolverle lo robado. En cuanto a mi madre, que yo hubiera podido ver y calcular, en menos de 5 días había recuperado 1.2000€. Estaba claro que, aunque fuera forzada y haciendo algo no previsto como humillarse ante quién se proclamó mejor amigo de mi padre,  mi madre ganaba más en 5 días que trabajando 8 horas todo un mes. Vi claro que no volvería a trabajar pero… qué excusa o argumento nos diría a mi hermana y a mí cuando comprobemos que el tren de vida de la familia no disminuye pese a, teóricamente, habernos quedado arruinados?

Entre tanto, me aseguré de hacer varias copias de los vídeos del teléfono y me dispuse a planear con metódico detalle mi venganza con mamá. Esa segunda paja que no me terminó en la ducha y esa mamada que no me quiso hacer, me las haría. ¡Vamos si me las haría! Mamá era una puta y a partir de ese momento iba a ser mía. Mi puta.